García, Concha

Reseña biográfica

Poeta española nacida en La Rambla, Córdoba, en 1956.

Reside en Barcelona desde su infancia.

Es licenciada en Filología Hispánica, cofundadora del Aula de Poesía de Barcelona y presidenta de la Asociación Mujeres y Letras.

Ha sido incluida en diversas antologías y galardonada con importantes premios, entre los que se destacan: Premio de poesía Barcarola en 1987 y Jaime Gil de Biedma en 1994. Fue además finalista de los premios Claraboya en 1986 y Ámbito literario en 1986 y 1987.

Su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones:

«Rabitos de pasas» 1981, «Trasunto», «Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas» y «Diálogos de la hetaira» publicados en 1986, «Otra ley» 1987, «Ya nada es rito» 1988, «Desdén» 1990, «Pormenor» 1993, «Ayer y calles» 1994, «Cuántas llaves» 1998 y «Árboles que ya florecerán» 2001.

De “Otra ley” 1987:

Cansancio

Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,

pócimas de tonterías y me cortase las uñas,

sin compañía. Es un cuento más, una residencia

cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad

y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo

asustando. Repito en larguísimo silencio

abulias y taconeo deslizándome sin prisa

por las avenidas buscando un no sé qué, aquello

que no se nombra porque no se sabe y acapara

gran parte del día ponerme bajo una sombra.

La que sea, a estas alturas elijo la que sea.

1987

* * *

Recuerdo después del diluvio

Maldijo un cayado, ¡qué tonta!

por eso yo la tuve temblando

cinco noches. Sólo eso. Cinco

vómitos muy continuados,

a medida que la luz repetía

esa osadía esclarecedora.

Me conmovió tanta escalera,

tanto peldaño.

Y sus tacones.

1987

* * *

Retrato fingido

Algo de gozo, nunca un latido constante

y la forma de cerrar las ventanas

en un corredor resentido. Parece liviana.

Cuando surge de broches y maquetas es aún

silenciosa, turulata y cambiante

en recorridos viscosos. Parece loable:

sacrifica partículas con un tenaz

balbuceo entre toallas y peines.

Es yerta y fría: poco tocable. Se siente

masticadora enervante y poco lucrativa

si le deja la lluvia panorama distinto.

Descorre camino muy punzón si salida

es tener hipo con asco o si mira,

con un deshilvanado interés, la espalda

de una gruesa mirada comedora

de ornamentados alfajores. Recorre su tez

con los dedos; es larga la costumbre

de poner intervalos. Perdona si sabe.

Dice que nunca se exalta y es brava

la forma de no acentuar en absoluto

las sílabas. Tampoco mora.

Ni habitaría.

1987

* * *

Sin pudor

Combar los pezones un poco soberanos

no me veta. Tampoco vadeo si surge

la bagatela. Me muero en pequeño,

casi de mentira, porque después soy como otra,

que se desarticula oceánica

y queda esparcida a modo de ápice.

1987

* * *

Tomando místicamente el amor

Raro debut de mi calambre.

Me costó la dicha saberla.

Me dijo panorama muy sancionadora.

Arrastré letargos y huecos días

mirándome las venas entre periódicos

releídos. Bajando la escalera del bar,

siempre con una enfermedad terrible

en mi soslayo recto. Entonces

supe desamar con elegancia,

sin diatribas.

Competencia de rosada quietud.

Dedos onomatopéyicos, o esa sed

tan rara.

1987

De “Ya nada es rito 1988”:

Amaneciendo en soledad

Sí que es ser de día vestirme

cuando no tengo un sosiego enfrente

ni nada en el costado, chupada

de lástima voy vertiendo el traje

en mis brazos y lo encajo

como un sueño deseando un desnudo

más constante. Más siempre.

1988

* * *

Cuando aún palpita el pecho

Esto que me parece flojedad es una oruga

que comprime como un rulo mi amor

por la distribución, que fuese inactiva

yo, me deja de parecer artístico. En pleonasmos

me repito siendo insólito el esquive.

1988

* * *

Dejando de amar

Ya no le digo te quiero a nadie,

he perdido el sur del vestido y las

costuras se abren, parezco una tela

inflexionada, una rota lana.

Me río de tanta lluvia, a veces

el aliento es iracundo y lunático,

la frescura y el atrevimiento

se han hecho detritus, pondero

por eso todo amor deshilachado,

me aceito de madrugadas pasivas

y al mirar por la ventana se va

aquel dramatismo de antaño,

aquella ira romántica que

ponía un precio a la aventura.

