Cruz, San Juan de la

San Juan de la Cruz (España, 1542-1591)

Canciones del alma en la íntima comunicación

de unión de amor de Dios

¡O llama de amor viva

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

Pues ya no eres esquiva

acaba ya si quieres,

¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡O cauterio süave!

¡O regalada llaga!

¡O mano blanda! ¡O toque delicado

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!

Matando, muerte en vida has trocado.

¡O lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!

Cántico

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste

habiéndome herido;

salí tras ti clamando y eras ido.

Pastores, los que fueres

allá por las majadas al otero,

si por ventura vieres

aquel que yo más quiero,

decídle que adolesco, peno y muero.

Buscando mis amores

iré por esos montes y riberas;

no cogeré las flores,

ni temeré a las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras.

¡Oh bosques y espesuras

plantadas por la mano del Amado!,

¡oh prado de verduras

de flores esmaltado!,

decid si por vosotros ha pasado.

Mil gracias derramando

pasó por estos sotos con presura;

y, yéndolos mirando,

con sola su figura

vestidos los dejó de su hermosura.

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?

Acaba de entregarte ya de veras;

no quieras enviarme

de hoy más mensajero

que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos más me llagan,

y déjanme muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.

Mas, ¿cómo perseveras,

¡oh vida!, no viendo donde vives,

y haciendo por que mueras

las flechas que recibes

de lo que del Amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado

aqueste corazón, no le sanaste?

Y, pues me le has robado,

¿por qué así le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,

pues que ninguno basta a deshacedlos,

y véante mis ojos,

pues eres lumbre de ellos,

y sólo para ti quiero tenerlos.

Descubre tu presencia,

y máteme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura.

¡Oh cristalina fuente,

sí en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!

¡Apártalos, Amado,

que voy de vuelo!

Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma

al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Mi Amado las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas,

los ríos sonorosos,

el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada

en par de los levantes de la aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora.

Cogednos las raposas,

que está ya florecida nuestra viña,

en tanto que de rosas

hacemos una piña,

y no aparezca nadie en la campiña.

Detente, cierzo muerto;

ven, astro, que recuerdas los amores,

aspira por mi huerto,

y corran tus olores,

y pacerá el Amado entre las flores.

¡Oh ninfas de Judea!,

en tanto que en las flores y rosales

el ámbar perfumea,

poblad los arrabales,

y no queráis tocar nuestros umbrales.

Escóndete, Carillo,

y mira con tu faz a las montañas,

y no quieras decidlo;

mas mira las compañas

de la que va por ínsulas extrañas.

A las aves ligeras,

leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores,

y miedos de las noches veladores:

Por las amenas liras

y canto de sirenas os conjuro

que cesen vuestras iras

y no toquéis al muro,

porque la esposa duerma más seguro.

Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa,

el cuello reclinado

sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano,

allí conmigo fuiste desposada;

allí te di la mano,

y fuiste reparada

donde tu madre fuera violada.

Nuestro lecho florido,

de cueva de leones enlazado,

en púrpura teñido,

de paz edificado,

de mil escudos de oro coronado.

A zaga de tu huella

las jóvenes recorren el camino,

al toque de centella,

al adobado vino,

emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega

de mi Amado bebí, y, cuando salía

por toda aquesta vega,

ya cosa no sabía,

y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dio su pecho,

allí me enseñó ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mí, sin dejar cosa;

allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado,

y todo mi caudal, en su servicio

no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio,

que ya sólo en amar es mi ejercicio.

Pues ya si en el ejido

de hoy más no fuere vista ni hallada,

diréis que me he perdido,

que, andando enamorada,

me hice perdediza y fui ganada.

De flores y esmeraldas,

en las frescas mañanas escogidas,

haremos las guirnaldas,

en tu amor florecidas

y en un cabello mío entretejidas.

En sólo aquel cabello

que en mi cuello volar consideraste,

mirástele en mi cuello

y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.

Cuando tú me mirabas,

su gracia en mí tus ojos imprimían;

por eso me adamabas,

y en eso merecían

los míos adorar lo que veían.

No quieras despreciarme,

que si color moreno en mí hallaste,

ya bien puedes mirarme,

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.

La blanca palomica

al arca con el ramo se ha tornado,

y ya la tortolica

al socio deseado

en las verdes riberas ha hallado.

En soledad vivía,

y en soledad ha puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su querido,

también en soledad de amor herido.

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

donde mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.

Allí me mostrarías

aquello que mi alma pretendía,

y luego me darías

allí tú, vida mía,

aquello que me diste el otro día.

El aspirar el aire,

el canto de la dulce filomena,

el soto y su donaire

en la noche serena,

con llama que consume y no da pena.

Que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco aparecía

y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vista de las aguas descendía.

