André Bretón (Francia 1896-1966)
Reseña biográfica
Poeta francés nacido en Tinchebray, Orne, en 1896.
Estudió medicina y trabajó en hospitales psiquiátricos durante la Iª Guerra mundial, aplicando sus profundos conocimientos de la teoría freudiana. Desde muy joven trabó amistad con importantes figuras intelectuales de Francia convirtiéndose en el gran impulsor del surrealismo y el dadaísmo.
En 1921 publicó su primera obra surrealista, “Los campos magnéticos”, en la que exploró las posibilidades de la hipnosis. Colaboró con Paul Éluard, Louis Aragon y Philippe Soupault en la fundación de la revista Littérature.
En 1922 rompió con el Dadaísmo, se dedicó al automatismo psíquico, publicó en 1924 y 1929 el 1° y 2° manifiestos surrealistas y militó en el partido comunista francés hasta 1935.
A raíz de la IIª Guerra mundial, se radicó en EE.UU. donde fundó en compañía de Marcel Duchamp, Marx Ernst, y David Hare, la revista “VVV”. En 1941 publicó el Tercer manifiesto surrealista. Regresó a Paris en 1946, dedicándose hasta su muerte, en 1966, a mantener vivo el movimiento surrealista.
Su obra poética más importante:
Claro de tierra 1923
La unión libre 1931
El aire del agua 1934
Estados generales 1943
Oda a Charles Fourier 1947
Constelaciones 1959
Poemas de André Breton:
A la mirada de las divinidades
«Un poco antes de medianoche cerca del desembarcadero.
«Si una mujer desmelenada te sigue no te preocupes.
«Es el azul. No tienes que temer nada del azul.
«Habrá un gran jarro claro en un árbol.
«El campanario del pueblo de los colores disipados
«Te servirá de punto de referencia. Tómate el tiempo,
«Recuérdalo. El oscuro geyser que lanza al cielo los brotes
de helecho
«Te saluda.»
La carta sellada de los tres ángulos de un pez
Pasaba ahora entre la luz de los suburbios
Como una enseña de domador.
Y al permanecer
La bella, la víctima, la que se llamaba
En el barrio la pequeña pirámide de reseda
Se descosía para ella sola una nube semejante
A un saquito de piedad.
Más tarde la blanca armadura
Que vacaba de los cuidados domésticos y demás
Tomando a sus anchas más fuerte que nunca
Al niño en la concha, el que debía ser…
Pero silencio.
Un brasero daba ya presa
En su seno a una encantadora novela de capa
Y espada.
En el puente, a la misma hora,
Así se entretenía el rocío con cabeza de gata.
Con la noche, se perderían las ilusiones.
He aquí a los blancos Padres que regresan de las vísperas
Con la inmensa llave por encima de ellos suspendida.
He aquí a los grises heraldos, por fin he aquí su carta
O su labio: mi corazón es un cuclillo para Dios.
Pero del tiempo que habla, no queda más que un muro
Golpeando en una tumba como un velo podrido.
La eternidad busca un reloj de pulsera
Un poco antes de medianoche cerca del desembarcadero.
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Amor apergaminado
Cuando las ventanas, lo mismo que la mirada del chacal y el deseo, taladran la aurora, unas cabrias de seda me levantan sobre las pasarelas del suburbio. Llamo entonces a una muchacha que sueña en la casita dorada; se une a mí sobre el montón de musgo negro y me ofrece sus labios, que son piedras al fondo de un río presuroso. Velados presentimientos descienden los escalones de los edificios. Lo mejor es huir de los grandes cilindros cuando los cazadores cojean en las tierras destempladas. Si se toma un baño en el muaré de las calles, la infancia regresa a la patria, galga gris. El hombre busca su presa por los aires y los frutos se secan entre las rejas de papel rosa, a la sombra de los nombres desmesurados por el olvido. Las alegrías y las penas se esparcen por la ciudad. El oro y el eucalipto, de igual aroma, atacan los sueños. Entre los frenos y los edelweis sombríos reposan formas subterráneas semejantes a corchos de perfumistas.
