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Bousoño, Carlos

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Boal, Asturias en 1923.

Su adolescencia transcurrió en Oviedo y posteriormente, en Madrid, se doctoró en Filología Romántica. Fue profesor en EE.UU. y conferencista en varias universidades hispanoamericanas. Es crítico, ensayista y autor de diversas obras de investigación literaria.

Fue premio «Fastenrath» y «Premio Nacional de Literatura» en 1977. Es miembro de la Real Academia Española desde 1980.

Autor de varios ensayos y una extensa obra poética en la que se destacan: «Subida del amor» 1945, «Primavera de la muerte» en 1946, «Hacia otra luz» en 1950, «Noche del sentido» en 1957 e «Invasión de la realidad» en 1962.

ALGO EN MI SANGRE ESPERA TODAVÍA…

Algo en mi sangre espera todavía.

Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.

Pero no. Inútilmente yo te llamo.

Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen

donde los tuyos la mañana aquella.

Ven hacia mí. La tierra toda oscila,

se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma

en su secreto puro, si vinieras.

Sin esperanza, entre la luz del día,

mi voz te llama.

El eco. La respuesta.

De “Primavera de la muerte” 1946

ALMA SOLITARIA

Mira los aires, alma solitaria,

alma triste que sola vas gimiendo.

Asciende, sube. Amor te espera.

La cima es alta. Escaso, el aparejo.

Aleteante, temblorosa y blanca,

te veo subir con retenido esfuerzo.

Hoy llega el sol donde hasta ayer la luna.

Llega la luna donde ayer el cierzo.

Al fin la vida con la luz se aclara.

Al fin la muerte con la luz ya se muerto.

¡Cantan las cumbres y los valles! ¡Cantan

los siempre vivos a los nunca muertos!

Cara con cara junto a Dios, escuchas

vibrar los aires y vivir los sueños.

Vida con vida, luz con luz amada,

y cielo, humano, en el amor, con Cielo.

Bajar la luz de amor, la luz de vida

lenta en los aires minuciosos siento.

Fundida luz de Dios con luz del alma.

Qué claridad de pronto. Qué silencio.

AMOR

Íbamos de camino,

mi cariño en sus brisas te oreaba.

Tu cabello llevado entre los céfiros

era también como brisa del alma.

Eras también como brisa en la brisa.

¡Qué claridad rumorosa mis ansias!

¡Oh transparencia vital que encendía

toda mi vida, cual fuego en luz blanca!

De mi alma entonces salía silvestre

el aire fresco de la madrugada.

Allá dentro, por dentro, ¡qué pura

la caricia amorosa del alba!

¡Qué delicadas nubes se encendían

y qué irisadas aguas!

El mundo era el sonido

y en mi interior sonaba.

CAMINO

Aquí estás, camino de siempre,

hacia adelante, rota

la aspiración rosada, luna

que empalidece toda cosa.

Aquí estás y debes andar,

caminar como el agua absorta

por el torcido cauce, altos

los muros rojos, y a deshora.

Como el agua inmóvil transcurres

hacia un lejos, playa remota,

ya confusas historia y pena,

lejana la pena, la historia…

CANCIÓN PARA UN POETA VIEJO

A Vicente Aleixandre

Muy cerca de la vida. Así tu hablar.

Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Azotado del viento y de los años

fuiste la vida, no sus desengaños.

Tu voz sonaba a viento y caracolas,

viejo de luz, hermano de las olas,

Conocimiento fue tu reposar.

Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Llegaste a viejo cual se llega a ser

la luz delgada del amanecer.

La luz delgada del saber callar,

del saber conocer y callar.

Del saber esperar, callar, seguir

hasta las olas del saber vivir.

Hasta las olas del saber amar

profundamente y como es quieto el mar.

Y como es quieto el mar se pone en pie

la insurrección del nunca moriré.

Y así tu ser, escrito en agua y sal

y en viento fue, y en todo lo inmortal.

CORAZÓN PARTIDARIO

Mi corazón, lo sabes,

no está con el que triunfa o que lo espera,

con el juramento mercader

que acecha el buen provecho,

se agazapa, salta sobre la utilidad, que es su querida,

busca ganancia en el abrazo,

obtiene renta de las mariposas y pone rédito a la luz,

cobra recibo por los amaneceres milagrosos,

por cambiante gracia del color

de una invisible rosa apresurada,

dulce y apresurada

como si fuese un hombre o una llama

o una felicidad humana: sí.

Mi corazón no está con el hombre que sabe

de la verdad todo lo necesario

para olvidar el resto de ella,

satisfecho del viento, poderoso del humo,

canciller de la niebla,

rey acaso, pero nunca de sí.

DESDE LA SOLEDAD

Desde aquí, solitario, sin ti, te escribo ahora.

Estoy sin ti y tu vida de mi vivir se adueña.

Yo quisiera decirte que en mi pupila mora

tu figurita tan leve como la luz pequeña.

Nunca supe decirte cómo tu amor es mío,

cómo yo no he mirado la realidad por verte,

y cómo al contemplarte yo me sentí vacío,

y cuánto yo he querido ser para merecerte.

Y cuánto yo he querido ser alcanzar, porque fuese

tu mirada orgullosa de haberme amado un día;

de haberse detenido sobre mí, sobre ese

corazón tan menudo que nadie lo veía.

Corazón tan menudo que tanto has conocido

en su mínimo acento que tu presencia nombra,

y que es dentro del pecho como un leve quejido,

como una mano leve que arañase una sombra.

DESDE LEJOS

Pasa la juventud, pasa la vida,

pasa el amor, la muerte también pasa,

el viento, la amargura que traspasa

la patria densa, inmóvil y dormida.

Dormida, en sueño para siempre, olvida.

Muertos y vivos en la misma masa

duermen común destino y dicha escasa.

Patria, profundidad, piedra perdida.

Piedra perdida, hundida, vivos, muertos.

España entera duerme ya su historia.

Los campos tristes y los cielos yertos.

Sobre el papel escrita está su gloria:

querer edificar en los desiertos;

aspirar a la luz más ilusoria.

DIME QUE ERA VERDAD

Dime que era verdad aquel sendero

que se perdía entre la paz de un prado;

aquel otero puro que he mirado

yo tantas veces con candor primero.

Dime que era verdad aquel lucero

que se incendia casi a nuestro lado.

Di que es verdad que vale un mundo amado

y un cuerpo roto en un vivir sincero.

Di que es verdad que vale haber sufrido

y haber estado entre la mar sombría;

que vale haber luchado, haber perdido.

Haber vencido a la melancolía,

haber estado en el dolor, dormido,

sin despertar, cuando llegaba el día.

