Khayyam, Omar

Khayyam, Omar (1040-1121?)

Nació en Nichapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y vivió cerca de ochenta años.

Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la existencia misma.

Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubaiyat», que constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del instante frente a la finitud de la vida

«Rubaiyat»:   


I. La caravana en el desierto

1
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente
dispersó las estrellas de su sesión nocturna,
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente
la regia torre ciñe con su lazada ardiente.

2
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera,
oigo una voz que dentro de la taberna grita:
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera,
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?»

3
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda,
-«¡Ea, abridnos, pues! -grita- nos resta un breve instante
de aguardar nuestro turno, pues al girar la rueda,
¡Quién hará que a este sitio volver otra vez pueda?»

4
Y ahora el nuevo año, removiendo ansias muertas,
al alma pensativa llama a la soledad,
donde Moisés asoma sus blancas manos yertas,
y Jesús resucita las llanuras desiertas.

5
Iram llevó sus rosas a donde nadie sabe,
con la septanulada ánfora de Jamshid;
¡Oh! pero aún destila del vino el rubí suave
y la fuente en el huerto canta su salmo grave.

6
Ya, de David los labios selló la última arcilla,
mas el Bulbul en sacro y mimético Pehlví,
-«Vino!» a la rosa ofrece en rauda seguidilla
para teñir de púrpura su marchita mejilla.

7
Ven a llenar mi copa, y en primaveral anhelo,
echa de ti ese manto de contrición y dudas;
El ave-tiempo apenas tiene luz para el vuelo,
y -¡mira! ya sus alas está tendiendo al cielo.

8
Ya en Babilonia impía, ya en Naishapur, mi cuna,
ya la copa os ofrezca dulce o amargo vino,
el de la vida filtra con tarde importuna,
y las hojas sin savia van cayendo una a una.

9
El alba de mañana nos traerá primorosas
nuevas rosas, mas ¿dónde se fueron las de ayer?
Pero el Estío llega desbordante de rosas,
y Kaikobad, Jamshid, volverán a sus fosas.

10
¡Y deja que se vayan! Libre el mundo se vea
de Kaikobad el Grande o Kaikosrú el potente;
y de Rustúm los gritos llamando -«¡a la pelea!»
y Hatím-Taí -«¡a la orgía!»- allá se vayan, ¡Ea!

11
Ven tú conmigo al margen de este oasis florido
que pone nuevo verde al valle pedregoso:
Aquí «esclavo» y «sultán» duermen igual olvido,
y -«paz a Mahmoud»- clama amor compadecido.

12
Aquí con un mendrugo, entre el gayo ramaje,
una ánfora de vino, un manojo de versos,
y tú conmigo, sola, cantando entre el boscaje,
es para mí un paraíso el yermo más salvaje.

* * *

II. Lo fugitivo y lo eterno

13
¡Cuántos la gloria buscan en este mundo vano!
¡Cuántos van tras los goces futuros del Profeta!
¡Oh! tu oro, poco o mucho, asegura en tu mano…
Ni te seduzca el eco de ese tambor lejano.

14
Si locura no fuese, cual la araña en su nido
cuidarías la tela de tu vida presente:
¿Y a qué, si nadie sabe si el aliento absorbido
puede volver al aire de donde fue bebido?

15
¡Mira esa rosa, cómo su aire de reina asume!
Ella sonríe y dice: -«Yo en esta tierra impero;
de mi bolsa de seda el nudo se consume,
y vierte en los jardines la gracia del perfume».

16
La terrena esperanza do el alma se encadena
o se torna en cenizas o en el logro se colma:
Por sólo una o dos horas su loco andar serena,
y a volar, cual del yermo la diluida arena.

17
Ni el que su oro guardara con sórdido decoro,
ni los que 10 arrojaron al viento cual la lluvia,
ninguno fue enterrado como ceniza de oro
para incitar las ansias de exhumar su tesoro.

18
Y piensa, amigo, que esta tienda desvencijada
a cuyas puertas túrnanse las noches y los días,
fué de un sultán tras otro con su pompa habitada
por breves horas y… de prisa abandonada.

19
Los leones y lagartos han hecho su guarida
donde Jamshid brillara y hondamente bebiera
y de Bahrán forzudo la cabeza temida
pisa el asno salvaje, ¡mas no vuelve a la vida!

20
En palacios que al cielo alzaron sus pilares
y reyes a sus puertas curvaron las cabezas,
yo oí la triste tórtola, sola entre sus sillares,
-«Cuú, cuú. -gimiendo sus íntimos pesares.

21
¡Oh, dulce amada! llena la copa que hoy liberta
de dolores pasados y nuevas inquietudes:
¡Mañana! ¿Y qué? Mañana, si mi vida despierta,
siete mil años idos llamarán a mi puerta.

22
Porque aquellos que amamos con más santos amores,
en quienes ya el tiempo apuró su vendimia,
también su copa alzaron y ciñeron sus flores
y a reposar se fueron hacia mundos mejores.

23
Y nosotros que el fausto de este estío gozamos
en la cámara misma que abandonaron ellos,
a su capa de tierra a nuestra vez bajamos
a formar otra capa… ¿y a quién se la dejamos?

24
Pienso a veces que nunca la rosa abrió más roja
que sobre el suelo ungido por la sangre de un César
y el jacinto glorioso que del sol se sonroja,
de una cabeza antigua caído al surco se antoja.

25
Y esta preciosa hierba cuyo verde apacible
guarnece la ribera que nos hospeda grata,
pisa en ella muy suave, pues saber no es posible
de qué labios amantes ella brota invisible.

26
¡Oh, sí! apresuremos nuestro humano trajín,
antes que suene la hora de bajar hacia el polvo:
¡Polvo al polvo y debajo yacer del polvo ruin,
sin vino, sin canciones, sin cantar y… sin fin!

* * *

III. Ayer, hoy, mañana

27
A aquellos que en el hoy aguardan su ventura,
y a los que en el mañana fijaron su esperanza,
un muezín les grita desde la Torre Oscura:
-«¡Locos! ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!»

28
En sueños, otra voz, que me repite, advierto:
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
-«La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto».

29
Y los santos, y sabios, y rígidos ascetas
que de ambos universos el estudio agotaron,
son arrojados fuera como locos profetas,
sus bocas y palabras del mismo polvo prietas.

30
¡Oh! cuando yo fui joven ávido he frecuentado
los santos y doctores, y oí cosas sublimes
sobre esto y sobre aquello: mas siempre me ha pasado
volverme por la puerta por donde había entrado.

31
Yo he sembrado semilla de aquel saber arcano,
y la ayudó a crecer la labor de mi mano:
y ésta fue mi cosecha: -«yo vine como el agua,
y me voy de este mundo como va el viento vano».

32
Llegado a este Universo el porqué ignorando
y el de dónde, como agua que, quiera o no quiera, corre,
salgo de él como el viento que el desierto cruzando,
sin saber hacia donde, quiera o no sigue andando.

33
¿Y qué, y así me traen desde un donde cualquiera
y desde aquí hacia allá, sin pulsar mi albedrío?
¡Si el cielo, al menos, darnos siempre el vino quisiera,
que ahogue este recuerdo que la mente lacera!

* * *

IV. El gran secreto

34
Por la séptima puerta, sidéreo peregrino,
volé y fuí a sentarme de Saturno en el trono:
Muchos cerrados nudos desaté en mi camino,
mas no el nudo maestro del humano destino.

35
Y allí estaba la puerta cuya llave no vi;
y allí se alzaba el velo que lo ocultaba todo:
Un vago murmurar cerca de Ti y de Mí
se escuchó… y después nada, ni de Mí ni de Ti.

36
Nada pudo la Tierra decir, ni el taciturno
mar que en flúida púrpura su ausente Dios implora;
ni el cielo que mil signos pregonan, y a su turno
velan, la luz del día y el luminar nocturno.

37
Luego al Tú en Mí que oculto tras el velo infinito
incesante labora, en mi extravío invoco:
-«¿Con qué lumbre orientarme en mi vagar fortuito?»
-«Con una mente ciega!»-se contesta a mi grito.

38
Después el labio frío de este vaso terreno
besé, en pos del Secreto del Pozo de la Vida,
y a mi ardiente contacto, -«¡Bebe, dijo, sin freno
en vida, antes que duermas en el eterno seno!-

39
Y pienso que aquel vaso que tímido me hablara,
también vivió su vida y bebió con deleite;
y su labio impasible que en mi sed yo besara,
¡cuántos besos sintiera y ¡ay! cuántos otorgara!

40
Y recuerdo que un día mi paso se detuvo
por ver un alfarero que batía su barro:
Y el barro en frase tímida su frenesí contuvo:
-«¡Suave, hermano, mi forma también tu forma tuvo!»