De “Claro de tierra”
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Cartero cheval
Nosotros los pájaros que encantas siempre desde lo alto de esos
belvederes
Y que cada noche no formamos más que una rama florecida de
tus hombros a los brazos de tu carretilla bienamada
Que nos desprendemos más vivos que centellas de tu muñeca
Somos los suspiros de la estatua de cristal que se incorpora
cuando el hombre duerme
Y brechas brillantes se abren en su lecho
Brechas por las que pueden percibirse ciervos de cuernos de
coral en un claro del bosque
Y mujeres desnudas en lo profundo de una mina
Recuerdas te levantabas entonces descendías del tren
Sin una mirada para la locomotora presa de inmensas raíces barométricas
Que se queja en la selva virgen con todas sus calderas doloridas
Sus chimeneas con humo de jacintos y movida por serpientes azules
Te precedíamos entonces nosotros las plantas sujetas a metamorfosis
Que cada noche hacíamos signos que el hombre puede sorprender
Mientras su casa se desploma y se sorprende ante los engranajes singulares
Que busca su lecho con el corredor y la escalera
La escalera se ramifica indefinidamente
Conduce a una puerta de haces de heno se abre de pronto sobre
una plaza pública
Hecha de dorsos de cisnes una ala abierta para el pasamano
Gira sobre sí misma como si fuera a morderse
Pero se contenta con abrir bajo nuestros pasos todos sus escalones
como gavetas
Gavetas de pan gavetas de vino gavetas de jabón gavetas de espejos
gavetas de escaleras
Gavetas de carne con empuñaduras de cabellos
A la hora precisa en que millares de patos de Vaucanson
se alisan las plumas
Sin volverte tomabas la llana con que se hacen los senos
Te sonreíamos nos enlazabas por el talle
Y tomábamos las actitudes según tu placer
Inmóviles para siempre bajo nuestros párpados tal como la mujer
gusta de ver al hombre
Después de haber hecho el amor.
De “Le revolver à cheveux blancs
Versión de César Moro
Dame joyas ahogadas
Dame joyas de ahogadas
Dos pesebres
Una cola de caballo y una manía de modista
Después perdóname
No tengo tiempo de respirar
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora
Y ahora sólo tengo que dejarme morir
Pide el baremo
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla
También se abre el sentimiento
Pero las princesas se agarran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas comunes
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas
Al pie de la escalera
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tenme por amiga
La amiga de los hogueras y los hurones
Te mira en dos veces
Lee tus penas
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos…
De “El aire del agua” 1934
Tus miembros van desplegando a tu alrededor unas sábanas verdes
Y el mundo exterior
Hecho de puntos
No funciona ya las praderas han desteñido los días los campanarios se reúnen
Y el Puzzle social
Entregó su última combinación
Todavía esta mañana esas sábanas fueron apartadas hicieron vela contigo de un lecho prismático
En el castillo revuelto del sauce de ojos de lama
Para el cual con la cabeza abajo
Partí en otro tiempo
Sábanas almendra de mi vida
Cuando te vas el cobre de Venus
Inerva la hoja resbaladiza y sin bordes
Tu gran ala líquida
Se agita entre el canto de las vidrieras
Versión de Manuel Álvarez Ortega
El águila sexual exulta una vez más…
El águila sexual exulta una vez más va a dorar la tierra
Su ala descendente
Su ala ascendente agita imperceptiblemente los mangos de
la menta picante
Y el adorable desnudarse del agua
Los días están contados tan claramente
Que el espejo ha hecho sitio a un entramado de frondas
No veo del cielo más que una estrella
Alrededor de nosotros sólo existe la leche describiendo su
elipse vertiginosa
De donde la blanda intuición de párpados de ágata ojerosa
Se levanta a veces para clavar la punta de su sombrilla en
el fango de la luz eléctrica
Entonces unas extensiones echan el ancla se despliegan por
el fondo de mi mirada cerrada
Icebergs que irradian los hábitos de los mundos venideros
Nacidos de una partícula de ti de una partícula desconocida
y helada que emprende el vuelo
Tu existencia es el ramo gigante que se escapa de mis brazos