Cántico espiritual

Esposa

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste

habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes

allá por las majadas al otero,

si por ventura vierdes

aquél que yo más quiero,

decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas

¡Oh bosques y espesuras,

plantadas por la mano del Amado!

¡Oh prado de verduras,

de flores esmaltado!,

decid si por vosotros ha pasado.

Respuesta de las criaturas

Mil gracias derramando

pasó por estos sotos con presura,

y, yéndolos mirando,

con sola su figura

vestidos los dejó de hermosura.

Esposa

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?

Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras emviarme

de hoy más ya mensajero

que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos más me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.

Mas, ¿cómo perseveras,

¡oh, vida!, no viviendo donde vives,

y haciendo porque mueras

las flechas que recibes

de lo que del Amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado

aqueste corazón, no le sanaste?

Y pues me le has robado,

¿por qué así le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,

pues que ninguno basta a deshacellos,

y véante mis ojos,

pues eres lumbre dellos,

y sólo para ti quiero tenellos.

Descubre tu presencia,

y máteme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura.

¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!

¡Apártalos, Amado,

que voy de vuelo!

Esposo

Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma

al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Esposa

Mi Amado, las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas,

los ríos sonorosos,

el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada

en par de los levantes de la aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora.

Nuestro lecho florido,

de cuevas de leones enlazado,

en púrpura tendido,

de paz edificado,

de mil escudos de oro coronado.

A zaga de tu huella,

las jóvenes discurren el camino,

al toque de centella,

al adobado vino,

emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega

de mi Amado bebí y, cuando salía

por toda aquesta vega,

ya cosa no sabía,

y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dio su pecho,

allí me enseñó ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mí, sin dejar cosa;

allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado,

y todo mi caudal, en su servicio;

ya no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio,

que ya solo en amar es mi ejercicio.

Pues ya sin el ejido

de hoy más no fuere vista ni hallada,

diréis que me he perdido

que andando enamorada,

me hice perdidiza, y fui ganada.

De flores y esmeraldas,

en las frescas mañanas escogidas,

haremos las guirnaldas,

en tu amor florecidas,

y en un cabello mío entretejidas.

En solo aquel cabello

que en mi cuello volar consideraste,

mirástele en mi cuello

y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.

Cuando tú me mirabas,

tu gracia en mí tus ojos imprimían;

por eso me adamabas,

y en eso merecían

los míos adorar lo que en ti vían.

No quieras despreciarme,

que si color moreno en mí hallaste,

ya bien puedes mirarme,

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.

Cogednos las raposas,

questá ya florecida nuestra viña,

en tanto que de rosas

hacemos una piña,

y no parezca nadie en la montiña.

Detente, cierzo muerto;

ven, austro, que recuerdas los amores,

aspira por mi huerto,

y corran sus olores,

y pacerá el Amado entre las flores.

Esposo

Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa,

el cuello reclinado

sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano,

allí conmigo fuiste desposada,

allí te di la mano,

y fuiste reparada

donde tu madre fuera vïolada.

A las aves ligeras,

leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores

y miedos de las noches veladores:

Por las amenas liras,

y canto de serenas os conjuro

que cesen vuestras iras

y no toquéis al muro,

porque la esposa duerma más seguro.

Esposa

¡Oh ninfas de Judea!

en tanto que en las flores y rosales

el ámbar perfumea,

morá en los arrabales,

y no queráis tocar nuestros umbrales.

Escóndete, Carillo,

y mira con tu haz a las montañas,

y no quieras decillo;

mas mira las compañas

de la que va por ínsulas extrañas.

Esposo

La blanca palomica

al arca con el ramo se ha tornado,

y ya la tortolica

al socio deseado

en las riberas verdes ha hallado.

En soledad vivía,

y en soledad a puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su querido,

también en soledad de amor herido.

Esposa

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

Y luego a las subidas

cabernas de la piedra nos iremos

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.

Allí me mostrarías

aquello que mi alma pretendía,

y luego me darías

allí tú, vida mía,

aquello que me diste el otro día.

El aspirar de el aire,

el canto de la dulce filomena,

el soto y su donaire

en la noche serena,

con llama que consume y no da pena.

Que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco parecía,

y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vista de las aguas descendía.

Coplas del alma que pena por ver a Dios

Vivo sin vivir en mí

y de tal manera espero

que muero porque no muero.

I

En mí yo no vivo ya

y sin Dios vivir no puedo

pues sin él y sin mí quedo

éste vivir ¿qué será?

Mil muertes se me hará

pues mi misma vida espero

muriendo porque no muero.

II

Esta vida que yo vivo

es privación de vivir

y así es continuo morir

hasta que viva contigo.

