Category Archives: Colombia

González, María Clara

Reseña biográfica

Poeta colombiana nacida en Bogotá en 1952.

Adelantó estudios de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

En junio de 1977 obtuvo mención de Honor en la categoría de Escritores Reconocidos en el concurso auspiciado por la “Unión Nacional de Escritores” y el “Instituto Oxford” y Nominada en el Programa Poesía de dos Continentes en 1991.

«Pulso Interno» 1990, «Corte en el Tiempo» 1993, «Pasajeros del Viento» 1996, «Blanca Travesía» y «El lento Trabajo del Olvido», contienen parte de su obra.

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Gaitán Durán, Jorge

Reseña biográfica

Poeta colombiano nacido en Pamplona, Norte de Santander, en 1924.

Radicado desde temprana edad en Bogotá, inició sus estudios de Derecho sin llegar a terminarlos, debido a su profunda vocación literaria y a su inquietud viajera. Periodista, cuentista, ensayista, dramaturgo, traductor y fundamentalmente poeta, enriqueció su educación intelectual en sus prolongadas estadías en el exterior.

El final de su peregrinaje por Europa marcó un cambio que se percibió en su obra poética. La mejor parte de su producción literaria fue la última, en 1959, cuando escribió textos que se entrecruzaron con «El Libertino y la Revolución» y «Amantes».

Falleció en un trágico accidente de aviación, en 1962.

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Flórez, Antonio María

Reseña biográfica

Poeta colombiano de origen español, nacido en Don Benito, España, en 1959.

Obtuvo el título de Médico Cirujano por la Universidad de Caldas y el Doctorado en Fisiología por la Universidad Complutense de Madrid.

Forma parte del prolífico Grupo Caldense que tanto está aportando a la literatura colombiana contemporánea.

Fue miembro del Consejo Departamental de Cultura y del Fondo Mixto de Promoción de Cultura de Caldas. Director de publicaciones del Fondo Editorial del Ayuntamiento de Don Benito, España, y miembro del Comité de Selección del Programa Crea de Colcultura en Colombia.

Es además fundador de la revista Aurocarbónica y columnista de la Agencia Enlace del Ministerio de Comunicaciones de Colombia.

Premiado y publicado en España, Argentina, Colombia y Brasil, algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, danés y catalán.

De su obra se destacan «Poemillas de amor antiecológicos» 1993, «El círculo cuadrado» 1987, «La ciudad» 2001 y «Desplazados del paraíso» Premio Internacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2003. Continue reading

Flórez, Julio

Reseña biográfica

Poeta colombiano nacido en Chiquinquirá en 1867.

Desde los diez años comenzó a escribir versos. En 1884 se dio a conocer como poeta, pero la guerra civil de 1885 lo obligó a suspender sus estudios y a viajar por diferentes países.

De espíritu democrático y liberal, se opuso con su palabra a toda dictadura. Fue un poeta romántico hasta el exceso; sentimental, bohemio, sensible y sensitivo; ignoró todas las escuelas, para cantar solamente lo que hervía en su corazón, sin sujeción a dogmas ni gramáticas.

«Horas», «Cardos y lirios» y «Fronda lírica», son sus obras más reconocidas.

Falleció en 1924.

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Durán, Renata

Reseña biográfica

Poeta y diplomática colombiana nacida en Bogotá en 1950.

Estudió Derecho en la Universidad de los Andes y Literatura Comparada en La Sorbona.

Trabajó en El Centro de Investigación Interdisciplinaria sobre América Latina en Paris y fue representante ante la Comunidad Europea en Bruselas. Ha colaborado habitualmente con diversas publicaciones literarias nacionales e internacionales.

De su obra poética se destacan los poemas sensuales incluidos en su obra «Muñeca rota» 1981, «Oculta ceremonia» 1985, «Sombras sonoras» 1986, «Poemas escogidos» 1993, y finalmente,

«El sol apagado» 1994. Continue reading

Delmar, Meira

Reseña biográfica

Olga Chams Eljach, poeta colombiana nacida en Barranquilla en 1921, es hija de padres oriundos de Líbano, Medio Oriente.

Desde 1937, cuando le publicaron sus primeros poemas en la revista Vanidades de La Habana, la poeta adoptó el seudónimo de Meira Delmar.

Estudió en el Conservatorio Pedro Biava de su ciudad natal, en el cual fue luego profesora de Historia del Arte y Literatura, materias que había cursado en Roma.

La Universidad del Atlántico le confirió el doctorado Honoris Causa en Letras, es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua y dirigió por muchos años la Biblioteca Pública del Atlántico.

Su poesía, caracterizada por una dulce sensualidad, está contenida en los siguientes libros:

«Alba del olvido», «Sitio del amor», «Verdad del sueño», «Secreta isla», «Reencuentro», «Laud memorioso», «Huésped sin sombra», «Alguien pasa» y «Viaje al ayer», entre otros.

Falleció en Marzo de 2009. Continue reading

Castro Saavedra, Carlos

Reseña biográfica

Poeta colombiano nacido en 1924 en la ciudad de Medellín.

Dueño de una gran versatilidad, se inició bajo la advocación lírica del amor, y cosechados los primeros triunfos literarios, el poeta desplazó su interés hacia los temas de la Tierra y la Patria, regresando finalmente a la temática amorosa.

Además de la gran producción en verso, escribió diez libros de prosa poética. Incursionó además en el teatro y en los cuentos para niños cuyo contenido tiene un marcado acento poético. En sus poemas de amor siempre está presente la delicadeza, la melodía y el color.

En 1954 publicó su primera antología personal de poesía denominada «Selección poética». En 1962 apareció la segunda con el nombre de «Obra selecta» y en 1974, «Poemas escogidos».

Falleció en Medellín en 1989.

