Riechmann, Jorge

Riechmann, Jorge

Poeta español nacido en Madrid en 1962.

Licenciado en Ciencias Matemáticas por la Universidad Complutense, tiene además estudios de filosofía,

literatura alemana y ciencias políticas. Profesor de filosofía moral en la Universidad de Barcelona desde 1995,

es también redactor de la revista “Mientras tanto” y traductor de literatura francesa y alemana.

Está considerado por la crítica como uno de los mejores exponentes de la poesía española de las últimas décadas.

Ha obtenido, entre otros, los premios: Poesía Hiperión en 1987, Feria del Libro de Madrid en 1993, Nacional de Poesía

Villafranca del Bierzo en 1996, Jaén de Poesía en 1997, y en el año 2000 los premios: Internacional Gabriel Celaya

de Poesía y Stendhal de Traducción.

Su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones: «Cántico de erosión» en 1987, «Cuaderno de Berlín»

en 1989, «Material móvil» en 1993, «Tanto abril en Octubre», «El corte bajo la piel» y «Baila con un extranjero» en 1994, «Figuraciones tuyas», «La esperanza violenta» y «La verdad es un fuego donde ardemos», contienen poemas de los años

ochenta aunque apenas fueron publicados en «Amarte sin regreso» en 1995.

Jorge Riechmann

De “El día que dejé de leer EL PAÍS” 1997

Amantes embrollados, 1995

Amar puede ser
un aperitivo con sifón
en una mañana de colores ácidos

o puede ser zambullirse en un lago de montaña
nadar equidistante entre el cielo y el fondo
suspendido de un sol de extrema desnudez

Las buenas chicas no piden
la cabeza del Bautista sobre una bandeja

Ya sé que no eres una buena chica
pero piensa que la cabeza
de cualquier fantasma sobre bandeja de plata
desequilibraría a cualquier bailarina

Las cabezas parlantes
prometen la vida eterna con sifón
pero yo he elegido cocinar contigo
crear contigo follar contigo dormir
en el país que delimita
el aroma de tu cuerpo desnudo

Amor mío
olvídate de decapitamientos con sifón
Ven a nadar al lago donde ya estamos

Rechazar el sueño de la ingravidez
no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo
ni del dulce légamo suavísimo del fondo

De “El día que dejé de leer EL PAÍS” 1997

De “El corte bajo la piel” y “Baila con un extranjero”:

Acción de gracias

El valor del amor no está en el amor
sino en tu alegría.
El valor de la lucha política no está en ella
sino en las cerezas, las muchachas y la buena atención sanitaria.
El valor de la libertad no está en la libertad
sino en la igualdad.
El valor de la igualdad no está en la igualdad
sino en la fraternidad.
Seguro que ya sospechas dónde reside
el valor de la fraternidad y no te engañas:
en la libertad.
El valor de tu alegría tampoco está en sí mismo
sino en el gozoso desorden
con que construimos horas de libertad
de cerezas de igualdad de lucha política de amor.

Pero estas cosas las sé
porque tú existes.

* * *

Alabanza sucinta de la enamorada

Cada vez que me miras
nazco en tus ojos.

* * *

Alabanza tuya

Es malo que haya
gente imprescindible.
No es muy buena
la gente que a sabiendas
se vuelve imprescindible.
La fruta
ha de continuar atesorando sol,
no ha de menguar la fuerza del torrente
si por acaso un día
se pierden unos labios.

Pero
-y este pero me abrasa-
no puedo
decir que sea malo
que tú seas imprescindible.

* * *

Alianza

Un bosque entero ha regresado desde tu nuca
esta noche, lo he visto conciliador,
amigo, decididamente a favor
de lo posible, tú dormías
tras la severidad de las últimas jornadas.
No quise despertarte, me refresqué en tu pulso.
Las señales parecen indudables:
podemos auxiliar a tiempo, juntos,
al número dos de dios, al tres, a otros acaso.
Ahora es sazón de no olvidar los sueños.

2
Hueles
tan bien. Hay miel como hay sudor,
hay trigo y tierra. Yo lo veo y lo oigo resonante,
tan bien. Sabes tan bien gozar.
Preservas tanto instinto de la flor a la fruta.
Yo lo veo y lo oigo y te respiro y otra vez
te tomo abierta en nuestra mesa de viento.

3
He soñado
la salvación de tu sudor

defiendo
nuestra intimidad común
ante los estragos de este cielo sangriento

recibo
en la libertad de tu cuerpo marcado
la ligera prosodia del placer

he soñado
la salvación de tu sudor.

4
Luego en el filo de la sombra
bailas
iluminada por blanca lentitud, bellísima,
tajantemente viva, sabiendo en todos los poros
y en todas las arrugas del placer,
que es bien cierta la muerte, mas sólo empieza mañana.

* * *

Bienvenido al club

Eres uno de los pocos que podían aspirar a esto, en realidad
te estábamos esperando sólo a ti.
Hemos sabido siempre que eras diferente,
ahora ya has llegado: relájate y disfruta.

