Fernán-Vello, Miguel Ánxo

Reseña biográfica

Poeta y dramaturgo español nacido en Cospeito, Lugo en 1958.

Es uno de los poetas de mayor proyección de la literatura gallega actual.

Realizó estudios de Guitarra Clásica en el Conservatorio Superior de Música de

La Coruña y de Psicología y Filología Hispánica en la Universidad de La Coruña y en la Universidad de Santiago de Compostela.

Como poeta ha sido galardonado con el Premio Celso Emilio Ferreiro del Ayuntamiento de Vigo, Premio Esquío 1989, Premio de la Crítica Española 1985, finalista al Premio Nacional de Literatura en 1985 y 1997 con los libros «Seivas de amor e tránsito» y «As certezas do clima», Premio Martín Códax 1996 , Premio Xacobeo de Poesía de la Junta de Galicia 1992 y Premio de la Crítica Española 2005 por el libro de poemas «Territorio da desaparición» Galaxia, 2004, obra también reconocida con el Premio Irmandade do Libro 2005 de la Federación de Libreros de Galicia.

Como dramaturgo fue Premio de Teatro Breve de la Escuela Dramática Gallega en los años 1981, 1983 y1985 y Premio Biblioteca de Arlequín en los años 1988 y 1990.

Actualmente dirige la empresa editora Ediciones Espiral Mayor.

Su poesía en versión española «La raíz poseída», fue editada en Zaragoza en 1989.

A dos adolescentes mojadas por las lluvias de primavera

Salud a esos cuerpos que llevan la frescura

de estas sombras lluviosas en el cielo de mayo.

La primavera llueve en dulces aguas claras.

Nubes de corazón brillante.

En la blancura de las frentes de silencioso viento

tenéis vuestra luz y estrellas húmedas

arden en vuestros ojos con íntima alegría.

Y sonreís al tiempo con rosadas mejillas

ofreciendo al mundo un inocente gesto

de primeros amores.

Salud a esos cuerpos de cabellos mojados

por esta lenta lluvia entre vuestro perfume

de poros deseados para beberlos todos.

Bajo los suaves vestidos sois ninfas alegres

que sueña este silencio de laguna desnuda.

En vuestra piel lleváis licor de flores resplandecientes,

azúcar enamorado en vuestros finos labios.

Qué sabrosos frutos se inflamarán un día

en vuestros cuerpos jóvenes de ciervas exquisitas.

La redondez suave de blandos pechos

tiene maravilla y gozo de cáliz ansiado

y que tierno terciopelo se adivina brillante

en vuestras caderas suaves de delicada blancura.

Salud profunda y larga a esos húmedos cuerpos

de lluvia y primavera,

cuerpos jóvenes y alegres,

hermosuras tan vivas,

adolescentes cuerpos para diosas futuras…

De “Seivas de amor e transito”, 1984

Beso nocturno

Conozco de la mujer el beso nocturno, espiral

y térreo.

Velocísimo labio

musculado

requema en un abismo de

húmeda luz que adentra.

Oleosa dulzura templando

la sangre más profunda, más láctea

color-de-rosa,

maculada y pura,

acrecentada.

El beso bien nocturno

tiene perfil de serpiente

en ávida lengua,

fluyente y diluida

de simientes lunares,

esencias agridulces

o saladas e hirvientes en el abismo

conocido, en la morada

hendida que evapora un incendio

en las bocas

deslizadas al centro,

masa líquida

recurvada y ansiosa,

destilación convulsa

de inmodulada muerte en eco cenagoso,

cenizas de agua seca

en furias ondulantes,

entretejidas llamas de un gemido

quebrado, dulces ondulaciones

de un estertor de gloria,

animales tan sumergidos

enrojecen en la entraña del

placer dislocado,

instantánea grandeza

del fin en lento fulgor

de bocas fascinadas.

El beso

muerde arcilla espumosa y profunda

de suave quemadura

y florece encarnado

fermentando un ardor pensativo y constante

en los labios calcinados.

Conozco

el beso nocturno de la mujer silenciosa,

conozco los besos oscuros

hasta inflamar las bocas de una pureza extraña,

la delicada muerte de los alientos sin sabia,

sin aurora carnal, lengua de húmedo fuego,

húmeda ceniza pura, húmeda muerte

lenta

hasta la tierra sin mácula,

conozco de la mujer su beso más nocturno

hasta perder los labios consumidos de sueño

sin final ni comienzo.

