Reseña biográfica
Poeta ruso nacido en Kronshtadt en 1886.
Escribió sus primeros poemas a la edad de 8 años y
su primer libro cuando tenía sólo 19 años.
En 1910 se casó con la poeta Anna Ajmatova, con quien inició un nuevo movimiento literario conocido como “Acmeismo”. Se divorció ocho años después.
Su poesía, llena de exóticas imágenes, es esencialmente lírica y difiere considerablemente del complicado lenguaje de la generación anterior de poetas simbolistas.
Aunque muy joven militó en el marxismo, después de la Revolución de 1917 se declaró abiertamente monárquico. En 1921 fue detenido y fusilado en agosto del mismo año.
Duda
Estoy solo en esta tarde silenciosa
Y sólo pienso en ti, en ti.
Tomo un libro y te descubro en cada página
Vago en ti ebrio y perturbado.
Me dejo caer sobre la cama
La almohada me quema…no, no puedo dormir, sólo esperar.
Inseguro, me acerco a la ventana.
Contemplo la luna y la humeante pradera.
En un rincón del huerto me dijiste “sí”
Y ese “sí” me ha acompañado toda la vida.
De pronto caigo en cuenta
Que siempre fuiste indómita.
Que ese “sí”, ese estremecimiento tuyo allá en el huerto,
Esos besos -fueron tan sólo un delirio en la primavera y el sueño.
Versión de Jorge Bustamante García
El follaje del sauce ennegreció…
El follaje del sauce ennegreció,
Los grajos se erizaron suavemente,
En el valle del cielo azul-azul
Las nubes pastaron como ovejas.
Y tú, con timidez en la mirada,
Me dijiste: “Estoy enamorada”,
Alrededor la hierba se parecía
Al mar después del mediodía.
Yo acaricié el mensaje del verano,
La sombra de la hierba en tus mejillas,
La perfumada fiesta de la luz
Sobre tus bronceados rizos.
Entonces me pareciste tan deseada
Como un país fantástico,
Un territorio promisorio
En vino, entusiasmos y canciones.
Versión de Jorge Bustamante García
El sexto sentido
Maravilloso tener vino enamorado,
Y pan amoroso en el horno para nosotros,
Y una mujer, extenuada, a quien
Le ha sido dado deleitarnos.
Qué podemos hacer con esta aurora rosada
Que cobija los cielos helados,
Donde reina el silencio y el sosiego celeste,
¿Qué podemos hacer con tantos versos ineludibles?
Ni comer, ni beber, ni besar.
El instante vuela incontenible,
Y aunque nos esforcemos
Estamos condenados a pasar sin detenernos.
Somos como el niño que olvidando sus juegos
Espía, a veces el baño de las muchachas
Y sin saber nada acerca del amor
Se atormenta con tantos deseos misteriosos.
Como otrora en los bosques tupidos
Criaturas huidizas, bramando de impotencia,
Presentían sobre sus hombros
Las alas que aún no salían.
De igual manera, siglo tras siglo,
Bajo el escalpelo de la naturaleza y el arte,
grita nuestro espíritu, desfallece la carne,
Originando el órgano del sexto sentido.
Versión de Jorge Bustamante García
El teléfono
Una voz femenina en el teléfono
Se escucha inesperada y audaz.
Cuánta dulce armonía hay
En esa voz sin cuerpo
La Suerte en su transcurrir benévolo
No siempre pasa de largo:
El sonido del laúd del serafín
Es como tu voz en el teléfono.
Versión de Jorge Bustamante García
Ella
Yo conozco una mujer: el silencio,
El cansancio amargo de las palabras,
Vive en el centelleo furtivo
De sus pupilas dilatadas.
Su alma ansiosa está abierta
A la música metálica del verso.
Ante la vida lejana y placentera
Es sorda y altiva.
Sus pasos son extraños,
Lentos e inaudibles,
No se puede decir que sea bella
Pero en ella encuentro mi felicidad.