EL AMANTE VIEJO

¡Amabas tanto…! Acaso

con amargura, acaso con tristeza

lo dijiste. ¡Amabas tanto! En el espejo

viste tu faz que se iba haciendo vieja,

y tomaste a decir: «…amor…» Soñabas,

y en la alta noche silenciosa y queda,

lejos se oía lento el rumor manso

de un agua que pasaba mansa y lenta.

EL CICLÓN

Tú que me miras, mírame hasta el fondo.

Tú que me sabes, sábeme.

Porque falta muy poco, porque el tiempo

arrecia vendavales

que se llevan ventanas y gemidos,

besos, ruidos de calles,

este silbido agudo que ahora escuchas

en el vecino parque,

las nubes delicadas que se juntan

en los azules gráciles

y el corazón con que me miras hondo

queriendo acariciarme.

Nada puedes hacer. Nada podrías

hacer. Déjate suave.

Es más fácil así. Vayamos juntos,

llevados por el aire,

si envejeciendo en el ciclón horrible,

unidos, esenciales,

mirándonos al fondo de la vida

y viendo allí la imagen

de nuestros cuerpos paseando dulces

por huertos virginales….

Eras tan clara. Junto al aire tanto

te amé…. En la tristeza grave

tú me arrancabas la melancolía

como una espina aguda de la carne;

me acompañabas en las horas puras;

me rozabas tan suave

con tus dedos sutiles, con tu dulce

modo de acompañarme….

(…)Fuiste como una niebla, como un vaho

de amor, como un vapor imponderable

que me envolviese en cálidas vislumbres

las duras realidades,

y que después, pasadas las aristas

crudas, me rodease

y me dijese: -Existes en el mundo.

Ven ya hacia el mundo. Ámame.(…)

EL VIVIR DE LA AMADA

Yo sé que de tu pecho los latidos

están contados. Corazón, haz lento

tu misericordioso movimiento

y leves tus quejidos doloridos

por ese cuerpo, donde mis sentidos

ponen todo su amor, donde me siento

morir a cada golpe ceniciento

de tus redobles graves y oprimidos.

Y tú, ventana de mi amor, aldea

mía de paz, caricia que sestea,

umbral del mundo, amor de cada día.

Dame tu fe, tu claridad, mi estrella,

dime que existe lo que yo sabía

cuando era niño en la ciudad aquella…

ELEGÍA

Te he dicho que los hombres no contemplan

el puro río que pasa,

la dulce luz que invade las riberas

cuando fluye hacia el mar el agua casta.

Te he dicho ayer…Y yo veo ahora

fluyendo dulce hacia la mar lejana,

mientras los hombres ciegos, ciegamente

se embisten con furor de piedra helada.

Con desolada luz vas olvidado,

pero yo te contemplo, agua irisada,

silente amigo, y veo mi figura

triste, mirándose en tus aguas.

Amigo solitario:

esto te digo mientras pasas.

Repite luego mi voz triste

allá en las rocas desoladas.

Porque has de ver tierras estériles

y muertos sin remedio ni esperanza.

EN ESTE MUNDO FUGAZ

Pozo de realidad, nauseabunda

afirmación, nocturno

cerco de sombras. Todo

hasta la muerte. Somos

aciago resplandor insumiso, noche

florecida. Oh miseria

inmortal. Tú, mi alondra

súbita, mi pequeño colibrí delicado,

flor mecida en la brisa,

tú, dichosa, tú, visitada por la luz,

lavada en su jardín que desciende

despacio,

pequeñez tan querida.

Aquí estás resistiendo,

viva, lúcida,

sostenida

en el sacro relámpago,

alumbrada y dichosa

en el trueno.

tú, mi pequeña

rosa encendida siempre,

pétalo delicado,

húmeda nota,

tú, resistiendo aquí.

Tú, resistiendo,

como si fueses basa

columna, catedral,

como si fueses arco,

romana gradería, circo, templo,

como si fueses número,

incorruptible idea,

tú mi pequeña Yutca,

mi pasajera soledad, mi fugaz entusiasmo,

tú, brevedad, caricia.

Tú, con brazos

débiles como flores,

con cintura,

con quebradizo cuerpo,

con delgadez, con ojos,

con espanto, con risa,

con noche a tu mirada,

tú, mi pequeña Yutca,

tú, resistiendo aquí.

ERES FELIZ

Eres feliz. Saber no quieras

lo que brilla en los ojos humanos.

Sonríe tú como mañana fresca,

como tarde colmada en su ocaso.

Porque eres eso, sí: la tarde pura

en que a veces yo mojo mis manos,

en que a veces yo hundo mi rostro.

¡La tarde pura en su placer dorado!

La savia dulce de la primavera,

toda la luz de la tarde en un cántico,

sube entonces feliz y presurosa

desde tu corazón hasta mis labios.

INTRODUCCIÓN A LA NOCHE

1

Con la honda mirada

un día contemplaste

tu honda pasión de ser

en vida perdurable.

Hoy contemplas acaso

con mirada más grave

el parpadeo puro

de la noche sin márgenes;

el sollozo inoíble

de un arroyo aléjandose

en la sombra; la mole

de la noche indudable.

2

Y sin embargo, eres.

Y sin embargo naces

como las hierbas verdes

y los nudosos árboles.

Compruebas con delicia

que existen matorrales,

y tus manos apresan

piedras de aristas grandes.

Saltas sobre los ríos,

subes desde los valles,

cantas desde las cumbres,

vives, existes, ardes.

Contemplas la llanura

crepuscular; renaces

como los campos vivos

que en la aurora son arces,

cañadas y caminos,

prados, riberas, cauces

de amor, donde quisieras

vivirte yolvidarte.

3

Y aquí estás. Aquí pones

tus dos manos tenaces.

Te agarras a las cosas:

maderas, piedras, carnes,

Te aferras a la vida

como el río a su cauce,

cual la raíz de un hondo

vegetal insaciable.

INVASIÓN DE LA REALIDAD

I

Y aquí estás verdadero,

Oh déjame tocarte.

Tu piel en donde pones

un límite a los aires.

Tu don de serte vivo,

tu realidad, me baste.

Dejadme que compruebe

su ser. ¡Oh, sí, dejadme!

II

Dejadme. Yo no quiero

las nieblas pertinaces.

Tras el humo dibuja

su vago ser un valle.

Allá tras la cortina

incierta, hay verdes sauces,

un prado con sus flores

diminutas y suaves.

En la noche terrible

yo soñaba una imagen.

Hela aquí. Son colores:

blancos, verdes, granates.

III

Dejadme con las cosas

también. Son realidades

súbitas que se crean

duras a cada instante.

