Alain Bosquet (Rusia-Francia 1919-1998)
Reseña biográfica
Poeta nacido en Odessa (Rusia) en 1919, y naturalizado francés en 1980.
Desde muy pequeño su familia emigró a Bélgica donde el poeta inició estudios de Filología en la Universidad de Bruselas en 1938.
Durante la guerra viajó a Estados Unidos, trabó amistad con importantes personajes literarios y se alistó en el ejército americano, prestando servicios en Texas, Maryland, California e Irlanda.
A partir de 1953 se radicó en Paris, terminó estudios en La Sorbona y desde entonces se dedicó al ejercicio literario, escribiendo novelas y poesía de corte surrealista.
Obtuvo importantes premios literarios entre los que se cuentan el
Prix Goncourt de la Poésie 1989, Grand prix de la Poésie de Paris 1991
y Prix de la langue de France 1992. Además fue Miembro de la Academia de Letras de Bélgica y presidente de la Academia Mallarmé.
Falleció en Paris en 1998.
Poemas de Alain Bosquet:
Ave
Como un deseo
Diálogo amoroso
Dice Dios:
Fechorías del verbo
Futuro
Interrogación
Los dioses desconfiados
¡Oh acuérdate de mí!
Retrato de un hombre inquieto
Tú que has gastado todo…
Vacilación
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Ave
No eres más que la coma
de una frase en el cielo.
¿No es en verdad ridículo
este mundo fingido:
la palmera con alas,
el desierto elocuente,
la cascada que bala,
el tigre hecho volcán?
¡La riqueza es penuria!
Las lunas regordetas
siempre están mal nutridas.
Tú vuelves a mis versos
donde naciste, coma
hecha águila demente
que da vueltas y vueltas
y cae sobre mi cuello.
De “Segundo testamento”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Como un deseo…
Como un deseo,
y nadie sabe si será de silencio
o de perfume.
Como un impulso,
y nadie sabe si lo proporcionan las hormigas,
las nubes de la noche, las yeguas locas.
Como un enigma,
y nadie sabe si le corresponde a Dios,
al hombre , al polvo,
resolverlo.
Como un prólogo,
y nadie sabe si le seguirán los frutos,
las palabras, los reproches disimulados.
Como una ciencia
y nadie sabe a quién corresponde,
útil o caprichosa
o mil veces contradictoria.
Como un asombro,
y nadie sabe si existe alguien
para asombrarse, para ser feliz,
para determinar las grandes desgracias.
Como una ley,
y nadie sabe si hay que proferirla,
callarla, escribirla de nuevo
o llevarle cada mañana máscaras nuevas.
Diálogo amoroso
Dije: «¿Su nombre?»
Y ella:
«Como más le guste.»
Dije: «¿Elegimos Carole?»
Y ella:
«Por el momento, acepto.»
Dije: «¿Está usted sola?»
Y ella:
«No, estoy con usted.»
Dije: «¿ Y si hacemos el amor?»
Y ella:
«Su deseo tiene todos los derechos.»
Dije: «¿Qué clase de hombres le gustan?»
Y ella:
«Croupiers, industriales, profesores de natación.»
Dije: «¿Sus preferencias?»
Y ella:
«Los hombres tristes, pero no demasiado.»
Dije: «¿Vamos a comer?»
Y ella:
«Las ostras son un buen preludio.»
Dije: «¿Lee usted libros?»
y ella:
«Sartre, Camus y Thomas Mann.»
Dije: «Tiene usted unos pechos muy bonitos.»
Y ella:
«Sí, a mí también me gustan.»
Dije: «Es usted prácticamente divina.»
Y ella:
«Tiene usted razón.»
Dije: «¿Qué le gusta que le regalen?»
Y ella:
«A lo mejor esto es gratis.»
Hicimos el amor
el lunes, el martes, el domingo
y el lunes siguiente.
Discutimos sobre Flaubert,
luego sobre Tolstói.
Dije:
«Tiene usted unas rodillas inolvidables.»
Y ella:
«¿Sólo las rodillas?»
Nos cansamos el uno del otro
el mismo día, a la misma hora,
lo cual es infrecuente y virtuoso.
De “Mañana sin mí”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Dice Dios:
Dice Dios:
«Era un asunto urgente; me pregunté
para qué servían mis criaturas
más extrañas:
el dragón, el ángel, el unicornio.
Convoqué a aquellos en los que creía,
reales, poderosos, incontestables;
el baobab, el caballo de labor, la montaña acodada en el mar.
Celebraron diez conferencias
sin ponerse de acuerdo.
así que he conservado
al dragón, al ángel y al unicornio;
pero para evitar algunos malentendidos
he creído conveniente volverlos invisibles.»
De “El tormento de Dios”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Fechorías del verbo
Tengo el recuerdo
de un recuerdo
donde todo era rostro de rocío
sol íntimo entre los dedos
río puesto de rodillas
para recibir una caricia
tengo el recuerdo
de un recuerdo
donde eras precisa y pura
y ahora es el poema
quien te invita al suicidio
porque según respiro
te invento y te invento y te invento
y nos pierdes a los dos
por reinventarte.
