Gamoneda, Antonio

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Oviedo en 1931.

Es una figura emblemática de la literatura europea. Su obra, de una fuerza excepcional, ha sido reconocida tardíamente como una de las grandes voces de la poesía española actual.

Aunque cronológicamente podría pertenecer a la generación de los cincuenta, su obra ha permanecido aislada de cualquier tendencia poética.

Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, ha recibido entre otros, el Premio Castilla y León de las Letras en 1985, el Premio Nacional de Poesía en 1988 por «Edad» el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana XV Edición por el conjunto de su obra, y el Premio Cervantes en 2006. Además fue nominado al Premio Europa 1993 por su «Libro del frío».

Parte de su obra está contenida en los siguientes volúmenes: «Sublevación inmóvil» 1960, «Descripción de la mentira» 1977 y 1986, «León de las miradas» 1979 y 1990, «Blues castellano» 1982, «Lápidas» 1986, «Edad» 1988, «Libro del frío» 1992, «Libro de los venenos» 1995, «¿Tú?» 1998, «Sólo luz» 2000 y «Cecilia» 2004.

De “Libro del frío”, 1992:

Pavana Impura:

1. Tu cabello en sus manos; arde en las manos del vigilante

de la nieve.

Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el

pasado.

Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza

en las manos del vigilante de la nieve.

* * *

2. Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu

al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,

tus pétalos vivientes.

Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias.

Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del

campo.

* * *

3. El mirlo en la incandescencia de tus labios se extingue.

Yo siento en ti grandes heridas y te desnudas en mis fuentes.

Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego,

donde, algunas veces, suenan en ti grandes campanas.

* * *

4. Busco tu piel inconfesable, tu piel ungida por la tristeza de las

serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del

corazón.

Hubiera visto tu cinta ensangrentada, tu llanto entre cristales

y no tu llaga amarilla,

pero mi sueño vive debajo de tus párpados.

* * *

5. La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es

lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias

los ojos que vieron la inexistencia.

* * *

6. Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más tristemente,

pero yo amo esta púrpura desolada.

Ah la flor negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer.

* * *

7. Entra otra vez en las alcobas blancas.

Grandes son las jarras de la tristeza en las manos mortales.

Entra otra vez en las alcobas blancas.

* * *

8. Amor que duras en mis labios:

Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las

grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio

hasta la llaga azul del corazón.

Amor que duras: llora entre mis piernas,

come la miel sin esperanza.

* * *

9. Ha venido tu lengua; está en mi boca

como una fruta en la melancolía.

Ten piedad en mi boca: liba, lame,

amor mío, la sombra.

* * *

10.Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la

amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados

por el viento y el llanto.

Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos

abandonados por la esperanza.

* * *

11. He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio

y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.

Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,

pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te

siento en mis labios al ir hacia la muerte.

* * *

12. Eres como la flor de los agonizantes

que es invisible mas su aroma entra

en la sombra nasal y es la delicia,

todo en la vida, durante algún tiempo.

* * *

13. En la humedad me amas

y eres azul en tus pezones. hablas

suavemente en mis labios y regresas

a tu prisión en la melancolía.

* * *

14. Tu cabello encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas,

nos abandonan los recuerdos. siento la frialdad de la existencia

pero tu olor se extiende en las habitaciones y tu lascivia vive en

mi corazón y entra mi pensamiento en tus heridas.

* * *

15. Existe el mar en las ciudades blancas,

coágulos en el aire dulcemente sangriento,

sábanas en la serenidad.

Existen los perfumes inguinales, lenguas en las heridas femeninas

y el corazón está cansado.

Entra con tus campanas en mi casa, pastora ciega, sin embargo,

como si no tuviera la dulzura su fin aún en las ciudades blancas.

Sábado:

1. El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo;

el animal que lame las heridas blancas,

ése está ciego en la misericordia;

el que duerme en la luz y es miserable,

ése agoniza en el relámpago.

La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,

ésa es tu madre dentro de la ira;

la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,

ésa fue música en tus ojos.

Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias

corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades

y lamentos.

