Eichendorff, Joseph von

Reseña biográfica

Poeta lírico y novelista alemán nacido en Lubowitz el 10 de marzo de 1788.

Perteneciente a una destacada familia de la nobleza alemana, estudió Leyes en las Universidades de Halle, Heidelberg y Berlin, estudios que debió interrumpir en 1813 para participar en la Guerra de la Liberación.

Fue un versátil traductor y dramaturgo dedicado en sus últimos años al estudio de la literatura germana. Su más famoso trabajo “Life of a Good for nothing”, está considerado como el más perfecto ejemplo de la narrativa romántica alemana.

De su trabajo poético merecen destacarse “De lo hondo en la frescura”, “De lo hondo hasta las cumbres” y

“Oh, silencio admirable y profundo”.

Falleció en Neisse el 26 de noviembre 1857.

A Luisa

A menudo pensé alabar con canciones

Tu bondad silenciosa,

Tu amoroso cuidado con un alma salvaje

Al curar de mil dulces maneras

La inquietud y desconcierto del hombre

Sonriendo entre lágrimas y del todo entregada.

Mas cuando al escribir levanto la mirada,

Ante mí estás sentada tan hermosa

Y con muda aflicción, el niño entre los brazos,

En tus ojos azules paz y fidelidad infinitas,

Y al verte de este modo lo dejo todo –

Tal esposa dio Dios a aquél a quien ama!

Versión de Alfonsina Janés

Al despedirse y volverse a ver

En dulces juegos ahora se han perdido

Los ojos de mi amada, y respira apacible.

Sentado permanezco a la escucha junto a la dulce niña,

Acarició los rizos, que aparto de su frente y mejillas.

¡Ay! Gozo, luna y estrellas ya pasaron,

En la ventana requiérenme los vientos matinales:

Que aleje de la nunca en silencio los brazos

Que aun en sueños me abrazan con cariño.

¡Oh, no abras los dulces rayos de tus ojos!

Un beso sólo… Y por última vez

Te dejaré y descenderé por el palacio silencioso.

De mí se apodera la mañana helada, rigurosa;

¡Qué claro y frío y límpido está el mundo!

Profundamente estremecido abandono el umbral tan querido.

II

Un tierno secreto se teje en los espacios silenciosos,

La tierra desata los lazos de diamantes,

Y extiéndense en busca de los dulces rayos celestiales

Las flores que orlan el vestido materno.

En los árboles se oye un vivo susurro,

De oriente llegan purpúreas cintas,

Corren en el crepúsculo los cantos de la alondra –

Tú de tus sueños alzas con suavidad tu cabecita hermosa.

¿Qué sones se acercan volando a la ventana?

¡Qué seductores son tan familiares cantos!

Hay un cantor a la incierta luz crepuscular.

¡Despierta! Tu amado llegó de lugares remotos,

Y a valles y montes volvió la primavera,

¡Despierta, despierta, para siempre eres mía!

En el manuscrito lleva el subtítulo An Luise im December 1814.

Publicada en «Frauentaschenbuch», 1816

Versión de Alfonsina Janés

Alma de doncella

Profundamente lo he sentido muchas veces, el alma de la joven

Para sí misma no nació, sól0 para el amado.

Va ahora errante expulsada y perdida, y en secreto

Envía bellísimas miradas que, como mensajero,

Aquí en la tierra le busquen una estancia.

En el bochorno duerme, cubierta sól0 un poco.

Mientras duerme sonríe: cálido y plácido es su aliento,

Pero sus pensamientos se hallan lejos, de viaje,

Y sobre sus mejillas flamea ensimismado fuego.

A menudo la caricia del viento levanta el fino velo.

Al hombre que por primera vez entonces la despierte,

Que antes que ninguno alcance este lugar tranquilo,

Abrazará inquieta de alegría

y no le dejará ya en toda su vida.

Versión de Alfonsina Janés

De noche

Camino en la noche silenciosa,

Deslizase la luna cautelosa

A veces de entre las oscuras nubes

Y a un lado y otro del valle

Despierta el ruiseñor,

Luego todo gris y en calma.

¡Oh, magnífico canto de la noche!:

A lo lejos el paso de los ríos,

Suave temblor en los oscuros árboles –

Tú me confundes las ideas,

Mi canto confuso es sólo

Como un clamor del mundo de los sueños.

Publicada por primera vez en la antología de 1826

Versión de Alfonsina Janés

En alta mar

¡Adiós costa llena de equivocadas penas,

Temor, felicidad y miseria, hundíos en el mar!

Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.

No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.

¡Qué paz donde se posa mi mirada!

¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!

Los astros, las nubes ascienden y descienden

y se reflejan en el plácido océano,

El cielo sobre mí, y debajo el cielo,

¡Mi frágil nave en medio tan pequeña!

Sea lo que Dios quiera, a él se lo he entregado todo.

¡Ven, temporal, no temo ni la muerte ni la vida!

Versión de Alfonsina Janés

En otoño

El bosque se vuelve amarillento, las hojas caen,

¡Qué soledad y silencio en todas partes!