Nota cómo te crecen los músculos viriles
y pliegues cerebrales bajo las yemas de los dedos.
Nosotros vamos a volverlos rabiosos.
Tu piel adquiere un bronceado envidiable,
se te esponja la próstata, tus esfínteres conversan en inglés.
Ahora te tensaremos hasta la excelencia.
Nota cómo te crece una memoria mejor.
Eres otro, ya no eres quien eras,
nunca fuiste quien eras
pero tenías que llegar tan alto con nosotros
para saberlo.

Ahora ya has llegado.
Te lo mereces todo y nos lo debes todo:
te lo cobraremos hasta la última gota.
Bienvenido al club.

* * *

Elogio de la durmiente

Yacer despierto a tu lado
en el profundo cobijo de tu sueño.

Boca abajo, respiras
una canción de la tierra
que no recordarás al despertar.

Acompaso mi ser a esa canción.

* * *

Elogio de la superviviente

En tu cuerpo, escrito:
la infancia como una enorme sala húmeda
hospitales donde trasplantan cicatrices
una temible aguja que se abreva en tu piel
terror a cruzar puentes sobre las autopistas
diez años de indagación sobre el suicidio
desamor golpes y la más extrema
clandestinidad del llanto.

El cuerpo del deseo es el del sufrimiento.
Ahora yo también escribo en él
con esperma y con besos, arrastrando las sílabas.

Francamente: eres tan hermosa
que todas las mujeres son hermosas.
Nace mi lengua en tu boca de tabaco tibio.
Pero esto te lo diré de otra manera:
no hay más derrota que el morir, la muerte
de un solo trago o a sorbos. Y hasta entonces
sigue tu música y la lucha sigue.

* *  *

Elogio del estar

Dulce es morir a veces de tu cuerpo,
dulce resucitar en tu mirada.

Dulce el crujir de la luz que abre las horas,
dulce la espera, dulces los estambres
que reparte tu mano tibiamente. Apenas
hace falta decirlo. quizá sólo
depositar las palabras en el quicio
de una ventana, donde las encuentres.

En definitiva: muy rico soy de ti,
hay música en el aire y en la cama,
todo valió la pena.

* * *

Elogio del placer en Sevilla

En qué pliegue de tu carne desdoblada
anidaba el placer

y por qué ahora
tras un vuelo instantáneo
dilata el magnolio
desborda el río
excede el vino la torre de naranjos

por qué respira tanto
en el pecho del mundo.

* * *

Por saber que tú existes

Si te queda la mitad del desconsuelo
la décima parte
la milésima parte del desconsuelo

eres inviolable.

(Vulnerable, inviolable).

Si la algarroba te confía
un ángulo de dulzura en la boca
y conservas todavía en las palmas de las manos
el seco calor tan leve de tus muertos

seguramente eres tan vulnerable
como inviolable

y yo casi lo mismo por saber que tú existes.

De “Figuraciones tuyas”:

Am schiffbauerdamm

Berlín mi capital destartalada.
Tú mi amante, aristócrata sublime,
tú la del pan pringao, la de los ojos hondos
y las medias negras con sensacionales agujeros.
Costras de tiempo se agrietan en las calles
Públicamente desiertas.
El cielo de Berlín cuesta, amor mío
tanto trabajo
cuando reposan las gaviotas
y tú faltas.

* * *

Amores imaginarios

1
Hemos venido para festejar.
La fiesta de dos cuerpos y una sombra.

Dos cuerpos desgarrados por raíces
y la savia amarga de tu vulva dulce
bautiza mi traición.

2
Tu voz está aquí, pero tú no estás aquí.
Están tus ojos, pero tú no estás.
Tu cuerpo está, tú no.
Como un árbol arrancado,
como una oreja arrancada,
como un barquito tallado en corteza de pino
que se pierde en el arroyo de la infancia.

3
Increíble azar
de una moneda no trucada
que cayese sobre la misma cara siempre

pero vivir es eso.
Inspiración crear un código
y expiración quebrarlo. No sigas arrojando esa moneda.

Anochece a las cuatro de la tarde
el cielo desmiente a todos los espejos
y sé que te he perdido.

* * *

Citas

Una vez llegaste tan pronto
que no había flor que no fuese semilla
mano que no fuese garra
ni amor nocturno que el sol no descubriese
en los cines de barrio o en los parques.
Otra vez llegaste tan tarde
que el prólogo ya estaba en el epílogo
un pinzón cantaba a medianoche
las castañas asadas sabían a sobresalto
de muchachitas muertas.
A veces llegabas cabalgando una tormenta
y te asombrabas de encontrarnos empapados.
A veces custodiada por un tigre
y te ofendías mortalmente si yo le daba la mano
sin quitarme los guantes.
A veces llegabas desde detrás del tiempo
me tapabas los ojos
y yo tenía que adivinar
si el beso o la agonía
la entrega o cuántos surcos
arados en tu cuerpo por estaciones de un año
donde ya no había plaza para mí.
Hoy te estoy esperando en el momento justo.
En el fruto maduro. En la frente del día.
En una espuma que equidista de la rosa y del cenit.
Amor mío
no tardes.

