Kipling, Rudyard

Kipling, Rudyard (1865-1936)

Poeta y novelista inglés nacido en Bombay, India, en 1865.

Fue enviado a Inglaterra desde los seis años para recibir educación en una escuela de North Devon. De regreso a la India en 1882, trabajó como redactor de varias revistas y periódicos en Lahore. Una serie de cuentos cortos escritos en esta época lo dieron a conocer en los medios literarios. Vivió durante algún tiempo en Estados Unidos y tras visitar varios países como corresponsal de The Pionner, regresó a Inglaterra radicándose en un pueblo costero de Devon en 1896. Consolidado como poeta y novelista, publicó obras importantes como “Cuarteto” en 1884, “Mandalay” en 1892, “Gunga Din” en 1892, la novela “Kim” en 1901 “Las cinco naciones” en 1903 y “Hadas y recompensas” en 1910.

Rechazó distinciones como Caballero de la Corte Inglesa y Orden al mérito, y solo aceptó ser enterrado en la Abadía de Westminster reservada para reyes y héroes ingleses. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1907. Falleció en enero de 1936.

Canción de arpas para las mujeres danesas

(El duende de la colina Pook)

¿En qué queda una mujer si la abandonas,
y el fuego del hogar, la tierra de la familia,
para seguir al viejo y gris Hacedor de Viudas?

No tiene casa en la que alojar un huésped:
una cama fría sólo en la que todos descansan,
en la que soles pálidos anidan, y montañas perdidas.

No tiene blancos brazos fuertes con que envolverte,
sino algas -diez dedos- que te sostienen-
fuera, en las rocas, donde te ha empujado la marea.

Sin embargo, cuando aparecen los signos del verano,
y se rompe el hielo y las yemas de los abedules brotan,
más cada año, te alejas de nuestro lado, y enfermas…

Otra vez enfermas con los gritos y las matanzas,
te alejas sigilosamente hacia las aguas procelosas,
y hacia tu barco miras en sus cuarteles de invierno.

Olvidas nuestra alegría, y las tertulias junto a la mesa,
las plantas en el cobertizo y el caballo en los establos-
para embrear sus flancos y revisar sus riendas.

Navegas así hacia donde abunden nubes de tormenta,
el sonido de los remos contra el agua
es todo lo que queda, tras estos meses, para seguirte.

¡Ah! ¿En qué queda una mujer si la abandonas,
y el fuego del hogar, la tierra de la familia,
para seguir al viejo y gris Hacedor de Viudas?

Versión de Luis Cremades

 


 

Canto pagano

Yo que he estado donde he estado-
Yo que he ido donde he ido-
Yo que he visto lo que he visto-
cómo podría nunca competir
otra vez con la terrible vieja Inglaterra,
casas a ambos lados de la calle,
cercas a los dos lados del camino,
en medio el sacerdote y las gentes de buena familia,
si nos encontramos, tocan mi sombrero-
¿Yo que he visto lo que he visto?

Yo que he mirado medio mundo
levantarse brillante entero con el rocío,
que pone un velo de lluvia al sol,
y tan pronto como la niebla abre el paso
nuestro helio parpadea y parece divertido-
tres lados de una plaza de noventa millas,
sobre valles tan grandes como un condado-
«¿Estáis allí? Estáis allí? ¿Estáis allí?»
Y el ritmo ciego entonces de nuestro fuego.
ruedo por la grama en la Terratenencia,
                                                                                  ¡yo!

Yo que he cabalgado a través de la oscuridad
con frecuencia, al final, cuarenta millas,
por todo el Rancho Mahollisberg,
con las estrellas sólo como guía
y sólo la noche como amiga,
y las cosas que huyen a mi paso,
y cosas que entre la hierba saltan,
y el silencio, el resplandor y el tamaño
de las alturas, indecibles cielos-
estoy llevando algunas cartas casi
tanto como a una milla de la posta,
y «si no te importa regresa con el cambio»
                                                                                         ¡Yo!