Emergen con firmeza

cruel. Se satisface

con su presencia misma

dicen: «¡Toma, regálate!»

IV

Regálate. Contempla

la piedra, el cielo, el aire.

Respira entre las luces.

Desciende hasta los cauces.

Toca la piedra. Mira.

Huele la rosa. Sáciate.

Gusta, mira, comprueba,

duele, solloza: sabe.

Ensánchate en el alba.

Al mediodía, ensánchate.

Sube a la tarde y mira

todo en ella ensanchándose.

IRÁS ACASO POR AQUEL CAMINO…

Irás acaso por aquel camino en el chirriante atardecer

de cigarras, cuando el calor inmóvil te impide, como un bloque, respirar.

E irás con la fatiga y el recuerdo de ti, un día y otro día,

subiendo a la montaña por el mismo sendero,

gastando los pesados zapatos contra las piedras del camino,

un día y otro día gastando contra las piedras la esperanza, el dolor,

gastando la desolación, día a día,

la infidelidad de la persona que te supo, sin embargo, querer

(gastándola contra las piedras del camino), que te supo adorar,

gastando su recuerdo y el recuerdo de su encendido amor,

gastándolo

hasta que no quede nada,

hasta que ya no quede nada

de aquel delgado susurro, de aquel silbido,

de aquel insinuado lamento;

gastándolo hasta que se apague el murmullo del agua en el sueño,

el agitarse suave de unas rosas, el erguirse de un tallo

más allá de la vida,

hasta que ya no quede nada y se borre la pisada en la arena,

se borre lentamente la pisada que se aleja para siempre en la arena,

el sonido del viento, el gemido incesante del amor, el jadeo del amor,

el aullido en la noche

de su encendido amor y el tuyo

(en la noche cerrada

de su abrasado amor),

de su amor abrasado que incendiaba las sábanas, la alcoba, la bodega,

entre las llamas ibas abrasándote todo hacia el quemado atardecer,

flotabas entre llamas sin saberlo hacia el ocaso mismo de tu quemada vida.

Y ahora gastas los pies contra las piedras del camino

despacio, como si no te importara demasiado el sendero,

demasiado el arbusto, la encina, el jaramago,

la llanura infinita, la inmovilidad de la tarde

infinita, allá abajo, en el valle de piedra

que se extiende despacio, esperando despacio

que se gasten tus pies, día a día,

contra las piedras del camino.

LA MAÑANA

Errante por la luz, en primavera

recóndita y azul y de oro y grana,

mi corazón recoge esta mañana

todo el amor que llueve en lisonjera

tempestad de frescor. La noche afuera.

Afuera el cierzo y la ansiedad lejana.

Se pone en pie la claridad temprana,

alza sus brazos, yergue su bandera,

grita su luz, avanza arrolladora

por la pradera vencedora y mueve

el árbol todo del espacio ahora.

Todo en el aire, luminoso, llueve,

gira, delira entre la luz sonora,

y allí suspira entre el follaje leve.

LA TRISTEZA

Tal vez el mundo sea bello,

cuando el sol claro lo ilumina,

pero yo sé que hay hombres tristes

como la lluvia gris y fría.

Yo sé que hay hombres sobre cuyas almas

pasó de Dios quizá la sombra un día.

Pasó, y hoy queda sólo ausencia

en donde la tristeza brilla.

Hombres tristes en todos los caminos

con la tristeza pensativa.

Tal vez la aurora sea pura,

el aire delicado, claro el día.

Mas muchos hombres hay como la lluvia

oscura e infinita.

Escúchame, Señor. Mi voz hoy sólo

tiene palabras de melancolía.

Sobre la tarde inmensa cae la lluvia

monótona, fría.

LETANÍA DEL CIEGO

Soy como un ciego…

Rubén Darío

Y tú que tanto amas, tanto ríes,

tanto adivinas y conoces tanto,

¿dónde el escudo para que te fíes,

dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora?

Dímelo o llora y el mirar suprime.

¿Es ya la noche que no tiene aurora?

Dímelo, dime.

Y sin embargo tu vivir empaña

mi vivir con un vaho que es ternura,

que es caliente rumor que me acompaña

la noche oscura.

Y sin embargo con tu mano guías

y a tientas toco lo que apenas veo

y digo acaso para que sonrías

lo que no creo.

Y toco apenas y tu bulto aprendo

y torpe sigo lo que tú me indicas.

Lo que no miro, lo que no comprendo,

tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento

porque lo vea aunque quizá no exista.

Entre la noche de mi pensamiento

dulce es tu vista.

Dulce es tu vista, tu mirar risueño

que mira un llano donde estaba un monte

y que a mi alma de temblor pequeño

llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago

y lo llamaba alegre mar bravío.

Tu generoso corazón es mago.

¡Lo fuese el mío!

De “Noche del sentido” 1957

LETANÍA PARA DECIR CÓMO ME AMAS

Me amas como una boca, como un pie, como un río.

Como un ojo muy grande, en medio de una frente solitaria.

Me amas como el olfato, los sollozos,

las desazones, los inconvenientes,

con los gemidos del amanecer, en la alcoba los dos, al despertar;

con las manos atadas a la espalda

de los condenados frente al muro; con todo lo que ves,

el llano que se pierde en el confín, la loma dulce y el estar cansado,

echado sobre el campo, en el estío cálido,

la sutil lagartija entre las piedras rápidas;

con todo lo que aspiras,

el perfume del huerto y el aire y el hedor

que sale de un apútrida escalera;

con el dolor que ayer sufriste y el que mañana has de sufrir;

con aquella mañana, con el atardecer

inmensamente quieto y retenido con las dos manos para que

no se vaya a despertar;

con el silencio hondo que aquel día, interrumpiendo el paso de

la luz,

tan repentinamente vino entre los dos, o el que invade

la atmósfera justo un momento

antes de la tormenta;

con la tormenta, el aguacero, el relámpago,

la mojadura bajo los árboles, el ventarrón de otoño,

las hojas y las horas y los días,

rápidos como pieles de conejo,

como pieles y pieles de conejo, que con afán corriesen incansables,

con prisa

hacia un sitio olvidado, un sitio inexistente, un día que no existe,

un día enorme que no existe nunca, vaciado y atroz

(vaciado y atroz como cuenca de ojo, saltado y estallado por una

mano vil);

con todo y tu belleza y tu desánimo a veces cuando miras el techo

de la alcoba sin ver, sin comprender,

sin mirar, sin reír;

con la inquietud de la traición también, el miedo del amor y el

regocijo del estar aquí,

y la tranquilidad de respirar y ser.