41
¿Y no es ésta la misma milenaria balada
que desde el primer hombre historia abajo rueda,
sobre aquella bolilla de tierra fecundada
que dentro el limo humano dejó Dios encerrada?

42
Y ni una de esas gotas que de la copa echamos
a la sedienta hierba, se escurrió bajo tierra,
a mitigar la angustia de un alma que olvidamos
y muy hondo y muy lejos en el tiempo dejamos.

43
Como los tulipanes, en su sed inexhausta
de celeste vendimia, sus cálices elevan,
tú podrás desde arriba conjurar tu hada infausta,
inclinándote a tierra como una copa exhausta.

44
Mientras del breve viaje el fin no se resuelva,
puedes la amada forma ceñir entre tus brazos,
antes que la alma tierra a recobrarte vuelva,
y en la última caricia en polvo te disuelva.

45
Si la copa en que libas, si el labio que oprimiste
acaban donde todo comienza y se concluye,
piensa que ahora eres el mismo que ayer fuiste,
y más allá no harías nada más que aquí hiciste.

46
Cuando el Ángel, copero de aquel brebaje oscuro,
te halle sentado al margen del río confidente,
y te ofrezca su néctar, no huyas del conjuro:
Toma y bebe hasta el fondo con ánimo seguro.

47
Ni temas que al ajuste de tu vida irredenta
pueda romperse el molde, ni extinguirse tu tipo:
el Saki eterno ha echado, en innúmera cuenta,
de esas mismas burbujas en la copa sedienta.

48
Cuando hayamos cruzado tú y yo el negro velo,
¡Oh! el mundo impasible continuará su ronda;
nuestra venida y vuelta le darán tal recelo
como al mar si le arrojas un guijarro del suelo.

49
¡Un instante de aliento en la ruta desierta
gustar solo una gota del agua de la vida!
Las estrellas se apagan; la caravana alerta
parte ya hacia la Nada: ¡ya es la hora, despierta!

50
¿Y necio gastarías en pos del Gran Secreto
esta brizna de vida? Un cabello, nos dicen,
de lo cierto y lo falso forma el espacio neto:
Y el hilo de la vida ¿de dónde está sujeto?

51
¡Que un cabello lo falso de lo cierto separa!
¡Oh, sí! Aunque un tilde fuese la seña guiadora,
acaso hasta el oculto Tesoro te llevara,
y acaso contemplases al Señor ante su Ara.

52
Su presencia difusa por las arterias rueda
del mundo como azogue, para ahorrarte su busca:
desde Máhi hasta Máh, toda forma remeda:
Todo muda o perece, mas Él inmune queda.

53
Un momento fantástico y luego al negro abismo
volver con igual prisa, do el drama se despliega,
en que para solaz del eterno humorismo,
Él lo inventa, es artífice y actor a un tiempo mismo.

54
Si en vano bajo el suelo con avidez sondeas
y hacia arriba, a esa Puerta sin término sellada,
-Hoy, mientras seas tú y un sentido poseas,-
¿Qué harás mañana cuando ni tú ni nada seas?

* * *

V. La magia de la viña

55
¡Oh!, no más te atormente lo humano o lo divino,
y que el mañana solo desate su madeja:
¡Hunde tus dedos muelles en el ébano fino
de las trenzas de alguna flexible Hada del vino!

56
Y tu hora no malgastes, ni en la conquista ociosa
de este o aquel engaño te empeñes ni disputes:
Alégrate más bien con la uva generosa,
que ir en pos de una fruta, o ausente, o venenosa.

57
Y bien sabéis, amigos, con cual altivo porte
de mi nuevo himeneo celebré el festival,
La Razón repudiando de mi lecho y mi corte,
y a la Hija de la Viña tomando por consorte.

58
Si al «es» como al «no es», en cierta ley y norma,
y el «abajo y «arriba» con lógica defino,
de todo lo que he visto en la sensible forma,
lo más hondo es el vino que en su alma se transforma.

59
Mas mis computaciones -se dice- punto a punto,
han ajustado el año a la humana medida;
y si es así, arranca, de un golpe y todo junto,
EL «mañana» aun innato y el «ayer» ya difunto.

60
Y poco ha en la Taberna, por la puerta fluía,
filtrándose en la sombra, una silueta de Ángel:
una pintada cuba en su espalda traía;
La gusté, y de la uva el sabor trascendía.

61
La uva, sí, que puede con lógica absoluta
las setenta y dos sectas rivales confundir
Con su Alquimia, que al plomo de nuestra vida bruta
en un tris de maniobra en oro lo transmuta.

62
Y el potente Mahmoud que aliento de Allah aspira,
la tenebrosa turba, la temerosa horda
de espantos y tristezas, que nuestra alma transpira,

63
Y si esta esencia fuese de Dios un atributo,
¿Quién blasfemar osara de la vid como un lazo ?
Y si es un crimen ¿quién nos mandó su tributo?
Antes, pues, como gracia gustemos de su fruto.

64
Debo abjurar del Bálsamo de vida, sí, ya es hora;
Antes que nuevas tasas pague mi fe sincera,
O, yendo en pos de alguna bebida redentora,
mi vaso caiga al polvo que todo lo devora.

65
Si la secta de abstemios del amor y del vino
sola es llamada al goce del Edén del Profeta,
¡Ay! temo que el Paraíso, con su encanto divino,
Vaya a quedar desierto, sin fieles ni destino!

66
¡Amagos del infierno! ¡Promesas del Paraíso!
sólo es cierta una cosa -que nuestra vida vuela!
Sólo es cierta una cosa, -lo demás falso viso-:
«La flor que un día abriera, por siempre se deshizo»

* * *

VI. El vuelo del alma

67
Y caso extraño ¿no? De las vidas aquéllas
que primero pasaron tras la cortina oscura,
ninguna aquí retorna a mostrarnos sus huellas,
para abrir nuevas rutas por entre las estrellas.

68
Y las revelaciones del sabio y del devoto,
que profetas ungidos en llamas difundieron,
¿qué son sino consejos de un ensueño remoto,
dichos y al punto vueltos a su dormir ignoto?

69
Porque si el alma puede dejar su polvo turbio,
y cabalgar desnuda por los aires del cielo
¿No es, acaso, vergüenza, no es un fatal disturbio
habitar por más tiempo en este vil suburbio?

70
Y éste es sólo una tienda donde un sultán reposa
mientras va de camino al reino de la muerte:
Sale el sultán, y al punto, un hosco peón de fosa
la alza, y para otro huésped la adereza lujosa.

71
Y yo envié mi alma tras lo Invisible eterno,
del más allá una carta buscando descifrar;
tras una larga angustia de mi conflicto interno,
vuelve y me lee: -«Mira: yo soy Cielo e Infierno».

72
Cielo es sólo visión del Deseo cumplido
y el Infierno la sombra de un alma de ansia presa,
lanzada a esta tiniebla donde, apenas surgido,
el hombre ha de quedar en polvo convertido.

73
Y al fin no somos más que una movible fila
de fantásticas formas que vienen y que van
en torno a esta Linterna del Sol, que alumbra, oscila,
y el Maestro abre y cierra cual mágica pupila.

74
Nosotros, piezas mudas del juego que Él despliega
sobre el tablero abierto de noches y de días,
aquí y allá las mueve, las une, las despega,
y una a una en la Caja, al final, las relega.

75
La bola nada inquiere de sí, ni no, ni modo,
y el jugador doquiera de un lado al otro corre:
pero él, que los echara en el campo de lodo,
todo de ellos lo sabe, ¡oh, todo, todo, todo!

76
Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra,
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede
por borrar una línea, tu voz nunca penetra;
ni tus lágrimas juntas lavarán una letra.

* * *

VII. Predestinación

77
Que el Doctor y el Filósofo sigan en su faena
de hablar de lo que quieran y de lo no pensado:
Todo no es más que un tramo de infinita cadena
que nadie mueve, corta, ni hace girar , ni enfrena.

78
Y esa crátera inversa del cielo que te escuda,
bajo la cual rampantes vivimos y morirnos,
no le tiendas tu mano en súplica de ayuda,
pues, ¡como tú y yo gira tan impotente y muda!

79
Del primitivo barro se hizo el hombre primero,
y se echó la semilla de la última cosecha;
y la primera aurora dejó escrito el letrero
que leerá la última de aquel Juicio postrero.

80
El ayer ya dispuso del hoy la suerte triste,
y el silencio y el triunfo y el dolor del mañana:
¡Bebe! pues que no sabes cuándo y porqué viniste
e ignoras porqué y dónde predestinado fuiste.

81
Cuando el corcel flamígero de estrellas fué domado
y fijos los destinos de Parwin y Mushtari,
mi sino así fue escrito dentro del desmedrado
grumo de polvo y alma para mí prefijado.

82
Brotó la vid, y mi alma de su esencia fué ungida
y aunque ría el Derviche, de mi metal plebeyo
puedo forjar la llave para darle subida,
cuando aúlle a la puerta su alma despavorida.

