Munárriz, Jesús

Munárriz, Jesús

Poeta, traductor y ensayista español nacido en San Sebastián en 1940.

Reside en Madrid desde los 17 años. Suspendió sus estudios de arquitectura para licenciarse en Filología Germánica

por la Universidad Complutense de Madrid, especializándose luego en la Universidad de Jena, en Weimar.

Fue co-fundador y director de la editorial Ciencia Nueva desde su fundación hasta su cierre administrativo en 1969,

co-director de la colección de poesía Saco roto de la editorial Helios, director de publicaciones de la editorial Siglo XXI

de España, y fundador y director actual, de Ediciones Hiperión.

Ha traducido al español, entre otros, a Hölderlin, Rilke, Celan, Aragon, Wilde, Shakespeare y Pessoa.

De su obra poética se destacan, «Viajes y estancias» 1975, «Cuarentena» 1977, «Esos tus ojos» 1981,

«Otros labios me sueñan» 1992, «Corazón independiente» 1998, «Peaje para el alba» 1972-2000, «Disparatario» 2001

y «Sólo amor« 2008.

Aquel fulgor

Saikaku

Soy una prostituta japonesa
del siglo diecisiete,
joven, bella

Hago el amor a un comerciante
para quien quemo áloe, templo sake
y samicén, y desciño mi faja
lentamente

El fulgor en la noche

De amanecida pedirá papel,
pincel, le haré la tinta,
y esbozará unos signos
elegantes

Hallaré aquella noche varios siglos más tarde
leyendo a Saikaku

Aquel fulgor

Cuando el viento abalanza sus mastines…

Cuando el viento abalanza sus mastines
por las encrucijadas del olvido
y levanta las hojas del recuerdo
que cubrían las huellas del camino,
se ve un paisaje desolado y yerto,
la sombra de los días que se han ido,
borrando con su paso la esperanza
de algún inencontrable paraíso,
cuando el viento abalanza sus mastines
por las encrucijadas del olvido.

Cuando la noche trae su misterio
y se mira a los ojos al destino,
cuando la soledad se precipita
por nuestra confusión y sus abismos,
de no se sabe dónde, la tristeza
aparece de pronto con su frío
dejando un esqueleto de verdades
olvidado a la puerta del vacío,
cuando la noche trae su misterio
y se mira a los ojos al destino.

Cuando la nada crece en las macetas
y se esconde en el fondo del pasillo,
cuando nos despertamos con su cuerpo
pegado a nuestro nombre y apellido,
olas de sal golpean las paredes,
se arremolinan ante el precipicio
y nos va arrebatando su blancura
hasta el último sueño del sentido,
cuando la nada crece en las macetas
y se esconde en el fondo del pasillo.

“Esos tus ojos” 1981

De poeta a poeta

Sabes -y sueles- hacer el amor
como el poeta construye sus versos:
con acordada mezcla
de pasión y sistema
(y no digo artificio),
de música, entusiasmo,
intuición y saber.
Precisas emociones
las transformas en ri tmo
y melodiosa fantasía
enriquece tus gestos;
sabrosa perversión
los enloquece.
Cuando estás inspirada, que es bastante a menudo,
me transportas a límites nunca antes alcanzados.
De poeta a poeta:
enhorabuena.
¿Cómo podría hacerme
con tus obras completas?

“Esos tus ojos” 1981

De tu presencia guardo, sobre todo…

De tu presencia guardo, sobre todo,
las huellas que dejaron
tus primeras sonrisas
en la confusa sombra
de mi melancolía.

“De aquel amor me quedan estos versos” 1975



El carro

Los que tiran del carro
-larga recua
los que guían el carro
-como pueden
los que trepan al carro
-tontos listos
loS que van tras el carro
-no lo alcanzan

los que miran el carro
-con envidia
los que son de otro carro

y los que van a pie, campo a través.

El deseo

Si algo ha marcado el rumbo de mi vida
es, sin duda, el deseo,
esa imposible búsqueda de todo
lo que está más allá
a la que debo cuanto de valioso,
hermoso o placentero
encontré más acá
-¡oh cuerpos memorables, volved a mis sentidos!
Mi obediencia ha tenido cuanto al placer me lleva,
aunque cierta mesura
sabe imponerme la sabiduría
-no echar al fuego toda la madera,
que hay que construir mesas y sillas,
y escaleras.

