Reseña biográfica
Poeta, ensayista y traductor español, nacido en Alcázar de San Juan en 1929.
Se radicó en Barcelona desde 1936 donde se licenció en Derecho, iniciando su trayectoria poética en 1953 con su libro «Ocasiones para amarte», al que le han seguido otros títulos reunidos en «Poesía 1951-1975» y «Poesía 1970-1994».
Es además autor de varias monografías sobre arte contemporáneo, arquitectura, diseño y artes populares.
Es académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando.
Aunque pertenece a la generación de poetas de los 50, su inclinación literaria se aproxima a la cultura oriental, la poesía china y la filosofía budista.
Entre los galardones obtenidos se destacan: el Premio Boscán de Poesía en 1961, el Premi d’Arts Plàstiques de la Generalitat de Catalunya en 1993, el Premio Nacional de Traducción por su antología bilingüe «Poesía catalana contemporánea» en 1983, y el Premio Nacional de Poesía 2005 por «El don de la ignorancia».
¿Cómo podré pagarte…
La nada es el fruto de mi
constante meditación.
Omar Jayyam
¿CÓMO podré pagarte
que me hayas hecho ver
la irrealidad de todo,
la vanidad de todo?
¿Cuánto daría yo
por oír en tu voz
que la nada es el fruto
de tu meditación,
que después de la muerte
hay la nada
o la misericordia?
Tus palabras me llegan
con sabor a tu voz
y me parece verte
con un vaso en la mano,
que levantas
hacia ese firmamento
resultado tan sólo
de la imaginación.
Si es que eres tú, Omar,
arráncame una a una
las certezas.
Que quede tan desnudo
como las claras dunas
del desierto.
Omar Jayyam, brindemos,
porque aunque todo sea
viento, espejismo, sueño,
quiero seguir oyendo
tus palabras,
contemplar tu figura
de apagada ceniza
y beber en silencio
el vino de tu cáliz.
Cómo resbala el sol…
CÓMO resbala el sol
sobre las hojas.
Sensación de que todo,
ahora, en torno a mí,
ha dejado de ser,
y no hay nada, no hay nada
que se pueda cantar,
si no es el canto mismo.
Contempla en su delirio…
Contempla en su delirio
algo que es tan real
que yo no puedo verlo.
Oigo cómo la lluvia
va cayendo
en las calles que no existen
si no es en la memoria.
¿Por qué los corazones
elegidos
son siempre solitarios?
En el cuarto de al lado,
un hombre está hablando
con sus muertos.
El soplo del delirio,
los presagios
lavados por la lluvia,
son una luz muy pura.
Contemplo el mar, las olas…
CONTEMPLO el mar, las olas.
Saboreo sus aguas,
feliz en esta tarde
que no ha de tener fin.
¿Por qué, por qué esta angustia
que me inunda de pronto
con sus aguas oscuras,
que me arroja desnudo
a la apagada arena
de la playa?
¿Por qué, por qué, si están
las gaviotas
volando tierra adentro
en la tarde tranquila
y las aguas me cubren
hasta saciar mi sed ?
Desde este tren contemplo…
DESDE este tren contemplo
la paz con que los campos
se me entregan,
la montaña que crece
si la miro,
el árbol solitario
que camina
en busca de raíces,
alguna casa aislada
que recuerda
que el hombre aún existe.
¿Es el mar el que brilla…
Ante la tumba de Paul Valéry
¿ES el mar el que brilla
o eres tú, que apareces
disuelto allá en las olas
para gozar de nuevo
lo que cantan tus versos?
Veo el mar con tus ojos,
el cielo con tus ojos,
los pájaros marinos
con tus ojos.
Y tú me estás mirando
con los míos,
despojados de todo
tú y yo,
envueltos en la luz
de un nuevo mediodía.
Lo que queda de ti,
lo que queda de mí,
es tan poco que es nada.
Sólo, sólo tus versos
brillan como las olas
bajo el sol,
baten en mi memoria
con tu voz.
Tu nombre sobre el mármol,
los míseros despojos
que adivino,
se borran con el eco
de tus versos
disueltos en la espuma.
Este campo tan ancho…
Campo de La Mancha
ESTE campo tan ancho
viste la desnudez
que tú anhelabas.
Mirándolo descubres
lo que eres
cuando logras librarte
de todas las montañas,
los ríos y los árboles
que impiden ver en ti
más allá del paisaje,
de todos los paisajes.
Hay que llegar al borde…
HAY que llegar al borde
y apurar esta vida
que duda de sí misma
y que vacila,
y acaso se detiene.
y volver, si es posible,
por haber descubierto
que nada, nada pasa,
porque no hay en ti
más que ocres,
estos grises,
los oscuros azules
del otoño.