De Memorial de brancura, 1985

El cuerpo es ser, estar en su arte…

El cuerpo es ser, estar en su arte… en el misterio

de los ojos

donde perfectos bosques, aguas, aves,

hierven la luz dulce del atardecer,

viejas maderas se pudren de brillo lunar

o de extraña pureza, bálsamo de sombra,

salvaje forma vegetal o verde serpiente en fuego

acariciando el fondo -¡qué transmigración

de exquisita dulzura de veinticinco años!-,

tarro oculto de miel tras los sueños,

toda una flor terrible pensativa

hasta un fulgor, un relámpago, una pasión,

en los ojos

viven doradamente mariposas brillantes

y ternuras de llama de rojo crepúsculo,

en el hervor de sedas de violenta caricia,

algo malva y constante, un incendio imprevisto

roza el ala de un sueño en tus ojos tan súbitos

de alegría florida, de fuente estrellada,

de almendro o ave,

en tus ojos poblados

por la antigua belleza de un abismo nocturno,

entre destellos, látigos, un delicado almíbar de melocotones de luna,

entre ardientes espadas, un anisar claro, un lobo enternecido,

estrellas con gemido en tus profundos ojos

donde las palabras hierven hasta el amor amado.

De Memorial de brancura, 1985

I – Ese amor transparente que llevamos en los ojos…

Ese amor transparente que llevamos en los ojos

con tal silencio puro de flor intensa y clara

y con esa dulzura vegetal que se sueña

en el interior del silencio, inspiraciones continuas

de lugares y ángulos con ternura y con carne

de poro perfumado, cuerpos de libre paso

por el jardín de las albas añadidas al mundo,

perspectivas de estrellas levitadas y absortas

en miradas brillantes de visibles resplandores,

miembros de adolescencia sensitiva que estallan

lentamente en ideas de anhelos prolongados

hasta un gozo inflamado de sangre en nuestra sangre,

elementos tan íntimos del corazón que habla

en sílabas blandísimas de emoción que estremece

el tiempo que se vive de amor grande y florido,

ese amor transparente que llevamos en los ojos

con permanencia suave de viento y luz y sueño

de presencias doradas, cabellos ondulados,

crepúsculos de seda sobre hombros perfectos

de redondez desnuda, elegancia delgada

para esas criaturas de paso suave y fino,

frentes de íntima luna, deseos como labios

para beber de un cáliz con apurado deleite,

brazos de un universo de música armoniosa

para abrazar espacios de azul intimidad,

dedos interminables de caricias profundas

sobre una piel amada con siglos de luces,

figuras absolutas en cuerpos pensativos

en el territorio inmenso para la feliz blancura

avivada en músculo amante y solidario

del verso que se estrecha para el amor y la vida,

ese amor transparente que llevamos en los ojos

desde el comienzo mismo de la visión que ilumina

existencias hermosas, maravillas constantes,

sensaciones que se anuncian como tibios destellos

cuando es lúcida la carne en los cuerpos liberados

por la pasión abierta dentro del espíritu.

II – Tanta belleza pura que agiganta el sentido…

Tanta belleza pura que agiganta el sentido

puede cegar el día, invadir llama a llama

y quemar de silencio una posible muerte,

tanta desnuda belleza puede ser un prodigio

de: viva fantasía siempre inalcanzable

pero el amor existe desde los ojos al viento

y vive sin fin en los cuerpos futuros

que habiten largas noches de placer transmigrado

de estas arenas profundas que el tiempo nos destina,

querencias de las raíces más sensibles de la sangre,

vívidas como un fuego crepitando en el abismo

que nos abraza el alma en delirio infinito

de muertes transparentes, amor eternizado

de infinitos deseos, transmutación de la carne

en indecible verso, pleno conocimiento

en el corazón de la vida, encarnación invisible

de la entraña misteriosa que nos vive y desborda

en un amor para los cuerpos sol a sol, luna a luna,

en un amor de mil días con mil horas amadas

hasta la muerte más dulce, silenciosa y continua,

hasta el silencio puro de las venas colmadas

de luz líquida, sangre que resiste el incendio

del corazón abierto, carne al viento en desmayo

de nieve y lirios, rosas como estrellas ardientes,

tanto amor transfigura, puede herir sin pausa

largas tardes desiertas para un júbilo a voces

de múltiple silencio, aves de amor, ventura

en el horizonte del sueño, cuerpos como esperanzas,

deseos como un cielo o muertes tan amigas

para vivir las noches con albas esperadas,

para vivir el mundo amaneciendo todo

en ese amor transparente que llevamos en los ojos.

