Author Archives: Javierpah

Bonnett, Piedad

Reseña biográfica

Poeta, dramaturga y traductora colombiana nacida en Amalfi, Antioquia, en 1951.
Es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes, donde ocupa la cátedra de Literatura  desde 1981.
Por su primer libro de poesía «De Círculo y Ceniza» publicado en 1989,  recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz.
En 1996 publicó «Ese animal triste» con el que se reafirmó como una de las voces más representativas de la poesía colombiana contemporánea. Fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía otorgado por Colcultura en el año de 1994 por «El hilo de los días».
Entre sus publicaciones también se destacan: «Nadie en casa» en 1994, «Todos los amantes son guerreros» en 1998 y «Tretas del débil en 2004».

A LO LEJOS

No insistas. Alguien allá a lo lejos está matando el sueño.
Alguien destaza el corazón del tiempo.
Alguien allá a lo lejos acaba con él mismo.

ABISMOS

Porque eres ave que girando en rebeldía
desafía la bruma
la ardua noche
haciéndola más honda y más oscura
y más inmenso el mar
porque eres nave y náufrago a la vez
sin velas y sin anclas
solitario
profanador de todos los confines
potro de sombras desbocado y dulce
para la libertad
y el cielo galopante
hecho de vientos y hecho de huracanes
y sin embargo calmo como el agua
de misteriosos y profundos lagos
porque extraviado pero indiferente
como un rey agraviado deambulas
por los caminos de un imperio en ruinas
porque eres un reloj sin manecillas
un bello loto sobre los pantanos
porque te vi sonriendo en tus orillas
cayendo voy
errática y ardida
en tus oscuros mundos abismales.

“Círculo y Ceniza”

AHORA

Me has enseñado a respirar
Juan Gelman

Porque ahora paso mi mano sobe el envés de las hojas y sé leer su alfabeto
y si cierro los ojos oigo correr un río y es tu voz que despierta

porque mi cuerpo comienza ahora en ti y acaba más allá de la lluvia
donde alcanzan tus brazos y el miedo acuartelado no vigila

y sé llamar las cosas
de modo que éstas salten se desnuden
y todo sea reciente
para mis ojos que aman en tus ojos

porque en mi llanto crecen blandas plantas carnívoras
y mi sangre palpita como una iguana abierta

porque ahora mi cuerpo recupera sus partes
y nace una piel nueva que derrota el verano

porque me has enseñado a respirar.
AHORA QUE YA NO SOY MÁS JOVEN

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavía no te he conocido?

ARMONÍA

Oye cómo se aman los tigres
y se llena la selva con sus hondos jadeos
y se rompe la noche con sus fieros relámpagos.
Mira cómo giran los astros en la eterna
danza de la armonía y su silencio
se puebla de susurros vegetales.
Huele la espesa miel que destilan los árboles,
la leche oscura que sus hojas exudan.
El universo entero se trenza y destrenza
en infinitas cópulas secretas.
Sabias geometrías entrelazan las formas
de dulces caracoles y de ingratas serpientes.
En el mar hay un canto de sirenas.
Toca mi piel,
temblorosa de ti y expuesta a las espinas,
antes que el ritmo de mi sangre calle,
antes de que regrese al agua y a la tierra.

“Círculo y Ceniza”

ASEDIO

“Si te ponen miedo mis ojos ausentes, mis ojos noctámbulos,
mis ojos dementes…”
León de Greiff

No me culpes.
Por rondar tu casa como una pantera
y husmear en la tierra tus pisadas.
Por traspasar tus muros,
por abrir agujeros para verte soñar.
Por preparar mis filtros vestida de hechichera,
por recordar tus ojos de hielo mientras guardo
entre mis ropas un punzón de acero.
Por abrir trampas
y clavar cuchillos en todos tus caminos.
Por salir en la noche a la montaña
para gritar tu nombre
y por manchar con él los blancos paredones
de las iglesias y los hospitales.
Hay en mí una paloma
que entristece la noche con su arrullo.
Mi noche de blasfemias y de lágrimas.

“Círculo y Ceniza”

CANCIÓN

Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.

“Círculo y Ceniza”

CANCIÓN DEL SODOMITA

Habrá una grandísima peste…
Éxodo, 9,3.

Han izado el amor. Lo están clavando
coronado de ortigas y de cardos.
Le han cortado las manos, han echado
sal y azufre en sus pálidos muñones.
Ah, mi joven amado, el tiempo es breve.
Suenan ya las trompetas e iracunda
la luna enrojecida afrenta al cielo.
Déjame acariciar tu frente ardida en sueños,
contemplar para siempre tus párpados violeta.
Deja que desanude mi deseo,
que coloque la palma de mi mano
sobre la rosa hirviente que florece en tu pecho.
Ah, mi joven amado que duermes mientras huye
la multitud con un largo sollozo:
una lluvia de sangre cae sobre Sodoma.
Dame tus muslos blancos, tu axila, el dulce cuello,
antes de que en silencio se deslice
el ángel con su espada de exterminio.

“El hilo de los días”

CANCIONES DE AUSENCIA
1

Aquí dijiste…

Aquí díjiste:
“son hermosos
los ojos húmedos de los caballos”.
Y aquí: “me encanta el viento”.
Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.
Y te amo en la baldosa que pisaste,
en la mesa de pino
que aún guarda la caricia de tu mano,
en el estropeado cigarrillo
olvidado en el fondo de mi bolso.
Recorro cada calle que anduviste
y sé
que amaste este abedul y esta ventana.
Aquí dijiste:
“así soy yo,
como esa música
triste y alegre a un mismo tiempo”.
Y te amo
en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,
en la feliz canción
que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.
En el día aterido
que tú estás respirando no sé dónde.
En el polvo, en el aire,
en esa nube
que tú no mirarás,
en mi mirada
que te calcó y fijó en mi más triste fondo,
en tus besos sellados en mis labios,
y en mis manos vacías,
pues eres hoy vacío
y en el vacío te amo.

2
Ni los sueños…

Ni los sueños, donde tu rostro tiene todas las formas de la dicha.
ni el sol que tanto amo sobre mi cuerpo desnudo,
ni la grata canción del antiguo trovero enamorado,
ni el verso de Darío ni el verso de Quevedo,
ni esta luna que brilla con brillo de alcancía,
ni tu nombre por otros pronunciado,
ni el eco de mis pasos en la inmensa catedral solitaria,
ni el rosal que yo siembro con mis manos y me sangra los dedos,
ni las noches insomnes,
ni tu dulce retrato mentiroso,
ni el tiempo, -ese falsario de mil rostros-
pueden calmar mi pena de no verte.

3
Sólo puedo escribir de amor…

Sólo puedo escribir de amor.
Salgo a la noche
respiro su aire tenso, sé que vivo.
Con su canto monódico me seducen los grillos.
Y es la noche sin ti lo que yo escribo.
En el verso me abstraigo.
y allí el amor es sangre y meteoro,
es la espada que hiere, es sal y madrugada.
Breve es y bello y mentiroso,
y eterno y falso y dulce y verdadero.
Y yo sólo sé hablar de la tormenta
que estalla entre tus besos.
Ebria y multicolor
en anodinas calles la ciudad multiplica
mil rostros pianos y una sola mueca,
y abre sus tristes puertas a la noche.
Todo está allí para que la palabra
aprese un llanto, un árbol, la monstruosa
soledad de sus calles vocingleras.
Y yo tan sólo escribo
de la tarde sin ti y de mi tristeza.

4
La palabra…

La palabra,
-esa hechicera-
me devuelve la forma de tu pecho,
la humedad de tu axila, la sedosa
caricia de tu vello.
La palabra se hace agua, se hace lágrima,
se hace calor, saliva, piel y beso.
La palabra,
loca fabuladora del deseo.
Te exorcisa y a mí vienes volando
con las manos vacías.
Con tu apenas sonrisa
galopas sobre el tiempo.
La palabra,
la dulce mentirosa,
tiende su trampa y yo te recupero.
Tinta.
Letras de tinta.
De tinta la mentira.
Palabras, letras, tinta.
Y tú tan lejos.

“Círculo y Ceniza”

CERTEZA

“Siempre hay paz en la certeza…”
Truman Capote

Hasta el fondo del vaso
desde tu oscuro fondo
caían las palabras
difíciles
amargas
caían como gotas espesas y brillantes
que iba sorbiendo el tiempo

como arena finísima
caían
haciendo un agujero
en mi mano extendida

y cada gesto
era ya para siempre

ideograma de tintas visibles
de un idioma
que iba olvidando mientras lo aprendía

y el instante nacía cada vez
para morir
en memoria y en fuga de presente.

Tenerte era perderte.

No tenerte
es esperar
confiada
que no llegues.

“El hilo de los días”

CONFESIÓN

Para tus ojos
quisiera yo beber el dulce azogue,
y amanecer cubierta de polvo de metales
como una joven faraona muerta.
Robarles su color a los almendros,
y hundiéndome en el lodo feraz de los pantanos
lustrar mi desnudez
para tus ojos.
Recuperar la luz de las espadas
y hacerla batallar en mis pupilas.
Tomarme espléndida
como una esclava etrusca, cuya cabeza calva
perturba el sueño de los mercaderes,
como iracunda araña al sol del mediodía,
como la dentadura feroz de los guerreros,
como el líquido
despertar matutino de las dianas.

( Pero todo esto no es sino literatura
y debo resignarme a sonreírte
sin existir, quizá, para tus ojos. )

“El hilo de los días”

POR EL CAMINO DE TU LENGUA…

Por el camino de tu lengua yo podría llegar
hasta la negra Abisinia
o cabalgar hasta Bengala o Nankin
porque ella es sabia como un viejo maestro que
enseña sobre el cielo
las rutas de los pálidos cometas

porque tu lengua es poderosa como la de la mantis
que da vida y da muerte
y sabe tejer formas como la poesía
y es diestra en lides y ducha en argucias
y canta una canción remota y mágica que invita al extravío

Pero por el camino de tu lengua viajo más hondo
hasta el lugar donde naces gimiendo con un tremor antiguo
y me sientes flotar reciente y húmeda

hasta el origen
donde sueña la bestia su sueño más profundo
y el placer es un banco de peces que relumbra
entre sales marinas

hasta mi centro
donde veo lo que no ven mis ojos cegados por las
luces del mundo
donde no existe la palabra

la torpe mercenaria

EN CONSIDERACIÓN A LA ALEGRÍA

A qué llorar, me digo,
todo estaba previsto
me muerdo las falanges
los asombros por qué
miro la luna
ajena y sola y sobria en su talante
si desde siempre
desde el nacer, desde el morir, y en cada hora
pacientemente crece el hilo, crece,
y también crece la baba del gusano y la piedra
atravesada aquí,
bebo y saludo
y soy cordial con mi vecino ciego
pues no son tiempos estos dados a patetismos,
ni es elegante
exhibir el dolor.

A qué llorar, me digo:
sería
inoportuno con la muchedumbre
que ríe afuera con su risa de siglos.

DEL REINO DE ESTE MUNDO

Hablo
de la muchacha que tiene el rostro desfigurado por el fuego
y los senos erguidos y dulces como dos ventanas con luz,
del niño ciego al que su madre le describe un color
inventando palabras,
del beso leporino jamás dado,
de las manos que no llegaron a saber que la llovizna es tibia
como el cuello de un pájaro,
del idiota que mira el ataúd donde será enterrado su padre.
Hablo de Dios, perfecto como un círculo, y todopoderoso y
justo y sabio.

DESOLACIÓN

Ese sonar de aldabas me levantó del sueño,
sobresaltó mi corazón dormido.
Cuánto ruido trajiste a esta casa:
Qué músicas extrañas,
qué silencios no oídos.
Todos los corredores se poblaron de ti
y olvidaron de golpe su soledad de siglos.
Un aroma de mar invadió las alcobas
y a un día tembloroso se abrieron sus postigos.
Ese sonar de aldabas sobresaltó mi noche,
rompió candados y rompió cerrojos.
No podía saber que cuando el aire
barriera el polvo en todos los rincones
y de olor a manzanas se llenara la huerta,
te marcharías sin sonar de aldabas,
dejando tus silencios
y las puertas abiertas.
“Círculo y Ceniza”

EL FORASTERO

Otra vez ha llegado el arrogante amor sin anuncio
y se ha instalado aquí
donde tu nombre comienza a ser un árbol
que me da sombra con sus siete letras
sin permiso sin prisa -con un rostro tan nuevo
que no conocí sus ojos antiquísimos
sus garras de milano
su paciencia-
ha dado órdenes para que el sol alumbre
y ha clavado su espuela
aquí donde tus ojos me pierden y me ganan
aquí donde tu voz
donde tu mano
lustra la piel de este animal que tiembla
hirsuto y tan hermoso
que ahora es guerrero el sueño al que despierto
mientras la muerte huye
de nuevo estoy a salvo

“Ese animal triste”

INTENTAMOS…

Intentamos.
Alguno descubrió
entre el hollín y el polvo una marmaja,
o en noches muy oscuras un resplandor lejano.
¡Tanto sueño perdido,
tanta esperanza rota,
tanto para tan poco
y tanta pena!
Y apenas unas gotas de miel,
licor ninguno.
Una canción lejana, los retratos
ajados de remotos bisabuelos,
y palabras, palabras astilladas,
palabras mutiladas por el tiempo.
“Círculo y Ceniza”

LABERINTO

Condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.
Por la ventana abierta un olor errabundo
de vida, -¿y tú en que calle?-
un temblor en la luz,
el llanto de algún niño.
Y tus ojos cerrados,
o tus ojos abiertos como dos golondrinas,
y tu mano en el agua o tu mano en tu pelo
o tu mano en el aire con su triste blandura,
-¿y en qué calle tus pasos?-
y yo en sueños atada al hilo de tus sueños,
condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.

“Círculo y Ceniza”

NOCTURNO

La noche, oscura loba, golpea las ventanas
con una lluvia airada.
A lo lejos
un monótono ruido de motores
recuerda la ciudad que se desvela.
Duermen los niños
y se puebla la casa con sus sueños
de campos y caminos soleados.
En el cristal mi rostro indiferente
me devuelve impasible la mirada.
Todo se ha detenido:
el mundo afuera,
las sombras misteriosas y en el libro
el llanto de la pálida muchacha.
Noche inmensa,
noche sin bordes como un mar eterno.
Un pensamiento leve: aquí alguien falta.
Un estremecimiento.
Allá, a lo lejos,
una bocina suena
y en el libro
vuelve a llorar la pálida muchacha.