…La manera que tiene…
…LA manera que tiene
el infinito
de caber en un cántaro,
horizontes que crecen
con el viento,
cuando la tarde acaba
y la última noche
no ha comenzado aún.
Me gusta caminar…
ME gusta caminar
sin compañía,
descubrir en los árboles
la semilla del fuego,
ver crecer los arbustos
con su ritmo tranquilo
y sentir cómo a todo
lo ilumina
la misma única muerte
que me ilumina a mí.
Mueren todos los hombres…
MUEREN todos los hombres,
los que ignoran,
los que viven pensando
en el mañana
de un tiempo que no existe.
Todos los hombres mueren,
y esta tarde,
luminosas tinieblas
hacen brillar en mí
una fe que no es fe,
sino conciencia
de cegadora luz.
Nada de lo que has sido…
…estando ya mi casa sosegada.
San Juan de la Cruz
NADA de lo que has sido
permanece.
No tienes ni pasado
ni futuro,
y hasta el mismo morir
no es muy seguro.
Nada ni nadie a ti
te pertenece.
Pero respira el campo
si anochece.
Vuelve a ser todo transparente
y puro.
Avanzas confiado
hacia lo oscuro.
El mundo nace en tu interior
y crece.
Qué sencillo morir.
y qué sencillo
poder vivir al fin
como si todo
fuera un ir devanándose
el ovillo,
y nunca hubiera sido
de otro modo.
Todo vuelve a ser tuyo,
siendo nada,
estando ya la noche
iluminada.
No hay nada que me impida…
NO hay nada que me impida
oír la Voz del árbol
cuando sueña,
las plegarias que brotan
de sus hojas.
Ya no me queda nada
por perder,
pero soy tan feliz
que soy feliz tan sólo,
y los ramos floridos
de la infancia
se encienden como lámparas
cuando acaba la noche.
No sé si mis palabras…
NO sé si mis palabras
son de paz y consuelo
o de desolación.
Desolado es mi rostro
si me miro
en algún frío espejo,
desoladas mis manos
que sostienen el mundo,
desolada la mente
que sostiene mi mano.
La mirada se posa
serenamente en todo,
y el mundo se detiene,
el verso se detiene.
Pocas cosas despiertan…
POCAS cosas despiertan
mi alegría
como el brincar gozoso
de algún perro
que me ha salido al paso.
Pocas cosas remueven
algo profundo en mí
como el mirar de un perro
fatigado
de haber vivido tanto.
Todo el amor del mundo
que tu ansías
y la desolación que sientes
asoman a los ojos
de un perro que te mira,
interrogándote.
Qué angustia, en la cumbre…
QUÉ angustia, en la cumbre
de la desolación.
Y qué desolación,
tan lejos de la cumbre.
Qué tarde…
QUÉ tarde
más hermosa.
Qué dulce
es esta brisa
que acaricia
sin prisa
la piel
de cada cosa.
Se ha detenido,
ociosa,
la mirada
indecisa
y asoma
la sonrisa
cuando en la luz
se posa.
Cómo expresar
en prosa
con palabra
precisa
la sensación dichosa
de la tarde
indivisa,
si el verso
lo improvisa
la mano
temblorosa.
Recuerdo aquel paseo…
RECUERDO aquel paseo
solitario
en que sólo el silencio
era lo que alcanzaba
a oír entre las hojas,
y podía sentirme
como un árbol,
sentirme como un pájaro.
y recuerdo también
un único paseo
acompañado,
hace ya mucho tiempo.
No puedo recordar
quién pisaba las hojas
a mi lado.
Todo lo veo en actitud……
TODO lo veo en actitud
de espera.
¿Por qué esa mansedumbre
de las cosas,
la manera que tienen
de parecer que esperan?
Recógete en silencio,
aunque todo se agite
en torno a ti,
igual que si esperaras.
Tú escribes en el fuego…
A Gonzalo Rojas
Crezco y crezco en el árbol.
G.R.
TÚ escribes en el fuego
como otros en el agua.
Endureces la tierra
haciéndola fecunda,
y juegas con el aire
que respira.
Cuando hablas o lees
tus poemas,
uno no sabe nunca
cuándo acaba el poeta
de decirnos sus versos.
Ahora que estás lejos,
yo te escucho y escribo.
Una paloma…
UNA paloma.
Pero tú ¿cómo sabes
que eso es una paloma
y que no es un domingo
o una mañana gris
o esa ave extranjera
que no conoce nadie
y que rompe el espacio
y sorprende a las copas
de los árboles
con cantos no aprendidos?
Sé que es una paloma
y que no es un domingo,
ni una mañana gris,
ni algún astro perdido,
como sé, estoy seguro,
que yo, no siendo nada,
soy un hombre
que ve alzar el vuelo
a una paloma
que va rompiendo el aire
y deja la mañana
vacía para siempre.