Martínez Sarrión, Antonio

Martínez Sarrión, Antonio

Poeta y escritor español nacido en Albacete en 1939.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Murcia, se dio a conocer como poeta a finales de los años sesenta con

«Teatro de operaciones». A éste le siguieron «Pauta para conjurados» en 1970, «Ocho elegías con pie en versos antiguos»

y «Horizonte desde la riada» en 1983.

Figuró en la hoy mítica antología poética Nueve Novísimos, de 1970. Lo mejor de su obra hasta 1994 se encuentra reunido

en la antología que apareció ese mismo año. Posteriormente ha editado «Cantil» en 1995, «Cordura» en 1999, «Esquirlas»

en 2001 y «Jazz y días de lluvia» en el año 2002.

Es autor también de algunos volúmenes de memorias y traductor de Baudelaire y Victor Hugo, entre otros

Antonio Martínez Sarrión

A ti, casi innombrable

Tierra que vas a los mares
de sólo tu luz vestida.
Dámaso Alonso

Te llevo en los hondones de mi alma,
aunque, en raros momentos, te asomes a mis labios
que, de niño, me hicieron odiar tu simulacro.
Todos mis sueños llevan tus colores
y, resonantes, vibran en mis oídos siempre
tus acordadas -suaves o bullangueras- notas.
Cada orza de adobo, cada soga de esparto,
cada jarro de vino me regalan tu aroma.
Creo estar sentenciado a aquietarme en tu entraña,
creo que allí, todavía, disuelto en tus terrones,
madre mía siempre agónica, repasaré tus letras,
las seis letras que cifran tu siempre por hacer,
tu mal rehecho o del todo improbable camino.
Mas frotaré ese oro tras pasarle mi aliento,
tras limpiarle, de paso, el rastro de mi huella,
para que su fulgor algún trecho me alumbre.

“Cordura” 1999

Ahora es el momento

en aquellos inicios de la vida discente
el amor: serpentinas
próceres de latón en las altas columnas
por cierto trasnochábamos tila a veces
para el borracho de la tuna rondábamos
amores poco claros
de putas
sí de putas buena idea patios
mojados por el rocío palmeras
azuladas del alba bandurrias o laúdes?
que más daba despierta
niña despierta se distinguía el dorado de los ojos
desde las verjas amazonas
en camisón florido ante la música
y el aroma la melodía salvaje la salvaje
primavera del sur
por las acequias perros aulladores
almendros y naranjos florecidos
diez noches sin dormir seguía la fiesta
la ronda inacabable de las copas
la voz ronca el desmayo al desnudarse
ahora
las lentas tardes las gastadas palabras
los gastados abrazos unas frases cogidas
al vuelo sin nadie ya sin nada
mantas raídas gestos esquivos ya ves
subieron el descuento y el banco no aceptó
traición de la memoria barcos
de papel escorados en el limo

perdidos

“Una tromba mortal para los balleneros” 1970 – 1973

Arqueo navideño 1998

El Preso: Van a matarme… ¿Qué dirá mañana
esa prensa canalla?
Max: Lo que le manden.
Valle-Inclán

¿Cuánto,
antes y luego de las dulces fiestas
-que no es intención de uno alterar digestiones
ni pulsos que belén o árbol adornan-,
vale un niñín inglés o americano?

Mucho, en divisas fuertes.
Mucho, de clase media para arriba.
Mucho, si cuentas lo que su familia
y otras instancias, públicas o no,
invirtieron en él desde el primer vagido.

Ya le gustara, ya, a ese niño iraquí
mutilado o entero, pero aún vivo
(nunca libre, pues sufre a un tirano bestial),
que le fuera asignada, no digo aquella suma:
sólo la millonésima fracción
del coste de un misil «inteligente»
que borró de su lado y para siempre
al tibio compañero de pupitre o estera
cuyo hueco aullará contra nosotros
hasta el fin de los tiempos
exigiendo venganza.

“Cordura” 1999

Arribada

¿Quién habla de una fácil travesía?
Las noches se poblaban de sirenas,
de cuartos donde ardía la revuelta,
de exilios que a tu cuerpo devastaron.
Mi amor fuerte, mi amor loco y profético
con vestidos que el puro azar cosía
y que eran desflecados por la bruma
entre las carcajadas reprimidas
de una Europa siniestra y satisfecha.
Son muchos los agravios, risueña. Pero algo
desatado y veloz, a mí te trajo a flote,
indemne, victoriosa, con el floral tesoro
de tu ternura oceánica, de tus ojos de miel.
Y en la tranquila tarde de este día de mayo
cruzas serenamente por tu sueño y yo velo,
mientras pasan los lentos veleros de la música,
tu tos de fumadora y tu jersey grandón.