Yo que he visto a Barbeton cogido
cuando caímos a través de las nubes sobre su cabeza,
tiraron los revólveres y huyeron-
yo que cruzaba la Colina del Diamante,
y Pieters y Springs y Belfast-
desde Dundee y todo Vereeniging-
yo que aguanté hasta el final
(cinco galones relucen en mi pecho)-
aprovecho mi domingo en la escuela,
con la ayuda del Terrateniente y de su mujer
(sin mencionar la criada y la cocinera),
entrar y manos arriba y sé todavía
trabajar honestamente por mi pan,
mi vida en este estado de vida
que complacerá a Dios que habrá de llamarme
                                                                                                ¡a mí!

Yo que he seguido mi oficio
allí donde los Rayos se fabrican;
entre las Lluvias y el Sol y la Luna-
yo que me he acostado y levantado
tres años con el cielo como tejado-
que he soportado hambre y sed
seis mil millas enteras a pie,
con el Vaal y Orange como vaso,
el Brandwater Basin era el plato-
¡Oh! difícil es comportarse como ellos quieren
(demasiado difícil, y tal vez demasiado pronto),
tendré antes que pensarlo
                                                       ¡yo!

Apareceré y de aquí me iré-
viajaré al Sur y me aseguraré
si son sólo mis encantos o no
que hace pálida en Inglaterra la luz del sol,
y estropea en Inglaterra las brisas,
algo pequeño se ha perdido,
Yo que sé de un sol y de un viento,
algunos llanos, detrás una montaña,
y algunas tumbas junto a cercas de espino,
y un alemán con quien me he pegado fuerte me da
un trabajo donde me inclino
a mirar en una silla y vivo
donde no hay una carretera ni un árbol-
sino sólo mi Hacedor y yo,
esto -creo- ha de curarme o matarme,
por eso creo que allí tendré que ir a verlo.
                                                                                        ¡Yo!

Versión de Luis Cremades

 

 

El vampiro

1897

Un idiota había que rezaba
(igual que tú y yo)
a un trapo y a un hueso y a un mechón de pelo
(le llamábamos la mujer despreocupada)
pero el idiota te llamaba su dama perfecta-
(igual que tú y yo)

Oh, los años perdidos. las lágrimas perdidas
y el trabajo de nuestra cabeza y mano
pertenece a la mujer que no sabía
(ahora sabemos que no podía nunca saber)
y no comprendíamos.

Un idiota había que sus bienes gastaba
(igual que tú y yo)
honor, fe, una tentativa segura
(y no sólo era eso lo que la señora quería decir)
pero un idiota debe seguir su instinto natural
(igual que tú y yo)

Oh, el trabajo perdido, los tesoros perdidos
y las mejores cosas planeadas
pertenecen a la mujer que no sabía por qué
(ahora sabemos que no sabía nunca por qué)
y no comprendíamos.

El idiota reducido fue a su pellejo idiota
(igual que tú y yo)
lo que puede ella haber visto que le dejó de lado-
(pero no recuerda nadie cuando la dama lo intentó)
así algunos de ellos vivieron, la mayoría han muerto
(igual que tú y yo)

Y no es la vergüenza ni la culpa
que hiere como un tizón al rojo-
se llega a saber que ella nunca supo por qué
(viendo, al fin, que no pudo nunca saber por qué)
y nunca pudimos comprender.

Versión de Luis Cremades

 

 

Epitafios de la guerra

1914-18

1. «Igualdad en el sacrificio»

A. «Yo era un Tengo». B. «Yo era un “no-tengo”.»
(Juntos) «¿Qué habéis dado que no haya dado yo?»

* * *

2. Un sirviente

Estábamos juntos desde que la Guerra comenzó.
El era mi sirviente -y el mejor de los dos-.

* * *

3. Un hijo

Mataron a mi hijo mientras de alguna broma se reía. Me hubiese gustado saber
qué era, pues tal vez pueda servirme el día en que las bromas falten.