De Seivas de amor e transito, 1984

Los dedos se enamoraban…

Los dedos se enamoraban

de la nuca suave

caían por la espalda

dibujando caricias

y en la curva pulida

de la cintura redonda

donde crecen las nalgas

blancas moles y suaves

concentraron la forma

de la caricia ondulada

e inventaron lo tierno

y abrazaron lo tibio

y vivieron la calma

de una espira! muy leve

una feliz blandura

una pasión blanquísima

de lunas y de nubes

De Do desexo en corpo e sombra, 1984

Poema crepuscular

De qué constan las lunas del tiempo hecho ocaso

de tardes que no vuelven a derivar en noches,

qué materiales suspendidos de un único momento

permanecen sonámbulos en la luz de aquellas horas.

Queda detenido el gesto interior del recuerdo,

el sentido y las formas, la exactitud intensa

del brillo del crepúsculo en los ojos conmovidos.

Cómo invadir las cosas en un relevo de ecos

de un grave corazón sobre todo el espacio,

la música de las llamas que ardieron pensativas

sobre tanta distancia y horizonte y altura.

¿Por veces algún verso es sólo un silencio oscuro?

Una tarde es una fábrica de límites de fuego

que divide las palabras, un hueco en el horizonte

que penetra una espada de fulgor, sangre pura

de un labio que penetra entre la tierra y el aire.

Antes de la sombra un grito de fuego, color y luz

de espectro traspasado como una brasa antigua

por el tiempo sin carne, en el crepitar silente

de la añoranza en dureza de herida y de incendio.

De qué forma la nostalgia es un vacío crepúsculo

donde el cuerpo adivina un dolor frente al tiempo.

de qué lugar los ojos transmigran el recuerdo

de una ardiente salud, cuando el amor fluía

interminable sabia reverdeciendo el alma,

cuando el placer mordía un cielo por la sangre

una luna en la tarde que diluye la belleza.

Queda el amor en las cosas, desde las tardes, en el tiempo,

frente a la noche, en líquidos que desvelan la muerte.

Un color triste y profundo, encendido y espeso,

una sombra violenta que centellea en lo alto,

un espíritu oscuro como un cuerpo olvidado

que atraviesa una llama de purpúrea presencia.

Qué abismal para los ojos tanta hermosura.

Qué vértigo en el tiempo, qué locura infinita

frente al mar, esta muerte que calcina y consume

hasta la totalidad de las estrellas del fin que brillarán en la sangre.

De Livro das paisaxes vivas, 1985

Primavera

Hay un país de sangre verde que corre inmensamente por los

campos y eleva brillos altos en los árboles despedidos al cielo.

Es un reino de mil tierras al sol. Un fuego mineral y azul.

Estallan bajo el aire los nudos del tiempo y un hueco de

fervor anuncia la música de la luz, las alas puras que extiende la

transparencia en el corazón del espacio.

Grave y honda salud que respiran ahora los meses en este

aroma incendiado de viento nuevo, en esta espiral celeste que

ensancha el sentido de todos los deseos.

Ah leve dolor del alba, llamaradas delgadas que suben

invisibles a la frente desmayada del fugaz mediodía.

Las palabras son notas de una música grande, una alegría pura

que suena para el tiempo, una sed que ilumina una canción de

agua.

Cómo crece el color, telas vivas al viento, un barniz flameante

sobre el eco de las cosas.

Hay un país de sangre que modula en los cuerpos la solar

hermosura hirviente de los amaneceres.

Un perfume que invade de fina flor tan nueva el corazón.

