Quessep, Giovanni

Quessep, Giovanni

Poeta y ensayista colombiano nacido en San Onofre, Sucre, en 1939.

Estudió Filosofía y letras en la Universidad Javeriana de Bogotá, y en Italia se especializó en poesía del Renacimiento

y Lectura Dantis.

Desde 1992, es Doctor Honoris Causa en Filosofía y letras de la Universidad del Cauca de la cual es profesor de Literatura.

Ha sido colaborador de prestigiosas revistas y está considerado como uno de los poetas capitales de la segunda mitad

del siglo en Colombia.

De su amplia obra poética merece destacar las siguientes publicaciones: «Después del paraíso» en 1961, «El ser no es una

fábula» en 1968, «Duración y leyenda» en 1972, «Canto del extranjero» en 1976, «Madrigales de vida y muerte» en 1978,

«Muerte de Merlín» en 1985 y «Antología poética» en 1993. «Brasa lunar» su libro más maduro, obtuvo el Premio Nacional

de Poesía José Asunción Silva 2004

Alguien se salva por escuchar al ruiseñor

Digamos que una tarde
el ruiseñor cantó
sobre esta piedra
porque al tocarla
el tiempo no nos hiere
no todo es tuyo olvido
algo nos queda
Entre las ruinas pienso
que nunca será polvo
quien vio su vuelo
o escuchó su canto


Amara yo el olvido

Felicidad en ruinas
Lo que han visto mis ojos
Volver al tiempo amado
Ya fugitiva música del polvo

(Nada tendrá el amor
Si en jardines o nieve
La Quimera le cuenta
Del valle de la muerte)

Felicidad en ruinas
Lo que ha visto mi alma en el encanto
Amara yo el olvido
Y el reino de las hojas que he encontrado


Canción del que parte

Por la virtud del alba
quieres cambiar tu vida,
y aferrado a la jarcia
partes sin rumbo conocido.

Todo es propicio, los acantilados
y el arrecife duermen en la espuma,
tan sólo una gaviota espera
sobre el palo mayor de caoba y de luna.

Quizá te aguarden para darte
el amor y la palma del vino
o en la orilla sin nombre,
pescadores vestidos de un luto azul.

Vas solo con tu alma, barajando
canciones y presagios
que hablan del bosque donde la hierba es tenue,
lejos de la desgracia que en ti se confabula.

A tu paso verás las islas
que otorgan el sonido de un caracol,
verás tu casa, el humo
que ya aspiraron otros en la aurora.

Mas, ay, si te detienes
tal vez allí se acabe tu destino;
¿y quién podrá salvarte,
quién te daría lo que buscas entre hadas?

Duro es partir a la fortuna;
el hombre solo cierra los ojos ante el cielo
y oye su propia historia
si se rompe el encanto.

Pero, si quieres seguir, sigue
con la felicidad entre tu barca,
todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre
como el amor, como la muerte.

Canción y elegía

Abandonas la música del bosque
Oh cuerpo amado si olvidé tu nombre
¿Qué tiempo de castillo entre las ruinas
La clausurada torre?

Desde mi canto para qué leyenda
(Tejió el amor la túnica imprecisa)
Si el canto no es real si el caminante
No asciende a tu colina

Si sombra de un color es la palabra
Ceniza de la piedra es el destino
Y el poeta lejano de la noche
Al lado del olvido

Dónde la oculta voz que te nombraba
El extranjero la doliente luna
Viene venía por el mar de vino
La nave en la penumbra

Penumbra de la nave es el espejo
La púrpura o lo blanco de la muerte
Vendrás venías por el mar antiguo
Penélope doliente

La mano y el cristal en su premura
Oh rostro amado si perdí tu nombre
Nave del paraíso te deshojas
Solitaria del bosque

Quién moverá mis pasos en la arena
Celeste o gris si al reino desencanta
El hilo de la muerte o la memoria
Cercano de la nada

Vuélveme ahora a mi país de origen
Nómbrame el reino para mí celeste
¿Qué sombra de silencio por el agua
Paraíso de nieve?

Nave de casi ayer entre las manos
El mar no permanece a tus orillas
Ya fábula de un cuento para siempre
Y espejo de las islas


Cántico de dos rosas

No digas nada, escucha a las estrellas.
Tal vez te digan algo
de la rosa que hay en tu jardín
y la rosa del tiempo,
-la que está viva o muerta-
en la arena que arde.
La rosa que hay en tu jardín es bella.
No la amarga hechicera que te llama
desde tu nacimiento, rosa oscura
que te alumbra el final y las orillas
del aqueronte. No hables, que estás solo
con nada indecible, siempre lejos
del azul más profundo. Mira pues
si el agua va a una isla donde crecen
rosas ya sin ventura o venturosas;
y escribe y canta.  Y oye a las estrellas
que hablan desde una página pedida.


