Aridjis, Homero

Poeta mexicano nacido en Michoacán en 1940.
Es uno de los escritores más prolíficos de México. Periodista, novelista y catedrático, fue becario de varias instituciones mexicanas, y profesor de literatura mexicana en varias universidades norteamericanas. En 1993 la Universidad de Indiana le otorgó el doctorado Honoris Causa. Ha desempeñado diversos cargos diplomáticos a través de su carrera: en 1972 fue agregado cultural de México en Holanda, y posteriormente,  fue embajador de México en Suiza. También dirigió el Instituto Michoacano de Cultura.
Su antología incluye sus obras más conocidas:
«Los ojos desdoblados», «Antes del reino», «Los espacios azules», «Tiempo de ángeles»
y «Antología Poética».

A  Betty

Y Dios creó las grandes ballenas
allá en Laguna San Ignacio,
y cada criatura que se mueve
en los muslos sombreados del agua.

Y creó al delfín y al lobo marino,
a la garza azul y a la tortuga verde,
al pelícano blanco, al águila real
y al cormorán de doble cresta.

Y Dios dijo a las ballenas:
“Fructificad y multiplicaos
en actos de amor que sean
visibles desde la superficie

sólo por una burbuja,
por una aleta ladeada,
asida la hembra debajo
por el largo pene prensil;

que no hay mayor esplendor del gris
que cuando la luz lo platea.
Su respiración profunda
es una exhalación”.

Y Dios vio que era bueno
que las ballenas se amaran
y jugaran con sus crías
en la laguna mágica.

Y Dios dijo:
“Siete ballenas juntas
hacen una procesión.
Cien hacen un amanecer”.

Y las ballenas salieron
a atisbar a Dios entre
las estrías danzantes de las aguas.
Y Dios fue visto por el ojo de una ballena.

Y las ballenas llenaron
los mares de la tierra.
Y fue la tarde y la mañana
del quinto día.

A veces uno toca un cuerpo y lo despierta…

A veces uno toca un cuerpo y lo despierta
por él pasamos la noche que se abre
la pulsación sensible de los brazos marinos

y como al mar lo amamos
como a un canto desnudo
como al solo verano

Le decimos luz como se dice ahora
le decimos ayer y otras partes

lo llenamos de cuerpos y de cuerpos
de gaviotas que son nuestras gaviotas

Lo vamos escalando punta a punta
con orillas y techos y aldabas

con hoteles y cauces y memorias
y paisajes y tiempo y asteroides

Lo colmamos de nosotros y de alma
de collares de islas y de alma

Lo sentimos vivir y cotidiano
lo sentimos hermoso pero sombra.

Abril es ella quien habla por tus labios…

Abril es ella quien habla por tus labios
como un joven sonido desnudo por el aire

En la noche ha volado con tu vuelo más alto
con risa de muchacha
como el fuego nocturno de los frutos del viento
donde vibran los pájaros

Manzana del amor
su voz bajo la lluvia es un pescado rojo

Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos
es la virgen gaviota que ha bebido del mar

en el agua su sol   mariposa de luz

Al hablarte me escuchas…

Al hablarte me escuchas
desnuda de conceptos
renuncias a ti misma
para volverte aire
y al vuelo de mis pájaros verbales
concibes la palabra
siempre virgen y madre
vas perdurando los instantes
en tu cintura poderosa
algún día
cuando pierda al mundo
me harás permanecer.

Anverso

No veo tu sonrisa entre mis labios
apurar la prolongada espera
en tu abandono de luciérnaga a la noche;
sólo tengo asida entre mis brazos
la inexpresable lucha
de penetrar en el bosque sin fondo de tu sueño
que empieza en la penumbra.
Sólo el afán de arañar las escamas de la tierra
y volcar la savia del origen
en tu canasto de riveras blandas,
para encontrarte a ti,
en el hueco de tus verdes plantaciones
como un todo revuelto entre mis manos.
Sólo mis párpados abiertos
confundidos en el incendio de absorberte
en tu acuario de humo,
bajo la soledad de unos cerebros desyelmados.
No veo tu presencia desdoblada
ahondarme y contenerme,
sólo mi furia de hombre
en las grietas de ti misma
persiguiéndote sin alcanzarte.
Sólo la noche posada en tus cabellos,
la noche raspándonos los ojos,
la noche uniéndonos y separándonos
como división eterna entre los cuerpos.

