Montagut, María Cinta
Poeta española nacida en Madrid en 1946.
Es profesora de literatura en un IES de Barcelona, crítica literaria y traductora ocasional, sobre todo del italiano
y del francés. Ha publicado los poemarios Cuerpo desunido, Barcelona 1979, Como un lento puñal, Sevilla 1980,
Volver del tiempo, Sevilla 1983, Par, El Bardo-Barcelona, 1993, Teoría del silencio,El Bardo-Barcelona 1997
y El tránsito del día, Málaga, Miguel Gómez Ediciones 2001.
Es autora de numerosos artículos literarios sobre la mujer en la poesía y la historia de la música y sus poemas
se han traducido al francés y se han publicado en importantes publicaciones españolas y en revistas de Bélgica y Canadá.
Es miembro del comité científico del Encuentro de mujeres poetas y miembro fundador de la Asociación Mujeres y letras.
Actualmente colabora en la revista literaria Entrelíneas que se publica en Tel Aviv, en la revistas Barcelona Review,
Quimera y Ficciones, y, en el suplemento literario del Diario de Córdoba.
Un muro, un muro
Si existiera la noche
Si, gimiendo la puerta, amaneciera,
Rotas cadenas,
Vigas quebradas sólo por palabras,
Un muro.
El crepúsculo borra la distancia
Pero es cristal o nube
Agazapada fiera sin mirada
Y un muro.
Atravesar el fuego que devora,
Penetrar en los círculos mágicos
Donde la sombra permanece
Y gime
Doliendo como ceniza agonizante
Y llegar hasta el fondo
Donde la piedra es piedra
Donde los ojos dibujan sin saberlo
Cuerpos, cuerpos, cuerpos.
Y un muro.
* * *
La oscuridad pone agua en las sombras…
La oscuridad pone agua en las sombras,
Frágil cabellera de volcán
Que atravesar no puede la mirada
Mientras, mudas,
Las piedras o las olas amanecen.
Sin desierto y sin copa,
Sin los pliegues del peplo y sin rosas,
Túmulos de deseos y luna,
La permanencia escribe sus memorias.
Inútil afán de ser palabra,
De ser caricia o mar,
Cuando viene la tarde.
Tu cuerpo en primavera herido.
* * *
En los atardeceres
Cuando los soles sin piedad se desvanecen,
Cuando la brisa se instala en el recuerdo
Y los espejos saben que su hora ha llegado,
Dibujo con mis manos tu mirada.
Nunca tus ojos me amaron como el aire,
Nunca tus labios.
Tu piel como praderas
Donde azules los ríos se contemplan,
Nunca tu cuerpo todo.
En los atardeceres
Tu mirada es un cazador solitario.
* * *
No existe el mar esta mañana
Porque todo comienza.
No existe el mar
Ni tiene límites mi cuerpo
Ni conozco la música,
Sangre sin sonido,
Súplicas vertidas en mi copa,
Dolor con alas,
Tímida apariencia de verdad
Y el viento,
Esta mañana.
Húmedo silencio de lejanía y nada
Como la brisa que respira el alba,
Tañido incierto,
Camino sin frontera en la mirada
No mar
No mañana.
Eterna voluntad. Desnuda el agua.
Víspera
Junto a Ca’ Pesaro el agua se divierte,
Juguetea y se esconde en la quilla de barcos
Que atónitos contemplan el devenir del aire.
Nunca ha sido tan camino el agua.
Nunca como esta tarde incierta
El bermellón y el ocre la acarician
Y hasta mueren en ella. Se diría
Que el tiempo ha detenido su carrera.
Junto a Ca’ Foscari tus ojos o tus labios,
Tal vez la enredadera de tus manos, tiemblan
Ante el prodigio de la piedra viva
Que traduce el saber y la belleza.
Entonces contemplarte es desear la vida,
Asumir la locura que detiene los besos
Perseguir tu mirada que se oculta radiante
En el rojo matiz del agua móvil.
* * *
Poseer la verdad
¿qué es sino soñar que existe un cuerpo?
Uno solo.
Puro, desnudo, con un río de sangre.
Con un río de angustia escondida.
Con un río sin mar.
* * *
Bajo tu desnudez de arena
Bajo tu inmóvil horizontalidad sentida
Como un río o un mar de límite preciso
En mis manos que como llama te acarician.
Bajo el confín de tu piel como el agua,
Delicadísimo cristal que me refleja
Uniendo un mismo fuego en su pulida sombra,
Vivir.
* * *
Hoy puedo amarte como nunca.
Esconderme en la caverna joven de tu cuerpo
Buscar el río profundo que la cruza
Liberar las palomas que anidan en tu pecho
Para enterrar el nombre de las cosas
Y volver a morir.