Así me quieres, y te miro querer como se mira un largo río

que transparente y hondo pasa,

un río inmóvil,

un río bueno, noble, dulce,

un río que supiese acariciar.

MÁS ALLÁ DE ESTA ROSA

(Meditación de postrimerías)

1

Una rosa se yergue.

Tú meditas. Se hincha

la realidad, y se abre, se recoge, se cierra.

Cuando miras, entierras. Oh pompa

fúnebre. Azucena: Relincho

espantoso, queja oscura, milagro. Tú que la melodía

de una rosa escuchaste, sangrienta

en el amanecer cual llamada

de una realidad diminuta,

miras tras ella el hondo

trajinar de otra vida, la esbelta

rapidez con que algo se mueve en la noche

con prisa, como si quisiera llegar a una meta

insaciable. Hay detrás de esta rosa, que yergue

suavemente su tallo, una pululación hecha náusea,

un horrible jadeo,

una ansiedad frenética, un hediondo existir que se anuncia.

Una trompeta dispara

su luz, su entusiasmo sonoro

en el estiércol. ¿Qué dices,

qué susurras, qué silbas

entre la oscuridad, más allá de esta rosa,

realidad que te escondes? ¿Qué melodía

articulas y entiendes y desdices y ahogas,

qué rumor de unos pasos

deshaces, qué sonido

contradices y niegas? La cadencia está dicha,

realizado el suspiro.

El rumor es silencio,

la esperanza, la ruina. Todo silba y espera,

silencioso, engreído,

más allá de esta rosa.

2

Más allá de esta rosa, más allá de esta mano

que escribe y de esta frente

que medita, hay un mundo.

Hay un mundo espantoso, luminoso y contrario

a la luz, a la vida.

Más allá de esta rosa e impulsando su sueño,

paralelo, invertido

hay un mundo, y un hombre

que medita, como yo, a la ventana.

Y cual yo en esta noche, con estrellas al fondo,

mientras muevo mi mano,

alguien mueve su mano, con estrellas al fondo.

y escribe mis palabras

al revés, y las borra.

“Oda a la ceniza” 1967

MUCHACHA DULCE: NO ME AMAS

Muchacha dulce: no me amas.

Tú no conoces mi figura,

mi triste rostro que lejano vela

tu faz borrosa entre la lluvia.

Muchacha dulce: aquí en mis ojos

brilla un otoño que rezuma

oro de amor, de amor por ti que tienes

entre tus manos una aurora púrpura.

Soy como tú. Soy como tú. ¿Me oyes?

¡Soy como tú! ¡Oh, no me escuchas!

Mira, mira mi amor… ¡Cómo me brota

del corazón este alba rubia!

Tómala para ti. Yo no la quiero.

Es para ti. Tómala. Nunca.

Hacia el azul sube amorosa

y allí, tristísima, se alumbra.

MUCHO TE QUISE…

Mucho te quise y con dolor te miro

cuando aquí pasas con tu sueño a cuestas.

Mas para siempre, desde lejos, hondos

mis ojos te recuerdan.

Aquí en la tarde te contemplo

pasar hostil y sin clemencia.

Vas dura con tu sueño amargo y triste.

Ingrato sueño que el amor te veda.

MUJER AJENA

¡Oh realidad sin gozo y sin aurora!

Era la noche entera entre tus brazos.

Yo te tenía y sostenía. Abrazos

nos daba el sufrimiento a cada hora.

Viví contigo una verdad. No llora

quien tiene que vivir tan duros lazos.

Era vivir, abrirse paso a hachazos

en una selva de impasible flora.

Con brazos rotos y partido pecho,

abrirse paso a hachazos. Consumida

así tu vida, amor de mi derecho.

Abrirse paso y ver ya sucumbida

toda esperanza en el sendero estrecho;

cerrado trecho a la cerrada vida.

NOCHE DEL SENTIDO

El olfato no huele, ojo no mira.

Ni gusta lengua ni conoce el seso.

Eso sabemos, corazón que aspira.

Tan sólo eso.

Quién pudiera cual tú mirar tan leve

esta colina que una paz ya toma:

mirar el campo con amor, con nieve:

poder llamarlo fresca luz, paloma.

Quién pudiera cual tú tocar tu mano,

saber que es mano y conocer su sino,

saber tu hueso fatigado, humano,

pensar el viento que en la noche vino.

Saber qué es este ruido, esta nonada,

este grito que nace de un abismo,

de una tristeza tan desconsolada

como el amor que surge de ti mismo.

Saber la luz y conocerla hermosa,

mirar el cuerpo y conocer su brío,

mirar la noche que en la paz reposa,

fuente sellada al pensamiento mío…

Mirarte a ti, mirar a tu ternura

cuando contemplas mi dolor humano

y me suavizas en la noche pura

con la caricia de tu blanca mano…

Quién pudiera decirte amor, abrigo

de mi vivir, y en lenta letanía

llamarte luz, nombrarte viento amigo,

campo feliz y cielo de armonía.

ODA A LA CENIZA (Fragmento)

…Tú, mi compañero,

triste de acontecer,

tú que como yo mismo ansías lo que ignoras y tienes

lo que acaso no sabes,

dame la mano en la desolación,

dame la mano en la incredulidad y en el viento,

dame la mano en el arruinado sollozo, en el lóbrego

cántico.

Dame la mano para creer, puesto que tú no sabes,

dame la mano para existir puesto que sombra

eres y ceniza,

dame la mano hacia arriba, hacia el vertical puerto,

hacia la cresta súbita.

Ayúdame a subir, puesto que no es posible la

llegada,

el arribo, el encuentro.

Ayúdame a subir puesto que caes, puesto que

acaso

todo es posible en la imposibilidad,

puesto que tal vez falta muy poco para alcanzar

la sed,

muy poco para coronar el abismo,

el talud hacia el trueno,

la pared vertical de la duda,

el terraplén del miedo.

Oh, dame

la mano porque falta muy poco

para saltar al regocijo,

muy poco para el absoluto reír y el descanso,

muy poco para la amistad sempiterna.

Dame la mano

Tú que como yo mismo ansías lo que ignoras y

tienes lo que acaso no sabes,

dame la mano hacia la inmensa flor que gira en

la felicidad,

dame la mano hacia la felicidad olorosa

que embriaga,

dame la mano y no me dejes caer

como tú mismo,

como yo mismo,

en el hueco atroz de las sombras.

ODAS CELESTES

No cantaré, no, la tristeza.

No puedo, no. No he de cantarla,

sino alegría que me sube

en una ola dulce y casta.

Me desarraigo de la tierra.

Voy como un sueño sin mañana.

Vivo en el aire, transparente.

Rozo en los vientos las montañas.

