Cano, José Luis

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Algeciras en 1912.

Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, se radicó en Madrid donde dirigió por más de veinte años la colección «Adonais» . Fue secretario y crítico de la revista Ínsula, autor de diversas antologías y biógrafo de García Lorca y Antonio Machado.

Ensayista y autor de varios libros de crítica literaria, dedicó mucha parte de su tiempo a defender la calidad de la poesía del 27, convirtiéndose además en un gran impulsor de la lírica andaluza.

Fue traductor de poesía francesa e inglesa, conferenciante en universidades europeas y colaborador habitual de revistas hispanoamericanas. Como poeta dejó una obra llena de delicadeza y profundidad.

Sus libros significativos son «Sonetos de la bahía» en 1942, «Voz de la muerte» en 1945, «Las alas perseguidas» en 1946, «Otoño en Málaga y otros poemas» en 1955, «Luz de tiempo» en 1962 y «Poesía» en 1964.

Falleció en 1999.

A MI HIJA TERESA

Aún no sabes hablar, mas ya tu vida

para mi alma canta un hondo son:

Diariamente se empapa el corazón

de tu palabra torpe, tan querida.

Se llena el alma de tu beso, erguida

para alzarte y tenerte. Una pasión

diariamente la enciende, una canción

que nace de la vena más herida.

Y un dulce frenesí. Tu carne siento

trémula arder, rosada, tierna, pura,

mientras la mía sueña enajenada.

Oh tierra, oh desamparo, oh ciego viento

que va perdido por la noche oscura

y encuentra al fin la luz, la paz, la nada.

AL MAR, SOLO

Si tu amor busco a solas, entregado

a un éxtasis errante y sin conciencia,

no sé qué resplandor de adolescencia

unge mi piel, ya siempre a tu cuidado.

Mi boca acerco a tu rumor nevado,

purísimo sabor de tu presencia,

espuma dulce para mi dolencia

de soledad, al sol de tu costado.

No sé a qué paraíso de indolentes

me llevas o nos llevan así unidos,

tu desnudo y mi sombra a la deriva.

Sólo sé que tus labios transparentes

hoy se entreabren dulces y vencidos

al paso de mi sangre fugitiva.

ATARDECER

Deja que el amoroso pensamiento

dé a tu frente un temblor de agua invadida,

y deja que mi sombra, en la avenida,

acaricie tu seno soñoliento.

La tarde eres tú y yo, sin otro aliento

ni otro paisaje que la mar dormida.

La vida es tu silencio, la vencida

caricia de tu flor sin movimiento.

Duermen las aves su clamor. El cielo

boga su luz por tu mirada ausente.

Sueñan tus ojos a la sombra mía.

Sueña el aire en su orilla, y siento el vuelo

cálido de mi sangre. Dulcemente

va naciendo el amor, muriendo el día.

BESARTE ES SOÑAR

Sí, besarte es soñar. Y acariciarte,

rozar, sorber el cielo más hermoso.

Pero si el tiempo puede, al arrancarte

tu belleza, tornar en doloroso

recuerdo aquel mirar enajenado,

aquel beso ardentísimo, aquel fuego,

volcán de amor, y aquel dulce sosiego

que sigue al jadear ebrio y callado,

¿Cómo sentir ligera, alada, pura

la dicha del amor, si está ya herida

por el mal que vendrá, nube de muerte,

tiempo ya gris que empaña la hermosura

cuando empieza a dar fruto, y más erguida

arde su luz, y duele más perderte?

DESNUDO

Lame, arena, su cuello, y ciñe fría

su adormecido seno en ti yacente,

que luego iré a besar esa serpiente

de tu lengua, que el viento desvaría.

Hiere mansa esa flor de la bahía

que asume su mejilla húmedamente,

y ciega esa callada boca ardiente

que no quiere besar la boca mía.

Roza luego su vientre, y la dorada

piel besa de su cálida cintura,

y allí en su centro queda enamorada.

Que ya te templará la calentura

otra flor de mi huerto bien rociada,

si tu lengua se quema en su espesura.

DULCE TUMBA

Junto a la orilla de este mar quisiera

a la sombra morir de su hermosura,

entreabiertos los labios, y esta dura

melancolía hiriendo el sol de fuera.

Como otro pino más de la ribera

quisiera allí soñar. Allí mi impura

sangre desnudará su rama oscura

y allí la tendrá el aire prisionera.

A flor de arena el cuerpo amortecido,

allí el vívido azul de la bahía

hermoseará su nombre y su latido.

Y el eco oiré, cual una melodía,

de unos pies al pasar, ya en dulce olvido

de tu hermosura, oh playa triste y mía.

