Cross, Elsa

Reseña biográfica

Poeta, ensayista, y traductora mexicana nacida en ciudad de México en 1946.

Doctorada en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México, actualmente es catedrática de la misma universidad. En la década de los años ochenta residió en la India durante dos años, tiempo en el que estudió Filosofía Oriental y Meditación en Ganéshpuri.

Es autora de una extensa obra iniciada en 1966 con “Nexos”, continuada luego con los siguientes títulos: “Amor el más oscuro” 1969, “Peach Melba”1970, “La dama de la torre” 1972, “Bacantes” 1982, “Baniano”1986, “Canto malabar” 1987, “Pasaje de fuego” 1987, “Espejo al sol” 1988,

“El diván de Antar” 1990, “Jaguar” 1991, “Casuarinas” 1992, “Moira” 1993, “Poemas desde la India” 1993, “Urracas” 1996, “Los sueños”, 2000, “Ultramar” 2002, “El vino de las cosas” 2004, y “Cuaderno de Amorgós” 2007.

Su obra ha sido traducida a varios idiomas, incluida en diversas antologías y galardonada con los siguientes premios: Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1990 por “El diván de Antar”; en 1996 recibió el homenaje Espejo al Sol Treinta años de Poesía en La Casa del Poeta; el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines en 1992; la quinta edición del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines/Gatien Lapointe en 2007, y el premio Xavier Villaurrutia, máximos galardón literario de México, por su “Cuaderno de Amorgós”.

Amor el más oscuro I

Aquí comienzo a amarte,

en estos muros clarísimos,

en esta ciudad cálida al tiempo de las lluvias.

(¿Dónde estás ahora,

esta primavera tarde que pienso en ti?

¿Dónde estás, ignorándolo todo?)

Aquí te descubro

inalcanzable y triste.

Dime qué pasos te trajeron a estas tierras,

cómo abandonaste tu gracia de elegido,

tu ministerio de humildad;

qué suplicios te agobian desde entonces

que violentan tu rostro

y vierten en tu voz la nostalgia y la ira.

Dime en qué forma eres vulnerable

o ganas la lucidez en un momento.

Qué caminos dejaste,

qué expiación te vence y te despoja,

qué caminos seguiste para llegar aquí,

desconocido y hermoso,

donde yo te amo.

De “Poemas escogidos”1965-1999

Colección Poemas y Ensayos – Universidad Autónoma de México

Amor el más oscuro II

Viene la melancolía del principio,

días de incertidumbre y sueño.

Vienen sólo distantes tu risa y tu perfil

y abarcan mi deseo

y me vuelcan a tu rostro,

a tu vehemencia contenida.

Ya siento de algún modo

tus manos previstas de ternura

conduciéndome,

olvidándome,

dejando a medias para siempre mi destino.

Sé que otra vez me cercará la calma,

la soledad llena de amor,

tu nombre.

Quiero pronunciarlo tantas veces

como días tendré después

para perderte en la memoria.

Pero qué lograría apartarme

si muestras la misma angustia que sustento,

la soledad de idéntico linaje,

la imperfecta voluntad de amor.

Para reconocernos

baste la oscura nostalgia socavándonos,

baste nuestra olvidada condición de amantes,

vocación de locura,

celda,

fuego.

Maldigo desde ahora

tu cuerpo cerrándome el abismo.

Sean el tedio y la tristeza,

sea apacible y humana tu mirada.

En este momento te amo para siempre

y van mis pasos hacia ti

para cumplir tu voluntad.

De “Poemas escogidos”1965-1999

Colección Poemas y Ensayos – Universidad Autónoma de México

Amor el más oscuro III

A la desventura voy.

Algo en mí cada día te reconstruye

y me devuelve tu imagen.

Algo me lleva al lugar prohibido

en que te encuentras,

sitio que jamás debió tocar mi pensamiento.

Qué maleficio me extravía

y me oscurece todos los caminos.

A la desventura voy

y no quiero virtud que me confunda,

no quiero fortaleza ni mesura

que me aparten de ti.

Sean desoídas mis palabras

y viéndote

me sea dada tu menor ausencia.

De “Poemas escogidos”1965-1999

Colección Poemas y Ensayos – Universidad Autónoma de México

Aparece tu rostro…

Aparece tu rostro.

Se hunde en leche,

como el Cordero bienhallado

en los Misterios.

El fuego se acerca sin tocarnos.

El azul es más intenso

que la ebriedad creciendo hacia las islas.

Tembloroso,

como detrás de humo,

aparece tu rostro.

El caracol mezcla el mar

al propio estupor

en el oído,

oleaje donde navegan

islas de la conciencia,

destellos-

Ultramar.

