Ronsard, Pierre de

Ronsard, Pierre de (1524-1585)

Poeta francés nacido en Vendôme en 1524.

Perteneciente a una familia de la nobleza, trabajó en la corte de Francisco I y luego estuvo al servicio de Jacobo I Rey de Escocia. Debido a problemas de salud renunció a la carrera militar ordenándose sacerdote en 1540. Viajó a Paris en 1544 donde ingresó a la escuela de Coqueret y se unió a otros poetas franceses para formar el grupo de La Pléiade cuyo fin era fortalecer la literatura francesa.

La primera publicación de renombre “Odas” en 1551, fue seguida de “Los Amores de Casandra” en 1552, “El Soto real” en 1554, “Los Himnos” en 1556 y “Poemas” en 1573.

Tanto su obra humanística como poética está marcada por la influencia que en él ejercieron Petrarca y Píndaro.

Se retiró a Saint-Cosme-les-Tours donde falleció en 1585 tras una larga enfermedad.

A su amada

Mi pequeña palomita,
mi pequeña, toda linda,
perlita mía, besadme:
con la boca toda llena
de amor, quitadme la pena
de mi amoroso cuidado.

Cuando yo os diga: niña mía
acercaos, necesito
nueve besos a la vez,
dadme solamente tres,
como los que Diana guerrera
le. dio a Febo su hermano
y la Aurora a su viejo…
Luego, retirad la boca,
y lejos, toda esquivez,
huid con pie bullicioso.

Como un toro por el prado
corre detrás de su amada,
así yo, lleno de ira,
correré, loco, tras vos,
y sujeta con fuerte mano
os retendré, de igual modo
que un águila al tembloroso pichón.
Entonces, fingiéndoos ruborosa
de darme los otros besos,
iniciaréis vos el gesto.

Pero en vano estaréis colgada
de mi cuello, esperando
(los ojos un poco bajos)
perdón de mi pecho herido.
Pues en lugar de seis he de pediros
más besos que estrellas nunca
tuviera el cielo; más que arena
se acumula en la orilla
arrastrada por el agua
cuando airada se estrella contra las rocas.

Versión de L. S.

Canción

Quienquiera conocer al Amor y a su esencia,
su arco, su fuego, sus rasgos y su aspecto,
cuáles son sus maneras y qué es lo que desea,
lea estos versos: voy aquí a describirlo.

Es un placer repleto de tristeza,
es un tormento ornado de alegría,
un desespero donde siempre se espera,
un esperar que siempre desespera.

Es como una nostalgia de juventud perdida
es como polvo expandido en el aire,
es pintar en el aire, es pretender a una
coger el viento y blanquear un moro.

Es falsa risa y dolor verdadero,
tener herido el corazón sin lamentarse,
es volverse criado en lugar de señor,
es morir y nacer mil veces cada día.

Es cerrar a los amigos de la razón la puerta,
que triste languidece casi muerta,
para entregar la llave a la enemiga
que la recibe con el pretexto de ser amiga.

Es mil males por sólo una mirada
es estar sano y simularse enfermo,
es perjurar mintiéndose, y hacer
profesión de adular y complacer.

Es un gran fuego envuelto en poco hielo,
un bello juego relleno de falacias,
es un despecho, una guerra, una tregua,
un largo pensamiento, una palabra breve.

Es un por fuera disimular el gozo,
celando un alma que dentro solloza,
un mal tan agradable que uno anhela
consumirse por siempre en tan bello martirio.

Es una paz sin duración apenas,
es una guerra de combate extremado,
en donde el vencido recibe toda gloria,
y el vencedor no obtiene la victoria.

Es un error de juventud que elige
aun antes la prisión que la libertad.
Es un pensamiento que entre dudas no reposa,
y por objeto sólo tiene una cosa.

En fin, Nicolás, es amor unos celos,
una fiebre en un frenesí.
¿Qué mayor mal puede haber en el mundo
que tener por señor a una mujer?

Así, pues, para que tu corazón no caiga
bajo los lazos de tan sujeta ley,
si tú me crees, ten cuidado:
el arrepentimiento llega tarde.

Versión de L. S.

Canción II

A Casandra

Vamos, Linda, a ver si la rosa
que abrió su pecho, esplendorosa,
a los primeros ímpetus del sol,
altiva, esbelta, iridiscente,
bajo la lumbre atardecente
copia aún de tu faz el arrebol.

¡Ah! Mira con cuanta presteza
sobre la tierra su belleza
hoja por hoja descendió…
Fiera madrastra la Natura,
la flor en ella sólo dura
el tiempo que la luz la acarició.

Si pues mi amor tu fe merece,
en tanto que tu edad florece
en su más bella y fresca novedad,
recoge de la primavera
tu flor… Ya ves: locura fuera
esperar que se mustie su beldad.

Versión de Carlos López Narváez

El ramo que os envío…

Fue para vos para quien yo, Señora,
cortó al rosal las flores que os envío;
no hacerlo así y el vendaval o el frío
las agostaran antes de la aurora.

Ejemplo os dan, que si lucís agora
de impar beldad mirífico atavío,
pensad también que el tiempo ciego, impío
todo lo va royendo hora tras hora.

Pasan, fugan, esfúmanse los días;
lo que hoy somos será muerta ventura
del incierto mañana en las umbrías.

de mi rendido amor no estáis segura?
Pasan las horas, fúganse vacías…
Por qué no darme en flor vuestra hermosura?

Versión de Carlos López Narváez

Envío de las flores

Hoy te envío estas flores que mi mano
acaba de cortar recién abiertas,
que de no recogerlas hoy temprano
las habría encontrado el alba yertas.