ESA ALONDRA DE NIEBLA…

Esa alondra de niebla que sostienes

sobre el hálito malva de tu cima,

esa guirnalda matinal que arrima

un levante purísimo a tus sienes.

Pálida el alma y desmayada tienes,

mas tu sangre de roca no la anima

a saltarse las trombas de tu clima

durísimo de vientos y vaivenes.

¿Qué sueño la persigue y la desmaya,

qué rumor triste a su llamada sueñas

por el mundo pelado de tu playa?

Mirando estoy tus sombras y cadenas,

oh roca sin amor, y en mi atalaya

tocando estoy tus alas y tus penas.

ESPUMAS

Este cuerpo de amor no necesita

quemar su luz en otra ardiente rama.

La lava en que se quema y que derrama,

por su propio volcán se precipita.

Tu hermosura sin voz sólo me incita,

no un corazón ni el vuelo de una llama.

Mi alimento es mi amor, y lo que ama

mi sangre, es esa piel, que un astro imita.

¿Qué esconde esa belleza? Sólo espumas,

Oh hermosa nada que a mi amor convoca,

raudo cielo sin Dios, mar sin secreto.

Pero besar todas sus dulces plumas

es ya el único sino de esta boca,

la única gloria ya de este esqueleto.

ESTÍO

Una dura raigambre de alto helecho

he elegido por tumba prematura

en esta soledad de arena oscura

donde gime la sangre de mi pecho.

Lejos está el amor. Aquí cosecho

un bronco sol para mi sepultura.

Aquí crece mejor la quemadura

que quiero para el fondo de mi pecho.

Todo ese inmenso mar no bastaría

para volver la vida y la mirada

a esta osamenta gris, a este esqueleto.

Hace tiempo que amó. Ya no sabría

dar su ofrenda al amor, su calcinada

sangre, su corazón lejano y quieto.

LA TARDE

Cada día toco con mis manos la dicha

la beso con mis labios

la dejo que se duerma dulcemente en mi pecho

que se despierte luego estremecida como un hermoso sueño.

Enfrente el cielo, los pájaros y tu boca entreabierta

sobre la calle con acacias y niños

delicada y trémula como una sonata.

Y desde mi terraza, íntima como una caricia

ávido sorbo la tarde y su hermosura

contemplo el avión rasgar sereno el aire puro

y casi toco

acaricio con mis dedos la luna inmensa

posada con ternura sobre un árbol cercano.

Poca cosa es lo que hace falta a veces para sentir la dicha

una luz, una flor, una brisa, una mano en la nuestra

o esta tarde que parece de carne

de suavísimo nácar

tarde entregada para un mirar lentísimo

para entrarla despacio

como un sueño en el alma

para besarla pura, inmaterial y celeste.

LUZ DEL TIEMPO

La luz, la luz más pura está en el tiempo,

es su zumo dorado que nos moja

el alma diariamente y la desnuda.

Como la luz, como el amor a veces,

el tiempo es tuyo, y él te tiene, míralo

morando ya en tu carne lentamente

posando en ella su ceniza triste,

sus minutos que brillan amarillos

y tus labios golpean tercamente.

y pues no puedes detenerlo, ahora

que escapa más de prisa, ya vencidas

tu juventud y tu esperanza, escucha

cada latido suyo, cada ola

de su invisible, silenciosa música,

y acecha el don, su luz de cada día.

Dale tú, en cambio, paz al tiempo, honda

paz si es que alguna guardas en tu alma.

Da tu hora al amor, al beso, al ocio,

pues no es dinero -time is money- el tiempo,

y da a tu soledad el tiempo oscuro

que ella te pida, y tu minuto abierto

a ese niño que ríe, y a ese perro

vagabundo que pide pan y dueño,

y al poema que espera, y a ese pájaro

que vuela ebrio por el vasto cielo.

NOTICIA DEL BESO

Nace el beso en la sangre y su fuego madura

como el fruto de un árbol a la luz de la tarde.

Ebrias alas secretas van naciendo a su paso

y dorando los labios que esperan entreabiertos.

Gime la flor del beso antes de abrir su rosa,

y sus pétalos arden melancólicamente

mientras sube un rumor por la delgada sangre

y se detiene al borde de la boca hechizada.

Ya los ojos no ven. Mientras escapa el mundo

sólo el fruto del beso hunde su quemadura

en el dorado éxtasis, y el nácar de unos labios

dulcemente crepita en su abrasada llama.

Un brillo nuevo nace de la boca entreabierta,

mientras redonda estalla la granada del beso,

y el dulce labio herido, ardiente ola ceñida,

su lentísima espuma destila prisionero.