83
Y esto más sé: ya sea que la luz verdadera
en amor me deleite o en ansia me consuma.
Un solo rayo suyo que en mi copa encendiera
es mejor que en el templo perderla toda entera.

84
Pnr cierto que más vale desde la innocua Nada
hacer vivir un algo de conciencia o sentido,
que soportar el yugo de la dicha vedada,
con penas infinitas si la ley es violada.

85
¡Cómo! ¡Ser resarcido por la inmane criatura,
en oro vivo, de eso en vil mezcla prestado;
por deuda no debida ser juzgada perjura,
sin poder contestar! -¡Oh, mercancía impura!

86
No será por temer su mirada severa:
no confundir os juro su gracia y su injusticia;
y al cobarde que tales confesiones hiciera,
de la Taberna echáranle por la ventana afuera.

87
¡Oh, Tú! que de mil lazos y pozos sin medida
de mi paso errabundo sembraste el derrotero,
¿No harás que un mal prefijo mi marcha enrede e impida,
e impute luego a crimen mi segura caída?

88
¡Oh, Tú! que al hombre hiciste de la arcilla más vil,
y en el Edén, oculto, lo pusiste al reptil,
de toda humana falta que su vida mancilla,
dale el perdón y el suyo recibe Tú… ¡es gentil!

* * *

VIII. El coloquio de las ánforas

89
Oye más: una noche, entre el rumor postrero
del Ramazán, y antes que la luna se alzara,
quedéme solo dentro de un taller de alfarero,
por su pueblo de arcilla rodeado y prisionero.

90
Y esta vez, entre todos, la voz desvanecida
circula cual si fuese el chirrido medroso
de cenizas de alguna lengua ha tiempo extinguida,
que mi oído excitado devolviese a la vida.

91
Entonces uno dijo: -«No fué vano el intento
de amasar mi substancia con la más vil materia:
El que, sutil, me diera la forma que hoy ostento,
podrá tornarme en tierra informe en un momento».

92
Y otro replica: -«¿Y qué? ¿Acaso no podría
un niño que en la copa escanció con deleite,
romperla, y el que la hizo de amor y fantasía,
no la quebrara, acaso, de cólera algún día ?»

93
Nadie dió la respuesta; pero tras breve pausa,
otro vaso de menos arrogante figura,
-«Me burlan -dice- por mi menguada apostura;
¿la mano del artista tembló, pues, por mi causa?»

94
Con la muerte y la vida el mismo qué inquiero;
el porqué siempre listo, pero no el por tanto;
y así otro vaso anónimo interroga certero:
-«¿Quién aquí es la vasija y quién el alfarero?»

95
Dijo uno: -«Todos hablan de un Señor inmutable,
y su rostro le tiznan con humo del Infierno,
y también de un juicio último de rigor implacable…
mas es buen camarada y todo irá admirable».

96
-«Bien -otro habló-; si así es, probémoslo conmigo:
mi arcilla, por olvido del Maestro, se ha secado;
mas llenadme de nuevo del viejo vino amigo
¡y veréis con qué gracia mi frescor os prodigo!»

97
Y mientras que los vasos van así departiendo,
otro espiaba hacia afuera la luna en el creciente:
y habló: -«¡Hermano, hermano! -el Shawwal presintiendo,-
¡ya el nudo de la bolsa se abre, ya está crujiendo!»

* * *

IX. El ocaso del astro

98
Ah! reanimad con la uva mi marchitada vida;
ungidme en sus aromas si es ya mi último sueño;
y envuelto de hojas frescas en túnica florida
dejadme entre las frondas de una huerta escondida;

99
Para que, reviviendo por la vernal tibieza,
pueda enviar mis adioses a los viejos amigos,
en la rama que al muro se inclina y se adereza
para verter sus flores por sobre su cabeza;

100
Para que mis cenizas, como el vástago altivo
de la viña, el espacio en espiral escalen,
y así, el buen creyente, si pasa pensativo,
no quedará enredado por absorto o esquivo.

101
¡Ah! y en verdad los ídolos que yo amé con pasión
mucho daño me hicieron a los ojos del mundo:
En frágil copa ahogaron mi gloria y mi ambición
y mi fama vendieron por una ruin canción.

102
Es cierto, sí, es cierto: Yo prometí enmendarme;
lo juré, ¿mas estaba en mi juicio al jurarlo?
La Primavera vino sus rosas a ofrendarme…
y de mi contrición la túnica a rasgarme.

103
Y aunque el vino el sainete del infiel me jugara,
y aunque me despojase de mi traje de honor,
yo admiro siempre cómo el viñador comprara
tal merca por venderla la mitad menos cara.

104
¡Ah, y esta Primavera marchitará sus rosas!
Se cerrará este escrito de juvenil perfume;
y el Bulbul que en sus frondas ritmó piedras preciosas,
¿dónde tendió -quién sabe- sus alas misteriosas?

105
¡Si al menos de la Fuente del Desierto surgiese
una vaga vislumbre que el rumbo revelase!
El caminante exánime al frescor reviviese
cual la hierba del campo que el rocío reverdece.

106
¡Ah! si fuese posible rehacer el Universo,
cerrar a nuestro antojo el Libro del Destino;
el Autor en un folio más sonrosado y terso
grabara nuestros nombres, ¡o borrara su verso!

107
¡Oh Amor, si pudiéramos con ayuda del Hado
tachar de un rasgo solo todo este embrión de cosas!
Vuelto de nuevo a polvo, lo habríamos forjado
más cercano a la forma que hubiésemos soñado.

108
¡Cuánto mejor no fuera del catálogo arcano
borrar del Universo toda alma infortunada,
que engrosar gota a gota del infortunio humano
los ríos que se llevan al Infinito Océano!

109
Mas la luna del cielo, al subir en Creciente,
nos mira, oh dulce amada, tras el trémulo llano:
¡Cuántas veces, más tarde, me buscará impaciente,
entre estas mismas hojas, y vana, vanamente!

110
Y cuando el pie de nácar Tú deslices un día
por las tumbas dispersas sobre esta hierba mustia,
y en tu vagar abstracto llegues hasta la mía,
¡vuelca tu copa y, quede para siempre vacía!

                                                                        Así sea.

 


 

«Rimas orientales»:   

1. Confidenciales

I. Corazón

Más que cien Kaabas hechas de agua y tierra
vale en la vida un noble corazón;
en los países del mañana aferra
cuantos puedas al propio corazón,
y en las tierras del hoy, de un puro amigo
adhiérete por siempre al corazón.

Deja ya de la Kaaba el falso abrigo,
y corre al mundo en pos de un corazón.

* * *

II. El lenguaje misterioso

Este rubí precioso fue extraído
del fondo de una mina ignota y rara,
y esta perla purísima y sin copia
en seno oculto de la mar fue hallada…

Mas digo mal: ni mina ni océano
de otras minas u océanos se apartan:
Sólo el secreto del amor se expresa
en lengua de los hombres ignorada.

* * *

III. Soy así

¿Que yo del vino soy devoto ciego?
        Y bien, lo soy.
¿Que soy infiel, idólatra del fuego?
        Y bien, lo soy.

Cada uno de mí en su idea fía;
mas yo, dueño de mí, tengo la mía:
         Soy lo que soy.

* * *

IV. El vino del amor

Mi pobre corazón de angustia herido
y de locura, no podrá curarse
de esta embriaguez de amor, ni libertarse
de la prisión donde quedó sumido.

Pienso que el día de la creación
en que el vino de amor fue al hombre dado,
el que llenó mi copa fue esenciado
con sangre de mi propio corazón.

* * *

V. Renovación

La rueda de los cielos rauda gira
aun después de mi muerte y de la tuya;
y porque nuestra pena no concluya,
contra tu alma y mi alma ella conspira.

Ven sobre el verde césped, dulce Amor,
reposa en mí tu frente pensativa;
sólo nos resta una hora fugitiva
de descansar sobre esta hierba en flor .

Después… vendrá otra hierba aún más fresca
del suelo que de amor se fertiliza,
cuando de tu ceniza y mi ceniza
la nueva savia en su eclosión florezca.

* * *

VI. Incógnita

Sí, yo sé, mi persona toda es bella,
delicioso el perfume que ella exhala,
el rosa mío al de la rosa iguala,
mi línea al lado del ciprés, descuella.

Mas, con todo, esta incógnita me aterra:
¿Por qué mi alto Escultor me hizo de tierra?

* * *

VII. La hez del vino

Si de mi juventud es hoy la fiesta,
la ofrendaré del alba hasta el ocaso,
apurando a placer vaso tras vaso
el viejo vino que a soñar apresta.

Si la halláis en sus heces escondida,
no maldigáis, amigos, su amargura,
porque fué su exquisita levadura
esencia de mi sangre y de mi vida.