Asombro del tiempo

(Estela para la muerte de mi madre Josefina Fuentes de Aridjis)

Ella la dijo: Todo sucede en sábado:
el nacimiento, la muerte,
la boda en el aire de los hijos.
Tu piel, mi piel llegó en sábado.
Somos los dos la aurora, la sombra de ese día.

Ella la dijo: Si tu padre muere,
yo también voy a morir.
Sólo es cosa de sábados.
Cualquier mañana los pájaros
que amé y cuidé van a venir por mí.

Ella estuvo conmigo. En mi comienzo.
Yo estuve con ella cuando murió, cuando nació.
Se cerró el círculo. Y no sé
cuándo nació ella, cuándo morí yo.
El rayo umbilical nos dio la vuelta.

Sobre la ciudad de cemento se alza el día.
Abajo queda el asombro del tiempo.
Has cerrado los ojos, en mí los has abierto.
Tu cara, madre, es toda tu cara, hoy que dejas la vida.
La muerte, que conocía de nombre, la conozco en tu cuerpo.

Dondequiera que voy me encuentro con tu rostro.
Al hablar, al moverme estoy contigo.
El camino de tu vida tiene muchos cuerpos míos.
Juntos, madre, estaremos lejanos.
Nos separó la luna del espejo.

Mis recuerdos se enredan con los tuyos.
Tumbados para siempre, ya nada los tumba.
Nada los hace ni deshace.
Palpando tu calor, ya calo tu frío.
Mi memoria es de piedra.

Hablo a solas y hace mucho silencio.
Te doy la espalda pero te estoy mirando.
Las palabras me llevan de ti a mí y de mí a ti
y no puedo pararlas. Esto es poesía, dicen,
pero es también la muerte.

Yo labro con palabras tu estela.
Escribo mi amor con tinta.
Tú me diste la voz, yo sólo la abro al viento.
Tú duermes y yo sueño. Sueño que estás allí,
detrás de las palabras.

Te veo darme dinero para libros,
pero también comida.
Porque en este mundo, dicen,
son hermosos los versos,
pero también los frutos.

Un hombre camina por la calle.
Una mujer viene. Una niña se va.
Sombras y ruidos que te cercan
sin que tú los oigas, como si sucedieran
en otro mundo, el nuestro.

Te curan de la muerte y no te salvan de ella.
Se ha metido en tu carne y no pueden sacarla,
sin matarte. Pero tú te levantas, muerta,
por encima de ti y me miras desde el pasado mío,
intacta.

Ventana grande que deja entrar a tu cuarto la ciudad de cemento.
Ventana grande del día que permite que el sol se asome a tu cama.
y tú, entre tanto calor, tú sola tienes frío.

Así como se hacen años se hace muerte.
Y cada día nos hacemos fantasmas de nosotros.
Hasta que una tarde, hoy, todo se nos deshace
y viendo los caminos que hemos hecho
somos nuestros desechos.

Sentado junto a ti, veo más lejos tu cuerpo.
Acariciándote el brazo, siento más tu distancia.
Todo el tiempo te miro y no te alcanzo.
Para llegar a ti hay que volar abismos.
Inmóvil te veo partir, aquí me quedo.

El corredor por el que ando atraviesa paredes,
pasa puertas, pasa pisos,
llega al fondo de la tierra,
donde me encuentro, vivo,
en el comienzo de mí mismo en ti.

Número en cada puerta y tu ser pierde los años.
Tu cuerpo en esa cama ya sin calendarios.
Quedarás fija en una edad, así pasen los siglos.
Domingo 7 de septiembre, a las tres de la tarde.
Un día más, unos minutos menos.

En tu muerte has rejuvenecido,
has vuelto a tu rostro más antiguo.
El tiempo ha andado hacia atrás
para encontrarte joven. No es cierto
que te vayas, nunca he hablado tanto contigo.

Uno tras otro van los muertos, bultos blancos,
en el día claro.
Por el camino vienen vestidos de verde.
Pasan delante de mí y me atraviesan. Yo les hablo.
Tú te vuelves.

Pasos apesadumbrados de hombres
que van a la ceremonia de la muerte,
pisando sin pisar las piedras
de las calles de Contepec,
con tu caja al cementerio.

Tú lo dijiste un día:
todo sucede en sábado:
la muerte, el nacimiento.
Sobre tu cuerpo, madre, el tiempo se recuerda.
Mi memoria es de piedra.

México D.F., 2 de septiembre de 1986
Contepec, Mich., 7 de septiembre de 1986

Ayer y hoy

Tu paso, como una sombra,
era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.

Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.

La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.

Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.

Cae la lluvia sobre junio…

Cae la lluvia sobre junio
El espíritu de la mujer que ama
corre en tu cuerpo       se desnuda en las calles

La vida en los rincones
sostiene el equilibrio del mundo
con un algo de Dios que asciende de las ruinas

Los hijos del hombre hacen su universo
sobre un barco de papel que se destroza
pero la alegría no está precisamente allí
sino en la proyección de otro universo

Nada debe detenerse
volverá septiembre y después abril
y los amigos que no acudieron esta primavera
estarán con nosotros en un invierno previsible

Amo este tiempo
donde los perros son sagrados
y los insectos titubean en los vidrios

Te amo a ti por efímera por susceptible al frío

La ciudad se ilumina para nuevas proezas

Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina…

Cuando la sombra duerme su cuerpo se ilumina
su rostro reflejado atraviesa cristales
y finalmente se instala en todo brillo

Sus dedos trenzan en el aire
los bellos frutos de los días de mayo

Muda en la respiración muda de las cosas
la voz de una mujer pasa buscándola

Desnuda en el esplendor irreparable
sus ojos se abren como un río
de luz y de sonido

Déjame…

Déjame
estoy lleno de ti,
no te perderé,
llevo conmigo tu esperanza invicta
y los diluvios de tu claustro;
he visto levantarse de tus pupilas
el sentimiento inaugural del hombre,
pero todavía no tengo la sangre
y la tierra y la palabra
no me pertenecen

Déjame entrar a tu íntimo alfabeto…

Déjame entrar a tu íntimo alfabeto
para saber lo tuyo por su nombre
y a través de tus letras
hablar de lo que permanece
y también de auroras y de nieblas
Déjame entrar para aprenderte
y girar en tu órbita de voces
hablándote de lo que me acontece
describiéndote a ti
Quiero dar testimonio a los hombres
de tus enes y tus zetas
desnudarte ante ellos como una niña
para que todos se expresen con acento puro.

Donde el ensoñado y el soñado…

Donde el ensoñado y el soñado
van por un solo camino
se levanta un cuerpo

Por ese adentro de mujeres que hablan
de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre

y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario

Ella violenta y pública…

Ella violenta y pública
en el peregrinaje lento de las horas
que resbalan coloreándose hacia el alba

ella
exterminada y recobrada
por batallones en su misma mano

faz que se dobla en el arco
haciéndose durar

plenitud quebranto inclinación
centro donde el esplendor se esparce
o se concentra con el instante a la deriva

con los fetiches
con los proscritos de las calles
con las mujeres que llaman con susurros

con los que esperan que lo oscuro amanezca
para que su techo sea un techo dorado

ella con lunas negras
pareja y cada uno de los oponentes
sobre el hallazgo y el trance

al fondo de su secreto brilla
alberga alas que la ascienden
ojos que develan sus brumas

la noche es su aurora
sacude en el pasmado al desertor
teje un manto de espanto en torno
de aquellos que niegan la justicia

Erótica

Globos
El deseo perfora
en la clara dureza de su cuerpo,
delgadeces empujan en su vientre
un temblor que si se agita salta,
ritmos balancean bajo su pecho
viva abundancia que el deseo persigue
con una sombra flaca.

Deseo
Dos llamas que apagan su calor
cuando están más fundidas,
y tienen más desolación
cuando parecen más unidas.

Pareja
Dos cuerpos que agotan su fervor
en otro cuerpo,
que es suyo y no es suyo
al mismo tiempo.

Es tu nombre y es también octubre…

Es tu nombre y es también octubre
es el diván y tus ungüentos
es ella tú la joven de las turbaciones
y son las palomas en vuelos secretos
y el último escalón de la torre
y es la amada acechando el amor en ante muros
y es lo dable en cada movimiento y los objetos
y son los pabellones
y el no estar del todo en una acción
y es el Cantar de los Cantares
y es el amor que te ama
y es un resumen de vigilia
de vigilancia sola al borde de la noche
al borde del soñador y los insomnios
y también es abril y noviembre
y los disturbios interiores de agosto
y es tu desnudez
que absorbe la luz de los espejos
y es tu capacidad de trigo
de hacerte mirar en las cosas
y eres tú y soy yo
y es un caminarte en círculo
dar a tus hechos dimensión de arco
y a solas con tu impulso decirte la palabra.

