Ortega, Esperanza
Poeta, ensayista y editora española nacida en Palencia en 1953.
Es licenciada en Filología Románica. Reside desde muy joven en Valladolid donde desarrolla una intensa
actividad literaria y periodística.
Como poeta ha publicado Algún día en 1988, Mudanza en 1994, Hilo solo, “Premio Gil de Biedma” en 1995,
Lo que va a ser de ti en 1999, y Como si fuera una palabra en 2002.
Es autora también de numerosos trabajos, ediciones críticas y antologías de carácter pedagógico, entre los que
se encuentran: El baúl volador, premio “Giner de los Ríos” en 1986, Antología de la generación del 27 en 1987,
El dueño de la casa, “Premio Jauja de Cuentos” en 1994, Verso y prosa de Juan Ramón Jiménez en 1991,
El Romancero gitano de García Lorca en 1997, Siempre y nunca en 2003, antología de la obra de Francisco Pino,
y en el año 2003 una biografía novelada sobre Garcilaso de la Vega
A un lado está la selva de los tigres…
A un lado está la selva de los tigres
al otro
las langostas
debajo te estremece
el foso más cruel
el de los cocodrilos
un montículo triste de palabras
nacidas a deshora
por encima te espera
y en el centro estás tú
-asómate
ésa eres-
detenida en la cámara implacable
la inmóvil
la que busca
-quién sabe si no en vano–
un manantial que brote entre sus muros
De “Hilo solo” 1995
Ahora sólo tienes una vida
bajas las escaleras
agitas tu pregunta como un pañuelo blanco
quedan sobre el tablero
peones poco ágiles y fichas sin valor
has desmigado el pan
has dejado que el agua te escurra entre los dedos
¿te das cuenta?
ahora sólo tienes una vida
vuelves a oír la voz del visitante
no la dejes morir
abre la puertecilla de su jaula
permite que acompañe a la bandada de los estorninos
la belleza
asoma en las rendijas de este gesto imposible
su rastro es tortuoso y su fulgor
alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella
pero toda ella cabe
en el cielo minúsculo
de tus manos vacías
De “Mudanza” 1994
Aún no había camino
ni la emoción del hombre no evocado
por lenguas familiares
pero tú reclamabas una forma
un pliegue duradero
tan quieta
debajo del templete
el hilo solo
sin aguja
y un retal en tus manos
De “Hilo solo” 1995
Bailar
sobre el resquicio
te sostiene entre hilos y armonía
cantas
lo dice la otra voz
hasta que alguno
-el más indelicado-
corta tu cuerda y te derramas
sobre la sima
sin raíz
como una marioneta
no alcanzabas al odio
porque estás
más abajo
De “Hilo solo” 1995
Como una lágrima
oscura
la noche sobre el día
rodará entre la hierba
tu dolor.
Como dos frutos tiernos
caídos de sus ramas
así lloran tus ojos
Con el agua hasta el cuello
levantarse
en el agua flotaban los restos de la cena
contener un minuto
el aliento
bajar hasta el cajón
allí duermen las tazas
un sueño blanco y cóncavo
saborear despacio el desayuno
lo ha conseguido
¡qué importa si no tienen compasión las palomas
que picotean sobre el plato!
y por eso sonríe -ella sabe por qué-
en la calle que asciende hacia el cielo de junio
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Con los ojos cerrados,
he abierto una ventana
la leche que ya humea en la cazuela
el vacío caliente que dejas en las sábanas
una mujer que cruza a tientas
y sin reconocerte te acaricia
ignoran
que marchan a tu lado
no saben
que existe una ventana
ni que vuelves
del camino a tu sueño
De “Mudanza” 1994
¡Cuánto sufre el amor
en los rincones!
hay días que se oculta
igual que un perro enfermo
duerme como
un reptil
sobre el mosaico
aquel murmullo
que nos guiaba cierto
entre la bruma
el mismo amor que se acurruca ahora
desorientado
sobre este desaliño de hojas secas
al que acaricias
su pálido pelaje
para eso
para que no se muera
así de solo
De “Lo que va a ser de ti” 1995
En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso
de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos
libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve
sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso
decir adiós así
que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas
tacto
y aire
encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos
al fin cerrado el círculo del mundo
en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso
Nunca nada de ellos te había conmovido,
ni siquiera sus nombres.
Recogías del suelo
a veces una hoja desprendida a tu paso,
la mirabas ausente
con tosca indiferencia,
segura de su verdor, que iba a responder
con el silencio suyo a tus preguntas, ¿cuándo?
Debajo de sus copas pasó el amor contigo
y aspiraste el perfume
de su hospitalidad ensombrecida,
mas no leíste nunca
su caduca escritura,
los trazos del reflejo inestable del sol
en la sombra que era de tus sueños cobijo.