Un cerdo de la piara de Epicuro
supongo que habré sido,
-cosa que, por supuesto, me parece estupenda,
porque creo que somos
una larga pandilla de implicados
los que hemos preferido el amor al poder,
al robo o a la guerra
a lo largo del tiempo,
y que no lo hemos hecho nada mal, francamente.

“Esos tus ojos” 1981

El que nunca traspasa ciertos límites…

El que nunca traspasa ciertos límites

ni incurre
ni comete
ni transgrede
ni encubre
ni viola
ni vulnera
ni delinque
ni incumple

El que nunca traspasa ciertos límites

ni cruza
ni penetra
ni se interna
ni explora
ni alcanza
ni consigue
ni descubre
ni llega

El que nunca traspasa ciertos límites.

En casa ajena siempre, camino del destierro…

En casa ajena siempre, camino del destierro,
al filo de terribles madrugadas,
huyendo de lugares y gentes conocidas,
rumbo a la incomprensión,
de cara a lo imposible,
roturar los calveros del silencio
y el luto amenazantes,
abrir los brazos a lo imprevisible
y en vértices y aristas del poliedro del día
encontrar esa luz que transfigura
en sueño el reto de lo cotidiano

“Esos tus ojos” 1981

En un arranque de moral…

en un arranque de moral,
se suprimieron por decreto
los prostíbulos del país.
y desde entonces no tenemos putas.

“Cuarentena” 1977

Fugaz retorno

Volver a la ciudad lejana de la infancia,
par entre pares otra vez,
recobrar aquel puesto hace tiempo perdido,
ámbito acogedor en días fríos,
tejido de costumbres y de complicidades.
Rememorar rincones olvidados,
rostros desdibujados, calles, nombres,
maneras y expresiones.
Borrar tanta distancia en unas horas
de feliz reencuentro.
Pasear por aceras familiares
y jardines que siguen
alzando aquellos árboles
que la memoria guarda en dulces entresijos.
Ser otra vez aquel que fue, que fuiste,
página ya pasada de una historia
que te trajo hasta aquí,
hasta este día,
niño por unas horas
en tu vieja ciudad,
en el fondo la misma, pero tan diferente,
y partir, partir pronto,
recobrar los quehaceres de otro mundo
lejos de estos paisajes que evidencian
con su presencia brusca
su diario desgaste, el paso de los años,
al tiempo que tu propio deterioro.

“Esos tus ojos” 1981

Grito

Vive la corrupción; lo intacto, nunca.
Perdura lo perenne, pero no es. Aguanta
su pesado vado sin sustancia
los siglos, no el instante.

Lo efímero sí existe. Cruza su resplandor
entre lo negro. Y grita.

Nadie será testigo del triunfo del silencio.

Haz lo que quieras, pero…

Haz lo que quieras, pinta como quieras,
el impoluto lienzo
pasivamente aceptará tus huellas.
Hiéndelo libremente, sin prejuicios.

Pero no te abandones a las facilidades,
no desmayes la guardia,
sé siempre muy exacto.
Que lo que digas surja desde dentro,
que las cosas se nombren a sí mismas,
que las palabras jueguen
a juegos de palabras, si les gusta,
y que tu propia vida
vaya manchando el verso con sus botas gastadas.

“Esos tus ojos” 1981

Hemos viajado juntos…

Hemos viajado juntos
a toda vela,
hemos andado siempre
las mismas sendas.

Caminos del cerebro
y los sentidos,
rutas de tus ensueños
y de los míos.

Mano a mano
tú y yo
codo con codo,
viajeros por iguales
pieles y poros.

Pensamientos perdidos
labios sedientos,
deseos en la sombra,
soñar despiertos.

Tú me has dado la mano:
no me la sueltes,
sabes que cualquier día
vendrá la muerte.

Mano a mano
tú y yo
codo con codo,
viajeros por iguales
pieles y poros.

“Viajes y estancias” 1975

La verdad se escondía…

la verdad se escondía
diariamente entre las líneas del periódico
y la esperanza hurgaba
inútilmente por los vertederos.
todo era gris, de un gris tirando a negro.
y los supervivientes
seguían existiendo
casi sólo por no romper con la costumbre.

“Cuarentena” 1977

Las luces del amanecer…

Las luces del amanecer
abren caminos que cruzan la noche,
se acerca un nuevo día y tú
vas a tener que abandonarme.

Ahora descansas junto a mí,
sueñas que te has quedado para siempre,
sonríes con la placidez
de quien no tiene recovecos,

pero la luz está ya ahí,
ya han despertado los gorriones,
se oye la vida que aletea
y anuncia nuestra despedida.

