Tsvetáieva, Marina (1892-1941)
Poeta rusa nacida en Moscú en 1892.
Hija de un profesor especializado en Bellas Artes, estudió en Moscú y en la Sorbona y vivió muchos años en el extranjero.
Está considerada como una de las figuras más relevantes de la literatura rusa del siglo XX.
Fue una mujer de pasiones categóricas, voluntariosa y resuelta, que arrancó bruscamente de su corazón todo aquello que la había desilusionado y no podía ya aceptar. Toda la vida sintió por Pasternak un conmovedor afecto, a pesar de estar casada con un oficial del ejército zarista.
Emigró al extranjero en 1920 y regresó a Rusia en vísperas de la guerra contra el fascismo hitleriano, al que había maldecido en sus versos cuando se hallaba todavía en la emigración.
Entre sus obras se destacan “Poemas de juventud” 1915 y “Poemas de Moscú” 1916. Fue desterrada a la aldea de Elábuga, donde falleció
el 31 de agosto de 1941.
¡Oh musa del  llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la  noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
Y tu puro  lamento nos traspasa como flecha.
Nos empujamos y un sordo  ah
De mil bocas te jura fidelidad, Anna
Ajmátova. Tu nombre, hondo  suspiro,
Cae en es hondo abismo que carece de nombre.
Pisar la tierra  misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
Llevamos una corona.
Y aquél a  que a muerte hieres a tu paso
Yace inmortal en su lecho de  muerte.
Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
Y el vagabundo  ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus  campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.
Versión de Monika Zgustová
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mi hija
Algún día, criatura  encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,
perdido allá, en tus ojos  azules,
en la lejanía de tu memoria.
Olvidarás mi perfil  aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,
y mi eterna risa que a  todos engaña,
y una centena de anillos de plata
en mi mano; el  altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden,
Por la desgracia  alzados, en el año terrible;
tú eras pequeña y yo era joven.
Versión de Severo Sarduy
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Distancia: kilómetros y  kilómetros?
Nos han dispersado, transplantado
nos han ¡y qué bien estamos
en los lejanos horizontes!
Distancia y lejanías?
Des-pegados,  des-soldados.
Apartaron manos, crucificaron
sin saber lo que destruían:  la unión total.
De suspiros y tendones
nos malquistaron, nos  esparcieron
y exfoliaron.
Muro y foso.
Separados, como las  águilas.
Conspiradores y lejanías?
No nos desbarataron; nos perdieron
por los tugurios de las latitudes:
disgregados como  huérfanos.
¿Cuál es, pero cuál es, marzo?
¡Como a las barajas nos han  cortado!
24 de marzo de 1925
Versión de Carlos Álvarez
Rainer, quiero encontrarme contigo,
quiero dormir junto  a ti, adormecerme y dormir.
Simplemente dormir. Y nada más.
No, algo  más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo
y abandonar mi mano sobre tu  hombro izquierdo, y nada más.
No, algo más: aún en el sueño más profundo,  saber que eres tú.
Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y  besarlo.
Versión de Carlos Álvarez
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A ti,  que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,
de las  entrañas mismas de un condenado a muerte,
con mi mano te  escribo.
¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado
y ya no me  recuerdan ni los viejos!
¡No alcanzo con la boca las aguas del  Leteo!
Extiendo las dos manos.
Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en  mi sepulcro -el infierno-
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que  murió hace un siglo.
En mis manos -un puñado de polvo-
mis versos.  Adivino que en el viento
buscarás mi casa natal.
O mi casa  mortuoria.
Orgullo: cómo miras a las mujeres,
las vivas, las felices;  yo capto las palabras:
“¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!
Sólo ella  está viva.
Igual que un voluntario le ha servido.
Conozco sus anillos  y todos sus secretos.
¡Ladronas de los muertos!
¡De ella son los  anillos!”
¡Mis anillos! Me pesa,
hoy me arrepiento
de haberlos  regalado sin medida.
¡Y no supe esperarte!
También me da tristeza que  esta tarde
tras el sol haya ido tanto tiempo
y he ido a tu  encuentro,
dentro de un siglo.
Apuesto -dice él- que vas a  maldecir
a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.
¡Todos la celebraban!  Pero un vestido rosa
nadie le ofreció.
¿Quién era el generoso? Yo no:  soy egoísta.