Ahora no responde, ahora te interroga:
¿desde dónde ha caído esta hoja amarilla
sobre el papel en el que escribes?
Y mientras se deshace
en tus manos su escuálido esqueleto,
le contestas que has visto esta mañana
al mirar a tu hijo
-que de repente es alto, tan alto como ellos-
la esbeltez de sus troncos,
que en su vello incipiente hay restos de resina
e intuyes en sus labios un sabor de raíces.
¿Lo recuerdas ahora? Ése era el mensaje
perenne, de aquella escritura:
en ti había un árbol,
de su copa ha caído esta hoja amarilla.
El árbol que ha brotado de la alfombra invisible
de las horas de espera,
aquél en el que añoras llegar a cobijarte,
bajo la sombra tuya,
junto al tronco soñado
en cuyo cerne estaba escrito este poema.
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Es de los que la pierden
la inocencia
sin saber
sin audacia
huecos
como refugios
de pájaros errantes
así quedan
petrificados por la mirada altiva
no atiende
la caricia sombría al abrazo ignorado
del inocente
sin fecha sin memoria
sordo el golpe rotundo
del pájaro caído
De “Mudanza” 1994
Labor atenta de hilo solo
-sigues tejiendo tu tapiz indócil-
ése que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos
una puntada aquí
en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos
¿qué será de tus manos
que palpan los tesoros
en sus pliegues?
-acaba ya
esa labor de sombras-
reconoce
vencida
que únicamente ofreces hilo solo
y que tu desnudez ha naufragado
sobre un océano
sin límite
pero esta voz
-¿de dónde?-
vuelve cada mañana
con su rama de olivo
De “Hilo solo” 1995
Me pregunto
por qué ya no destapa
su perfume
las palabras dichosas
por qué ya no las dice
o por qué no despierta de su sueño sin nombres
a la hora en que acuden los recuerdos
por qué elige la sombra
agazapada
como una pordiosera en el último piso
la alegría
por qué ya no se asoma al mirador
camina lentamente
con esos pies
tan sucios
De “Hilo solo” 1995
Nadie ha vertido
sobre su alfombra
las tinajas
ni golpea en su noche
los barrotes del sueño
-ella intenta alcanzarlos-
pero nadie
nadie es el que corre las opacas cortinas
el que esconde las cartas
el que no ve
a esa mujer que cruza
nadie es el que ríe
mientras hurga en la herida de su único ojo
se llama nadie
ha plantada sus tiendas
a ese lado del río
y por nadie responden todas las cosas muertas
que vigilan
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Perfume
demasiado profundo
el esplandor
todas las luces encendidas
apenas roza
la penumbra en los labios
y desciendes
vas contando las huellas
que resplandecen a tu espalda
te empujan
a la casa vacía
una voz
ilumina la casa sin ventanas
todo espera
menos aquel perfume de las rosas
rendidas a la sombra de tu mano
ahora yace en la cumbre
como un león vencido
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Pero hubo un resplandor
y ella alzó los ojos por encima
de la siesta humeante
de improviso
atravesando el tedio
afirmó su certera
verdad
esa súbita espada
!qué triste era volver
mansamente a la suela
del zapato!
imitar el esmero
con que algunos asearon sus cadenas
no preguntar quién golpeaba los cristales
los otros
los dormidos
ajenos a la aguja que enhebraba el temor
en el enjambre desdichado
De “Lo que va a ser de ti” 1995
En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso
de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos
libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve
sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso
decir adiós así
que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas
tacto
y aire
encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos
al fin cerrado el círculo del mundo
en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Veo pasar los hombres los muchachos algunos…
Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena
pero son de otra especie aquellos que amo yo
no me importa que oculten su sombra en el armario
ni que olviden mi nombre en el perchero de un café
aquél lleva una caja
de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes
ellos sí se merecen un saludo
sobre todo el que acude al final del banquete
-nunca había llegado así de bien vestido-
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él
luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho
los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas
ese día serán mis semejantes
De “Hilo solo” 1995
Voces
que no dicen su nombre
el mar
absorto
casi moja tus pies
nadie recoge la queja de los pájaros
que mueren en la arena
-ahora no eres tú-
voces
de niños que no encuentran
una mano perdida
les oyes crepitar
¡no abras los ojos!
De “Mudanza” 1994
¿Y cómo amarnos ya
allí donde el amor
moría tantas veces.
¿cómo resucitar tu aliento
sepultado?
oasis
imaginas
¿en el abrazo es eso
lo que nos une?
saber que estamos solos
y que el alba
que bebemos los dos en nuestras bocas
es el fruto del sueño
coincidente
la frescura tenaz de un espejismo
De “Hilo solo” 1995