“Círculo y Ceniza”

RELIQUIAS

Tías siempre observadas
por aquel laberinto de retratos,
con sus piernas de pájaro enredadas
en ovillos de lanas de colores.
Un camafeo guarda los cabellos
que el afán de la muerte ha desteñido.
Tías con manchas grises en las manos
que minuciosamente multiplican
de cojines sus cuartos numerosos,
adormilados en la naftalina.
Tías de labios rojos,
que duermen vigiladas por bandejas de plata.
A todos nos alcanzan sus bufandas eternas,
que esperan un invierno que no llega.

“Círculo y Ceniza”

ROMANCE

Escucha, amor,
¡viene la muerte avisando!
Oye entre las duras piedras
su rumor.
Viene la muerte al galope
silenciosa y embozada.
Calla y en tu corazón
escucharás sus pisadas.
Viene la muerte enredando
en su lanza desalmada
todo lo que va topando.
Viene enredada en la flor,
viene en el sol dominguero.
Calla, amor, calla y escucha,
pues ha hecho nido en mi pecho.
¡Y tus besos derramados,
y tu alma malqueriendo,
y en tu mirada distante
toda la vida latiendo!

Viene la muerte cantando,
viene la muerte avisando:
Oye, amor cruel e inconstante
su rumor.

“Círculo y Ceniza”

SAQUEO

Como un depredador entraste en casa,
rompiste los cristales,
a piedra destruíste los espejos,
pisaste el fuego que yo había encendido.

Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo.
Un cristal me refleja dividida.
Por mi ventana rota aún te veo.
(Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).
Y yo, mujer de paz,
amo la guerra en ti, tu voz de espadas,
y conozco de heridas y de muerte,
derrotas y saqueos.

En mi hogar devastado se hizo trizas el día,
pero en mi eterna noche aún arde el fuego.

“Círculo y Ceniza”

SEÑALES

La luna brilla con ese furor ciego
que es señal inequívoca
de que ha llegado el tiempo fértil del sacrificio.
Huele a la piel rayada de los tigres,
a orquídea que se abre,
al humus que comienza a oscurecer la lluvia.
En un sueño de ríos y serpientes
naufraga la muchacha envuelta en llanto
y sus pechos recientes se estremecen
con un temblor antes desconocido.
La muñeca que abraza tiene los ojos muertos.
Y el ángel de la guarda
marca una cruz con sangre sobre sus muslos blancos.

“El hilo de los días”
SOLEDADES

Exacto y cotidiano
el cielo se derrama como un oscuro vino,
se agazapa a dormir en los zaguanes,
endurece los patios, los postigos,
enciende las pupilas de los gatos.
En las mezquinas calles minuciosos golpean
los pasos de la frágil solterona
que sabe que no hay luz en su ventana.
En el aire hay olor a col hervida
y detrás de la ropa que aporrea la piedra
un canto de mujer abre la noche.
Es la hora
en que el joven travesti se acomoda los senos
frente al espejo roto de la cómoda,
y una muchacha ensaya otro peinado
y echa esmalte en el hueco de sus medias de seda.
Abre la viuda el closet y llora con urgencia
entre trajes marrón y olor a naftalina,
y un pubis fresco y unos muslos blancos
salen del maletín del agente viajero.
Un alboroto de ollas revuelca la cocina
del restaurante donde un viejo duerme
contra el sucio papel de mariposas,
mientras como una red sin agujeros
nos envuelve la noche por los cuatro costados.

“Círculo y Ceniza”

TU NOMBRE

Cuando el dolor ha triturado ya el último hueso de mi noche
y sólo habla el silencio al corazón insomne que hila
y deshila penas y memorias
viene tu nombre hasta mi cuarto a oscuras.
Con un galope seco viene tu nombre abriendo
un camino entre nieblas
instaurando sus voces sus redobles
sus erres que retumban como un grito de guerra
su bronco acento de campana rota.
Tu nombre es tantas cosas:
el recuerdo de un barco que viene de ultramar y sus tercos marinos
el fuego entre la piedra
gota roja
que va tiñendo la pared del alba.
En él puede escucharse la voz de los que creen
con mística implacable y fe colérica.
Pero es también dulzura tu nombre
muro blanco donde mi mano traza los signos del sosiego
lugar donde recuesto mi cabeza.
Entre tu nombre y tú sin embargo un silencio
una grieta nocturna donde anidan los pájaros.

“El hilo de los días”

TU BOCA VIENE A MÍ

Tu boca viene a mí, solo tu boca.
Viene volando,
libélula de sangre, llamarada
que enciende ésta mi noche de ceniza.
Toda la sal del mar habita en ella,
todo el rumor del mar,
toda la espuma.
Boca para los besos dibujada,
donde duerme tu lengua tentadora.
Todo el vino del mundo está en tu boca,
todo el pecado
y la inocencia toda.
Boca que calla y cuando dice, oculta.
Capaz de toda la verdad tu boca,
de toda la verdad y la mentira.
Ríe tu boca y se despierta el día.
(Relámpagos de nieve hay en tu risa).
Como un tropel de potros me atropellan
los besos de tu boca deliciosa;
tu boca, mariposa equivocada,
tu boca ajena que se desdibuja
en mi noche de círculo y ceniza.

Bonifaz Nuño, Ruben

Reseña biográfica

Poeta mexicano nacido en Veracruz  en noviembre de 1923.
Humanista, traductor, investigador, crítico de arte y dibujante, obtuvo la maestría y el Doctorado en Letras en la Universidad Autónoma de México.
Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y Doctor Honoris Causa de varias universidades.
Su obra se encuentra traducida a varios idiomas y ha merecido entre otros, los siguientes premios:
Premio Nacional de Letras 1974
Diploma de Honor  No. 32 del Certamen Capitalino de Roma.
Premio Alfonso Reyes 1984.

A TU PUERTA LLAMÉ, NO ESTABAS…

A tu puerta llamé. No estabas.
Aspas de viaje te arrancaron.
¿Quién volverá cuando regreses?
Viento sin recuerdos, en la noche
se envuelve de inútiles presagios.

Dicen que la vida prosigue.
Entre nieves remotas, luces
que desconozco, abro los brazos
-lazarillos a ciegas-; busco.

Desde aquí, junto a la oreja sorda
amo en secreto, y enmudezco.
Dicen que la vida no perdona.
A tu puerta llego, y sin mirarte,
maravillado te contemplo.

¿Regresaste, vives, te escondiste?
Frente a tu casa silenciosa
-pienso que estás-, no llamo. Espero.
Y pasa la vida, y se detiene.

ÁBRESE EL FUEGO, Y SALTA LA BURBUJA

Ábrese el fuego, y salta la burbuja
metálica de un pez; barre los ojos
una flor instantánea; doble salto
mortal, ensaya el corazón. Amigos,
algo mejor gocemos que un lamento.

Ya, para no caerme, estoy colgado
de tu clavo, alegría; de tu absorto
badajo, de tu azúcar infalible
de mujer conseguida.

Has caminado
de gusto, te has sentado de gusto,
has llorado de gusto hasta reírte.
Eras tuya, y bailabas, y las piernas
no te dolían tanto. Y es domingo.

Escaleras del aire, pan del día,
turquesa el vuelo entre nosotros.

Y de pronto es domingo,
y hay gente, y es de fiesta
y fraterna la gente, y es ahora,
y hay el viaje y la carta recibida
y el intercambio de la contraseña,
y la risa espiral regocijada.

Risa del pobre, cúpula sin suelo
por sí misma orquestándose;
música sin orquesta que la amarre,
deslimitándome, soldándome,
compacta, el dentro y el afuera.

Desde la almendra glandular me encumbras,
desde las cuatro alcobas
cordiales, me trabajas, alegría;
plural jarabe, rosa visitante,
llave de toda cerradura.

Amigos, ha pasado la nocturna
concepción de los cantos, y la víspera
de cristal doloroso, y la semilla,
y está el deleite con nosotros
como vino de suyo madurado.

Y está en las manos el solemne
fulgor; el número premiado
en esta lotería de campanas.

ALBUR DE AMOR

En el vértigo del pozo angélico
gira y echa flor en los desiertos
de la sal, y les procura puertas
y pájaros cálidos y frutos.
Nueva, la carne se acrisola
bajo la estéril costra; humea
la ciudad corrompida: antorchas
y granizo de azufre. Y sigue
la derrota de mis fantasmas
en su remolino de cegueras.

Y en lo que no puede comprenderse
ejerzo ahora las palabras.

Yo, el desterrado; yo, la víctima
del pacto, vuelvo, el despedido,
a los brazos donde te contengo.

De rodilla a rodilla, tuyas,
la palma del tenaz espacio
se endominga y tensa su llamado:
su noble cielo de campanas,
su consumación en la sapiencia,
su bandera común de espigas.

Y el tacto mira, y en sus ojos
se inscriben hechos memorables
a salvo de ayer y de mañana.

Envejece inútil el castigo
a lo lejos, mientras tú, de estrenos,
suavizas tus misterios vírgenes,
la migración de tus arroyos
placenteros, tus racimos trémulos.
Yo errante y vivo, te conozco.

Tú, la estatua blanca, establecida
en el centro que no se muda;
la sal asombrosa del incendio,
el horno sagrado de estar viva.

La ciudad pequeña, tú, mi puerto
de tierra adentro; sembradora
de claros jardines, habitada.

Depuesta por las llamas últimas
sobre las playas de ceniza,
tú, milagro de la estrella fósil,
o pasmo de moldes interiores
en el caracol de tibia púrpura,
o perfecto mascarón de proa
en el tajamar erosionado.

Y con qué exigencias me reclamas;
me enriqueces con qué trabajos;
a qué llamados me condenas.

Cuando un girar de golondrinas
arteriales, se transparenta
por entre estériles desiertos; rige
lo incomprensible en las palabras;
cobra el fruto ansiado de las puertas
con los cerrojos descorridos.

ALGO SE ME HA QUEBRADO ESTA MAÑANA

Para Abril Boliver

Algo se me ha quebrado esta mañana
de andar, de cara en cara, preguntando
por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro
camino a la vejez; tantos remiendos,
nunca invisibles, en la piel del alma.

Yo no entiendo; yo quiero solamente,
y trabajo en mi oficio.
Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, nuestra vida es nuestra.
Pero cuánta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio.

Cómo, entonces,
pensar en platos venturosos,
en cucharas calmadas, en ratones
de lujosísimos departamentos,
si entonces recordamos que los platos
aúllan de nostalgia, boquiabiertos,
y despiertan secas las cucharas,
y desfallecen de hambre los ratones
en humildes cocinas.

Y conste que no hablo
en símbolos; hablo llanamente
de meras cosas del espíritu.

Qué insufribles, a veces, las virtudes
de la buena memoria; yo me acuerdo
hasta dormido, y aunque jure y grite
que no quiero acordarme.

De andar buscando llego.
Nadie, que sepa yo, quedó esperándome.
Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo
y pienso en esta vida que no es bella
ni mucho menos, como dicen
los que viven dichosos. Yo no entiendo.

Escribo amargo y fácil,
y en el día resollante y monótono
de no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en que caerse muerto.

ALGUNA VEZ TE ALCANZARÁ EL SONIDO…

Alguna vez te alcanzará el sonido
de mi apagado nombre, y nuevamente
algo en tu ser me sentirá presente:
más no tu corazón; sólo tu oído.

Una pausa en la música sin ruido
de tu luz ignorada, inútilmente
ha de querer salvar mi afán doliente
de la amorosa cárcel de tu olvido.

Ningún recuerdo quedará en tu vida
de lo que fuera breve semejanza
de tu sueño y mi nombre y la belleza.

Porque en tu amor no alentará la herida
sino la cicatriz, y tu esperanza
no querrá saber más de mi tristeza.

AMAPOLA TRASTORNO…

Amapola trastorno,
exaltación morada, disparate.
Salga lo que saliere.
Y qué estruendo de alas, y qué dulce
lastre sentimental sobre la lengua,
y amistad en las manos, ofrecida
sin ponderar, qué arrebatada.

Comulgar en la música aspereza,
junto al estribo ya, de amanecida,
con mujer desolada, y el rasgueo,
y la última vez, y el aguardiente,
y sollozar a frutas.

Salto, furor de gozo, de pataleo
de quien pide encontrarse,
con la prisa amantísima del ánima
que al fin tocó el fraterno
-ay, engañoso; ay, ay, inconvincente-
universal llamado.

Yo ya me voy. Deslúmbrame
el metal decadente de la barca
que habrá de conducirme. Y el camino.
Porque me voy mañana. Yo me parto.
Vengo a decirte adiós para olvidarte.

Lucen de adentro las canciones
que me vienen de afuera. Si me dieran,
al menos, no morir tan lejos.

-Mexicano el acento desgarrado
de plumas claras y de flores
y me enriquece de arrobadas turquesas-.

Yo sé, yo ya me voy; yo reconozco,
como si me doliera, la indudable
armazón altanera
del halo corporal que me circunda.

Propenso al celo ardiente, y al hipérbaton
sanguíneo y los mercados,
y al encabalgamiento de los ojos
viriles en los pares argumentos
de la media naranja; multiplícanse
ternura por fervor, y el resultado
quema entre sangre y piel y piel desnuda.

Tartamudo, efusivo intraducible
entusiasmo del habla. La recámara
suntuaria y sin pesar de la memoria.
Abierta y enjoyada.
También. Contento. Compañera.

Aunque comience y me sujete
por los tobillos este centro
fijo de rueda de molino.

Me columpio, vuelvo a subir, volteo;
aspa de graves órbitas iguales
recorridas de frente, con ronquidos
de ventarrón en las orejas.

Hélice a al mitad, desmorecida,
nauseosa, mecánica,
bajando al fondo del quedar durmiendo.

AMIGA A LA QUE AMO…

Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmóvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.

Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compañía sin dolor, el vuelo,
guárdate hermosa, joven siempre.

No quiero ni pensar lo que tendría
de soledad mi corazón necesitado,
si la vejez dañina, prejuiciosa
cargara en ti la mano,
y mordiera tu piel, desvencijara
tus dientes, y la música
que mueves, al moverte, deshiciera.

Guárdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
de tus brazos que me enseñas
cuando a solas conmigo te has quedado
desnuda toda, en sombras,
sin más luz que la tuya,
porque tu cuerpo alumbra cuando amas,
más tierna tú que las pequeñas flores
con que te adorno a veces.

Guárdame en la alegría de mirarte
ir y venir en ritmo, caminando
y, al caminar, meciéndote
como si regresaras de la llave del agua
llevando un cántaro en el hombro.

Y cuando me haga viejo,
y engorde y quede calvo, no te apiades
de mis ojos hinchados, de mis dientes
postizos, de las canas que me salgan
por la nariz. Aléjame,
no te apiades, destiérrame, te pido;
hermosa entonces, joven como ahora,
no me ames: recuérdame
tal como fui al cantarte, cuando era
yo tu voz y tu escudo,
y estabas sola, y te sirvió mi mano.

ÁREA SONANTE

Área sonante, ovario
de la noche carnal; abrevadero
insistente y monótono en la arena
del oído terrestre.

Y tocar, hacia dentro, el oleaje
como aquel remotísimo, asilado
en lo vacío de las conchas. Urna,
seda contigua que despliega
en hileras cayendo, una por una,
golpes de espuma deslazada.

Concha de labios húmedos, saliva
en los labios inmensos.

Y yo mismo,

¿qué escalofrío soy, qué gobernado,
-como presa de un águila- deleite?
Y tú desnuda, la que viene,
la desnuda en los bordes de su boca.

Por lo demás, hay cosas
que se comprenden fácilmente:
los relámpagos duros del galope,
los lechos consagrados, la ablandada
mano de las entrañas a rebato,
y un sabor permanente de estar vivos.

Ahora y en lo próximo, corales
tras la puerta sombría; lengua súbita
abre y señala claustros al incesto
de la boca y la oreja, complicadas
en el secreto. Paso de cantiles,
garganta de campana en que te escucho,
latiendo, hacerte y deshacerte.

Y es el vino violeta de tu sangre,
y es tu extensión de leche, y tu sin término
río desenredándose que vuelve
en mí sobre sí mismo, desatando,
regresado de sonoras honduras,
de inconsumibles fondos admitido.

Hora ritual de los cuerpos atentos;
ceremonial donde salvado,
como el hueso en la fruta, me reúno;
como el que no ha nacido,
como en agua materna, respirando
sonido respirado, en el deleite
de oírte sumergido. Está sonando
tu corazón. Ahora está sonando.

Ahora y en lo oscuro. Y llovedizas
plumas innumerables se desgarran,
y sal y tinta, construidas
de muy adentro, en olas enrojecen.

Y la unión era lícita, sellada
con las arras solemnes del naufragio.

CABELLO AL AIRE

Cabello al aire, del que surge un ala
de flor; sierpe rampante,
cabeza de culebra ante el espejo;
maternales ramas de la vida
que despierta, entre ruinas, el momento
de la restauración: coro de espinas
y crisol para el oro de la danza.
Entre espinas aéreas,
flor capilar; embrión de las raíces
volátiles del árbol incendiado.

Conjuro de la medianoche:

Arde, hueso de pájaro, médula
de aceite consagrado; dinastía:
ven a coser la piel sobre profundo
viento en las sombras; amanece,
mortal bautismo de la carne.

De aquí, la danza; torso, brazos, piernas,
vientre pariendo, lanzadera
en el telar en flor de la batalla;
de este cabello en vueltas, el pecado
redentor aparezca, el paraíso
recobrado del fuego.

Flor capilar, ala de flor en vuelo,
alimento del águila que acecha
en la punta del pie. Cerco de espinas.

Libre ya, por cercada;
por conducida, llevadora;
por desnuda, enjoyada;
por ya muerta, resucitable para siempre.

Collar del movimiento, sangre
nacida, sierpe de plumajes, órbitas,
calavera de azúcar del ombligo.

Y las contrarias lumbres de las manos,
y el grito alegre, y las divinas
tunas afluentes de la primavera.

Ay ay, y los relámpagos;
ay ay, y los fantasmas de la hoguera;
ay ay, y las sonajas como pechos
sobre los pasos a compás.

Aquí la danza, la ceñida
por el coro de espinas; aquí, el círculo
doloroso del alma, restaurado
sobre la fosa del sepulturero.

CENTÍMETRO A CENTÍMETRO

-Piel, cabello, ternura, olor, palabras-
mi amor te va tocando.
Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí, de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.

Y después, qué delicia
la de ponerme lejos nuevamente.
Mirarte como antes
y llamarte de “usted”, para que sientas
que no es verdad que te haya conseguido;
que sigues siendo tú, la inalcanzada;
que hay muchas cosas tuyas
que no puedo tener.

Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.

Es como si dijeras:
“Cuenta hasta diez, y búscame”, y a oscuras
yo empezara a buscarte, y torpemente
te preguntara: ¿estás allí?”, y salieras
riendo del escondite,
tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta
en una luz distinta, en un aroma
nuevo, con un vestido diferente.

COMO RUMOR DE MUCHEDUMBRE

Como rumor de muchedumbre, o ruido
de torrentes huyendo, se construye,
sobre el silencio del durmiente,
el silencio de afuera: el que levantan
los dispuestos en cerco, los que miran
despertando sus armas en tu contra.

Herencia mía, mi plegaria,
hembra fundada en extensiones
hostiles, respirando entre insidiosos
oleajes de ahogo, desarmada.

Ciudad encomendada a mi vigilia,
a salvo junto a mí, con su riqueza
de cuerpos maternales, y de enfermos
tiernamente guardados,
y de suntuosas luces coronadas
y de manos de huérfanos en sueños.

Voy y vengo delante
de ti, sobre mis pasos, en tu orilla,
cómplice de tu cuerpo silencioso;
soy, en tus bordes, atalaya
que te cubre de lejos; voz velando,
llamando, transmitiendo
su noticia nocturna
de centinela sobre el muro.

No para ti los perros de la furia
ni los enrojecidos
humeantes jinetes al asalto;
no la puerta rajada, ni el relámpago
de la espada en la alcoba,
ni el temblor de las sábanas terribles
bajo la violación, ni los gemidos.

Aquí velo, aquí estoy, aquí me aguanto
mi corazón. Clavado a la mirada
mía, y a mis pasos,
y al grito de mi boca, y a mi oreja.

DESDE SU NUDO A CIEGAS

Desde su nudo a ciegas, desde
su ramazón violeta, suena
encogida en su hervor la sola
fuente del conjuro que te llama.
Tú, palabra antigua, bajo el lirio
del vientre de la noche sabes
lo que no soy; desde lejanos
nombres como ciudades, vienes;
como pueblos de alas retenidas
vienes; como bocas no saciadas.

Mañana espacial entre despojos
nupciales; lecho reviviente
del amor de ramas libertadas
sobre la herrumbe de otras hojas;
juicio universal de cada instante.
Del tiempo matinal emerges
con terrestre peso de estaciones
al sol; en mi cuerpo te alimentas;
orden de vida restableces
en mi corazón desengranado.

ERA TAMBIÉN DE FUEGO

Era también de fuego:
sobre el tizón,  hirientes, casi diáfanas
violetas duras a los ojos,
coronadas de oro. De esto era,
de esto se construía bajo el humo.

También como de alas en asalto;
pluviales hojas enjambradas,
arboladuras de reloj a vela.

Y en vela yo, sumiso y vigilante
a la corriente en que me estoy hundiendo.

Buscando quién me soy cuando soy este
sabor labiodental, que sobrenada
entre las redes del aroma;
estos golpes de tacto en soñolientas
aguas desembocando; quién me nace
-póstumo ya- si la serpiente
de música enjoyada quiebra
el cascarón, y adelgazándose
-sensual, bicéfala y exacta-
cruza la puerta doble del oído.

En venta está mi cuarto, y de la mano
saco a la calle mis rincones.

Me dieron el indulto cuando estaba
ya contra la pared, y ojivendado.

Allí donde vivimos,
en el lugar en que nos conocemos;
donde la noche oscura, que amanece
de las cinco prensiles
advocaciones ávidas del alma.

Y era como el silencio que tú sabes;
como de casa grande, como ramas
de anochecido pueblo solo.

Yo soy hombre, y me callo tantas cosas
que tendremos que hablar cuanto tú quieras;
la orquestada pasión y las raíces
de aquellos ojos míos que me miren
desde el sembrado sitio de tus ojos.

Me sobrevivo en vela, mereciendo
que al corazón me apunten al matarme.

ESTA NOCHE DE TRENES

Esta noche de trenes,
de poblaciones emigrando,
de corporales sueños, de violadas
respiraciones en la arena
movediza del viaje, lo recuerdo.
(Fue, tal vez, necesario el incipiente
amor; callar a solas con extraños,
y las cosas más tiernas,
mientras la boca se endurece
y una crecida barba, de cadáver
reciente, me prolonga.)

Y sin embargo, cuántas veces
te habrán reconocido; por los ojos,
o por la ausencia que dejaste;
por el cabello sobre el hombro, al irte,
y el andar que descubre lo que eras.

Pues sé que nos pusieron,
al nacer, otro nombre, y un camino
que recorrer, y un tren para el camino.

Un tren sonámbulo que huye,
en dirección opuesta, irreversible,
de los que cruzan ya perdidos;
por un saludo heridos ya de muerte,
marcados para siempre, señalados;
buscadores de un signo en la mazorca
muchedumbre de rostros.

Y todo esto sin falta, aconteciendo;
todo pasando,
todo viniendo y alcanzando y yéndose.

Amiga, no me olvides; no me olvides,
amigo; no te pierdas, espérame.

Como a la máscara del baile,
vengo de lejos a ocupar mi cara;
por detrás y en silencio, a mis balcones
lacrimales, al sabor de mi boca,
al olor de las cosas que esperabas.

Estoy sin tierra firme; estoy saliendo,
a donde quiero, de estas últimas
lentas horas de viaje que termina;

sombra larguísima, pantano
de silbatos, de ruedas que repiten
su palabra distinta a cada uno;

estaciones mendigas, como fechas
alumbradas apenas, donde duele
lo que se aprende dormitando.
No me olvides, espérame.

Yo, el de las cartas sin destino;
el de palabras no creídas,
el que siembra en lo oscuro, te lo pido.

ESTÁN CANTANDO ADENTRO

Están cantando adentro;
hay cantares ahora en esta casa.
Entonces, fue verdad. Tengo la llave,
pero toco en la puerta
como cuando era el nadie que llegaba:
el sin cara y en busca,
el recién despertado, el todavía
dormido a medias, estirándose
en rodillas torpes levantado.

La enmascarada esconde sus cabellos
con diadema florida,
su boca instrumental oculta
con labios lentos; enjaulados
vuelan los pájaros de la mirada.

Es hora, pues, de fiesta;
de aceptar que son breves las raíces
bajo la tierra del encuentro,
y, como en cartas familiares,
las felices noticias, los retratos
últimos, la promesa
del no tangible abrazo al despedirse.

Todo venía de camino, y viene
y desata la almendra en que se anudan
el rumbo del aroma y el del trigo
y el vino y el carbón enllamarado.

Y hay cantares aquí, y he merecido
tomar mi parte en el cantar.

Amigos,

¿qué podemos perder con alegrarnos?

Lengua de agujas, y costumbre
de espinas soportamos, y cilicios.

Si estamos de pasada,
si nada más nos saludamos,
si habré de irme aunque no quiero.

Mi lámpara casual para escogerme
yo mismo, se me dio; con la esperanza
fugaz, y el calentado aceite
del cerco de esta noche en donde invento
mi jerarquía diurna de palabras.

Me aconsejo, me advierto, me amenazo;
soy pues, aquí, yo mismo.

Y otro será el que salga, y no me importa,
por el zaguán de madrugada,
y cogerá los cantos que sembramos.

HA LLEGADO EL OLOR

Ha llegado el olor, el filo
de su dental caricia; la preciosa
amarga flor nocturna: madre nuestra,
collar que junta nuestros cuellos.

Y voy corno embriagado, como en dicha;
como herido me llevan; como sueño
póstumo al despertar, como si hubiera
bebido hasta embriagarme, estoy viviendo.
Como en vino saciado.

¿Dónde el agobio, dónde la pobreza?

Era, de pronto, levantarse
descalzo y con temor, y a media noche,
y a recorrer la casa despoblada
-yo mismo el enemigo-, con la inútil
esperanza de que fuera sólo
un paso de ladrón el escuchado.

Mujer salobre y única,
desnuda irresistiblemente,
que camina, simplísima y desnuda
debajo de sus ropas, madurando
la cosecha de aceites y de humo.
Único día de la vida.

Como en halo de lámpara,
como en regazo tuyo, como en tibio
paladar, sujetado, me someto;
librado a la fortuna, reconquisto
mis brazos y mis deudas, y levanto
mi victoria terrestre.

Yo te regalo ahora
lo que me liga a ti; yo me pregunto,
en medio, qué seguimos; qué pretende
tu corazón.

Acaso yo te miro

en verdad; acaso donde el siempre
y el nunca vuelven comprensibles
la granada y el orden de las uvas
y el gregario esplendor de la mazorca,
y la miel colectiva.

No sin trabajo y guerra me divido
por dentro, y tú me asilas y reúnes
debajo de tu brazo. Y no es en vano.
HAZ QUE YO PUEDA SER, AMOR, LA ESCALA…

Haz que yo pueda ser, amor, la escala
en que sus pies se apoyan, el torrente
de luz para su sed, o, suavemente,
el cauce en que su vida se resbala.

Sólo soy un espejo para el ala
de un ángel dividido, que así siente
que le soy necesario, y dulcemente
a mi dolor su claridad iguala.

Y eso es todo, amor: sólo un reflejo.
No escala, luz ni cauce, en que pudiera
subir, brillar, o transcurrir ligera.

Únicamente el sueño de un espejo
mudo a veces, y opaco, en donde anida
la imagen solitaria de su vida.

HOJA AL AIRE, INDEFENSA…

Hoja al aire, indefensa, detenida
apenas, única en el árbol
enrojecido y respirante; ojo
sobresaltado, abierto, lúcido:
en el temor mi corazón. Asfixia,
duermevela con fantasma inminente.
Deshabitado el traje suspendido,
suena con un temblor de piel que busca
su bestia desollada, su materia
de bestia próxima pudriéndose.
Oh, muerta, muerta, muerta.

