Goytisolo, José Agustín

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Barcelona en 1928, en el seno de una familia burguesa donde se respiró siempre un gran ambiente intelectual.

Maestro de la poesía libre, que para él, era la «menos libre de todas si está bien hecha».

Y bien hecha significa «con música interna».

Fue además escritor, traductor y crítico literario, siendo su característica principal una curiosa combinación de nostalgia, humor e ironía.

Falleció trágicamente en 1999.

Alguna noche

Alguna noche -las fogatas eran

de dolor o de júbilo-

la casa te veía desertar.

Te abrías a una vida

distinta, a un mundo

alegre como los ojos de un dios:

voces mayores, fuegos de artificio,

inacabable noche de San Juan

en tu estancia vacía…

El tiempo se agrandaba en los rincones,

se detenía en torno al corazón,

mientras el estruendo proseguía,

lejos, lejos, quién sabe si real.

Después, todo más claro:

los sonidos pequeños, el crujido de un mueble

la lluvia en el desván.

Nueva vida a las cosas, el alba aparecía,

y tú llegabas, amorosamente.

Así…

Algunas veces llego

presuroso, rodeo

tus rodillas, toco

tu pelo. ¡Ay Dios, quisiera

decirte tantas cosas!

Te compraré un pañuelo,

seré buen chico, haremos

un viaje….No sé,

no sé lo que me pasa.

Quiero morir así,

así en tus brazos.

Como la piel de un fruto, suave…

Como la piel de un fruto, suave

a la amenaza de los dientes,

iluminada, alegre casi,

ibas camino de la muerte.

La vida estaba en todas partes:

en tu cabello, sobre el césped,

sobre la tierra que añorabas,

sobre los chopos, por tu frente…

Todo pasó, tal un verano,

sobre tu carne pura y breve.

Como la piel de un fruto, ¡eras

tan olorosa y atrayente!

Cuando todo suceda

Digo: comience el sendero a serpear

delante de la casa. Vuelva el día

vivido a transportarme

lejano entre los chopos.

Allí te esperaré.

Me anunciará tu paso el breve salto

de un pájaro en ese instante fresco y huidizo

que determina el vuelo,

y la hierba otra vez como una orilla

cederá poco a poco a tu presencia.

Te volveré a mirar, a sonreír

desde el borde del agua.

Sé lo que me dirás. Conozco el soplo

de tus labios mojados:

tardabas en llegar. Y luego un beso

repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura

regresaré a la casa lentamente

cuando todo suceda.

Donde tú no estuvieras

Dónde tú no estuvieras,

como en este recinto, cercada por la vida,

en cualquier paradero, conocido o distante,

leería tu nombre.

Aquí, cuando empezaste a vivir para el mármol,

cuando se abrió a la sombra tu cuerpo desgarrado,

pusieron una fecha: diecisiete de marzo. Y suspiraron

tranquilos, y rezaron por ti. Te concluyeron.

Alrededor de ti, de lo que fuiste,

en pozos similares, y en funestos estantes,

otros, sal o ceniza, te hacen imperceptible.

Lo miro todo, lo palpo todo:

hierros, urnas, altares,

una antigua vasija, retratos carcomidos por la lluvia,

citas sagradas, nombres,

anillos de latón, sucias coronas, horribles

poesías…

Quiero ser familiar con todo esto.

Pero tu nombre sigue aquí,

tu ausencia y tu recuerdo

siguen aquí.

¡Aquí!

donde tú no estarías,

si una hermosa mañana, con música de flores,

los dioses no te hubieran olvidado.

El aire huele a humo

A Gabriel Celaya

¿Qué hará con la memoria

de esta noche tan clara

cuando todo termine?

¿Qué hacer si cae la sed

sabiendo que está lejos

la fuente en que bebía?

¿Qué hará de este deseo

de terminar mil veces

por volver a encontrarle?

¿Qué hacer cuando un mal aire

de tristeza la envuelva

igual que un maleficio?

¿Qué hará bajo el otoño

si el aire huele a humo

y a pólvora y a besos?

¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas

a un azar que ya tiene

las suertes repartidas.