Oye, mi Dios, lo que digo:

que esta vida no la quiero

que muero porque no muero.

III

Estando ausente de ti

¿qué vida puedo tener

sino muerte padecer

la mayor que nunca vi?

Lástima tengo de mí

pues de suerte persevero

que muero porque no muero.

IV

El pez que del agua sale

aun de alivio no carece

que en la muerte que padece

al fin la muerte le vale.

¿Qué muerte habrá que se iguale

a mi vivir lastimero

pues si más vivo más muero?

V

Cuando me pienso aliviar

de verte en el Sacramento

háceme más sentimiento

el no te poder gozar

todo es para más penar

por no verte como quiero

y muero porque no muero.

VI

Y si me gozo, Señor,

con esperanza de verte

en ver que puedo perderte

se me dobla mi dolor;

viviendo en tanto pavor

y esperando como espero,

muérome porque no muero.

VII

Sácame de aquesta muerte

mi Dios, y dame la vida;

no me tengas impedida

en este lazo tan fuerte;

mira que peno por verte,

y mi mal es tan entero

que muero porque no muero.

VIII

Lloraré mi muerte ya

y lamentaré mi vida

en tanto que detenida

por mis pecados está.

¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será

cuando yo diga de vero

vivo ya porque no muero?

Coplas hechas sobre un éxtasis

Entréme donde no supe,

y quedéme no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde entraba,

porque, cuando allí me vi,

sin saber dónde me estaba,

grandes cosas entendí

no diré lo que sentí,

que me quedé no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

De paz y de piedad

era la ciencia perfeta,

en profunda soledad,

entendida vía reta;

era cosa tan secreta,

que me quedé balbuciendo,

toda ciencia trascendiendo.

Estaba tan embebido,

tan absorto y ajenado,

que se quedó mi sentido

de todo sentir privado;

y el espíritu dotado

de un entender no entendiendo

toda ciencia trascendiendo.

Cuanto más alto se sube,

tanto menos entendía

que es la tenebrosa nube

que a la noche esclarecía;

por eso quien la sabía

queda siempre no sabiendo

toda ciencia trascendiendo.

El que allí llega de vero,

de sí mismo desfallece;

cuanto sabía primero

mucho bajo le parece;

y su ciencia tanto crece,

que se queda no sabiendo

toda ciencia trascendiendo.

Este no saber sabiendo

es de tal alto poder,

que los sabios arguyendo

jamás le pueden vencer;

que no llega su saber

a no entender entendiendo,

toda ciencia trascendiendo.

Y es de tan alta excelencia

aqueste sumo saber,

que no hay facultad ni ciencia

que le puedan comprender;

quien se supiere vencer

con un no saber sabiendo,

irá siempre trascendiendo.

Y si lo queréis oír,

consiste esta suma ciencia

en un subido sentir

de la divinal Esencia.

Es obra de su clemencia

hacer quedar no entendiendo,

toda ciencia trascendiendo.

El pastorcico

Un pastorcico solo está penado

ajeno de placer y de contento

y en su pastora puesto el pensamiento

y el pecho de amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,

que no le pena verse así afligido,

aunque en el corazón está herido;

mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado

de su bella pastora, con gran pena

se deja maltratar en tierra ajena,

el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado

de aquel que de mi amor ha hecho ausencia

y no quiere gozar la mi presencia

y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado

sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,

y muerto se ha quedado, asido de ellos,

el pecho del amor muy lastimado.

Glosa a lo divino

Por toda la hermosura

nunca yo me perderé,

sino por un no sé qué

que se alcança por ventura.

1

Sabor de bien que es finito

lo más que puede llegar

es cansar el apetito

y estragar el paladar

y assí por toda dulçura

nunca yo me perderé

sino por un no sé qué

que se halla por ventura.

2

El coraçón generoso

nunca cura de parar

donde se puede passar

sino en más dificultoso

nada le causa hartura

y sube tanto su fee

que gusta de un no sé qué

que se halla por ventura.

3

El que de amor adolesce

de el divino ser tocado

tiene el gusto tan trocado

que a los gustos desfallece

como el que con calentura

fastidia el manjar que ve

y apetece un no sé qué

que se halla por ventura.

4

No os maravilléis de aquesto

que el gusto se quede tal

porque es la causa del mal

ajena de todo el resto

y así toda criatura

enajenada se vee

y gusta de un no sé qué

que se halla por ventura.

5

Que estando la voluntad

de divinidad tocada

no puede quedar pagada

sino con divinidad

mas, por ser tal su hermosura

que sólo se vee por fee,

gústala en un no sé qué

que se halla por ventura.

6

Pues, de tal enamorado

dezidme si abréis dolor

pues que no tiene sabor

entre todo lo criado

solo sin forma y figura

sin hallar arrimo y pie

gustando allá un no sé qué

que se halla por ventura.