Ineficaz del todo fue la sábana
subida hasta la nuca;
fija por nuca y manos, escudando
de la noche agresora y sus viscosos
jirones; y sucumben la garganta,
y los flancos y el vientre
sin armazón de hueso que los guarde.

Y qué de lo que pasa
clandestino, mimético sombrío;
lo invisible y con ruido, comprensible
por el tacto pasivo; la caída
al hielo tenue que dimana
del espinazo, y a la lengua
que tiembla y enmudece,
y al paladar de bóveda eclesiástica.

Ahora bien. ¿Soy este que se calla?
¿Soy el que gime lejos? ¿El que viene
soy, el que va saliendo, el que se queda?
¿Para qué servirá, de qué me vale
querer, sabiendo lo que sigue?
Si la sonda desciende, naufragada
sin esperanza y sin regreso,
al fondo inalcanzable que le huye.

Yo conozco las caras que se parten
en dos y en otras dos y en otras;
elementales casi formas
disfrazadas de ausentes enemigos.

Y en torno crujen las marchitas
maderas lamentables,
como un otoño cruje, como crujen
barcos difuntos, abrasados troncos,
alas crispadas y caducas
de domingos de ramos polvorientos.

HOY, PORQUE NO QUIERO ENTRISTECERTE

Hoy, porque no quiero entristecerte,
no has de llevarme a donde quieras;
en marchita cuna está meciendo
a tu ajeno corazón el alma.

Bajo el tiempo enraízan los pesares
viejos, cansados ya de serlo;
ni con el tiempo, aunque te olvide,
se desaparecen; no me dejas.
Tú sin conciencia; tú, sin pena,
de esta muerte vienes a apartarme.

Llevado por la mala, canto,
para contentarte, cosas míseras;
sólo por venir a verte, vengo.

-Ya no sufras, corazón; a nadie
le va a importando lo que alumbras;
fuera mejor que te apagaras,
mejor que se acabara esta querencia.-

Desvelado, te sueño; insomne
me apasiono por soñarte sola.
Y se me cargan la premiosa
verdad, y la cantina espesa,
y los licores del recuerdo.

Tú me das en qué pensar. Y mientras
yo pienso, puedes tú reírte.
Vas a vivir sin mí. Ya alguno
te dice -y mejor- lo que te dije.
Tú, como nueva; tú, sin pena.
Y no negaré que te he querido.

En tu lección de despedidas,
aprendo cuanto soy. Decrépito,
cabizbajo y sin llorar, me miro
en los agujeros del zapato.
De agujeros en mi espejo ahora.

Desencordado y sin guitarra,
hago segunda a tus adioses
con mi desgracia. Estás conmigo.

Hablo nada más por darte el gusto
de ver cumplidas mis habladas.
Al otro lado de este puente
roto, de esta puerta clausurada.
Y me hago el dormido, porque quiero
pensar que no vuelvo a despertarme.

Un orgullo tan sólo tengo:
no me encontrarán cuando me busquen
de espaldas, porque estoy de frente.

IGUAL QUE EL LICOR ENTRE LAS ALAS

Igual que el licor entre las alas
del cántaro, pesa entre tus hombros
mi corazón; tras tus costillas.

Gozo del río que no pasa,
del ramaje en paz, encandecido
hoja por hoja, y reparado.

El presente, ingrávido de años
idos y por venir, clarea
en traje de augurios conquistables.

Licor entre alas navegante,
barco dichoso, joya eterna
en llameante engarce de olas.
MARIANA

Por encima de todo, simple y fuerte,
tu vocación para la desventura.
La esperanza y la celda de amargura
y tu sueño incapaz de contenerte.

Ciega sin lumbre miras, de tal suerte
que coronas de espinas tu cintura,
y tu amorosa enfermedad madura
por encima del sueño y de la muerte.

Desventurada y sola; abandonada
como las conchas de una playa triste.
Ruinas en soledad, despojo, sombras.

Por encima de todo, tu mirada
te devuelve una imagen que no existe.
Y llamas con dolor, y a nadie nombras.

NINGÚN OTRO CUERPO COMO EL TUYO

Ningún otro cuerpo como el tuyo
vino a salir sobre la tierra,
porque él es tú. Domingo diario,
simposio y lecho y mesa puesta
para los sentidos no platónicos.

Sin verte ni oírte, voy formándole
el molde de un instante tuyo;
el estuche justo, tu morada.
Espacio puro, impenetrable,
donde guardarlo aprisionado.

Siguiendo los innumerables
peldaños infinitesimales
de tu olor, bajando y ascendiendo,
las superficies reconozco,
maravilladas, de tu cuerpo.

Hueles a escollo soleado,
a huertas en la sombra, a tienda
de perfumes; a desierto hueles,
tierra grávida, a llovizna;
a carne de nardo macerada,
a impulsos de ansias animales.

Y cada aroma halla respuesta
en un sabor que lo sostiene,
y el regusto de la sal, el agrio
del fruto en agraz; dulcísimo,
el del fruto maduro y pleno,
el amargor donde floreces,
mezclándose, ardiendo, disolviéndose,
hacen de ti un sabor; el único
sabor, el que te vuelve en suya.

Y con él completo la armadura
del perfecto espacio: tu recinto
inequívoco, el sitio de ti misma.

NO ES MI AÑO, ALGUIEN TE TIENE

No es en mi año. Alguien te tiene,
no es en mi daño. Y sin embargo
me daña en la duda lo que fuiste;
y así me acostumbro, y lo soporto,
y hasta parece que me place.

Ya sin despensas de futuro,
mutilado soy por mis desechos.
Y alegre de no vivir un día
más, me complazco porque ahora
estoy vivo. Me rasco, duermo.

De nada te vale, que, emboscado,
me chupe la hiel, y en copa de oro,
el veneno aquel que me serviste:
se me va olvidando ya el propósito
de recordarte, y ya me extraña
el haber sido quien te quiso.

Pero no sé qué me habrás dado
que me ardo de filos y herrumbres;
que anda curtido y enchilado
por aquí mi corazón, y llora.
Tan exigente en mí, tan áspera
sigues de tiránicos abrojos.

Aunque me emborracho por perderte
o me atiborro de estar hueco
de ti, para encontrar quién eras.

Uñas para rascarme alargo
insuficientes; y estos huesos,
ya sin su vestido, se me salen
y te los mando, y en tu almohada
los dientes pela, ojos redondos,
otra calavera que es la mía.

Y habrán germinado qué semillas;
cuánta mala hierba habrá crecido
que, hendido sus sílabas vetustas,
hace que salten mis palabras:
losas de pavimento rotas
en la ciudad que fue del canto.

PULIDA LA PIEL BAJO TUS ROSAS

Pulida la piel bajo tus rosas
de escamas, fomenta la corriente
lustral donde mis viejos años
vencidos beben sin saciarse.

La ambición de mi lengua, forma
el dócil espejo de tu lengua.

Y aquí comienza el canto nuevo.
Vestido aquí de harapos, canto.
Y nuevamente tú, me esfuerzo;
te cubro de gloria, te engalano
con mis tesoros de mendigo.

Si estuvieras otra vez, si fueras
de nuevo; si ardiendo de memoria
llegara a sacarte de tu casa
de niebla; si otra vez salieras
como carne de almendra dura
de entre las arrugas de la cáscara.

Los caracoles en tus piernas,
deleite del ver, y del oído,
los cascabeles en tus piernas.

Y ábrense y me miran y se vuelven
a mí los misericordiosos
ojos de tus pies, y de tus codos
los ojos me miran, y se abren
en mí los ojos de tus hombros.

Y a ti me llama el remolino
de hueso de tu ombligo, y ríen
en tu ombligo los azules dientes
con que amor espiaba y me mordía.

Hoy se desciñen los amarres
vivos de la cintura; hoy caen
los móviles nudos de la falda;
hoy las dos columnas se desnudan
y el nopal del centro ondulatorio.

Haraposo, canto y te enriquezco;
te contemplo fuera de tu casa.

En ti mi sombra a tientas busco;
sigo mi sombra en el reflujo
de los corazones de tu pecho;
de las manos en tu pecho, el préstamo
florido recibo y recompongo.

Tú, mi plumaje, mi serpiente;
mi plena de garras de ojos dulces;
mi madre del ala que se alumbra
en el corazón encenizado.

Si estuvieras aquí de nuevo
a la mitad fugaz del canto.
Si solamente te alcanzara.

Lumbre encontrada de mi sombra,
yo tu enviado soy; yo que regreso
a los tres rostros de tu doble
rostro; a tu rostro solo y único.

QUÉ LLENARÁ MIS OJOS, AL ABRIRLOS

¿Qué llenará mis ojos, al abrirlos
desde el fondo del miedo; de qué trémula
boca salió la lengua que me lame?

¿Y habré de ver, si vuelvo la cabeza
de prisa, quién respira a mis espaldas?

Sólo de ácida sal, sólo preñada
acidez, mi bebida. Y lo que viene,
aquello que se acerca,
lo que camina en torno y embistiendo.

Cantando estoy, haciéndome
de valor con cantar bajo lo oscuro.
La pobreza, y el paso uniformado,
y el cartel de protesta.

Acaso inofensivo, acaso inútil,
no defensivo acaso. Y es un soplo
de burbujas quebrándose, un callado
grito de bestia bajo el agua,
un rescoldo de cuerpo que se ahoga.

Y suéltase la sangre convocada,
y su antídoto estrépito graniza,
crece por dentro de la oreja,
contra la mordedura de un silencio
que mata en tres segundos.

Bienvenido el que llega, si en las manos
tiene la sal augusta para el hueco
de mis cimientos despojados.
El caballo homicida, bienvenido
sea, con el galope mariguano
y la huella cuádruple hendida;
y el sueño adverso en orden de batalla,
y la saliva atroz que sobrevive
al suntuoso desorden del combate.

Y algo como el amor de mis hermanos
se despliega en mi contra, se abandera,
en contra mía prevalece.
Y lo que soy mañana, me recibe.

RECOSTADO EN SU PLACER EL DÍA

Recostado en su placer, el día
de estatuas y rejas enfloradas
nos dice, amiga, que morimos;
y como si al azar mordieras
una manzana, resplandeces
de dulces dientes y de labios.

Y las lágrimas que están llenando,
la carne que muerdes, las rosas
del polvo que abres y aguirnaldas,
festivamente se entristecen;
y se enrosca en torno d tu brazo
la serpiente roja de estío.

Suena la lluvia de la noche
cayendo al azar, como el azúcar
de una manzana desangrada.
De estatuas y rejas cenizas
nace una boca, y nombra el alba.
y dulce y de sombras resplandeces.

SI NACE DE TUS MANOS Y ES OSCURA

Si nace de tus manos y es oscura
la angustia de sentirme atardecido;
si sueño, si por ti me es concedido
hacer eterna y fácil mi amargura;

Si es evidente mi dolor y es dura
tu voluntad de verme oscurecido
como el viento de noche sucedido
entre su arteria vegetal madura,

te puedo dar como si fuera tarde,
una sola palabra, y retornar
a lo perfecto que en mis manos arde.

O dejarte llegar inesperada
hasta tu misma voz, adelantar
y hacerte nula ante la sombra dada

SÓLO TEMBLOR ARDIENTE

Sólo temblor ardiente, encandilando
hasta el hueso orbital de la mirada,
llamarada de pronto, las paredes
fueron que me guardaban; y en el aire
sólo espiga de pájaros mi torre.

Parado al descubierto estoy, en medio
de lo que fue la calle, en arrasado
territorio de vida -ya ceniza,
ya viento, ya vacío, ya camino
sin comenzar, hacia los cuatro lados
infinitos del círculo-.

Con la sed soñolienta del minero
descenso radical, con el anfibio
lento acuático vuelo
del nadador profundo, alucinado
tras el pez de su rostro.

Y si pregunto, no sé contestarme
en qué estación de trenes, por vez última,
no te encontré; qué instante ya caduco
era para nosotros; conducida
por qué veloz ventana miras; dónde,
ya de espaldas a mí, me estás buscando,
mientras quedé de espaldas al buscarte.

Amiga, si tan sólo fuera
dormir y verte, amiga de aquel tiempo.

Venir al sitio de lo tuyo,
al terror de no hallarte, a mis entrañas;
al sospechoso tránsito sonoro
como de pasos tuyos en tu alcoba,
al olor de tu armario, a tus vestidos
muertos o tus zapatos bostezando.

Y memorias molares desfiguran
el insustituible pan celeste,
y el golpe me despierta: la implacable
cerrazón ominosa
del zaguán de salida que me abriste.

Ámbito de la cita a que no llegas;
la cita a la que acaso vas llegando
cuando ya no te espero. Hemos perdido
otra ocasión para morirnos juntos.

SON OLOR DE LLUVIA TUS CABELLOS

Son olor de lluvia tus cabellos.
Nocturna memoria del estío.
Y el umbral ansioso de la casa
se alegra en tus zapatos rojos,
tu meso de musgos claros goza.

Y los efluvios de tu abrigo
mojado, y tu sonrisa, vienen,
y el triunfal asedio de tus brazos
en mi cuello, y tu mirada en fuga.

Sube el vino azul de estar contigo;
trasmuta la vivienda oscura,
en canon de puertas frente a frente,
en flamas de túnel submarino,
en fiesta de barcos, en jardines.

Socorro de mis años, dices:
”Y yo a ti.” Canción para cantarte,
adorno de tu voz, diadema.

Y estás en tu cuerpo, y nuestros pasos
juntos, una vez, se reconocen
en el corredor de aquella casa
que no fue la casa que buscamos.

SUELTA SU VAGO HUMOR DE VIDRIO

Suelta su vago humor de vidrio
contrito, mi alma; desde el fondo,
un burbujear de fango encrespa;
y el águila insomne que empollaba
en mí las brasas del valiente,
ya dormitando, cacarea.

Y así me van dejando, amigo;
así se enmustian mis guirnaldas.
Ni siquiera una pasión me mata:
de grietas torpes, de penumbras,
ciento de enfermedades sórdidas,
ya no me miro.

Ya mi fuerza
no anda con mis piernas; ni mis brazos
se cumplen moviéndose, ni medra
mi corazón en la alegría.

Luego, el ir viviendo, y el doliente
espejo, calvo en las almenas
de la cabeza; la oficina,
la mano cortada, la costumbre
de perder los gustos que uno amaba.

Piedra es mi lengua entre cenizas.
Pues cansado estoy, pues viejo a voces,
pues solamente voy jalando.
Un fruto seco reproducen
las costillas descorazonadas.