No oculto mi interés si no me matas.
A todos les pedía  cartas,
para por las noches besarlas.
¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es  un tópico.
Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.
Les negarás la gracia  a todas las amantes
para amar a la que hoy es sólo huesos.
Versión de Carlos Álvarez
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Bendigo la labor nuestra de cada día…
Bendigo la labor nuestra de cada  día,
bendigo el sueño nuestro de cada noche,
el divino juicio y la caridad  divina,
la ley benévola y la ley de bronce,
mi empolvada púrpura, de  harapos cubierta…,
mi empolvado bastón, de los rayos hogar,
y asimismo,  Señor, bendigo el pan
en horno ajeno y la paz en casa ajena.
21 de mayo de 1918
Versión de Severo Sarduy
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Ya no te necesito,
y  no es porque no contestaras
a vuelta de correo, cariño.
Ni por saber  que estas líneas,
escritas con tristeza,
las leerás entre  risas.
(Escritas por mí a solas –
¡y sólo para ti!- ¡por vez  primera!
con alguien las descifrarás).
Ni porque rozarán
los rizos  tu mejilla -¡Soy maestra
en leer acompañada!
Tampoco porque a un  tiempo
suspiraréis inclinados
sobre las mayúsculas desvaídas.
Ni  porque caerán a la par
vuestros párpados -es difícil
mi letra- ¡y en  verso, además!
¡No, amiguito! -Es más fácil,
es peor que un  enfado.
Ya no te necesito-
porque… porque-¡Ya no te necesito nunca  más!
3 de diciembre de 1918
Versión de Severo Sarduy
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En la frente besar -penas borrar…
En la frente besar -penas  borrar.
Beso la frente.
En los ojos besar, -el insomnio  quitar.
Beso los ojos.
En los labios besar  -dar de beber.
Beso los  labios.
En la frente besar  -la memoria borrar.
Beso la  frente.
5 de junio de 1917
Versión de Severo Sarduy
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Es sencilla mi ropa,
pobre mi  hogar.
¡Soy una isleña
de islas remotas!
¡Nadie me hace  falta!
si entras -pierdo el sueño.
Por calentarle la cena a un  Extraño
quemaría mi casa.
Si me miras -ya nos conocemos,
si entras  -¡quédate a vivir!
Es sencillo nuestro fuero,
está escrito en la  sangre.
En la palma de la mano tendremos
la luna, si nos place.
Si  te vas -es como si no existieras,
y como si tampoco yo existiera.
Miro  la marca del cuchillo:
¿sanará antes
de que venga otro extraño
a  pedirme agua?
Versión de Severo Sarduy
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Así como me gusta
besar  las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las  puertas
-¡de par en par!- a la oscura noche.
Apoyando la  cabeza,
oír los recios pasos
hacerse más ligeros,
y cómo el viento  mece
el bosque somnoliento
y desvelado.
¡Oh noche!
Van creciendo  los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
en  medio de la noche
alguien se ahoga.
27 de mayo de 1916
Versión de Severo Sarduy
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Otra vez una  ventana
donde otra vez no se duerme.
A lo mejor beben vino,
a lo mejor  no hacen nada.
O tal vez, manos unidas,
no separan esas manos.
En cada  casa, mi amigo,
hay así una ventana.
Separaciones y encuentros:
gritas,  nocturna ventana,
quizás hay cientos de velas,
o quizás sólo tres  velas.
Sin reposo
mi cabeza.
En mi casa
ha entrado eso.
¡Hay  que rezar por la casa sin sueño!
¡Y rezar por el fuego en la  ventana!
26 de diciembre de 1916
Versión de Severo Sarduy
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¡Insomnio, amigo mío!
Otra vez tu mano.
Mientras  alzo mi copa
te encuentro en la callada,
en la sonora noche.
¡Déjame que te embruje!
¡Prueba!
No trates de ascender
sino  de ir hacia adentro…
Ya te llevo…
Susurra con los labios:
¡Paloma!  ¡Amigo!
Prueba.
Déjame que te embruje.
Bebe
de todas las  pasiones,
huye
de toda noticia.
Calma.
Concede,
amiga…
Abre  los labios.
Abre los labios al placer
y, al borde de la tallada  copa,
bebe.
Absorbe.
Traga
hasta el no-ser.
