Moix, Ana María

Moix, Ana María

Poeta, narradora y traductora española nacida en Barcelona en 1947.

Es Licenciada en Filosofía y letras y pertenece al grupo de los novísimos, junto a Gimferrer, Azúa y Panero, entre otros.

Fue el único nombre femenino incluido en la antología Nueve novísimos poetas españoles de Josep María Castellet.

Colabora en diversas publicaciones de Madrid y Barcelona y ha sido jurado de diversos certámenes literarios.

En la actulidad dirige las colecciones de poesía y relatos de la editorial Plaza y Janés.

En 1970 ganó el Premio Vizcaya de Poesía con «No time for flowers», y en 1985 y 1995 con «Las virtudes peligrosas»,

y «Vals Negro», ganó el premio Ciudad de Barcelona.

Otros nombres completan su producción poética: «Baladas del dulce Jim»y «Call me Stone en 1969. «A imagen y semejanza,

1983-1985, recoge toda su obra poética

Andando el tiempo se verán las caras…

Andando el tiempo se verán las caras, esos que gritan por las esquinas viva la revolución.
Degeneramos, compañeros. Preguntad al mozo de telégrafos si le gusta la historia de Rossy Brown.

Rossy partió bajo la luna, una noche de fiesta en casa de Míster Brown.
Un caballero la envolvió en su capa y a sus sueños la llevó.

Regresó luego, triste y perdida, y a los pies de la mamá sollozó:
Yo no sabía qué me decía aquella noche, verbena de San Juan,
cuando dije estoy cansada y tengo sueño, mañana ya os veré.
Tengo una herida y un hijo muerto. Sólo su capa Jim me dejó. Era
mi dueño, y aunque l0 digan, Jim nunca fue salteador.

Lo saben Rossy y la cocinera que en el ajo estuvo en la ocasión:
Jim vuelve siempre. De madrugada su canción canta a las muchachas
de negros ojos y dulce voz:

        Un amor tiene cualquiera
        pero Dulce Jim, no

Y es que el mozo de telégrafos está enamorado, y no sabe qué hacer
para que la hija de la portera entienda que no es muchacho del montón.

 

 

Aquel hombre de ojos rojos y chaqueta azul venía…

Aquel hombre de ojos rojos y chaqueta azul venía
de muy lejos. Balbuceaba canciones por los parques y solía
relatar historias aparentemente sin sentido. Sin embargo,
parecía poseer un extraño entendimiento y saber
por qué algunos adolescentes lloran al despertar, herido
el pecho por el resplandor de la mañana.

 

 

Cerré la puerta. Bajé las escaleras. Tropecé con el sereno…

Cerré la puerta. Bajé las escaleras. Tropecé con el sereno
y se rompió el silencio. Le supliqué con un gesto que no lo dijera
y lo dijo: “Hoy no vienen, señorita; no les toca “. Y aún no habia
vuelto yo la esquina oí como le iba con el cuento al guarda de la
taberna: “Está loca esa chica. Cada día, a las doce,
baja para abrir la puerta a los muertos”. Tuve que retener
a tío Jacobo que quería retarle a un duelo. Tío Jacobo murió
antes del 36 y no estaba acostumbrado a la mala educación de los
serenos para con las señoritas.

 

 

El asesinato se produjo a mediodía, en plena calle y bajo el sol…

El asesinato se produjo a mediodía, en plena calle y bajo el sol.
De la otra acera empezaron a disparar y caí en redondo, tratando
de imaginar qué clase de pájaro saldría de mi pecho cuando se acercara
un compañero para recibir mi último mensaje: que el muchacho
que vendía periódicos en la esquina llegaría a ser rey
en Nueva York.

 


 

 

El corazón de Charo flota sobre las aguas del Delta…

El corazón de Charo flota sobre las aguas del Delta como una flor endamascada.
Fue asesinada al amanecer. En los raíles del tren
se han encontrado fragmentos del dietario de su amor. Relatos
de luna llena, caligrafía imposible, Cristo crucificado, ¿qué pasó?
Adamo guarda silencio en el Olimpia y las monjas de Sagrado
Corazón cubren el cuerpo mutilado con flores de azahar.
Qué historia más extraña la de algunas colegialas.

 

 

El mar con todos sus defectos…

El mar con todos sus defectos       El silencio con sus
calamidades     La belleza  cómo hiere  Ni lágrimas hubo para
el dolor, media hora más tarde,      a la vuelta de la esquina, a
cien metros de su casa,   un apartamento de colores y ruletas,
amapolas en el techo, y en el suelo, qué tristeza, mis ojos
traspasados por sus ojos, en el suelo, porque aquella botella
de licor se derramó y nadie sabrá nunca las cosas, palabras no,
recuerdos no los hubo, la tragedia, en el charco rojo de licor,
la música      cómo llegaba         surgía de sus dedos          No me
dejes esta noche         no te vayas      aunque pasará no debe no
debe     El barro y la figura             La tormenta cómo estalla de
repente      Cómo se parecía a la belleza            El fuego La lluvia
¿Debo creer que entró por la ventana? El agua    qué  quimera
Tus manos no eran tuyas       Yo diría que morí         Porque
sigue atormentando la belleza            Y la muerte nos busca     y
nos persigue y nos encuentra y nos alcanza. No lo dije porque
de pronto el mar de tu garganta inundó mis venas y la voz se
me paró y el pensamiento se detuvo      El barro        Tus manos
no te pertenecían     modelando una figura       lo sabías        lo
sabías y la sangre qué espesa en mi boca       hasta el punto de
no poder hablar ni respirar     anegó el planeta y los periódicos
callaron la noticia       y los profetas se rajaron y un tanto
por ciento de la población murió de asfixia y nadie dijo por
qué. Con qué violencia fallaste adrede el cuerpo     de aquella
figura de mujer, con qué íntimo desprecio modelabas      no el
barro     era el destino qué rota,    de pronto,       la sorpresa.
Destroza la belleza hirió primero mis pupilas una helada aguja
recorrió mi espalda pinchó uno a uno los poros     de mi piel
rasgó la carroña de la carne penetró      Ohluz cómo quema
qué dolor      y daba vida    y daba muerte     Porque     la belleza
cómo mata jugando de verdad a las controversias.