AMISTAD

Amistad es lo mismo que una mano

que en otra mano apoya su fatiga

y siente que el cansancio se mitiga

y el camino se vuelve más humano.

El amigo sincero es el hermano

claro y elemental como la espiga,

como el pan, como el sol, como la hormiga

que confunde la miel con el verano.

Grande riqueza, dulce compañía

es la del ser que llega con el día

y aclara nuestras noches interiores.

Fuente de convivencia, de ternura,

es la amistad que crece y se madura

en medio de alegrías y dolores.

AMOR

Un deseo constante de alegría;

una urgencia perenne de lamento

y el corazón, campana sobre el viento

estrenando badajas de elegía.

Morir mil veces en un solo día

y otras tantas quemar el pensamiento

en la resurrección, que es el tormento

de pensar en la próxima agonía.

Ver en pupilas de mujer un llanto

y sorprenderlo convertido en canto

al soñar en un niño que lo vierte.

Esto es amor, candela estremecida

empujando la noche de la vida

hacia la madrugada de la muerte.

ANGUSTIA

Yo me lleno de angustia mirándote la frente

porque estás más lejana cuando estás más presente.

Para que yo no pueda llegar hasta tu alma

tú me miras a veces con esa misma calma

con que miran los lagos una noche estrellada:

la miran hasta el alba y no le dicen nada.

Espadas de silencio guardan tu pensamiento

y yo me estoy muriendo de sentir lo que siento:

angustia de no verte los labios apretados

cuando nombro la historia de los besos robados,

angustia de mirarte las pestañas caídas

indiferentemente, como flores vencidas,

cuando me entrego y hablo de la virtud del trigo

y te pido amoroso que te vengas conmigo.

Nada te transparenta, hasta tu misma risa

relieva tus perfiles de mujer imprecisa.

Todos tus actos tienen profundidad de arcano,

hasta el acto sencillo de levantar la mano.

Me nombras y te salen despacio los sonidos,

como si no quisieran llegar a mis oídos.

En ti misma te escondes, yo te busco y el llanto

muchas veces me inunda y es de buscarte tanto.

Te fugas hacia adentro de ti misma obstinada

y yo sufro mirándote con la boca cerrada.

Tus dos labios sin música de palabras ardidas

se me antojan dos flautas por ti misma vencidas.

Vives en mi tan honda, desde hace tantos meses,

que si ahora muriera moriría dos veces.

Angustia de mis manos buscando en el vacío

tu corazón que ignora la soledad del mío.

Angustia de tus trenzas, que recortaste un día

y que tenían la forma de la tristeza mía.

CANCIÓN DEL AMOR HERIDO

Tengo las manos muy tristes

y no sé qué hacer con ellas,

porque anoche me corté

los dedos en las estrellas.

Estaba pensando en ti,

en tus ojos estrellados,

y me pasé por la frente

los dedos enamorados.

Fue allí donde me corté,

en mi frente, con tus ojos,

y se me pusieron grandes

los pensamientos y rojos.

Hoy no he podido sembrar

mi tierra, mi agricultura,

y la comida me sabe

a tierra de sepultura.

Tengo las manos deshechas

por tus pupilas, mi amor,

por pensar en tus pupilas

y tocar su resplandor.

CUALQUIER HOMBRE CANTA SU HIJO PRESENTIDO

Para la vida de mis hijos

bella medida es tu cintura,

y bello el ritmo de tu pulso

para la sangre de mis hijos.

En tu nostalgia atardecida

cabe el sollozo de mi niño,

y cabe el llanto de sus ojos

entre la red de tus pestañas.

Red que se llena de luceros

cuando la tiras en el agua.

Guarda el reposo de tus párpados

que allí está el sueño de mi infante,

y no te canses de mirarme

que mi pequeño está mirando

con esa luz de tu mirada.

Enhebra el hilo de tu canto

para sentir que está cantando

la voz del hijo entre tu voz,

como burbuja de los peces

entre los círculos del agua.

Cuando caminas me parece

que el hijo avanza con tus pasos,

y si te quedas detenida,

entonces pienso que es el hijo

el que se para con tus plantas.

Si vas en busca de los soles

del mediodía delirante,

pienso que el hijo de mi alma

se está acercando lentamente

a la candela de una lámpara.

Tú eres la rama que sostiene

el alto fruto de mi carne,

y eres la vena que da música

al corazón de mi pequeño

que está perdido en la distancia.

Las golondrinas que tú sueñas

rayan el cielo de mi infante,

y vas cantando por la tierra

mientras el hijo va cantando

por los caminos de tu sangre.

DESTINO

Por mi culpa , mujer, por mis inviernos,

muchas veces tu cara se humedece de lágrimas.

Pero también por culpa de Dios, frecuentemente,

el rostro de la tarde se humedece de lluvia.

EL BUQUE DE LOS ENAMORADOS

Era un buque en el mar,

era el amor en medio de las olas inmensas,

y era mi soledad de navegante

y los peces oscuros de tus trenzas.

Pensaba en ti, soñaba

que iba contigo a perfumar los puertos,

y a sembrar anclas y constelaciones

en las frentes dormidas de los muertos.

Pero soñaba apenas, amor mío,

y las aguas furiosas me sacaban del sueño,

y a ti te separaban de mi costa

como una barca triste o como un leño.

El buque, el buque entero,

sin ti era un ataúd sobre las olas,

un herido flotando tristemente

sobre una muchedumbre de amapolas.

Me tambaleaba en medio de gaviotas,

me inclinaba hacia ti salobremente,

y las islas brillaban como lunas

sobre toda la noche de mi frente.

(Mar adentro no hay más que los recuerdos

y sal sobre mi piel, sobre la vida,

y el amor que pregunta por la sangre

y le responde el labio de una herida.).