“El centro inaccesible” 1975 – 1980

Carpe Diem

Qué dispendioso pulular de nombres,
de ateridas esperas mientras la madrugada
difuminaba taxis en una sucia niebla.
Qué lástima de tiempo barajando
naipes ya de textura ala de mosca
cuando el sol meridiano, más de un punto granado,
no sabe de demoras, admite alistamientos
sin requisito alguno,
por ahogado de sombra que llegue el aspirante,
para entregar a cambio manos como paneles,
ríos de campanillas, zureos de palomas,
terco mundo presente,
que fulgura y se esfuma tan tranquilo,
negándose de plano -y con cuánto derecho-
al deshonesto oficio de pañuelo de lágrimas.

“Horizontes desde la rada” 1983

Creciente ilusión inútil

Girar las llaves una y otra vez
con obsesión de orate
a fin, gesto imposible sobre torpe,
de conjurar la fuerza y majestad
de un sordo y ciego Azar que va rigiendo
cuanto en el universo alienta y condiciona,
¿será instalarse en la cúspide misma
de la árida ignorancia,
o ir clausurando, si se quiere así,
esos remansos, no de felicidad,
de sosiego tal vez,
el «chispazo entre dos oscuridades»,
metáfora suprema que condensa
la existencia y afanes de la especie?

“Cordura” 1999

Crónica fabulosa de Fernando Pessoa

murió el oficinista tenía
una hinchazón horrible paperas
de diagnóstico turbio un diván
gayo papeles esparcidos
por todos los alvéolos de su historia
un jijo de cartón grifos corriendo
que erizaban el vello de los brazos
murió fumando erraba ciertas noches
por claveles de tinta por finos mecanismos
guarnecidos de piel por sellos antigripe
acompañados de un certificado inusitadas
pirámides de polvo hallaron
un orinal debajo de su mesa
postales pornográficas de indescriptible alcance
un libro muy oscuro sobre el maestro eckhart
una alcancía llena de coñac
según los más veraces testimonios
solía mirar al alba los enormes delfines
las joyas y los cuernos que trajeron de goa
una rodela del gran navegante botes de humo
mazmorras para herejes los despuntes
del día le cogían en éxtasis se llevaban
su abrigo de mezclilla a su aterrador paraguas
su personalidad que vaya usted a saber
y otra vez -sol muy tibio gaviotas-
lo devolvían a su inútil despacho
mientras doblaban quejumbrosamente
las verdes anclas del almirantazgo.

“Pautas para conjurados”

Cuerpo

Se intentó lo posible, lo imposible:
negarlo, sublimarlo, resaltar su vigor,
su decaimiento.
Soldar la intolerable dualidad,
exaltar en las artes sus más bajas funciones
a fin de redimirlo una vez cuando menos
de los grilletes de la opacidad.

Fue inútil. Ahí está marcando el paso,
imposible es poner cotos a un fundo
lluvioso, soleado, sibilante, en silencio.
Es igual: terco siempre y correoso,
reñido a muerte -sólo ésta fatal-
con cuanto aspire a límite o a cifra.

“Cordura” 1999

De la inutilidad de conspirar

Afrontar el desastre con los sueños
Halcones remachados a los guantes volatería
de los cuadros de género alas en las vitrinas
emplomadas
(Campo interior Alondras recordadas en el alba
bajando de luchar del Guadarrama)
Patetismo
de las momias rezando en los estantes
la sorda letanía de la guerra
del impudor de unos y las ganas
de morir o matar de las milicias
Aún están rodeando al viejo pulcro
al librero de viejo
ante los anaqueles abrasados de polvo
acariciando con manos temblorosas los libros de botánica
las mostrencas teorías de Kirotkin
bajo la sucia luz de una bombilla
Historia
ya tapiada viejo tiempo maldito
con interrogatorios a las sombras
Dado caído inexorablemente
pese al Gobierno de Negrín los tanques recienhechos en Jarkov
los consulados del alcohol en el Hotel Florida
el imbatido amor a la verdad
y de este modo
el invisible mago de los libros
el hombre de las trenzas conservadas en talco
recibe cada tarde las visitas sonámbulas de los viejos repúblicos
de las muchachas de las sindicales
mansamente vestidas ahora de marrón Y se intenta
remover la vergüenza Se convocan en sueños
las cohortes brutales de los senegaleses
en las pocilgas de Argèles
el culo al viento los torrentes
de lágrimas inútiles
mientras la historia de los hombres sigue
ante sus ojos congelados.