Escribir con tu forma
Con mi forma yo que busco por el agua
Escribirte
Para volver a hundir los ojos en el agua
Que cae tras la puerta
Con tu forma
Prendida en el pelo con un broche de lluvia
Y una sonrisa obscena.
Quiero robar el broche y rescatar tu nombre
Para cruzar la puerta
Con tu forma.
* * *
-He salido desnuda tras la música…
He salido desnuda tras la música
Del caos mineral que nos envuelve,
Que da nombre a la tierra
Y desmenuza el aire en silencio.
He salido desnuda para evitar los nombres
Para inventar las fechas
Y escuchar las palabras de ese caos de piedra
Y comprender el rubor de la aurora
O el último rostro del invierno que tiembla
En unos ojos nuevos.
He salido sin cuerpo para saber.
* * *
-Caminé por las calles desiertas por la lluvia…
Caminé por las calles desiertas por la lluvia,
En cada puerta un ojo que vigila y
Un movimiento oculto.
Remonté la pendiente resbaladiza y tibia
Que me llevó a la cima de una ciudad distinta
En las horas nocturnas abrasadas de asombro.
El espejo de asfalto refleja las farolas
Y el sueño paraliza la aventura perdida
Y aunque un viento turbado desabrochó mi blusa
Seguí buscando el signo que me llevara al día.
* * *
“Vivre est un visage qui manque…”
Hélène Dorion
Vivir
Es comprender el cuerpo que habitamos,
Conocer el complejo de sus ríos internos,
El fluir de sus aguas hacia el mar
De otro cuerpo
De otras horas y días,
De otro azar.
Vivir
Es la aventura secreta de conocer el mundo
Que se esconde en las últimas células
En el cuarto que te inventa de noche
Cuando atraviesas el muro que te impide
Ser otro cuerpo,
Otras horas y días,
Otro azar.
Vivir
Es la palabra y su espejo.
* * *
-Es un enigma el último crepúsculo vivido…
Es un enigma el último crepúsculo
Vivido
Y más lo será el próximo.
En todos estos años que me llevan al fuego
Del conocimiento
De la nada que fluye en el espejo
No he podido saber cual es la clave,
Dónde está la palabra,
La voz,
El teorema
Que resuelva el color de las miradas
O la angustia infinita de los pasos
De unos pies de mujer
En el mármol desnudo de mi casa.
-Es un río interminable el silencio…
Es un río interminable el silencio
En cuyas aguas sólo la vida,
Sólo los minutos cada día aprendidos
Traducen el destino y lo anuncian
Más allá de la muerte.
También es río el camino del mar
Como la sangre o las palabras.
Pero sólo el silencio es la suma
De todo cuanto el tiempo ofreció
Y negó el tiempo.
* * *
Se conoce el silencio
Por su presencia opaca
Por su llenarlo todo con ausencia,
Con números escritos en una servilleta
Robada en un café.
Con nombres, con heridas.
Pero no basta conocerlo.
No basta hundir la frente en su cintura
Ni besar suavemente sus pupilas
Ni sus rendidos labios.
Vencedor de las sombras el silencio es la vida
Y habrá que construirlo con sangre y con derrotas,
Cuerpo a cuerpo,
Hasta encontrar la puerta del laberinto.
* * *
-Si salgo de la noche del deseo…
Si salgo de la noche del deseo
Nada encuentro
Salvo el paso del desierto cotidiano,
La tierra estéril, la palabra sin voz.
Si llamo a la puerta de la noche
Y no contesta nadie,
Ni el deseo,
Ni la ignorancia eterna de la muerte,
Ni los besos que di y me devolvieron
Junto al vino y los panes prohibidos,
Nunca sabré quien soy,
Nunca sabré el silencio.
Vivir en el silencio de las palabras,
Tratar de construir,
Organizar el caos de la aurora,
Y describir la lentitud del tedio.
Silencio de enredaderas o de manos
Que imaginar un día
Cuando la bruma invie a los deseos
Y la música vuelva.
* * *
-Todos los cuerpos no son tu cuerpo…
Todos los cuerpos no son tu cuerpo
aunque sean hermosos
aunque lleven la luz y el mar en su cintura
y en su sexo escondido lleven tantos deseos.
Pero no son tu cuerpo.
Estas tardes sin límite
sin el frescor alado del invierno
pensar tu cuerpo adormece las horas
y acompaña el silencio del tiempo como fiebre.
Los cuerpos incendiados
que llevan tras de sí pendientes tantos ojos
nunca serán
y antes nunca han sido.
Est-ce qu’on meurt differement
Quand on est une femme
Denise Desautels
-Una mañana el tiempo de volver…
Una mañana el tiempo de volver
De mirar a través del cristal
De la ventana
Y distraernos
Y buscar la confidencia o ese guiño
Que cómplice
En la esquina de casa adivinamos
En unos ojos tristes.
