Manent, Marià (1898-1988)
Poeta, ensayista, traductor y crítico español nacido en Barcelona en 1898.
Desde muy joven se interesó por la literatura y el aprendizaje de lenguas extranjeras, publicando sus primeros libros de 1918 a 1923, bajo los nombres “La branca”, La collita en la boira” y Poesía” . Su orientación noucentista fue evolucionando hacia el simbolismo, adquiriendo la madurez poética a partir de los treinta años cuando escribió “L’ombra i altres poemes” 1931 y “La ciutat del temps” 1961. Tradujo grandes clásicos ingleses y orientales, fue columnista de diversos medios periodísticos y marcó con sus ensayos una importante etapa de la poesía catalana. Entre los premios obtenidos sobresale el Premio de honor de las Letras Catalanas en 1985.
Falleció en Barcelona en 1988
A una golondrina que me despertó al romper el alba
¿Qué sabes tú, sedosa y dulce amiga,
cuando el albor comienza a ser dorado,
qué sabes tú del valladar sombrío
y de mi insomnio humano?
Húmedo por la sombra azul, el liquen:
cerca del nido, debe estar más claro:
pero tu canto lejos se llevaba
el Sueño -esquivo pájaro.
No conoces el inquieto párpado,
la frente en la almohada casi ardiendo,
ni el lecho ennegrecido de tiniebla,
tú, entre el alba y el viento.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Detrás de tu sonrisa liviana se adivina
tu ánima ardorosa
como en abril, en tarde tempestuosa,
brilla el ocaso de oro detrás de una glicina.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Dicen: la mar es triste. ¡Qué señal
hace cada ola, cuando quiebra!
Y veo una mar triste, pero en medio
tú, como una perla.
Dicen: la tierra es triste. ¡Qué señal
hace la hoja! Apenas osa.
Vea la tierra triste, pero en medio
tú, como una rosa.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
La acacia llena de luna
gime en la noche de plata.
Setiembre pasa con una
vibración de viento, larga.
Luce dispersa la bóveda
y mi aliento se recoje,
oyendo la vaga charla
entre acacia, viento y noche.
¡Ay, que mi alma lloraría
y me pesa como el barro,
frente a la noche, que avanza
toda vestida de blanco!
¿Ha sido la acacia bruna
o de mi alma un lamento?
Setiembre pasa con una
larga vibración de viento.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
La ciudad de la Noche se abre, calma
con luz y azules plazas. Es silencio y cristales.
Diríais que nos cela
encima de este valle
cuyo aroma ha crecido en el viento y la lluvia
de setiembre. Ahora, lejos, se oyen vagos relinchos.
¿Es un búho en lo oscuro o bien sube en carroza
el tiempo, con su barba de bosques y de grillos?
El silencio es son de aguas. La noche suave
nos vigila y nos piensa.
¡Oh Rey desconocido que nos diste un palacio
de temor y belleza!
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Afuera hace una noche plateada y muy clara
¡y yo encogido cerca de mi fuego mezquino!
La luna está velando, lo mismo que una madre,
a la encina, al paraje, al estanque dormido.
Percibo bien que un gran deseo invade
mi pecho, y yo quisiera sentirme espabilado
y caminar, bajo la luna clara,
por trochas donde brilla el romero escarchado.
Pero me quedo cerca de mi fuego mezquino.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Has salido del sueño como del mar. Aún húmeda,
a los sueños sonríe tu boca, dulcemente.
Brilla el sol en la hierba, pero tú ves la plata
de la luna, que en el agua duerme-.
Una luz de esmeralda casi nubla tus ojos;
perfumes de aquel mar tiene tu fina arcilla ;
y una gran perla pálida llevas bajo los bucles,
ondulados como alga tranquila.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Traje florido, cara bruna y salvaje:
tu perfume campestre del viento y de la estepa
invade estas colinas y el caminito fresco
y la nube viajera.
Traje de margaritas y de estrellas de mar:
en medio de las flores tu piel morena exuda.
Claveles de pastor al azar tiemblan
en tu pierna desnuda.
Y te fundías, suave, en la paz del paisaje
ojos grises de sueños y de gusto a morir;
o huías por la senda, en tu reír-
ruiseñor triste y tórtola salvaje.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo
Il mar la terra e il ciel miro e sorrido.
LEOPARDI
Te ponía el orgullo una viva aureola
y me dejaste la soledad. Aún
percibo en mí el desgarro de la hora:
un llanto de astros, y vuelo de hojas muertas
color cobre y una neblina fría
sobre mi corazón. Pensé que fuera
la soledad mi vida taciturna
que se nutría del recuerdo espléndido
y amargo de tu orgullo ¡oh diosa clara!
Sin tu voz, sin tus ojos, ni la sombra
de tu cabello de oro en la frente, ni el rostro
como una rosa pálida, mi vida
seria un gran vado que sonara
al recordar. Mas tu orgullo me hacía
un gran regalo: el universo era
mi tesoro otra vez. La acacia verde
en la fuente traslúcida, la nube
color miel y el azur fresco tal agua
de espíritu tranquilo, el fino astro
y la ancha mar y la música clara
de los pinos y aquel viñedo púrpura…
Todo tornaba a mí en aquel setiembre
dorado y moribundo. Bello acuerdo
en el mundo, las cosas: armonía
de amor y claridad. ¡Oh diosa altiva!
Si por tu luz dejaba el universo
tu áspero orgullo me lo torna entero,
calma mi soledad. Y todavía
veo en el fondo tu más pura luz.
De “Las acacias salvajes” Edicions del Mall 1986
Versión de José Agustín Goytisolo