De “Pautas para conjurados”

Derecho de conquista

Con qué empeño la luz
quiere arropar, velada, la paz de la mañana
de manso mar y silenciosas calles
y de ese modo levantar el solio
que te encierra y engasta cual zafiro
cuando, al fin, sonriente y despeinada,
pasas revista a la enemiga tropa
y la encuentras conforme a tus designios
en batallones de plumón tan tibio,
en falanges de aljaba tan vacía
que proclamas, sin lucha, la victoria
y el raigón derrotado de mi ejército
cargados de grilletes tras tu carro se arrastra
traidor a su bandera, a su patria, a su dios.

“Teatro de operaciones” 1967

Duchesse de Normandie

Con lunares postizos como las Silenciosas
paseas por la vulgar barriada de los ricos
vibrando en los incendios del color amarillo
fichando marquesinas y criados
para la fiesta tentacular del fuego.
A pie firme resistes el verano. Mientes
en danés. Acabas la noche ¡oh loca de ojos húmedos!
en imposibles barras de bares periféricos
pidiendo con voz ronca una copa no más la última copa
de espesa menta y una mirada amable
que borre tanta llaga, tanta
bajada a los infiernos, deseados lo sabes,
desde los días dorados de Palm Beach.

“Una tromba mortal para los balleneros” 1970 – 1973

El cine de los sábados

maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan margos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros

“Teatro de operaciones”

Eslabones idénticos

Como la tea, que sirvió una vez
para alumbrar en el festín de bodas
y prender, de la novia, la pira funeraria,
con similar presura, desfilaron tus años.
Ni siquiera una ráfaga de viento
concedió tregua alguna a los instantes
que ahora, encadenados, se recuerdan.
Fue, asimismo, ilusoria suspensión
amar, leer, escribir y viajar. Y embriagarte.

“Cordura” 1999

Eula Varner / Ornella Mutti

Acércate. No temas: irradia horror
pero siempre el horror
hizo crecerse a los mortales. Hinca
tu hocico, hoza perfumes inabarcables, roces
de hembra-delfín. Gasta tu tiempo: el vendaval
es su propio elemento. Aspira: aquí está la entregada.
No temas al volcán
de mantillo podrido y perfumado. Acércate: la gasa
se comba sobre el seno palpitante. No escuece su zarpazo: es visitable,
casi es acogedora desde que pisa el ruedo.
Acércate, su trono -es un efecto óptico-
sólo a primera vista se orna de sangre y médula. Estofada
de anchas volutas de organdí, irradia horror -te han dicho-
transpira opacidad y calentura. Teme -te han dicho-
los nupciales asaltos de la Reina: Eres
sólo el pulgón, sólo la larva zángana. Ya ves ahora que no:
A veces opalina cual medusa,
a veces material y reptante como un atroz ciempiés
arrastra su dulzura hasta tus labios, besa
tus párpados, coge tus manos y las funde
a su espalda arqueada por espasmos. Abre su trompa
-grácilmente retráctil- y la embriaguez te anega.
Succiona, ahora entregada, caen sus toscos vestidos
olorosos a tampax y a colegio de monjas. Apenas púber
ofrécele tu polen, hazte con la Gorgona
un puñado de lava incandescente. Ya sois indiscernibles
como el agua y las náyades. Ya la espuma rugiente de los acantilados
se acerca a vuestras ascuas. Ya reventáis erguidos y magníficos.
Ahora: Forma, Piedras profundísimas huellas del deseo en terrazas basálticas,
aluviones de afirmación ante el silencio hosco de los astros. Una vez más
el orujo apiñado en los hondos lagares
conmemora que un día fuisteis dioses.

De “Una tromba mortal para los balleneros”

Excelentes tiempos para la lírica

¡Qué delicia escarbar en la pelambre
hasta dar con el cuero cabelludo
y allí cientos de liendres eruditas
ahítas de la sangre eminentísima
de talo tal talento alejandrino!
Felices con sus propias deyecciones
plasman en un papel los grumos últimos.
Como un rayo lo imprimen en itálicas,
y tras uso de zafa y toalla sucia,
y una vez ajustado busto y medias,
instalan su real cuerpo en Boulevard Cavafis
y les ingresa en cuenta el señor March.