A veces era lunes,

decían que era lunes mis hermanos,

y te veía venir sobre las olas

con toda la semana entre las manos.

El tiempo era tu ausencia,

el mar era la sombra de la tristeza mía,

y el buque era un naufragio

que se inclinaba y no se decidía.

Por la noche volaban las estrellas,

como peces dorados, por el cielo,

y yo pensaba que en la tierra firme

tú también contemplabas este vuelo.

El buque del amor, de los enamorados,

todavía navega por mis venas,

y levanta la espuma de mi sangre

y la pescadería de mis penas.

Un rumor de marea que no cesa

a pesar de los días y los pasos,

acomete la costa de mis besos

y los acantilados de mis brazos.

Escucha el buque, esposa,

acerca tus oídos a mi piel como flores,

y escucha el buque, el buque,

navegar por mis mares interiores.

EL MUNDO POR DENTRO

Siento correr los ríos por mis venas

y crecer las estrellas en mi frente.

Siento que soy el mundo y que la gente,

habita mis pulmones y colmenas.

De flores tengo las entrañas llenas

y de peces la sangre, la corriente

que caudalosa y permanentemente

inunda mis canciones y mis penas.

Llevo por dentro el fuego que por fuera

dora los panes, seca la madera

y produce el incendio del verano.

Las aves hacen nidos en mi pelo,

crece hierba en mi piel, como en el suelo,

y galopan caballos en mi mano.

ESPOSA AMÉRICA

Te pienso desde Europa, esposa mía,

te pienso a grandes pasos, como loco,

y persigo por todas las patrias y los mapas

tu pecho montañoso, tus rebaños de leche,

y la desesperada tierra de tus volcanes

y la cicatrizada corteza de tu vientre.

Entre nosotros dos está el mar con sus barcos

y los campos están con sus caballos,

pero no alcanza el agua a separarnos,

no alcanza el agua ni la tierra alcanza,

porque yo soy el hijo que tienes en los brazos

y tú eres el incendio que yo tengo en el alma.

Con besos y con labios desentierro tu frente

de puros resplandores vegetales,

hambrientamente muerdo hoteles y países,

muerdo casas, aldeas, cementerios,

y los pueblos me saben a tu cara

y las calles me saben a tu cuerpo.

Tu olor de tierra joven me golpea,

tu perfume salvaje me penetra

y me perfuma tanto y tan adentro,

que mi piel huele a tu vestido verde

y huelen mis poemas a tu vida

y mis desgracias huelen a tu muerte.

Con barro de mi barro, con arcilla de América,

con fuego de tus manos y tu aliento

estás haciendo un hijo americano.

yo escucho tu trabajo desde Europa,

escucho el crecimiento de tu vientre

y escucho el crecimiento de tu ropa.

Me desvelo en Berlín, en Praga me desvelo,

siento correr tu sangre por mis puentes,

siento que tus cosechas se propagan

por las paredes duras, por mi lecho,

y que todas las hojas de América y los ríos

y las revoluciones estallan en tu pecho.

Sigue creciendo, esposa, mientras vuelvo,

esposa mía, esposa de los montes,

madre de los arados y los vientos.

Inés, tu corazón es como un surco

y yo soy un labriego turbulento

que te siembro, te siembro por el mundo

y por el mundo te amo y te recuerdo.

FECUNDA COMPAÑERA

En el espejo de tu cuerpo, esposa,

recogiste mi rostro, tan fielmente,

que la línea más honda de mi frente

quedó presa en tu sangre temblorosa.

Me copiaste, mujer, mujer hermosa,

en tu río de amor, en tu corriente,

y devolviste generosamente

mi cara de montaña silenciosa.

El hijo es tierra de mi propia tierra,

resplandor de mis ojos y mi guerra,

poderosa presencia de mí mismo.

Gracias a ti, fecunda compañera,

fui como una semilla en tu pradera

y retorné más joven de tu abismo.

GUÁRDAME DE LOS VIENTOS

No me dejes partir, no me abandones,

átame a tu cintura con tus brazos,

y aléjame los buques de la cara

con tus suspiros y tus aletazos.

Rodéame de ti, de tu ternura,

de tus palomas y de tus espinos,

para que no me llamen los países,

para que no me escriban los caminos.

Tengo toda la noche de tu pelo

para embarcarme en ella, tristemente,

y alejarme un momento, con las manos,

de las orillas de tu continente.

Puedo andar por mi frente, por la tuya,

con gestos numerosos y mundiales,

y me siento más hondo en tus entrañas

que en los naufragios y en los funerales.

Quiero quedarme en ti, quiero que me ames

y que me arrojes besos como escalas,

siempre que me desprenda de tus labios

y me crezcan los viajes y las alas.

HEMBRA DE TIERRA Y TIERRA

No te digo paloma, ni princesa , ni reina,

sino mujer de tierra, hembra de tierra y tierra,

compañera de besos, compañera

de mi revolución y de mi guerra.

Te llamo barro de mi alfarería,

surco de mis labranzas coloradas,

pradera en que galopan mis caballos

con las crines heridas y quemadas.

Mujer tendida en medio de la tierra

te llamo y te rodeo con mis brazos,

como si fueras trigo de mis eras

y raíz de mis besos y mis pasos.

No doy contigo pensativamente

sino luchando con tu cabellera,

y golpeando mi vida leñadora

contra tu corazón y tu madera.

INÉS

Inés digo y mi boca se convierte en azúcar

de manzana partida por la luz del verano.

Decir esta palabra es como adivinar

que está cantando un pájaro en un árbol lejano.

Inés digo y mi labio se convierte en abierta

flor de pétalos dulces contra la madrugada.

Decir esta palabra es soñar que está muerta

la tarde en el abismo de la noche estrellada.

Inés digo y parece que mi voz se quedara

temblando entre las redes impalpables de un beso.