Porque te tienes que marchar
aunque ni tú ni yo lo deseamos,
vas a dejar un hueco en mí
de dimensión aterradora,

porque te vas de este país
y de este cuerpo mío, y de estos besos,
y no sé qué va a ser de ti
ni si alguna vez nos veremos.

Llega la luz, te digo adiós
sin despertarte, dulcemente,
luego me inclino hasta tu oído
para darte los buenos días.

“Esos tus ojos” 1981

Manifiesto

En defensa del cardo y de la ortiga,
en defensa del burro y su rebuzno
y de su condición intrascendente,

a favor de los bosques y su antiguo
modo de ser, a favor de la piedra
que el invierno cubrió de oscuro musgo,

para que vivan peces en las aguas,
pájaros en el aire, rododendros
en los jardines, luces en la noche,

y los hombres se olviden de la prisa
con que van a la nada y no se enteran,
víctimas de un progreso establecido,

para que todo cobre otro sentido
una vez asumido el sinsentido
que es todo, y concentrados en su paso

veamos sin dolor pasar el tiempo
y vivamos minutos, horas, días,
bocanadas de ser, riqueza única,

para que todo vuelva a ser sí mismo,
lo que pasó, lo que es, lo que perdura,
lo que no deja huella de su paso,

para que no dé miedo tener hijos
ni dejar de tenerlos, y el amor
vuelva a ser verdadero, a ser inmenso,

para poder tomar el sol y el aire
y sentarse en la hierba con la gente
y ponerse a charlar largo y tendido,

a favor del cansancio y del descanso,
a favor de los ciclos naturales
y de la rebeldía ante los ciclos,

por los colores y por los sonidos,
por los gustos, los tactos, los olores,
por el juego y el sueño, y los amigos,

en defensa de lo que se ha perdido,
de la paz verdadera, del sosiego,
de la palabra limpia y del silencio.

“Esos tus ojos” 1981

Me has dado tu dulzura a borbotones…

Me has dado tu dulzura a borbotones
en días desolados,
me has regalado el beso y el saber
secreto de tus labios,
has sabido calmar entre tus dedos
mi guerra y mi pasado
e interpretar mis gestos de náufrago
y ofrecerme tus brazos;
has puesto espliego y laúdano en mis días
y jengibre en mis noches,
me has regalado sensatez, locura,
justo medio y derroche,
has abierto tu historia a mi designio
y tu esfuerzo a mi goce
y la melancolía de tus párpados
a mi dolor de hombre.
Por eso, aunque el futuro sea incierto
como incierta es la lucha,
aunque el tiempo cínicamente exhiba
su condición de nutria
y las procacidades alardeen
de la desenvoltura
con que han urdido inmemorablemente
la historia, esa gran puta,
lo que me has dado tú, pese a quien pese,
que, es y será mío,
y lo que yo te di, caiga quien caiga,
tú lo llevas contigo,
y tiene un nombre, que es amor, y hoy dejo
constancia por escrito
de lo hermoso que fue, profundo y tierno
haberte conocido.

“De aquel amor me quedan estos versos” 1975


Monólogo de Zimmer

No es un huésped molesto, pese a todo.
Sólo es un niño grande. Los niños, ya se sabe,
dan a veces disgustos, tabarras; también él.
Pero si está tranquilo es agradable:
charla, improvisa versos, se vuelve muy locuaz
o disfruta de la naturaleza, sonriente.

En el buen tiempo me acompaña al huerto
o a la viña y mientras yo trabajo él coge flores,
que luego olvida. El sol le hace feliz
y se abandona a su calor, sobre la hierba,
y se le va ese frío que le atrista por dentro.

Es un hombre tranquilo si se le deja en paz,
pero los críos, a veces, le importunan
y vuelve a casa de mal genio, y no hay quién pare
pasea por su cuarto como fiera enjaulada
o nos saca de quicio con el piano,
machacando las mismas teclas siempre.

Le ocurre, sobre todo, en el mal tiempo,
con el frío, la lluvia, el cielo gris,
días y días sin salir de la buhardilla,
sin cortarse las uñas ni el pelo, ni la barba,
sin asearse,
asomado al cristal con ojos idos,
perdidos en el Neckar,
taconeando el suelo horas y horas.