“Horizontes desde la rada” 1983

Homenaje al postismo

Hube de subvenir a unos zapatos,
perdón, quise decir a unos zapatos
que, si se portan bien, yo no los atos-
igo con mis lanzadas. A los patos

he echado mis zapatos garabatos
desmigándolos bien. O sea, en los tratos
con los tenderos pido unos zapatos
que no sean caros y no sean baratos.

No me entienden. Me lanzan los ingratos
pares de saldo, letras impagadas,
miradas de lujuria… Mas, los ratos

que así pierdo, se vuelven sosegadas
horas acariciando a mis dos gatos
cuando vuelvo a la clínica a patadas.

“Una tromba mortal para los balleneros” 1970 – 1973

La chica que conocí en una boda

fue la prima que entonces se casó
luego hubo baile
piano y batería mucho vino
yo diría que gentes más bien pobres
con los trajes de muerto de las fiestas
nevaba muchos viejos
que echaban la colilla en un barreño
y sacudían la mota
mucha música
la pizpireta que se está
bajando las bragas
se pone de puntillas
mira la galería
con aquellos ojazos virgen santa
y aquel reír el vino
estuvo luego haciendo lo restante
hasta que ya no pude contenerme y se lo dije
no a ella
a mis amigos
y estuve enamorado como un mes

“Teatro de operaciones” 1967

Nadie recuerda ya

De sus bondades, se ponderan muchas,
tantas al menos como de esas triacas
de cuyo armario y orden se olvidó el boticario.
La poesía -según ya se escribió-
con artimañas de estratego «saca
del argumento conclusión sutil».
Pero ¿y lo poco airoso del escriba,
su irrelevancia o equivocidad
respecto a un cañamazo de vocablos y músicas
de consistencia nueva o suficiente,
de cierta condición escamondada
para que el artilugio, al menos, no fatigue?

Temblones, cuando no desorientados
por ese filo, náufragos sin leño,
ni siquiera datamos ya: la fecha
en que tal solipsismo se instalara
aparece borrosa en los anales. No es siquiera
precisa como arranque de epidemia mortal:
sí frasco de perfume que gastó ya su aroma
y al que un pueril apego nos impide trizar.

“Cordura” 1999

Now’s the time

nada
más                                  nada
más que las sienes ardiendo
balcón hacia la noche navegantes
sin aguja imantada
rojas constelaciones con nombres de guerreros
la insufrible presión de max roach
conciso duro enérgico porque sí
porque hay niebla porque riegan y el dueño
ha de cerrar el club y todos los muertos

De “Pautas para conjurados”

Ocho elegías con pie en versos antiguos

I

Setembrio trae varas, sacude las nogueras,
apretava las cubas, podava las vimbreras,
vendimiaba las viñas con fuertes podaderas:
no dexava los pássaros llegar a las figueras.
Libro de Aleixandre

A estas alturas, muestras vida mía,
sólo se trata ya de correcciones:
Tálamo oscuro: Mudas ventanas: Violines enfundados.
Sólo ya
de correcciones: Minucias: Dos centímetros más y el
dobladillo
puede servir de cuerda estrangulante. Autumn
Wind. Anochece. Brutalmente
anochece (el alcohol de septiembre viene muy rebajado).
Nunca tendré la fruta apetecida. No prendió
el vástago. El injerto
fue devorado por las hienas y el sucio podador estalló en
carcajadas.
Ajustan / Desajustan (Minucias: Correcciones). Cortan
despacio
el bosque. Talan ya en el vacío. Así, sin un sonido,
acabaran con los días incendiados
con las radiantes mañanas de nuestra juventud sin lugar
para el tigre.
Allí quedó el retrato arqueado por las llamas. Estas son
unas ramas de abeto ya dispuestas
para «the late late show»*.

* Sin duda es muy obvia para los conjurados la aclaración de que
The late late es el más madrugador programa de variedades que
la televisión U.S.A. emite antes de la odiosa gimnasia matinal.