El oficio del poeta

Contemplar las palabras

sobre el papel escritas,

medirlas, sopesar

su cuerpo en el conjunto

del poema, y después,

igual que un artesano,

separarse a mirar

cómo la luz emerge

de la sutil textura.

Así es el viejo oficio

del poeta, que comienza

en la idea, en el soplo

sobre el polvo infinito

de la memoria, sobre

la experiencia vivida,

la historia, los deseos,

las pasiones del hombre.

La materia del canto

nos lo ha ofrecido el pueblo

con su voz. Devolvamos

las palabras reunidas

a su auténtico dueño.

El que cuenta las campanadas

El amante de medianoche,

el que ansió que ella le siguiera,

el que cuenta las campanadas

como un enfermo desahuciado;

el que pone cara de cárcel

cuando se mira en el espejo:

es el furtivo que no duerme

acechando a su compañera,

y ella es feliz porque ahora

vive una noche tan inefable

y tan honda como la muerte.

En este mismo instante…

En este mismo instante

hay un hombre que sufre,

un hombre torturado

tan sólo por amar

la libertad. Ignoro

dónde vive, qué lengua

habla, de qué color

tiene la piel, cómo

se llama, pero

en este mismo instante,

cuando tus ojos leen

mi pequeño poema,

ese hombre existe, grita,

se puede oír su llanto

de animal acosado,

mientras muerde sus labios

para no denunciar

a los amigos. ¿Oyes?

Un hombre solo

grita maniatado, existe

en algún sitio. ¿He dicho solo?

¿No sientes, como yo,

el dolor de su cuerpo

repetido en el tuyo?

¿No te mana la sangre

bajo los golpes ciegos?

Nadie está solo. Ahora,

en este mismo instante,

también a ti y a mí

nos tienen maniatados.

Esa flor instantánea

Miedo a perderse ambos,

vivir el uno sin el otro:

miedo a estar alejados

en el viento de la niebla,

en los pasos del día,

en la luz del relámpago,

en cualquier parte. Miedo

que les hace abrazarse,

unirse en este aire

que ahora juntos respiran.

Y se buscan y se buscan

esa flor instantánea

que cuando se consigue

se deshace en un soplo

y hay que ir a encontrar otras

en el jardín umbrío.

Miedo; bendito miedo

que propicia el deseo

la agonía y el rapto,

de los que mueren juntos

y resucitan luego.

Esos locos furiosos increíbles

Llegan apresurados y nunca dicen para qué

ni de dónde proceden

y enseguida te piden dos mil francos

que casi siempre te han de devolver

o te quitan la toalla sin respeto

cuando te estás duchando

se ponen la colonia los polvos el masaje

la loción de tu novio o de tu hija

te arrastran a lugares espantosos o bellos

y ni siquiera piden tu opinión

y beben prodigiosamente se ponen a cantar

en cualquier parte

o arman la del gran dios en un bar miserable

y por motivos nimios

siempre siempre avasallan te compran un sombrero

o unas flores

y un día salen al galope quizá hacia los infiernos

qué desastre.

Señora caballero muchachita asustada

militante de un partido ecologista:

si se tropieza usted con uno de esos

locos furiosos increíbles

no le deje escapar llévelo a casa

son tiernos como niños

a veces tienen frío quién sabe si es porque

les han pegado duro

duermen poco se lavan todo el rato y son muy

besucones y mirones

pero cuidan los libros sacan todas las noches

el cubo de basura a la escalera

y están sólo pendientes de tener siempre

un cenicero al lado.

Tienen por fin el gran inconveniente:

se van mas vuelven pronto

duran toda la vida.

La fuente perdurable

Se estremeció al contacto de las manos

y ofrecía su cuerpo al alfarero

que ella siempre anheló: primero el rostro

después el talle luego las rodillas.

¡Oh sí! Mujer de barro que se vuelve

cántaro de aguamiel vasija húmeda

copa de vino para los desmayos

maceta de albahaca taza honda

cáliz de olor jofaina regalada

pila bajo la fuente perdurable

lamparilla de aceite que alumbrara

noches sin sueño y páginas de un libro

que está por escribir. ¡Oh sí; ser barro!