Una mañana el tiempo de pensar
Tal vez se muere de otra forma
Cuando se es mujer
Y ya la eternidad es sólo una sospecha
Un-anime y distante.
* * *
Conocer las miradas
Saber qué esconden los ojos de la noche,
Las pupilas del sueño perdido del invierno,
La madrugada.
Descubrir las miradas e interpretar los signos
Que en el fondo del vaso
La soledad dibuja,
O es quizá el abandono
Quien dibuja
Los signos ya borrosos de una mirada ausente.
* * *
-Ignora la cintura lo que la mano busca…
Ignora la cintura lo que la mano busca
Entre los pliegues rugosos de la seda.
Ignora que la sed es una aguda flecha
Que quema la garganta,
Palabra sometida que espera allegada
Más cierta del deseo.
Ignora que la voz es una espada oculta
Que se hunde en el agua estancada del tiempo
Que permanece inmóvil en un aliento oscuro
Más denso que el dolor.
Ignora la cintura lo que la mano busca
Más allá de los límites desiertos de la seda.
* * *
Pensar en la distancia,
Pensar la tarde como el día piensa
Un final sin esquinas
O un eterno pasillo sin ventanas
Para ocultar las sombras de la noche.
Pensar en la distancia
O pensar el amor que no intentamos
Una noche de lluvia en la buhardilla
Mientras el agua dibuja incansable
Un corazón de anís en el alero
Y una sonrisa turbia en tu mirada.
* * *
¿Por qué salir de casa
y correr a esconderme
entre convulsas sombras
que a su paso oscurecen
las luces diluidas de los escaparates?
¿Por qué sentir que hay algo
más cierto que mi tarde
que me llama insistente
desde la última certeza del asfalto?
No es tiempo de buscar,
Tal vez, tampoco es tiempo de encontrar
Pero existen lugares donde la vida late
Y se oculta
Y palidece en el caos de la música
Y aunque sin inocencia es frágil
Como el hilo de voz que una canción desata
Y unos labios recogen sin esperarlo apenas.
Porque salir de casa ayuda
A no volver atrás.
De “La voluntad de los metales” 2006
Chocan las palabras
con el vacío de los objetos
con el frío de las afirmaciones
con el olvido.
Son esquirlas de sílabas
lo que encontramos en el hielo,
en el dibujo del día
en el no.
* * *
-En algún lugar de la palabra…
En algún lugar de la palabra
se esconde el plomo
que servirá para romper el sueño
o para atravesar muros o corazones.
La simetría de los nombres
se desbarata en las hojas en blanco
y los verbos transcurren en silencio
para no molestar.
En algún lugar de la palabra
se lucha cuerpo a cuerpo
para sobrevivir.
* * *
Buscamos en los mapas
el lugar preciso de la rabia y las olas
el peso equilibrado de las nubes
ocultas en paisajes de colores y tinta,
la verticalidad de las ciudades
en el oscuro equilibrio de los mares
la lluvia tortura los navíos,
la lentitud del río que camina
para jamás llegar a su destino;
y en la rectitud exacta de sus pliegues
rezumaba la sangre.
Rezumaba.
* * *
-Desciendo por la escalera de la sombra…
Desciendo por la escalera de la sombra
por el calor del humo que alimenta
el corazón del hombre y su miseria.
Flores de gasolina crecen en las aceras
y no son uvas los racimos del aire
aunque es rojo el vino que madura
en el improvisado lagar de los mercados.
Bebo hasta el fondo el vaso de la ira
del mosto adolescente que destila
el borde ennegrecido de las túnicas.
* * *
-Observo la sorpresa de los cactus…
Observo la sorpresa de los cactus,
el difícil dormir de los camellos,
el lejano espejismo de las caravanas
buscando el aire ausente del oasis
en el plomo rojizo de los días.
Hoy el viento transporta la ceniza
no es del incienso el olor de la tierra,
es gris el plomo y son grises los pájaros.
En la negra quietud de las alcobas
las mujeres descubren la levedad del hierro.
* * *
Ya no tiemblan los vidrios,
se rompieron ayer en mil pedazos.
Ya no oigo gotear la cisterna
ahora el agua se derrama en las calles
y no sirve para lavar los cuerpos
que inmóviles reclaman su parcela de tierra.
Ya no huele el jazmín del lavadero,
todo lo cubre el polvo,
el ruido,
la desnudez,
y un líquido oscuro que rezuma
por todas las grietas.
* * *
Sabed que ya no hay noche
que no brilla la luz en las mesillas
y que el agua se apresta a ser bebida
cuando llegue el insomnio.
Sabed que el aire se hace denso
y que pesa en los hombros
y en la lengua
un millar de alfileres horadan la saliva
mientras riegan las calles
dos mil gotas de lluvia destilada.
Ya no hay noche.
En la desolación de los espejos
brilla un fuego concreto de metales
que aviva el desamparo de los números.