De “El centro inaccesible”

La niña de siete años

mira que si estuviera destrozada
si ya fuese leña algún oscuro invierno
la mesa
la mesa de billar ya desechada
donde aquella sirvienta contaba obscenidades
y todos nos reíamos
enamorado tú?
qué tiempo en la cocina!
el cielo raso lóbrego
corrían los ratones dios qué risa
mi madre; mira mira los ratones
cómo se están volviendo a su agujero
la cortina de trapos amarillos
las cadenas
que oímos una noche de tormenta
tú patinando por aquel casino
con tu cara oriental
y nada que creí morirme
de amor
lo cierto es que te llevo muy adentro

Profecía entre signos

Déjame
Renunciar a mi vida por esta vida, a mi palabra por
la no hablada.
T. S. Eliot

Aquí estarás
-déjame que invente esta tarde sin ti-
entre los utensilios prescindibles, ya de todo segura,
con la casa comida por la sal, y reíamos,
los cielos sofocantes del verano, aquí desnuda y tuya
(y algunos ratos mía) mientras vuelca el sirocco
mariposas quemadas, niños mudos, paladas
de cárdenos claveles -que tirábamos-
porque lo nuestro eran las margaritas pobres,
los caminos sin rumbo por el silente barrio
hasta encontrar el reto de las panaderías,
de las carpinterías con rótulos a mano,
de los atardeceres de color amaranto,
de las piernas sonámbulas y los ahumados pechos.

Aquí estarás, con la sonrisa tuya
entre gorrión mojado y huella del invierno
que de pronto nos abre los caminos de junio,
los fuegos de San Telmo en la ciudad inviable,
mientras, sobre el asfalto, sobre la atroz grisalla
insinúas -no dices- que el dentista es de níquel,
que la conspiración, de algún modo, hace agua,
que tu cuaderno azul se disolvió en el viento,
y que los dos zarpamos -abrazados y huérfanos-
rumbo al sueño, esa orden opaca e imperiosa,
que mañana remite, y allí estás, y aquí yo.

“El centro inaccesible” 1975 – 1980

Requisitoria general por la muerte de una rubia

acodados en las irreales barandas
acodados resistiendo la marea de aromas
azaleas tamarindos
luna de california en el lento week-end
errantes aves marinas
también
los barcos también
los barcos hacia lejanas islas madrepóricas
también los marineros empañados
también
los bidones vacíos las botellas vacías
las boyas arrancadas al pacífico
cuando acabó la victoriosa empresa
también los habitantes abisales
estaban al acecho marilyn

recuento de jugadas medias azules
prendas floridas en los hondos rincones
el incinerador a toda la presión
la inminente llegada del lechero
y

con la muñeca fea la estantería con freud
las últimas camelias del jugador de beisbol
la cintura tronchada
sirenas
impasibles en las rocas ella
fitzgerald canta luces de pasadena
tobogán de la angustia blanca luz sideral
también ellos
fumaban incansables y distantes
en los horrendos bungalows la luna aparatosa
en el lento week-end de california
laberinto de gatos vidrios en el asfalto
sombras inmemoriales casas de té llamadas
al vacío también
ellos
con pelucas postizas reventando de alcohol
suicidio de john gilbert
farsas de paula strasberg hediondez
del dramaturgo norteamericano

mil barcos de basora cargados con especias
techos de muérdago happy
christmas vigilias
esperando los besos imposibles
también
ellos los hornos crematorios
los pájaros nocturnos rebosantes de herrumbre
la sofocada baja amenazante noche
boulevard
del crepúsculo
ráfagas
de terror en los ojos enormes de mi amor
aferrada a su sucio frasco de nembutal

De “Antología poética”

Riquezas

Unos sostienen sus huertos oreados,
sus panales, sus eras y sus viñas,
mas no conocen las fases del mosto.
Yo no te tengo más que a ti.
Otros tienen sus flotas y arsenales
y capean temporales en la Bolsa
durmiendo entre unos brazos mercenarios.
Yo no te tengo más que a ti.

Los demás tienen prisas y negocios
y tratan de llegar pronto a una cita
para que esta demencia continúe.
Yo no te tengo más que a ti.

“El centro inaccesible” 1975 – 1980

Saldo

Duró poco, como era de prever.
Aún menos, como diría el clásico,
que la verdura de las eras. Quedan,
en la herida memoria
-esa puta borrosa conforme caen los años-
la noche en aquel faro
viendo entrar las falúas en el puerto,
algún afortunado calembour,
la fría y lluviosa vez
en que con gran ternura la cobijé en mi abrigo,
el circo de la nieve en el Paular
mantenido a distancia por la flor del almendro
que purísima ardía aquel marzo precoz.
Pienso que poco más. Si preferís
otro balance bien podría ser este:
la estrella de la tarde hecha pedazos
y el vendaval de vidrios en mi cara,
dos docenas de orgasmos no siempre compartidos
y una plausible tregua para el hígado.