7

No penséis que el interior

que es de mucha más valía

halla gozo y alegría

en lo que acá da sabor

mas sobre toda hermosura

y lo que es y será y fue

gusta de allá un no sé qué

que se halla por ventura.

8

Más emplea su cuydado

quien se quiere aventajar

en lo que está por ganar

que en lo que tiene ganado

y assí, para más altura

yo siempre me inclinaré

sobre todo a un no sé qué

que se halla por ventura.

9

Por lo que por el sentido

puede acá comprehenderse

y todo lo que entenderse

aunque sea muy subido

ni por gracia y hermosura

yo nunca me perderé

sino por un no sé qué

que se halla por ventura.

Glosa de Él mismo

Sin arrimo y con arrimo,

sin luz y ascuras viviendo

todo me voy consumiendo.

1

Mi alma está desassida

de toda cosa criada

y sobre sí levantada

y en una sabrosa vida

sólo en su Dios arrimada.

2

Por esso ya se dirá

la cosa que más estimo

que mi alma se vee ya

sin arrimo y con arrimo.

3

Y aunque tinieblas padezco

en esta vida mortal

no es tan crecido mi mal

porque si de luz carezco

tengo vida celestial

porque el amor da tal vida

quando más ciego va siendo

que tiene al alma rendida

sin luz y ascuras viviendo.

4

Haze tal obra el amor

después que le conocí

que si ay bien o mal en mí

todo lo haze de un sabor

y al alma transforma en sí

y assí en su llama sabrosa

la qual en mí estoy sintiendo

apriessa sin quedar cosa,

todo me voy consumiendo.

La fonte que mane y corre

Aquella eterna fonte está escondida,

que bien sé yo do tiene su manida,

aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene,

mas sé que todo origen de ella tiene,

aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben de ella,

aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,

y que ninguno puede vadealla,

aunque es de noche.

Su claridad nunca es oscurecida,

y sé que toda luz de ella es venida,

aunque es de noche.

Sé ser tan caudalosos sus corrientes.

que infiernos, cielos riegan y las gentes,

aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente,

aunque es de noche.

El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede,

aunque es de noche.

Aquesta eterna fonte está escondida

en este vivo pan por darnos vida,

aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,

y de esta agua se hartan, aunque a oscuras

porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo,

en este pan de vida yo la veo,

aunque es de noche.

La noche oscura

Canciones del alma que se goza de haber llegado al

alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,

por el camino de la negación espiritual.

En una noche oscura,

con ansias en amores inflamada,

(¡oh dichosa ventura!)

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,

por la secreta escala disfrazada,

(¡oh dichosa ventura!)

a oscuras y en celada,

estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía,

ni yo miraba cosa,

sin otra luz ni guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guïaba

más cierta que la luz del mediodía,

adonde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,

¡oh noche amable más que el alborada!,

¡oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,

que entero para él solo se guardaba,

allí quedó dormido,

y yo le regalaba,

y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,

cuando yo sus cabellos esparcía,

con su mano serena

en mi cuello hería,

y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,

el rostro recliné sobre el amado,

cesó todo, y dejéme,

dejando mi cuidado

entre las azucenas olvidado.

Super Flumina Babilonis

Encima de las corrientes

que en Babilonia hallaba,

allí me senté llorando

allí la tierra regaba,

acordándome de ti

¡o Sión!, a quien amaba.

Era dulce tu memoria

y con ella más lloraba.

Dejé los trajes de fiesta

los de trabajo tomaba,

y colgué en los verdes sauces

la música que llevaba

poniéndola en esperanza

de aquello que en ti esperaba.

Allí me hirió el amor

y el corazón me sacaba.

Dícele que me matase

Tras de un amoroso lance

Tras de un amoroso lance

y no de esperanza falto

volé tan alto tan alto

que le di a la caza alcance.

Para que yo alcance diese

a aqueste lance divino

tanto volar me convino

que de vista me perdiese

y con todo en este trance

en el vuelo quedé falto

mas el amor fue tan alto

que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto subía

deslumbróseme la vista

y la más fuerte conquista

en escuro se hacía

mas, por ser de amor el lance

di un ciego y oscuro salto

y fui tan alto tan alto

que le di a la caza alcance.

Cuanto más alto llegaba

de este lance tan subido

tanto más bajo y rendido

y abatido me hallaba

dije: No habrá quien alcance.

Abatíme tanto tanto

que fui tan alto tan alto

que le di a la caza alcance.

Por una extraña manera

mil vuelos pasé de un vuelo

porque esperanza de cielo

tanto alcanza cuanto espera

esperé solo este lance

y en esperar no fui falto

pues fui tan alto tan alto,

que le di a la caza alcance.