Barro que ha descubierto a su alfarero.

La noche le es propicia

Todo fue muy sencillo:

ocurrió que las manos

que ella amaba,

tomaron por sorpresa

su piel y sus cabellos;

que la lengua

descubrió su deleite.

¡Ah! detener el tiempo!

Aunque la historia

tan sólo ha comenzado

y sepa que la noche

le es propicia,

teme que con el alba

continúe su sed

igual que siempre.

Ahora el amor la invade

una vez más. ¡Oh tú

que estás bebiendo!

Apiádate de ella,

su garganta está seca,

ni hablar puede.

Pero escucha su herido,

respira la agonía

de un éxtasis y el ruego:

¡no te vayas, no, no te vayas.

¡Quiero beber yo!

La visita

Pasada la hora de las ignominias

los viejos apagaron con tierra las fogatas

las mujeres y niños recogieron las tiendas

los hombres empuñaron el fusil.

La ruta del desierto fue muy dura:

se abrieron paso a tiros en medio de la noche

para no ser esclavos para no ser vendidos

igual que reses en su propio hogar.

Hoy con su pueblo a salvo los guerreros

han vuelto al territorio de la casa invadida

y el enemigo sabe que si alcanza un momento

a ver sus rostros es que va a morir.

¡Oh tú que me censuras pues no escribo

de dioses y me exalto por cosas de la tierra !

conoce a estos hombres: como los inmortales

luchan ardiendo por su libertad.

Las mujeres de antes

En los Paseos junto al mar

en las sillas de mimbre de los bares

reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo

fumando cigarrillos atrevidos y exóticos

vestidas de colores muy decentes

o en lugares cerrados y más íntimos

mirándose al espejo

retocando sus labios y empolvándose

las mujeres de antes parecían irreales

eran como otra cosa algo distinto

pero cuando nos daban caramelos

o las fotografiaban de perfil

todos todos sabíamos que aquello se acababa

que no podía ser

que la hermosa película no iba a continuar siempre

y que la extraña joya que al parecer tenían

escondida en los pliegues del escote

o quizás entre las piernas

iba a volverse pronto mercancía barata

que ellas eran como nosotros

con sus deseos y melancolías

con sus trabajos y su desengaño.

Y entonces ¿para qué fingirse diosas

si ni ellas lo querían

y para qué tanto suspiro absurdo

tanta mano bellísima frotando en solitario

tanto dedo en saliva

si de la fiesta aquella sólo iban a quedar

algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros

llenas de fotos ocres junto a discos partidos?

Le obliga a que la mire…

Es fruto agraz al paladar

y sedoso para los labios

que han conocido su contorno

y percibieron la afluencia.

Ella jugaba aquella noche

cautivada por la ternura

de una voz que a su decisión

sólo dijo: si tú lo quieres…

Ahora le obliga a que la mire,

para que vea lo que es suyo

y lo que luego ha de perder

cuando se aparte de sus ojos.

Llora conmigo, hermano…

Llora conmigo, hermano.

Era mujer y bella. No tenía

nieve sobre los años.

De ella, de mí, de todo

te separaron. Pero el tiempo

te ha devuelto a su abrazo.

A ella y a ti os pregunto

si es posible que todo lo que amé

sea sólo un engaño.

¿Sabéis que espero, a veces,

vuestra voz, y que tengo

los oídos tapados?

¿Sabéis

que niego el pie de vuestros pasos?

Pero no importa. vivo

sobre las ruinas. Amo.

Decidme, sí, decidme,

-aunque no pueda oírlo,

aunque nunca lo crea –

que nada ha terminado.

Nadie está solo

En este mismo instante

hay un hombre que sufre,

un hombre torturado

tan sólo por amar

la libertad. Ignoro

dónde vive, qué lengua

habla, de qué color

tiene la piel, cómo

se llama, pero

en este mismo instante,

cuando tus ojos leen

mi pequeño poema,

ese hombre existe, grita,

se puede oír su llanto

de animal acosado,

mientras muerde sus labios

para no denunciar

a los amigos. ¿Oyes?

Un hombre solo

grita maniatado, existe

en algún sitio. ¿He dicho solo?