 

Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate…

Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate
de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí:
Era Hitler y estuve a punto de decírselo: te ves más viejo
desde la última vez. Pero me pareció tan triste
que hice como si no le conociera.

 

 

Nancy Flor bailará siempre…

Nancy Flor bailará siempre
porque Johnny ya murió.
Un bribón le dio la muerte,
nadie sabe a dónde huyó.

Fue testigo un pistolero
rey en los bares de New York,
pasado luego a carcelero
contó la historia en un block.

Jim, Johnny y Nancy Flor
tres personajes de antología,
de apología,
extraña historia del terror.

Ella tenía los ojos grises,
Johnny pintaba flores de azahar,
Jim era dulce, un soñador.

Ella bailaba todas las noches,
Jim la soñaba en un bazar
rodeada de otros muñecos
que la adoraban por su candor.

Eran hermanos los dos adoradores de Nancy Flor.

Por la calle caminaban
los tres en silencio,
mas el corazón no calla, traidor.
Y Jim lo supo.
Daban las doce en el cuco.

Caía el sol en la acera
y Dulce Jim vio un gran amor
en las dos sombras de Johnny y Nancy Flor
unidas a ras de tierra.

El dolor apenas quema
cuando nada queda en el hueco
de un antiguo corazón.

El asesino huyó de la justicia
pero le persigue el eco
de una loca ilusión
que con diabólica malicia
persiste en tener razón.

Una flor era Nancy para Jim,
mas una flor pintada antaño
por un solo enamorado
que no fue Jim, sino John.

 

 

Pasaban de las doce de la noche cuando regresaba…

Pasaban de las doce de la noche cuando regresaba
a casa, y juro que no bebí, pero allí estaban los dos, ju-
gando a cartas a la vuelta de la esquina. Eran dos som-
bras para siempre enamoradas: Bécquer y Ché Guevara.

 

 

Tasaban de las doce de la noche cuando regresaba…

Todo sucedió con la máxima sencillez, de acuerdo con lo que
las conveniencias exigen y sin efectación alguna por su parte.
Corazón Amarillo Sangre Azul pronunció su último mensaje:
dejad en paz a los alcohólicos y no olvidéis que los cisnes
cantan antes de morir.

 


 

Un hombre triste su barco…

Un hombre triste su barco: Alegre, ése fue Jim.
Dulce conmigo, mas no risueño; qué corazón

Jim en el parque, y sin sombrero. Ay dios, qué miedo
si es un matón. Ay dios qué pena, si un día parte
como llegó.

Tiene los ojos rojos y on the sea mira como un traidor.
¿Serás payaso? , dije, y sobre el césped se revolcó. Y eso
que no soy niña que con desconocidos antes hablara yo.

Cortaste lirios en las praderas y a Johnny mataste en
Nueva York. Fue por amor: bailaba en Broadway Nancy Flor.

Ah, Dulce Jim qué consuelo cuando los adolescentes se
enamoran y de esquina en esquina les nace en el pecho
un corazón.

Dulce Jim vendrá mañana
y nos trae la ilusión.

Un amor tiene cualquiera
pero Dulce Jim, no

Una ilusión es la quimera de su roto corazón: que, con la primavera,
a puerto su barco arribará y, en los parques de las ciudades
historias a las muchachas cantará: la del príncipe y la chica fea,
la flor de Nancy, la habanera, y Johnny el Prometedor.

Un amor tiene cualquiera
mas Dulce Jim, jamás

¿Si muere Jim, llorarás tú ? Va preguntando a las mujeres,
arrabaleras, niñeras, quinceañeras.

Parte su barco, rojo por dentro, antes de oír el sí o el
no. Ya las respuestas no le interesan. Ya nunca baila en
Broadway Nancy Flor.

Es Dulce Jim un alma en pena,
mi gran amor,
es un farsante,
un caminante,
un peripuesto hablador,
un traficante de corazones,
un triste amante de Nancy Flor.

Y tiene un perro que ladra fuerte cuando regresa de
madrugada al barco que fue de Johnny y de su amor.

 


Yo hubiera deseado verme entrar enfurecida…

Yo hubiera deseado verme entrar enfurecida en la pequeña sala
del Café Boscán y pistola en mano buscar entre las mesas su rostro ladeado hacia otro rostro.
Hablaba palabras húmedas, enmohecidas. Hubiera pegado a su frente
el cañón de la pistola y, tan sublime como siempre fue, aún me daría
las gracias por haberle proporcionado el frescor del hierro en los
últimos momentos de su vida. Los gavilanes de medianoche
se levantaron, sobrecogidos, de las mesas. En mitad del fox se oyó un disparo y al encenderse las luces me vieron a mí,
besando la sangre que cruzaba el rostro de la sombra. Tenía un sabor agridulce y al despertar de mi sueño lo contaba.
Porque aunque pensé muchas veces en hacerlo, yo nunca iba a dejarme sufrir tanto. Por eso cada noche, al acostarme,
me concentraba en el suceso para soñarlo. Al despertar, por la mañana, me pesaba en los labios la sangre espesa de la sombra.