Así es la luz de la vejez, así

la aparición de las heridas blancas.

* * *

2. Estoy desnudo ante el agua inmóvil. He dejado mi ropa en el

silencio de las últimas ramas.

Esto era el destino:

llegar al borde y tener miedo de la quietud del agua.

Geórgicas:

1. Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar

mi corazón.

Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,

pero, ¿qué hago yo delante del abismo?

Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.

El vigilante de la nieve:

1. El vigilante fue herido por su madre;

Describió con sus manos la forma de la tristeza y acarició

cabellos que ya no amaba.

Todas las causas se aniquilaban en sus ojos.

* * *

2. En la ebriedad le rodeaban mujeres, sombra, policía, viento.

Ponía venas en las urces cárdenas, vértigo en la pureza; la flor

furiosa de la escarcha era azul en su oído.

Rosas, serpientes y cucharas eran bellas mientras permanecían

en sus manos.

* * *

3. Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza

y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto

entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía

entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.

* * *

4. Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se

depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.

Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin

nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.

Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los

pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija

dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que

olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas,

fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.

Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y

sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las

sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras

en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda

Aún:

Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza

y la lluvia.

Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría

si dijese su nombre.

* * *

Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad

del corazón.

Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace

cerrar los ojos.

Es la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una

rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte.

* * *

Hablan los manantiales en la noche, hablan en los imanes

del silencio.

Siento la suavidad de las palabras olvidadas.

* * *

La obscenidad entró en mis huesos y, más tarde, aquel aceite

sigiloso, el que prepara el corazón.

Ahora vendrán los días de las grandes milongas.

* * *

Sábana negra en la misericordia:

Tu lengua en un idioma ensangrentado.

Sábana aún en la sustancia enferma,

la que llora en tu boca y en la mía

y, atravesando dulcemente llagas,

ata mis huesos a tus huesos humanos.

No mueras más en mí, sal de mi lengua.

Dame la mano para entrar en la nieve.

* * *

Amé todas las pérdidas.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

* * *

Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las

tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las

ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste

de la sosa cáustica.

Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los

vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.

Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo

una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo

dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.

Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu

pensamiento es sólo recuerdo de la ira.

Ves la rosas temibles.

Ah caminante, ah confusión de párpados.

Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas

húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.

Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

Amé todas las pérdidas.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

* * *

Roza los líquenes y las osamentas abandonadas al rocío,

después alcanza las habitaciones y entra en las hebras de la sosa caústica.

Luego viene a tus manos como una lengua luminosa y se desliza

en las grasientas células. Hierve como suavísimas hormigas y tus manos

se inmovilizan en la felicidad.

Cuando el sol vuelve a su cuenco de tristeza

mira tus manos abandonadas por la luz.

Frío de límites:

A la penumbra auricular no viene nunca el sonido del

amanecer. Muge el silencio en las ocultas bóvedas y se desliza en tus

membranas. Silban los pájaros y tu pasión es sorda.

Tú no estás ya en tus oídos.

* * *

Va a amanecer. Hay noche aún sobre tus llagas.

Ya vienen los cuchillos del día. No

te desnudes en la luz, cierra los ojos.

Quédate en tu cama sangrienta.

* * *

Ardes bajo las túnicas carnales.

Ha sido inútil la sutura negra:

no hay agua en ti. todas las fuentes manan en otra edad

y se enloquece la pureza de la copa vacía.

* * *

Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos. Laten en

ti bestias felices: música al borde del abismo.

Es la agonía y la serenidad. Aún sientes como un perfume la

existencia.

Este placer sin esperanza, ¿qué significa finalmente en ti?

¿Es que va a cesar también la música?

Amor

Mi manera de amarte es sencilla:

te aprieto a mí

como si hubiera un poco de justicia en mi corazón

y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos

algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro

a estar contigo en paz y a estar en paz

con un deber desconocido

que a veces pesa también en mi corazón.

Diván en Nueva York

Tú en la tristeza de los urinarios, ante las cánulas de bronce

(amor, amor en las iglesias húmedas);

ah, sollozabas en las barberías (en los espejos, los agonizantes

estaban dentro de tus ojos):

así es el llanto.