Pero por qué insistir en estas cosas:
todos tenemos días malos.
En general, se porta bien. Y me hace compañía.
Además, es muy entretenido
la gente que conoce. De otros tiempos.
A veces le visitan -no mucho, es la verdad-
y pasan por mi casa señorones, o escritores famosos,
o señoritas interesantísimas
que le contemplan con respeto
y le piden poemas dedicados.

Yo les ofrezco vino, o agua fresca,
o frutas en verano,
y ellos me hablan de él, de lo importante
que podía haber sido, de su talento
extrañamente roto, de su hermosura
y de la de sus versos.

Yo les cuento diabluras que me hace
y les divierten o les ponen tristes, depende,
y al despedirse, algunos, dejan unas monedas
para comprarle dulces, que le gustan muchísimo.

Cuando se van, a él le cambia la cara
y se queda pensando, ensimismado,
y está así varios días, como dándole vueltas,
rumiándolo, y entonces
yo lo observo sin que él se dé cuenta
y siempre pienso: no está loco,
sólo hace lo que quiere,
libre, en paz.

De pronto, cualquier cosa,
un gorrión, unos mirlos, una insignificancia
le vuelve a su mirar de niño grande
y sonríe otra vez, no se sabe, como a las musarañas,
y a mí me desconcierta porque lo veo ido
y también me lo creo.

De ella, no habla nunca. Si la nombran
en su presencia o le preguntan
por aquella señora,
finge no recordar o les responde
que le dio nueve hijos,
todos de altos destinos: papa, rey…
Luego, a solas, cuando no le ve nadie,
sube a su torre y llora. Yo le he oído
a través de la puerta. y me partía el alma.

En fin señores, ahora me parece
que he charlado de más
y les estoy cansando.
Como les dije, no es un huéped molesto
y estoy muy orgulloso de tenerlo en mi casa
de sencillo ebanista.
Así que vuelvan cuando quieran,
ya ven que ha sido muy correcto con ustedes
y que no le ha aburrido su visita.
Mucho me alegra haberles conocido.
Adión, señores.
Zimmer.
A sus pies.

“Pliegos de poesía Hiperión” Nº 3

Pero, la ley de la especie…

pero, ley de la especie,
inevitable,
los que vivimos en aquellos años
hemos de recordarlos
con nostalgia.
con nostalgia y con rabia.

“Cuarentena” 1977



Perspectiva

Hay días que parecen bodegones cubistas:
todo tiene joroba
o se parte en mitades
desiguales,
todo está lleno de ángulos,
todo cae revuelto como torre de naipes
derrumbándose,
o revuelto se escapa como mazo
de globos dispersándose,
todo es en blanco y negro,
en ocre y gris,
todo es plano, replano,
todo se despedaza-

Y sin embargo,
en su conjunto
algo
liga los elementos, los interrelaciona,
el desconcierto
cobra un sentido nuevo
y el efecto final
acaba siendo armónico-

aunque sólo se ve,
apagada la luz,
desde la cama.

Por eso estoy en las palabras…

Por eso estoy en las palabras.

Porque el silencio vive si la palabra calla
y el olvido se extiende donde el amor deserta,
y de las mordeduras gozosas o crueles
sólo queda la huella que arrancan a las prensas.

Por eso estoy en las palabras.

Porque el cerezo da sus frutos sin saberlo
y sin saberlo el cáñamo presagia las banderas,
pero el hombre conoce que entre nada y la nada
sólo puede dejar unos vocablos limpios.

Unos vocablos limpios o una voz iracunda
que arranque el velo hirsuto donde se oculta el sueño,
porque sólo la voz, las palabras perduran
cuando embebe la helada la luz de los tejidos.

Por eso estoy en las palabras.

Porque a pesar de todo, contra razón, salvado
queda el que dijo. Y nada,
contra razón también, queda del que calló,
sino el molde vacío de su materia muda.

Por eso estoy con las palabras y por eso
redescubro un sentido al sinsentido en ellas
y repito sonidos que heredé sin quererlo
y es mi roce en su uso mi paso por la historia.

“Viajes y estancias” 1975

Qué va a quedar de estos días…

¿Qué va a quedar de estos días
borrachos de tu presencia
cuando tú seas ausencia
y yo mi melancolía?
¿Qué va a quedar de estos días?

¿Qué apetencia tuya y mía
arrastrará el viento loco
cuando le sepan a poco
tu soledad y la mía?
¿Qué apetencia tuya y mía?

La huella de tu aliento
será mi aliento,
la huella de tus labios
serán mis labios,
la huella de tu cuerpo
será mi cuerpo,
la huella de tus manos
serán mis manos.