Ni por si acaso ya me miro;
en la cara aguanto, al descubierto
los resollares de la noche.

Pérfidamente, la vergüenza
benévola del carnicero,
vio la ilustración inalcanzable.

Y el vino y la sal y el pan y el agua
lloran, y me alejan sus guirnaldas
en conmistión; me desamparan
las brasas del poder, el águila
combustible; duerme el aspersorio
del orgullo, el verbo reviviente.

Amigo, amigo. Se enmustiaron
mis flores marchitas; en desgracia
recordando voy, como de vida.
Y para acabar, por no rendirme,
no canto ya ni me despido.

TE ABRAZA LA LLUVIA EN SU DESCENSO

Te abraza la lluvia en su descenso
de resbalantes lenguas párvulas;
descifras su caída al sesgo;
sus tocamientos multiplicas
en ti; los amparas, te conocen:

Ánfora armónica en perpetua
reconciliación, recinto cálido,
hogar de las delicias, próspero
alhajero de arcillas dóciles.

Aprieta la lluvia: albercas, mares,
oleaje que te desahoga.
Anticipándose, ambicioso,
en torno de ti mi afán aprieta:
dulceamarga serpiente, alianza
clandestina del terror y el júbilo.

Ánfora tu cuerpo, revestido
por su desnudez; barro engastado
de blandas perlas, se envanece
con las deleitosas cicatrices
de un dolor que pasó; que exponen
lo apenas sanado al riesgo nuevo.

Yo las encuentro, y al tocarlas
te sigo en otras cicatrices,
mapa de táctiles misterios,
que el tiempo no olvida, pero esconde.

Llueve y me afano. Tú me abrazas
en mi caída; me descifras
cuando te abrazo. Y me amonesto:
Nunca es temprano para amarte.

Y sé que nunca será pronto.

TÚ DAS LA VISTA A MIS PUPILAS CIEGAS

Tú das la vista a mis pupilas ciegas
y a mi voz la ternura que te nombra;
amor, cuánta amargura, cuánta sombra
se destruye en la luz en que me anegas.

En hoces claras a mi pecho llegas
y la esperanza al corazón asombra,
por ti la mano del olvido escombra
los restos tristes del dolor que siegas.

Por ti vencido, el peso de la angustia
inútilmente ya su fuerza mustia
contra tus simples luces abre inerte.

Amor, ardiente lámpara en la oscura
soledad, segador de la amargura.
Está lejano el miedo de perderte.

YO SEGUIRÉ CANTANDO, TÚ HABRÁS MUERTO…

Yo seguiré cantando. Tú habrás muerto.
Habré yo muerto y seguiré cantando.
Ha de sonar mi voz de vida, cuando
la muerte en celo me haya descubierto.

Como surgidas del sepulcro abierto,
mis palabras; en ellas, abrasando,
irá este amor, hoy pasajero y blando;
entonces ya, definitivo y cierto.

Y nosotros, ya entonces, ni siquiera
huesos ni polvo ni recuerdo, juntos
estaremos. Es triste nuestra vida.

Sólo mi voz hará la primavera
que quisimos; los cálices difuntos
que arderán con tu nombre y su medida.

Y NUEVAMENTE ABRIL A FLOR DE CIELO…

Y nuevamente abril a flor de cielo
abre tus manos tibias, y yo canto
el júbilo entrañable y el espanto
que en mi sangre derramas con tu anhelo.

Amo la gravidez del alma, el vuelo
por la caricia que hasta ti levanto,
y el fuego triste hallado en el quebranto
de la distancia -aborrecible velo- .

Amor: abril, tu cómplice, desvía
la ruta del temor que disminuye
y disfraza de fiesta su agonía.

Eres abril de nuevo, amor, y nada
escapa de tu ser: todo confluye
a cobrar plenitud en tu mirada.

Boccanera, Jorge

Reseña biográfica

Poeta, dramaturgo y ensayista argentino nacido en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, en 1952.
Desde 1976, a raíz del golpe de estado en su país, vivió largo tiempo exiliado en México y Centroamérica, ejerciendo periodismo y colaborando en muchas actividades literarias . Al caer la dictadura militar se radicó nuevamente en su país, dedicado por completo a la literatura.
En 1976 obtuvo el premio “Casa de las Américas” de Cuba, posteriormente el “Premio Nacional de poesía joven” en México y en 2008 el VIII Premio Casa de América de Poesía Americana por su libro “Palma real”.
De sus libros de poesía merecen destacarse: Los espantapájaros suicidas en 1974, Noticias de una mujer cualquiera en 1976, Contraseña en 1976, Poemas del tamaño de una naranja en 1979, Música de fagot y piernas de Victoria en 1979, Los ojos del pájaro quemado en 1980, Polvo para morder en 1986, Sordomuda en 1991, Zona de Tolerancia en 1998 y Bestias en un hotel de paso en 2001.

ALEJANDRA PIZARNIK ABRE SU CUADERNO DE APUNTES

A Jorge Arturo

El hombre que saca la cabeza del agua,
es un pez y se asfixia.
El pez que mete la cabeza en el agua,
es un hombre y se ahoga.

El poeta escribe en la línea del agua,
y se asfixia,
y se ahoga.

ARDER

Cuando nos besamos trituramos un ángel.
Su última voluntad será nuestro deseo.
Tiempo habrá para escupir sus vidrios de colores,
su sombrero de plumas,
barajas manoseadas por tahúres y ahora

hay que hacerlo entrar,
ofrecerle licor (que él viene de morirse),
acercarle una silla (que lee en la oscuridad).

Dirá sus baratijas,
su forma de guiarnos al secreto de la vieja
estación.
Dirá que el vino está hecho de hojas secas,
que puede hacer un fuego con tu rostro y el mío.
(Ni un centavo de luz a su trabajo).

Cuando nos besamos desollamos un ángel,
un condenado a muerte que va a resucitar en
otras bocas.
No tengas lástima por él, sólo hay que hincar el
diente
y triturar al ángel.
Abrir tus piernas blancas y darle sepultura.

AUTOPLAGIO

Latigazos de sombra desordenan tu cuerpo,
en la fotografía donde te estoy pensando,
y soy el extranjero que descubrió tu rostro
y se animó a escribirlo, que era como besarlo.

BESOS

La vida no es
la cara ni el llanto de la cara
ni la mano ni el golpe de la mano en la cara
ni el viaje de la mano ni la estéril huida de la
cara

es el hilo de sangre que sale de tu boca.

EL ÁNGEL DE LA MUERTE

Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo
en pleno rostro?
Así te acechan como ¿será la antorcha de otra voz
que va sobre la tuya?
Escucho pasos y ¿será el escupitajo en la tela de
araña de tu infancia?
Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
mejilla?
Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes
rozando tu estación?

En la memoria hay una puerta rota.
Los sueños son distintos y el final es el mismo:
el asesino que te besa.

ELLA

Viene despacio
entra
tropieza con mi tos
con mi costumbre de dejar la nuca
en cualquier parte
viene despacio
ordena mis silencios
desata las palabras necesarias
recibe la correspondencia de mis ojos
viene despacio
a tender sus manteles de ternura
viene despacio
apenas hecha humo para no despertarme
se abre paso entre vasos arrojados al día
retratos de mujeres
noches de bronca y noches de ginebra
viene despacio
con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles
viene despacio
entra
se arrodilla al borde de mi alma
y junta los fragmentos de mi risa
después… se vuela azul como la tarde.

ENVÍOS

Todo lo que se da llega a destiempo.
No existe otra manera.
Entre el ojo y la mano hay un abismo.
Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
Un país que asoma su cabeza deforme en una
carta,
y va a darse a destiempo, nada es lo que
esperabas.
Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
sucio de odio.

Bailamos entre los escombros de una cita.
Dibujamos una taza de café en el desierto.
Vivimos de sumar y de restar:
lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
Al final nos entregan los huesos de un perfume.

Aún así persistimos.
En alguna montaña vive un pez resbaloso.
Entre números rotos se desliza una estrella.

EXILIO

Un hombre enterrado en las arenas del exilio
donde se hunden sin chistar mujeres rojas y
tiendas de lentas humaredas,
y una espada se empera y una silla en desuso.

Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece
una copa de vino, por las llamas del sol
que lo despedazaron.
Y va a pique la mesa donde alguien escribió
moriré tal vez muy lejos de mi idioma
Y Artaud canta parado en un caballo blanco.

Entonces, ese hombre es polvo de su voz.

HILACHAS

Es el silencio el guante de una voz?
¿Se podría tocar?
Recordaríamos el silencio de un día cualquiera
cuando niños?
¿Acaso vuela al ras del suelo?
El poeta que se llama a silencio, ¿va
voluntariamente o el silencio lo llama?
El que calla, ¿otorga?

Son respuestas que yo no puedo preguntar.
No le temo al silencio,
aun cuando se estrelle con sus alas de polvo en
mi ventana.
No da miedo escucharlo.
Tengo miedo de verlo.

HISTORIETA

La niña abre el baúl y una mano le echa tierra
en los ojos.
Ella dice: ¡qué hermoso paisaje!
Ahora mezcla pinturas,
revuelve los vestidos de tías adornadas con juegos
de palabras.
Se amorata, se luce angelical, gira mangosta,
novia de esparadrapo,
se mira en los espejos que trabajan sin que nadie
los mire.
En este último cuadro la niña se pinta y se
despinta, aparece y se borra.
Yo cierro el libro de cuentos infantiles pensando
que mi lengua es esa niña Sordomuda,
probándose vestidos a la hora en que los demás
duermen.

ILUSIÓN

Está dormida, sueña, sus párpados esconden un
aplauso cerrado, un puñal de hojalata, un
castillo de mimbre.
Seguro que en su sueño alguien está soplando un
almohadón de plumas y ella viaja y visita.
Los 33 Billares o El Blanquita
(Hoy: Los Imperio, Ana Libia, Los Tres Ases,
Paco Miller y su muñeco don Roque),
y trae una botella en cada mano.

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo
sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería
de tí?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si
se despertara ese Rey te apagarías como
una vela.

Pero ella está borracha y lo que sueña es tan
vertiginoso que no puedo seguirla.
Habrá que adivinar, mis ojos fijos en su cuerpo
que se estremece,
se sacude,
que respinga,
que tiembla,
como una telaraña en la cuna vacía.

LOS PAPELES DEL NADADOR

a Rodolfo Dada

I
Si el nadador tristea,
todo el mar es su lágrima,
todo el ruido del mar
es su tonada,
todo el mar es de vino.

II
Prueba otra vez, prueba una y otra vez.
El nadador sube hasta el trampolín,
entre las nubes altas,
los aviones que escriben en el cielo con humo,
las bandadas de patos.
Ya está en puntas de pie, ya flexiona las piernas,
estira bien los brazos.

Prueba otra vez, una y otra, una y otra, se
concentra, respira,
el agua hace silencio.
La ventolera tira sus manotazos y le arranca el
gorrito de baño, escupe en su antiparra.
Pero él insiste y otra vez, prueba una y prueba
otra.
Es un ovillo el nadador entre las nubes altas,
el humo que dejaron los aviones,
las plumas de los patos que emigraron al norte.
Puntas de pie, no vayas a fallar.
Vuela en picada el nadador, su dibujo es perfecto,
su boca entra al desierto.

III

de ser posible, leer con música de fondo
de Bob Marley

Mal rayo me parta, e cielo está muy resbaloso,
el vino escaso, la caricia extraña en estos días,
tu nombre llega como un golpe de vino a la
cabeza,
mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión.

Simulo leer un diario bajo el aguacero de tu
cuerpo,
bienganado el diluvio, malhaya la tormenta,
pasa un cuerpo flotando bocabajo
y mal rayo me parta tan lejos de tu cuello.

Los cielos se mezclaron en tu boca pequeña,
los gatos se revuelcan en tu mano,
adelante el insomnio es un campo minado,
hay besos enterrados que pueden estallar.

Corro a campo traviesa con fósforos mojados,
¿qué es esta polvareda sino un fantasma tuyo?
El futuro es un traje pero para otro cuerpo,
los espejos del bar no preguntan por mí.

Hoy cargo mis valijas por el fondo del mar,
tengo pocas palabras
mis dos lenguas tropiezan dentro de una botella
y mal rayo me parta en tan inoportuna ocasión.

IV

Nadador
la verdad es una piedra pulida por el agua,
una estrella aplastada por algún tren carguero,
yace en el fondo, extraña, entre una multitud de
formas ondulantes.
Alguien tejió esa piedra para que te miraras con
tu viejo sombrero, tu sonrisa maltrecha.
Alguien dice tu nombre en la oscuridad de esa
piedra,
y te narran girando por los espesos caldos del
alcohol.
Se agotó la paciencia de tus labios que ahora
viven adentro de una piedra.
Los pliegues de tu miedo van a pudrirse allí.
Tu quieres preguntar y para preguntar primero
hay que morirse.
Nadie puede bailar en esos pasadizos.
Nadador,
mira como se apagan tus gestos en los bordes
redondos de esa piedra.
Empolla en esa piedra la canción del naufragio.

NOTICIAS DE UNA MUJER CUALQUIERA

entramos a la pieza casi sin reconocernos
sus ojos eran pactos de ternura y violencia
yo la miraba todo el tiempo
habrá pensado en mi cansancio
habrá pensado -está borracho-
habrá pensado en irse pronto
habrá pensado tantas cosas

me acerqué a sus dos manos
sin dejar de mirarla
desde mi soledad hasta su boca
habrá pensado en enojarse
habrá pensado -no es un hombre-
habrá pensado ¿en qué quedamos?
habrá pensado tantas cosas

cuando entró el sol cuando se fue
desde mi boca hasta su adiós
y aún en el viaje de regreso
habrá pensado tantas cosas
habrá pensado tantas cosas.

OASIS

Caminé en el desierto de tu lengua.
De cada polvareda hice un recuerdo grato.
De una piedra redonda, un amuleto.
De las verdes tormentas hice un bosque.
De cuatro lagartijas, un amigo.
Caminé,
¿Para qué?
Si el que habla de estas cosas es apenas el viudo de tu lengua.
¿Para qué?
Caminé,
Caminé.
El bosque, el amuleto, el amigo, el recuerdo, son puñados de polvo.

¡Tanto excavar por una sola perla de agua!
¡Todo mi harén es una Sordomuda!