De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987

Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire…

Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire,

en la alta hora brillante, cuando un fluido intenso

de calma luz se diluye en el tiempo y en la frescura sueña

una cálida brisa que viene del mar delgado de la playa,

oh delicada ala distante de la noche, pureza de ese labio

que sueña tan adentro de lo oscuro, cuerpo pleno y vibrante,

cántico, palpitación abierta que irradia el grave templo

del misterio estrellado, suave tránsito de las esferas azules

en la bóveda insondable del espacio, qué paz de indescifrables

signos, qué remanso en las olas del tiempo que transmigra

de un mar antiguo e ignoto la emoción reposada,

el estremecer de un astro en el corazón nocturno de la vida,

en la luz silente y profunda del corazón del hombre.

De Livro das paisaxes vivas, 1985

Retrato privado

Tal vez la ceniza azul que brilla en sus ojos

sea el temblor del aire, lo lejano

tantas veces sentido cuando muere la tarde.

Y la luz, un enigma, un destello en la sangre.

En esa mirada que regresa a sí misma perdida,

entre fiebre y asombro -dolor de un laberinto-,

está muerto el deseo; raíz que muerde aún

el corazón que un día se invadió de belleza.

En su frente nevada cruza ahora la sombra

los alambres violáceos del olvido.

Mas hubo un tiempo en el pozo del destino

que fue de ardiente desnudez y saliva insaciada,

mercurio y miel el cuerpo, brisa interior de brasa.

Y aún en su rostro que contempló el crepúsculo

está escrita una llama, algo que nace y pasa

como el temblor del aire, quemadura sonámbula

que se eleva en nuestro pensamiento.

Tomado de “El País” (Babelia)

Ría I

Polvaredas de luz suspensas sobre la ría. Aire vegetal inmóvil

sobre el aliento antiguo del agua. Fluyente ser submerso en el

polvo de la tierra ebria de lunas diluidas. Reverdor ceniciento,

voracidad lentísima de una simiente líquida de incesante textura.

La ría es una hembra yaciente que desnuda sus frutos sin

viento. El silencio es tan blando que es ofrenda de música en los

maternales meandros que funden el sentido y serenan el ritmo

cenagoso de la luz, el extinto color del cielo sobre la frágil materia

que destiló el tiempo, las albas y los crepúsculos que contiene

esta agua durmiente, este volumen lleno de primitivas savias.

Oh dúctil contemplación de este sabor oculto! Deslizada

dulzura de poros recrecidos en la carnación de un cuerpo manso

como una luna húmeda.

Esta espesura lenta y recurva del agua, este color confuso que

sedimenta las formas, las sustancias saladas que aproximan un

soplo submarino y fecundo; este templado seno de sonámbula

muerte sosegada y triunfante; la vibración oscura de esta piadosa

masa ondeante en la llanura; irisado reflejo que destensa el

crepúsculo tendido sobre el largo estuario.

Respiro esta belleza extraña que invade la salud del aire, este

aroma sumido en las pausadas brisas que pulsan el espíritu de la

tarde, las embriagadas láminas de la fina neblina anaranjada y oro

-hálito sensitivo de una muerte difusa que destiñe el ocaso.

Ah qué lejano y profundo va entrando -dolor suave- el mar

tan silencioso en nuestro corazón.

De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987

Terra Cha I

Analizo el cóncavo milagro de la luz trazada sobre las últimas

líneas de la llanura.

Inscribo un surco de texturas doradas en los ojos enlazados a

la insuperable franja donde la tierra es un volumen de bóvedas

construidas en el aire de un posible abismo.

Indefenso frente a esa distancia triunfante sobre el inmóvil

cuerpo que se embriaga en las láminas transparentes de la brisa,

persisto y fragmento el misterio que me da el contemplar la

hendidura luminosa y oval que se extingue vulnerando la dúctil e

interminable forma del horizonte.

Repentinos perfiles, dimensiones submersas, aristas

ondeantes, pausados filos de arcos velocísimos, quebradas

pulsaciones de un perímetro extinto, arquitectura inmóvil de un

óvulo de llamas, sequedad recurva de la llanura suave, irisaciones

continuas de un declive invisible, entrevista locura de este

espacio de viento y soledad.

Ah que lentísimos soplos de claridad tan lisa, sonámbula

levedad de un fulgor deslizado lácteamente sobre esta tierra llana

que destila en el viento altos navíos mansos de ceniza.

De Entre agua efogo. Cantos da terra posuída, 1987