Alesandr Blok (Rusia 1880-1921)
Reseña biográfica
Poeta ruso nacido en San Petersburgo el 16 de noviembre de 1880 en el seno de una aristocrática familia. Su padre fue profesor de Leyes de la Universidad de Varsovia y su madre hija de un famoso sabio.
Estudió Filología en la Universidad de San Petersburgo, donde empezó a publicar sus primeros trabajos literarios.
Destacadísimo simbolista, es autor de una amplia obra impresionista acerca del destino. Acogió con beneplácito la Revolución de Octubre, siendo conocido desde entonces en su país como la “conciencia de los intelectuales rusos”. Como precursor del simbolismo, desplegó en sus últimos años una vasta labor cultural y pedagógica.
Entre sus obras más destacadas se cuentan: “Poemas de la bella dama” 1904, “La desconocida” 1906, y “Los doce “1918.
Falleció el 7 de agosto de 1921.
Acepto todo lo que hubo…
Acepto todo lo que hubo
Nunca busqué mejor suerte.
Acaso hay algo mejor que haber amado
Algo mejor que haber ardido!
La felicidad y los sufrimientos
Impusieron sus huellas amargas,
Pero yo no desperdicié la antigua luz
En tempestades pasionales, ni en el tedio sin límites.
Y tú, a quien yo de nuevo he desgarrado
Debes perdonarme. Sé que nuestro destino es estar juntos.
Todo lo que no me has dicho con palabras
En tu semblante lo he adivinado.
Los ojos miran atentos
Y el corazón inquieto golpea en el pecho,
Continuando su camino ineluctable
En la fría oscuridad de la noche nevada.
Versión de Jorge Bustamante García
Cuanto más se quiere
Cuanto más se quiere descansar
Tanto más horrible se hace la vida;
La neblina húmeda se arrastra desde los campos,
La neblina húmeda penetra al pecho.
Arrastrándose por el terciopelo de la noche…
Olvida que hubo la vida,
Que la vida habrá, olvida…
Se arrastran desde los campos las tinieblas nocturnas…
Solo uno, solo uno,
Quedarse dormido, quedarse dormido…
Pero de todas maneras
Alguien te despertará.
Versión de Samuel Feijoo y Nina Bulgákova
El viento irrumpe, aúlla la nieve…
El viento irrumpe, aúlla la nieve,
Y en la memoria por un instante resurge
Aquel lugar, aquella orilla lejana…
Las flores débiles bajo la escarcha se marchitaron…
Y mis antiguas afecciones
Susurran como la hierba seca…
Es de noche. Y en la noche, por un sendero tupido
Voy hacia el abismo cubierto de nieve…
La noche, el bosque y la nieve. Y yo llevo
El peso odioso de los recuerdos…
De pronto, allá, se divisa una casita en un claro
Y una muchacha canta en el bosque.
6 de enero de 1912
Versión de Jorge Bustamante García
Hoy no recuerdo lo que ayer pasó…
Hoy no recuerdo lo que ayer pasó
En la madrugada olvido lo de la tarde anterior
En los días blancos extravío el fuego
Y en las noches ya no evoco los días.
Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,
Todos los días, y noches nos pasan por la mente
Y entonces ,-en el bochorno, en la estrechez-
Es sumamente doloroso soñar
En todo lo hermoso que se fue.
Deseas levantarte y no puedes
Es de noche.
3 de febrero de 1909
Versión de Jorge Bustamante García
La bruma nocturna
La bruma nocturna me sorprendió en el camino.
Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.
De “Los doce y otros poemas”.
Versión de Clara Janés
La noche, la droguería, la calle, el farol…
La noche, la droguería, la calle, el farol,
Mundo absurdo e insípido.
Vive aunque sea un cuarto de siglo más
Y todo será lo mismo. No hay salida.
Morirás -empezarás otra vez desde el comienzo
Todo se repetirá como antaño:
La noche, el helado escarceo en el canal,
La droguería, la calle y el farol.
1912
Versión de Jorge Bustamante García
Los poetas
En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.
El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.
Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.
De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar entre la tarde:
Con los ojos abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.
Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,
Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura sobre una florecilla
O sobre alguna nubecilla perlada
¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea peor
Que tus diarios débiles y vanos esfuerzos,
Que tu charco pequeño burgués.
No, querido lector, mi crítico ciego
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible…!
Tú estas a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.
No importa que mueran, como perros, tras la valla
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve…
24 de julio de 1908
Versión de Jorge Bustamante García
Madrugada en Moscú
Es delicioso levantarse muy temprano
Y percibir las huellas frescas en la arena.
Es delicioso recordarte así
Saber que estás conmigo.
Yo te amo, primor mío,
Despreocupada juventud mía
Y la transparente ternura del Kremlin,
En esta mañana, es como tu propio encanto.
Versión de Jorge Bustamante García
Oh, primavera inabordable y sin final…
Oh, primavera inabordable y sin final,
Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.
Yo te acojo, mala suerte,
Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,
Asumo las discusiones que desvelan
La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.
Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.
Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados…
Ante la hostilidad de este encuentro
Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!
Y miro y sospecho esta hostilidad,
Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!
24 de octubre de 1907
Versión de Jorge Bustamante García
Qué difícil es caminar entre la gente…
Qué difícil es caminar entre la gente
Y simular que no se ha muerto
Y en este juego de trágica pasión
Confesar que aún no se ha vivido.
Y escrutando en la nocturna pesadilla,
Encontrar el orden como un desordenado torbellino
Para que en el inexpresivo resplandor del arte
Descubramos el mortal incendio de la vida.
Versión de Jorge Bustamante García
Se aproxima el sonido…
Se aproxima el sonido. El alma vuelve a ser joven
Al someterse al susurro abrumador.
En sueños, sin respirar, aprieto contra mis labios
Tu mano pasajera.
Sueño que soy de nuevo un muchacho, otra vez un amante,
Veo un barranco y hierbas silvestres.
Y en esas hierbas un matorral espinoso
En la neblina del atardecer.
A través de las flores, las hojas y las ramas espinosas
La antigua casa mira en mi corazón
El cielo otra vez atisba, sonrosando de un lado a otro,
Tu ventana.
Esta voz es tuya y yo daría la vida y el dolor
Por su sonido incomprensible,
Aunque en el sueño yo apriete contra mis labios
Tu amada mano pasajera.
2 de mayo de 1912
Versión de Jorge Bustamante García
Somos los olvidados, solitarios sobre la tierra…
Somos los olvidados, solitarios sobre la tierra,
A hurtadillas nos sentamos cerca al calor.
Desde este cálido rincón del cuarto
Miramos la bruma de octubre.
Por la ventana, como entonces, se ve el fuego.
Querido mío, ya estamos viejos.
Todo lo que hubo, tempestad y desdicha,
Ha quedado atrás, ¿qué esperas del futuro?
¿Seguro quieres leer allá, todavía,
Alguna inesperada novedad?
¿Acaso esperas algún ángel tempestuoso?
Todo pasó. Nada podrás regresar.
Quizás las paredes, los libros, los días.
Querido amigo, ellos están habituados.
Yo no espero nada, no murmuro.
No añoro nada de la que se fue.
Versión de Jorge Bustamante García