Mal atado abre los muros despliega las escaleras de las casas
Se deshoja en los escaparates de las calles
Con las noticias me voy continuamente con las noticias
El diario es ahora de cristal y si las cartas no llegan ya
Es porque el tren ha sido comido
La gran incisión de la esmeralda que dio origen al follaje
Está cicatrizada para siempre los aserraderos de nieve
cegadora
Y las canteras de carne zumban solas con el primer destello
Invertido en este destello
Adquiero la huella de la vida y de la muerte
En el aire líquido
De “El aire del agua” 1934
Versión de Manuel Álvarez Ortega
El Marqués de Sade
El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción
De donde había salido
Con sus hermosas manos todavía ornadas de flecos
Sus ojos de doncella
Y ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda
Tan exclusivamente suyo
Pero desde el salón fosforescente iluminado por lámparas de entrañas
Nunca ha cesado de lanzar las órdenes misteriosas
Que abren una brecha en la noche moral
Por esa brecha veo
Las grandes sombras crujientes la vieja corteza gastada
Que se desvanecen
Para permitirme amarte
Como el primer hombre amó a la primera mujer
Con toda libertad
Esa libertad
Por la cual el fuego mismo ha llegado a ser hombre
Por la cual el marqués de Sade desafió a los siglos con sus grandes árboles abstractos
Y acróbatas trágicos
Aferrados al hilo de la Virgen del deseo
De L’air de l’eau
Versión de Aldo Pellegrini
El penacho
Si solamente hiciera sol esta noche
Si en el fondo de la Ópera dos senos claros y resplandecientes
Compusieran para la palabra amor la más maravillosa capitular viviente
Si el pavimento de madera se abriera sobre la cima de las montañas
Si el armiño mirara con gesto suplicante
Al sacerdote de vendas rojas
Que regresa de la prisión contando los coches cerrados
Si el eco lujoso de los ríos que atormento
Sólo arrojara mi cuerpo en la hierba de París
Que no se hiela en el interior de las joyerías
Por lo menos la primavera ya no me causaría miedo
Si solamente fuera una raíz del árbol del cielo
Por fin el bien en la caña de azúcar del aire
Qué ves tú hermosa silenciosa
Bajo el arco de triunfo del Carrusel
Si el placer gobernara bajo el aspecto de una eterna transeúnte
Estando las Cámaras surcadas sólo por la mirada violeta de los paseos
Qué no daría yo porque un brazo del Sena Se deslizara bajo la Mañana
Que está de todas formas perdida
No me resigno no a las salas acariciantes
Donde suena el teléfono de las multas de la noche
Al partir he prendido fuego a una mecha de cabellos
que es la mecha de una bomba
Y la mecha de cabellos excava un túnel bajo París
Si solamente mi tren Penetrara Por ese túnel
Versión de Manuel Álvarez Ortega
En tu lugar desconfiaría del caballero de paja…
En tu lugar desconfiaría del caballero de paja
Esa especie de Roger que libera a Angélica
Leitmotiv aquí de las bocas del metropolitano
Dispuestas en hilera en tus cabellos
En una encantadora alucinación liliputiense
Pero el caballero de paja el caballero de paja
Te sienta en la grupa y os precipitáis por la elevada alameda
Cuyas primeras hojas perdidas ponen mantequilla en las rosas
rodajas de pan del aire
Adoro esas hojas al igual
Que todo ]0 supremamente independiente que hay en ti
Su pálida balanza
Para calcular violetas
Justamente l0 que se necesita para que se transparente en los más
tiernos pliegues de tu cuerpo
El mensaje indescifrable capital
De una botella que ha conservado mucho tiempo el mar
Y las adoro cuando se amontonan como un gallo blanco
Furioso en la escalinata del castillo de la violencia
En la luz desgarradora en la que ya no se trata de vivir
En el soto encantado
Donde el cazador apunta con un fusil de culata de faisán
Esas hojas que son la moneda de Danae
Cuando me es posible acercarme a ti hasta no verte más
Para abrazar en ti ese sitio amarillo devastado
El más resplandeciente de tu ojo
Donde los árboles vuelan
Donde los edificios comienzan a ser sacudidos por una alegría
de mala ley
Donde los juegos del circo continúan en la calle con lujo
desenfrenado
Sobrevivir
A gran distancia dos o tres siluetas se destacan
Sobre el apretado grupo flamea la bandera de parlamento.
