Reseña biográfica
Yĕhudah Ha-Levi nació en Tudela, actual Comunidad de Navarra
en 1070.
Es sin duda el máximo exponente de la poesía hebrea peninsular medieval. Tras dejar en su juventud su ciudad natal, cuna también de otros escritores ilustres, como el viajero Benjamín de Tudela y el filósofo Abraham Ibn Ezra, se estableció en las tierras musulmanas de Al Andalus, recibiendo allí una esmerada formación tanto en ciencias y medicina, como en leyes, teología y poética.
Tuvo estrechas relaciones con los mejores poetas judíos y árabes de su época, gozando en vida de una fama extraordinaria. Tocó temas amorosos y báquicos, cantó a la amistad, lloró por la muerte de los seres queridos, reflexionó sobre asuntos muy humanos, ensalzó a Dios y trató de consolar a su pueblo en el exilio. Al final de su vida, dejó Sefarad y embarcó hacia Israel, deseando pasar sus últimos días en la añorada tierra de sus antepasados por él tan amada.
Falleció en 1141
De “Poemas de amor y vino” Versiones del Vasco: Xabier Kintana
1. Sobre las alas del viento pongo mis saludos
cuando hacia mi amado sopla con el calor del día;
sólo pido que recuerde el día de su partida,
cuando hicimos un pacto de amor junto al manzano.
2. Graciosa gacela, con tu hermosura me cautivaste,
cruelmente me esclavizaste en tu prisión.
Desde que la ausencia se interpuso entre nosotros
no he encontrado figura comprable a tu belleza.
Saboreo una roja manzana cuyo aroma es como
la fragancia de tu rostro y tu atavío;
tiene la misma forma de tus pechos y el color
de ese rubí que asoma a tus mejillas.
3. La noche en que la joven gacela me descubrió
el sol de sus mejillas y el velo de su pelo,
rojizo cual rubí, cubriendo, sobre
sien de húmedo bedelio, su bella imagen,
se parecía al sol, que cuando despunta enrojece
las nubes del alba con su brillante llama.
4. La cierva lava sus vestidos en las aguas
de mis lágrimas y los tiende al sol de su esplendor,
No precisa agua de manantiales, pues tiene mis ojos,
ni sol, con la belleza de su figura.
9. ¿Qué te pasa, gacela, que no envías tus mensajeros
al amado cuyo pecho rebosa de dolor por ti?
¿No sabes que el Destino no concede a tu amante
más que escuchar el son de tus saludos?
Si la separación es más fuerte que nosotros,
detente un poco, que pueda ver tu rostro.
No sé si entre mis costillas quedó preso
mi corazón, o si partió tras de tus pasos.
¡En nombre del amor! Recuerda los días que me amabas
como recuerdo yo las noches en que te deseaba.
Lo mismo que cruza tu imagen por mi sueño,
desearía pasar yo por los tuyos.
Hay entre nosotros un mar de lágrimas con rugientes
olas y no puedo llegar hasta ti,
mas si tus pasos se acercaran a cruzarlo,
se henderían las aguas a las plantas de tus pies.
Si después de mi muerte llegara a mis oídos
el tañir de campanillas doradas del borde de tu manto,
o preguntaras cómo le va a tu amigo, desde el sĕ ‘0l
me interesaría por tu amor y bienestar.
Ahí tienes dos testigos de que vertiste la sangre
de mi corazón: tus mejillas y tus labios;
¿cómo vas a negarlo, si dan ellos testimonio de
mi sangre y de que tus manos la vertieron?
¿Por qué deseas mi muerte? ¡lo que yo quiero son
años que sumar a los de tu vida!
Aunque robes mi sueño por las noches al amarte, ¿no
daría yo el sopor de mis ojos a tus párpados?
Tu fuego lame las gotas de las lágrimas, y hasta
corazones de piedra desgastarían tus sollozos;
yo he caído en el fuego de tu amor y las aguas de mi llanto, ¡ay
de mi corazón por mis lágrimas y tus brasas!
Amargura y dulzor cercan mi corazón:
la ponzoña de la ausencia y la miel de tus besos;
una vez que tus palabras como láminas lo aplanaran,
tus manos lo cortaron en tiras.
Veo imagen de rubí sobre zafiros
al contemplar tus labios y tus dientes.
El sol está en tu rostro, y a modo de noche despliegas
sobre su fulgor la espesura de tus rizos.