Canto del extranjero

Penumbra de castillo por el sueño
Torre de Claudia aléjame la ausencia
Penumbra del amor en sombra de agua
Blancura lenta

Dime el secreto de tu voz oculta
La fábula que tejes y destejes
Dormida apenas por la voz del hada
Blanca Penélope

Cómo entrar a tu reino si has cerrado
La puerta del jardín y te vigilas
En tu noche se pierde el extranjero
Blancura de isla

Pero hay alguien que viene por el bosque
De alados ciervos y extranjera luna
Isla de Claudia para tanta pena
Viene en tu busca

Cuento de lo real donde las manos
Abren el fruto que olvidó la muerte
Si un hilo de leyenda es el recuerdo
Bella durmiente

La víspera del tiempo a tus orillas
Tiempo de Claudia aléjame la noche
Cómo entrar a tu reino si clausuras
La blanca torre

Pero hay un caminante en la palabra
Ciega canción que vuela hacia el encanto
Dónde ocultar su voz para tu cuerpo
Nave volando

Nave y castillo es él en tu memoria
El mar de vino príncipe abolido
Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
Del paraíso

Si pronuncia tu nombre ante las piedras
Te mueve el esplendor y en él derivas
Hacia otro reino y un país te envuelve
La maravilla

¿Qué es esta voz despierta por tu sueño?
¿La historia del jardín que se repite?
¿Dónde tu cuerpo junto a qué penumbra
Vas en declive?

Ya te olvidas Penélope del agua
Bella durmiente de tu luna antigua
Y hacia otra forma vas en el espejo
Perfil de Alicia

Dime el secreto de esta rosa o nunca
Que guardan el león y el unicornio
El extranjero asciende a tu colina
Siempre más solo

Maravilloso cuerpo te deshaces
Y el cielo es tu fluir en lo contado
Sombra de algún azul de quien te sigue
Manos y labios

Los pasos en el alba se repiten
Vuelves a la canción tú misma cantas
Penumbra de castillo en el comienzo
Cuando las hadas

A través de mi mano por tu cauce
Discurre un desolado laberinto
Perdida fábula de amor te llama
Desde el olvido

Y el poeta te nombra sí la múltiple
Penélope o Alicia para siempre
El jardín o el espejo el mar de vino
Claudia que vuelve

Escucha al que desciende por el bosque
De alados ciervos y extranjera luna
Toca tus manos y a tu cuerpo eleva
La rosa púrpura

¿De qué país de dónde de qué tiempo
Viene su voz la historia que te canta?
Nave de Claudia acércame a tu orilla
Dile que lo amas

Torre de Claudia aléjale el olvido
Blancura azul la hora de la muerte
Jardín de Claudia como por el cielo
Claudia celeste

Nave y castillo es él en tu memoria
El mar de nuevo príncipe abolido
Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
Del paraíso

Cercanía de la muerte

El hombre solo habita
Una orilla lejana
Mira la tarde gris cayendo
Mira las hojas blancas

Rostro perdido del amor
Apenas canta y mueve
La rueda del azar
Que lo acerca a la muerte

Extranjero de todo
La dicha lo maldice
El hombre solo a solas habla
De un reino que no existe


Diamante

Si pudiera yo darte
La luz que no se ve
En un azul profundo
De peces. Si pudiera
Darte una manzana
Sin el edén perdido,
Un girasol sin pétalos
Ni brújula de luz
que se elevara, ebrio,
al cielo de la tarde;
y esta pagina en blanco
que pudieras leer
como se lee el más claro
jeroglífico. Si
pudiera darte, como
se canta en bellos versos,
unas alas sin pájaro,
siempre un vuelo sin alas,
mi escritura sería,
quizá como el diamante,
piedra de luz sin llama,
paraíso perpetuo.

Duendes

La biblioteca a solas. Luna, duendes
en el umbral, y un canto que se anuncia
posible en el dorado de las hojas.
Toma el asombro de morir y el cielo
por la música hallada se hace noche
que ilumina la rosa en la tiniebla.
Voces de lo más hondo, pasos y alas
en el umbral, y un habla oscura y bella
de hilo desvelado que retorna
por el telar al bosque, nos envuelve.
¿Qué se hizo la casa, dónde estamos?
Duendes y luna a solas en el muro.


Esfinge

Feliz tú que no miras
los ojos de la Esfinge,
y no ves que es azul el laberinto
de su arena; terrible
conocimiento de una vida amarga
el que nos dan los últimos jardines.
Feliz tú que no sabes
quién teje la ilusión de tus tapices,
ni quién es la hilandera de tus días,
vendimiadora que da un vino triste.
Cantas tu himno, loco de esperanza,
y no sabes si mueres o si vives.

Insomnio

Canto de un grillo en el jardín
trae consigo la rama del insomnio,
como un pito de vidrio
que convoca las alas del invierno.