Decir esta palabra es como si lograra

detener en el aire la música de un rezo.

Cuando yo digo Inés olvido los agravios

y de claros panales y canciones me acuerdo.

Decir esta palabra es apretar los labios

para intentar el acto de besar un recuerdo.

Alzar las manos puras para decir Inés

es caer en la sombra de un árbol florecido.

Decir Inés, siquiera por una sola vez,

es sentir en la rama del corazón un nido.

ÍNSULA

Como un nocturno vino tu mirada,

amotina mi sangre enardecida

y la noche en mis hombros detenida,

ignora su presencia desolada.

Ya no puede mi voz contra la espada

de silencio que tengo entre la herida,

de saber tu caricia estremecida

pero en oscura cárcel encerrada.

Estoy solo en la costa de tu risa,

y aunque la ofrenda tuya se divisa

mi temor de alcanzarla lo confieso:

Mi corazón – grumete sorprendido –

no se atreve en un mar desconocido

para ganar la isla de tu beso.

LAS TRENZAS LEJANAS

Yo amé desde un principio tu sencillez de dalia,

tu pudor de semilla que se viste hasta el fondo,

y el amor con que hacías tus trenzas bajo el cielo

y escuchabas mis versos como un ave en el hombro.

Tu andar de sementera, de parcela espigada,

tu lengua constelada de honorables silencios,

y tus manos en guerra, sobre tu falda verde,

con las ganaderías que apacientan los vientos.

Amé tu timidez, tu cima de arreboles,

tu cabeza inclinada sobre tu pecho doble,

y tu color de espiga cuando el sol te besaba

y cerrabas los ojos bajo el beso de cobre.

Tu casa entre los árboles, tu nido de hojas duras,

tu domingo poblado de cúpulas remotas,

y el pueblo donde oías la misa y las abejas

rezando en los panales humanos de las bocas.

Pensabas azahares, naranjas y costuras,

te ponías en el pelo flores de enredadera,

y a solas contemplabas la niñez de los pájaros

meciéndose en la cuna de toda la arboleda.

De cerca te seguía mi amor con su corona,

tu corazón brillaba por sus rojas orillas,

y de la agricultura salían resplandores

de racimos maduros y de doradas piñas.

Cuando llovía en los montes lejanos te nublabas,

te ibas poniendo triste como toda la niebla,

y era que comenzabas a quererme, paloma,

y a sentirte campana de mis torres de piedra.

Los días me acercaban a tu piel y a tu ropa,

me candidatizaban labriego de tu vientre,

y tú escuchabas pasos de bueyes y de arados

encima de tu vida y encima de tu muerte.

Cuánto sudor después, cuánta faena honrada,

cuánto golpe de pala y de herradura ciega,

hasta llegar los dos, vestidos de semillas,

a iluminar las fiestas más hondas de la tierra!

MUJER SIN NOMBRE

Yo no digo tu nombre. Yo digo mi locura.

Mírame cómo tengo los labios: como ríos

que atraviesan cantando tu hermosura.

Digo mi gran fervor, mi desespero.

Digo lo que me quema cuando llegas

y cuando ya te has ido lo que espero.

Escribo mi apetencia de ser dueño

de toda la candela de tus brazos,

para quemarme en ella como un leño.

Mujer sin nombre, si, pero nombrada

por mil voces ocultas: por mi instinto

que te tiene de gritos coronada.

Mi sangre hinca su alarido ardiente

en mi carne, socava mi estatura

y en mi mismo te busca ciegamente.

Y por buscarte así, como a una herida,

es mi sangre de tu alma y de tu imagen

la desenterradora enfurecida.

Mujer casi imposible, yo te evoco.

Para acercarte más cierro los ojos

y por cerrarlos casi que te toco.

Te veo saltar del fondo de mis versos

y caer junto a mi alma, con tu pecho

dividido en dos tibios universos.

Te oigo hablar y siento que me quema

esa llama de música que vive

dormida en las palabras del poema.

Te miro andar y siento que tus pasos,

siempre que en el crepúsculo se alejan,

más se acercan al sitio de mis brazos.

Pienso en tu cuerpo cálido y moreno,

y el cóncavo brasero de mis manos

de tu cuerpo se siente casi lleno.

Cuando miro tu talle me pregunto

si en una habitación deshabitada

por estar solo lo tendré más junto.

Cuando miro tus muslos yo me digo

que quizás en el tiempo de la siega

serán de mis trigales dulce trigo.

Y cuando veo tu pelo anochecido,

pienso que va a temblar como una estrella

cuando mi beso arranque tu gemido.

Te espero, si, con tanto desespero,

que la cal de mis huesos ya no puede

con la muerte profunda con que muero.

Ahora solo falta que te atrevas

y que congregues todas tus pasiones

con la pasión recóndita que llevas.

Mientras tanto yo soy el infinito,

y tú el surco de estrellas asediado

por la semilla amarga de mi grito.

NIÑA MUDABLE

Unas trenzas oscuras y una flor.

Y una boca que ignora su pasado.

Y un corazón pequeño y un callado

deseo de saber lo que es amor.

Yo -plenitud del hombre soñador-

la ungí con el perfume deseado;

le regalé una rosa y un pecado

y un beso apasionado y un temor.

La aprisioné en amor tan dulcemente

que ni un nardo en el viento transparente

puede encerrar así su propia albura.

Y cansada tal vez, niña mudable,

de mi labio en el beso perdurable,

cambió su libertad por mi amargura.

PETICIÓN ENTRAÑABLE

Acércate a mi pecho más caudalosamente,

húndete en mi camisa,

atraviesa mi piel, mis guarniciones,

y arrásame por dentro con tus labios

y tus inundaciones.