OLAS

Tu corazón es una taza diminuta,
y es la única taza que precisa dos bocas,
y es la única boca que no se vuelca nunca.
Enormes olas,
locomotoras de agua se desploman cerca de tus
labios de Grecia.
Pero esto es Isla Negra y enfundada que vas en
un abrigo hecho para otro cuerpo,
hecho para otro clima.
Pero siempre en tus ojos brillando una tacita.
Entonces,
hay un hombre encerrado en los papeles de la
noche.
Sus vagabundos quieren levantar esa taza,
como los deportistas a sus copas doradas.

PORDIOSERA

No es la musa cantora ni el pájaro chillón,
ni el muñeco parlante ni la dama que dicta.
Es una Sordomuda,
que te muestra la lengua por sólo una moneda.

La lengua está vacía.
La moneda tiene que ser de oro.

SUCESO VIII

a veces soy la voz del otro lado del teléfono
a veces un aliento
una ciudad enorme donde te encuentro a veces
por supuesto una fecha
un saludo que cruza el cielo velozmente
dos ojos que te miran
un café que te espera después de la llovizna
una fotografía una mano en tu mano
desesperadamente una canción etcétera

y siempre o casi siempre
nomás ese silencio
donde solés colgar tus prendas íntimas.

SUERTES

Azar no es arrojar una moneda al aire.
Ni siquiera esperar el cara o cruz..
Azar es atrapar la moneda en el aire
y huir sin dejar rastro.

SUMA

Los días no contaban para mí,
bastaba la palabra.
Yo escuchaba en cuclillas cómo alguna palabra
conversaba con otra.
No contaban los días.
Pero extravié palabras y los días me siguieron de
cerca con sus largos abrigos.
Yo iba mirando el suelo.
“Ese no cuenta el cuento”, vaticinaron unos.
Yo no escuchaba a nadie, yo contaba con ellas.
Los días fueron como trapos mojados en los pies.
Habité días feroces porque perdí palabras.
Eran contadas y eran, al fin, las que contaban
El tiempo es implacable.
El que pierde palabras tiene los días contados.

TELENOVELA

Sordomuda
yo cargo las valijas, yo compro los boletos,
y soy tu catador, el señor de las flores,
tu pareja de baile en el salón Colonia de México D.F.

Yo soy tu lazarillo y te compro historietas y soy
tu guitarrista, el chofer de tu almohada,
a veces el jinete, a veces el caballo.

Mudita de mi alma yo te elijo perfumes y te
exhibo como el Príncipe Orsini al luchador
Jacob, “La Bestia”, en un cine mugriento.

Y soy el del retrato, tu instructor, tu pupilo, el
cara de payaso, un pasajero en tu sudor
apenas, Sordomuda, el que reza en tu
cuerpo.

Blok, Aleksandr

Alesandr Blok (Rusia 1880-1921)

Reseña biográfica

Poeta ruso nacido en San Petersburgo el 16 de noviembre de 1880 en el seno de una aristocrática familia. Su padre fue profesor de Leyes de la Universidad de Varsovia y su madre hija de un famoso sabio.
Estudió Filología en la Universidad de San Petersburgo, donde empezó a publicar sus primeros trabajos literarios.
Destacadísimo simbolista, es autor de una amplia obra impresionista acerca del destino. Acogió con beneplácito la Revolución de Octubre, siendo conocido desde entonces en su país como la “conciencia de los intelectuales rusos”. Como precursor del simbolismo, desplegó en sus últimos años una vasta labor cultural y pedagógica.
Entre sus obras más destacadas se cuentan: “Poemas de la bella dama” 1904, “La desconocida” 1906, y “Los doce “1918.
Falleció el 7 de agosto de 1921.

Acepto todo lo que hubo…

Acepto todo lo que hubo
Nunca busqué mejor suerte.
Acaso hay algo mejor que haber amado
Algo mejor que haber ardido!

La felicidad y los sufrimientos
Impusieron sus huellas amargas,
Pero yo no desperdicié la antigua luz
En tempestades pasionales, ni en el tedio sin límites.

Y tú, a quien yo de nuevo he desgarrado
Debes perdonarme. Sé que nuestro destino es estar juntos.
Todo lo que no me has dicho con palabras
En tu semblante lo he adivinado.

Los ojos miran atentos
Y el corazón inquieto golpea en el pecho,
Continuando su camino ineluctable
En la fría oscuridad de la noche nevada.

Versión de Jorge Bustamante García

Cuanto más se quiere

Cuanto más se quiere descansar
Tanto más horrible se hace la vida;
La neblina húmeda se arrastra desde los campos,
La neblina húmeda penetra al pecho.
Arrastrándose por el terciopelo de la noche…
Olvida que hubo la vida,
Que la vida habrá, olvida…
Se arrastran desde los campos las tinieblas  nocturnas…
Solo uno, solo uno,
Quedarse dormido, quedarse dormido…
Pero de todas maneras
Alguien te despertará.

Versión de Samuel Feijoo y Nina Bulgákova

El viento irrumpe, aúlla la nieve…

El viento irrumpe, aúlla la nieve,
Y en la memoria por un instante resurge
Aquel lugar, aquella orilla lejana…
Las flores débiles bajo la escarcha se marchitaron…

Y mis antiguas afecciones
Susurran como la hierba seca…
Es de noche. Y en la noche, por un sendero tupido
Voy hacia el abismo cubierto de nieve…

La noche, el bosque y la nieve. Y yo llevo
El peso odioso de los recuerdos…
De pronto, allá, se divisa una casita en un claro
Y una muchacha canta en el bosque.

6 de enero de 1912

Versión de Jorge Bustamante García

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó…

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó
En la madrugada olvido lo de la tarde anterior
En los días blancos extravío el fuego
Y en las noches ya no evoco los días.

Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,
Todos los días, y noches nos pasan por la mente
Y entonces ,-en el bochorno, en la estrechez-
Es sumamente doloroso soñar
En todo lo hermoso que se fue.
Deseas levantarte y no puedes
Es de noche.

3 de febrero de 1909

Versión de Jorge Bustamante García

La bruma nocturna

La bruma nocturna me sorprendió en el camino.
Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.

De “Los doce y otros poemas”.
Versión de Clara Janés

La noche, la droguería, la calle, el farol…

La noche, la droguería, la calle, el farol,
Mundo absurdo e insípido.
Vive aunque sea un cuarto de siglo más
Y todo será lo mismo. No hay salida.

Morirás -empezarás otra vez desde el comienzo
Todo se repetirá como antaño:
La noche, el helado escarceo en el canal,
La droguería, la calle y el farol.

1912

Versión de Jorge Bustamante García

Los poetas

En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.

El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.

Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.

De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar entre la tarde:
Con los ojos abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.

Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,
Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura sobre una florecilla
O sobre alguna nubecilla perlada

¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea peor
Que tus diarios débiles y vanos esfuerzos,
Que tu charco pequeño burgués.

No, querido lector, mi crítico ciego
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible…!

Tú estas a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.

No importa que mueran, como perros, tras la valla
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve…

24 de julio de 1908

Versión de Jorge Bustamante García

Madrugada en Moscú

Es delicioso levantarse muy temprano
Y percibir las huellas frescas en la arena.
Es delicioso recordarte así
Saber que estás conmigo.

Yo te amo, primor mío,
Despreocupada juventud mía
Y la transparente ternura del Kremlin,
En esta mañana, es como tu propio encanto.

Versión de Jorge Bustamante García

Oh, primavera inabordable y sin final…

Oh, primavera inabordable y sin final,
Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.

Yo te acojo, mala suerte,
Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,

Asumo las discusiones que desvelan
La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.

Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.

Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados…

Ante la hostilidad de este encuentro
Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!

Y miro y sospecho esta hostilidad,
Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!

24 de octubre de 1907

Versión de Jorge Bustamante García

Qué difícil es caminar entre la gente…

Qué difícil es caminar entre la gente
Y simular que no se ha muerto
Y en este juego de trágica pasión
Confesar que aún no se ha vivido.

Y escrutando en la nocturna pesadilla,
Encontrar el orden como un desordenado torbellino
Para que en el inexpresivo resplandor del arte
Descubramos el mortal incendio de la vida.

Versión de Jorge Bustamante García

Se aproxima el sonido…

Se aproxima el sonido. El alma vuelve a ser joven
Al someterse al susurro abrumador.
En sueños, sin respirar, aprieto contra mis labios
Tu mano pasajera.

Sueño que soy de nuevo un muchacho, otra vez un amante,
Veo un barranco y hierbas silvestres.
Y en esas hierbas un matorral espinoso
En la neblina del atardecer.

A través de las flores, las hojas y las ramas espinosas
La antigua casa mira en mi corazón
El cielo otra vez atisba, sonrosando de un lado a otro,
Tu ventana.

Esta voz es tuya y yo daría la vida y el dolor
Por su sonido incomprensible,
Aunque en el sueño yo apriete contra mis labios
Tu amada mano pasajera.

2 de mayo de 1912

Versión de Jorge Bustamante García

Somos los olvidados, solitarios sobre la tierra…

Somos los olvidados, solitarios sobre la tierra,
A hurtadillas nos sentamos cerca al calor.

Desde este cálido rincón del cuarto
Miramos la bruma de octubre.

Por la ventana, como entonces, se ve el fuego.
Querido mío, ya estamos viejos.

Todo lo que hubo, tempestad y desdicha,
Ha quedado atrás, ¿qué esperas del futuro?

¿Seguro quieres leer allá, todavía,
Alguna inesperada novedad?

¿Acaso esperas algún ángel tempestuoso?
Todo pasó. Nada podrás regresar.

Quizás las paredes, los libros, los días.
Querido amigo, ellos están habituados.

Yo no espero nada, no murmuro.
No añoro nada de la que se fue.

Versión de Jorge Bustamante García

Blanco Andres, Eloy

Reseña biográfica

Poeta venezolano nacido en Cumaná en 1896.
Se graduó en Derecho en 1918 cuando ya había publicado sus primeros versos. Desde muy joven se dedicó a la actividad política, oponiéndose al régimen que ostentaba el poder, razón que lo llevó a permanecer en el exilio por mucho tiempo.
Fue además ensayista y dramaturgo. Su consagración definitiva la logró cuando ganó el Concurso Hispanoamericano de Poesía, auspiciado por la Real Academia Española en 1922.
Su obra está editada en diversos libros, entre los que se destacan: «Giraluna», «El Huerto de la Epopeya», «Navegación de Altura»,
«La Aeroplana Clueca», «Vargas», «Tierras que me oyeron», y «Albacea de la Angustia».

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Blaque, William

WILLLIAN BLAKE (Inglaterra 1757-1827)

Reseña biográfica

Poeta, pintor y filósofo inglés nacido en Londres en 1757.
Desde muy pequeño tomó cursos de dibujo y grabado en las escuelas de Henry Pars y James Basire, explorando al mismo tiempo el campo literario con la lectura de grandes poetas y escritores de la época.
La marcada tendencia mística, producto de sus alucinaciones,
quedó claramente expresada en su obra pictórica y poética,
tal como se observa en su primera colección de poemas publicados en 1783 como “Poetical Sketches”. Con la “Canción de inocencia” en 1789 y “Canciones de experiencia” en 1794, el poeta quiso reafirmar su creencia sobre la fuerza creativa de la imaginación humana frente a la razón.
Entre 1793 y 1818, escribió un conjunto de poemas breves y una obra satírica, “Una isla en la luna”, referente a su niñez.
Falleció en medio de la pobreza en agosto de 1827. ©

A la estrella nocturna

¡Tú, ángel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.

Versión de E. Caracciolo

Alegría

“No poseo nombre:
pero nací hace dos días.”
¿Cómo te llamaré?
“Soy feliz.
Me llamo alegría.”
¡Que el dulce júbilo sea contigo!

¡Bonita alegría!
Dulce alegría, de apenas dos días,
te llamo dulce alegría:
así tú sonríes,
mientras yo canto.
¡Que el dulce júbilo sea contigo!

Versión de Antonio Restrepo

Canto del reír

Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan “¡ja, ja, ji!” con sus dulces bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos, y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el “¡ja, ja, ji!”

Versión de Antonio Restrepo

Canto para acunar

Dulces sueños, formad una pantalla
Sobre la linda cabeza de mi niño;
dulces sueños de agradables corrientes
bajo rayos de luna felices y silenciosos.

Dulce sueño, que tus cejas tejan
con suave felpa una corona infantil;
dulce sueño, Ángel terso,
fluctúa sobre mi niño dichoso.
Dulces sonrisas, durante la noche
meceos sobre mi encanto;
dulces sonrisas, sonrisas de Madre,
cautivad la noche interminable.
Dulces lamentos, suspiros de paloma,
no alejéis el letargo de tus ojos,
dulces lamentos, sonrisas aún más dulces,
cautivad todos los lamentos de paloma.
Duerme, duerme, niño afortunado,
que toda la creación duerme y sonríe;
duerme, duerme felices sueños,
mientras tu madre llora sobre ti.

Dulce bebé, en tu rostro
puedo discernir la santa imagen;
dulce bebé, otrora como tú
yacía tu hacedor y lloraba por mí.

Lloró por mí, por ti, por todos
cuando era apenas un pequeñito.
Su imagen siempre verás,
rostro celestial que sobre ti sonríe,
A ti, a mí, a todos les sonríe;
quien se volvió un pequeñito.
Las sonrisas infantiles son sus mismas
sonrisas;
y cautivan con paz el cielo y la tierra.

El pastor

¡Qué dulce es la dulce fortuna del Pastor!
Deambula desde el alba hasta el atardecer;
debe seguir a su rebaño el día entero,
y su lengua se embeberá con alabanzas.

Pues oye el inocente llamado del borrego,
y escucha la tierna respuesta de l a oveja;
vigila mientras permanecen en calma
pues saben cuándo está próximo su Pastor.

Versión de Antonio Restrepo

El tigre

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

Versión de Antonio Restrepo

El viajero mental

He viajado a través de un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.

Porque allí nace en la alegría el niño
que en el atroz dolor fue concebido,
tal como en la alegría cosechamos el fruto
que fue sembrado en lágrimas amargas.

Y si el recién nacido es un varón,
es entregado a una mujer anciana
que lo clava tendido en una roca
y en copas de oro coge sus lamentos.

Con espinas de hierro cierne su cabeza,
y agujerea sus pies y sus manos,
corta su corazón y lo desprende
para hacerle sentir calor y frío.