* * *

4. Un hijo único

A nadie he matado salvo a mi madre. Ella
(bendiciendo su asesinato) murió de dolor por mí.

* * *

5. Ex-oficinista

¡No haya tristeza! El Ejército dio
libertad a un tímido esclavo:
en el que la Libertad encontró
fuerza en el cuerpo, el alma y la voluntad:
por esa fuerza llegó a probar
la Alegría, el Compañerismo y el Amor:
por ese Amor a la Muerte partió:
y en esa Muerte yace contento.

* * *

6. El milagro

Cuerpo y Espíritu rendí enteros
a los severos instructores -y recibí un alma…
Si el hombre mortal puede cambiarme por completo
de todo lo que era -¿qué no podrá el Creador hacer?

* * *

7. Hindú cipayo en Francia

Este hombre en su propia tierra rezaba no sabemos a qué Poderes.
Nosotros le rezamos para pagarle por su bravura en la nuestra.

* * *

8. El cobarde

No podía mirar a la Muerte, cuando fue sabido,
a ella los hombres me condujeron, solo y con los ojos vendados.

* * *

9. Conmoción

Mi nombre, mis palabras, de mí me había olvidado.
Vinieron mi esposa e hijos -no los conocía-.
Morí. Mi Madre después. A su llamada
y entre sus pechos lo recordé todo.

* * *

10. Una tumba cerca de El Cairo

Dioses del Nilo, debería este joven fuerte
irse -¡Irse!- No conoce el miedo o la vergüenza.

* * *

11. Pelícanos en el desierto

Una tumba cerca de Halfa
La arena volada sobre mí se amontona, que no pueda saber nadie
donde estoy tendido para que mis hijos se aflijan…
Oh alas que baten al alba, devolved
del desierto a vuestro joven en vísperas.

* * *

12. Dos conmemoraciones canadienses

I
Damos todo lo que ganamos, todo.
Nadie se lamenta por nosotros o se nos elogia.
Sólo en todas las cosas recuerdan,
es el Miedo, no la Muerte, lo que mata.
II
De pequeñas ciudades en tierras lejanas llegamos,
a salvar nuestro honor y un mundo en llamas.
En pequeñas ciudades de tierras lejanas dormirnos;
y confiamos en el mundo que ganamos para que tú la mantengas.

* * *

13. El favor

La Muerte desde el principio me favorecía, sabiendo bien que no podría aguantar
esperarla día tras día. Abandonó mis superiores y vino
silbando por los campos, y, después de asegurarse bien,
«A su final llega tu línea», dijo, «pero he salvado, por lo menos, su
nombre».

* * *

14. El principiante

En la primera hora de mi día primero
en la trinchera del frente caí.
(Niños que juegan sobre cajas
se levantan para verlo bien.)

* * *

15. R.A.F. (De dieciocho años)

Riendo a través de las nubes, todavía sus dientes de leche sin caer,
ciudades y hombres con violencia golpeó desde lo alto.
Sus muertes salvó, ha vuelto al juego
de los niños, con cosas de niños ahora abandonadas.

* * *

16. El hombre refinado

Era de espíritu delicado. Por mis necesidades me aparté
desdeñando los comunes oficios. Fui visto desde lejos y fui muerto…
¿Cómo entiende esto la alegría? Dejad que sea cada hombre juzgado por sus acciones.
He pagado el precio por vivir conmigo en los términos que yo he querido.

* * *

17. Nativo porteador de agua (M.E.F.)

Prometeo trajo el fuego al hombre.
Este trajo el agua.
Los Dioses están celosos -ahora, como entonces-,
y no dan tregua.

* * *

18. El centinela dormido

Descreída la mirada que sostengo: ahora no tengo nada que guardar .
Fui asesinado porque dormía: ahora muerto duermo.
Que nadie me reproche de nuevo, lo que quiera que mire está sin guardar-
duermo porque estoy muerto. Porque dormí me mataron.