* * *

VIII. El ánfora simbólica

Esta exhumada ánfora de arcilla
fue en su tiempo lo que yo soy ahora:
Un amante no amado, mas que adora,
y de fe y de pasión es maravilla.

Y estas dos asas de su cuello erguido
que al libador ofrécense, anhelante,
fueron los brazos de un feliz amante…
Y así quedó, y el vaso fue cocido…

* * *

IX. La copa viva

Hoy ella vió del alfarero mago
de vasos la magnífica teoría,
de toda forma y toda edad, y había
en todos ellos un misterio vago.

Su emoción al sentir, dijo el artista:
-«Todos fuimos arcilla y éstos fueron
reyes, poetas y amantes que murieron
legando al sutil polvo su conquista».

«EI Espíritu, el vino de la tierra,
busca en cada vasija al propio dueño,
queriendo ansioso revivir su ensueño
al contacto del vaso que lo encierra».

«Mira, toma esta copa, ya palpita
al verte aproximar; no espere en vano
el beso de tu boca o de tu mano,
que un muerto amor por renacer se agita».

Y al acercar su labio, con su aliento
cobró vida el Espíritu dormido;
una palabra murmuró a su oído,
y eran su misma voz, su mismo acento.

¡Ay! y el viejo Khayyám, un vivo muerto,
canta el milagro de aquel muerto vivo,
y se marcha en silencio, pensativo,
a contar sus tristezas al Desierto.

* * *

X. La inquietud eterna

Amor que sólo vive en este mundo,
fulgor de pensamiento no refleja,
y como el fuego a medias extinguido
ya no enviará calor hasta las venas.

Mas el amor que vive idea y alma
y alcanza la recóndita belleza,
ese no ve en los años, ni en los meses
ni en los días y noches una tregua:

No ha de saber qué sean, ni el reposo,
ni la serenidad, ni la fe buena,
ni ha de nutrir la carne, ni habrá nunca
noche en que el sueño a las pupilas vuelva.

* * *

XI. Bautismo de sangre

Arrebatada por la loca rueda
de la fortuna caprichosa y vana,
que sólo a los mediocres favorece,
en angustia y dolor mi vida pasa.

Y en el jardín de las terrenas cosas
mi alma como un capullo está cerrada,
y como el tulipán de hojas de seda,
en bautismo de sangre se consagra.

* * *

XII. Sed inextinguible

Mi amor está en la cima de su llama,
mi amada en el zenit de su hermosura,
mi corazón desborda de ternura
y ebrio de inspiración mi mente inflama.

Siento en mi alma desbordar los ríos
de mis palabras y de mis canciones,
y al querer modular sus expresiones,
mudos siento temblar los labios míos.

Gran Dios ¿qué extraño caos en mí impera?
Mientras por mí en rïente primavera
fresca surgente de agua viva pasa,
mas me consume de la sed la brasa.

* * *

 XIII. Renacimiento

Ya es la estación de las rosas:
El corazón renaciente,
anuncio heráldico siente
de libertades preciosas.

Tengo ideas primorosas,
de locuras sed ardiente,
desafiando irreverente
del Korán reglas famosas:

En la dulce compañía
de la dilecta alma mía
libar el néctar carmíneo;
y el resto, el suelo al ungir,
tapiz rojo hará surgir
para su pie apolíneo.

* * *

 XIV. Iconoclasta

¿Crees tú que en el alma del artista
que un día ideó y cinceló la copa,
puede nacer el demoníaco sueño
         de verla rota ?

¡Oh! tú no crees, como yo no creo,
que la divina mente creadora
quiera destruir lo que en deliquio sacro
          la mano forja.

Si es así, y las cabezas apolíneas,
los brazos y las manos que la forma
femenina hasta el éxtasis exultan,
han de reunirse al polvo de la fosa.

¿Por cuál extraño amor fueron forjados,
y por cuál odio vil son mutilados?

* * *

XV. Agua y sal

Cuando la sed la lengua paraliza
y el sol arroja chispas de su fragua,
toda la tierra en coro diviniza
            la gota de agua.

Yo aplico el labio a la impregnada greda,
bebo con ansia convulsiva y larga;
y es la última gota -la que queda-
            la gota amarga.

El hambre fui a saciar de mis faenas,
a consumir el pan de mi salario,
mezclando con la sangre de mis venas
            todo mi ideario;

Lo impregné de la sal de los sabores,
por propiciar los númenes felices,
y la sal reabrió en sangrientas flores
del corazón las viejas cicatrices.

 

 

2.- Éticas

I. La vida universal

La justicia es el alma de este mundo,
y este mundo es su cuerpo y nada más;
sus sentidos, los ángeles; sus miembros,
las cosas en su inmensa variedad:
Lo cierto es sólo la Unidad Eterna,
mentira lo demás.

* * *

II. El más fuerte

He visto un hombre que al huir del mundo
halló su paz en tierra desolada:
no fué un hereje ni un muzlim profundo,
no tuvo bienes ni creencia en nada,
ni en verdades, ni en dudas, ni en la muerte.

¿Quién en el mundo pudo ser más fuerte?

* * *

III. Mi interrogante

¡Oh, pobrecita alma mía!
Si el llorar y el disolverte
hasta la sangre y la muerte
es tu condena sombría;
si el alba de cada día
te trae un nuevo tormento,
dime, alma, tu pensamiento:
¿Qué has venido a hacer aquí,
si no has de vivir en mí
más que el lapso de un momento?

* * *

IV. Mis dos secretos

¿Cómo queréis que los secretos míos
con la misma confianza los revele
a justos y a malvados y no vele
por la intangible unción de mi ideal?

Yo no puedo a ignorantes y a impíos
explayar gérmenes de pensamientos
donde duermen terribles argumentos,
que el gran misterio pueden develar…

Sé de un sitio en el cielo indescriptible:
Y un secreto que dar me es imposible.

* * *

V. No hay alma que no llore por tu ausencia…

No hay alma que no llore por tu ausencia,
hasta fundirse en lágrimas de sangre;
no hay ser vidente que al mirar tus gracias
preso de sus hechizos no se encante.

Y al ver que tú por nadie te interesas,
todos cautivos a tus plantas caen.

* * *

VI. Nada

Has recorrido el mundo palmo a palmo
y todo aquello que en el mundo viste,
            es nada, nada;

Has sentido pasar como un ensalmo
músicas y palabras: cuanto oíste,
            es nada, nada;

Al Universo todo lo has medido,
y el Universo en su infinita anchura
             es nada, nada;

Por fin en el rincón te has escondido
de tu alcoba, y ¿ qué vio tu desventura?
             ¡Nada, nada, nada!

***

VII. El viaje eterno

Triste Khayyám, tu cuerpo es una tienda,
y el alma que la habita es su Sultán;
su horizonte, desierto y más desierto;
           la Nada, su final.

Cuando el Sultán la tienda ha abandonado
sepultureros a destruirla van,
y a alzarla en otra etapa del viaje
           que no acaba jamás.

* * *

VIII. El telar de la ciencia

Fabricante de tiendas fue tu padre,
y tú, Khayyám, ingrato al noble oficio,
tras no sé qué ignorado beneficio,
tiendas de ciencia te pusiste a hacer.

La Parca con sus fúnebres tijeras
cortó en pedazos tu telar flamante…
y luego, un baratero trashumante,
«Por lo que den» los hubo de vender.

* * *

IX. La justa misericordia

¡Oh, Dios! tú eres piadoso:
Misericordia y clemencia
son tu virtud y tu esencia
para este mundo afanoso.

¿Por qué a nuestro padre Adán
del Edén echaste, cruel,
si las que juzgaste en él
culpas, en tu mente están?

Si por fiel perdón me dieras,
no es tal tu piedad sublime:
El perdón sólo redime
al que es pecador de veras.

* * *

X. Lo que pasa

¡Qué raudo el tiempo pasó
de la ardiente adolescencia!
La primaveral esencia
del placer se evaneció.

De la Juventud el ave
de plumaje bizantino,
¿Quién sabe cuándo aquí vino?
Y cuándo se fue ¿quién sabe?

* * *

XI. Vida beata

¡Oh, mil veces dichosa
alma del que pasó desconocido,
que el djubeh del magnate no ha vestido,
ni del soldado la derreh nudosa,
ni del Sufi la estola pretensiosa!

¡Ah! pero él fue como el Simourg sagrado
por el ideal al cielo levantado,
en vez de sumergirse en las neblinas
del mundo, como el búho entre las ruinas,
y ser por sus escombros aplastado.

* * *

XII. Fariseísmo

Sé de ignorantes que jamás pasaron
una vigilia en pos de una verdad,
y más allá de sus carnales muros
un solo paso no dieron jamás.