Sólo los riachuelos corren por los hayedos

Con un suave susurro, como en sueños,

Y suenan las campanas vespertinas

Muy lejos de los lindes del bosque.

¿Por qué queréis atraerme de modo tan salvaje

En esta soledad?

Estas campanas suenan

Como aquellas de la plácida infancia –

Asustado me vuelvo,

¡Ah, qué lejos están los que me aman!

¡Estallad, viejos cantos,

Rompedme el corazón!

Saludo una vez más desde tierras lejanas

Aquello por lo que siento afecto.

Yo, en cambio, sucumbo de melancolía

Cual si fuera a morir.

Publicada en la edición de 1837

Versión de Alfonsina Janés

En tierras extrañas

Oigo el susurro del río

En el bosque, aquí y allá,

En el bosque, en el susurro,

Y no sé dónde me encuentro.

En la soledad sus cantos

Entonan los ruiseñores,

Parecen querer decir algo

De aquel hermoso pasado.

Vuela el brillo de la luna

y me parece que abajo

Veo el palacio en el valle,

Pero no, ¡si está tan lejos!

Es como si en el jardín

Con sus rosas rojas, blancas,

Fuera a esperarme mi amada

Que murió hace tantos años.

Publicada por primera vez en la edición de 1837

Versión de Alfonsina Janés

Junto al tilo

¿Vuelvo a verte, árbol querido,

En cuyos tempranos brotes, siendo joven

Y en un bello sueño de primavera

Hendí el nombre de mi primer amor?

¡Cómo ha cambiado desde entonces la curva de tus ramas!

Al crecer y endurecerse el tronco

Desaparecieron esos rasgos tan queridos,

Así como su amor y las horas de dicha!

He crecido en silencio, como tú,

Y nada en mí quería detenerse,

Mas mi herida creció -y no cicatrizó,

Y no se cerrará ya nunca aquí en la tierra.

Publicada en la antología de 1826

Versión de Alfonsina Janés

La flor nocturna

La noche es como un mar en calma,

Dicha y pena y lamentos de amor

Se acercan de manera tan confusa

En la suave oleada.

Los deseos son como las nubes,

Navegan por los espacios silenciosos,

¿Quién reconoce en el ligero viento

Si son sueños o pensamientos? –

Aunque cierre boca y corazón,

Que tan gustosos a las estrellas se lamentan:

Callada en el fondo del alma

Queda la suave oleada.

Versión de Alfonsina Janés

Nuevo amor

Corazón, mi corazón ¿por qué estás tan ufano,

Inquieto y distraído,

Como si ya, alegre, llegara por los montes

La hermosa primavera?

Porque de nuevo una gentil muchacha

Cordialmente te estrecha el corazón,

Te deleitas feliz al contemplar

Cielo y tierra.

Dejé abiertas las ventanas,

¡Entra de nuevo en el mundo

Viejo temor y esperanza!

¡Que llegue la primavera!

No puedo seguir callado,

Recorre mi pecho una canción,

Mas hay demasiada luz para escribir,

Y siento tan gozosa confusión.

Paseo, pues, por las callejas,

La gente va aquí y allá,

No sé qué hago o no hago,

Sólo que soy tan feliz.

Publicada en la edición de 1837

Versión de Alfonsina Janés

Red de primavera

Dormía el mozo entre crecidas hierbas;

Al fondo oyó un cantar,

Como si su amada lo llamara,

Y el pecho le iba a estallar.

Una red tejen sobre él

Las flores con su vaivén,

Corre suspirando el alma

y piensa allí algo delicioso.

Reina un encanto tan dulce

Y mágicos cantos recorren

El seno primaveral

De la tierra, y no lo dejan.

Publicada en la edición de 1837

Versión de Alfonsina Janés

Saludo nocturno

De noche pasamos por la costa

De la que me marché hace tantos años.

Allí está la casa de mi amada, donde fuimos felices.

¡Que Dios la ampare!

Cantan aún en el jardín los ruiseñores

Como en aquellos días hermosos y tranquilos.

¿Cuál será ahora su queja?

Por mí no pregunta nadie.

Cuando antaño el tilo estaba en flor

Salías a mi espera, hace ya tantos años -,

He de pasar de largo.

¡Que Dios te ampare!

Versión de Alfonsina Janés

Venus

¿Por qué vuelves a despertarme, primavera?

Un soplo extraordinario corre sobre la tierra

Y hace resucitar todo antiguo deseo.

Dulce estremecimiento provoca esto en mi cuerpo.

Miles de cantos saludan a la preciosa madre,

Que, rejuvenecida, con la corona nupcial nos embelesa;

El bosque quiere hablar, los ríos corren con un murmullo,

Las náyades cantando surgen y se sumergen.

Veo salir la rosa de su verde clausura

Y, al soplar los aires seductores,

Sonrojada extenderse en la tibia corriente.

También a mí me haces salir de mi plácida estancia -.

Y con dolor tengo que sonreír ahora en primavera,

Hundiéndome de anhelo en medio de perfumes y clamores.

Incluida en “Das Marmorbild”

Versión de Alfonsina Janés