* * *

19. Batería sin munición

Si alguien en el taller nos llora, decid
que estamos muertos porque el turno guardó fiesta.

* * *

20. Forma común

Si alguien pregunta por qué hemos muerto,
decidles, porque nuestros padres mintieron.

* * *

21. Un estadista muerto

No podía comprender: no me atrevía a robar:
Mentí por tanto para complacer a la multitud.
Ahora mis mentiras se han descubierto todas
y debo enfrentarme a los hombres que maté.
¿Qué cuento podrá servirme aquí, en medio
de mis jóvenes enfurecidos, defraudados?

* * *

22. El rebelde

Si había reclamado ante Vuestra Puerta
Vida sobre la Tierra,
y, escondido entre las almas que esperan,
fui arrojado de repente al nacimiento-
incluso entonces, entonces incluso, con trampas y cepos
en mi camino esparcidos,
Señor, me he burlado de Vuestros atentos cuidados
antes de unirme a la Muerte.
¿Pero ahora? …Bajo Vuestra Mano estaba
antes aún de que los planetas se formaran.
Y ahora -aunque los planetas pasen-, permanezco
en donde sé de Vuestra vergüenza.

* * *

23. El obediente

Cada día, aunque ningún oído atendiese,
mis oraciones surgían.
Cada día, aunque ningún fuego descendiese,
hice el sacrificio.
Aunque no se desvaneciera en mí la oscuridad,
aunque no enfrentase menores fuerzas,
aunque no concediesen los Dioses regalo alguno, a pesar de todo,
a pesar de todo, serví a los Dioses.

* * *

24. Alguien que dejó Tarento

Desde el viento frío del Norte con barco y compañeros descendió,
en busca de los huevos de la muerte depositados en cascarones invisibles.
Encontraron muchos que tomaron en su viaje y llevaron adelante. La
                                                                                         pesquería de repente fue pasto
de las llamas y un suspiro clamoroso llegaba alojo de las gaviotas hambrientas.

* * *

25. Destructores en colisión

En la Niebla y el Destino ningún hechizo se encuentra
que ilumine o enmiende.
Yo, corriendo hacia mi novia, fui ahogado-
cortado por mi mejor amigo.

* * *

26. Convoy de escolta

Un pastor era para los idiotas,
sin motivo audaces o miedosos.
No soportaban someterse a mis órdenes.
Todavía escaparon. Por mí que permanecí.

* * *

27. Desconocido cadáver de mujer

Sin cabeza, me falta el pie y la mano,
horrible llego a la tierra.
Ruego a todos los hijos de mujer
que sepan que yo fui madre una vez.

* * *

28. Golpeada y vengada

Uno me utilizó sanguinario: otro me espiaba
rota -por esto un centenar murieron.
Así entre las huestes salvajes fue aprendido
cuánto vale el favor de una mujer libremente nacida.

* * *

29. Tumba salónica

Mil días les he mirado
empujados hacia la noche y arrastrados
lentamente como tortugas.
Ahora yo, también, les sigo.
Es la fiebre, y no la lucha-
-el tiempo, no la batalla-, lo que mata.

* * *

30. El deposado

No me llames falso, amada,
si, desde vuestro apenas conocido pecho
hace tan poco tiempo apartado,
en otros brazos descanso.

Por esta novia más anciana,
a quien fríamente abrazo,
constantemente a mi lado estaba
antes aún de reconocer sus rasgos.

Nuestro matrimonio, a menudo fijado-
por un milagro se demoraba-
finalmente es consumado,
y ya no puede ser deshecho.

Vive, pues, que la Vida ha de sanarte,
casi, de la Memoria,
y déjanos perdurar
su inmortalidad.