He de perseguir tu cuerpo…

He de perseguir tu cuerpo
hasta donde dos cuerpos pelean
tu callejón oscuro

y peligrosamente el día
tiene contacto con una luz que no le corresponde
para sentirse propio y poseído
hasta donde la demolición de los conjuros
no perdona el rumor de las palabras

he de perseguir tu cuerpo
hasta el fin de tus calles
donde los saludos forman esquina con el viento

y la seguridad imposible de manos conocidas
hace vivir deseos          constelaciones
en el solo equilibrio de la sombra

La forma de tu ausencia

Ni un momento
he dejado de ver en este cuerpo
la forma de tu ausencia,
como una esfera que ya no te contiene.
Pero dos cosas constantes te revelan,
te tienen de cuerpo entero en el instante,
y son la cama y la mesa de madera,
hechas a la medida del amor
y del hambre

La noche muere sobre una manzana rota…

La noche muere sobre una manzana rota
La creación recomienza

El alba crece insuperable
compacta en sus disturbios

El hombre pulsa la memoria
abre el instante nuevo
con manos transparentes

Por todas partes la fantasía
de ser entre las horas
la proeza el grito la resurrección

También de la tierra húmeda
de los hechos ya ocultos
llega el movimiento
el segundo perpetuo
la presencia

Una palabra corta en dos tus labios

La perfecta dormida

En el hálito ardiente de su propio sonido quema
y en su ámpula germina la crisálida

La libélula transcurre bajo el sol

Rompe la quieta corriente del instante
el río que ha pasado comparece
al golpe del nuevo movimiento
Se recuesta en el agua el esplendor

Otras criaturas tañen las olas bajo el mar
Aire de su aire mueve la gaviota
el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha
como los árboles etéreo

Nuevas existencias toman superficie
toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas

Siempre un poeta canta entre los muertos

Llamaré

hasta que las puertas de tu ciudad
fortificada con estatutos inviolables
me acojan como habitante
de la vida que en ti se desenvuelve
igual que la lluvia de silencio
sobre tu cabeza
Gradualmente me impregnaré de ti
hasta que sea humo en tu voz
luz en tus ojos
y haga sobre mis hombros tu futuro
Cuando llegue el otoño
te descubriré al rostro de los hombres
para que en tus vasos alimenticios
vengan a nutrirse de esperanza

Mirándola dormir  ( fragmento )

Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.
En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo.
Traídos y llevados y atentos.
Y ella bien oculta.
Máscara de siete ojos.
Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la
inclinación de su cuello, de su desplazamiento.
Regocijada entre los números inexactos de su memoria.
Niña loca, joven de burdel.
Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que
tremolan.
Desnuda de tiempo en horas anormales.
Vaporosa bruta.
Dormida satisfecha en su abundancia.
Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal.
Apuntando, y atravesados por venas azules.
Qué murmurar sanguíneo.
Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y
erectos; libres.
Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella.

Mitla

Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras

Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora

Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere

Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío

En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas

Pero tú no te reconoces como mía…

Pero tú no te reconoces como mía
Luces dispersas te saludan como suya

Siempre igual en todas partes
siempre primero a ti mujeres apagadas

A pesar de ciudades y ciudades
de rostros y rostros de semejanza y semejanza

Lo que tocas me niega
Ascensos y descensos no me tienen

Labios y palabras y engaños
son para mí una muerte verdadera

Silencios tan largos como un segundo
caen sobre mí sin conocerte

He creído encontrarte adentro del sonido
Los espejos confunden las imágenes

No amaneces No eres tú
Eres otra         Es la noche

Quedas viva        inmune
caminando todavía sobre los muertos

Perséfone   (fragmento)