* * *

Figuración de ti

“Te amo. Pero ya no sé
lo que es eso, un amor”
Heiner Müller

La eternidad dura unos tres años, de los diecisiete a los veinte
aproximadamente.

Tiene el espesor agrio de una lámina de vino tinto.

Tiene la consistencia de tus muslos de estío bajo la falda tenue y
larguísima que nunca te levantaré.

La eternidad. Un lugar sin sabiduría y anterior nostalgia de ella.

Hay luz filtrada por ramas de un verde restallante en el Parque
del Buen Retiro, luz adolescente que se quiebra inverosímilmente
sobre tu blusa.

Casi me da pudor decir que sólo te acaricio los pechos una vez.
Frescas ensoñaciones interminables en el jardín de la torpeza.

Las puertas sí que son algo irreversible: duros núcleos expectantes
aristas insomnes, una condensación exagerada de tragedia.

Pero la memoria ha desaprendido el llanto de manera radical.

Me besas tú por primera vez, en un teatro donde no hay otra cosa
-espectadores incluidos, desde luego- que terciopelo rojo.

Para besar tienes que sumergirte. (Yo no lo comprendo.)

Una banda negra alrededor de tu cuello. En esa tibia frontera sí
que podría abrevar el crepúsculo. En lugar de eso se te echa en
el regazo y, como si nunca hubiera hecho otra cosa, no para un
instante de ronronear.

Creo que puedo enseñarte algo y me engaño. Crees que puedes
enseñarme algo y te engañas.

Celos atroces, obscenos, inconfesables, de los chicos del laboratorio
de fotografía.

Para lograr conciliar el sueño tengo que masturbamte (de fijo más de
mil veces) pensando en ti.

La eternidad se adensa en la sala del Cinestudio Griffith de San Pol de Mar.

La eternidad no acaba de tomarme en serio.

Hace bien en no hacerlo.

* * *

He soñado con ella esta noche

“La amistad danza en torno a la Tierra y,
como un heraldo, nos anuncia a todos que
despertamos para la felicidad.”
Epicuro.

1
Invención del cuerpo,
abolición
del cuerpo.
Deseo.

2
Las arañas dulces
de la fatiga
sólo cuando he llegado hasta tu vientre.
La pregunta se extingue.

3
Huésped de un sueño, amante,
amazona de gracia y abandono.
Lunar la mano o beso
cauteriza la ausencia.

4
Así un día encuentro -y es gozo en duración-
que la mejor expresión de aquel amor
tan buen acompañante de mi vida
se da en esta cálida, precaria, nocturna frase del oboe.

5
Inútil para el rencor.
Cada beso abre
una boca en la piel:
la vida a borbotones.

6
De la carne no la resurrección:
La insurrección. Contigo
hasta el fondo del sueño
y desfondarlo.

* * *

Los primeros poemas de amor

1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él

(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).

No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de cristal
echando la vida al vuelo.

Más adelante se aprende, poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la enorme
distancia que separa un cuerpo de otro
cómo a veces se salva en un instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un infinito.
Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente ocurre
con los poemas de amor.

2
He regresado a casa llevándote en los labios
asediado en mi gozo por tus dedos de nata

He regresado a casa con tu calma en los brazos
atropellándome algo en las lindes del pecho

Herido por la lluvia he regresado a casa
he perdido mi sangre y he ganado la tuya

He regresado a casa con acrobacia fácil
atónito del largo azar de tu caricia

He regresado a casa con tu cuerpo en los dedos
me he cortado los brazos y tu cuerpo persiste
afirmando en el tacto su trabazón de dicha
Qué dulce riesgo ser ladrón de tu cintura

He regresado a casa en este país cálcico
donde en los huesos crecen delgadas llamas negras

He regresado a casa y me he echado en la cama
con un alba asesina que me roba los párpados

He regresado a casa sin regresar ausente
y hasta el oxígeno dice la magia de tu risa

He regresado a casa desnudo por el aire
Es más frágil el pecho que el hálito que alberga
He nacido esta noche del collar de tu abrazo.

(1979)

* * *

Toco el mundo solamente en tu piel (fragmento)

1
Está aquí. Arráncate
la piel para asomarte
al río más profundo.

Hermosa, hermosa, hermosa, engalanada
solamente con su fugacidad.

Toda la luz del mundo
excava esta caricia,
revienta en este fruto.

2
Pero mis ojos engendran
en tu piel. Mis ojos escriben semillas
sobre la luz de tu cuerpo.

En este mundo hay demasiada muerte
para que durmamos
en lechos distintos.

Mirarte es un retorno interminable.

4
Ven. Acércate hasta que tus fértiles pestañas
me rocen la mejilla. Entra despacio
con la lengua en mi boca, dame
de beber de tu saliva, aplácame
la explosión de los labios con los dedos.
Ven. Tú estás hecha para mis ojos y mis manos,
igual que yo estoy hecho
para el vértigo de tus manos y tus ojos.
amor, qué sinsentido hablar de la verdad
lejos de tu piel o fuera de tu aliento.

6
Un torrente de tiempo o un remanso
debajo de la piel.

Angustia parsimoniosamente respirando
entre cuatro paredes.