* * *

31. V.A.D. (Mediterráneo)

Ah, podrían no haber existido nunca barcos veloces, por entonces no
                                                                                               los habíamos encontrado,
entre estas ásperas rocas del Egeo, esta pequeña virgen ahogada,
a quien no desposa nadie, no habrá niño que la llore sino los hombres
                                                                                              que en el dolor ha criado
y -ciertos barcos por cuyo retorno los nativos miran en vano.

* * *

32. Actores

En una lápida conmemorativa en la Iglesia de la Santísima Trinidad,
Stratford-on-A von.

Una vez fingimos para deleite vuestro,
alegría y tristeza de los hombres: pero nuestro día ha pasado.
Rogamos sus disculptas dondequiera que en un momento hayamos caído-
viendo que vuestros servidores hemos sido hasta este fin.

* * *

33. Periodistas

En un panel en el recibidor del Instituto de Periodistas

Hemos servido a nuestro tiempo.

Versión de Luis Cremades

 


 


Gehazí

1915

¿De dónde venís, Gehazí,
figura venerable,
de escarlata y armiño
y cadena de oro de Inglaterra?
«De seguir a Naamán
y decirle que está bien todo,
por ello mi celo me ha nombrado
Juez en Israel.»

Bien hecho, bien hecho, Gehazí.
Extended vuestra mano atenta,
escapado apenas del juicio,
presta juramento para juzgar la tierra,
inamovible ante regalos en dinero
o el soborno secreto, más bajo,
del conocimiento que es beneficio
en cualquier plaza de mercado.

Descubrid e investigad, Gehazí,
voz que entre todos podéis juzgar,
la respuesta cierta, medida,
que revela las mentiras más negras-
la virtud clara, difícil,
la ira fingida a voluntad,
para intimidar a un testigo
y mantener en silencio al Tribunal.

Cuidad ahora, Gehazí,
que -en un aparte– nadie hable
en secreto con sus jueces
mientras se esté la vista celebrando.
Pues puede mostrarles -razones
para guardar en secreto alguna cosa
y con sutileza conducir las preguntas
lejos de aquello que hizo.

Vos, espejo de rectitud,
¿qué os aflige en vuestros votos,
qué significa el blanco que nace
de la piel entre las cejas?
Los quistes que brillan y se hunden,
las llagas que se pelan y sangran-
la lepra de Naamán
sobre vos y vuestra descendencia toda?
Levantaos, levantaos, Gehazi,
ajustaos la toga e id.
GehazÍ, Juez en Israel,
leproso blanco como la nieve.

Versión de Luis Cremades

 

 

Las mujeres

De donde la he encontrado mi diversión he tomado;
granuja he sido y en mis tiempos he arrasado,
he tenido mi botín de dulces corazones,
y cuatro entre ellos de primera clase.
Una era una viuda casi casta,
otra, una mujer en Prome,
otra, la mujer de un jefe de cuadras
y es otra una muchacha en donde vivo.

Nada tengo ahora que ver con las mujeres,
pues, llevándolas contigo,
nada puedes decir hasta que las pruebas,
y es, por tanto, muy posible que te equivoques.
Veces hay en que creerás que no hubieses podido,
veces hay en que sabrás que hubieses podido;
pero aquello que aprenderás de la Amarilla y de la Morena
habrá de ayudarte mucho con la Blanca.

Yo era un jovencito en Hoogli,
tímido como una niña al comenzar;
Aggie de Castrer me tomó,
Aggie, lista como el pecado;
mayor que yo, pero la primera-
más parecía una madre-
me enseñó el camino del ascenso y de la paga
y de ella aprendí sobre mujeres.

Me destinaron entonces a Burma,
interino encargado del Bazar,
y me conseguí una nativa pequeña y vivaracha
comprándole a su padre provisiones.
Divertida, amarilla y fiel-
una muñeca en una taza de té-
con honra vivimos, como un matrimonio de verdad,
y de ella aprendí sobre mujeres.