De L’air de l’eau
Versión de Aldo Pellegrini
Girasol
A Pierre Reverdy
La viajera que atravesó les Halles a la caída del verano
Caminaba sobre la punta de los pies
La desesperación hacía girar en el cielo sus grandes yaros tan bellos
Y en el bolso de mano se hallaba mi sueño ese frasco de sales
Que únicamente aspiró la madrina de Dios
Los entorpecimientos se desplegaban como el vaho
En el Perro que fuma
Donde acababan de entrar el pro y el contra
La muchacha sólo podía ser vista por ellos mal y al sesgo
Tenía yo que vérmelas con la embajadora del salitre
O con la curva blanca sobre fondo negro que llamamos pensamiento
El baile de los inocentes estaba en su apogeo
Los farolillos se encendían lentamente entre los castaños
La dama sin sombra se arrodilló en el Pont au Change
Calle Gît-le-Coeur los timbres ya no eran los mismos
Las promesas de las noches por fin se cumplían
Las palomas mensajeras los besos de socorro
Se unían a los pechos de la bella desconocida
Lanzados bajo el crespón de las significaciones perfectas
Una granja prosperaba en medio de París
Y sus ventanas daban sobre la vía láctea
Pero nadie la habitaba aún a causa de los aparecidos
De los aparecidos que como se sabe son más devotos
que los desaparecidos
Algunos como esta mujer aparentan nadar
Y en el amor penetra un poco de su substancia
Ella los interioriza
Yo no soy el juguete de ninguna potencia sensorial
Y sin embargo el grillo que cantaba en los cabellos de ceniza
Una tarde cerca de la estatua de Etienne Marcel
Me hizo un guiño de entendimiento
André Breton me dijo pasa
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Hotel de las centellas
La mariposa filosófica
Se posa en la estrella rosa
Y forma así una ventana del infierno
El hombre enmascarado está siempre de pie ante la mujer desnuda
Cuyos cabellos resbalan lo mismo que de mañana la luz de un farol
que han olvidado apagar
Los sabios muebles preparan la pieza que hace juegos de manos
Con sus rosetones
Sus rayos de sol circulares
Sus moliendas de vidrio
En cuyo interior azulea un cielo con precisión
En memoria del pecho inimitable
Ahora la nube de un jardín pasa por encima de la cabeza del hombre
que acaba de sentarse
Parte por la mitad a la mujer de busto mágico y ojos de Parma
Es la hora en que el oso boreal con gesto de gran inteligencia
Se estira y da cuenta de un día
Al otro lado la lluvia se encabrita sobre los bulevares de una gran ciudad
La lluvia entre la niebla con regueros de sol sobre las flores rojas
La lluvia y el diávolo de los viejos tiempos
Las piernas bajo la nube frutal rodean el invernadero
Sólo se percibe el pulso de una mano muy blanca representado
por dos minúsculas alas
El balancín de la ausencia oscila entre las cuatro paredes
Hendiendo las cabezas
De donde se escapan bandadas de reyes que en seguida se hacen la guerra
Hasta que el eclipse oriental
Turquesa en el fondo de las tazas
Descubre el lecho equilateral de sábanas color de esas flores llamadas
bola de nieve
Los veladores deliciosos las cortinas rasgadas
Al alcance de un librito con estas palabras estampadas
No hay mañana
Cuyo autor lleva un nombre extraño
En la oscura señalización terrestre
Versión de Manuel Álvarez Ortega
La casa de Yves
La casa de Yves Tanguy
Donde se entra sólo de noche
Con la lámpara-tempestad
Afuera el país transparente
Un adivino en su elemento
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Y la tela estampada del cielo
-Vamos, lo sobrenatural al suelo
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Hecha de lazos y jambajes
Color de cangrejo en el oleaje
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
El espacio encadenado, el tiempo disminuido
Ariana en su aposento-cofrecillo
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
El servicio está a cargo de falenas
Que se cubren los ojos con telas
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
Con el moblaje fulgurante del desierto
Allí Se mata allí se cura
Y sin tapujos se conspira
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
Con el moblaje fulgurante del desierto
Con las señales que intercambian los amantes desde lejos
Ésa es la casa de Yves Tanguy.