De “Cuatro testamentos y otros poemas”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Futuro
Serás puro:
tres vestidos,
una escudilla para recoger la limosna.
Serás bueno:
la mejilla,
luego la otra mejilla para que te abofeteen.
Serás fuerte:
tu vida,
luego la otra vida en la que te transformarás en dios.
Serás humilde como un guijarro,
como un pichón que sale del huevo.
Serás lo que debes ser
para alguna verdad,
para algún amor,
para algún orden invisible.
Y serás recompensado,
bestia de carga y de ensueños.
Y serás castigado,
animal cargado de piedras
y de nada.
Nunca serás tú mismo.
De “El libro de la duda y de la gracia”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Interrogación
¿Y con quién os pensáis que conversa una rosa?
¿Hacia quién creéis que va un perro solitario?
¿Habéis visto que alguno dé consuelo a una piedra
que llora? El cielo azul, asentado en sus vértigos,
¿os creéis que soporta un silencio tan frío?
No seáis inocentes: la silla siempre es viuda,
la ceniza se queja de ser sólo ceniza
ignorando de qué. Preguntad al cometa
si a pesar de su brillo halla más soportable
la vida que la muerte. Nosotros compartimos
nuestros afectos con las cosas desvalidas,
el polen trashumante, el lagarto espasmódico,
el pedernal dormido; ¿pensáis que ellos aceptan
tantas burlas y tantos falsos remordimientos?
De “Sonetos para un fin de siglo”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Los dioses desconfiados
«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber un ojo,
que pertenezca a la montaña.»
«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber una risa,
ofrezcámosela al océano para que se anime.
¡La palabra para el pavo,
para el cactus, para el arroyo!
Y el pensamiento,
que de él se adueñe la roca
para reconocerse mejor.»
«No, no», decían los dioses,
«ahorrémonos
el error humano.»
De “Cuatro testamentos y otros poemas”
Versión de Enrique Moreno Castillo
¡Oh acuérdate de ti!
¡Oh, acuérdate de ti!
En un jardín cogías algunas fábulas.
Unas personas muy justas
Hablaban del mundo y de su caída.
Tú te decías: «¿Tiene usted un sobrenombre?»,
Y te contestabas: «Me llamo
Joya ahogada, fruta que se niega a abrirse,
Infanta sin castillo».
Te cogías de tu mano para no estar sola
Entre las flores de aprendizaje.
La época era núbil.
Si esta tarde pasaras
Ante la adolescente que fuiste,
¿Te atreverías a reconocerte
Y a invitarte a tomar el suspiro?
No tienes que acordarte de ti.
Versión de Enrique Moreno Castillo
Retrato de un hombre inquieto
Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar
lo poca cosa que es. Tal vez se vuelve al árbol
que le sugiere un gesto. Al cabo de una hora,
es la arena más bien quien le influye. Indolente
recuerda un viejo amor. Se cree bien conservado
a pesar del olvido y la sangre agolpada
sobre su corazón. No estaría tan inerme
si tuviera un amigo: por ejemplo un guijarro,
un ave moribunda, una colina cálida.
Cierra primero un ojo, luego el otro, escrutándose
con furor. No descubre nada fundamental
en sus pulmones ni en sus almas, que se quita
una detrás de otra, igual que sus camisas.
Toda serenidad le parece una ofensa.
De “Sonetos para un fin de siglo”
Versión de Enrique Moreno Castillo
Tú que has gastado todo…
Tú que has gastado todo,
Tú que todo has destruido:
Es gloria ser el viento
Y dicha ser la piedra.
Ese árbol reverdece,
Ese caballo que condenaste a callar
Dice lo que piensa,
La cascada recobra su verdadero rostro
Y el cielo su tamaño.
Es gloria ser lodo; coronación
El olvido
De un escarabajo que se roe las patas.
Míralos, son mejores que tú:
Animales, crepúsculos,
Silex, nomeolvides:
Todos erigen
Un monumento al hombre,
Sin grabar una injuria.
Versión de Octavio Paz
Vacilación
Preséntame a la desconocida
que tú te vuelves al momento
en que el poema se insinúa
como un insecto entre tus dedos,
y, al repartirte con los lobos,
vuelve golondrinas tus senos.
¿Eres mía, mujer rebelde,
que transformada en piedra veo?
Mírame ahora, soy tu amo
y el infinito aquí te enseño:
a cada paso que avanzamos
hay que renacer ante el verbo
que une obediencia y aventura.
Reconstruyo tu brazo nuevo
y reconstruyo tu figura,
mas nos lleva este movimiento
hasta el fondo de nuestra sangre
-niños que acosa un blanco vértigo
y cuyo sueño vale apenas
la sílaba que está muriendo.
Versión de Andrés Holguín