¡Amigo! ¡No te  enfades!
¡Déjame que te embruje!
¡Bebe!
De todas las pasiones
la más  apasionada,
y de todas las muertes
la más dulce… mis  manos.
¡Déjame que te embruje! ¡Bebe!
Desaparece el mundo. Ningún  lugar:
orillas inundadas… Bebe mi golondrina
perlas fundidas.
Y tú  bebes el mar,
bebes el alba.
¿Con qué amante es la juerga?
¿Con el  mío?
Bebe, pequeño,
que ya compararemos.
Y si preguntan,  ¡responderé!
El porqué de las mejillas lívidas.
Con Insomnio me fui de  juerga, sí.
Con Insomnio me fui de juerga.
Mayo de 1921
Versión de Severo Sarduy
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Me gustan los juegos en que  todos
son arrogantes y malignos,
en que son tigres y águilas
los  enemigos.
Libertad salvaje
Que cante una voz altiva:
“¡Aquí,  muerte, allí -presidio!”
¡Luche la noche conmigo,
la noche  misma!
Volando voy -tras de mí van las fieras;
y con el lazo en las  manos yo me río…
¡Ojalá la tormenta
me haga añicos!
¡Que sean  héroes los enemigos!
¡Acabe en guerra el convite!
Que sólo quedemos  dos:
¡El mundo y yo! 
Versión de Severo Sarduy
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Entre nosotros, los diez  mandamientos,
el calor de las diez hogueras.
La sangre hermana causa  rechazo,
pero eres de sangre ajena.
En los tiempos evangélicos
yo  sería una de aquéllas…
(¡La sangre ajena es la más deseada,
y entre  todas, la más ajena!)
Con todas mis desazones,  preclaro,
arrastrándome, te seguiría.
Oculta la mirada  demoníaca,
Perfumes en ti vertería:
sobre tus pies, bajo tus  pies,
o derramándolos a tu paso…
¡Fluye, pasión envilecida,
empeñada  a los parroquianos!
Fluye con la espuma de la boca,
con el fervor de  la mirada.
Fluye en el sudor del lecho. Tus pies
en mi cabellera  calzo
como en una piel.
A tus pies, como seda, me extiendo.
¡No  serás aquél (¡soy aquélla!)
que dijo a la bestia de la melena
ígnea:  “¡Levántate, hermana!”
2
Por tus derroteros no  pregunto,
porque, amada, todo se cumplió.
Tú me has calzado a mí,  descalzo,
en el torrente
de tu cabello
y de tu dolor.
No  pregunto cuánto han costado
estos perfumes. Al desnudo,
a mí,
con la  ola de tu cuerpo
me has vestido,
como con un muro
o una  vid.
Dócil y dulce, como nunca antes,
manso tocaré tu desnudez.
A  mí, tan recto, me has enseñado
el declive de la ternura
al caer a mis  pies.
Me harás una fosa entre tu pelo,
y sin lienzos me  envolverás.
¿Para qué me has de traer la mirra?
Como ola,
tú me  lavarás.
Versión de  Tatiana Bubnova
Tomado de La Jornada Semanal, México
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Mis versos, escritos tan temprano…
Mis versos, escritos tan  temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una  fuente,
como chispas de un cometa,
lanzados como ágiles diablillos al  asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de  juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,
en el polvo de los  estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis  versos
también tendrán su hora.
Versión de Severo Sarduy
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Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!…
Nostalgia de la patria: ¡qué  fastidio!
Después de largo tiempo delatado.
Ya me es indiferente
dónde  sentirme sola.
Caminar sobre piedras,
a casa con la cesta.
La casa  que no es mía:
hospital o caserna.
Me da igual quién me mire
como a  un león cautivo.
Cuál es el clan humano
que me ha expulsado  -siempre-.
Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.
Dónde no  poder convivir (¡ni lo intento).
Dónde me humillarán -da lo  mismo-.
No, mi lengua natal ya no me engaña,
ni materna, me engaña su  llamada.
Ya me es indiferente en qué lenguaje
no seré comprendida por el  hombre.
(Lector, devorador de toneladas
de periódicos, adicto al  cotilleo…)
El es del siglo veinte;
yo: ¡fuera de los  siglos!
Enhiesta como un tronco,
resto de la alameda.