* * *

El error no subyace en la intención sino en el hecho

Dánzame. Es un día de curvas que se prolongan

al fragmentarse mi beso de saliva lluviosa

el trajín más artesano de la boca.

1988

* * *

Extraña tristeza

Silenciosa, más que el polvo de la botica,

enmadejando hacia atrás con insolencia

varias disipaciones, busca el hito de su putaísmo

maltrecho y no goza con el pensamiento

sino que al quedarse puntuando las gracias

que le dieron, se le ocurre mirar la gamuza,

y la mira, y la vuelve a mirar.

1988

* * *

La valía de un olvido

Ese vicio solitario la va a perder

va a partir los entremeses equivocadamente

para que en la boca naden solos,

y entretendrá su cutis con varias cremas

mientras pasa el tiempo, y caerá

en la cuenta de su gran error

mordiéndose al buscar la tarjeta

del autobús que se le olvidó en

la mesita de noche aquélla, maldita

sea.

1988

* * *

Un conato de tristeza

Hora de ti bajando la escalera. No puede ser

que un labio sienta tanto desdén cuando mira

lo prieto que está sin quererlo. Me

abruma el rápido desliz con el que bajo

sintiendo la subida.

1988

* * *

Vasta sed

Me ansía cuando se le seca la boca

bebiendo tragos, en los genitales le irrumpo

de mentira y se trajea con la tarde

que nunca vine. Meditando en montañas

de aguardiente elige cómo olvidarme.

1988

De “Desdén 1990”:

Prólogo

Me haces daño: chispitas

entre las tapas de pescado, me dueles

esquivando la hora del cine, los tejados

lluvia y lluvia, chap-chap, mira

qué triste soy: un tañir lejos, lejano

albergando el daño, el trocito de fuelle

que ayer chirriaba.

1990

* * *

Parte primera

1. El reposo

Es suficiente. Acaso se baste a sí misma

para luego parpadear. No la auguréis

de leve y poco mordaz, es una isla

de altivez escondida, un lloro breve.

La sabiduría del cabizbajo la tiene, empieza

tratados esculpiendo la letra y no ama

con destino, su amor es una sucesión

de sensaciones acunadas en un sueño

que preconiza.

1990

* * *

Parte segunda ( La dicha no es alegre )

1. Dicha

Tengo todo el instante resumido en un libro

y me abro de piernas para mentir:

la vida es un puzzle, preparo el potingue

de delicioso residuo y me congratulo con dios

muchas veces. Todas. A lo mejor me voy

poco espantada. La veterana de largo sentido

es un poco triste, le acongoja el desdén

la repulsa, el desprecio, la desdicha.

Nacida para ser pronunciada mientras se arde

con la figura tiritante, a lo largo de otros

brazos, a lo largo de ellos sólo.

2. El recuerdo

Una pena repta por su ombligo. Ayer

ayer me dijo oblicuamente amor mío y

hoy, hoy tengo que ser áspera con la memoria,

enlazar las manos con ansiedad, tomar cafés,

hacerme cueva o nimiedad.

1990

* * *

Parte tercera ( La mística del vaivén )

1. Te lo ruego

Me encontré tan menuda, tan

encogida, ovillada en eso

que la taquicardia auguró.

Doce o trece horas de amor desmedido

maldita sea hoy, cómo avanzaba

la sabandija entre mi letargo

haciéndome diminuta

el tiempo crecía. Me puso las manos

encima y me queda

ese temblor.

2. Recuelo

Huir. Un vaso roto. Esquivar

al amigo de la yerba, los platos

de coñac, regalos, orfebrería

en baúles, tenazas de hierro

abundantes misivas, amontonar

largos caminos, ser la sed

en las rayas del labio, nótese

una humareda a lo lejos, una

impenetrable andariega.

1990

* * *

Parte cuarta ( Y lo hermoso )

1. Viento, lluvia y un paraguas

De negro va, pero llega tardía

como siempre, es una imagen cotidiana

verla acercarse a las lindes de todo

como si el centro fuese un lado, y

teme mucho que la contradigan cuando

sin estar cobijada, el tiempo apremia.