Seda bordada es el vestido de tu cuerpo, pero
la gracia y la hermosura recubren tus ojos;
las joyas de las doncellas son obra de artesano, mas
esplendor y encanto son tus adornos.
El sol y la luna, la Osa y las Pléyades quisieran
asemejarse a tus hermanos y hermanas;
jóvenes y doncellas desean, siendo libres,
convertirse en siervos y esclavas tuyos.
De la fortuna del Destino sólo reclamaré mi parte
el hilo de tus labios, el ceñidor de tu cintura;
mi panal y mi miel están entre tus labios,
mi nardo y mi mirra entre tus dos pechos.
Te he puesto en mi mano derecha como un anillo;¡ojalá fuera yo
un sello sobre tus brazos!
Olvidaría mi diestra y mi siniestra, cierva,
si descuidara el amor de tus esponsales.
La ausencia amarga mi corazón al recordar
el panal de miel de tus besos en mis labios.
Mi espíritu por tu perfume de mirra virgen yo daría;
¡quizás podría besar tu rostro a cambio de mi alma!
A las mujeres se honra con alabanzas, mas
a ti deben su gloria tus mismas loas.
En el campo de las amadas, las gavillas del amor
se postran ante las tuyas.
¡Ojalá pudiera yo vivir para recoger aromas
y mirra de entre tus pasos!
No oigo tu voz, pero escucho en
mi desgarrado corazón el ruido de tus pisadas.
Cuando cuentes a los vivientes víctimas
de tu amor, el día que resuciten tus muertos, incluye
a mi alma para devolverla al cuerpo, pues cuando
te fuiste, al partir tú salió en pos de ti.
Pregunta cómo le va a tu amado, cierva agraciada,
si es el Destino el que hace tus preguntas.
¡Vuelve, y que nuestra Roca te haga regresar al lugar
de tus deseos ya la tierra de la que procedes!
19. Labios de rubí con hileras de perlas,
ojos como flechas aguzadas,
bellas mejillas cual rosas encarnadas,
rostro sembrado de jardines del Edén,
moldeado sobre gentil tallo de bedelio,
en tálamo fiel criado,
bien guardado; así son los males de su amor
en el corazón del amante, enfermedad sin cura;
con fuego de pasión le sacia de amarguras,
le escancia al ausentarse veneno de serpiente.
Te conjuro, ¡príncipe de la belleza!
¡mi preciosa gacela!: aleja los pesares
esta noche mía, con tu compañía reúne
un tropel de delicias para el pobre corazón doliente.
20. ¡Con cuidado!, duro de corazón, blando de caderas,
trátame con cuidado y caeré sobre mi rostro.
Sólo mis ojos se han extraviado por tu causa,
mi corazón es puro, aunque no mis ojos.
Deja que los ojos recojan en tu semblante
rosas y lirios que juntos se sembraron.
Fuego tomaré de tus mejillas para apagar llama con llama;
cuando esté sediento, allí encontraré agua.
Chuparé tus labios rojos, ardientes como
brasas, y mis mandíbulas serán como tenazas.
Suspendida está mi vida de dos hilos de púrpura
escarlata, de los atardeceres mi muerte.
Hileras de mirra virgen recaman bordado de gala
como las tardes alrededor del mediodía.
21. Trocaría mi vida por el viento que visita
a ese hombre que siente mis propios males como suyos.
¿Sabe cuando revolotea si va volando
sobre las aguas del Éufrates o sobre sus mejillas?
Le digo: “¿Has venido a enjugar mis penas?”
y responde: “Mas bien a renovar sus jirones,
pues se alarga la separación de tu amigo,
y es muy fuerte su ausencia, igual que sus leones”.
Le respondo: “Mas está lejos y cerca,
¡mi vida toda depende de su vida!
Que viva y tenga paz en donde more,
y según su corazón se realicen sus deseos”.
24. Las copas sin vino son pesadas,
son arcilla como las vasijas de barro,
mas al llenarlas de vino se hacen leves
lo mismo que los cuerpos con las almas.
25. Por ti elevaré cánticos mientras viva,
y por tu mosto que apuran mis labios.
Llamo “hermano mío” al jarro que enviaste
y de su boca gusto el mejor de mis regalos.
Hasta mis propios amigos me creen ebrio;
por eso me preguntan: ¿cuánto tiempo?
Les respondo: ¿cómo tener ante mí bálsamo de Galaad
y no beberlo para curar mis males?