Sus dedos enumeran cada nervio
como un avaro contando su oro,
y de lamentos y gritos se nutre,
y él envejece, y ella se hace joven.

Hasta que convertido en un joven sangriento,
y ella mudada en espléndida virgen,
destroza sus cadenas, y la amarra
a ella a la Tierra para su placer.

Se planta él mismo en lo nervios de ella
como un labriego planta en su terreno,
y ella se convierte en su morada
y en jardín que le rinde setenta veces frutos.

Pronto se torna envejecida sombra
vagando alrededor de una cabaña terrestre,
llena de pedrerías y de oro
que ganó su trabajo.

Y éstas son las pedrerías del alma humana,
los rubíes y las perlas de un ojo enfermo de amor,
el oro innumerable del corazón que sufre,
el gemido del mártir y el suspiro del enamorado.

Son su alimento y su bebida,
mantiene a los mendigos y a lo pobres,
y para el caminante en viaje siempre
su puerta permanece abierta.

Su pena es alegría eterna en ellos;
hacen resonar los techos y los muros
hasta que de la lumbre del hogar
una pequeñuela emerge de pronto.

De fuego sólido ella es,
y pedrerías y oro, en tal manera
que nadie osa tocar su infantil forma
o envolverla en pañales.

Pero ella llega donde el que ama,
joven o viejo o rico o pobre;
muy pronto expulsan al anciano huésped
que se va mendigando por puertas ajenas.

Va llorando errante, muy lejos,
hasta que alguien admita hospedarle,
a menudo ciego por la edad, desesperado,
hasta que puede ganar una doncella.

Y para consolar su edad helada
en sus brazos la toma el pobre hombre.
La cabaña desaparece de su vista
y también el jardín con sus dulces encantos.

Los huéspedes están esparcidos por toda la región,
porque el ojo alterado altera todo.
Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,
y la Tierra plana se convierte en una pelota.

Las estrellas, el Sol, la Luna, todo huye.
Un vasto desierto sin límites,
y no queda nada de comer o beber,
y alrededor sólo el desierto oscuro.

La miel de sus labios de niña,
el pan y el vino de su dulce sonrisa,
el juego desordenado de su ojo vagabundo
a una ilusoria infancia le conducen.

Porque a medida que come y bebe se transforma
haciéndose más joven cada día,
y ambos, en el salvaje desierto
van errantes llenos de terror y congoja.

Ella huye como cierva salvaje,
su temor planta muchos matorrales salvajes,
mientras él la persigue de noche y de día,
por artificios de amor conducido.

Por artificios de amor y de odio
hasta que el salvaje desierto entero está plantado
con laberintos de díscolo amor
donde vagan el león, el lobo y el oso,

hasta que él se convierte en un díscolo niño
y ella en una llorosa mujer envejecida.
Van a vagar allí, entonces, muchos enamorados.
El Sol y las estrellas aproximan su curso.

Dulce éxtasis los árboles producen
para todos los que vagan en el desierto,
hasta que más de una ciudad allí es alzada
y más de una agradable cabaña de pastor.

Pero cuando hallan al colérico niño
el terror cunde en la extensa región:
gritan ¡El niño, el niño ha nacido!
y huyen en todas direcciones.

Porque hasta la raíz se seca el brazo
de aquel que osó tocar la colérica forma:
osos, leones, lobos, todos huyen aullando,
y todo árbol arroja sus frutos.

Y nadie puede tocar esa forma colérica
a menos que lo haga una mujer anciana.
Ella al niño tendido clava sobre la Tierra
y todo pasa como ya lo he dicho.

Versión de Luis Oyarzún

Eternidad

Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.

Versión de Màrie Montand

La noche

Desciende el sol por el oeste,
brilla el lucero vespertino;
los pájaros están callados en sus nidos,
y yo debo buscar el mío.
La luna, como una flor
en el alto arco del cielo,
con deleite silencioso,
se instala y sonríe en la noche.
Adiós, campos verdes y arboledas dichosas
donde los rebaños hallaron su deleite.
Donde los corderos pastaron, andan en silencio
los pies de los ángeles luminosos;
sin ser vistos vierten bendiciones
y júbilos incesantes,
sobre cada pimpollo y cada capullo,
y sobre cada corazón dormido.
Miran hasta en nidos impensados
donde las aves se abrigan;
visitan las cuevas de todas las fieras,
para protegerlas de todo mal.
Si ven que alguien llora
en vez de estar durmiendo,
derraman sueño sobre su cabeza
y se sientan junto a su cama.

Cuando lobos y tigres aúllan por su presa,
se detienen y lloran apenados;
tratan de desviar su sed en otro sentido,
y los alejan de las ovejas.
Pero si embisten enfurecidos,
los ángeles con gran cautela
amparan a cada espíritu manso
para que hereden mundos nuevos.
Y allí, el león de ojos enrojecidos
vertirá lágrimas doradas,
y compadecido por los tiernos llantos,
andará en torno de la manada,
y dirá: “La ira, por su mansedumbre,
y la enfermedad, por su salud,
es expulsada
de nuestro día inmortal.
Y ahora junto a ti, cordero que balas,
puedo recostarme y dormir;
o pensar en quien llevaba tu nombre,
pastar después de ti y llorar.
Pues lavada en el río de la vida
mi reluciente melena
brillará para siempre como el oro,
mientras yo vigilo el redil.

La primavera

¡Que resuene el flautín
que ahora está callado!
Delicia de las aves
de día y de noche;
el ruiseñor
en la quebrada,
la alondra en el cielo,
festivamente,
festivamente, festivamente,
para darle la bienvenida al año.

El muchachito,
repleto de gozo;
la muchachita,
dulce y diminuta;
el gallo canta
como tú lo haces;
voz alborozada,
barullo infantil,
jubilosamente,
jubilosamente,
para darle la bienvenida al año.

Corderito,
aquí estoy;
acércate y lame
mi blanco cuello;
deja que tironee
tu lanilla suave;
déjame besar
tu suave rostro:
jubilosamente,
jubilosamente,
para darle la bienvenida al año.

Versión de Antonio Restrepo

La rosa enferma

estás enferma, ¡oh rosa!
El gusano invisible,
que vuela, por la noche,
en el aullar del viento,

tu lecho descubrió
de alegría escarlata,
y su amor sombrío y secreto
consume tu vida.

Versión de Màrie Montand

Nueva Jerusalén

Del poema “Milton”

¿Y hollaron esos pies, antaño,
los verdes montes de Inglaterra?
¿Y viose el sacro Cordero de Dios
por los pastos ingleses, placenteros?

Resplandeció el divino rostro
sobre nuestras colinas nubladas?
¿Y edificose una Jerusalén
en medio de esos negros, satánicos molinos?

¡Dadme mi arco de oro ardiente!
¡Dadme mis flechas de deseo!
¡Traed mi lanza! ¡Abríos, oh nubes!
¡Traedme mi carro de llama!

No cejará en mi espíritu la lucha
ni ha de dormirse en mi mano la espada,
hasta que levantemos otra Jerusalén
en el solar verdeante y dulce de Inglaterra.

Versión de Màrie Montand

Proverbios del infierno

En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña
y en el invierno goza.

Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.

La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no actúa engendra la plaga.

El gusano perdona al arado que lo corta.

Sumergid en el río a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura las mide el reloj,
pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.

Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.

En años de escasez, usa número, peso y medida.

No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

Un cuerpo muerto no venga injurias.

El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es
el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles
con ladrillos de religión.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La ira del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado
y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes
para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas engendran.

Dejad que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

El ave un nido, la araña una tela, el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, y podrían ser medidos con la misma vara.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.

La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo
y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Si estás siempre listo a expresar tu opinión, el vil te evitará.

Todo lo que es creíble, es una imagen de la verdad.

Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.

El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al león.

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

Nunca sabrás lo que es suficiente a menos que sepas lo que es más que suficiente.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título real!

Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer, tal como el león no
interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.

El alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.

Cuando ves un águila, ves una porción de Genio: ¡Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones para los más dulces goces.

Crear una florecilla es labor de siglos.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las plegarias no aran! ¡Los elogios no cosechan!

Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.

La cabeza lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza;
manos y pies la Proporción.

Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el desprecio para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.

Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Suficiente! o demasiado.

Un sueño

Cierta vez un sueño tejió una sombra
sobre mi cama que un ángel protegía:
era una hormiga que se había perdido
por la hierba donde yo creía que estaba.

Confundida, perpleja y desesperada,
oscura, cercada por tinieblas, exhausta,
tropezaba entre la extendida maraña,
toda desconsolada, y le escuché decir:
“¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran?
¿Oirán cómo suspira su padre?
¿Acaso rondan por ahí para buscarme?
¿Acaso regresan y sollozan por mí?”

Compadecido, solté una lágrima;
pero cerca vi una luciérnaga,
que respondió: “¿Qué quejido humano
convoca al guardián de la noche?

Me corresponde iluminar la arboleda
mientras el escarabajo hace su ronda:
sigue ahora el zumbido del escarabajo;
pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa.”

Una imagen divina

La crueldad tiene corazón humano
y la envidia humano rostro;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.

Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es fragua llameante,
el rostro humano es caldera sellada
y el corazón humano, su gola hambrienta.

Versión de Antonio Restrepo

Bilac, Olavo

Reseña biográfica
Olavo Bilac 1965 – 1918

Poeta, ensayista y periodista brasileño nacido en Río de Janeiro en 1865.
Dedicado desde muy joven al ejercicio periodístico, fundó las revistas A cigarra y Meio. Está considerado como el más importante poetas parnasiano de su país, al lado de Alberto de Oliveira y Raimundo Correia.
Su primer libro, “Poesías” fue publicado en 1888, seguido en los años siguientes por crónicas, conferencias literarias, libros infantiles y didácticos. Ejerció varios cargos públicos, fue uno de los fundadores de la Academia Brasileña de Letras e hizo parte de diversas delegaciones diplomáticas de su país.
En 1907 fue elegido Príncipe de los poetas brasileños en el célebre concurso auspiciado por la revista Fon-Fon.
Su libro póstumo “Tarde”, publicado en 1919, resume gran parte de su obra poética.
Falleció en 1918. ©

Poemas de Olavo Bilac:

A las campanas

Abstracción

El pecador

Exilio

Oración

Última página

Vanidad

Vía láctea

Vita nuova

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Georgia

A las campanas

Campanas de las torres, resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las cosas
se eternicen en una primavera de gracia.

Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.

En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de l’altura.

Y ¡oh campanas! decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos!

Versión de Miguel Rasch-Isla

Abstracción

Hay millares de estrellas en la altura
que puedes alcanzar con la mirada;
mas tú buscas la estrella que, ignorada,
en espacios ilímites fulgura.

Hay mujeres de núbil hermosura
que te cercan en ronda apasionada;
pero tú buscas la mujer soñada,
una mujer pretérita y futura.

Arriba, el cielo es fúnebre, nublado;
la tierra en rededor es yermo triste…
y así habrás de morir abandonado,

con los sueños de amor que perseguiste:
la imposible mujer que no has amado
y la estrella ideal que nunca viste.

Versión de Delio Seraville

El pecador

Pecó, mas es el pecador sereno
que sofoca el sollozo en la garganta,
y que a los labios, sin temblar, levanta
la rebosante copa de veneno.

Manchó su excelsa clámide en el cieno
del mal. Y al cabo de flaqueza tánta,
ningún remordimiento lo quebranta,
ni lo sonroja el parecer ajeno.

Lleva ocultas las lágrimas consigo,
y erguido lleva el corazón doliente
cual un pendón de reto enarbolado.

Y acepta la amargura del castigo,
con la misma altivez con que sonriente
probó todo el deleite del pecado.

Versión de Miguel Rasch-Isla

Exilio

¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado
de mi primer amor a otro amor que imagino…
Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!

En ti, como en un valle, me adormecí embriagado
en un sueño de amores a mitad del camino;
quiero darte ya mi último beso peregrino
como quien abandona la patria, desterrado.

¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,
nido de blandas plumas de mi primer idilio,
jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!

¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,
como el pan que se come lejos, en el exilio,
amasado con hieles y humedecido en llanto.

Versión de Eduardo Castillo

Oración

Bendito el que en la tierra hizo el agua y el fuego;
el que unció a la carreta al buey manso y amigo;
el que encontró la azada, y el que del fango luégo
hizo brotar el oro milagroso del trigo.

El que fundió los bronces; el que talló en sosiego
la cuna de la infancia, y el que al primer mendigo
dio la primer limosna conmovido a su ruego,
y el que labró este lecho que compartes conmigo.

El que echó al mar la quilla y a los vientos las velas;
el que inventó las trovas; el que encoldó la lira;
el que domó los rayos y aplacó las procelas.

Mas, bendito entre todos, aquel que en lo profundo
descubrió la esperanza, la divina mentira,
que dora las siniestras espesuras del mundo.

Versión de Miguel Rasch-Isla

Última página

Primavera: sonrisa de las cosas, los ramos
palpitaban de flores y huéspedes parleros;
octubre anaranjaba la arena en los senderos,
recuerdas? Bajo el cielo de octubre nos amamos.

Verano: sin testigos, cabe la mar llegamos;
Otoño deshojaba los álamos ligeros;
tentónos el pecado, te acercaste, pecamos…
Ah! tu primer sonrisa, tus abrazos primeros!

Sobrevino el Invierno: saltaste a mis rodillas;
besé con largo beso tu boca y tus mejillas;
ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.

¡Oh carne! qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
Huyen las estaciones y pasan las mujeres,
y yo que he amado tanto desconozco el amor.

Versión de Víctor M. Londoño

Vanidad

Cieco, febril, insomne, con nerviosa porfía,
pule el artista el mármol de la estrofa anhelada:
quiérela palpitante, quiérela emocionada,
quiere infundir al mármol un temblor de agonía.

Triunfa gallardamente de la forma bravía;
lucha, repule, y la obra resplandece acabada:
-«¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada!
¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día.

«Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,
eras la piedra tosca; te di brillo profundo
e iricé tus facetas con esmeros de orfebre.

Puedo esperar, pues vives, una muerte serena».
E imagina que exhausto rodará al pie del mundo,
y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de arena.

Versión de Miguel Rasch-Isla

Vía láctea

Sale al jardín cuando la aurora aclara,
y envuelta en muselinas vaporosas,
muestra a las rosas del jardín las rosas
trémulas y encendidas de su cara.