2. El aire de un vaivén

Mirar la maravilla deletreando

un momento de ella, lo demás

ocurre sin sinsabor. Álgido

anochece muy enorme por lo que

tuvo de bueno. La vida se nombra

a veces. Un olvido también es

un sueño. El ocultamiento

me hace renacer, el oculto

carácter del brillo que sólo

se percibe intentando la felicidad.

Brote del brote, ramas equilibradas

en el aire de un vaivén.

3. De cómo Verónica hace un gesto para ser feliz

En esa, ciertamente, cansina mirada

un monólogo interior arde quemando los extremos,

se iza suavemente apagando paradojas

y, al final del trayecto, apunta una sola forma

la retina. Es brillante su punta, transparente

el cuerpo del objeto, lo llena de un líquido

blanquecino y lo mira ansiosamente.

1990

De “Pormenor” 1993:

Anomalía

No paseo. Ni ando. Voy a casa.

Cayó del monedero el bono-bus

y tengo cinco duros. Ni para

cerveza me queda. Te amé

escrupulosamente. Iba

a charcuterías y te invitaba

a cenar. Eso era una muestra

evidente de mi ternura. No

tengo nada. Nada.

1993

* * *

Bajo los auspicios

La cosa más profunda que he vivido

ya la he olvidado. Ahora sólo me importa

arreglar la ventana si se rompiera, o

limpiar los cristales. Todas las verdades

han sido un largo pronunciamiento sin fecha,

de pronto no recuerdo ninguna. Se confunden

encaramadas bajo los auspicios de mi necedad

que tampoco se precia. A mí me gusta

el encantamiento de ciertas tardes, cuando

lo evidente no es real.

1993

* * *

Cúspide

U olvidar. Hacia atrás sueño.

La rareza de un bosque en un póster

sobre la aguja del reloj. Te tuve

cuando no te tenía, corre brisa

tanto corre que ventea. Un libro

y dos páginas leídas, qué cuerpo

tienes. Ya no te quiero, qué hermoso:

ya no te quiero. Me da perplejidad

tomarte de la mano, y tus rayas

qué largas, no te vas a morir nunca.

Paseo de invierno. Es verano

fue trescientos sesenta y cinco días antes

más o menos, me miraba en el espejo

para peinarme y no amanecía.

Proyectaba aunamientos con nadie

más sola que tú. Conoces

el estertor y el declive.

Yo de fatiga, cuánto te quise.

1993

* * *

El hielo de la noche de verano

Alcanzar el absoluto tedio: designio y arcada

todo junto, los que sueñan son más astrales

que yo, no es preciso intuir ni saber, sólo

con el desliz de la mano hacia su cintura

me basta. Terquedad, frío, el hielo de la

noche de verano.

* * *

Empezar

Todavía no he bebido lo suficiente.

No digo mucho, digo lo suficiente.

Así que ahórrate la otra vez

y próximas. Nunca dije: atada soy.

Ni me horroricé por un beso

en cualquier parte. Adoro

sólo lo adorable. Un día, u otro

siempre puede asomarse una

a la ventana y ver tejados.

Adoro los tejados y beber.

Bebo para la tirria, para

comprender. No te entiendo,

me levanto, está bien,

no me quedo.

1993

* * *

Lo que se sabe

Toda mi vida la pasión soterrada

en el bajo fondo de la placidez.

La idea de la pericia escapa. Un lento

proceso al amanecer. La quinta vez

que reescribo. Te lo dije. No creo.

La fe ha resbalado como la resina joven,

como el trazo de una oruga,

la fe se ha derretido en la baba

de varios caracoles. Toda tu vida

escapa o huye. No negué lo que vi.

No vi nada. Sombra en un pacto

toda mi vida: la ventana, arrullando

el más puro sonido del silencio, un crac

rompe la desidia, un sonido leve de rotura

precipita el único acontecimiento imposible

e indeseable. Soy tu túnica, tu vajilla

y tu despecho. Me voy irritada. Sé que ahora

el velo del día es un espeso manto,

una capa del rey Recaredo. Una enagua.

1993

De “Ayer y calles” 1994

Alegoría del tiempo

Somos moderadamente felices,

los dos vivíamos en una afinidad

absoluta: las palabras

no pueden expresar la experiencia.

Yo tampoco.

1994

* * *

El efecto de un paisaje

Es la una y treinta

medio cuerpo asomado

a la vida entera. Desapercibo

un raro calambreo que nace

en las piernas. Brilla lo que

queda de luna. Mis oquedades

buscan ritos, mis soledades

están sobre los zapatos

que he deshebillado

porque me ladeaba su presión.