Cuando necesito fortaleza
Valiente y orgulloso la busco
Para aprender de su tierna sabiduría
Con todo delirio y languidez.
Ella es luz en las horas inciertas
Sostén cuando todo parece perdido
y sus sueños exactos son como sombras
Sobre la arena ardiente del paraíso.
Versión de Jorge Bustamante García
La lluvia
A través de los vidrios en la lluvia
El mundo se antoja abigarrado;
Al mirarlo poblado de colores
Todo en él me pertenece.
El verde se vuelve siniestro
Como si se hubiera sulfatado
Un matorral de rosas rojas
En él se ha dibujado.
Las gotas caen mesuradas en los charcos
y musitan sus propias canciones
Como cuando cantan las mujeres
Con voz apresurada por las tardes.
¡Gloria al cielo que anuncian las lluvias!
En este río de la primavera
Se mezclan en el agua turbia
Los peces y los troncos silvestres.
En las honduras vanas de los molinos mágicos
Se escucha el relincho de potros frenéticos
Y el alma, el más aciago de todos los cautivos,
Se torna libre y vuela.
Versión de Jorge Bustamante García
La palabra
En aquel tiempo, cuando sobre el nuevo mundo
Dios inclinó su rostro, la palabra
Era capaz de detener el sol
Y destruir ciudades.
Si la palabra navegaba por los aires
Como una llama rosa
El águila no agitaba sus alas
Ni las estrellas temerosas se quejaban a la luna.
Hubo días para la vida baja
La vida silvestre y cotidiana
Pues el precepto cuando es sabio abarca
Todos los matices de la razón.
El longevo profeta que ha conquistado
Para sí la maldad y la bondad
Dudando dirigirse al espíritu
Escribió la ley sobre la arena.
Hemos olvidado que de todas las zozobras humanas
Sólo la palabra se encuentra iluminada
Y que en el Evangelio de San Juan
Está escrito que la palabra es como Dios.
Los hombres le hemos impuesto fronteras
Límites indigentes y pobres
y cual abejas
Las palabras muertas huelen mal.
Versión de Jorge Bustamante García
Más allá de la memoria
Así toda la vida; errancias, cantos,
Mares, desiertos, ciudades,
Reflejos fugaces
De todo lo perdido para siempre.
La llama se agita, suenan las trompetas,
Corceles amarillos brincan en el aire
Mientras la gente inquieta habla,
Al parecer de la felicidad.
Otra vez el éxtasis y la aflicción.
Otra vez, como antes, como siempre,
El mar agita sus crines plateadas
y los desiertos y las ciudades se levantan.
Cuándo será -al fin- que sublevado
Del dueño seré yo de nuevo yo,
Un aborigen sencillo, adormecido
En alguna tarde sagrada
Versión de Jorge Bustamante García
Me he burlado de mí mismo…
Me he burlado de mí mismo
Me he engañado
Al pensar que en el mundo
Podría haber algo mejor que tú.
Vestida con tu ropa blanca
como el pelo de una diosa antigua
Sostienes una esfera cristalina
Entre tus dedos transparentes y tiernos
Y todos los océanos, todas las montañas,
Los arcángeles, la gente, las flores,
Todo se refleja
En tus ojos juveniles y diáfanos.
Es extraño pensar que en el mundo
Pueda haber algo mejor que tú.
Quizás yo no sea más que una canción
Inventándote en las noches insomnes.
Llevas tanta luz sobre tus hombros
Una luz tan cegadora
Que se forman largas llamas
Como dos alas doradas.
Agosto de 1921
Versión de Jorge Bustamante García
Mis lectores
Un viejo vagabundo en Addis-Abeba
Que ha conquistado muchas tribus,
Me envió con un lancero negro
Un mensaje hecho con mis propios versos.