Pero son ellos los que visten toga
y en aire de señores graves van;
y son ellos los viles detractores
del Puro, a quien jamás comprenderán.

* * *

XIII. Ofuscación

Toros los que a la tumba han descendido,
en cenizas o en polvo se han disuelto;
sus átomos sin liga, se han revuelto,
y aquí y allí dispersos se han perdido.

¡Ah, Señor! ¿qué diabólico brebaje
es éste que los hombres han libado,
que en locos sin remedio se han trocado
para ofuscarse más en su miraje?

Y así, del Gran Problema, ni un indicio
tendrán, hasta que llegue el postrer juicio.

* * *

XIV. Divina complicidad

Cuando Dios mi barro hacía
y mi cuerpo modelaba,
ya sabía, ya ordenaba
todo lo que yo sería.

Y si un pecador he sido,
Él parte en mi sino fue:
Entonces, digo, ¿por qué
en el infierno me ha hundido?

* * *

XV. Perlas e ideas

Y ahora me voy a marchar,
y será triste este día:
de cien perlas que tenía
sólo una pude engarzar.

¡Ay! de la vida al través,
las ideas por miriadas,
del hombre, deja ignoradas
la ceguera o la estultez.

* * *

XVI. El veneno y el antídoto

De este viejo Khayyám oye el consejo:
Busca siempre del sabio la amistad;
de los que viven en honestidad
sea la vida para ti un espejo.

Que la distancia de la tierra al cielo
te aleje del estulto e ignorante,
y la luz de tu fe vaya delante
para alumbrar las rutas de tu vuelo.

Si un hombre de saber te da un veneno,
bebe sin vacilar el vaso lleno;
del tonto, aunque el antídoto te ofrezca,
vuelca la copa, aunque todo perezca.

* * *

XVII. Problema insoluble

Pusiste en mí pasiones indomables
y un deseo tenaz que me devora;
su imperativo impúlsame a saciarlas,
pero lo vedan tus sagradas normas.

La pobre humanidad vacila y gime
entre los dos extremos de tu dogma:
Tú le prohíbes derramar el vino,
¡pero le ordenas inclinar la copa!

* * *

XVIII. Lo fugitivo y lo eterno

Si quisieras escucharme
te podría aconsejar:
Sabes que la ciencia mía
           es de verdad.

Mira, no vale la pena
de revestir el talar
manto de la hipocresía,
           que es falsedad.

Vé que no tiene comienzo
ni fin la inmortalidad:
no vendas por un instante
           tu eternidad.

* * *

XIX. Injusticia y desigualdad

1
¡Oh, qué dolor que en este horno candente
donde se ha de fundir la masa humana,
sean los crudos más favorecidos
con el pan más cocido de la hornada!

Y que en este taller de forma y peso,
donde cada uno su porción aguarda,
sean los incompletos los que lleven
la más completa dote de la fábrica.

Cuando los ojos de las odaliscas
son dulce regocijo para el alma,
han de ser estudiantes, aprendices
y esclavos los que gocen sus miradas.

2
¿Y por qué un hombre que sólo recibe
por su faena un pan para dos días,
y que en un tiesto desdentado bebe
de la cisterna el agua cristalina,

por qué ha de amoldarse a servidumbre
de quien no vale por su propia miga,
y ha de rendir su libertad a otro hombre
que es su igual por las leyes de la vida?

Oh, Señor, que los mundos has creado:
Tú les trazaste una órbita exclusiva,
fundaste un orden y equilibrio eternos
sin choques, ni ambiciones, ni conquistas:

¿Por qué sólo a esta mísera criatura
le diste una alma inquieta e infinita?
¿Debe romper el orden de los mundos?
¿Debe alterar el fiel de tu justicia?

 

 

3.- Místicas


I. Moisés y Jesús

Llegó el instante en que la tierra entera
va a adornarse de gracias y verdura,
y de Moisés por entre la espesura
la mano evocará a la Primavera;

En que, animados del divino aliento
De Jesús vivo que en los campos yerra,
van a surgir del fondo de la tierra
los retoños, al sacro encantamiento.

Y la nube, al pasar, del rayo herida,
hará llover sus lágrimas de vida.

* * *

II. Pecado y perdón

¿Por qué tanto llorar por tu pecado,
sabio Khayyám? ¿Qué suerte de consuelo
halla tu alma en arrojarte al suelo
en un auto-tormento así extremado?

Tú sabes, por tu ciencia y tu cordura,
que el perdón tras la culpa gustarías:
¿Cómo, pues, sin pecar conocerías
del Perdón la eucarística dulzura?

* * *

III. Sordos y ciegos

¡Oh, eterna tragedia humana!
En pos de Ti el mundo entero
corre, indaga y peregrina
por mares y por desiertos.

Los derviches y magnates,
con su oro y sus privilegios,
no han podido aproximarse
hasta tu divino asiento.

En tanto, en todo lenguaje,
Tu nombre es música y verbo;
pero todos están sordos
para oírlo y conocerlo.

Todos tu visión ansían;
te llaman con loco anhelo;
Tú apareces, Tú iluminas…
¡Pero todos están ciegos!

* * *

IV. Vuelo inútil

Tuve un Edén, de mil que el cielo encierra,
sin cuitas y sin dudas ni temores;
y un día, ansiando ver cosas mejores,
como un halcón lancéme hacia la tierra.

Mas ¡ay! desde que aquí llegué, perdido,
solo, con los secretos de mi ciencia,
no hallo alma digna de mi confidencia…
y huyo de nuevo por donde he venido.

* * *

V. Círculo vicioso

¡Oh, rueda eterna del cielo
que no para un solo día,
cómo tu voltear me hastía,
cómo mi descanso anhelo!

En vano mi ciencia apuro
por librarme de su giro;
en vano a esa dicha aspiro
y al mismo Creador conjuro:

Rebelde a mi condición,
ni mi ciencia es suficiente,
ni puedo infinitamente
seguir esta rotación…

* * *

VI. La gota de agua y el océano

La gota de agua del mar,
desprendida y solitaria,
en playa inhospitalaria,
triste se puso a llorar.

El Océano al sentir
tan tierna lamentación
de aquella separación,
la piedad le hizo sonreír.

-«Hija mía, entre los dos
hay una sola unidad,
y sobre esta inmensidad
no hay más grandeza que Dios.

«Entre tu cuerpo y el mío
nunca la extensión verás:
nadie medirá jamás
la inmensidad del vacío».

* * *

VII. La caída de las hojas

EL aura primaveral
despierta al jardín, mimosa,
y el ruiseñor, por la rosa
entona su himno nupcial.

Bajo la aromada sombra
de los tupidos rosales,
en las horas estivales
reposa en la muelle alfombra.

Sus pétalos al caer
sobre ti, te irán diciendo:
-«Como tú, vamos volviendo
hacia donde fué el nacer».

* * *

VIII. ¿Y después?

Que a esta vida la has vivido
piensa, como lo has querido:
           ¿Y después?

Imagínate, confiado,
que tu hora última ha llegado:
           ¿Y después?

Que cien años transcurrieron
y tu plena dicha vieron,
sin pesares, sin enojos,
y al colmo de tus antojos:
           ¿Y después?

Pídele a tu fantasía
cien años más todavía:
Los dioses que todo pueden
cien años más te conceden…
           ¿Y… después?

* * *

IX. Represalia

Anoche, en un arrebato,
después de vaciar mi vino,
en las piedras del camino
rompí mi copa, insensato.

Era la embriaguez, por cierto,
la que tal acto inspiró:
Mas lo que la copa habló
me dejó de asombro yerto:

-«De tu misma esencia fuí
y tú de mi esencia fuiste;
lo que tú de mí hiciste
el Destino hará de ti».

* * *

X. ¿Qué hacer?

I
Armado de albedrío y de razones
guerra sin tregua libro a mis pasiones:
             ¿Qué más hacer?

La aguda espina del remordimiento
de mis actos, aguza mi tormento:
              No sé qué hacer.

No cesa mi conciencia de acusarme,
ni cesa tu piedad de perdonarme:
              ¿Qué debo hacer?

Mas el saber que sabes mi vergüenza,
¡Oh!, no hay consuelo que esta angustia venza:
                ¡Oh, Dios, qué hacer!

II
Cuanto de humano y de divino encierra
mi ser, Tú sólo hiciste de agua y tierra:
                 Yo ¿qué he de hacer?

Esta seda, esta lana que he vestido,
el artista eres Tú que la ha tejido:
                   Yo ¿qué he de hacer?

Todo el bien, todo el mal que yo he sembrado,
de Ti vienen, que me has predestinado:
                     Yo ¿qué he de hacer?

* * *

XI. Mi último amigo

Yo mismo cerré la puerta
que siempre mantuve abierta,
   del pecado,
y libre de aparcerías
y de infieles compañías
   he quedado.