Nunca estuve tan cerca de la muerte,
nunca supe que detrás de la música
pudiera haber el cielo adverso
perdido entre las zarzas y los robles.

¿La vida es ilusoria entonces,
un huerto miserable
por donde van la ronda de las constelaciones
y el reposo nocturno inalcanzable?

Madrigal de la muerte

Muy cerca está tu corazón
De encontrar las hojas de otoño
Quizá un tiempo dorado reine
Por los abismos

Tal vez el olvido mortal
Sea el más puro encantamiento
Y aun la rosa impronunciable
Llegue volando

Muy cerca tienes la mirada
Del desvelado para siempre
¿Quién podría cerrar los ojos
En ese cielo?

Tal vez el polvo te transforme
En la luna desconocida
Y alguien se pierda y no regrese
Bajo esa luna

Medianoche

Medianoche, no encuentro
los caminos que dan al patio,
ni al pozo de agua viva
donde bajan las nubes y el pasado.
Digo canciones a una sombra
para volver siquiera soñando,
pues sólo en sueños la muerte
nos deja entrar en su barco
sin dar al polvo lo que es del polvo
ni a la mar los remos blancos.
Pierdo la casa (prodigios
de encantadores) y no me hallo
sino en el patio que daba al cielo
y en el agua del pozo y el naranjo.

Mediodía

Pájaros. Araucarias. No hay esencia
sin claridad en este mediodía.
Toma la fantasía
que me da la divina indiferencia.

Profundo en la memoria
va el girasol que la mirada advierte.
No pasa el cielo de cristal. Oh muerte,
el polvo cesa de mover tu noria:

Músicas y alta rama
del tiempo en la delicia del que espera.
¿Quién viene? ¿Quién me llama?
Otra forma se inicia en la pradera.

Mientras cae el otoño

Nosotros esperamos
envueltos por las hojas doradas.
El mundo no acaba en el atardecer,
y solamente los sueños
tienen su límite en las cosas.
El tiempo nos conduce
por su laberinto de hojas en blanco
mientras cae el otoño
al patio de nuestra casa.
Envueltos por la niebla incesante
seguimos esperando:
La nostalgia es vivir sin recordar
de qué palabra fuimos inventados.

Nocturno

Enséñame quien eres tú
En las noches de amargo sueño
Si de aquél olvido cantable
Luna mortal o bella historia

Nada sabe mi corazón
De celestes apariciones
Si ha sido siempre un extranjero
En las músicas de tu mano

Mas a la sombra esperaré
A la sombra del almendro blanco
Para que me digas tu nombre
Donde la azul rosa termina.

Apiádate que llega el alba
Ya tu silencio me abandonas
Siento que mi hora está cerca
y he reinado sobre fantasmas


Pájaro

En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía,
qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja
de una selva
desconocida?
Pero en el aire
hay un patio
y una pradera,
hay una torre
y una ventana
que no quieren morir
y están prendidos
de su cola
larga de norte a sur.
En el aire
hay un pájaro muerto.
No sabrá de la tierra
ni de esta mancha
que todos llevamos,
de las máscaras
que lapidan,
de los bufones
que hacen del Rey
un arlequín perdido.
¿Quién lo guarda,
quién lo protege
como si fuera
la mariposa angélica?
Pájaro muerto
entre el cielo y la tierra.


Poema para recordar a Alicia en el espejo

Aquí lo legendario y lo real
Nuestra historia resulta semejante
A la de esa muchacha maravillosa que penetró en el espejo
Estuvo siempre a punto de desaparecer
Pero ninguno pronunció la fórmula que la devolviera al polvo
Ni Tweedledum ni Tweedledee ni la Reina ni el Rey Rojo
Que lo único que tenía que hacer era despertarse
Tal vez somos un cuento
Tal vez sin que nunca nos percatemos
La nave de Ulises
O el ruiseñor de Keats
(Ese pájaro no destinado a la muerte)
Digamos entonces que lo que ha sido un canto de la Odisea
Continuará siendo nosotros
Sin dejar de ser por eso el país de las maravillas
Y alguien podrá reconocemos
Al escuchar la historia no escrita todavía
En la historia castillo la historia luna múltiple
En la historia juguete destruido
La historia en fin cuando pasó una nube sobre Alicia

Tal vez somos la sombra de ese azul en su mano

Vigilia

Pasos en el jardín. El vigilante
golpea la corteza del manzano
y hay pájaros que huyen, quedan otros
enjaulados en tiempo y luz de plata.
Fábulas no me encanten; velar quiero
mis armas esta noche o adentrarme
por el jardín y oír bajo mis pasos
los tréboles que guardan en el polvo
las maravillas de la blanca torre.
Debajo del manzano ya mi lado
una mujer hojea un viejo libro:
Demonios hay en torno y una fuente
refleja un ciervo, un tigre de Bengala.
Los pasos van y vienen y no saben
quién es el vigilante, el vigilado.