Movimientos del muslo y la cadera

esbozan al tiento

una danza.

El mar se extiende

en olas que no rompen.

Movimiento-

la última vocal

reverbera en el oído.

El mar se extiende

más allá del tiempo

inamovible.

Temblor,

eco del movimiento–

calla

y nos habla

en su lengua otra,

parecida a ese incendio de adentro,

juega y se difunde

hasta aquietarse en un rayo vertical.

Omnipresente,

lenguaje del tacto sin manos.

De “Ultramar”

Fondo de Cultura de México 2002

Canciones del Egeo

1. Amorgós

Para Leonora y Pere

La tarde brilla en el vino

y en el mantel mojado

en palabras que sabemos

y no decimos

en el canto ambulante

y las cuerdas que rasga

en el jardín del templo

y la boda que empieza

en el sol que se acuesta

con el agua

2

A la mañana

la huella de tu oreja

ha tatuado en mi hombro

un caracol

Sus trazos paralelos

se separan

hacen de su voluta

un corazón

En su espiral de espuma

se detiene

el eco de tu voz-

ebullición

3

Toma el silencio la forma

de tus manos

La mañana se abre en la terraza

con el tajo del sol.

Extiende su brillo hacia la higuera

y se mece en el aura

de tu olor

Toma el aliento la forma

de tu nombre

Va subiendo sin peso la mañana

va cobrando color

Se enciende como las barcas a lo lejos

bajo el cuidado mínimo

del sol

4

Como las aceitunas

tus ojos

negros

y en cada gota de vino

tu beso

entero

5

Prendida de tu ala

me pierdo de claridad

De la barranca suben buganvilias

como del sueño esas vides moradas

transparencias

Prendida de tu ala

cruzo la o3curidad

Y brillando entre el mar y la montaña

como faros diminutos nos saludan

las luciérnagas

6

Langada

Para Nikos Vasalos

Pasa un rayo de sol

por la copa de vino

y danza en la hoja

donde escribo

Traza notas que van

y vienen

y se detienen

giros que van y vuelven

y se devuelven-

igual que sobre el mar

una gaviota

pequeña mancha blanca

en la página viva

donde ola tras ola

escriben también

y borran

la antigua historia

7

Al pie del promontorio

un ciprés entre olivos

Ropa tendida

tan blanca

como las tumbas a lo lejos

o el fantasma del viento

en los molinos

8

El gran estruendo rompe las palabras

Se dispara el sentido

-sólo queda un vaivén

oleaje de los amantes

un punzar en la vértebra

un esplendor furtivo

La gran marejada nos envuelve

nos anega en su fondo

-sólo queda un latido

México-Grecia, 1995-2000

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Lamida por un filo…

Lamida por un filo

en tus ojos no turbados,

la luz se escalda

sobre la piedra húmeda.

En sus mínimas cavernas

se detiene

entre musgos e insectos

tu pupila solar.

Rupturas en la piedra,

grietas,

algo que mira

desde el fondo.

Tu mirada refracta

el deslave abisal,

y eras de pensamiento se derrumban.

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Las Hijas del Viento

1

Murmuran tu Nombre

en las terrazas

inundadas de luz

frente al vinoso mar

2

Serpentean en la hierba

devanan suaves

sus marañas

Sisean

entre las siemprevivas

3

Juntan sus voces

al gemido de las piedras

y los arbustos

Hacen del corazón

un arpa tensa

4

Desatan su grito alucinado

a lo ancho del valle

Braman como terneras

son aullido reseco

trino

inverosímil

5

Se obstinan

como escenas repetidas

de una misma película

golpean en las ventanas

recorren muelles interminables

en el amanecer

6

Azotan las rocas de Haghía Triáda

con sus cuevas para ocultarse

de los piratas

Derriban al caminante

en el monte que se llama

Demonotópos

Alzan el rugido del oleaje

hasta el recinto de los cantos piadosos

junto a la Panaghía

7

Despeinan

al joven eucalipto

hacen caer sus resinas

sobre los barandales

Zumban amorosas

como abejorros

en el hueco de las cañas

Llenan la mirada de hormigas amarillas

8

Despiertan

al espíritu guardián del olivar

Dejan pacer tranquilo

el apetito de las bestias

Afilan

el cincel azulado

de la avispa

9

Someten a su ritmo

las flores encrespadas

el lomo de los cerros

Todo lo vuelven piedra lisa

10

Traen los ecos

de una conversación enfática

de un campanilleo de cabras

de un violín

Cantan en la noche

con sus aires de lamento oriental

11

Se agrandan

sus lenguas arpadas

en el invierno del espíritu

Fuerzan al alma

a agazaparse

en su rincón.