Todo y todos  iguales;
igual indiferencia.
Lo natal, lo pasado,
rasgos todos y  marcas:
toda fecha borrada-
donde ha nacido el alma.
Mi tierra me  ha perdido,
y el que investigue, astuto,
el ámbito de mi alma -¡mi alma  toda!
no encontrará la traza.
Las casas son ajenas y los templos  vacíos.
Me da todo lo mismo.
Mas si aparece un árbol
en el camino, un  serbal…
Versión de Severo Sarduy
 
Como la piedra afila  el cuchillo,
Como se desliza el serrín al barrer,
Así, aterciopelada, la  piel
Húmeda súbitamente en los dedos.
Oh dobles -coraje,  sequedad-
De los hombres, ¿dónde estáis,
Si en mis palmas hallo  lágrimas
Y no lluvia?
El agua es de la fortuna,
¿Qué más podría  desear?
Si tus ojos son diamantes
Que se vierten en mis palmas,
Ya  no pierdo
Nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-Acaricio tus  mejillas.
Somos así, orgullosas
Y polacas -Marina-,
Cuando en mis  manos llueven
Ojos de águila:
¿Lloras? Mi amor,
Mi todo:  perdóname.
Trozos de sal
Caen en mis palmas.
Llanto de hombre,  veta
Que en la cabeza retiembla.
Llora. Otra te devolverá
La vergüenza  que te hice dejar.
Somos dos peces
Del mis-mí-si-mo mar.
Dos  conchas muertas
Labio contra labio.
Todo lágrimas.
Sabor
A  armuelle.
-¿Y mañana
Cuando
Despierte?
Versión de Monika  Zgustová
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1
He vuelto a casa: no soy una impostora
ni una  criada -no necesito pan.
Soy tu ocio del domingo, tu pasión,
tu séptimo  día y tu séptimo cielo.
Allí, en la tierra, me echaban monedas,
me  colgaban piedras al cuello.
-¡Amado! ¿No te acuerdas?
Soy tu golondrina,  tu Psique.
2
‘Toma, cariño, mis harapos
que fueron un dulce  cuerpo.
Lo he destrozado, lo he gastado,
sólo quedan las dos  alas.
Vísteme tú con tu esplendor,
sálvame, por piedad.
Y los  pobres andrajos raídos
llévalos a la sacristía.
13 de mayo de 1918
Traducción de Lola Díaz
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El caballo…  cojo.
La espada… oxidada.
¿Quién es el líder
jefe de  muchedumbres?
Paso -una hora.
Respiro -un siglo.
Mirando hacia lo  bajo,
donde se encuentran tantos.
Enemigo o Amigo,
espina o  Laurel.
Todo sueña.
El Caballo es Él.
El caballo… cojo.
La  espada… oxidada.
La capa, vieja.
Mas derecho el cuerpo.
Julio 3 de 1921
Versión de Carlos Álvarez
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Se ha ido. Ya no como:
quedó sin  gusto el pan.
Se ha ido – todo es tiza
si lo llego a tocar.
…Para mí, era el pan,
era la  nieve;
ya la nieve no es blanca,
el pan no sabe a nada.
Versión de Severo Sarduy
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Tu alma y la mía son  gemelas…
Tu alma y la  mía son gemelas
como mis manos: la derecha y la izquierda.
Tan cálidas y  tiernas son unidas
como dos alas de un pájaro dormido.
¡Por un ciclón  quedamos separados,
por un abismo, tú y yo, como dos alas!
Versión de Larisa Diakova
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En Moscú, las cúpulas en  llamas.
En Moscú, ya tañen las campanas.
Los sepulcros están aquí, en  hilera,
y allí duermen los zares, las zarinas.
Tú no sabes aún que en  el alba del Kremlin
se respira mejor que en cualquier otro sitio.
Tú no  sabes que en el alba del Kremlin
yo te rezo hasta el alba.
Tú pasas  sobre el Neva
y yo sobre el Moscova,
cabizbaja.
Se duermen las  farolas.
Te quiero en el insomnio.
Te escucho en el  insomnio.
Mientras que por el Kremlin
despiertan campaneros.
Mi río  con tu río,
mi mano con tu mano
se ignoran. Cariño mío, alegría
hasta  que el alba alcance a la siguiente.
Versión de Severo Sarduy