¿No sientes, como yo,

el dolor de su cuerpo

repetido en el tuyo?

¿No te mana la sangre

bajo los golpes ciegos?

Nadie está solo. Ahora,

en este mismo instante,

también a ti y a mí

nos tienen maniatados.

Palabras nunca dichas

No sabía decirlas, no podía;

porque jamás las pronunciará antes,

juntas así.

La angustia la mataba,

imposible aguantar aquel anhelo

que era dolor cruel

de tan agudo.

Y las palabras nunca dichas

fueran el único remedio

en aquel trance

que alteraba su cuerpo:

de la piel, hasta lo más profundo.

Con voz rota ella pide:

¡oh tú, por caridad ayúdame

a decirte que… Palabras.

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás

porque la vida ya te empuja

como un aullido interminable.

Hija mía, es mejor vivir

con la alegría de los hombres,

que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada,

te sentirás perdida o sola,

tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán

que la vida no tiene objeto,

que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre sólo, una mujer

así, tomados de uno en uno,

son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti,

cuando te escribo estas palabras,

pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás,

tu futuro es tu propia vida,

tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas,

que les ayude tu alegría,

tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes

junto al camino, nunca digas

no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás

como a pesar de los pesares,

tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección

y este mundo tal como es

será todo tu patrimonio.

Perdóname, no sé decirte

nada más, pero tú comprende

que yo aún estoy en el camino.

Y siempre, siempre, acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

Por rincones de ayer

En lugares perdidos

contra toda esperanza

te buscaba.

En ciudades sin nombre

por rincones de ayer

te busqué.

En horas miserables

entre la sombra amarga

te buscaba.

Y cuando el desaliento

me pedía volver

te encontré.

Se oyen los pájaros…

El alba. Se oyen los pájaros

como perdidos en la niebla;

el silencio sube sus cantos

a la penumbra de la estancia.

El percibe un temblor muy tenue

que estremece la piel que ama

dulce en su ensueño. Muy despacio

la va cubriendo con la sábana

por evitar que se desvele.

Pero unos brazos le envolvían

y se ciñeron a su cuerpo:

eternidad fue aquí lisura

miel y jazmín. Mucho más tarde

aún se oía el cantar los pájaros.

Secreto

Antes yo no sabía

por qué debemos todos

-día tras día-

seguir siempre adelante

hasta como se dice

que el cuerpo aguante.

Ahora lo sé.

Si te vienes conmigo

te lo diré.

Sus horas son engaño

Triste es el territorio de la ausencia.

Sus horas son engaño

desfiguran

ruidos olores y contornos

y en sus fronteras deben entenderse

las cosas al revés.

Así el sonido

del timbre de la entrada significa

que no vas a llegar

una luz olvidada

en el piso de arriba es símbolo de muerte

de vacío en tu estancia

rumor de pasos

cuentas que te fuiste

y el olor a violetas

declara el abandono del jardín.

Y en ese mundo ¿qué debí hacer yo

príncipe derrotado

rey mendigo

sino forzar mis ojos para que retuvieran

aquel inexpresable color miel

suave y cambiante de tus cabellos?

De “Final de un adiós”

Tacto y aire fino…

Toda la noche comenzaba todo,

toda la noche amor.

Toda la noche claridad y vehemencia,

toda la noche amor.

Toda la noche llama contra llama,

toda la noche amor.

Toda la noche fiesta en el espejo,

toda la noche amor.

Toda la noche amándose a sí misma

toda la noche amor.

Toda la noche tacto y aire fino,

toda la noche amor.

Y saluda a su ausencia

Noche de los amantes: la seducen

los momentos que vive. Ahora se mira,

acaricia su cuerpo muy despacio

mientras piensa por Dios que aún es hermosa.

Noche de los amantes; él se acerca,

la abraza por la espalda ante el espejo

y así enlazados van a la vidriera.

Puso la mano ahí: tacto y dulzura.

Noche de los amantes: ella observa

la ciudad ardiente y cree ver su casa

lejos entre otras muchas. Mueve un brazo

y saluda a su ausencia. Y se estremece.