¿Cómo desdeñar un jarro todavía
si mis años no llegan aún a veinticuatro?
De “Cantos de boda”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
26. “¡Qué hermosa eres, la de bellos ojos,
ebria, y no de vino!
¡Oh hermosa! ¿a dónde te diriges?
Los corazones domina con mesura.
¿No has de tener piedad de las ofensas
que se cometen con los ojos?
Muestra, te ruego, tu semblante.
¿Por qué eclipsas tu rostro
sin dejar que te vean al mirarte?
¡De ti nunca se sacian los ojos!
Blancos zafiros son tus mejillas;
con sólo tu semblante te engalanas.
¿No ha de anhelar atisbar tu belleza
el varón de penetrantes ojos?”
“¡Amado mío, que avivas las llamas!
¡Ven y deleitémonos con los amores,
con néctar del paladar, pues mejores son
tus caricias que el vino!”
¡Bebed, amados; embriagaos, amigos,
20 en casa del prócer, vástago de nobles!
y con la alegría del hijo muy amado
¡escanciad a los nazareos vino !
27. Tú eres mirto florido entre los árboles del Edén,
Orión resplandeciente de los astros celestes.
Dios te ha enviado un pomo de mirra virgen,
preparada por Él, y no por perfumistas,
una paloma que al anidar un día entre los mirtos,
robole el mirto su aroma para exhalar fragancia.
No precisarás que salga el sol al estar con ella, ni
necesita ella que asome la luna en tu compañía.
32. Erguidos están los ciervos entre los mirtos,
mirra pura exhalan por doquier.
El mirto, anhelando su grato perfume, despliega
sobre ellos sus alas como un querubín.
Cree el mirto que puede dominar su fragancia,
mas son sus esencias las que envuelven su aroma.
33. Hoy se han unido las estrellas del Orbe;
nadie hay comparable en las huestes celestes.
Envidian las Pléyades su unión, pues
ni el aire pasa entre ellos.
El astro de Oriente ha venido a Occidente,
y ha encontrado a la estrella solar entre sus hijas.
Ha levantado un dosel de ramas gruesas
y con ellas una tienda para el sol.
36. Mirad el dosel, ved el tálamo con tapices…
dispuesto para la amada cierva,
gloria de la reina de Saba quien lo envió como presente.
Ella misma vendrá a probaros con enigmas;
dirá; ¿qué gacela viviría en guarida de león
sin tener miedo ni sentir pavor?
Respondedle: tú eres en verdad la gacela
en tregada al cachorro de león, Judá.
De “Panegíricos y cantos de amistad”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
38. Mi corazón os acompaña, nobles señores
que me arrastráis con las cuerdas del amor.
Los poemas de Yĕhudah, león de la Torah
son rimas prendidas de las alas de los querubines.
¿Podrán sus poesías contener sus palabras?
¿no están escritas por el dedo de Dios?
De ellas brotan lluvias que dan vida a las almas
chispas que atormentan los corazones.
¡Ojalá yo pudiera, sobre alas de águilas,
alejar la ausencia a los que están lejos y cerca!
¿Cómo no van a estar lejos si habitan entre las nubes?
¿Cómo no van a estar cerca si moran en las entrañas?
39. Al pasar yo junto a Granada palpitando,
salieron a verme amigos y parientes;
llamé Mahanayim al lugar del encuentro,
como al coincidir con Jacob los ángeles de Dios.
Si hubiera divisado a Rab Yĕhudah,
además de Mahanayim le habría llamado Pĕnu’el.
46. ¿Cómo he de hallar reposo tras tu partida?
Al irte tú, mi corazón se fue contigo.
Si no esperaran los corazones que tú volvieras,
la muerte nos habría llegado al separarnos.
Mira, los montes de Beter dan testimonio de que la lluvia
del cielo es tan avara como generosas mis lágrimas.
Candela de Poniente, ¡vuelve a tu Occidente!, ¡sirve
de sello para los corazones y los brazos!
¡Lengua escogida! ¿Qué tienes en común con tartamudos?
¿Qué hace el rocío del Hermón en el Gilboa’?
49. Muestra tu amada faz a tus amigos, ahora que
les ha dado la espalda el rostro del día.
No dejes de venir, y mira
un sol que brilla y otro que se oculta.
Por ti ruge el cachorro de león, pero ¿,puede el león
rugir en la selva si no tiene presa?