Ellas recuerdan el destino humano,
porque tus gracias y bellezas ciertas
se agostarán en día no lejano
y estarán, pronto, como flores, muertas.

Se va el tiempo, mi amiga… mas no es cierto:
somos nosotros, !ay! , los que nos vamos.
Ni de ti ni de mí quedará huella.

Y cuando tú estés muerta y yo esté muerto,
nada habrá de este amor de que hoy hablo
ámame, entonces, mientras eres bella.

Versión de Andrés Holguín

Madrigal

¡Que se rompa el espejo en que se mira
llenándose de orgullo tu hermosura!
Cuando me vuelvas a mirar con ira
ya no es tan bella, oh niña, tu figura.

¡Cuánto hace que por ti mi alma suspira!
¿Y mi anhelo, mi fe, mi pasión pura
no lograrán que a quien por ti delira
te muestres algún día menos dura?

¿Crees que durará tu primavera?
¡Pasará! Pasará cual languidece
en el jardín efímera la rosa.

¡No volverá la juventud ligera!
Coge ávida el placer que ella te ofrece
y sin amar no mueras, niña hermosa.

Muerte de María

Como se ve en la rama de mayo abrir la rosa,
fulgente de hermosura, su primor florecido;
y al mismo sol, de celos sentirse estremecido
sin ella deja el alba su lágrima radiosa;

Y la gracia en sus pétalos recogerse amorosa,
y en el jardín  y el árbol su aroma trasfundido,
o en estivales fuegos, o por la lluvia herido,
deshojarse su cáliz y morir silenciosa;

Tal en la primavera de tu ser esplendente,
cuando el mundo y los cielos diademaban tu frente,
rendida por la Parca ya en cenizas reposas…

Recibe por ofrenda mi llanto y mis clamores,
y esta copa votiva y esta lluvia de flores:
vivo o muerto, que sea tu cuerpo sólo rosas.

Versión de Carlos López Narváez

Siempreviva

Para que así de siglo en siglo sobreviva
la perfecta amistad que Ronsard te profesa,
la razón ofuscada por tu pura belleza
y en tus brazos gemelos la libertad cautiva;

para que sepa el mundo que estaba siempre viva
tu imagen en mi sangre y en mi memoria impresa
y que mi alma rendida sólo de ti está presa,
hoy te envío mi amor con esta Siempreviva.

Ella perdurará largo tiempo fragante.
-Te haré, después de muerta, vivir perpetuamente,
tanto puede el empeño de un servidor amante

que al honrarte pretende honrar la virtud suma.
Tu nombre, como Laura, vivirá eternamente,
al menos lo que vivan los libros y la pluma.

Versión de Andrés Holguín

Soneto

¿Qué decís y qué hacéis, niña mía?
¿En qué soñáis? ¿Pensáis acaso en mí?
¿Acaso no os preocupa mi desmayo,
y este penar por vos que me envenena?

Por vuestro amor mi corazón se agita
y ante mis ojos yo os veo sin cesar,
ausente os escucho y aun os oigo,
y sólo vuestro amor suena en mi pensamiento.

Siempre están vuestros ojos, vuestras gracias
y encantos
en mí grabadas y también los lugares
donde os viera danzar, leer y hablar.

Os tengo como mía, y si yo no soy mío,
vos sois la sola que en mi pecho respira,
mi ojo, mi sangre, mi desgracia y mi bien.

Versión de L. S.

Soneto a Casandra

¿Qué dices, niña, qué haces diariamente?
¿Me recuerdas? ¿Qué piensas? ¿Qué te apena?
¿No te aflige mi pena permanente
así como tu imagen me envenena?

Ante mis ojos siempre estás presente.
Tu amor, ardiendo, el corazón me llena.
Distante te contemplo y te oigo ausente
y ningún otro amor en mí resuena.

Están fijos tus ojos en mi mente
y tu risa y tu voz con que deliro
están en mí grabadas de igual modo.

Te siento mía y, si me siento ausente,
es porque vivo en ti y en ti respiro,
mi único bien, mi corazón, mi todo!

Versión de Andrés Holguín

Soneto para Helena

Vencida por los años, en la dulce tibieza
del hogar y la luz albos copos hilando,
dirás embelesada mis versos recordando:
Ronsard cantó los días de mi feliz belleza.

Ya no habrá quién recoja de tu voz la tristeza,
ni esclava soñolienta que el percibir el blando
rumor en que me nombras, dichosa despertando
con férvida loanza bendiga tu realeza.

Mi cuerpo bajo tierra, tan sólo ya mi alma
Yagará de tus mirtos umbrosos en la calma,
mientras tú, cerca al fuego, te acoges aterida.

Y has de llorar entonces esa altivez insana…
No te niegues, escúchame, no esperes a mañana:
cíñete desde ahora las rosas de la vida.

Versión de Carlos López Narváez

Toma esta rosa -amable cual tú eres…

Toma esta rosa -amable cual tú eres;
rosa entre rosas bellas la más rosa;
diosa en flor entre flores la más diosa
de las Musas, la Musa de Citeres.

Recíbela y ofrécele piadosa
tu seno, pues mi corazón no quieres…
(Corazón, rosa mustia, nada esperes;
sangre sin fin tu herida dolorosa.

La rosa y tú han sólo una semblanza:
no más un sol la rosa tendrá vida;
¡mil soles tú pervives de esperanza!

Si al menos, corazón, rosa transida,
marchitarte pudieras en bonanza,
cual la rosa en su pecho recogida! )

Versión de Carlos López Narváez