¿Quién puede verme sin delirio

como la suave luz del alba,

tocando leve el ancho cielo,

su ancha tersura delicada?

Vedme animar los bosques puros

y susurrar entre las cañas.

Sonido soy tan sólo, dicha

para las verdes, frescas ramas.

PALABRAS DICHAS EN VOZ BAJA

I

No es vino exactamente lo que tú y yo apuramos

con tanta lentitud en esta hora

pulcra de la verdad. No es vino, es el amor.

No se trata, por tanto, de una celebración

esperada, una fiesta

ruidosa, alzada en oros.

No es montañoso cántico.

Es sólo silbo, flor, menos que eso:

susurro, levedad.

II

Y esto empezó hace mucho. Unimos nuestras manos

muy apretadamente para quedarnos solos,

juntos y solos por la senda infinita

interminablemente.

Y así avanzamos juntos por la senda

tenaz. La misma senda, el mismo instante de oro,

y sin embargo, tú marchabas sin duda

siempre muy lejos, atrás, perdida en la distancia

luminosa, diminuta y queriéndome

en otra estación más florida,

en otro tiempo y otro espacio puro.

Y desde el retirado calvero, desde la indignidad arenosa

del madurado atardecer, en que yo contemplaba

tu tempranero afán,

te veía despacio, una vez y otra vez,

sin levantar cabeza en tu jardín remoto,

atareada y obstinada-

mente

¡y tan injustamente!

coger con alegría

las rosas para mí.

PALABRAS EN LA NOCHE

Cecilia, dulce amiga. Hoy yo quisiera hablarte

con la verdad que nace de un corazón pequeño.

Decirte cómo un día yo quise condenarte.

A ti que fuiste sólo la luz para mi sueño.

A ti que fuiste siempre la luz para mi vida,

la luz parada en medio de mi existencia vana,

la luz suave y callada, la luz dulce, esparcida,

valiente en la tristeza, luciente en la mañana.

A ti, blanca presencia del día silencioso,

escala de ternura, licor que yo he bebido.

a ti, prado o colina que esparce su reposo.

A ti a quien tantas veces mi amor ha entristecido.

Decirte, suavizarte, hablarte del rocío,

hablarte de la noche que baja lenta a verte,

cual baja ya tu vida, más dulce al pecho mío,

que quiso un día amarte y vino a deshacerte…

PERO CÓMO DECÍRTELO

Pero cómo decírtelo si eres

tan leve y silenciosa

como una flor. Cómo te lo diré

cuando eres agua,

cuando eres fuente, manantial, sonrisa,

espiga, viento,

cuando eres aire, amor.

Cómo te lo diré,

a ti, joven relámpago,

temprana luz, aurora,

que has de morirte un día

como quien no es así.

Tu forma eterna,

como la luz y el mar, exige acaso

la majestad durable

de la materia. Hermosa

como la permanencia del océano

frente al atardecer, es más efímera

tu carne que una flor. Pero si eres

comparable a la luz, eres la luz,

la luz que hablase,

que dijese “te quiero”,

que durmiese en mis brazos,

y que tuviese sed, ojos, cansancio

y una infinita gana

de llorar, cuando miras

en el jardín las rosas

nacer, una vez más.

REFLEXIONES ÚLTIMAS

Mar en calma. Con energía

desafiante asume el reto

de entender la sabiduría

inmortal de quedarse quieto.

Más allá de pena y de goce,

¡infinitud en que te enrolas!,

el corazón, al fin, conoce

la ciencia de no tener olas.

La ciencia en que no vuela un ave

ni se escucha un sonido leve.

(Luego, sin nadie, el sueño grave.

Sin nadie, la estepa, la nieve.)

RELOJ DE ARENA

A Emilio Lorenzo

Un diálogo consigo mismo es lo que consigue el hombre

al atardecer,

contemplando el reloj de la arena que cae.

Un monólogo, una susurrante confidencia,

un murmullo apenas inteligible donde se desmorona el

pasado

continuamente, perezosamente deleznable, con lentitud

cruel, con perversa demora.

Cae la arena despacio por el diminuto agujero,

el esplendor de la vasta mañana.

La luz del sol, indolente, infinita, cae.

Cae el amor, desolado, indirecto.

La atroz verdad convertida en sí misma,

la enormidad de una pequeña causa,

por el conducto mínimo,

inverosímilmente.

El horizonte interminable, la playa desierta.

Sobre mí que medito en la sombra

va cayendo muy leve, pausada

lluvia imperceptible:

una lluvia lenta de polvo exquisito

que con tacto y sutil cortesía

pone extraño, enigmático el mundo.

Polvo gris donde había otra cosa,

tan pequeña, y aún la sigues pidiendo.

Donde había una mano, una rosa.

REMEMORACIÓN DE INCIDENTES

En una cueva de la memoria, en su larga llanura oxidada,

en su estéril cardenillo verdoso, en su desolado atardecer,

lento y un poco oscurecido como si fuese ya tarde,

como si nacer no hubiera sido posible

aquel remoto día, perdido en el confín;

e imposible fuese asimismo

el otro amargo día, no puedo decirte su nombre,

algo ladeado y ya en las afueras de súbito,

en el suburbio y el terrible descampado de súbito,

lívidamente azul de pronto;

con tazas desportilladas, abanicos devorados por la ansiedad,

relicarios de madera envejecida, espejos,

miserables espejos de azogue saltado, horrendos maniquíes

sin cabeza, emisarios inmóviles de más allá del río

solitario, emisarios sin brazos y sin cabeza, inmóviles,

y por eso no pueden sonreír;

y todo subía como una marea feroz por la memoria cárdena,

y todo subía amargamente cárdeno por el recuerdo de una noche,

trepaba por la penosa rememoración, por el jadeante ascender y acordarse

de una noche, saliendo de la sombra, un momento tan solo;

reconstruir aquella adoración

hecha de pétalos, de palabras y polen de palabras, de

cansancios o incrustaciones lamentables, quejidos,

de quemaduras y desolaciones

junto a un andén que no llegaba nunca como si fuese un tren,

un tren de súbito como si fuese aquella adoración.

Y todo en la memoria se retorcía agitado por el vendaval,

como un gran bosque movido por la ira de un huracanado renacer.

El parto terrible de la memoria era el viento,

la noche terrible de la memoria se llamaba aquilón.

Todo vibraba y era movido por una propagación llameante

que fulguraba en medio de la tempestad y se extendía y encrespaba en la música,

vibraba entre los acordes de una multitud de guitarras,

sonando en el estruendo de un día terso y limpio, destrozado

tan secamente como un espejo en una habitación.