12

Escriben con sus dedos ligeros

tu Nombre

sobre la arena

repiten como plegaria

su grafía

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Noche

Siento que en vano he conocido aquello que te nombra, que no tendrá un cauce mi dolor acumulado. Te amo como al esplendor de cada día, y he visto desgarrarse la quietud que anticipa tu presencia.

Sólo existirán seres mutilados y lacios, máscaras de torpes gesticulaciones, de muecas sin sentido. Nada tendré fuera de ti.

Poseo tus palabras, todas las formas de mi ser habitas. Descubro tu rostro imprevisto en torno a cada instante de tu beso, en la tibia avidez de tu caricia. Tu beso contiene la noche.

Pero vuelve un vasto caer de silencios, y temo el dilatarse de una soledad desconocida; temo despertar triste a tu lado; temo la imagen de otra plenitud imperturbable.

De “Antología del Poema en Prosa en México”

Colección Letras Mexicanas – Fondo de Cultura Económica, México 1999

Ofrendas para Kypris

1

Una paloma para Afrodita.

Las tórtolas desgajan

tres notas claras

en el amanecer,

antes que las cigarras enciendan

su grito ríspido.

La montaña de Helios o Elías

deshuesa la roca

sobre los olivares.

El carro de fuego asoma.

La bahía

engulle a las gaviotas.

2

Corta en su aliento el habla,

inhibe el vuelo,

y bajo la sombra de la higuera

deja a la avispa

acompañarla.

Los zumbidos la acarician

en su trono de gozo.

La mañana avanza

como su gracia misma

saliendo de la espuma,

oh Anadyoméne.

3

Kypris,

una paloma de alabastro,

una rosa votiva

para ti,

en esta noche

que bendices nuestro abrazo

como el del mar que se extiende

hasta las rocas altas-

y el creciente de la luna

se abraza a ti.

Sirio apenas brilla

y las olas son torsos de tritones,

frescos muslos,

lento vaivén

-y cascabel de espuma

en los oídos.

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Tus formas se graban en el monte…

Para Verónica Volkow

Tus formas se graban en el monte,

en los bordes húmedos de la piedra

-cavidades como axilas.

Tus formas se pegan a mis huesos.

Dejo de existir,

sólo tú quedas

como jade en estas faldas.

Cuánto de ti estalla en cada hoja,

reverbera en la distancia

donde tu luz devora todo brillo.

(¿Estoy en tu abismo

o lo rodeo ?)

Renazco en la sombra del laurel,

en la celda de un templo circular

si sostienes

con un pie gigantesco

el firmamento.

Tus formas como un vértigo

me absorben,

me disuelven.

Dejan en mis labios briznas de anís.

Y en el fondo del risco

árboles como dioses,

sabinos rojos.

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Vestido del abismo…

Vestido del abismo,

desprendes de tu paso

al ser nombrado

tu brillo más oscuro.

Ebrio,

más que ese fondo.

Terso,

más que la noche en que me envuelves.

Oh Tenebroso,

oh Tremendo,

allí te escondes.

Cuando despiertas nada queda.

Y yo estoy entre mi sueño

y tu despertar.

Voy de mi aliento a tu párpado,

estoy en juego

-como las cosas otras

que aniquilas

cuando abres los ojos.

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004

Viene tu brisa cubriendo el clima entero…

Viene tu brisa cubriendo el clima entero,

tus labios de fruta encienden

la boca del invierno.

Se abren floraciones en la piel,

pistilos erizados-

Vuelta inesperada a tus manos

que rozan ya el vestido,

que se acercan al seno.

Trastornas lo que tocas,

vas vistiéndolo todo de verdura,

vas dejando en manchas coloridas

flores tantas

que apenas se adivinan.

Y quién podría

-aun sabiendo tu poder de muerte-,

quién podría fulminar

al deseo escondido

en cada hoja,

en cada colibrí?

Entra la estación florida –

con tu cumbia y tus cantos, –

tus tarareos ebrios

como el que espera

a quien ha de matarle

y acecha en cada esquina

de lo oscuro

con tus ojos de tigre,

el salto alerta

como quien teme

en cada doblez

la noche agazapada

con tus corrientes lúbricas,

tus colores eléctricos,

como quien busca

algún auspicio

picadura de abeja,

zumbido azul

en la entraña de un pájaro,

un colmillo que muerde,

¿por dónde llegará?

un veneno que cesa

sólo cuando ha invadido todo.

De “El vino de las cosas”

Ediciones Era 2004