Nos enviaron entonces a Neemuch
(si no hasta hoy la hubiese conservado),
y me junté con una deslumbradora diablesa,
la mujer de un negro en Mhow;
me enseñó la jerga de los gitanos;
era como un volcán,
me apuñaló una noche por haber deseado que fuese blanca,
y de ella aprendí sobre mujeres.

Regresé entonces en barco a casa,
me acompañaba una niña de dieciséis-
una chica de un convento en Meerut,
a ninguna tan recta he visto.
Su problema: el amor a primera vista,
yo no hubiese hecho nada, pues me gustaba demasiado,
pero de ella aprendí sobre mujeres.

De donde la he encontrado mi diversión he tomado,
y debo ahora pagar mi diversión,
pues cuanto de otras mujeres más conoces,
menos sientas con una cabeza;
y el final de todo, sentado y pensando,
y soñando con ver los Fuegos del Infierno;
así que daos por avisados (sé que no lo haréis)
y de mí aprended sobre mujeres.

¿Qué pensó la esposa del Coronel?
Nadie lo supo nunca.
Alguien preguntó a la mujer del Sargento,
y ella les dijo la verdad.
Cuando llegan delante de un hombre.
iguales se hacen como una fila de alfileres-
pues Judy O’Grady y la esposa del Coronel
hermanas son debajo de su piel.

Versión de Luis Cremades

 

 

Si

Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde la suya y por ello te culpan,
si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero admites también sus dudas;
si puedes esperar sin cansarte en la espera,
o ser mentido, no pagues con mentiras,
o ser odiado, no des lugar al odio,
y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.

Si puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro,
si puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo,
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si puedes admitir la verdad que has dicho
engañado por bribones que hacen trampas para tontos.
O mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.

Si puedes arrinconar todas tus victorias
y arriesgarlas por un golpe de suerte,
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir nada de lo que has perdido;
si puedes forzar tu corazón y nervios y tendones
para jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado.
Y así resistir cuando no te quede nada
excepto la Voluntad que les dice: «Resistid».

Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes y no perder el sentido común,
si los enemigos y los amigos no pueden herirte,
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y -lo que es más-, serás Hombre, hijo.

Versión de Luis Cremades

 

 

Una canción en la tormenta    

1914-18

Asegúrate bien de que a tu lado peleen
los océanos eternos, aunque esta noche
el viento en contra y las mareas
nos hagan su juguete.
A fuerza de tiempo, no de guerra,
en medio del peligro nos guiamos:
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca
            en todo tiempo de angustia y también
            en el de nuestra salvación,
            el juego vence siempre al jugador
            y el barco a su tripulación.

De la niebla salen rumbo a la tiniebla
las olas que brillan y se encrespan.
Casi estas aguas sin conciencia se comportan
como si tuviesen alma-
casi como si hubieran pactado sumergir
nuestra bandera debajo de sus aguas verdes:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que pueda verse, etc.

Asegúrate bien, a pesar de que las olas y el viento
en reserva guardan ráfagas aún más poderosas,
que los que cumplimos las guardias asignadas
ni por un instante descuidemos la vigilancia.
Y mientras nuestra proa flotando rechaza
cada carrera frustrada de las olas,
canta, sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se desvele, etc.

No importa que sea barrida la cubierta
y se rompan la arboladura, el maderamen-
de cualquier pérdida podremos sacar provecho
salvo de la pérdida del regreso.
Por eso, entre estos Diablos y nuestra astucia
deja que la cortesía de las trompetas suene,
y que sea bienvenida la descortesía del Destino,
dondequiera que se encuentre, etc.

Asegúrate bien, aunque en poder nuestro
nada quede para dar
salvo sitio y fecha para encontrar el fin,
y deja de esforzarte por vivir,
que hasta que éstos se disuelvan, nuestra Orden se mantiene,
nuestro Servicio aquí nos ata.
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino,
dondequiera que aparezca,
            en todo tiempo de angustia y también
            en el de nuestro triunfo,
            el juego vence siempre al jugador
            y el barco a su tripulación.

Versión de Luis Cremades