Un teniente que ha dirigido decenas de combates,
Cierta vez en el mar del sur,
Bajo el fuego de baterías enemigas
Me leyó toda la noche mis versos.
Un hombre que entre la muchedumbre
Le disparó a un enviado del zar
Se acercó a darme la mano
Agradecido por mis versos.
Muchos de mis lectores son fuertes, perversos y alegres,
Asesinos de hombres y elefantes,
Pueden morir de sed en el desierto,
O congelarse al borde del eterno hielo;
Son leales a nuestro planeta
También alegre, fuerte y perverso,
Y llevan consigo mis libros en sus bolsas de viaje
Los leen en los palmares
O los olvidan en los barcos que naufragan.
Yo no ofendo a mis lectores con mis neurastenias,
Ni los vejo con mi ardor espiritual,
No los canso con insinuaciones serias
Cuyo fondo no vale la pena.
Pero cuando alrededor silban las balas,
Cuando las olas rompen la borda,
Les enseño con mis versos a no temer,
A no temer y hacer lo que corresponda.
Y cuando una mujer de rostro hermoso
Sintiéndose la más bella del universo
Les dice que ya no los ama,
Yo les enseño entonces a sonreír,
A marcharse para no regresar jamás.
Y cuando llegue a mis lectores su última hora,
Una bruma roja y exacta cubrirá sus miradas,
Entonces les enseñaré a recordar
La vida cruel y bondadosa,
La tierra ajena y natal
Y les mostraré cómo comparecer ante Dios
Con palabras sencillas y sabias
Y a esperar de él, tranquilamente, su juicio.
Versión de Jorge Bustamante García
Octava
Nunca pudimos entender
Lo que más valía la pena:
Ni las canciones que cantaba nuestra madre
Ni los susurros lejanos en la noche.
Sólo a ti se te concede, poeta,
Como si fuera un legado divino,
Este inmenso balbuceo
Símbolo de profunda grandeza.
Versión de Jorge Bustamante García
Sé que no te merezco…
Sé que no te merezco,
Vine de otro país,
Prefiero la salvaje melodía
De la cítara, a la guitarra.
Yo no voy por salas y salones
Vestido de chamarra y traje oscuro;
Leyendo versos a los dragones
A las cascadas y a las nubes.
Prefiero a un árabe que en el desierto
Cae ante el agua y bebe;
Y no a un caballero que mientras espera
Mira las estrellas en el paisaje.
No moriré sobre una cama
Ante un médico y un notario,
Sino en alguna trinchera salvaje
Hundida en una felpa espesa.
Yo no estoy para entrar al paraíso
Abierto, protestante y ordenado;
Sino para ir allá donde la ramera, el bandido
Y el atormentado gritan esperanzados.
Versión de Jorge Bustamante García
Sucedió más de una vez, sucederá muchas veces…
Sucedió más de una vez, sucederá muchas veces
En nuestra sorda y obstinada batalla:
Como siempre, ahora has renegado de mí
Pero sé que pronto regresarás resignada.
Por eso no te asombres, mi querida enemiga
Atrapada en el amor oscuro,
Si los besos mañana se tiñen de sangre
Y el murmullo de amor se convierte en quejido.
Versión de Jorge Bustamante García
Un sueño
Extraviado en un sueño tonto
Desperté muy afligido:
Soñé que tú amabas a otro
Y que él te había ofendido
Entonces me arrojé de mi cama
Como un asesino huye del cadalso
Y miré con aire sombrío
Los faroles opacos brillando.
Quizás, nadie tan solitario
Ha vagabundeado tanto esa noche
Por las calles tristes y obscuras
Y por los cauces secos de los ríos.
Te he amado así sin remedio
No tengo alternativa
Mas sabes bien que no podría
Inquietar tu corazón .
Sé que él te ofendió
Aunque todo haya sido un sueño
Sin embargo, yo sé que me muero
Por ese sueño sin razón.
1918
Versión de Jorge Bustamante García