Trasvásate a mis venas,

a mi sangre furiosa,

y auméntame los ríos arteriales

y la espuma que pasa por mi frente

cuando pienso hospitales.

Vuélvete mi sustancia,

mi saliva, mi llanto,

y déjate arrastrar por estas aguas

y por el contrapeso de las chispas

que saltan de mis fraguas.

Más todavía súmate a mi sino,

a mi cabalgadura temblorosa,

y estréchame los pies en los estribos,

con los tuyos calzados de palomas

y de cuchillos vivos.

Que una sola persona, un solo gesto,

sean nuestros dos cuerpos enlazados,

y que si yo te beso o tú me besas,

sintamos ambos gustos de amapolas

y cornada de fresas.

De tal manera unidos compañera,

que ni la muerte pueda separarnos,

y que de espaldas, en la sepultura,

tú recuerdes completa mi presencia

y yo inmodificable tu figura.

PRESENCIA DEL AMOR VICTORIOSO

Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,

pero la que resistes mi furia y mis abrazos,

y sales siempre nueva de mis bosques espesos

y siempre florecida de mis grandes hachazos.

( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,

un vendaval de besos de mi boca te hundía,

pero el hijo llegaba con su semilla clara

y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).

Eres la que no pude vencer con mi locura

y fatalmente herir con mis espadas ciegas,

y el trueno que circula por mi cabalgadura

y el búfalo que truena por mis hondas entregas.

Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,

como un ave incansable que atesora mis pasos,

y vuela a toda hora sobre mi calavera

y construye su nido en mitad de mis brazos.

Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,

la medida del grito que me habita la vida,

y puedes abarcarme todo lo que me piensas

y elevas a tu frente la sangre de mi herida.

Siento tu punzadora dulzura en mi costado,

tu penetrante aroma de selva en mi camino,

y nadie me consuela cuando estoy a tu lado

y pienso que la muerte se beberá tu vino.

SÓLO SU CUERPO DULCE

Su cuerpo es una aldea

donde yo me refugio cuando truena en el cielo,

y tiemblan los follajes de mis venas

y las agrupaciones de mi pelo.

Su cuerpo dulce y hondo

y sus dos brazos como ríos sin puentes,

donde me oculto con mis tempestades

y las constelaciones furiosas de mis dientes.

Vientos como caballos

me pisan todo el pecho de pan y de amapolas,

pero voy a su cuerpo

y su cuerpo me lava la sangre con sus olas.

Sólo su cuerpo dulce

en medio de estos días con sabor a ceniza,

y a semana nocturna

sobre la matutina tela de la camisa.

Su cuerpo dividido

en colinas, en valles, en boscajes, en nidos,

y prados de amapolas

donde hay niños oscuros y linajes dormidos.

Miel tibia, leche tibia,

y el rumor de la sangre bajo la piel delgada,

el rumor de la vida

bajo la piel desnuda y levantada.

Sólo su cuerpo dulce

para el mío de fibras y de zumos amargos,

que ya está fatigado

de las noches oscuras y los caminos largos.

SONETO DEL AMOR ELEMENTAL

Te quiero así, mujer: sencillamente,

como quiere el pastor a sus ovejas,

el caminante a las encinas viejas

y el río matinal a su corriente.

Te amo como las casas a la gente

y como la colmena a las abejas,

y los ojos dormidos a las cejas

que vuelan en el cielo de la frente.

Voy a tu corazón como las olas

a los buques cargados de amapolas

y de maderas claras y sencillas.

Doy con tu beso al fin, con tu ternura,

como el río con toda la llanura

y la sed con el agua sin orillas.

SONETO HERIDO POR LA MUERTE

Va cayendo la noche en los trigales,

mis besos van cayendo en tus racimos,

y nos vamos los dos como vinimos:

por laberintos, fechas y hospitales.

Cuando el mar nos separa con sus sales,

por encima del mar nos escribimos,

pero de todos modos nos sentimos

sepultados por olas torrenciales.

Nada podrá salvarnos, compañera,

de la separación, de la madera,

del ataúd y su corteza oscura.

Trina el amor pero la muerte llora

y nos arroja sombra destructora,

sombra de pino y sed de sepultura.

SURCO Y MUJER

Es más dulce el amor

sobre la hierba, niña.

Sobre las esmeraldas

que alfombran la campiña.

Más dulce que en el lecho

porque la tierra es ancha,

y la sombra del cuervo

la toca y no la mancha.

Cada beso revienta

igual que una amapola,

y a lo lejos el trigo

suena como una ola.

El varón, el labriego,

al entrar en su amada,

siente los muslos verdes

y la tierra sembrada.

Surco y mujer, iguales,

reciben la simiente,

con más cielo en los ojos

que sudor en la frente.

VENGO Y VOY A TU VIENTRE

Estoy cansado, amada, y estoy triste.

Vengo desde las tierras arrasadas y solas,

desde donde la muerte se desnuda y embiste

los acontecimientos, los hombres y las olas.

Vengo, hermosa, del tiempo, de la vida, del día

en que con sangre puso mi racimo en el mundo,

y empezaron mis hojas a sentir la agonía

de un cielo sin orillas y de un barro profundo.

Estoy cubierto de alma derramada y herida,

me tambaleo en medio de la noche sin astros,

y dejo en las paredes de tu casa dormida

mis capitulaciones, mis huellas y mis rastros.

Voy hacia tus entrañas inconteniblemente

y te pido que salgas al aire, a los caminos,

a recibir las dudas que asaltan a mi frente

y los pasos que acercan mis pasos a tus trinos.

VESTIDA COMO EL CAMPO

De verde te amo más, con el vestido

que se parece al campo cuando llueve,

y el campo se emociona y multiplica

su verdura por nueve.

Ataviada de selva, de árbol joven,

por mi casa mensual cantas, caminas,

y despreocupas las habitaciones

con tu aroma de encinas.