Corre a la jarra que es caliente como el estío en
el corazón y fría en las manos como el invierno.
De “Elegías”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
53. Al ver el Destino que el hombre era Abel,
se convirtió en su enemigo y fue Caín.
Mas se propuso dar muerte a los más preciados,
y a los más estimables hizo perecer.
Abrió ayer una brecha en los cuatro hijos
de “Ezra” tomando el llanto más dulce que el vino.
Por los dos que están lejanos gimo,
pues veo al Destino blandiendo las armas.
Pregunto por Yosef y me dicen: ¡espera!
Por Yĕhudah, y me responden: ¡falta!
58. El día del Sinaí los montes temblaron por tu causa,
pues los ángeles de dios se encontraron contigo,
grabaron la Torah en las tablas de tu corazón
y te ciñeron con sus bellas coronas.
No tendrán fuerza los sabios para sostenerse
si no imploraran de ti la sabiduría.
59. ¡Amigos y vecinos, fieles hermanos míos!
¡Ay!, mis ojos se apagaron, de mi casa fui sacado,
mi rostro no habéis de ver ni mis hijas ni mis hijos.
Regresad a mis palacios, ¿por qué lloráis ante mí?
Gran amargura por vosotros siento,
pues contra mí se ha alzado la mano de Adonai.
Mi mal no tiene cura, pues el día de mi muerte
abandoné mi casa y renuncié a mi heredad.
Mi descanso es para siempre. Se ensombreció mi gozo,
se truncó mi deseo y fracasaron mis planes.
Gran amargura por vosotros siento,
pues contra mí se ha alzado la mano de Adonai.
Crié hijos, pero en ellos no pude complacerme;
me esforcé en vano, meses hueros fueron mi heredad,
bajo tierra planté mi tienda, en la fosa me sumergí;
al sĕ’ol me llevaron cuando fui despojado
de mis hermosas galas.
Gran amargura por vosotros siento,
pues contra mí se ha alzado la mano de Adonai.
¡Haced duelo por mí, pueblo mío! ¡Llevad mi paz
a mi joven huérfano! ¡por él siento compasión!
No se sale ni se entra a este lugar: regresé al seno de mi madre,
a mi morada eterna; se oscureció la luz de mi día
porque subieron muy alto mis nubes.
Gran amargura por vosotros siento,
pues contra mí se ha alzado la mano de Adonai.
60. ¡Ay, amigo mío!, hoy no tendrás tus albricias
por decirme que han dado muerte a Sĕlomoh.
Troca mi corazón, troca tu poema en lamento,
pues llegó su quebranto cuando esperaba su paz.
61. El niño fue arrancado del seno del que le engendró,
que estremecido tiembla ante su ausencia
y dice: ¡perezca el día en que fui engendrado!
¡Ojalá no hubiera visto yo este mundo
no hubiera contemplado la muerte del muchacho!
No hubiera contemplado …
¡Cómo he quedado de pronto privado
de ese hijo que crié y eduqué!
Hundo en el polvo mi frente,
pues por su hermosura me han dado muerte.
Con él esperaba gloriarme,
me sentía orgulloso de él para el mañana,
sin saber lo que iba a depararme.
No hubiera contemplado…
¡Piedad, tened piedad de mí, vosotros mis amigos!
Ha tomado el Señor de entre mis brazos
la luz de mis ojos, el hijo que hacía mis delicias.
Lo he purificado con el agua de mis lágrimas,
lo sepultaré entre mis costillas,
para poder decirle a cada instante:
“¡Corazón! ¡corazón mío! ¡entrañas, entrañas mías!”
¡Pereció mi corazón al fallecer ese niño!
No hubiera contemplado…
De “Reflexiones y Adivinanzas”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
63. Los siervos del Destino sirven a los esclavos,
sólo el que sirve a Dios es libre;
por eso, cuando piden los hombres su parte,
“mi porción es el Señor” dice mi alma.
64. Corro hacia la fuente de la vida verdadera,
desprecio por eso la que es vana y vacía.
Sólo deseo vislumbrar el rostro de mi Rey:
a Él ya nadie más temo y venero.
¡Ojalá pudiera Contemplarlo en sueños!
Dormiría un sueño eterno sin despertar.
Si llegara a ver su rostro dentro de mi corazón,
no querrían ya mis ojos mirar afuera.
65. ¿Por qué confías en el Destino que no es veraz?
¡Ay, muy grande es mi fatiga y breve mi vida!