Y después de mi castigo
sólo me quedó un Amigo
   para amar:
A Él puedo sin opresiones
mis más puras ideaciones
   revelar.

Por su saber infinito,
definir no necesito
lo que es y lo que pasó:
Él de mí todo lo sabe,
y de nuestro amor la clave
sólo leemos Él y yo.

* * *

XII. Transubstanciación

Mira esta copa transparente: era,
antes de modelada, ruda arcilla,
y revela al trasluz la maravilla
de un alma en sus entrañas prisionera.

De magos y rabinos en la idea,
con los blancos jazmines la comparan,
de donde en mística eclosión brotaran
las sanguinosas rosas de Judea.

Mas no -¿qué he dicho?- ni jazmín, ni rosa;
el destello del vino me alucina:
Ya no veo la copa que fascina,
ni el néctar de la viña prodigiosa.

Libre ya del sopor de la taberna
veo, sí, una visión clara y distinta:
era una agua translúcida y eterna
que de un divino fuego estaba encinta.

* * *

XIII. La sombra del astro

Oh, alma, si te vieses en libertad, un día,
de las cadenas de la carne vil,
¡con qué diáfana albura tu esencia irradiaría
entre las rosas blancas del místico pensil!

Sólo así fueras alma, en toda la pureza
de la gracia en su etérea plenitud,
y al firmamento irías de la inmortal belleza,
a ser la nueva Estrella, la estrella Excelsitud.

Ah, tan sólo una sombra la claridad velara
del halo de tu éxtasis astral:
Cuando el vago recuerdo a tu mente asomara
de los lejanos días de tu vida mortal.

* * *

XIV. La visión de lo eterno

Porque del vino la ilusión te ofusca
te dan pavor la muerte y el olvido,
y el rayo de oro nunca has percibido
del sol eterno que tu alma busca.

Ni ves en tu incurable ceguedad,
que en ese abismo que tu miedo inflama,
con nueva savia la robusta rama
florece ya de la inmortalidad.

Desde que mi alma fuera reanimada
por el amor del Hijo de Miriám,
en el ungido cuerpo de Khayyám
la Muerte Eterna ha sido aniquilada.

* * *

XV. El heraldo del sol

Ayer, antes que el Alba despuntara,
en compañía de la Amiga leal
y de una copa de rosado vino,
me hallé junto a un torrente de cristal.

Frente de mí la copa, concha fina,
Cuya fluida perla un brillo tal
esparcía, que todo el firmamento
quedó envuelto en un nimbo sideral.

El Heraldo del Sol, de pronto herido
por la súbita lumbre, se despierta
y el clarín lanza al mundo adormecido
del nuevo día el jubiloso alerta.

* * *

XVI. Lo único eterno

Abre para mí tu puerta
pues Tú sólo abrirla puedes,
porque Tú sólo concedes
la gracia de verla abierta.

Tú el sendero me mostraste
de llegar a redimirme:
Y si no puedes abrirme,
¿para qué a Ti me llamaste?

Al ofrecerme su ayuda
muchos son los que te invocan;
mas mi rebelión provocan;
mi fe contra ellos me escuda.

Sólo ante Ti me prosterno;
sólo en tu auxilio confío;
todo muere en torno mío:
Sólo Tú eres Eterno.

* * *

XVII. Final vanidad

En este instante de mi triste vida,
cuando mi corazón aun late y siente,
que todos mis problemas y mis dudas
resueltos han quedado, me parece.

Mas cuando llamo mi razón a cuentas
y en análisis hondo se sumerge,
no tardo en ver que todo ha sido humo,
y que la noche a circundarme vuelve.

Y aquellos de la ciencia y las virtudes
conductores magnánimos y jueces,
que por la gracia del saber profundo
antorchas vivas en el mundo encienden;

ellos, no más que yo, dieron un paso
fuera del aro en que todo se mueve;
dijeron, sí, su fábula, y al punto
volvieron a su sueño de la muerte.

* * *

XVIII. El goce vedado

¡Oh!, nunca lo pensaste, ¿por qué al abrir la puerta
de su rosal la aurora, canta alektrión su alerta?
Es que quiere advertirte que otro día ha pasado,
y en la misma ignorancia el nuevo te ha encontrado.

Y cuando ella te asesta la luna de su espejo
y encandila tus ojos el vívido reflejo,
es que quiere enseñarte que el instante vivido
en error y atonía, fugaz te ha envejecido.

Si aún te resta un átomo de lucidez, procura
refugiarte en el éxtasis de la belleza pura:
Acaso de la mano del inmortal copero
puedas beber un sorbo del vino verdadero.

¡Ah!, pero tú eres ciego de toda humana ciencia;
tu alma no percibe del éxtasis la esencia,
y al preferir la copa de la terrena orgía
hará una eterna nube de la noche y el día.

* * *

XIX. La suprema angustia

Si entre fe e incredulidad
un soplo apenas se mide
y el mismo espacio divide
al error y a la verdad;

si induciendo de esta suerte
hemos de llegar al fin
a suprimir el confín
entre la vida y la muerte;

si este lapso de un aliento
también me aparta de Ti,
sin dejarme alzar de aquí
mi vuelo por un momento;

¡Oh, Señor!, ¿qué puedo hacer
para ser uno contigo,
si de mi ser me desligo
y no puedo a Ti ascender?

¡Oh, qué secreto angustioso!
¡Oh, qué enigma impenetrable!
¡Qué ansia tan insaciable!
¡Qué dolor tan delicioso!

* * *

XX. Eucaristía

Ora a los ojos te escondes
de tu angustiada criatura,
y en su vagar, insegura,
te llama y no le respondes;

ora en luminosas letras
fijas en tu firmamento,
y en voz, ritmo y movimiento
el Universo penetras.

Cuando en tu gloria infinita
y en tu gracia te contemplo,
pienso que Tú eres el Templo
y el propio Dios que lo habita.

Mi alma siente, cuando escruta
dentro de tu seno místico,
que eres el vino eucarístico
y el cáliz que lo transmuta.

Ya estoy solo; amor y ciencia,
todo lo he perdido aquí:
O ven a habitar en mí,
o difúndeme en tu Esencia.

 

4.- La voz en el desierto  

I. La voz en el desierto  

Suspendidas de sus hilos, del Señor entre las manos,
bajo el techo de amatista las estrellas se estremecen;
la luna como un alfanje, y los vientos me parecen
traerme voces amigas de mis aduares lejanos.

Las arenas sin un soplo del aire muertas están;
los astros su luz repliegan cual en su postrera noche;
mas la arena removida volará; su ardiente broche
reabrirán los soles y… mis huellas se borrarán.

Cual los dibujos que finge la rama al aire agitada;
cual la sombra que una flecha traza del arco lanzada,
así pasaré, pues Dios sabe en su saber profundo
por qué -feliz o maldito- fui enviado sobre el mundo.

¡Oh, Señor de las centurias y del Poder infinito!
¡Señor, Dios de las estrellas y las arenas desiertas!
¿Soy yo, acaso, en mi nada, más durable o más finito
que estas imperecederas de tus manos obras muertas?

Mas ¡ay! cuando ya los techos de amatista empalidezcan,
y, gastados ya sus hilos las estrellas se oscurezcan,
¡sólo Tú el eterno arcano verás de divino modo,
y te reunirás de nuevo al alma inmane del Todo!

 



He aquí algunos textos en la bella versión de Ramón Vives Pastor:

1. Cuando hayamos partido sin dejar ningún rastro
el sol no cambiará sus leyes ni sus ciclos;
ya vivió sin nosotros innumerables siglos
y no para deleitarnos luce su ardiente astro.

2. Mulá: no reces por mí. Dios da su don
sin que se lo pidan, y el velo de perdón
y su misericordia, inmensos como el mar,
cubrirán, sin mirarlos, los pecados de Omar.

3. La tierra es un mosaico de dioses y creencias,
de clérigos, profetas, sacros libros y textos:
impiedad, fe, pecado, son sólo los pretextos
que los hombres invocan al luchar como fieras.

4. Bebamos, amor, bebamos: todo al olvido invita.
Yo que medito siempre, solamente en dos días
no he querido pensar ni jamás he pensado:
el que está por venir y aquel que ya ha pasado.

5. Si vino y bellezas hay, pide vino y bellezas,
siéntate junto al agua que el verde prado riega,
deja diablos y hurís al musulmán que crea,
mañana puedes morir si es que mañana llega.

6. Si en el cielo hay hurís y vino, como dice el mulá,
nuestro premio en lo alto será beber y amar.
Yo comienzo a gozar y vaciar copas en vida,
disponiendo mi alma al placer de allí arriba.

7. Al mundo me trajeron sin mi consentimiento
y los ojos abrí con sorpresa infinita,
partiré después de reposarme un tiempo
sin saber la razón de mi entrada y salida.