Al besarte, entreabierto, siempre
un fulgurante panal de intimidad.

Y la oscura herida fascinante
de tu sangre menstrual
rememora la promesa de las estaciones.

7
Tu testarudez,
que te vuelve inmune al soborno.
Tu impaciencia,
que te hace tan difícil resignarte.
Tu risa a destiempo
abriendo ventanas y cerrando heridas
en el espeso tiempo del horror.
Tu sensualidad, alimentada
por una nube igual que por un beso.
Tu inconstancia
incompatible con la mentira y con el dogma.
Tu imprevisibilidad,
palabra con que calumnio
una libertad más ágil que mis sueños.
Tu puerilidad
por la inocencia imposible y verdadera
que te brilla en los ojos.

Debajo de este roble de la Holteistrasse
amo
todos tus vicios.

8
Al besarme en la boca me entregas un aliento
que viene de tu madre
y de la madre de ésta
y de la madre de ésta
y la cadena carnal se pierde hacia el origen
del amor y del pánico.

Ese aliento
lo ignoran a veces hasta los pulmones
por no hablar de tú y yo
Me desgarra los labios
la dulzura acre de la libertad.

9
Una vinculación. Amo los cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan raíces,
la oscura explosión carnal del compasivo,
el doloroso golpe en los riñones
de la fraternidad. Te amo
vinculada, apegada a tu sangre,
solidaria en los fuertes tendones de tu cuello,
vertical en la tierra como un árbol
cuyo peso fuese ya meditación.

Amo los cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan raíces.

10
Apoyo la boca
contra la boca que es tu sexo y grito
porque la soledad de multitudes
de repente es mi cuerpo.
Y hoy que podría jugarme a cara o cruz
una moneda con el mismo sol,
hoy que un otoño orgulloso pastoreaba robles,
hoy que se amaban sirenas y campanas
-hoy acaso tampoco voy a ser capaz
de besarte en los labios tierra arada, musgo,
espuma marina, cobre, potros desbocados
y los labios unánimes de todas las mujeres.
Mas no te debo menos ni me debo yo menos.

12
Solamente por ti
he tropezado mil veces con hogueras
duras como el cristal de la memoria,
me he enredado en ovillos que eran selvas sañudas,
he robado su infancia a los imanes.
He luchado con mirlos por un grano.
He remontado fluviales corazones.
Por ti he dudado del sol y de mi historia,
he olvidado quien no soy,
he crecido más alto que mi sombra,
he tallado bondad sin consecuencias.
Por ti que vales mucho más que yo
y que no vales siquiera
una hoja de olivo.

19
Sin ti puedo escribir versos.
sin ti puedo pasear. Puedo
recoger hojas secas. Puedo leer.
sin ti puedo admirar un crepúsculo prusiano
que me recordará la Sierra
de guadarrama y puedo cocinar,
eso sí, con pocas especias.

Sin ti no puedo respirar un segundo.
Sin ti la sangre en las venas
es aterida pasta de silencio.
Sin ti la luz se pudre.
Sin ti no hay mundo.

23
“Soledad tengo de ti,
tierra donde yo nací.”
Gil Vicente

Soledad tengo de ti.

Te amo en un mundo
donde el tormento nutre.

En los versos se clavan
astillas, sólo astillas:

atisbos de una vida
más profunda, más lenta,
más amarga, más limpia.

soledad tengo de ti,
amor, desde que nací.
soledad
tengo de ti.

28
Con un beso desprendes
mis párpados de ceniza.

El oro de tu piel
desnuda.

Tu cuerpo es el centro de este valle
Este valle es el centro de tu cuerpo.

29
Entre tu vientre y tus senos
beso la incandescencia del mundo.

Obrero en las mejillas,
temblor de rodillas duras,
rico en retornos.

No hay retroceso posible
después de haberte amado.

30
Cuando el rompecabezas del amor está completo
me encuentro con que no obstante
ha sobrado un montón de piezas.

Y de tanta alegría tengo
que besarte en los hombros.

* * *

Un amor viejo como un recién nacido

Tuve un amor. Hace tantos siglos de eso.

Venía cuando ya era noche cerrada y marchaba antes del alba.
El viento rosado del amanecer, decía, de seguro le quemaría las
lágrimas.

Cuando pienso en ella echo de menos la capacidad de segregar
un esqueleto externo en las circunstancias en que el interno se
derrumba. Una reserva de quitina para suplir las carencias del
calcio.

Ella venía lastrada por milenios de dominio, de vejación, de tormento,
y al mismo tiempo sus pasos eran indeciblemente ligeros.
El poder ascensional de su risa me asombra aún hoy.

Me regalaba tarros de miel furtiva, caramelos color de ámbar
con un insecto dentro, ineficaces sortilegios para detener
los relojes, serenidad destilada en la contemplación de árboles
de diversos colores, me regalaba promesas, promesas a regañadientes,
muchas laboriosas y fugaces promesas.