De “Poèmes”
Versión de Aldo Pellegrini
La muerte rosa
Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Los escritos vuelan
El satén de las páginas que se hojean en los libros modela
una mujer tan hermosa
Que cuando no se lee se contempla a esa mujer con tristeza
Sin atreverse a hablarle sin atreverse a decirle que es tan hermosa
Que lo que se va a saber no tiene precio
Esta mujer pasa imperceptiblemente entre un rumor de flores
A veces se vuelve en medio de las estaciones impresas
Para preguntar la hora o mejor aún simula contemplar unas
joyas bien de frente
Como no hacen las criaturas reales
Y el mundo se muere una ruptura se produce en los anillos de aire
Un desgarro en el lugar del corazón
Los diarios de la mañana traen cantantes cuya voz tiene el color de la
arena en las riberas tiernas y peligrosas
Y a veces los de la tarde dan paso a muchachas que conducen
animales encadenados
Pero lo más bello está en el intervalo de ciertas letras
Donde unas manos más blancas que el cuerno de las estrellas a mediodía
Saquean un nido de blancas golondrinas
Para que llueva siempre
Tan bajo tan bajo que las alas no puedan ya mezclarse
Unas manos por donde se sube hasta unos brazos tan leves
que el vapor de los prados en sus graciosas volutas por
encima de los estanques es su imperfecto espejo
Unos brazos que no se articulan más que con el peligro excepcional de un
cuerpo hecho para el amor
Cuyo vientre llama a los suspiros desprendidos de los matorrales
llenos de velos
Y que sólo tienen de terrestre la inmensa verdad helada de los trineos de
miradas sobre la extensión toda blanca
De lo que no volveré a ver más
A causa de una venda maravillosa
Que es la mía en el juego de la gallina ciega de las heridas
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Luna de miel
¿En qué se basan las recíprocas inclinaciones? Hay unos celos más conmovedores que otros. Me paseo con gusto entre esa oscuridad que supone la rivalidad de una mujer y un libro. El dedo en la sien no es el cañón de un revólver. Creo que nos oíamos pensar, pero el maquinal «En nada», que es la más audaz de nuestras negativas, no lo pronunciamos en todo el viaje de bodas. No hay nada que mirar fijamente menos alto que los astros. En cualquier tren es peligroso asomarse a la ventanilla. Las estaciones estaban claramente repartidas sobre un golfo. El mar, que para la mirada humana no es nunca tan bello como el cielo, no nos abandonaba. En el fondo de nuestros ojos se perdían bonitos cálculos orientados hacia el porvenir, como los de los muros de las prisiones.
De “Los campos magnéticos”
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Mundo en un beso…
Mundo en un beso
El músico con baquetas de avellano cosidas en las mangas
Apacigua a un enjambre de jóvenes monos-leones
Que descendieron con gran estrépito de la cornisa
Todo se vuelve opaco veo pasar la carroza de la noche
Arrastrada por los ajolotes de zapatos azules
Que penetra resplandeciente por la violencia que conduce a la tumba
Pavimentada de párpados con sus pestañas
La ley del talión utiliza un pueblo de estrellas
Y tú te matizas para mí de un negro rocío
Mientras los horribles bornes mentales
Se hienden en el sentido de la longitud
Dando paso a unos penachos
Que miran al lago próximo
Los barrotes del espectáculo están maravillosamente retorcidos
Un largo huso de aire atestigua sólo la huida del hombre
De madrugada entre la ilustre alfalfa
La hora
Sólo es lo que hacen sonar las piezas de oro de la bohemia
En las aspas de coriaria
Una amazona de pie sobre un caballo tordo anaranjado al galope
Desde lejos los brazos están siempre en extensi6n lateral
El rombo polvoriento del forro me recuerda
La tienda decorada de bisontes azules
Por los indios de la almohada
Afuera el aire se prueba los guantes de muérdago
Sobre un mostrador de agua pura
Mundo en un beso limpio
Para mí las escamas
Las escamas de la gran tortuga celeste con vientre de hidrófilo
Que se debate cada noche en el amor
Con la gran tortuga negra la gigantesca escolopendra de raíces
Versión de Manuel Álvarez Ortega
No ha lugar
Arte de los días arte de las noches
La balanza de las heridas que se llama Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas de cuello de nieve con las manos vacías
Empujan sus carros de vapor sobre los prados
Veo esa balanza sin cesar enloquecida
Veo el ibis de bellos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan a los espléndidos carriles
Que se elevan altísimos sobre las conchas de sus vestidos
Y el asombro salta de aquí para allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma estas rosas que trepan en el pozo de los espejos
Toma los latidos de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que sostienen los pasos de las marionetas