Pienso que te sembré, que soy labriego,

que tu seno es el fruto de mi arado,

y que te salen hojas de la vida,

y ramas del costado.

Te quiero más así, toda de verde

olorosa a madera, esperanzada,

como recién salida de la tierra

con la cara mojada.

Déjame recostar sobre tu falda,

soñar que me he perdido en tu follaje,

y que un hijo me busca como loco

debajo de tu traje.

VIENTO ROJO

Yo descubrí tu boca, yo te puse

en la boca mis uvas torrenciales,

y con los pasos de mis animales

una marcha enlutada te compuse.

El color que más amo y más te luce

es el ebrio color de los parrales,

porque desencadena mis metales

y a tus grietas profundas me conduce.

De catafalcos y leopardos míos

están llenos tus bosques y tus ríos,

leñadora, desnuda, navegable.

Sobre tu cuerpo pálido me inclino

y oigo correr tu sangre, como vino,

en medio de la noche interminable.

Carranza, Eduardo

Reseña biográfica

Poeta colombiano nacido en Apiay en 1913 y fallecido en 1985.

Empezó a ser conocido en el campo literario por la publicación de sus poesías en 1934.

Fue periodista, catedrático, diplomático y precursor del movimiento Piedra y Cielo. Promovió varias publicaciones culturales y dirigió con gran éxito la Biblioteca Nacional.

Su poesía muestra cuatro temas fundamentales: Patria, muerte, amor y tierra.

De su obra sobresalen: «Canciones para iniciar una fiesta», «Seis elegías y un himno», «Ella, los días y las nubes», «Azul de ti», «Diciembre azul» y «El olvidado».

A VECES CRUZA MI PECHO DORMIDO…

A veces cruza mi pecho dormido

una alada magnolia gimiendo,

con su aroma lascivo, una campana

tocando a fuego, a besos,

una soga llanera

que enlaza una cintura

una roja invasión de hormigas blancas,

una venada oteando el paraíso

jadeante, alzado el cuello

hacia el éxtasis,

una falda de cámbulos

un barco que da tumbos

por ebrio mar de noche y de cabellos,

un suspiro, un pañuelo que delira

bordado con diez letras

y el laurel de la sangre,

un desbocado vendaval, un cielo

que ruge como un tigre,

el puñal de la estrella fugaz

que sólo dos desde un balcón han visto,

un sorbo delirante de vino besador

una piedra de otro planeta silbando

como la leña verde cuando arde,

un penetrante río que busca locamente

su desenlace o desembocadura

donde nada la Bella Nadadora,

un raudal de manzana y roja miel

el arañazo de la ortiga más dulce

la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,

tejiendo su delirio,

un clarín victorioso levantado hacia el alba

la doble alondra del color del maíz

volando sobre un celeste infierno

y veo, dormido, un precipicio súbito

y volar o morir…

A veces cruza mi pecho dormido

una persona o viento,

un enjambre o relámpago,

un súbito galope:

es el amor que pasa en la grupa de un potro

y se hunde en el tiempo hacia el mar.

AZUL DE TI

Pensar en ti es azul, como ir vagando

por un bosque dorado al mediodía:

nacen jardines en el habla mía

y con mis nubes por tus sueños ando.

Nos une y nos separa un aire blando,

una distancia de melancolía;

yo alzo los brazos de mi poesía,

azul de ti, dolido y esperando.

Es como un horizonte de violines

o un tibio sufrimiento de jazmines

pensar en ti, de azul temperamento.

El mundo se me vuelve cristalino,

y te miro, entre lámparas de trino,

azul domingo de mi pensamiento.

EL INSOMNE

A Alberto Warnier

A alguien oí subir por la escalera.

Eran -altas- las tres de la mañana.

Callaban el rocío y la campana

… Sólo el tenue crujir de la madera.

No eran mis hijos. Mi hija no era.

Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.

( Deliraba de estrellas la ventana. )

Tampoco el paso que mi sangre espera…

Sonó un reloj en la desierta casa.

Alguien dijo mi nombre y apellido.

Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa

en esa voz de acento conocido…

… A alguien sentí subir por la escalera…

EL OLVIDADO

A Jorge Gaitán Durán

Ahora tengo sed y mi amante es el agua.

Vengo de lo lejano, de unos ojos oscuros.

Ahora soy del hondo reino de los dormidos;

allí me reconozco, me encuentro con mi alma.

La noche a picotazos roe mi corazón,

y me bebe la sangre el sol de los dormidos;

ando muerto de sed y toco una campana

para llamar el agua delgada que me ama.

Yo soy el olvidado. Quiero un ramo de agua;

quiero una fresca orilla de arena enternecida,

y esperar una flor, de nombre margarita,

para callar con ella apoyada en el pecho.

Nadie podrá quitarme un beso, una mirada.

Ni aún la muerte podrá borrar este perfume.

Voy cubierto de sueños, y esta fosforescencia

que veis es el recuerdo del mar de los dormidos.

ELEGÍA PURA

Aún me dura la melancolía.

Allá por el sinfín cantaba un gallo

agrandando el silencio perla y malva

en que el lucero azul se disolvía.

Olía a cielo, a ella, a poesía.

Sin volver a mirar me fui a caballo.

Maduraban las frutas y sus frutas.

A ella y a jardín secreto, olía.

Me fui, me fui como por un romance

donde fuera el doncel que nunca vuelve…

la casa se quedó con su ventana,

hundida entre la ausencia, al pie del alba.

Flotó su mano y yo me fui a caballo.

Aún me dura la melancolía.

ELEGÍA SUSPIRANTE

El amor enlazaba nuestros pasos, ¿recuerdas?