8. Escucha, musulmán, los días aptos
para beber sin herir tu conciencia:
martes, jueves, viernes, domingos, sábados,
miércoles y lunes, ¡los demás, abstinencia!

9. Yo bebo entre las flores, la conciencia tranquila,
y tú trabajas siempre, gran muftí de la villa;
tintas de rojo oscuro tenemos nuestras manos:
yo de sangre de cepa; tú, de la de tus hermanos.

10. Entrégate al placer, oh mortal, sin recelos:
nadería es el mundo y nadería la vida
y nadería esa bóveda hecha de nueve cielos.
Amar y beber es cierto, ¡y lo demás mentira!

11. En medersas e iglesias, buscando la verdad,
hablé con jeques, santos, filósofos y sabios,
escuché las sentencias surgidas de sus labios
y salí por la puerta que utilicé al entrar

12. ¿Podemos vivir sin pecar, oh infelices mortales?
¿qué corazón está limpio de maldad o malicia?
Mas si Dios me castiga a causa de mis males
tan malo como yo será el Dios que castiga.

13. ¿Temes lo que puede traerte el mañana?
No te adhieras a nada,
no interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Ten confianza; de otro modo, el infortunio
no dejará de justificar tus aprehensiones.

No te preocupes por el ayer:
ha pasado…
No te angusties por el mañana:
aún no llega…
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es el instante.»

 

 

Otra versión de «Rubaiyat»

Autor desconocido

1. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa.
Coge dos ramas de sándalo: haz con una de ellas un laúd y deja que
la otra te perfume.

2. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo… En el aire de cristal se
desgrana el canto del último ruiseñor… El aroma del vino es más
suave… ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora
sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera,
amada mía!

3. Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice que ya las
violetas desplegaron su espléndido ropaje, sólo es digno de vivir
quien contempla a una joven dormida, coge su copa, la apura, y la
arroja después.

4 .Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora.
Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche.

5. Consagra, a las luces del alba, tu copa de vino, que semeja un
tulipán de primavera; consagra, a la risa de un adolescente, tu copa
de vino, que recuerda su boca. Bebe, y olvida que el puño del dolor
se abatirá bien pronto sobre ti.

6. Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o
el débil amparo que les dejó la bruma. Tu cabellera, caída sobre tu
rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar. ¡Despierta,
amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos

7. Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de
tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el
resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin
aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño.

8. Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento. Una
rosa, imagen de tu efímera belleza, deja caer con lentitud sus
pétalos. ¿En dónde estarás ahora, tú que me ofreciste el vaso que no
dejo de beber. Estoy seguro de que ninguna flor se deshoja cerca de
aquél cuya sed apagas, y te ves privada del amargo placer con que
sólo yo he sabido embriagarte.

9. Dejan caer las estrellas sus pétalos de oro. No sé cómo no han
tapizado mi jardín. Así como el cielo vuelca sus rosas sobre la tierra,
vierto en mi copa el rosado vino.

10. Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas. En la sombra
azul del jardín, besan también el rostro de mi amada. A pesar de la
felicidad que tuvimos, no añoro el pasado. ¡Es tan honda la dulzura
del presente!

11. Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, procura ser feliz
hoy. Coge un ánfora de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe,
mientras te dices que quizás mañana te busque, en vano, el astro de
la noche.

12. El viento del sur marchitó las rosas que loaba, en sus cantos, el
ruiseñor. ¿Habrá que llorar por ellas o por nosotros. Cuando la
muerte marchite nuestras mejillas, otras rosas se abrirán.

13. Bien sabes que no tienes ningún poder sobre el destino, ¿por qué la
incertidumbre del mañana motiva tu ansiedad. Si eres prudente,
goza el momento que pasa; lo futuro, ¿qué encerrará.

14. Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteará el destino. ¡Oh, mi
pequeñuela! ¡Oh, mi preciosa copa! Levántate, y dame tus labios,
antes de que me convierta en polvo.

15. ¿Sabes lo que te puede acontecer mañana. Ten confianza, pues, de
lo contrario, no dejará el infortunio de justificar tus temores. No te
apegues a nada. No interrogues los libros ni a los hombres: él
destino es inescrutable.

16. ¡Cuán débil es el hombre! ¡Qué ineluctable el destino! Faltamos a
nuestros juramentos, y la deshonra nos es indiferente. Yo mismo, a
menudo, obro como un insensato; mas tengo la disculpa de estar
enamorado.

17. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu
destino. Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus
velos, ¿cuál es tu destino. Supongamos que hayas vivido feliz cien
años, y vayas a vivir aún cien años más, ¿cuál es tu destino.

18. La verdad y el error, la certeza y la duda, no son sino palabras
huecas como pompas de jabón. Irisadas o grises, esas burbujas son
la imagen fiel de nuestra vida.

19. Todo el mundo quisiera marchar por la senda del conocimiento.
Unos la buscan afanosamente; otros dicen haberla encontrado ya.
Mas un día una voz clamará: “No hay ruta ni sendero.”

20. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de
los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los
siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada.

21. Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas
negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus
días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al
polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que
la vid te consuele.

22. Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al
esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta
verdad: habrás de morir, no soñarás más, y los gusanos de la
tumba, o los perros vagabundos se disputarán tus despojos.

23. Los sabios de mayor renombre caminaron en las tinieblas de la
ignorancia; fueron, sin embargo, las lumbreras de su tiempo. ¿Su
obra. Dijeron unas cuantas palabras confusas y se quedaron,
después, profundamente dormidos.

24. ¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos de la
naturaleza y las cinco facultades del hombre! ¿Dices que algunos
filósofos griegos podían proponer hasta cien enigmas a sus oyentes.
Mi indiferencia a este respecto es absoluta. Trae vino, coge un laúd,
y deja que sus modulaciones nos recuerden las de la brisa que pasa
como nosotros.

25. Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios
rojos ni vino perfumado; tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni
auroras ni crepúsculos. El universo se aniquilará, puesto que su
realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento.

26. Confórmate con saber, únicamente, que todo es misterio; la creación
del mundo y la tuya, el destino del universo y tu suerte. Sonríe ante
estos enigmas como ante un peligro que desdeñaras. No creas que
lograrás saber algo al franquear el umbral de las tinieblas. ¡Paz a
los hombres en el negro silencio del más allá!

27. En la vida son felices, únicamente, los que se creen sabios o quienes
no se preocupan por la sabiduría. He sondeado todos los enigmas
del universo, y torno a mis soledades envidiando a los ciegos que
encuentro en el camino.

28. Tuve maestros eminentes y me vanaglorié de mis triunfos. Al
recordar lo sabio que era, pienso en el agua que toma la forma del
vaso que la contiene, o en el humo que disipa el viento.

29. ¡Ignorante que te crees sabio y te debates entre dos infinitos: el
pasado y el futuro! Quisieras poner entre ambos una mojonera y
sentarte allí a descansar. Mejor es que busques la sombra de un
árbol y un ánfora de vino, y trates de olvidar tu impotencia.

30. Si bien aprendí multitud de cosas, también olvidé muchas otras de
buena gana. Tenía un lugar en mi cabeza para cada cosa: lo que
estaba a la izquierda no podía hallarse a la derecha. Sólo alcancé la
paz definitiva el día en que abandoné todo con desprecio y pude
comprender, al fin, que no se puede afirmar ni negar nada.

31. Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes, lo mismo que
el bien y el mal; para el sabio, todo lo que tuvo principio debe tener
también fin. Considera, por tanto, si hay razón para que te alegres
con la ventura que llega, o te entristezcas con la desgracia que no
esperabas.

32. Convéncete bien de esta verdad: un día tu alma se desprenderá de
tu cuerpo, y serás arrojado tras el velo que flota entre el universo y
lo desconocido. Mientras tanto, sé feliz: no sabes de dónde vienes;
ignoras a dónde vas.

33. La vida es un juego monótono en el que sólo puedes ganar dos cosas:
el dolor y la muerte. ¡Dichoso aquél que expiró el mismo día de su
nacimiento! ¡Y más dichoso aún el que no ha nacido!

34. No busques la felicidad: la vida es breve como un suspiro.
Convertidos en polvo, flotan, en el molino que contemplas, Jamshyd
y Kaikobad. El universo es un espejismo; la vida, un sueño.

35. Pasa la vida cual rápida caravana. Detén tu marcha y trata de ser
feliz. ¿Por qué te afliges, pequeña mía. Dame vino; la noche se
acerca.

36. Deléitate con todos los perfumes, colores y melodías; acaricia a
todas las mujeres. Repítete que la vida es corta, y que bien pronto
volverás al polvo, así seas el agua de Zemzem o de Selsebil.

37. Aspirar a la paz aquí abajo: locura; creer en el eterno reposo: locura.
Después de la muerte, tu sueño será breve, y habrás de renacer en
un puñado de hierba pisoteada por el viandante o en una flor que el
sol marchitará.

38. Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo, qué subsistirá de mí
cuando haya muerto. La vida es breve como un suspiro. Llamas que
el viajero olvida, cenizas que dispersa el viento: he ahí la vida del
hombre.

39. ¡Bebedor, urna inmensa! Ignoro quién te modeló; sólo sé que puedes
contener tres medidas de vino y que mañana te romperá la muerte.
Entonces me preguntaré, con mayor afán, para qué fuiste creado,
por qué fuiste dichoso y hoy no eres ya sino un puñado de polvo.

40. No trates de encontrar amigos en la mundana feria que atraviesas;
no busques más un asilo seguro. Soporta con entereza el dolor y no
suspires por un remedio que no has de hallar. Sonríe en el
infortunio y no esperes de nadie una sonrisa: perderías el tiempo.

41. Hace ya mucho tiempo que mi juventud fue a reunirse con todas las
cosas muertas. Yaces hoy, primavera de mi vida, junto con las
primaveras de antaño. ¡Oh, juventud mía; pasaste sin darme
cuenta! Te fuiste desvaneciendo insensiblemente, como la dulzura
de la florida estación.

42. En Primavera, suelo irme a sentar en el lindero de algún campo
florido. Si alguna hermosa doncella me ofrece entonces un ánfora de
vino, no pienso en mi salvación: si tal cosa me preocupara, sería
más indigno que un perro.

43. ¿Para qué encender las lámparas, si los huéspedes se han quedado
dormidos. Veo lo suficiente para notar su palidez. Así estarán,
extendidos y yertos, en la noche del sepulcro. ¿Para qué encender
las lámparas, si no hay aurora entre los muertos.

44. El vino es color de rosa. Quizás no sea la sangre de la vid, sino la
sangre de las rosas. Tal vez la copa en que bebes no es sino azur
congelado. Quizás la noche no es sino el párpado del día.

45. ¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! ¡Toda la ciencia de
los hombres por la suave fragancia del mosto fermentado! ¡Todas las
canciones de amor por el grato murmullo del vino que llena
nuestras copas!

46. De la felicidad no conocemos sino el nombre. Nuestro más viejo
amigo es el vino nuevo. Acaricia con tus ojos y tus manos el único
bien verdadero: el ánfora llena del jugo de la vid.

47. Prefiero, a las riquezas del Khorassan, al poderío de Kaikhosru y a
la gloria de Kaikobad, un ánfora de vino. Estimo al amante que
gime de placer y desprecio al hipócrita que murmura una plegaria.

48. Los hombres leen alguna vez el Corán, que es la sabiduría suprema,
¿mas quién se deleita con sus enseñanzas. En el borde de cada copa
hay una máxima profunda que todos debemos saborear.

49. Sabios y retóricos abandonaron la existencia sin lograr ponerse de
acuerdo sobre el ser y el no ser. ¡Hermanos míos en ignorancia:
seguid gustando el zumo de la vid y dejad a esos hombres ilustres
contentarse con pasas!

50. Siéntate y bebe: gozarás de una felicidad que no conoció Mahmud.
Escucha las melodías de los amantes: son los verdaderos salmos de
David. No te hundas en el pasado ni atisbes el porvenir. Que tu
pensamiento no vuele más allá de la hora presente: he aquí el
secreto de la verdadera paz.

51. ¿Nuestro tesoro. El vino. ¿Nuestro palacio. La taberna. ¿Nuestros
fieles amigos. La sed y la embriaguez. Ignoramos la inquietud
porque sabemos que nuestras almas, lo mismo que nuestras copas y
trajes mancillados, no tienen que temer ni el polvo ni el agua ni el
fuego.

52. Nada me interesa ya: levántate y dame vino. Esta noche, tu boca es
la más bella flor del universo. ¡Vino! ¡Vino rosado como tus mejillas!
Y que mis remordimientos sean tan leves como tus rizos.

53. ¿Piensas en tus antepasados. Son polvo con el polvo confundido.
¿Hablas de sus méritos. Mírame sonreír. Toma este ánfora y
bebamos, escuchando, sin inquietudes, el vasto silencio del
universo.

54. No me interesa saber dónde podría comprar el manto de la astucia o
de la mentira, mas ando siempre en busca de buen vino. Ha nevado
en mis cabellos, y aprovecho la ocasión de ser feliz hoy porque
mañana me faltarán las fuerzas.

55. Bebo vino como las raíces del saúz la clara linfa del torrente. “No
hay más Dios que Alá – dices – sólo Él lo sabe todo”. Entonces, al
crearme, no ignoraba que tendría que beber. Si no lo hiciera así,
fallaría la sabiduría de Alá.

56. Escondo mi tristeza, como los pájaros heridos que se ocultan para
morir. ¡Vino! Escuchad mis bromas. ¡Vino, música, y tu indiferencia
para mi tristeza, amada mía!

57.¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado,
¿cómo puedes gozar con la deslumbrante luz del sol o la suave
claridad de la luna.

58. Soy viejo, y mi pasión por ti me lleva a la tumba, pues no dejo de
beber vino de palmera. El amor me ha quitado la razón y deshoja el
tiempo, sin piedad, la bella rosa que tenía.

59. ¡Oh, tú, cuyo rostro de estatuilla china causa envidia a las rosas
silvestres! ¿Sabes que tus ojos aterciopelados han vuelto al rey de
Babilonia semejante a un alfil que retrocede ante la reina.

60. No ves sino las apariencias de las cosas; te das cuenta de tu
ignorancia y, sin embargo, no renuncias a amar. Deberías saber que
Alá nos ha dado el amor como nos dio ciertas plantas venenosas.

61. ¿Eres desgraciado. No pienses en tu dolor y no sufrirás más. Si tu
pena es muy honda, piensa en los seres que han sufrido antes que
tú desde la creación del mundo. Busca una mujer de níveos senos y
guárdate de amarla; y que ella sea también incapaz de amarte a ti.

62. ¿Qué es preferible: sentarse en una taberna, y hacer después un
examen de conciencia, o prosternarse en una mezquita, con el alma
seca. No me interesa saber si existe un Todopoderoso o no, ni lo que
pueda hacer conmigo, llegado el caso.

63. Nos diste ojos, Señor, y permites que la belleza de tus criaturas nos
deslumbre; podemos ser dichosos y pretendes que renunciemos a los
goces de este mundo. ¡Mas esto es tan insensato como querer
invertir una copa sin derramar el vino que contiene!

64. ¿Qué haré hoy?. ¿Iré a la taberna o a sentarme en algún jardín, bajo
la sombra de un árbol. ¿Me inclinaré sobre un viejo libro?. Un pájaro
cruza el espacio, ¿a dónde irá?. Ya lo he perdido de vista.
Embriaguez de un pájaro en el azul tórrido! ¡Melancolía de un
hombre en la fresca sombra de una mezquita!

65. Toma la firme resolución de no contemplar más el cielo; rodéate de
hermosas mujeres y acarícialas. ¿Dudas acaso?. Muchos creyentes,
antes que tú, pronunciaron férvidas plegarias. Partieron ya, y ni
siquiera sabes si Alá los escuchó.

66. “Alá es grande”. Este grito del muecín se me antoja una enorme
queja. ¿Será, acaso, que la tierra gime diariamente cinco veces ante
la indiferencia de su Creador.

67. Si quieres tener la magnífica soledad de las estrellas y las rosas,
rompe tus lazos con los hombres y aléjate de todas las mujeres. No
te acojas a nadie; no alivies ningún dolor ni participes en ningún
festín.

68. Olvida que deberías haber sido recompensado ayer y no lo fuiste.
¡Qué importa, sé feliz! No eches de menos ninguna cosa ni esperes
nada tampoco. Lo que ha de suceder, escrito está en el libro que
hojea, al azar, el viento de la eternidad.

69. No siento ningún temor por la muerte: prefiero este trance doloroso
al sino ineluctable que me fue impuesto el día de mi nacimiento.
¿Qué es la vida. Un bien que me confiaron sin pedirlo, y que habré
de volver con indiferencia.

70. La luna de Ramadán acaba de salir. Mañana, el sol bañará la
ciudad silenciosa. Los vinos dormirán en las ánforas y las doncellas
en la sombra de la espesura.

71. Mira y escucha. Una rosa tiembla, agitada por la brisa, y el ruiseñor
le canta un himno apasionado; una nube se detiene. Bebamos, y
olvidemos que la brisa deshojar á la rosa, se llevará el canto del
ruiseñor, y arrastrará la nube que nos brinda su sombra.

72. Dirige la mirada a tu alrededor: no verás sino desolación y angustia.
Tus mejores amigos han muerto y la tristeza es tu sola compañía.
Mas levanta la cabeza y extiende tus manos: coge todo lo que desees
y puedas conseguir. El pasado es un cadáver que debes sepultar.