Un río carnal abre los muslos.
Perséfone se abre como una escalera estrecha y empinada.
Perséfone ríe al borde sus fibras nerviosas.
Navegan barcos por mar desconocido. Navega un dios en
sí mismo enlazado.
El cuello de los cisnes en un solo cuello.
Perséfone me mira como yesca que acecha el fuego.
Pone los codos sobre las rodillas, mete la cabeza entre las manos.
Se sienta en sus cojines suaves. Se sienta sobre un lecho que
por las arrugas de las mantas parece un trono rudo.
Mis manos friccionan con ardor sus miembros. En sus miembros
se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor.
A sus miembros que fricciono llegan su silencio, su emoción, sus gestos.
Un mismo calor anima su corazón, sus pies, sus dedos.
El fuego le abre el cuerpo, igual que un incendio descubre
en una casa muchas ventanas, muchos ojos.
Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera,
y un color propio la recorriera matizando sus rasgos.
Me adentra.
No pienso.
Mis sentidos despiertan.
Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío. Crecen
los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren.
Oigo el eco de su desaparición, de su nacimiento. Oigo.
Que no están, que llegan, que se van.
Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel.
Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de
carne que se labia, se hiende.
Mojándome. Huelo su origen. Su deseo. Su deseo. Su ceniza.
Sus cabellos húmedos de mis cabellos. Su roce que es mi roce.
Veo la palabra que no dice en su lengua curvada, alargada
hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo. Sus pies extendidos.
Su movimiento sacando chispas de las sábanas con las caderas.
Su hundimiento en el colchón. Su levantarse y caer y sonar.
La oscuridad momentánea de su boca, de sus axilas, de
su cuello y sus brazos.
Llena mi ver una rodilla. Un brazo. Un ojo. Un cabello entre
mis labios. Un trozo de muslo. Un pedazo de vientre.
El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo.
Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda.
Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo. Su cuerpo
recogido. Su cuerpo diagonal.
Su ombligo. Su oreja. Sus cabellos. Su sexo.
Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge por adentro de ella,
que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo,
se convierte en mi boca que la besa en su boca que se ahonda,
y cae en mí, y cae en ella.

Poema

Pensabas
que el amor era bueno
y que volabas
en dos cuerpos
que eran el tuyo
y no eran el tuyo
al mismo tiempo

que la tierra era aérea
llena de camas y de puertas
llena de llaves y de ceros

y que la ciudad
con sus charcos y sus perros
eran un cielo sin fin para tu vuelo

pensabas
que tu cuerpo
diferente de su cuerpo
no era tuyo
si te alejabas un instante
de su abrazo
de su sol y de su suelo

Poema de amor en la ciudad de México

En este valle rodeado de montañas había un lago,
y en medio del lago una ciudad,
donde un águila desgarraba una serpiente
sobre una planta espinosa de la tierra.

Una mañana llegaron hombres barbados a caballo
y arrasaron los templos de los dioses,
los palacios, los muros, los panteones,
y cegaron las acequias y las fuentes.

Sobre sus ruinas, con sus mismas piedras
los vencidos construyeron las casas de los vencedores,
erigieron las iglesias de su Dios, y las calles
por las que corrieron los días hacia su olvido.

Siglos después, las multitudes la conquistaron de nuevo,
subieron a los cerros, bajaron a las barrancas,
entubaron los ríos, talaron árboles,
y la ciudad comenzó a morir de sed.

Una tarde, por una avenida multitudinaria, una mujer
vino hacia a mí,
y toda la noche y todo el día
anduvimos las calles sin nombre, los barrios desfigurados
de México-Tenochtitlán-Distrito Federal.

Entre paquetes humanos y embotellamientos de coches,
por plazas, mercados y hoteles,
conocimos nuestros cuerpos,
hicimos de los dos un cuerpo.

Cuando ella se fue, la ciudad se quedó sola,
con sus muchedumbres,
su lago desecado, su cielo de nebluno
y sus montañas invisibles.

Polvo de ti en el cielo ensimismado…

Polvo de ti en el suelo ensimismado
cuencos de ti hasta el fondo y por arriba
agua de ti me baña las palabras

Cópula de vulnerables y prosigue
números sin salida te denuncian
el sol la tarde el grito son un mismo ojo

Todo es agua en la noche compartida
Me descubro en tu antemuro como cuerpo
Emerges niebla      Yo los dedos adheridos

Mujer preservas el trigo hasta el verano
Aglomeración de luz es la tiniebla
Hay mesura en tus fugas        me desplazo

Eres causal cuando te heredas
estás llena de afecciones y habitada
qué azul sereno agradecida

Antes de hablar ya tengo tu vestigio
claridad de seres         sacramentos tuyos
Déjame buscarte cuando pasas

Esto es el mundo       sumisión de arena
abrazo de cálida penuria
escribir en tus ojos hacia dentro

La mujer sonrisa doble lo ha sabido
Continua y ascendiendo la luz de la fatiga
Te inmensas por el campo        Ya no estás

Por el silencio sigues…

Por el silencio sigues
embriagada y sonámbula

Detrás de los espejos
se desnuda tu nombre

Difusa entre las lámparas
es mortal tu pupila

Naciendo con el día
llevas un luto largo
de vasijas y cuerpos

Tu revelación no cesa nunca
en la noche sin huellas

Al fondo de tu voz que niega
hay otra voz que afirma

Tus dioses desplazados
se recrean sigilosos
en la realidad invisible.