Hacia mi corazón con indolente gracia

caía tu cabeza, ¿recuerdas?, como cae

sobre el hombro del viento una rama de acacia.

Nos tendía sus brazos desnudos el aroma

de las frutas; tu alma se iba y regresaba

como si por instantes entreabriera los párpados.

Entre los dos estaba como un cuento el silencio.

Balbuceaba el agua lo que los dos callábamos.

la sombra de las hojas pasaba por tu rostro,

como suele el silencio pasar entre la música.

Desleía la tarde su pétalo en tus ojos.

Tu corazón se ha ido, ahora, con la fuente.

El viento habrá borrado los pasos en la arena,

borrado habrá el olvido mi huella por tu frente,

como borra el crepúsculo la luz con que te escribo.

ES MELANCOLÍA

Te llamarás silencio en adelante.

Y el sitio que ocupabas en el aire

se llamará melancolía.

Escribiré en el vino rojo un nombre:

el tu nombre que estuvo junto a mi alma

sonriendo entre violetas.

Ahora miro largamente, absorto,

esta mano que anduvo por tu rostro,

que soñó junto a ti.

Esta mano lejana, de otro mundo

que conoció una rosa y otra rosa,

y el tibio, el lento nácar.

Un día iré a buscarme, iré a buscar

mi fantasma sediento entre los pinos

y la palabra amor.

Te llamarás silencio en adelante.

Lo escribo con la mano que aquel día

iba contigo entre los pinos.

GALOPE SÚBITO

A veces cruza mi pecho dormido

una alada magnolia gimiendo,

con su aroma lascivo, una campana

tocando a fuego, a besos,

una soga llanera

que enlaza una cintura,

una roja invasión de hormigas blancas,

una venada oteando el paraíso

jadeante, alzado el cuello

hacia el éxtasis,

una falda de cámbulos,

un barco que da tumbos

por ebrio mar de noche y de cabellos

un suspiro, un pañuelo que delira

bordado con diez letras

y el laurel de la sangre,

un desbocado vendaval, un cielo

que ruge como un tigre,

el puñal de la estrella fugaz

que sólo dos desde un balcón han visto,

un sorbo delirante de vino besador,

una piedra de otro planeta silbando

como la leña verde cuando arde,

un penetrante río que busca locamente

su desenlace o desembocadura

donde nada la Bella Nadadora,

un raudal de manzana y roja miel,

el arañazo de la ortiga más dulce,

la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,

tejiendo su delirio,

un clarín victorioso levantado hacia el alba,

la doble alondra del color del maíz

volando sobre un celeste infierno

y veo, dormido, un precipicio súbito

y volar o morir…

A veces cruza mi pecho dormido

una persona o viento,

un enjambre o relámpago,

un súbito galope:

es el amor que pasa en la grupa de un potro

y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.

IMAGEN CASI PERDIDA

Eres como la luz alta y delgada.

Como el viento eres clara sin saberlo.

Vacila tu actitud como la tarde

suavemente inclinada sobre el mundo.

Eres hecha de sueños olvidados

y te olvido de pronto, como a un sueño;

mi corazón te busca como el humo

busca la altura y hacia ella muere.

Como una tibia flor te lleva el día

prendida entre sus labios. Eres alta,

azul, delgada, y recta como un silbo.

Te recuerdo de pronto como a un sueño.

MADRIGAL CON UN RÍO, UNA ROSA, UNA HAMACA…

Tú, mi amor, que caminas como un beso,

andando vas por entre mis palabras:

es como si avanzaras separando

las ramas azuladas de un jardín,

las verdes hojas trémulas de donde sale el viento.

Recorres el papel con mi escritura.

Y cuando escribo río

tú lo cruzas nadando

y llegas y te extiendes en la arena

dorada de otras sílabas radiantes

que en la orilla te esperan;

y cuando escribo rosa, la rosa que has besado

da su forma a tus dos manos unidas,

si escribo sed te acercas a mis labios

si cascada, aparece tu cintura,

si nido azul, palpita tu garganta,

y si palmera escribo, descansas a su sombra

y si escalera, ruedas por tu risa

donde tu corazón relampaguea,

y si escribo paloma anida en ti

partida en dos magnolias temblorosas.

Apoya tu cabeza en esta luz,

en este pecho de hombre, en este verso

de plumas desveladas y febriles

y quédate dormida

tronchada y extendida en esta hamaca

mecida por el sueño que sale de mi mano

cuando te escribo, o, lento, te acaricio.

Si alguien quiere tocar la brasa pura

del amor en los años venideros

que toque estas palabras donde brilla

nuestro quemante beso para siempre.

MADRIGAL CON UN TRÉBOL

Corté en tu sangre un trébol de cuatro hojas

y desleí un lucero en tus cabellos.

Por ti dejé mi reino tenebroso.

Por ti me fui a la guerra y con tu cifra,

y una ráfaga azul sobre la frente

entrando en el futuro como el viento

a conquistar la luz y una sortija.

( El día como un leopardo en una red

de flores y relámpagos me vio ).

Por ti me fui a libertar el agua

para hacer en la alcoba un surtidor

y fundar en tu pecho una campana.

Por ti me fui cantando y suspirando

a cortar una rama

del mirto amanecido en la ventana.

Mi corazón te sigue como un león,

como un perro o el cielo, un río. el sol…

como camina, absorta, la esperanza.

MUCHACHA

A Gerardo Diego

1

Dos mariposas de seda,

detenidas en su pelo.

La mañana, como un velo,

atrás flotando se queda.

El sol en su red enreda

esa presencia de vuelo.

Saetas de luz, en rueda,

cautiva la dan al cielo.

En el aire y en los sueños

deja dos nidos pequeños

sostenidos por sus venas.

Tacto del mundo, su traje.

Su voz, aéreo paisaje

vago de nubes-sirenas.

