Gourmont, Rémy de

Reseña biográfica

Poeta, ensayista, novelista y dramaturgo francés nacido en Bazoches-en- Houlmes, Orne, Normandie, en 1858.

Perteneció a la aristocrática familia de los Condes de Gourmont, quienes le procuraron una esmerada educación en el Liceo de Coutances entre 1868 y 1876. Posteriormente terminó la carrera de Derecho en Caen y se trasladó a Paris en 1879.

Fue una prominente figura del movimiento simbolista francés. Trabajó en la Biblioteca Nacional de Paris y fundó en compañía de Alfred Vallette, Jules Renard y Louis Dumur, la importante publicación Le Mercure de France en 1890, órgano de divulgación del simbolismo francés y propulsor a la vez de la obra de autores como Mallarmé y Nietzsche, cuando sus obras aún eran poco conocidas.

Vivió hasta su muerte con Berthe de Courrière, heredera del escultor Auguste Clésinger quien le inspiró sus famosas “Cartas a Sixtina” en 1921. De su obra poética merecen destacarse “L’Pèlerin du silence” en 1896, “D’un pays lointain” en 1898, “Oraisons mauvaises” en 1900, “Simone” en 1901, y “Physique de l’amour” en 1903.

Falleció en Paris el 27 de septiembre de 1915.

Ángela

Ángela que mirabas a lo azul y sonreías:

Ángela que viste en el cielo una escala:

una larga escala roja por sonde subían

cadenciosas doncellas,

altas muchachas, bellas, vestidas de blanco;

Ángela en cuyo regazo

anidaba una aldehuela de palomas;

Ángela que ascendiste por la escala

de nieve y de coral:

Ángela que viajaste directamente al cielo

cuando volvías de Jerusalén;

y que tenías el poder de apaciguar la tempestad

con el solo ademán de tus manos:

Ángela, asomada al barandal del cielo:

¡calma las tempestades de nuestro corazón!

Versión de Eduardo Carranza

Catalina

Catalina:

Heroína de la contemplación

que sabías mirar el sueño cara a cara;

Catalina, con furia por el diablo asaltada,

como el mar bate el pecho de la playa inocente;

Catalina, amiga personal de Nuestro Señor:

(Jesús la visitaba familiarmente

y venía a cantar el salterio con ella);

Catalina, en la frente diadema purpurina;

Catalina: vaso de lágrimas, vaso de gracia, vaso de sueños,

Santa Catalina:

Protege nuestras almas errantes por los sueños.

Versión de Eduardo Carranza

De “Simone”:

La Iglesia

Simone, me parece bien. Los ruidos de la noche

son dulces cual un cántico cantado por niños;

la oscura iglesia semeja un viejo «manor»;

las rosas tienen un grave aroma de amor e incienso.

Me parece bien, iremos muy serios, lentamente

nos saludará la gente que regresa de los prados.

Abriré la valla a tu paso

y el perro nos seguirá un buen rato con sus ojos tristes

Mientras tú reces, yo soñaré en los hombres .

que construyeron estos muros, el campanario, la torre,

la pesada nave semejante a una bestia de carga,

cargada con el peso de nuestros pecados cotidianos.

Cuando regresemos, Simone, será noche cerrada;

semejaremos fantasmas bajo los abetos,

pensaremos en Dios, en nosotros, en muchas cosas;

en el perro que nos aguarda, en las rosas del jardín.

Versión de L. S.

* * *

La nieve

Simone, la nieve es blanca como tu cuello,

Simone, la nieve es blanca como tus rodillas,

Simone, tu mano está fría como la nieve,

Simone, tu corazón está frío como la nieve.

La nieve no se funde más que a un beso de fuego;

tu corazón no se funde más’ que a un beso de adiós.

La nieve está triste sobre la rama de los pinos,

tu frente está triste bajo tu pelo castaño.

Simone, tu hermana la nieve duerme en el patio,

Simone, tú eres mi nieve y mi amor.

Versión de L. S.

María

Dulzura y amargura de los besos

en las barcas del Nilo;

María de Egipto, túnica del sol

y velo azul que rozan los dedos de la noche,

los dedos de la brisa y el deseo,

viajera pobre, errando de un amor a otro amor

en la noche del Nilo enardecida

como una boca joven cuando besa;

María finalmente arrojada por el huracán

en la isla penitente,

María con los labios quemados

por el azufre del Jordán,

María por las arenas, María bajo las palmas,

María entre los leones;

María alimentada siete años

con un pan milagroso,

Santa María, quema nuestros corazones

en el fuego divino.

Versión de Eduardo Carranza

Margarita

Antes carne amorosa, antes dulce comarca

de placer;

y luego polvo bajo las sandalias

de San Francisco;

Margarita salvada de la carne

por el espanto de una carne adorada;

Margarita, con su nombre de cuatro pétalos

al pie de una santa higuera

y por tres años suspirante

en el limbo de la tristeza

y por tres años golpeando

en la puerta de la Santidad;

Margarita en una mortaja de oración y silencio;

Margarita cuya confesión

espantó la penumbra de las catedrales.

Oh Margarita, loca de Dios, pecadora arrepentida,

con el rostro pegado al suelo de la penitencia:

Santa Margarita, dobla hacia la tierra

nuestro orgullo.

Versión de Eduardo Carranza

Zita

Ojos dulces bajo la cofia,

pasos quedos y diligentes,

zuecos humilde,

corazón oloroso a pan de trigo

en el alba,

Zita cuyo oratorio era una cocina,

y que tenía por cocineros vestidos de blanco

a los ángeles del cielo;

Zita, amable reina en su reino humeante;

Zita: buen corazón, buen fuego, buena sopa,

albergue tibio y limpio;

Zita de manos rojas florecidas

de menta y de tomillo.

Santa Zita:

pon la mesa en donde se sienta el Amor.

Versión de Eduardo Carranza