Ay, en la oscuridad, atenazados por el deseo

dos cuerpos se buscaban a tientas como si fuese posible vivir,

como si la verdad existiese en la tiniebla oscura

y hubiese que buscarla apretando una carne duramente,

y hubiese que buscarla atravesando duramente la interminable oscuridad

de una carne, toda una noche larga, y más allá quebrase ya una luz:

el alba hermosa y pura donde todos

existen otra vez,

salvados y otra vez, vivos, salvados…

…Y he aquí que nosotros, aún no salvados, vivos,

golpeamos la sombra, en medio de la noche…

SALMO DESESPERADO

Como el león llama a su hembra, y cálido

al aire da su ardiente dentellada,

yo te llamo, Señor. Ven a mis dientes

como una dura fruta amarga.

Mírame aquí sin paz y sin consuelo.

Ven a mi boca seca y apagada.

He devorado el árbol de la tierra

con estos labios que te aman.

Venga tu boca como luz hambrienta,

como una sima donde un sol estalla.

Venga tu boca de dureza y dientes

contra esta boca que me abrasa.

Tengo amargura, brillo como fiera

de amor espesa y de desesperanza.

Soy animal sin luz y sin camino

y voy llamándola y buscándola.

Voy oliendo las piedras y las hierbas,

voy oliendo los troncos y las ramas.

Voy ebrio, mi Señor, buscando el agrio

olor que dejas donde pasas.

Dime la cueva donde te alojaste,

donde tu olor silvestre allí dejaras.

Queriendo olerte, Dios, desesperado

voy por los valles y montañas.

SALVACIÓN DE LA VIDA

Ven para acá. Qué puedes decir. Reconoces

tácitamente a la aurora.

El aire se ensancha en irradiaciones o en círculos

y todo queda listo para una eternidad que no llega.

Yo y tú y todos los otros sumados,

enumerados, descomponemos el atardecer,

mas la fuerza de nuestro anhelo es una victoria levísima.

Somos los herederos de una memoria sin fin.

Se nos ha entregado un legado de sueño

que nos llega a las manos desde otras manos y otras

que se sucedieron con prisa.

Llevemos

sin parsimonia nuestra comisión delicada.

Pongamos

más allá de nosotros, a salvo de la corrupción de la vida,

nuestro lenguaje, nuestros usos, nuestros vestidos,

la corneta del niño, el delicado juego sonoro,

la muñeca, el trompo, la casa.

SALVACIÓN EN LA PALABRA

A Jorge Guillén

1

Dejad que la palabra haga su presa lóbrega,

se encarnice en la horrenda miseria

primaveral, hoce del destino, cual negra teología corrupta.

Súbitas, algunas formas mortales,

dentro del soplo de aire

permanente e invicto.

La palabra del hombre, honradamente

pronunciada, es hermosa, aunque oscura,

es clara, aunque aprisione

el terror venidero.

Hagamos entre todos la palabra

grácil y fugitiva que salve el desconsuelo.

…Como burbuja leve la palabra

se alza en la noche, y permanece

cual una estrella fija entre las sombras

2

Y así fue la palabra

ligero soplo de aire

detenido en el viento,

en el espanto,

entre la movediza realidad y el río

de las sombras. Ahí está detenida

la palabra vivaz, salvado este momento único

entre las dos historias.

…De pronto el caminar fue duradero

y el hombre inmortal fue,

y las bocas que juntas estuvieron

juntas están por siempre.

Y el árbol se detuvo en su verdor

extraño, y la queja

ardió en una zarza

misteriosa.

3

Allí estamos nosotros.

Allí dentro del hálito.

Tú que me lees estás allí

con un libro en la mano.

Y yo también estoy.

Tú de niño, cual hombre, como anciano,

estás allí.

Tu corazón está con su amargura,

ennoblecido y muerto.

Y vivo estás.

Y hermoso estás.

Y lúcido.

4

Todo se mueve alrededor de ti.

Cruje el armario de nogal, salpica

el surtidor del jardín.

Un niño corre tras una mariposa.

Adolescente, das tu primer beso

a una muchacha que huye.

Y huyendo así, huye nada,

quieto en el soplo tenue.

5

Y así fue la palabra entre los hombres

silenciosa, en el ruido

miserable

y la pena,

arca donde está el viento detenido

y suelto,

acorde suspendido y desatado,

leve son que se escucha

como más que silencio, en el reposo

de la luz, de la sombra.

Así fue la palabra,

así fue y así sea

donde el hombre respira,

porque respire el hombre.

SOSTÉNME TÚ

Sosténme tú… Sosténme en esta espuma,

en tan dudosa espuma, en tan extraño

vivir; en este sueño, en este engaño,

en esta incertidumbre, en esta bruma…

Pero me voy. Callada, cierta, suma,

me espera la deidad del rostro huraño,

y lentamente del vivir me extraño.

Hacia otra ley mi cuerpo que se esfuma.

Y tú, campo de amor… Y tú, levanta

tus ojos ciegos. Mírame de frente.

Yo no soy yo. Mi cuerpo ya me espanta.

Mírame bien. No soy aquél. Enfrente

está ya el mar. No soy, no soy… no canta

nada. No soy… Amor, escucha, tente…

SUBIDA DEL AMOR

Mira los aires, alma solitaria,

alma triste que sola vas gimiendo.

Asciende, sube. Amor te espera.

Dios te espera en la cima de tu vuelo.

Aleteante, temblorosa y blanca

te veo subir entera entre los vientos.

Te vas dorando. Solar eres.

Clara y solar sobre los cielos.

Alma sola de Dios junto a su rostro,

rostro de luz que cubre el firmamento.

Inmensa estás tocada en luz naciente.

Inmensa estás la luz de Dios bebiendo.

Cara con cara junto a Dios, contemplas.

Cara con cara yo te veo.

Vida con vida, luz con luz,

cielo con cielo.

Luz de amor, luz de vida

lenta en los aires bajar siento.

Fundida luz de Dios con luz del alma.

¡Oh claridad en el silencio!

TÚ Y YO

Tú y yo, los dos, bajo la luz del día,

bajo la luz que dura en lo inocente,

¡Oh, sí, los dos, bajo la luz riente

queremos ser! Queremos… Yo querría.

Contra la sombra o la melancolía,

contra las injusticias del presente,

quién te tuviera siempre, siempre… ¡Tente

amor pequeño, campo de alegría!

Y aquí los dos mirándonos. sin vernos.

Aquí los dos hablando. Sin oírnos.

Buscándonos a tientas. Sin tenernos.

Y el tiempo ya empujándonos a un irnos

inacabable. No podemos sernos

jamás. Entrando siempre en el morirnos.