Estoy entera como la vida que miro

como la vida que me deja

me deja medio cuerpo asomado

a ella.

1994

* * *

Heladas por el presente

Soy una mujer que se alejó del mar.

El pequeño fin, como dije.

Ponerse la toalla, el pequeño

trozo de pared, pon la mano

y échate sobre mí, un poco lejos,

el pecho es piedra. Sobre mí

deja la cal un rastro de tres dedos,

debió apretar más con el pulgar

que con el índice. Luego esa porquería

de libro y la camarera que nos trajo

la bandeja oxidada el amor

no cabe en fuente alguna tumbas

tierra adentro ondulaciones

de tierra raíces secas brotes

de ramas retorcida hiedra

tierra adentro la mano, la cal,

la bandeja, la camarera,

el mar.

1994

* * *

La derrota da pruebas de que estamos vivos

Recuerdo dos horas seguidas.

Luego un abatimiento. Se filtraba

la luz, pero anochecía. Yo era otra.

¿Dónde estará aquella ropa?

Era la misma que soy ahora.

Menos cosas que recordar

menos vida, o más vida, o poca

vida. O ninguna vida por delante

ni hacia atrás. Mi vida. ¿Qué es mi vida?

Estaba sentada en otra silla: lo recuerdo,

estructura de madera recubierta de lona.

Sobre una mesa con el cristal resquebrajado

escribí un poema, ¿o era el mismo

poema? Un ansia de recordar

lo invade todo y decido escribir

cinco o seis poemas más. Me llevan

a raros lugares donde estuve. No sufro.

Sufría. ¿Mejor o peor? Abatimiento

porque recuerdo la misma soledad.

La misma soledad no me convierte en otra persona.

Será ése el hilo, mi fantasma, mi amor,

el que me eleva y me deshace, pero no

me perturba. Sería cuestión

de sentir distintas soledades. Varias soledades.

Que muchas soledades se agolpasen de pronto

para ir al supermercado, o sintiendo

deseos de ir al mar. Que todas las soledades

se dispersaran para confundir ésta: tan real.

Y al ser tantas, podría elegir matices,

colores, estelas: varios poemas para varios estados

y no escribiría el mismo poema

al repetir esta exhalación que sólo oyen

ciertas solitarias al chafar la colilla

con la punta del zapato.

1994

* * *

Lejos de ti todo es moral

Da igual que vivas en un primer piso

también cae sin deseo especial.

Lo sé todo de ti, pero no te siento.

Se dobló delante mío, como si no

estuviese, me indicó su presencia

con el lenguaje del que lo ha perdido todo.

Has traído mi vieja ropa no sé por qué

últimamente me falla la incoherencia.

Dejó el algodón en una silla. Se levantó

siendo otro hombre. Su gesto me dijo en clave

que ya no era necesaria. Quédate

con el deseo de los que ya no están

quizá crezca en ti la armonía de alguno.

Yo me voy, la tierra me ha tragado.

Te apresuraste encontrando el amor

entre los muertos. Da igual que estés

localizable. Cogió su jeringuilla con placidez.

Tú no lo viste, no viste cómo

la miraba atentamente ocultando su punta.

Digamos que mi origen es provinciano.

No veo por qué dar consejos

prefiero internarme entre los cortinajes.

1994

* * *

Leve delicadeza

No sé. Abro el buzón. Llegan

aquellas cosas mal puestas

en una silla o sobre ella.

Aturdirme de letras,

vivir tardíamente dos pasos

lo justo para intransitar lo cotidiano.

Verme en el espejo: sí, otro día.

Sí, son varios. Sí, fueron muchos.

No sé. Llegar, doblar la ropa

otear la casa, el interior de la casa,

de soslayo, y a veces de frente

sin dejar de examinarme. Es eso.

Sí es eso. La felicidad no tiene temblores

ni arquea días. Es eso. Fíjate

qué cotidiano. Qué leve delicadeza

casi a solas.

1994

* * *

Sensación en el labio

Me da sorpresa bajar

por la ventura de mis emociones

porque para qué haber estado alta

si la fiebre la produce el recorrido.

Tengo un beso junto a la boca

y un tiempo para que dure

la sensación del beso que recibo

y la inscripción de la sinceridad.