No tiene edad el beso, pero su fruto muere

cuando su llama de oro se deshace en los labios,

cuando despierta el párpado de su ebriedad callada

y el corazón se oculta para sorber su dicha.

Mas no muere su luz, su ardentísimo pozo

puro como la nieve, hondo como el silencio.

No muere lo que llega al fondo de la sangre

donde el beso dejó un reguero de cielo.

RAPTO DE AMOR

Mira el mundo sin flor. Este haz de rocas

sólo sombra da al oro que declina.

Muerto parece el mar. Aquí culmina

el mineral silencio de dos bocas.

Soledad, piedra, amor. La arena yerta

desolada pasión siente en su seno.

No hiere su piel muda este sereno

amor, esta extinguida luz desierta.

Mira esa roca, oh prisma de ternura.

Pon tu mano en sus filos dulcemente.

¿No sientes en tu palma la silente

vida que allí se esconde, ahogada, oscura?

Y el duro corazón que en ella late,

nuestro crispado amor va serenando

de un pálpito inmortal, y va arrancando

luces y sueños de tu seno mate.

roca es también tu cuerpo, roca o muerte

tu pálida belleza y tu mirada,

tu frente, luna ya petrificada

por este sideral silencio inerte.

No mires hacia el mar. En esta arena

clava ya tus dos labios diamantinos.

Incendia con tu lengua estos caminos

de calcáreo pesar y extinta vena.

Muerto está el mundo si tus labios miro.

La tierra vuelta ya a un perenne ocaso.

Sólo vuelvo a vivir cuando repaso

tus brazos, pleamar en donde expiro.

Este nocturno viento, esta bandera

de soledad, ondeando por la orilla,

cómo asola implacable tu mejilla,

rígida ya en su hálito de cera.

Muere a solas la tarde, y una broza

tierna muerdes, de amor languideciendo.

Todo tu peso núbil voy cediendo

a esa arena mortal que el labio roza.

Pero duro, bramante, el mar ya invoca

nuestro amor, nuestras bocas rutilantes.

Reclama esta inmortal gloria de amantes,

pétreo fuego de amor que un astro evoca.

Clama ya su pasión. ¿No oyes su pecho

resonar por la inmensa, abierta herida?

alza pujante que alza una ofrecida,

cálida espuma en jadeante lecho.

En ti grabo mis labios y en ti hundo

mi soledad, mis pulsos invocantes.

Átate a mí. seremos dos amantes

en busca del olvido en lo profundo.

Ciégate en mi clamor. Tras esa bruma,

¿no ves el halo de otro paraíso?

Este viento vibrátil que ya piso,

aéreamente nos alza y a él nos suma.

Tromba de amor me arrastra y me desata

de tus brazos, me arranca de tu frente,

ya precipita al mar la débil puente

de mi pecho y tu muerte me arrebata.

Lejano va tu cuerpo entre la espuma,

tus miembros ya rendidos a otro amante,

y te va blanqueando a cada errante

ola, la blanda sal que el mar rezuma.

Mientras yo voy profundo, hacia ignoradas

regiones de un amor más poderoso,

y un gran mar de metal, ligero, hermoso,

me tiende sus espumas invioladas.

Qué lejos está el mundo. Ya la arena

olvidó mi inquietud bajo otro viento.

¿He nacido otra vez? Ya sólo siento

un cuerpo hermoso, azul, que me encadena.

Y un oscuro clamor. De nuevo a solas,

late mi corazón en lo profundo

de este mar que me asume, y en él hundo

una sangre de amor bajo las olas.

SOBRE UNOS LABIOS MUERTOS

Ciega, impasible muerte de tu boca.

Está callada, está rota y oscura

aquella su rosada arquitectura

fiel a mis labios cálidos de roca.

La gloria de tu aliento ya no evoca

calientes rosas de esta tierra dura,

sino la sombra y soledad futura

de tus labios de mar. ¡Oh sol, invoca

tu luz más viva, y quema entre esos dientes,

de nieve ya, su lengua, amarantina,

clavel de su garganta delicada!

¡Fulgura en su humedad, y en los ardientes

arenales, de tu onda sibilina

un último sabor a su granada!

SUEÑO DE AMOR

Huí de mi lecho a solas por encontrarte, el vino

de la fiebre en los labios, incendiando mis huesos,

y una niebla cegándome los ojos, y un sino

de soledad quemándome y abrasando mis besos.

¿Dónde encontrarte? ¿Estabas junto a mí, bajo el cielo

indiferente al hombre, como un mar que olvidase

su clamor, o soñando bajo un dorado suelo

sin que yo, en mi ceguera, los trigos te apartase?

Era dulce la tarde de inmortal primavera,

y era dulce su sombra, piel de melancolía,

que avanza como un labio de amor que no quisiera

precipitar los besos por vivir más de un día.