VALE LA PENA

Vale la pena, vale la condena

contemplar en la tarde que se inclina

a poniente la paz de esta colina,

dulce en la hora de la luz serena.

Vale la pena contemplar tu pena,

aunque me duele como aguda espina,

vale la pena noche que avecina

su rostro duro y su tenaz cadena.

Vale la pena el alentar, la vida,

vale la pena el río con tu llanto,

vale la pena la amistad mentida,

la luz mentida, el verdadero espanto,

la noche negra de la atroz partida,

y tu amargura que me importa tanto…

VEN HACIA MÍ…

Algo en mi sangre espera todavía.

Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.

Pero no. Inútilmente yo te llamo.

Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen

donde los tuyos la mañana aquella.

Ven hacia mí. La tierra toda oscila,

se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma

en su secreto puro, si vinieras.

Sin esperanza, entre la luz del día,

mi voz te llama.

El eco. La respuesta.

VERDAD, MENTIRA

Con tu verdad, con tu mentira a solas,

con tu increíble realidad vivida,

tu inventada razón, tu consumida

fe inagotable, en luz que tú enarbolas;

con la tristeza en que tal vez te enrolas

hacia una rada nunca apetecida,

con la enorme esperanza destruida,

reconstruida como el mar sus olas;

con tu sueño de amor que nunca se hace

tan verdadero como el mar suspira,

con tu cargado corazón que nace,

muere y renace, asciende y muere, mira

la realidad, inmensa, porque ahí yace

la verdad toda y toda tu mentira.

Y TU AMARGURA QUE ME IMPORTA TANTO…

Y tu amargura que me importa tanto

vale la pena. Vale el mundo todo:

vale la piedra oscura, el sucio lodo,

y la pureza con su turbio manto.

Aquí estamos los dos. Vale el quebranto

en el que tantas veces yo me acodo;

vale la pena el ir codo con codo

en el huir de un carcelero espanto.

Vale la pena negra desbandada

por la llanura que no tiene ocaso.

Vale la pena, vale la jornada.

Vale la pena ese final, acaso,

de una noche infinita, abandonada

en el hondón de un sideral fracaso.

Y TÚ QUE TANTO AMAS…

Y tú que tanto amas, tanto ríes,

tanto adivinas y conoces tanto,

¿dónde el escudo para que te fíes,

dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora?

Dímelo o llora y el mirar suprime.

¿Es ya la noche que no tiene aurora?

Dímelo, dime.

Y sin embargo tu vivir empaña

mi vivir con un vaho que es ternura,

que es caliente rumor que me acompaña

la noche oscura.

Y sin embargo con tu mano guías

y a tientas toco lo que apenas veo

y digo acaso para que sonrías

lo que no creo.

Y toco apenas y tu bulto aprendo

y torpe sigo lo que tú me indicas.

Lo que no miro, lo que no comprendo,

tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento

porque lo vea aunque quizá no exista.

Entre la noche de mi pensamiento

dulce es tu vista.

Dulce es tu vista, tu mirar risueño

que mira un llano donde estaba un monte

y que a mi alma de temblor pequeño

llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago

y lo llamaba alegre mar bravío.

Tu generoso corazón es mago.

¡Lo fuese el mío!

Y YO TE QUISE MÁS…

Yo iba contigo. Tú, con tristes ojos

parecías la tarde en la mañana.

Mi amor, al verte triste, atardecía.

Atardecía, pero alboreaba.

Pues yo te quise más. Para alegrarte,

la luz del mundo celebré más ancha.

Y mi alma entonces exhaló el perfume

agreste y fresco que madruga y canta.

Como el jilguero su garganta oprime

en donde suena una experiencia humana,

se escuchaban arrullos, liras, voces,

y tambores, venturas, violas, arpas.

Y el mundo era el sonido no vivido

que en mi interior vivía y resonaba.

Boscán, Juan

Juan Boscán (España, 1490 – 1542)

A LA TRISTEZA

Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo,
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.
¡Oh tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.

No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.
Pero di,
ya que estó en tu compañía:
¿Cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?

Que el placer de verte en mí
no hay remedio para echallo.
¿Quién jamás estuvo así?
Que de ver que en ti me hallo
me hallo que estoy sin ti.
¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú heciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!

Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.

CAPÍTULO

…Era este tu cuerpo, el cual yo viendo,
tan grande era mi miedo y mi deseo
que moría entre yelo y fuego ardiendo.

Pues ya de tu alma si escribir deseo,
tanto he de andar por lo alto rodeando
que habrá de ser perderme en el rodeo.

Andaré pues, así como trazando
las  figuras por sí, sin las colores
la obra por mis fuerzas conformando.

No basta amor, ni bastan los amores,
a levantar tan alto mi sentido
que muy bajos no queden mis loores.

El saber de tu alma es infinido:
¿cómo podré de vista no perdelle,
con este mi entender que es tan finido?

harto será de lejos sólo velle;
y aun este ver será en mí tan confuso
que su bulto veré sin conocelle.

El cielo acá en el mundo te dispuso
con obra tal que, al tiempo que te hizo,
el bien que en él pusieron en ti puso…

COMO AQUEL QUE EN SOÑAR GUSTO RECIBE

Como aquel que en soñar gusto recibe,
su gusto procediendo de locura,
así el imaginar con su figura
vanamente su gozo en mí concibe.

Otro bien en mí, triste, no se escribe,
si no es aquel que en mi pensar procura;
de cuanto ha sido hecho en mi ventura
lo sólo imaginado es lo que vive.

Teme mi corazón de ir adelante,
viendo estar su dolor puesto en celada;
y así revuelve atrás en un instante

a contemplar su gloria ya pasada.
¡Oh sombra de remedio inconstante,
ser en mí lo mejor lo que no es nada!

DULCE SOÑAR

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.

Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.

¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras, si vinieras tan pesado,
que asentaras en mí con más reposo!

Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.

EL RUISEÑOR QUE PIERDE SUS HIJUELOS

Cual suele el ruiseñor entre las sombras
de las ahojas del olmo o de la haya
la pérdida llorar de sus hijuelos,
a los cuales sin plumas aleando
el duro labrador tomó del nido;
llora la triste pajarilla entonces
la noche entera sin descanso alguno,
y desde allí, do está puesta en su ramo,
renovando su llanto dolorido,
de sus querellas hincha todo el campo.

EN LA HUERTA NASCE LA ROSA…

En la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río
limones coge la virgo:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Limones cogía la virgo
para dar al su amigo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

GARCILASO, QUE AL BIEN SIEMPRE ASPIRASTE…

GarciIaso, que al bien siempre aspiraste,
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste;

dime: ¿Por qué tras ti no me llevaste,
cuando desta mortal tierra partiste?
¿Por qué al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras.