Otro tiempo no lloraré sin saberlo

que es como ahora que por encima

de la conciencia está la voluntad

de sentir un beso junto a la boca.

Si ese beso se parte y va al labio

una senda del beso que se fue

se irá sin mí también

y no será simétrico.

Por eso es gran cosa.

1994

* * *

Todos los días son iguales

Mecánicamente asiste a donde debe ir

logra inclinar la cabeza, luego vuelve

una resaca, un pánico

ciertas bellezas.

1994

De “Cuántas llaves” 1998

Brinco de sorpresa

Podríamos incluso contemplar sin fastidio

ese amontonamiento de lo que ahora está bien.

Volver al deleite, anticiparse una vez más

a una especie de pérdida bajo las hojas

de papeles, en la cocina, los diarios,

la publicidad en el buzón, las hojas del campo,

y qué solos estamos cuando todo está bien,

qué pereza subir la escalera, qué rencor

de peldaños.

1998

* * *

Escena en un mar

Todo lo que dice bordea el asunto.

Habla de tierra rara, de un hotel,

de varios obstáculos. Una mirada

complaciente casi le abraza. Llega

de un remoto trazo de letra. A cualquiera

no le escriben. Tengo miedo

de abrir los regalos, los dejo a la sombra

del mueble. Si hubiese en ellos

esa señal acabaría tirándome por la ventana.

Es mucho mejor que las habitaciones

de ese hotel… y después, fíjate,

resulta un desencanto el envoltorio.

Quiere lo que esconde la arena

ese vaivén que sólo el viento

es capaz de insinuar con su fuerza.

Me dice: Transcurren los días encerrada

todavía no he acabado la novela

me cuesta dejar la casa que no tuve

sueño con habitaciones sin puertas

hoy ha llovido. Me duele la cabeza.

A veces me eclipsa el tarot y me decido.

Aquel viejo ajuste de cuentas me preocupa

en sus melodías borrosas. Ya no es

la que era. ¿Quién es la que era?

Un trío de jóvenes afina la garganta

van a cantar y el ruido es espantoso.

Habla a borbotones y cae de su cabeza

un péndulo justiciero, una cana

que ha dejado henchido su corazón.

Mis planes están lejos

nadie ha oído nunca lo que dije.

Cuando llega la serpiente yo me enrosco

y construyo el hotel con soledades.

¿Quién lo habita? le pregunto.

Un camarero sesentón lee la prensa

tiene espalda de camionero y ojos

de haber visto pocas cosas. No nos mira.

Por fortuna todavía me queda tiempo

lo sueño en los libros. Estará

lleno de poetas. ¿Poetas?

Tu hombre antiguo está reproducido

en la caída de tu labio. Predices

un porvenir que sólo es concedido a los extraños.

¿Y por qué poetas? Porque están solos

y desayunaremos juntos. ¡Ah, cuánto

he amado! Qué hipócrita confesión

y qué sincera. Veo tu fingir estar despierta,

una voz que corre por la terraza

de una casa que tuve. Una barriga

indispuesta. Un ¿quién lo ha hecho?

¿A estas horas cómo pude haberlo hecho?

Pero qué hiciste. Sumisas decisiones

en el fondo. Y me repite: Todavía

soy hermosa, me dijo el ginecólogo

que se puede hasta los cuarenta y cinco.

Mis madrugadas son terribles

pongo música y recuerdo canciones

no te puedes imaginar lo que me pesa

el estribillo de las de cuna.

Todavía no hemos muerto. Otra cerveza.

Durante media hora se callan los músicos.

Me voy hacia atrás con ella,

nos percatamos de una vieja deuda

porque nos hemos equivocado de vaso.

Te quise tanto. ¿A mí? ¿A mí me quisiste?

¿Qué hora es? Tu deseo es confuso.

Fíjate, es una tierra sola que da al mar

llena de poetas desayunando conmigo.

Yo sé que tu ex amante desapareció entonces,

quería la gloria y se hizo famoso e inaccesible.

¿Cómo puedes reprochármelo?

Los misterios insondables no existen

si no se adora un cuerpo. Esta escena

de pasión me parece muy sórdida.

Es una tierra llena de rabia. Yo salgo

de una ventana y contemplo un mar

desgajado del paisaje.

Anula las huellas y pone pisadas.

Estamos rodeadas de ropa tendida

bamboleándose. Crecen arbustos

y se encaraman en una mesa plegable.