¿Dónde estaba tu boca? Tu mirada escapaba

a mis labios, y era cual un aéreo celaje

que empapase su vuelo en la luz que besaba

a través de tus alas mi abatido ramaje.

Te busqué en ese mar sobre el que ahora sollozo,

sus espumas clavándome todas sus blancas flechas,

y te busqué en el cálido corazón de ese pozo

desde donde la vida ocultamente acechas.

Nadie me vio. Solía acariciar las casas

con mi mano agrietada por un dolor oscuro,

porque acaso ese aliento con que mi sangre abrasas

arde ignoradamente tras el rosado muro.

Nadie me vio salir de la ciudad. La tarde

plegaba ya su aroma a su indolente peso,

y esa estrella primera que en el azul ya arde

desunió mis dos labios con su secreto beso.

TENGO TUS LABIOS

Quizá perdí mi juventud, quizá

perdí Lloridas increíbles.

Quizá perdí otras cosas, pero tengo

la sal ardiente de tus labios.

Una infancia perdí, quizá un deseo

de una luz entre pinos y el mar puro.

Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo

la sal y el fuego de tus labios.

Perdí aquel mar, y aquel afán eterno

de en él perderme y olvidarme.

Perdí más: a mi madre, pero tengo

la rosa oscura de tus labios.

Perdí hace tiempo aquel ocio andaluz,

puro y tranquilo como el aire.

Perdí la paz, pero ahora tengo

la gracia honda de tus labios.

De aquella primavera, de aquel ocio

sólo el recuerdo y el perfume quedan.

Estoy solo y herido, y sólo tengo

una luz que besar: la de tus labios.

Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo

no parecía existir sino soñando.

Unos sueños perdí, pero te tengo

y contigo a tus labios

¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura

la soledad, la muerte entre los brazos.

Y helado el corazón. Mas luego tuve

la honda caricia de tus labios.

Ya no estaré más solo. Quiera el mundo

herir con frío o con puñal mi alma,

ya no estaré más solo porque tengo

la compañía de tus labios.

TIEMPO DE TERNURA

Como la playa en soledad, más pura

luce su desnudez, y como el pájaro

más melodioso vuela si más solo,

así este paraíso de ternura

no pide verso para ser cantado.

Su alentar, en su mundo de penumbra

-tibio interior en soledad amante-

deja su llama, y extasiado sueña

su luz, su vuelo entre caricias quietas.

Aquí halla el alma su razón de vida,

su lentísimo éxtasis la carne,

y el incorpóreo tacto besa mudo

la rosa inmóvil de la piel tranquila.

Ignorada ternura. A los amantes

hace más puros, casi transparentes.

¿Son el sueño de un Dios? Son melodía

callada del amor. Son quieta lumbre.

TIEMPO DEL AMOR

En el amor el tiempo es como un pájaro

aleteante, estremecido, trágico.

Parece detenerse en nuestros brazos,

jadear dulcemente en nuestros labios.

Y fluye tierno como el valle verde

por un secreto afán de vida breve.

Su vuelo cesa bajo el beso largo,

tensas las alas, dulce y hechizado.

Y cuando el beso acaba hay en su luz

un brillo de asombrada juventud.

Ahora acecha cautivo de los labios

el lento desunirse, desmayados.

Ahora yace, quemadas ya las alas,

mientras ávidamente se desangre.

En el amor el tiempo es como un pájaro

aleteante, estremecido, trágico.

VIERNES DE LAS DELICIAS

Cuando salgo a la luz de este viernes dorado

estrena la mañana sus pájaros primeros.

Es un viernes de barrio, humilde pero hermoso,

viernes de Las Delicias, viernes arrabalero.

Da gusto ver su piel, fresca como la aurora,

herida tiernamente por la luz del otoño,

esta luz increíble que mi corazón bebe

sorbiendo la mañana como una fruta de oro.

Es una luz tan tierna, tan acariciadora,

que a las cosas propaga una humana ternura,

y da alegria al árbol, al viajero que llega,

al perro en libertad ávido de aventuras.

Y el dulce viejecillo que vende caramelos,

el obrero que pasa, la chiquilla que ríe,

la sal para el pescado derramada en la acera,

brillan con alegria bajo esta luz del viernes.

Van las alas del viernes dorando la mañana

y tornándola pura como una melodía,

mientras yo voy alegre escuchando sus sones,

su concierto de pájaros y cristalinas brisas.

Mientras yo voy alegre, porque el corazón sabe

que atrás queda, soñando, la materia que ama,

la materia de un alma que beso cada noche

en los labios que ahora soñarán con el alba.