Con ella era imposible establecer las reglas de respetuoso trato
que los seres humanos pactan para evitar despedazarse. Nos
amábamos y nos heríamos con pasión pareja.
La tentación de la vida vegetal. La purificación de las pasiones,
hasta que la sangre se transforma en savia. La inocencia de la
fotosíntesis frente al trabajo del carnicero.
Ella añoraba la época en que cabalgaba una yegua blanca por
entre bosques inmediatos, las teas asombrosas del otoño. Yo no
podía ofrecerle nada equivalente.
Me enjabonaba el cuerpo de arriba abajo, demorándose en el
sexo, y yo hacía lo mismo con ella. Nos lavábamos los dientes a
la vez, mirándonos a los ojos en el espejo. Hasta que un día ella
apartó la mirada.
Tuve un amor, un amor viejo como un recién nacido, un amor
intacto después de tantos siglos.

De “Material móvil” y “Cuaderno de Berlín”:

Ausente

Hay en tu ser
cámaras apartadas que no alcanzo,
invernaderos de delicia, lenta
germinación en tu sangre y en tu risa.

Está bien así. De tu retiro tomas
con la frente encendida y en los ojos
una promesa de luz
total para mañana.

* * *

Encuentro con el ángel

Hoy he conocido al ángel.

Ganas dan de llorar. Qué terca criaturilla miserable, desa-
seada, vanidosa. Qué plumas grasientas de supervivien-
te de marea negra, qué calva vergonzante cubierta de
pelo ralo y engominado, qué barriguilla lúbrica, qué
falta de dignidad, qué intentos de cohecho, qué grose-
ras familiaridades, qué burdo narcisismo y qué tartajeo.
Por no hablar de la ridícula estatura de corneja…

No me cautivan las aventuras de la humillación. Me negué
a decirle mi nombre.

* * *

Incredulidad

No eres
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu cuerpo
tendido e irradiante junto al mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus manos
hasta inundar todas las alcobas de mi vida,
no es posible el latido de tu sueño
cuando convoca
paisajes como caricias, dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y maravilla,
no es posible la paz de tu vientre rubio
si te busco debajo de las sábanas.
Desnuda no eres posible. Junto a mí, no es posible.
Eres lo más real y no es posible.

* * *

Poema del encuentro

“De ti me fío, redondo
seguro azar”
Pedro Salinas

Te encontraré
postrada tras una revuelta del otoño
-estandartes de sol helado,
barricadas de hojas secas-
o no te encontraré.

Te encontraré
desnuda frente al mar en el rellano
de una escalera oscura
-y no me atreveré a rozar tu cuerpo-
o no te encontraré.

Te encontraré
sucia de soledad o de heroísmo,
acribillada de pájaros sin vuelo,
inmensa e íntima cual cielo sin heridas.
Te encontraré.

* * *

Tres veces despertar

1
Por las mañanas, recién despierto,
cuando ya una luz pálida de no haber desayunado
aventura su inmensa curiosidad en la alcoba
y tú eres aún sobre todo
ovillo de calor, desnudo imán de sueños,
me permito
un minuto para adorarte.

2
A veces, al despertar a tu lado
estoy seguro de que ciertos “buenos días”
podrían curar el cáncer, la ceguera y la lepra.
Y deseo entonces desesperadamente
ser también yo capaz de saludar así
a lo recién creado.

3
Entreabre el alba ventanas en la piel.

Yazgo junto a ti. Sé que no conseguiré recordar lo que hemos
soñado esta noche. No ,hay calor comparable al de un cuerpo
vivo.

Pero el ojo, el ojo desecándose querría… una niebla carmesí,
una lluvia de oro, al menos un avivamiento de la noche…
querría poder olvidar los poros de sarcástica nitidez
que perforan a todos y cada uno de los seres de este mundo.

El sol arranca de los cuerpos una música sin cobijo. Duermes,
pero asediada por la claridad. Yo ya sé que la prueba de este día
consistirá en engolfarse

en la estremecida vigilia de la realidad.

De “Cántico de la erosión”:

Abolir la nostalgia

Es la hermana tullida del deseo.
De nada verdadero se predica.
Le place avasallar: busca vasallos.
No le miréis las manos,
perder es imposible.

Abolir la nostalgia, esa tenia violenta,
esa impotencia desovillada en máscara,
mi desdentada enemiga más voraz.
Untarle el cuerpo de brea y de vergüenza.

Sea
la desolada quimera del presente
nuestro empeño imborrable.

* * *

De ti

Me pierdo.
Me encuentro en las yemas de tus dedos.

Me pierdo.
Me encuentro en la sed clara de tu pelo.

Me pierdo.
Me encuentro en el mediodía de tu cuerpo.

Me pierdo.

* * *

Deshazte de tus vértebras mansas

De tu plural saliva me he nutrido.

Amor mío enhiesto,
cíñete las medias rojas,
sacúdete la niebla del pelo:
que nunca te haya visto tan hermosa.

Hunde los brazos vívidos
en el río sin médanos del tiempo.
Si has de apoyar la cabeza,
apóyala en la aurora ratonada.

Deshazte en buena hora
de tus vértebras mansas.

* * *

Duerme un rato más, jardinera adorable,
sobre la almena de la torre del halcón

Te había contemplado tantas veces
abandonada, olvidada, respirando.