Todo el jardín al verla se prepara
a la oblación. Y hay voces misteriosas
que, al pasar, la saludan jubilosas
como si leve sílfide pasara.

La luz la besa; el aire es más sonoro;
tiemblan las flores cándidas; el bando
de las aves salúdala en un coro,

y ella va, dando al sol el rostro blando,
dando a los vientos el cabello de oro,
y a los rosales sus sonrisas dando.

Versión de Miguel Rasch-Isla

Vita nuova

Si con los mismos ojos abrasados,
al mismo gozo antiguo me convidas,
máta el recuerdo de las horas idas
en que los dos vivimos separados.

Y no me hables de lágrimas perdidas,
ni me culpes por besos disipados;
caben en una vida cien mil vidas,
como en un corazón cien mil pecados.

¡Te amol ¡La llama del amor, más fuerte
revive. Olvida mi pasado, loca!
Qué importa el tiempo que viví sin verte,

si aun te quiero, después de amores tántos,
y si aun tengo, en los ojos y en la boca,
nuevas fuentes de besos y de llantos!

Versión de Miguel Rasch-Isla

Bignozzi, Juana

Reseña biográfica

Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1937.
Aficionada desde pequeña a la poesía, obtuvo reconocimientos como lectora en la escuela primaria. A los veinte años trabajó como periodista, se relacionó con varios intelectuales reconocidos e hizo parte del grupo poético El pan duro creado por Juan Gelman en 1955.
En 1960 fue publicado su primer libro de poemas, “Los límites”, seguido por “Tierra de nadie”
en 1962. En 1974, cuatro años después de contraer matrimonio, se radicó en Barcelona donde trabajó como traductora y continuó su carrera literaria publicando obras como “Regreso a la patria” en 1989, “Mujer de cierto orden” en 1990, “Interior con poeta” en 1993, “Partida de las grandes líneas” en 1997, “La ley tu ley” en 2000 y “Quién hubiera sido pintada” en 2001.
Es una de las poetas esenciales del panorama argentino contemporáneo. Entre los galardones obtenidos se destacan el Premio Municipal de Poesía en el año 2000 y el Premio Konex por el quinquenio 1999-2003.
Reside en Buenos Aires desde el año 2004.

Ce triste exil, ce fier exil

Dulce post art nouveau

Domingo en la tarde

Educada en el vicio de los hombres

El hombre que me compra flores…

El sujeto de la izquierda

En otra vida yo miraba desde la ventana de un bar…

Esperé ser la anfitriona elemental…

Extrañas parejas

H. M.

Interior con poeta III

La vida olena

Le entrego mi nombre a la vida que sube

Luz de gas

Nocturno

Que necia salir por esa ciudad…

S. B. mi corazón joven

Soy una mujer sin problemas

Supiste quien era…

Tantas flores a la madrugada…

Yo que moriré vendiendo las joyas…

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CE TRISTE EXIL, CE FIER EXIL

En las noches felices con la gente que amo
él hace sentir su ausencia,
se instala en el amor que me dan,
en el amor que doy,
en el otoño, sí, ya sé, las hojas;
dos amigas caminan por calles entrañables,
hablan del amor, la vida, los hombres,
se dejan envolver por la dulzura de la noche de mayo,
hacen a un lado las cosas irremediables,
caminan solas entre los olores, las luces de las ventanas,
algún rostro obsesivo que insiste, insiste,
pero ellas saben tanto sobre el amor, tanto,
que pueden convertir todo en una charla brillante
el hombre que desean hasta sentir frío,
el verdadero amor
y el aplastante domingo que hay que atravesar
para que su voz sea de nuevo
y todo empiece a cobrar vida.

Los amigos que me aman hablan de mis ojos,
ya sé, son importantes como las hojas en otoño,
pero todo cae a golpes
en estos domingos para lanas tibias, hijos que no tengo,
globos de colores en el parque.

Entre ritos familiares se calienta al sol
impura,
como si hubiera encendido fuego en viernes
o hubiera cantado en tierra extranjera.

De “Mujer de cierto orden” 1967

DULCE POST ART NOUVEAU

Desde este balcón miro llover sobre el mar
-Europa provee las imágenes de afiche I ,
cumple los sueños de barrio
su realidad aumenta la cursilería y la verdad-
yo hago una lista donde objetos amados
se mezclan con objetos necesarios
a los que el agua y la distancia confunde y a veces ni rescata

todos vuelven sobre esta calmísima agua
que llega hasta el pie de mi casa
pocos logran tener una cara

si la palabra tiene valor
esta distancia lo probará
si la palabra es vida y los que la manejan viven en ella
ésta es la prueba

si ya pensé mi vida o sea ya la viví
el agua de este mediterráneo tan muerto
es prueba y respuesta

De “Regreso a la patria” 1989

DOMINGO A LA TARDE

Cuando se sientan frente a frente
amores imposibles, quincallería amistosa,
tipos que se atrevieron y esa mujer intensa
que lleva augurios a felicidades que nunca entenderá,
la buena gente desecha las malas palabras,
la buena gente dice todos tienen posibilidades en la vida,
sienten crecer su amor por esa mujer intensa,
tan sola, que vivirá siempre detrás de una ventana
y todo lo que le ofrecen está demasiado azucarado.

De “Mujer de cierto orden” 1967

EDUCADA EN EL VICIO DE LOS HOMBRES

voy a la cocina y me siguen
voy al baño y golpean la puerta
me despiertan en la noche para preguntarme si duermo
llaman por teléfono en todas mis ciudades
para avisarme cuidado con el vino y la vida literaria
no he perdido padre ni tíos ni ahijado ni amigos de juventud
por no perder no he perdido ni editor
ni ese hombre
que ya sombra aún cuida mi paso en las esquinas

no me han dejado caer de su mano de su vicio
de su peso de mi corazón

De “La ley tu ley” 2000

EL HOMBRE QUE ME COMPRA FLORES…

el hombre que me compra flores
se las guarda en el bolsillo después de dedicármelas
recomienda serenidad ante mis síntomas y mis pérdidas,
cuando se ha asegurado de que recuerdo la hora del regreso
me pide que deje de buscar mi maleta
vuelva a calzarme mis incómodos zapatos
y busquemos un buen lugar para comer

De “Partida de las grandes líneas” 1997

EL SUJETO DE LA IZQUIERDA

educada para ser
la magnífica militante de base de un partido
que por no leer la historia de mi país
se ha convertido en polvo no enamorado sino muerto
preparada para una eterna carrera de fondo
tengo ante los ojos una pared impenetrable
detrás de la cual sólo hay
otros 50 años de trabajo y espera

De “Interior con poeta” 1993

EN OTRA VIDA YO MIRABA DESDE LA VENTANA DE UN BAR…

en otra vida yo miraba desde la ventana de un bar
cómo la tormenta aplastaba las flores azules contra los cordones
contra las paredes
y por ese momento único de la juventud que dura muy poco
supe que nunca olvidaría esa escena en que nada aparecía
de lo que amaba me interesaba o temía
ni novios ni odios ni otros poetas ni revistas de opinión ni
secretarios de barrio ni amigos imbuidos de una colonizada cultura pavesiana
sólo las flores azules y la lluvia
recuerdo el nombre del pueblo la hora y esa lluvia
que nunca en las décadas que siguieron confundí con alguna otra

De “La ley tu ley” 2000

ESPERÉ SER LA ANFITRIONA ELEMENTAL…

Esperé ser la anfitriona elemental
de una estructura no corrompida
ofrecer entregas y apuestas
abandonar mi ciudad sin la sombra de la sal
ni de su adiós y memoria viva
ahora soy dueña de un sistema de condenas y salvaciones
de aceptaciones y rechazos
de una lista de buenos trabajos
de un lejano sabor a vida
de una única forma de limpiarme
en soledad

De “Regreso a la patria” 1989

EXTRAÑAS PAREJAS

siempre volví en olor de bienvenida
flores animalitos de mis colores
corazones de papel que son los que me importan
y ahora entro en una casa donde
hay que dar la luz y el agua
y no buscar bebida en vaso limpio no la hay
sólo una voz por el teléfono

he aceptado entrar en una casa a oscuras
para que en mi vida no echara raíces el patetismo

De “Interior con poeta” 1993

H. M.

Que haría yo sin tus flores
que haría yo sin esta permanencia
de tu gesto y tu lugar
Que haría yo si debiera pensar
en pérdida olvido y sobre todo final
Que haría yo si no tuviera
la certidumbre de tu memoria

De “Regreso a la patria” 1989

INTERIOR CON POETA III

Desde mi ventana
silencio de verano silencio de invierno
veo servir la comida
encenderse las luces
lámparas del atardecer mesas del mediodía
¿acogerían ellos a una sin patria?
¿no estaría mi corazón para siempre en otra tierra?
soy ajena a las ceremonias de la costumbre
que suelen acogerme para señalarme extranjera
vidas de espaldas al mar que es el camino de mi vida

De “Interior con poeta” 1993

LA VIDA PLENA

A algunos les han quitado las ganas de hablar,
pasan mudos por el amor, aman perros vagabundos
y tienen una piel tan sensible
que nuestros pequeños saludos cotidianos
pueden producirles heridas casi de muerte.
Nosotros, seres amables e inofensivos,
miramos los gatos enfermos, las mujeres con collares
que pasan por la calle
y sentimos un desamor agradable,
casi suficiente.

De “Mujer de cierto orden” 1967

LE ENTREGO MI NOMBRE A LA VIDA QUE SUBE

Detrás de estos juegos de inteligencia
detrás de nosotros, que estamos en lo que podemos,
que sólo manejamos vasos al borde de la lluvia
vinos amicales,
fosforescencias del mar tienen su nombre,
que yo sólo puedo decir a través de ojos lánguidos,
sonrisas tristes mi amor devastado.
Tan pobres que éramos,
y ahora los que vienen de Cuba, los que van hacia Cuba,
entran en mi lenta ternura de mujer que vive junto a un río
hacen insoportable nuestra miseria.

De “Mujer de cierto orden” 1967

LUZ DE GAS

Todos pudimos apagar y encender las hogueras
digamos, las luces
los más inconscientes lo hicimos
pero yo pregunto
quién tuvo la valentía de verlas agonizar
y siguió hablando moviéndose
pensando en las celebraciones
sonriendo ante las consecuencias del cambio de estación
la luz que agoniza era una obra que amaba mi madre
en su fantasía del teatro
pero aquí no habrá salvadores
lúcidos detectives jóvenes enamorados
sólo héroes que miran cómo agonizan
y simulan vivir una vida
¿quién la llamó vida?
sin revolución

De “Regreso a la patria” 1989

NOCTURNO

la luz de mis amigos en las cenas en mi ciudad
el perro de Anouilh que siempre aúlla para mí
casas de barrio a oscuras cazadores de lavabos de estación
mi amiga comprándome vino en el kiosco
un avión esperando para encender los motores

De “La ley tu ley” 2000

QUE NECIA SALIR POR ESA CIUDAD…

Que necia salir por esa ciudad
a recoger mis confidencias entre adúlteras
poetas de diarios pueblerinos
burguesías napoleónicas y analizadas
solitarios a los que no recuerdo en sus actuales escenarios legales
salvo algunas soledades de domingo a la tarde en la provincia
alguna etapa antes de volver al verdadero destino ignorado

que necia creer que siempre más allá
había un imperio con toda su fanfarria
y el exotismo de sus colores
y no sólo este trabajo mínimo y constante
ser armonioso sin conciliar unir sin renunciar

sé que largué un bumerang que todavía no volvió

De “Regreso a la patria” 1989

S. B. MI CORAZÓN JOVEN

marco un número a ciegas
creyendo saber a quién llamo
en realidad cubro el hueco de los llamados suspendidos
todo es verdad
la necrológica la fecha
la amiga avisándolo
pero esta noche tu voz
prolijo corrector
vino a consolidar y concluir aquel gozo
de nuestra amistad
con una cita imprecisa

De “Partida de las grandes líneas” 1997

SOY UNA MUJER SIN PROBLEMAS

Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.

De “Mujer de cierto orden” 1967

SUPISTE QUIEN ERA…

Supiste quién era
antes de que yo empezara a sospecharlo
ahora caminando por lejanas y míticas ciudades
soy tu triunfo
vos hiciste esa figura que recorre lugares que nunca conocerás
pero son sólo tuyos para siempre
vos los soñaste yo los conozco
para mí las fachadas
para vos el deseo
lo único posible de ser llamado eternidad

De “Regreso a la patria” 1989

TANTAS FLORES A LA MADRUGADA…

Tantas flores a la madrugada tanto vino blanco con los amigos
íntima perdida última
tanta vida para la literatura
tanta hermosa fantasía desplegada
corazoncitos en los vidrios empañados en vez de amor
tanto lúcido ascendente iluminista buen alumno
aquellos mis amiguitos con su pacífico partido de izquierda
tanta prueba de amor colgada de un clavito
tanta vida tirada a los perros y a los cobardes
el recuerdo de algunos que en lo mejor de mi vida
en fin cambiemos de tema
después de besar a los íntimos todos los días
como si fuera la despedida del alma
puedo asegurarles que no les crearé ningún problema
soy muy inofensiva
no me pasearé por el mundo con plumas doradas
ni gritaré a destiempo
sólo que tal va consiga un bote al exilio
o todo termine en un claustro con una labor de petit point

De “Regreso a la patria” 1989

YO QUE MORIRÉ VENDIENDO LAS JOYAS…

Yo que moriré vendiendo las joyas
que nunca tuve
extiendo esta mano como si blandiera guante de encaje
que no conoció
porque hizo domésticas tareas
con sentido histórico hartazgo y cierta dignidad
yo que moriré
espero limpia y perfumada y es probable con olor a decencia
no olvidaré el escenario inaugural
donde se encendieron y apagaron las luces
donde creció mi adolescencia y murió mi juventud

De “Regreso a la patria” 1989

Bernárdez, Francisco Luis

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1900.
Inició su carrera literaria en España y Portugal, países donde estuvo radicado por mucho tiempo. Tiene su obra una entonación lírica y romántica influida por los poetas místicos, pero conservando su propio estilo que siempre reflejó su criterio y su forma de enfocar la belleza de la vida.
Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.
Entre sus obras más destacadas se cuentan: «El buque», «La ciudad sin Laura, «Poemas elementales» y  «Poemas de carne» y hueso».
Falleció en 1978. Continue reading