Veo restos de un desayuno entre varios,

la imaginación de los que estuvieron

ha formado una nube de pensamientos

que se deshace, como un recuerdo helado

sobre el cubo de fregar.

El agua estancada formula paradojas.

Tú tiras su contenido a la tierra,

la tierra llena de rabia desgaja los poemas

se traga los silencios, las muecas y los gestos

de los que aquí estuvieron.

* * *

Momento en junio

Se van.

Hacen cloc clac, como si chocaran.

Crujen dentro y fuera del agua,

están en otra parte: vuelan.

No hay números infinitos

sólo los que dividen unidades.

Mi mejor chaqueta para el espectáculo.

Tú estabas más vieja. No es la edad,

sino las señales. ¿Averiguaste dónde

en qué lugar se forman?

Una dentro de otra, como gemelas,

son agujeros en una vida llana

que pretende altibajos sin emociones.

Parecías una laguna sin vida interior

cuyas ondas te daban un semblante

de ninfa poco aureolada.

Yo me convertí en la pesadilla

y hacía ruido cuando me movía,

hacía clong-clong, y se alejaba

todo lo que tenía ganas de acercarse.

Formé una ladera de restos

como cuando subes a una loma

y encuentras una incineradora de basura

cuyas cimas se dibujan

porque varias gaviotas te inquietan

alineadas sobre los plásticos.

Recordé cómo llegué aquí

y mis pies crecieron. Cómo

no haber llegado. Me fui acercando

a un presente que estuvo presente.

1998

* * *

¿Qué es lo que cae?

Cada año me convierto en un grupo de personas

que se disuelven en una calle peatonal,

los días dos de enero veo esparcirse

un trozo de mi alma

que yo contemplo apostada en una esquina

buscando en las grietas de la pared

una especie de recuerdo como de ventana

caída. También veo

la disolución de una edad y me observo

con una mueca sin días previos

que se lleva parte de mi ser

y es entonces cuando me distraigo

y entran a mi casa las cartas, resuenan

en los párrafos, en los trozos de frases.

¿Y aquel encuentro? Ahora que no estás yo.

No te… viajaremos este verano.

Vayamos al lugar. Árboles frutales,

tú la fru… te vivo en la azotea.

Cuando quebró. ¿Quién creería?

Tu compañía me endul… me rompe

el mar.

1998

* * *

Sillas

Días en los que vivir parece una tabla

que apuntala una ciudad, y luego

querer tomar café. Qué clase de correcta

inarmonía duele al desechar los azucarillos.

Un mundo en los dedos y un mundo

más hondo y desgajado que no late

en la mirada de nadie. Momentos así

son todo alrededor de tantas sillas.

Me gustaría emborracharme pero son las diez

y calculo que dentro de ocho horas

estaré perdida. Come algo.

No, porque no tengo apetito. Deseo fumar

y hacer malabarismos con el instante

éste. ¿Sabes que no eres adorable?

Busco echarme en el suelo y tener libertad

para mojarme. Son cosas que comienzan

cuando apuntalas el mundo un lunes.

Si se está realmente quieta

notas el humo del tabaco

en el espejo y te ves irreal

para poder pasar el brazo

por encima de una imagen

que apuntala cinco años de vida.

¿Tienes grietas cuando sales a la calle?

Tres o cuatro. Y me empujas para no entrar

donde hasta las piedras sienten la lejanía.

Son bares en habitaciones,

pósters iluminados de artificiales ratos

que invitan a morirse de risa

ante una silla. La gente ofrece dicha

con la lengua pastosa, demanda roces

imperecederos apurando una copa,

son brechas de diminutas felicidades

enjuagadas en alcohol. Yo me río

porque me encuentro cobarde,

quiero aferrarme a algo, a una silla,

hacer una prueba de fuego sobre un taburete

dejándome llevar de la mirada

del personaje que pone los discos y me veo

extendida en una biblioteca irreal,

la sabiduría pide demasiado poco.

Es tan temprano. Te quiero acompañar

y derrumbar contigo el puente de la salvación

que nos lleva de esta casa a los vientos

y a las salidas de mar.

Tienes la voz de un gran amor

y una presencia de escondite

que enturbia planes, que sale de dudas

y entra en ciudades donde no hay un local

para abrazarte. Yo te veo en la 315

asomada hacia la calle para ver si llego.