2

Alzado arroyo viajero.

Espacio de uva y rosa.

Gajo de sal anhelosa.

Largo beso prisionero.

Alto lugar de lucero,

la frente maravillosa,

entre mimos de mimosa

y silbos de cocotero.

Manos en sol modeladas.

Tibia presión de miradas,

muchacha, playa sin huellas.

Tierra del desvelo. Rada

de deseos limitada.

Dibujo blanco de estrellas.

SONETO A LA ROSA

En el aire quedó la rosa escrita.

La escribió, a tenue pulso, la mañana.

Y, puesta su mejilla en la ventana

de la luz, a lo azul cumple la cita.

Casi perfecta y sin razón medita

ensimismada en su hermosura vana;

no la toca el olvido, no la afana

con su pena de amor la margarita.

A la luna no más tiende los brazos

de aroma y anda con secretos pasos

de aroma, nada más, hacia su estrella.

Existe, inaccesible a quien la cante,

de todas sus espinas ignorante,

mientras el ruiseñor muere por ella.

SONETO INSISTENTE

La cabeza hermosísima caía

del lado de los sueños; el verano

era un jazmín sin bordes y en su mano

como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía

del lado de los besos; el verano

la tenía en la palma de la mano,

hecha de amor, ¡ Oh, qué melancolía!

A orillas de este amor cruzaba un río;

sobre este amor una palmera era:

agua del tiempo y cielo-poesía.

Y el río se llevó todo lo mío;

la mano y el verano y mi palmera

de poesía. ¡Oh, qué melancolía!

SONETO SEDIENTO

Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo.

El puñal y la herida que lo encierra.

La respuesta que espero cuando llamo.

Mi manzana del cielo y de la tierra.

Mi por -siempre jamás. Mi agua delgada,

gemidora y azul. Mi amor y seña.

La piel sin fin. La rosa enajenada.

El jardín ojeroso que me sueña.

El insomnio estelar. Lo que me queda.

La manzana otra vez. La sed. La seda.

Mi corazón sin uso de razón:

me faltas tanto en esta lejanía,

en la tarde, a la noche, por el día,

como me faltaría el corazón.

TEMA DE FUEGO Y MAR

Sólo el fuego y el mar pueden mirarse

sin fin. Ni aún el cielo con sus nubes.

Sólo tu rostro, sólo el mar y el fuego.

Las llamas, y las olas, y tus ojos.

Serás de fuego y mar, ojos oscuros.

De ola y llama serás, negros cabellos.

Sabrás el desenlace de la hoguera.

Y sabrás el secreto de la espuma.

Coronada de azul como la ola.

Aguda y sideral como la llama.

Sólo tu rostro interminablemente.

Como el fuego y el mar. Como la muerte.

TEMA DE MUJER Y MANZANA

A Nicanor Parra

Una mujer mordía una manzana.

Volaba el tiempo sobre los tejados.

La primavera con sus largas piernas,

huía riendo como una muchacha.

Bajo sus pies nacía el agua pura.

Un sol, secreto sol, la maduraba

con su fuego alumbrándola por dentro.

En sus cabellos comenzaba el aire.

Verde y rosa la tierra era en su mano.

La primavera alzaba su bandera

de irrefutable azul contra la muerte.

Una mujer mordía una manzana.

Subiendo, azul, una vehemente savia

entreabría su mano y circulaban

por su cuerpo los peces y las flores.

Gimiendo desde lejos la buscaba

-bajo el testuz de azahares coronado-

el viento como un toro transparente.

La llama blanca de un jazmín ardía.

Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba

igual que el rostro de la enamorada.

Una mujer mordía una manzana.

Las estrellas de Homero la miraban.

Volaba el tiempo sobre los tejados.

Huía un tropel de bestias azuladas.

Desde el principio, y por siempre jamás,

una mujer mordía una manzana.

Mi corazón sentía oscuramente

que algo brillaba en esos dientes.

Mi corazón que ha sido y será tierra.

TEMA DE SUEÑO Y VIDA

Suéñame, suéñame, entreabiertos labios.

Boca dormida, que sonríes, suéñame.

Sueño abajo, agua bella, miembros puros,

bajo la luna, delgadina, suéñame.

Despierta, suéñame como respiras,

sin saberlo, olvidada, piel morena;

suéñame amor, amor, con el invierno

como una flor morada sobre el hombro.

Oh delgado jardín cuya cintura

delgada yo he ceñido largamente;

oh llama de ojos negros, amor mío;

oh transcurso de agua entre los sueños.

Barba Jacob, Porfirio

Poeta colombiano nacido en Santa Rosa de Osos en 1885.
Su vida fue un continuo y desgarrado peregrinaje por diversos países de América. Estuvo radicado en Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Cuba y Perú, colaborando en toda suerte de publicaciones literarias y políticas.
Debido al espíritu bohemio que lo marcó siempre, la pasión y la nostalgia formaron parte esencial de su obra, signada además por la angustia y la sensualidad.
Finalmente  fijó su residencia en México donde falleció en 1942.

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Arturo, Aurelio

Poeta colombiano nacido en La Unión, Nariño, en 1906.
Doctor en Derecho por el Externado de Colombia, publicó, en 1928, cuando todavía era estudiante, sus primeros poemas en la revista Universidad, dirigida por el intelectual Germán Arciniegas.
Dedicado por entero al ejercicio profesional,  ejerció algunos cargos públicos como Secretario General del Ministerio de Trabajo y funcionario del Ministerio de Defensa. La poesía y la traducción las practicó en sus ratos libres pero de manera constante. En 1963 se editó su único libro, «Morada al Sur» por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia. Meses antes de su muerte recibió el doctorado Honoris Causa en Filosofía y Letras por la Universidad de Nariño.
Murió en Bogotá en 1974. Continue reading