Aconseja el hombre a su prójimo evitar el pecado
diciendo: “Procura que no te seduzca la pasión”.
Mas cuando peca, dice: “¿Qué puede hacer el hombre?
Creaturas y pasiones están en manos del Creador!”.
69. ¡Días de juventud! ¿ Qué hay entre nosotros?
¡qué bien hermoseáis al corazón las mentiras!
Ha aparecido en mi cabeza una decena
que crecen blancos en lugar de negros.
Sois compañeros del hombre mientras vive,
mas en el sĕ’ ol no seréis sus amigos.
No podréis ya seguir engañándome,
seducid a otros si queréis;
decís que si se obra así Dios perdonará
la culpa manifiesta y el pecado oculto;
si tenéis razón y podéis hacerlo
¡borrad mi deuda de los libros!
70. Corazón mío, ¿por qué persigues riquezas y fortuna?
¿por qué corres tras el torcido y perverso Destino?
Mira, a todo el que tira de los bordes de su manto
termina resultándole una trampa.
La maldad del Destino es evidente, y tú
aspiras a grandezas que no deberías buscar.
71. ¿Perseguirás la juventud pasados los cincuenta,
estando ya tu vida presta a emprender el vuelo?
¿Huirás del servicio de Dios
ávido de servir a los hombres?
¿Preferirás ir en pos de las gentes y renunciar
a Aquel a quien buscan los que le aman?
¿Sentirás pereza de avituallarte para tu camino?
¿venderás tu parte por un plato de lentejas?
¿No te sigue diciendo tu alma: ¡déjalo!,
no hace reverdecer sus apetitos cada mes?
No sigas sus designios sino los de Dios,
¡aléjate de los cinco sentidos!
Hazte grato a tu Creador los días que te restan,
que tan presto se pasan.
No quieras complacerle con corazón doblado,
no vayas tras augurios.
Sé fuerte cual pantera para hacer su deseo,
ágil como corzo, valiente cual león.
De “Poemas sinanogales”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
82. Diestra de Dios, ¡Realmente fuiste
una ayuda para mí!
¿cómo me has dejado en este día
sola en el pozo de las desdichas?
De tanto sufrir desgracias
se ha secado mi frescor.
Pide cuentas de mi afrenta, ¡no
vuelva yo a llamar “señor” a mi siervo!
Álzate en mi favor como antaño,
cuando entre aullidos caminaba por el desierto.
¡Redime a tu cautivo
de la morada de servidumbre! ¡Libéralo!
83. Pase sobre mí tu favor
del mismo modo que pasó tu ira.
¿Acaso para siempre mi delito
se interpondrá entre Tú y yo?
¿Hasta cuando te buscaré
junto a mí y no estarás?
¡Oh Tú, que moras entre las alas de querubines
desplegadas sobre tu Arca!
Siervo me hiciste de extraños,
siendo cepa de tu diestra;
Salvador mío ¡salva a mi pueblo!
¡sube y muéstrate desde tu morada!
86. Amigo mío, ¿has olvidado cuando yacías entre mis pechos?
¿Por qué me vendiste por entero a mis opresores?
¿No te seguí yo en otro tiempo por tierras no sembradas?
Se’ ir, el monte Paran, el Sinaí y el Sin son mis testigos.
Para Ti eran mis amores, y Tú me dabas tu favor.
¿Cómo repartes ahora mi gloria entre otros?
Me veo rechazada a Se’ir , perseguida hasta Qedar,
probada en el crisol de Grecia, vejada por el yugo de Media.
¿Hay redentor fuera de Ti? ¿Cautivo esperanzado que no sea yo?
¡Dame tu fuerza, pues a Ti te he de dar yo mis amores!
87. Tú que duermes con corazón en vela, ardiente y triste:
¡Sal, despierta y camina a la luz de mi rostro!
¿Levanta, cabalga venturoso!, ¿surgió para ti una estrella!
El que yacía en el pozo ascendió a la cima del Sinaí.
Que no se regocijen quienes dicen “asolada está
Sión”, pues allí está mi corazón, allí mis ojos.
Ya me revele o me oculte, me irrite o me aplaque,
¿quién se apiadará más que yo de mis hijos?
De “Poemas de Sión”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
98. Mi corazón,está en Oriente, y yo en los confines de Occidente.
¿Como gustar de los manjares y disfrutarlos?