Que, o quisieras honrarme con tu lado,
o, a lo menos, de mí te despidieras,
o si esto no, después por mí tornaras.

GRAN TIEMPO FUI DE MALES TAN DAÑADO…

Gran tiempo fui de males tan dañado,
por el dañado amor que en mí reinaba,
que a sanos y a dolientes espantaba
la vista de un doliente tan llagado.

Conveníame andar siempre apartado,
según de mí la gente se apartaba,
y aquello en que más yo me reposaba
era hartarme de ser desdichado.

Vime sano después en un momento,
y vueltos en placer los males míos;
miraban todos esta salud mía

con un maravillado sentimiento,
como al ciego miraron los judíos
espantados de velle como vía.

LA AUSENCIA

Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas.

Que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló,
no por eso serán mejor curadas.

MUY GRACIOSA LA DONCELLA…

Muy graciosa es la doncella,
¡cómo es bella y hermosa!

Digas tú, el marinero
que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero
que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico
que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.

NUNCA DE AMOR ESTUVE TAN CONTENTO…

Nunca de amor estuve tan contento,
que en su loor mis versos ocupase:
ni a nadie aconsejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.

Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.

¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;

mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».

QUÉ HARÉ QUE POR QUEREROS…

¿Qué haré, que por quereros
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros?

Yo no sé con vuestra ausencia
un punto vivir ausente,
ni puedo sufrir presente,
señora, tan gran presencia.

De suerte que, por quereros,
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros.

SI EL CORAZÓN DE UN VERDADERO AMANTE…

Si el corazón de un verdadero amante,
y un continuo morir por contentaros,
y un extender mi alma en desearos,
y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,
satisfecho y contento con miraros,
y un derramar mis pasos por buscaros,
preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,
en hablándoos, sin más, luego turbarme,
con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme
con público pregón a morir presto,
la culpa es vuestra y el dolor es mío.

Benítez Reyes, Felipe

Poeta, novelista, traductor y ensayista español nacido en Rota, Cádiz, en 1960.
Autor de una vasta obra que abarca todos los campos de la literatura, está considerado como una de las voces más influyentes del panorama literario español. Ha sido incluido en las más importantes antologías, gracias a su excelente dominio del lenguaje, que abarca desde  el neosimbolismo de su primera época  hasta la gran versatilidad de sus trabajos poéticos posteriores.
Ha obtenido entre otros, los premios Luis Cernuda, Ojo Crítico, Fundación Loewe, Premio de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 1994 por «Vidas improbables».
Parte de su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones:
«Paraíso manuscrito» en 1982, «Los vanos mundos» en 1985, «La mala compañía» en 1989, «Poesía» en 1992, «Sombras particulares» en 1992,
«Paraísos y mundos» en 1996, «El equipaje abierto» en 1996 y «Escaparate de venenos» en el año 2000. Continue reading

Bengoechea, Javier de

Poeta español nacido en Bilbao en 1919.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, ha dedicado gran parte de su vida a la literatura destacándose como crítico de arte y de teatro en la prensa y revistas destacadas de su país.
Obtuvo inicialmente el accésit del Premio Adonais en 1950 y luego el mismo premio en el año de 1955.
De su obra poética se destacan: «Habitada claridad» en 1951, «Hombre en forma de Elegía» en 1956 y «Fiesta nacional» en 1959. Continue reading

Bécquer, Gustavo Adolfo

Poeta español nacido en Sevilla en 1836 y fallecido en Madrid en 1870.
Es uno de los grandes poetas románticos del siglo XIX. Sus rimas suponen el punto de partida de la poesía moderna española. Se inició en el arte pintando al lado de su padre y hermano, pero la abandonó en 1854 cuando se dedicó por completo  a la literatura.
Autor también de «Historia de los templos de España» y «Cartas literarias a una mujer».

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Barral, Carlos

Poeta, prosista y editor español nacido en 1928 en la ciudad de Barcelona.
Después de licenciarse en Derecho en 1950, se dedicó a impulsar la empresa editorial fundada por su familia, convirtiéndola en una de las más importantes del continente europeo.
Perteneció al grupo de los años cincuenta junto a Gil de Biedma, Joan Reventós y Alberto Oliart, dedicados a fomentar la poesía social.
En 1952 publicó su primer libro de poemas «Las aguas reiteradas», al que siguieron, «Metropolitano» en 1957, «19 Figuras de mi historia civil» en 1961 y «Usuras y figuraciones» en 1973.
En 1988 obtuvo el Premio Comillas de Tusquets Editores en la categoría Memorias por su obra «Cuando las horas veloces».
Fue además senador por Tarragona en 1982 y  parlamentario  por el Partido Socialista Español.
Murió en Barcelona en 1989. Continue reading

Azúa, Félix de

Poeta, novelista y ensayista español nacido en Barcelona en 1944.
Licenciado y doctorado en Filosofía, profesor de Estética y colaborador habitual del diario
El País, fue conocido gracias a su inclusión en la antología Nueve novísimos poetas españoles
de 1970. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria en 1968, El velo en el rostro de Agamenón en 1971, Lengua de cal en 1972 y Farra en 1973. Su poesía completa está reunida en el volumen Poesía 1968-1989.
Escritor experto en todos los géneros, ha obtenido grandes éxitos con las novelas Historia de un idiota contada por él mismo en 1986, Diario de un hombre humillado en 1987 por el que obtuvo el Premio Herralde, Demasiadas preguntas en 1994 y Momentos decisivos en
el año 2000.
De sus ensayos, deben  destacarse Los ensayos de Baudelaire en 1978, La Venecia de Casanova en 1990  y La invención de Caín, en el que ha reunido la mayoría de sus escritos sobre ciudades y ciudadanos, sobre las urbes y sobre algunos urbanistas. Continue reading

Azcoaga, Enrique

Poeta, ensayista, novelista y crítico literario español nacido en  Madrid en 1912.
Cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios, ocupándose luego en viajar por diferentes pueblos españoles para difundir la cultura y el arte. Trabó amistad con Miguel Hernández compañero de poesía, quien produjo en él uno de los impactos más determinantes de su vida literaria.
El período de los años 1936-1939 fue para él, como para todos los españoles, un paréntesis dramático. Viajó a Argentina donde residió por varios años, regresando luego a su patria donde  se siguió ocupando de su tarea literaria.
De sus obras, se destacan: «Línea y acento», «La piedra solitaria» en 1942, «El canto cotidiano» en 1951, «Dársena del hombre» en 1957, y finalmente, «España es su sabor»
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1933.
Falleció en 1985. Continue reading