y de las gotas de agua
Arte de los días arte de las noches
Estoy en la ventana muy lejos de una ciudad llena de terror
Fuera unos hombres con sombrero de copa se persiguen a
intervalos regulares
Semejantes a las lluvias que amaba
Cuando hacía tan buen tiempo
«La ira de Dios» es el nombre de un cabaret al que entré ayer
Está escrito sobre la portada blanca con letras más pálidas
Pero las mujeres-marineros que se deslizan detrás de los cristales
Son demasiado hermosas para tener miedo
Aquí nunca el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca La libertad sino por la libertad
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Nudo de espejos
Las bellas ventanas abiertas y cerradas
Suspendidas de los labios del día
Las bellas ventanas en camisa
Las bellas ventanas de cabellos de fuego en la noche negra
Las bellas ventanas de gritos de alarma y de besos
Encima de mí debajo de mí detrás de mí están menos que en mí
En donde sólo forman un único cristal azul como los trigos
Un diamante divisible en tantos diamantes como se necesitarían para
bañar a todos los bengalíes
Y las estaciones que no son cuatro sino quince o dieciséis
En mí entre las cuales está aquella en donde el metal florece
Aquella cuya sonrisa es tenue como un encaje
Aquella cuyo rocío al atardecer une las mujeres y las piedras
Las estaciones luminosas como el interior de una manzana de la que se
hubiera desprendido un trozo
O como un barrio excéntrico habitado por seres que están en combinación con el viento
O como el viento del espíritu que de noche hierra de pájaros sin límites a
los caballos con ollares de álgebra
O como la fórmula
Tintura de pasionaria {aa 50 cent. cúbicos
Tintura de majuelo {aa 50 cent. cúbicos
Tintura de muérdago 5 cent. cúbicos
Tintura de escila 3 cent. cúbicos
que combate el ruido del galope
Las estaciones rehacen malla a malla su red que resplandece con el agua
viva de mis ojos
Y en esa red todo lo que he visto es la espiral de una fabulosa caracola
Que me recuerda la ejecución en recinto cerrado del emperador
Maximiliano
Y todo lo que he amado es la rama más alta del árbol de coral que será fulminado
Es la estilográfica del reloj de sol a las doce en punto de la noche
Lo que conozco bien lo que conozco tan poco que préstame tus garras
viejo delirio
Para alzarme con mi corazón a lo largo de la catarata
Los aeronautas hablan de la eflorescencia del aire en invierno
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Silueta de paja
A Max Ernst
Dame joyas de ahogadas
Dos pesebres
Una cola de caballo y una manía de modista
Después perdóname
No tengo tiempo de respirar
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora
Y ahora sólo tengo que dejarme morir
Pide el baremo
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla
También se abre el sentimiento
Pero las princesas se agarran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas comunes
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas
Al pie de la escalera
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tenme por amiga
La amiga de los hogueras y los hurones
Te mira en dos veces
Lee tus penas
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos
Un sonido palpable abandona la playa
Negra por la cólera de las sepias
Y roja junto a la banderola
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Sueño que te veo superpuesta indefinidamente a ti misma…
Sueño que te veo superpuesta indefinidamente a ti misma
Estás sentada sobre el alto taburete de coral
Delante de tu espejo siempre en su cuarto creciente
Dos dedos sobre el ala de agua del peine
Y al mismo tiempo
Regresas de un viaje te quedas la última en la gruta
Resumante de relámpagos
No me reconoces
Estás tendida en el lecho te despiertas o te duermes
Te despiertas donde te dormistes o en cualquier otra parte
Estás desnuda todavía rebota la bala de saúco
Mil balas de saúco murmuran sobre ti
Tan ligeras que en cada instante tú las ignoras
Tu aliento tu sangre salvados de la loca juglaría del aire
Atraviesas la calle los coches que sobre ti se lanzan no son
más que sombras
Y la misma
Niña
Presa en un fuelle de lentejuelas
Saltas a la comba
Bastante tiempo para que aparezca en lo alto de la escalera invisible
La única mariposa verde que frecuenta las cimas de Asia
Acaricio todo lo que fue tuyo
En todo lo que debe serlo aún
Oigo silbar melodiosamente
Tus brazos innumerables
Serpiente única en todos los árboles
Tus brazos en cuyo centro gira el cristal de la rosa de los vientos
Mi fuente viva de Sivas
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Todo el paraíso no está perdido
Los gallos de roca pasan dentro del cristal
Defienden el rocío a golpes de cresta
