Reverdy, Pierre (1889-1960)
Poeta francés nacido en Narbona el 13 de septiembre de 1889.
Inició estudios primarios en su pueblo natal y en Toulouse. A los veinte años, movido por sus inquietudes literarias, se trasladó a Paris y se instaló en Montmartre donde trabajó como corrector de imprenta, y se relacionó con los personajes más importantes del arte y la literatura, como Picasso, Apollinaire, Aragon, Breton, Tzara, y otros.
Como inspirador del movimiento surrealista, fundó con sus amigos la Revista Nord-Sud, dedicada también al cubismo.
En 1926, convertido al catolicismo, se retiró cerca a la Abadía de Solesmes donde continuó las producción poética y produjo la mejor parte de su obra: “Sources du vent”, “Ferraille” y “Le chant des morts”.
Falleció en Solesmes el 17 de junio de 1960
Arrugas del tiempo
Cuanto más grito más fuerte es el viento
La puerta se abre
Arrastra la piel y las plumas
Y el papel que vuela
Corro por el camino tras las hojas
Que echan a volar
El techo se rebela
Hace calor
El sol es un imán
Que nos sostiene
Desde kilómetros
Me gusta el ruido que haces
Con tus pies
Me dicen que corres
Pero nunca llegarás nunca
El Viejo aficionado al arte tiene una sonrisa idiota
Falsario y ladrón
Animal nuevo
Todo le da miedo
Se apergamina en un museo
Y participa en las exposiciones
Lo he puesto dentro de un volumen en el ultimo anaquel
Ya no cae la lluvia
Cierra tu paraguas
Que vea tus piernas
Abrirse al sol
De “El tragaluz oval” 1916
Versión de César Moro
Cómo vivir en otra parte sino cerca del gran árbol blanco
de aquella lámpara
El anciano arrojó uno a uno sus dientes de marfil
Para qué seguir mordiendo a esos niños que no mueren nunca
El anciano
Los dientes
Sin embargo no era el mismo sueño
Y cuando se imaginó que era tan grande como Dios mismo cambió
su religión y abandonó su vieja cámara oscura
Después compró nuevas corbatas y un armario
Pero ahora su cabeza tan blanca como un árbol ya no es en efecto
más que una miserable bolita abajo de las gradas
De lejos la bola se mueve
Hay un perro al lado y en su forma
De lejos cuando el perro se mueve ya no se sabe si es la bola
De “La guitarre endormie” 1919
Versión de César Moro
Se adelanta y la rigidez de su paso tímido traiciona su aplomo.
Las miradas no abandonan sus pies. Todo lo que brilla en aquellos ojos,
de donde brotan malos pensamientos, alumbra su caminar titubeante.
Va a caerse.
En el fondo del salón una imagen conocida se yergue. Su mano tendida
va hacia la suya. Ya no ve sino aquello; pero de pronto, tropieza
contra sí mismo.