“Cordura” 1999

Sápidos

El dejar de ser brusco bruscamente:
la muerte.
o el paulatino: tiempo embalsamado.
Dos lagos que ya apenas filtran nada,
ni dejan en los dedos mas que cieno.

Esos dos silenciosos martilleos,
canjeables son, y dueños,
de idéntico esplendor:
el volandero, casual y elegante
que tendrá siempre, siempre, la ceniza.

Saulo y los pájaros

¿Dónde pernoctarían el largo y frío invierno,
en qué nido de musgo o en qué resto de brasas
para exultar así, serenos, diamantinos,
en las aún desnudas enramadas de marzo
al despuntar el alba en la ciudad?

¿De qué astro de cólera y sonido
me arrancó ese llamado sigiloso,
qué densas capas de miseria y pánico
de humo y de salsa loca del Caribe
hube de atravesar como un Lázaro ebrio
para escuchar al fin, con sentidos ya castos,
porque lavados en vuestros arpegios,
el hondo diapasón de la tierra, el aliento
de la vida sin nombres, ni memorias, ni tiempos?

Lo cierto es que una rabia confusa y un espasmo
de dolor agudísimo se fue haciendo sollozo
por nuestra vida mala, por nuestra suerte atroz.
Y que sólo tus brazos
abriéndome los negros precipicios del sueño
pudieron suturar la fulminante herida
o aplicar el beleño que alivia sin sanar.

De “Horizonte desde la rada”



Semper Eadem

No he de apagar la luz
para pensar en ti: a pleno día
y ande haciendo lo que haga
(deambular por los parques, mirar nubes,
contestar a unas cartas, romper versos,
retener cuanto graban en el contestador,
bromear con el hijo, ver que llueve
y apenas lo registran mis calizos terrones
pues que la reja de tu sonreír
hace días que falta),
no afecta a tu presencia cercana o venidera,
eje y razón y fuerza y calor míos.

En las encrucijadas más confusas del sueño
oscuramente sé de tu vivir. Y cuando
la madrugada, a veces, mi dormir interrumpe
anunciando borrasca,
me oriento por el faro
de tu claro vivir siempre al alcance.

“Cordura” 1999

Thesaurus de I.M.

Y como andábamos ya cerca del milagro
decías al azar: «Me gusta Dylan.»
(Los roídos tablones que acuna la marea,
el albo flamear de las gaviotas
en la encendida niebla, ese fresco saludo
al ocaso, su gesto
ya más dulce.) «¿Sabes? Fue un accidente.»
(Desiertas calles coloniales
a la luz fantasmal del lento atardecer…)
Calló tu voz en el teléfono
y repentinamente: Todavía no hemos muerto
le lancé como un rayo, vente
con algo de beber
y sola si es posible.
Vente -decía (discursos exteriores)
con tus ojos de niña asombradísima
que ha robado manzanas en el huerto mayor de la cartuja,
música silenciosa, pequeña perfumada de limón,
joven rama florida, mal amada,
te espero. Y te oía
discutir de minucias, de modos
de transporte, de cruces peligrosos,
de ascensores no seguros del todo. Y así,
como ya retrasabas y andábamos por bien pasadas luces
de Nashville,
Dylan dejando su palacio púrpura
acompañó un buen trecho nuestros pasos
mientras tú me besabas en la senda borrada
por las vencidas hojas de los alerces.
Se condensaba tu minúsculo aliento
en grises nubecillas, oh esbelta, rabiosísima,
sensitiva a los aires country songs.
No temas, enlazada,
no se había vuelto a su refugio de espejos y nieblas
el callado muchacho del Mayflower
si bien algo cansado
cantaba todavía para nosotros Lay
Lady Lay o Desolation Row.
¡Tantos siglos de espera, tanta hiel,
tantos amaneceres ateridos
junto a híspidos cuerpos sin sabor ya y remotos!
Vamos
pantera. Sigue
girando el disco en grandes plataformas
lunares. Golden
Years, mi corza. Qué lágrimas
inmensas y felices frente a la calma del desbordante otoño
convocando a los tímidos venados
con su oxidada trompa.
Solos,
oyendo al Brujo, qué tarde, qué tardísimo,
qué de repente, alegre, dulce mía,
has comprendido toda mi canción.

“Una tromba mortal para los balleneros” 1970 – 1973