Pero hoy he visto latir el tiempo vivo
en las arterias vígiles del cuello.

Tu sueño, rítmico manantial en donde
inesperadamente bebo a grandes sorbos
fortaleza y paz y ese buen trago
casi trágico hoy de la esperanza.

Aún nos oreará los huesos este día.
Culminación del aliento: sangre pródiga.

* * *

En amaneciendo ella siempre acaba de irse

Aurora vertebral, corazón de vigilia.

tu claridad en cada gota de rocío.
En cada brizna de hierba mi deseo.

El sol desata una herida
de la que acaso mañana
seré digno.

* * *

Huella de un cuerpo

Ausencia
exactamente con tus ojos.

Ausencia diestra
como la miel de tus manos.

Ausencia dulce cual si tus tobillos
me acariciasen debajo de la mesa.

Ausencia
pletórica de ti,
desgarrada, estremecida de ti.
Ausencia indistinguible de tu realidad.

De “La esperanza violenta”:

Ausencia de la amiga en Zamora

Enmudece mi cuerpo sin tu cuerpo.
Mi soledad se confunde si la tuya
no la limita o apremia o acaricia,
si el brocal de tu vientre
no convoca frescura, si la noche
está tan huera de ecos.

Dulce, dulce es el nombre que esta aurora
inventaré para ti, lejana mía.

* * *

El vestido más hermoso

El mejor vestido para mi cuerpo
es tu cuerpo desnudo.
el mejor vestido para tu cuerpo
es mi cuerpo desnudo.

Vestido así,
no tengo ganas de desnudarme
nunca.

* * *

La amante (2)

En la dignidad de una alcoba desnuda
quiero poseerte.

Ni una planta siquiera,
porque en ese instante somos del desierto.
Barrancos amordazados, alquileres imprecisos.

El verano en el frescor extraviado de tus brazos.
La delicia de no comprenderte
durante un instante. Cómo podría alejarme.

Y hay de repente
algo abrupto en tus manos, y te amo.

2
La voz parece arraigar en los pulmones.
Recorro sus raíces en el interior de tu sexo.
Te beso los labios
del rostro y de la vulva.
Me tiendo sobre ti para no oír tu voz
desde la boca, sino para sentirla
en los más hondo de tu cuerpo.
Déjame levantar el triunfo de tu hálito
por encima de los tejados de la ciudad.

Te amo porque en ti
todo tiene palabra

y en su frontera

y en la frontera el silencio
ungido, terrible, manantial.

* * *

La partida

Última noche en la ciudad sin lejanía.

Plenitud del misterio.
Absuelta de la duda,
agua aún quieta en las fuentes
soñando el retiro de lo hondo, lo azul
inefablemente dulce, la palabra de la noche.
Desperté a la luz que dormía
y la extendí sobre la amante.
(Cómo asir
el don precioso e incierto de la aurora,
a la fiel mano blanca
cómo dejarla marchar.)
Sacudí el sueño afiebrado del aire,
dispuse los primeros caminos y los últimos,
besé los cimientos del fuego:

y el viaje abrió su largo corazón de vigilia.

* * *

La tersura de la enamorada

Velar frente a tu cuerpo no como frente a un espejo:
como frente a una puerta.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo. No sé acabar las frases
que comienzas tú.

Recorro el estupor de las avenidas de tu cuerpo. Poseer es un
acto de debilidad.

Tu sexo como una boca nocturna abierta contra mi piel, por la
que inhalas y exhalas el oxígeno de los sueños.
Déjame abrazarte antes de la desecación de la noche.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.

Agua sólo quiero de tus labios de musgo. Luna, de tus pechos.

Tu cuerpo, vértice de existencia donde se cortan el tiempo y el
deseo. La certidumbre tangible -acariciable- de poder no olvidar.

En cuántas noches de soledad, aún por venir, podré arrebujarme
en la película de calor que hoy he robado nupcialmente a tu cuerpo.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.

De “La verdad es un fuego donde ardemos”:

Habitarás mi silencio

A veces
gritar es acariciarte los muslos, o torpemente
girar con el escualo de tu sueño aterido

Tropezar en la blancura,
sumir la negra boca en tu pelo y sentir
hambre en las raíces

A veces aullar es amarte,
jugar a los dados con un lobo, otear
en el aire arrasado las naves
de la sangre. Creí que te besaba
cuando la hoz solar me cercenó los labios.

* * *

He soñado con ella esta noche 2

1
Toda la noche desbordada,
gajo violento de fiebre y espuma,
me estrella contra tu límite.
Cuando se retire la pleamar del sueño
buscaré por la sucia arena fértil
tus muslos blancos que laten.
No sabré interpretar tu gemido,
tu sonrisa o tu queja. No preguntaré,
porque el abra interior de una respuesta
nos espera muy lejos, otra noche.
Ahora solamente
te amo, me mojo la frente y los labios
con desesperación y con quietud, ya muy despierto.
Gracias por visitarme salobre y tan hermosa.