Llega una bandeja con café sobre una silla

que apuntalo al borde de la cama.

Y después yo, que soy las aberturas,

el grifo goteando, el tic-tac, las voces

de la gente que chilla que se quiere morir

de una rabia hecha jirones.

1998

“Árboles que ya florecerán” 2001

Desde la sala de estar

porque en algún lugar tiene que situarse una

o en alguna parte, a veces

en la sala, otras en un recuento

de días y noches como bolas mágicas

sin contenido especial

bolas redondas y chatas en los extremos.

* * *

Pequeña placidez del instante

ya pasado Y tú qué clase

de amor buscas siempre.

* * *

Repetido en las cajas de las

repeticiones, mis vacíos

martini, otra vez el sol.

* * *

La edad son goznes

mirar hacia abajo

ver un fondo donde ardes,

sentimientos de pena

para alcanzar algo mejorable

sin que se sepa definir

esto de aquello, y lo otro,

no cabe así. El día bruto

la luz era maléfica

una religión era necesaria.

Voy a mi extremo

que no tuviera miedo de la noche

ni de repetir la escena.

Desvié mis ojos hacia la cama

no estaba yo tampoco. Treinta años

condensados en el gesto

indefinible, cercano, inalcanzable,

enroscando la cafetera

junto a ningún ser aquí cerca.

Sólo tus muslos húmedos

alcanzan un arco de 48 horas

sin determinar bien

qué emoción antecede a otra

o cuál es el lugar

donde poner las manos ahora.

Tus muslos ardían

dentro del arco

en el que me muevo a tientas,

regalo del tiempo, el acto,

alguien me lo dio todo

en una pensión. La botella

la lámpara, la colcha verde,

recuerdo eso y la luz recogida

tras las cortinas, recuerdo eso,

la televisión, un sutil movimiento

para entrar en cavernas de ansia,

y el trabajo de los días,

de los años, de lo prieto.

Que el amor perdure -decías-

largo instante inscrito aquí

y ahora mismo

en la divisibilidad.

Parece ser que se origina

lo perdurable en el instante

dispersando el escalofrío.

Yo, para ti, tú, para mí.

Resplandor y música

alguien golpeó la pared.

* * *

Ser tantas contigo

y bailar los raros pasos

que conducen a la cueva

donde recuerdo mi rostro.

* * *

Tu niebla de mujer

trae enseres a mi creencia

yo, que casi sola

he creado el mundo.

* * *

Una especie de mi que no soy yo

deja perpleja la estela de la tarde

en esos extraños recorridos

donde el labio estanca su decir.

Otros poemas:

Monólogo de César Vallejo

Soy César: Un traje gastado, dos corbatas,

va a llegar noviembre como dije

en un poema. Un tragaluz

me pone sombras y soy una mancha

que nació sobre una silla. «Me

doy contra todas las contras», un día

me gustó el olor a manteca, el

dormitorio usado, la palangana sin brillar

y se metió una mosca en mi cuarto

mientras buscaba el origen de mi felicidad.

Caí azulado, estrepitoso y bello

como un soldado joven, sobre mi cama.

El aleteo sin zumbido del insecto me

recordó que soy poeta, que morí

cuando hilaba en los versos frases

como «hembra es el alma mía»,

y en una tahona me estremecí invisible

pues me chupaba los dedos,

me elaboraba goloso mientras yacía

y tomaba migas de bizcocho, sorbos

de leche, tratados de amor debajo

del brazo yendo hacia muchos otros cuartos.

Variaciones

Hemos conocido vicisitudes de doble filo

aguas donde bañarse era imposible

tiempos de amor con un fondo blanco

y una ternura por mirarlo todo

que nos daba respuestas equivocadas

por eso me dirijo a ti. La mujer

que hoy piensa y siente a la vez

parece perturbada por la situación

y resbala entre recuerdos donde el amor

era la invención sublime de ser dos.

Pero no todo pasa.

Me hinco en mi cama y soy una

con la conciencia escindida, con la virtud

de quererme marear involucrada

en sensaciones que no transpiran

porque te necesitaría para sudar,

y como estoy sola lo canto

porque siempre hubo un tiempo

y habrá más tiempos ya sin dolor

sin esperar que un faro de coche

alumbre la esquina donde fijo la mirada.

Me siento agotada, como si la sensación

de ser yo misma me golpease

en un centro conocido pero ignorado.