Y aquellas madres amarillas en el hedor de la misericordia:

así es el llanto.

Ah de la obscenidad, ah del acero.

Vi las aguas coléricas, y sábanas, y, en los museos, junto a la dulzura, vi los imanes de la muerte.

Te desnudaron en marfil (ancianas, en los prostíbulos profundos) y te midieron en dolor, oscuro:

así es el llanto, así es el llanto.

Ten piedad de tus labios y de mi espíritu en los almacenes;

ten piedad del alcohol en los dormitorios iluminados.

Veo las delaciones, veo indicios: llagas azules en tu lengua,

números negros en tu corazón:

ah de los besos, ah de las penínsulas.

Así es el llanto;

así es el llanto y las serpientes están llorando enNueva York.

Así es el llanto.

Estar en ti

Yo no entro en ti para que tú te pierdas

bajo la fuerza de mi amor;

yo no entro en ti para perderme

en tu existencia ni en la mía;

yo te amo y actúo en tu corazón

para vivir con tu naturaleza,

para que tú te extiendas en mi vida.

Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.

Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.

Sólo esta oscura compañía. Ahora

siento la libertad. Esparce

tus cabellos. Esparce tus cabellos.

Libertad en la cama

Todos los días salgo de la cama

y digo adiós a mi compañera.

Vena: cuando me pongo

los pantalones,

me quito

la

libertad.

Cuando llega la noche, otra vez

vuelvo a la cama y duermo.

A veces sueño que me llevan con las manos atadas,

pero entonces me despierto y siento la oscuridad,

y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.

Nieve

Retrocede, combate

hacia atrás, corazón mío.

Cíñete al amor, queda

activo en cuerpos, en

materiales amantes.

Olvida la nieve, vive

con los tuyos, desciende

a la ternura. Este

es tu país.

¡Oh la sed, oh la sed!

¿Por qué este mismo fuego

me empuja hacia la nieve?

Subir, subir al agua

eterna donde viven

la claridad y el frío.

Un sueño: Cumbre inmóvil.

Nada y luz. Nadie, nadie.

Oh Dios, si sólo un pájaro

me visitase en esta

región de libertad.

Atrás, puros espacios,

belleza inhabitable.

vuelva la sed a su

origen en el fuego.

Caer en un rostro, existir

con su respiración y con su boca…

Cuando tú estabas en peligro;

tú gritaste, mas fue

en la garganta de otro ser humano;

se levantó tu cuerpo

y fue en los brazos de otro ser humano.

Entonces comprendías.

Y tu necesidad y tu dolor

no fueron nunca como antes. Tú

ya no ves signos. Ahora, tú desprecias

todas las dudas. Y tu pensamiento

no es espejo que calla; ya es amor

y destino y conducta y existencia.

Un ángel gótico

Inmóvil, claramente

inhumano en la

pura catedral

vive un ángel.

Un ángel no tiene ojos.

Un ángel no tiene sangre.

Él no vive en la vida, él no vive

en la muerte, él está

vivo en la belleza.

Unforgiven *

Cuando tamaño significa

lo grande

y lo pequeño

Tamaño insistente, impune

de la saciedad

Tamaño de la tierra firme

Tamaño de los asesinos

tamaño de los clientes

tamaño de los alguaciles

El tamaño grita

fanfarronea

o chilla

Tamaño de las Armas de los cazadores de recompensas

Tamaño de los Miembros Viriles de los clientes del burdel

Tamaño del Orden Establecido

Pantano

aquella humana hilaridad

de la putita.

*(Unforgiven, filme dirigido por Clint Eastwood.)

Verano 1966

Cuando me extiendo junto al mar,

existe el agua y su palpitación

y un cielo azul cuya profundidad

es demasiado grande para mí.

Sentir el mar, su lentitud viviente,

es la magnificencia y el olvido,

pero sentir la vida de los camaradas

en ser el camarada de uno mismo.

El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,

pero la razón que hay en nosotros

existirá aún cuando este cielo

hay sido borrado por el viento y el frío.