¿Qué va a quedarle a la noche
rondándole por lo oscuro
cuando sea sólo un puro
e interminable derroche?
¿Qué va a quedarle a la noche?

¿Qué rincón de qué jardín
va a acordarse de nosotros
al ver felices a otros
donde nos vio a ti y a mí?

La huella de tu aliento
será mi aliento,
la huella de tus labios
serán mis labios,
la huella de tu cuerpo
será mi cuerpo,
la huella de tus manos
serán mis manos.

“Viajes y estancias” 1975

Quedar

Quedar, quedar, quedar, como enterrados
vivos a los que va faltando el aire,
esta única obsesión: sobrevivir
cuando la nada acabe con nosotros.

Quedar, quedar, quedar, dejar un rastro
de que un día existimos, fuimos alguien,
vengarnos del callar definitivo
con este grito que llamamos arte.

Quedar, quedar, quedar, sobrevivir
aunque sea tan sólo unos segundos,
como enterrados vivos cuyas huellas
arañan la madera de la caja en que yacen.

“Esos tus ojos” 1981

Será mejor así…

Será mejor así.
Tu rostro eternamente trenzará entre mi pecho
inéditos cordajes,
se mantendrán tus manos taumaturgas,
y en tu ritmo no habrá jamás monotonía.
El color de tus ojos siempre será distinto,
y el sabor de tu piel,
y el de tu boca.
Jamás será rutina desnudarte
ni ver cómo te ocultas.
Porque no te atreviste
a romper con tu mundo cotidiano,
no será nunca el nuestro cotidiano,
rutinario y monótono.
Cada cual vivirá a solas su jornada
y en vez de soportarnos mansamente,
yo haré literatura entre otras cosas,
y tú no sé qué harás, fuera de mi memoria.

“De aquel amor me quedan estos versos” 1975

Surgió del llanto tu presencia…

Surgió del llanto tu presencia y trastrocó el pretil del sufrimiento sin ambages. Volaron desde entonces albos designios
por la mañana de mi soledad. Amanecía a tu lado diariamente un gris más pálido que su predecesor y desde él levantábamos,
acordes, escalones de pulso y de futuro. Lentos cimientos. Voluntad unánime, recelos desvelados.
Han echado raíces poderosas aquellas horas y mis células trenzan sólo mensajes que han de vivir las tuyas y de las tuyas
recibo yo también estas felices transmisiones que me nutren y animan. Soy carne de tu labio y beso de tu boca.
Llevo la marca de tus dedos en mi pelo y mi costado añora tu nariz. Hasta el cerebro, a menudo pospuesto en estos trámites,
te anhela en mí sin freno. Has sabido, de un vacío agrietado y sin límites, convocar las más sutiles concreciones para con ellas
ir hilando espacios habitables. Has recompuesto esta desmenuzada sábana laborable con una mano mágica.
Has dado aire al pincel, que por él se enarbola, y lucro a las palabras, ya incontinentes por tu ausencia.
Nadie supo jamás horadar este bote, dar voz a esta hojalata como tú. Han recaído en tu esqueleto impaciencias de siglos.
Has abierto un cancel oculto y por el patinillo a que da paso irrumpe, renovada, mi triple geografía.
He de viajarte ausente y renovarte misteriosa y diáfana. He de pisarte, uva madura, y destilarte, orujo, y aprovisionaré a mi descendencia de la bebida de tu cuerpo. Voy a engarzar mi historia en tu recuerdo para un proyecto alegre de renovadas
simetrías. Voy a soñarte en cada vida. Voy a vivirte en cada sueño.

“De aquel amor me quedan estos versos” 1975

Tras haber holgado con Prócula, Prisciliano medita

A Fernando y Gonzalo Torrente Ballester

-Llaman a esto pecado los fanáticos.
A esta explosión que lenta se alabea,
a este sentir con cada poro, vibrar en cada vello,
a este ser piel,
a esta dulzura derramada en carne viva,
a este glotón enjambre de alegría,
a estos nervios sabiéndose universo gozoso,
al corazón alardeando de su mejor humor,
al milagroso encaje en la sonrisa,
a la satisfacción ardiendo en ojos,
a la felicidad
llaman pecado.

Pero es Dios quien se ama en nuestros cuerpos
-nuestros cuerpos dispuestos para el éxtasis
por Su sabiduría-
y su goce es el nuestro. Amemos, Prócula.