2
Tan niña que no querías subir este camino
caminabas dos pasos desorbitabas los ojos
tan blanca como la luna de paseo
te escondías el resuello en lo más hondo
y aquellos negros pantalones ceñidos
y aquel calzado absurdo

Y yo me moría de amor
untaba de deseo las peñas y las hayas
imaginaba lo más secreto y recóndito del bosque
y amenazaba con llevarte en brazos

Fue hace tanto tiempo luego dormimos juntos
luego te devoró una ciudad despanzurrada
pero sigues volviendo en sueños

sueños como desollamientos.

* * *

Inconnue

Me expongo a ti como si fueras lluvia
capaz de deshacerme en átomos de cieno
merecedores del sedimento más hondo más oscuro y callado
para otra edad; o pudieses
lavarme de ese barro y presentarme, exento,
con la gran precisión de la jornada última,
ante los umbrales de gozo de tu ser.

De “Desandar lo andado”:

Brassai en el Reina Sofía

¿Pero habría aún un lugar al que huir, veleidades de celebración, una
rueda sin eje? La gran lápida vertical cubierta de musgo nos cierra el paso. Hay inercias más destructivas
que ningún golpe, que ninguna inmediatez. La cabeza de muerto de Brassai emerge de las sombras:
su teatro carnal alimentó horas de agonía. «Los objetos me han ido elevando hasta su altura», le había dicho Goethe,
animal prójimo, y él se lo repitió al anciano de Weimar a los ochenta y tres años. La cabeza de muerto del surrealismo
emerge, llamarada de un deseo desarbolado, retráctil, incandescente; timón de una belleza involuntaria, radicalmente
curada de nostalgia. Qué envergadura la de este jinete escamoso. El tren avanza hacia atrás, desde el último vagón me gritan:
las cosas pueden hacerse de otra forma. La vida puede enlazarse con otra libertad.

* * *

No tiene doble fondo

(para Gustavo Martín Garzo)

Todos estamos mancos en el mundo; la mayoría de los seres humanos no
se dan cuenta; la mayoría de quienes se dan cuenta son incapaces de
aceptarlo.

El enigma de la vida no es lo acabado, lo consumado, lo pleno, sino lo
imperfecto. Malhaya quien se obstina en perseguir la perfección, pues la
vida le escapa, la vida y su enigma.

No tiene doble fondo porque no tiene fondo.

Imágenes persiguen a imágenes que persiguen a imágenes. El espesor de
las pantallas de televisión disminuye constantemente, su brillo y
superficie aumentan, el prisionero olvida que alguna vez deseó escapar.
No tiene doble fondo porque no tiene fondo.

Es asunto de preferencias y de expectativas, me diréis. Es asunto de vida
que se debate en un tremedal de hidrocarburos, en una imparcialidad
de quirófano, en un interminable chapaleo hertziano, creo que os
contestaría. Todos estarnos mancos en el mundo, pero ninguna herida
puede resumirse a conocimiento categorizable.

En poesía no se puede ni hablar por hablar, ni hablar por el placer de
escucharse a sí mismo. El breve tiempo y la demasiada muerte nos
vedan tales frivolidades. El soliloquio me parece esencialmente no
poético: en poesía todo se extrema hacia el tú.

Todo ocupa un lugar: también la palabra prescindible. Para ocupar el suyo,
la palabra prescindible ha desplazado o bien a la palabra sustancial, o
bien al silencio. Eso es intolerable.

No estoy hablando de buenos sentimientos. Estoy hablando de las caderas
de la mujer que no dejaba de estornudar en pleno verano, o del paso
del hombre frágil que cuando cruzaba la calle iba exponiéndose en cada
movimiento.

La lumbre del despertar, para quien no persigue el cristal helado cuya
absoluta transparencia hechiza.

Para éste la sal del sudor, la dulzura del pan compartido y la sumergida
incandescencia de la sangre.

Otros poemas:

Tanto dolor escrito en este cuerpo…

Para los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras
que la atendieron; para las mujeres que cocinaron
y limpiaron para ella. *

“Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado
y las palabras no guarecen,  yo hablo.”
Alejandra Pizarnik


1.
Tanto dolor escrito en este cuerpo.
Tanta luz anegada en estos ojos claros.
La rosa es sin porqué
-ya lo sabías.
El dolor nunca tiene para qué.

2
En el hospital el tiempo es otro tiempo.
Sigue pautas distintas:
leche caliente a las cuatro y a las once,
desayuno a las nueve,
tantos medicamentos en vasitos de plástico,
tomar la tensión por la mañana y por la noche,
visita de los médicos a las diez más o menos,
la comida a la una, tan temprano…
Lo que desaparece es la impaciencia.
La habitación es un vagón de ferrocarril
y el tren no va a llegar a su destino
antes de tres semanas.
Una visita ha observado
que el Madrid que se ve desde este piso décimo
es un óleo de Antonio López.

3
Después de lamitoxantrona
orinas azul.
Cerca agoniza un muchacho
a quien han serrado la pierna en la cadera:
cercenada pesaba treinta y cinco kilos,
más peso que el resto de su cuerpo ahora.
Un mesmerizador lo hipnotiza
para que no quiera morir
aunque se muere.
Tú orinas un azul
contiguo a esa agonía.