Entonces la divisa encantadora del relámpago
Desciende sobre la bandera de las ruinas
La arena no es más que un reloj fosforescente
Que da la medianoche
Por los brazos de una mujer olvidada
Sin refugio girando por el campo
Erguida en las aproximaciones y en los retrocesos celestes
Es aquí
Las sienes azules y duras de la quinta se bañan en la noche
que calca mis imágenes
Cabelleras cabelleras
El mal adquiere fuerzas muy cerca
Solamente se valdrá de nosotros
De “Claro de tierra” 1923
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Un hombre y una mujer absolutamente blancos
En el fondo de la sombrilla veo a las maravillosas prostitutas
Con su vestido un poco ajado junto al farol color de los bosques
Se pasean con un gran pedazo de papel mural
Como no se puede contemplar sin que se oprima el corazón
los viejos pisos de una casa en demolición
O una concha de mármol blanco desprendida de una chimenea
O una red de esas cadenas que detrás de ellas se enredan
El gran instinto de la combustión se apodera de las calles
donde ellas permanecen
Como flores asadas
Los ojos levantando a lo lejos un viento de piedra en los espejos
Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento desaplicado
La frescura del arroyo en el que sus botines mojan la sombra de su pico
La realidad de esos puñados de heno cortado en donde desaparecen
Veo sus senos que ponen una punta de sol en la noche profunda
Donde el tiempo de inclinarse y erguirse es la única medida
exacta de la vida
Veo sus senos que son estrellas sobre olas
Sus senos en los que llora para siempre la invisible leche azul
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Unión libre
Mi mujer de cabellera de llamas de leña
De pensamientos de relámpagos de calor
De talle de reloj de arena
Mi mujer de talle de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas
de última magnitud
De dientes de huellas de rata blanca sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de cristal frotados
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura de niño
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de tejado de invernadero
y de vaho de cristales
Mi mujer de hombros de champán
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillas
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de encinas
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalarias
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de bobina
De movimientos de relojería y de desesperaci6n
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de manojos de llaves de pies de calafates que beben
Mi mujer de cuello de cebada imperlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De senos de noche
Mi mujer de senos de pinera marina
Mi mujer de senos de crisol de rubíes
De senos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de apertura de abanico de los días
De vientre de zarpa gigante
Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
De espalda de mercurio
De espalda de luz
De nuca de piedra rodada y de creta mojada
Y de caída de un vaso en el que se acaba de beber
Mi mujer de caderas de lancha
De caderas de lucerna y de plumas de flecha
Y de tallos de pluma de pavorreal blanco
De balanza insensible
Mi mujer de muslos de greda y de amianto
Mi mujer de muslos de lomo de cisne
Mi mujer de muslos de primavera
De sexo de gladiolo
Mi mujer de sexo de placer y de ornitorrinco
Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer de sexo de espejo
Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
De ojos de panoplia violeta y de aguja inmantada
Mi mujer de ojos de llanura
Mi mujer de ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer de ojos de leña siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Unión libre (otra versión)
Mi mujer con cabellera de llamaradas de leño
con pensamientos de centellas de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes de un tigre
mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas
de última magnitud
con dientes de huella de ratón blanco sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y vidrio frotados
mi mujer con lengua de hostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lengua de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes escritos por un niño
con cejas de borde de nido de golondrina
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero
y de cristales empañados
mi mujer con hombros de champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
mi mujer con muñecas de cerillas
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de nido de escalarias
con brazos de espuma de mar y de esclusa
y de combinación de trigo y molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de iniciales
con pies de manojos de llaves con pies de pájaros en el