Sé que piensas en mí…

Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra.

Te amo ahí contra el muro destruido…

Te amo ahí contra el muro destruido
contra la ciudad y contra el sol y contra el viento
contra lo otro que yo amo y se ha quedado
como un guerrero entrampado en los recuerdos

Te amo contra tus ojos que se apagan
y sufren adentro esta superficie vana
y sospechan venganzas
y muertes por desolación o por fastidio

Te amo más allá de puertas y esquinas
de trenes que se han ido sin llevarnos
de amigos que se hundieron ascendiendo
ventanas periódicas y estrellas

Te amo contra tu alegría y tu regreso
contra el dolor que astilla tus seres más amados
contra lo que puede ser y lo que fuiste
ceremonia nocturna por lugares fantásticos

Te amo contra la noche y el verano
contra la luz y tu semejanza silenciosa
contra el mar y septiembre y los labios que te expresan
contra el humo invencible de los muertos.

Tercer poema de ausencia

Tú has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.
Tú has escondido la luz en alguna parte,
la has plantado en otros ojos,
porque desde que ya no existes
nada de lo que está junto a mí amanece.

Tiene la medida de mi sueño…

“Elle a la forme de mes mains
elle a la couleur de mes yeux…”
Paul Éluard

Tiene la medida de mi sueño
los ojos de mi infancia
ama lo que yo amo
lo que no retorna
lo que no llega todavía
se levanta en mis párpados
y de ahí hace volar sus sueños
Se desplaza y permanece
siempre es ella en todas partes
saludando al universo
Llena todos los días del mundo
y aún no nace porque no tiene fin
La encuentro en el silencio en la absolución
pero ella está dispersa respirando en todo
Si algún día llego a penetrar su alma
le daré vendimias de su cuerpo
el hombre el pasto la niebla.

Un poema de amor

Cuando hable con el silencio
cuando sólo tenga una cadena
de domingos grises para darte

cuando sólo tenga un lecho vacío
para compartir contigo un deseo
que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo

cuando ya no me basten las palabras del castellano
para decirte lo que estoy mirando

cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento

cuando haya arrojado lejos de mí
el miedo a morir de cualquier muerte

cuando ya no tenga tiempo para ser yo
ni ganas de ser aquel que nunca he sido

cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte
una eternidad de voces y de olvido

una eternidad en la que ya no podré verte
ni tocarte ni encelarte ni matarte

cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo

entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.

Vas creciendo sombra a sombra…

Vas creciendo sombra a sombra
abril se desvanece en tus cabellos
papeles sin sueño habitan en los parques
el día negro es una estrella acuática

La iluminación tiene alas del camino
en los muros no pesa el aire
el rostro de la noche en la ventana
es un ser dormido que despierta

Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar

La primavera oficia en secreto
un diálogo de niños
y en el cuenco de tus manos
pueden volar los pájaros

El mundo es gris en tus pupilas
es un cuerpo desnudo
que se apoya en los párpados

Elástica la luz se cumple en otro asombro

Sólo tu voz rompe la bruma

Vas creciendo sombra a sombra

Y todas las cosas que a mi amor contemplaban…

Y todas las cosas que a mi amor contemplaban
el sonido y la lluvia  los parques y la imagen
se asomaron en ella

Y todos los seres que en el tiempo eran árboles
abrieron sus pestañas a los frutos del día
y el sol fue su mirada reencontrada en el mar

Y era un verano de diamante y de polvo
despierto al borde de la noche dormida
y creció entre la luz y la sombra trenzada

Creció sin detenerse y miré la Vía Láctea
perdido entre las negras mariposas fugaces
y las bocas llamando como rojas campanas

Creció con el amante en verde silencioso
vestido de destinos cabalgando las horas
y breves arco iris espontáneos y breves

Y mis manos pudieron ser aire de sus manos
y en medio de la fábula descubrí nuevas fábulas
y el cuerpo de su risa emergiendo del aire

Y tocamos el musgo de sus aguas inmóviles
y sentimos los ojos redondear las palabras
y volamos muy libres adentro de los pájaros.

Y tu amor se denuncia por el canto de un pájaro

Tu nombre repetido por las calles
Tu boca
Tu paso que no es nocturno ni de aurora
Tu voz
Sólo tu ser creciendo en las esquinas
Tu tiempo… tus alianzas
Ahora sentada en espiral
Después el humo.