4
Estas enfermedades se llevan muchas cosas.
Lo que queda
me atrevo a llamarlo esencial.
Por ejemplo: estás viva. Te amo.

5
El café con leche cuesta ochenta pesetas.
El zumo de naranja natural, doscientas.
Un litro y medio de agua
mineral Cuesta ciento veinticinco.
El tratamiento -que paga
la Seguridad Social- de seis a ocho millones.

6
A veces he pensado que ya estabas muerta
y yo vivía alguna vida sin ti,
quizá con otra mujer.
La libertad de un duelo.
Me imagino releyendo los cuadernos de tu mano
escritos con esa letra que tú juzgabas tan fea.
Entonces me doy cuenta de que esa vida
es un pozo seco que en realidad no imagino
y no tendría que ver conmigo nada,
nada.

7
De pie detrás de ti
te rodeo la cintura con los brazos
mientras te inclinas para lavarte la cara
(esta mañana te desvaneciste
y volviste luego con un minuto de terror
sobre la lengua).
Te sostengo para que no caigas,
mi carne junto a tu carne.
Mientras estamos así
pienso en todas las veces que estuvimos así
pero mi carne dentro de tu carne
pero tu carne envolviendo mi carne.

Y de repente eres tú quien me estás sosteniendo
para que yo no caiga.

8
Sueñas
que queman por dentro a un caballo

y al día siguiente empieza la fiebre.

9
El tónico facial y la crema hidratante
hasta con treinta y nueve grados.
Hasta cuando eso representa más trabajo
que el de la jornada en que más hayas trabajado en tu vida.
Todo ese trabajo
para salvar la tersura de la piel

salvar la vida y el mundo
que hoy dependen de la tersura de la piel.

10
Un archipiélago de pequeñas estrellas de sangre
sobre los muslos.
Tienes sólo doce mil plaquetas hoy.
Han bautizado a tus estrelIitas petequias.

11
Eres sagrada
Tu orina huele mal
eres sagrada
Se te cae el hermoso pelo negro
eres sagrada
Las piernas no te sostienen
eres sagrada
Las heridas no cicatrizan
eres sagrada
Sin morfina no aguantas las llagas de la boca
eres sagrada
eres sagrada
y por eso mañana baja la fiebre
baja la fiebre azul
empieza el día de tu restitución.

12
Ya pasó, ya pasó, y sólo quedan
los chiquillos jineteando sus mountain-bikes en el baldío
-más allá del aparcamiento, diminutos
desde la planta décima-
y esa gota de sangre sobre los cubiertos de plástico.

*NB: el autotrasplante de médula ósea salió bien
y la paciente (con quien me había casado en
diciembre de 1993 después de varios años de
convivencia) goza de buena salud. Lo indico
porque algún lector de estos poemas supuso-
para mi sorpresa- un desenlace fatal: yo creía
que el término restitución era suficientemente
explícito. Para que la cosa quede clara, añado
los dos poemas siguientes:

Otro comienzo más

Hoy
un día de febrero
aterido de lumbre hasta los codos

has escapado
otra vez
al manto de ceniza
al restregón del cáncer

dispones
disponemos
de un día más
una semana más un año
un día

pero no te equivoques: no se trata
de un último día

nunca te dejes tutear por un tumor

este día ganado es el primero.

(1995)


El esplendor de la metamorfosis

Has ganado la punta de maldad que necesitan los buenos para
ser auténticamente buenos.

Has ganado la pizca de obscenidad que necesitan las mujeres
para ser auténticamente misericordiosas.

Has ganado la docena de escaleras, recámaras y dobles fondos
que necesitan los cerebros para ser auténticamente imaginati-
vos y precisos.

Has ganado un par de kilos, pero te sientan como a una diosa
anterior a la era de las liposucciones.

El cambio, de un día a otro, es infinitesimal. Pero los días se van
endeudando con semanas, las semanas imponen normas a los
meses, los meses profieren rigurosas últimas advertencias contra
los años, imperceptiblemente y sin claudicaciones

han pasado cuatro años y eres otra
la metamorfosis se ha cumplido.

Cuando te introduces en la cama a las seis de la mañana después
de haber trabajado toda la noche y quieres hacer el amor

desearía matarte desde luego, pero deseo mucho más

aunque me halle confuso como pez arrojado a la luz desde lo
más hondo del sueño submarino
hasta en tus pliegues más blancos y secretos follarte,
amiga dulcísima, mientras va amaneciendo a trompicones
en este barrio de cristianos bemeuves y glaciales céspedes ingleses
que no hemos elegido y del que esperamos poder escapar pronto.

Has esquivado la baba de la muerte prendida a un hilo de risa
y de miedo deslumbrante,

te has ganado la vida los días en que la vida era tormento
y también aquellos en que era juego,

estás aquí, intacta y recreada, inconcebible e inconfundible,
espejeante en la fuerza algebraica del deseo, en el exacto
esplendor de la metamorfosis.

¡Pero qué guapas sois las chicas morenas con los ojos claros!

Eres
mi
mujer

y estoy tan orgulloso que tenía que escribir este mensaje para
regalártelo, fax mediante, el 17 de diciembre de 1994.