momento de beber
mi mujer con cuello de cebada sin pulir
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en el lecho mismo del torrente
con senos nocturnos
mi mujer con senos de montículo marino
mi mujer con senos de crisol de rubíes
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi mujer con vientre de apertura de abanico de los días
con vientre de garra gigante
mi mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo vertical
con espalda de azogue
con espalda de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en el que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lustro y de plumas de flecha
y de canutos de pluma de pavo real blanco
de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero y de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
De “L ‘Union libre”
Versión de Aldo Pellegrini
Violeta Nozières
Todas las cortinas del mundo corridas sobre tus ojos
En vano
Delante de su cristal hasta el agotamiento
Estirarán el arco maldito de la ascendencia y la descendencia
Tú no te pareces a nadie vivo ni muerto
Mitológica hasta la punta de las uñas
Tu prisión es la boya a la que se intentan agarrar en su sueño
Todos vuelven ella los abrasa
Como se remonta al origen de un perfume en la calle
Dividen a escondidas tu itinerario
La bella alumna del liceo Fénelon que amaestraba murciélagos en su pupitre
La nevadilla de la pizarra
Alcanza la morada familiar donde se abre
Una ventana moral en la noche
Los padres una vez más se santiguan por su hija
Han puesto el cubierto sobre la mesa de operaciones
El buen hombre es negro para mayor verosimilitud
Mecánico se dice de trenes presidenciales
En un país de miseria donde el jefe supremo del Estado
Cuando no viaja a pie por miedo a las bicicletas
Sólo tiene prisa en tirar de la señal de alarma para ir a retozar en camisa sobre el talud
La excelente mujer ha leído a Corneille en el libro escolar de su hija
Mujer francesa lo ha comprendido
Lo mismo que su apartamento comprende un singular cuarto de desahogo
Donde brilla misteriosamente una prenda íntima
No es de las que se guardan riéndose veinte francos en la media
El billete de mil cosido en el dobladillo de su falda
Le asegura una rigidez precadavérica
Los vecinos están contentos
En todas las partes de la tierra
Contentos de ser vecinos
La historia dirá
Que el señor Nozières era un hombre previsor
No sólo porque había ahorrado ciento sesenta y cinco mil francos
Sino porque había elegido para su hija un nombre en cuya primera parte
se puede discernir psicoanalíticamente su programa
La biblioteca de cabecera quiero decir la mesilla de noche
No tiene después de eso más que un valor de ilustraci6n
Mi padre olvida algunas veces que soy su hija
El perdido
A la vez teme y sueña traicionarse
Palabras encubiertas como una agonía sobre el musgo
El que dice haberlas oído de tu boca desafía a todo lo que vale la pena
ser desafiado
Esta especie de ánimo es ahora lo único
Que nos compensa de un montón de rastrojo cerca de un
cenador de capuchinas
Que ya no existe
Cenador bello como un cráter
Pero qué auxilio
Otro hombre a quien tú dabas parte de tu angustia
En un lecho un hombre que te había pedido el favor
El don siempre incomparable de la juventud
Recibió tu confidencia entre tus caricias
Era necesario que fuera desconocido ese pasajero
Hacia ti sólo supo hacer volar una bofetada en medio de la blanca noche
Lo que abandonabas
Sólo podías perderlo en brazos del azar
Que hace tan fluctuantes los fines de siesta de París en torno a la mujeres
de ojos de cristal enloquecido
Entregadas al gran deseo anónimo
Al cual forma maravillosamente únicamente
Silenciosamente eco
Para nosotros el nombre que tu padre te dio y te arrebató
Resbalamos allí donde se posó tu alto tacón de azúcar
Es igual que tengan o no la apariencia de no estar conformes
Ante tu sexo alado como una flor de las Catacumbas
Viejos estudiantes periodistas podridos falsos revolucionarios curas jueces
Abogados vacilantes
Saben muy bien que toda jerarquía termina ahí
Sin embargo un muchacho te esperaba enigmáticamente en
una terraza de café
Ese muchacho que en el Barrio Latino vendía al parecer
entretanto La Acción francesa
Deja de ser mi enemigo puesto que tú le amabas
Hubiérais podido vivir juntos aunque sea tan difícil vivir con su amor
Te escribió al partir Malvada querida
Al menos es bonito
Hasta para el mejor informado el dinero infantil no es más que
la espuma de la ola
Mucho tiempo después de la caballería y de la caballería de los perros
Violeta
El encuentro no será poéticamente más que una mujer sola entre la
inhallable espesura del Champs-de-Mars
Sentada con las piernas en X sobre una silla amarilla
Versión de Manuel Álvarez Ortega