De “Poemas en prosa” 1915
Versión de César Moro
Por fin heme de pie
He pasado por ello
Alguien pasa también por ello ahora
Como yo
Sin saber dónde va
Yo temblaba
Al fondo del cuarto el muro era negro
Y temblaba también
Cómo pude franquear el umbral de esa puerta
Se podría gritar
Nadie oye
Se podría llorar
Nadie comprende
Encontré tu sombra en la oscuridad
Era más dulce que tú misma
Otrora
Estaba triste en un rincón
La muerte te ha traído esa tranquilidad
Pero hablas hablas todavía
Querría dejarte
Si solo viniera un poco de aire
Si el exterior nos permitiera aún ver claro
Nos asfixiamos
El techo pesa sobre mi cabeza y me empuja
Dónde ponerme dónde partir
No tengo bastante sitio para morir
Dónde van los pasos que se alejan de mí y que escucho
Allá lejos muy lejos
Estamos solos mi sombra y yo
La noche desciende
De “El tragaluz oval” 1916
Versión de César Moro
Jamás hubiera querido volver a ver tu triste rostro
Tus mejillas hundidas y tus cabellos al viento
Me fui a campo traviesa
Bajo aquellos húmedos bosques
Noche y día
Bajo el sol y bajo la lluvia
Bajo mis pies crujían las hojas muertas
A veces brillaba la luna
Volvimos a encontrarnos cara a cara
Mirándonos sin decirnos nada
Y ya no tenía bastante sitio para irme de nuevo
Quedé mucho tiempo amarrado contra un árbol
Con tu amor terrible ante mí
Más angustiado que una pesadilla
Alguien más grande que tú, por fin, me liberó
Todas las miradas llorosas me persiguen
Y esta debilidad contra la que no se puede luchar
Huyo rápidamente hacia la maldad
Hacia la fuerza que yergue sus puños como armas
Sobre el monstruo que me arrancó de tu dulzura con sus garras
Lejos de la opresión blanda y suave de tus brazos
Me voy respirando a pleno pulmón
A campo traviesa a bosque traviesa
Hacia la ciudad milagrosa donde mi corazón palpita
De “El tragaluz oval” 1916
Versión de César Moro
Es una quimera extraordinaria. La cabeza, más alta que aquel piso,
se ubica entre los dos alambres y se arrellana y se mantiene, nada
se mueve.
La cabeza desconocida habla y no comprendo una palabra, no oigo
un sonido -abajo contra la tierra. Estoy siempre en la acera de enfrente
y miro; miro las palabras que va a arrojar más lejos. La cabeza habla y
no oigo nada, el viento dispersa todo.
Oh gran viento, burlón o lúgubre, he deseado tu muerte. Y pierdo
mi sombrero que también tomaste. Nada tengo ya; pero dura mi odio
¡ay más que tú mismo!
De “Poemas en prosa” 1915
Versión de César Moro
Visión abigarrada y tenue en su cabeza, huyes de la mía. Posee los astros
y los animales de la tierra, los campesinos y las mujeres para servirse de ellos.
Lo ha mecido el Océano, a mí el mar, y fue él quien recibió todas las estampas.
Roza ligeramente los despojos que encuentra, todo se ordena y siento
mi cabeza pesada que aplasta los frágiles tallos.
Si creíste, destino, que podría partir me hubieras dado alas.
De “Poemas en prosa” 1915
Versión de César Moro
Mi dedo sangra
Con él
Te escribo
El reinado de los viejos reyes se acabó
El ensueño es un jamón
Pesado
Que cuelga del techo
Y la ceniza de tu cigarro
Contiene toda la luz
En la curva del camino
Los árboles sangran
El sol asesino
Ensangrienta los pinos
Y a los que pasan por la pradera húmeda
La tarde en que se durmió el primer mochuelo
Yo estaba ebrio
Mis miembros laxos cuelgan ahí
Y el cielo me sostiene
El cielo en que lavo mis ojos todas las mañanas
De “Algunos poemas” 1916
Versión de César Moro
La calle enteramente a oscuras y la estación no ha dejado huella.
Hubiera querido salir y retienen mi puerta. Sin embargo, allá arriba,
alguien vela y la lámpara está apagada.
Mientras que los reverberos no son más que sombras, los anuncios
continúan a lo largo de las palizadas. Escucha, no se oye el paso de ningún
caballo. Sin embargo, un caballero gigantesco se precipita sobre una
bailarina y todo se pierde girando, detrás de un terreno baldío. Sólo la noche
conoce el lugar donde se reúnen. Cuando llegue la mañana revestirán
sus colores resplandecientes. Ahora todo calla. El cielo parpadea y la luna
se oculta entre las chimeneas. Los agentes de policía mudos y sin ver nada
mantienen el orden.
De “Poemas en prosa” 1915
Versión de César Moro
El horizonte se inclina
Los días son más largos
Viaje
Un corazón salta en una jaula
Un pájaro canta
Va a morir
Otra puerta se va a abrir
Al fondo del corredor
Donde se enciende
Una estrella
Una mujer morena
La linterna del tren que parte
De “Algunos poemas” 1916
Versión de César Moro