¿Cómo cumplir mis votos y mis promesas, si sigue
Sión bajo el poder de ‘Edom y yo sometido a los árabes?
Me parecerá tan fácil abandonar todo el bien de Sefarad,
como preciado contemplar las ruinas del Santuario destruido.
99. Hermosa Colina, alegría del mundo, ciudad del gran Rey,
¡por ti suspira mi alma desde los confines de Occidente!
Mis entrañas se conmueven cuando me acuerdo de antaño,
de tu Gloria que fue desterrada, y tu Templo destruido.
¡Ojalá pudiera volar sobre alas de águila
para regar con mis lágrimas tu polvo, mezclándolos!
Te busco aunque falte tu rey, y aunque en lugar de tu
bálsamo de Galaad hay ardientes serpientes y escorpiones.
¿Cómo no me conmoveré ante tus piedras y no las besaré, si es
a mi boca el sabor de tus terrones más grato que la miel?
104. ¡Yo te saludo, monte ‘Abarim!
¡Te saludo desde todos los confines!
En ti murió el más escogido de los hombres,
tú albergas la más selecta de las tumbas.
Si no le conoces, pregunta
al Mar de los Juncos que se hendió en dos partes,
pregunta a la zarza y pregúntale al monte
Sinaí, y te responderán estas palabras:
“El que fue fiel a la misión que le confió
el Señor, aunque no era un hombre de palabra fácil”.
¡Si Dios me ayuda,
hago voto de ir a visitarte!
De “Poemas del mar”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
113. Dios mío, ¡no quiebres las crestas del mar!
ni digas a los abismos marinos: ¡secaos!
Mientras, reconoceré tus favores y daré las gracias
a las olas del mar y al viento de Poniente.
Me acercan donde está el yugo de tu amor,
me libran de la coyunda de los árabes.
¿Cómo no van a cumplirse mis anhelos?
¡En Ti confío, Tú eres mi garantía!
114. En el corazón de los mares le digo al corazón turbado:
¡Oh tú, que te espantas al erguirse las aguas!
si tuvieras fe en Dios, que creó
el mar y cuyo Nombre se mantendrá por siempre,
no te atemorizaría el mar al encrespar sus olas,
ya que contigo está el que fijó sus límites.
115. Con corazón fundido de pavor, trémulas rodillas
y lomos palpitantes, clamo al Señor.
Absortos quedan los timoneles ante el abismo
y los marinos se hallan sin fuerzas.
¿Cómo no estar así? ¡Pendo en el caso
de un barco entre las aguas y el cielo!
¡Doy tumbos! ¡me balanceo!.¡leve cosa si al fin
puedo celebrar mis fiestas en Jerusalén!
De “Poemas de Egipto”: Versiones del Vasco: Xabier Kintana
118. ¡Mira las ciudades! ¡Contempla las villas
que fueron propiedad de Israel!
¡Honra a Egipto! ¡Sean leves
tus pasos! No pises con fuerza
por las calles por las que pasó el Señor
buscando la sangre de la Alianza en los dinteles,
y la columna de fuego, y las columnas de nube
mientras todos los ojos las contemplaban y veían.
¡De allí proceden los hombres de la Alianza divina,
las piedras angulares del pueblo del Señor se tallaron al1í!
119. ¡Dios mío!, de generación en generación se narra tu prodigio,
de padres a hijos sin que nadie lo niegue.
Este Nilo testimonia que en sangre lo convertiste,
sin conjuros, sortilegios ni hechizos;
sólo con tu Nombre en mano de Moisés y Aharón,
y el cayado que se trocó en serpiente.
¡Ayuda al siervo que cree en Ti
y corre a ver los lugares en que obraste el prodigio!
120. Llévame a So’an, al Mar de los Juncos y al Monte Horeb?
para recorrer Silohy la montaña del Templo en ruinas;
para seguir la ruta del Arca de la Alianza hasta
lamer el polvo de su tumba, más dulce que la miel;
para ver la morada de la hermosa que olvidó su nido.
¡Echaron a los hijos de la paloma y lo habitan crías de cuervo!:
121. El Destino me trajo rodando a los desiertos de Nof.
Dile al Hado que me siga arrastrando y me de vueltas
hasta que vea el desierto de Judá,
hasta que llegue a los confines del Norte, al Bello Lugar.
Allí me cubriré con la gloria del Nombre de mi Señor,
me pondré, envolviendo mi cabeza, el turbante de su santidad.