Merino, Ana
Poeta española nacida en Madrid en 1971.
Estudió un año en la Rijksuniversiteit de Groningren, Paises Bajos, es Licenciada en Historia Moderna y Contemporánea
por la Universidad Autónoma de Madrid, realizó un Master en Literatura Española y Latinoamericana por la Ohio State
University, y recibió luego el doctorado en la Universidad de Pittsburgh con una tesis sobre el cómic en el mundo
latinoamericano. Actualmente es profesora asociada de escritura creativa en español en la Universidad de Iowa.
Con su primer poemario, “Preparativos para un viaje”, obtuvo el premio Adonais en 1994. Es autora además, de
“Los días gemelos” Visor 1997; “La voz de los relojes” Visor 2000; “Juegos de niños” Visor 2003, Premio Fray Luis de León,
y “Compañera de celda” Visor 2006, traducido al inglés en el año 2007.
Ha publicado artículos en importantes periódicos y revistas españolas y americanas, y ha sido antologada en numerosas ocasiones.
Para Luis Muñoz
Que te devuelvan el tiempo de los lunes
y los hagan festivos en tu agenda
para que la semana no te pese tanto
y puedas sentir los dientes de las calles
mordisquear con ternura
el último tramo del domingo.
Que te devuelvan las horas de los lunes
y las puedas guardar entre las sábanas
para que la ciudad se duerma en tu regazo
y se llenen de ti los que te miran.
Que te traigan el ritmo de los sueños
y los puedas bailar,
que la luz de tu abrazo
se guarde algún secreto.
Que los lunes se aprendan
de memoria tu cuerpo.
Que no le falte nada a tu universo
porque el dios de la noche
el lunes descansó
para esperarte.
De “Compañera de celda” 2006
Algunos susurros en la memoria…
Algunos susurros en la memoria
son voces familiares,
sonidos que decrecen
en cada latido.
Los labios se desfiguran
por un olvido que erosiona las imágenes
y hay olas que escarban
con uñas transparentes
golpeando el vientre de las rocas.
Y los veranos inmensos
son parte de barajas
que perdieron espadas y bastos
en batallas y meriendas.
Ni las tormentas son las mismas
ni los segundos desde el rayo
hasta el trueno diabólico.
Ni siquiera ya me impresiona
el universo de noche
al dar la vuelta a la manzana.
Y todo porque nos volvemos ajenos
con nuevas lluvias y horizontes,
con la consciencia de lo efímero
y la dulzura del ensimismamiento.
De “Preparativos para un viaje” 1995
Con el consentimiento de la nieve
caminaré despacio.
Alguien habrá que espere junto al fuego
y yo, que estaré ciega por el frío,
haré paradas breves,
sacudiré el paraguas y empezaré de nuevo.
El único secreto es no sentirse
inmensamente lleno de verdades.
No aceptar nunca las invitaciones
que la neblina
sugiere al anidar con sus disfraces
de paisaje feliz, de grandes sueños.
Alguien habrá que diga, se ha perdido,
alguien saldrá a buscarme,
y llevará el calor de una botella
donde podré mandarte este mensaje.
De “Los días gemelos” 1997
No me obligues a vivir
como si cada instante
fuese la tarea acumulada
que dejamos para el último minuto.
Si quieres ser mi cuerpo
no me robes la calma
ni la penumbra de la tarde
que nace tras la bruma
de un bosque encantado.
He huido tantas veces de ti,
pero siempre estás a mi lado.
Tus rodillas y mi forma de llorar,
tus manos y mi sudor,
tus ojos y mi mirada.
No me obligues a vivir
pensando que no tienes ganas
de hacerte vieja conmigo,
que existo en ti por inercia,
que no te importa que me duela
saberte tan frágil.
He tratado de ignorarte,
de evitar la sensación
de tus dedos
cuando sienten la extrañeza
de unos síntomas grises.
Mi angustia
como un aliento fantasma
se aferra al sueño de la vida
y aprende a sonreír
con tu boca a los médicos.
Si quieres ser mi cuerpo
déjame adormecerme en tus párpados,
soñar que somos una sola,
y tú no me traicionas
en la mesa de un quirófano,
que vas a despertarte conmigo
de la misma pesadilla,
que vas a sentirme
más viva que nunca en tu garganta.
No me obligues a madurar
aprendiendo a leer
el mapa de cicatrices de tu cuerpo,
no quiero reconocer otra herida
ni que confundas
el desamor con las enfermedades
y sus nudos de fiebre.
Que no pague tu cuerpo mis pecados
en el naufragio azul de los océanos,
que la distancia sea
un reloj de metal y una tarde de nieve
donde la vida quiera
aprender a besarme en tus labios.
De “Compañera de celda” 2006
Vuelve a soñar
que en tus pies
te caben mis zapatos.
No le temas al tiempo
que has pasado
sin rozarte con mi sombra.
Tu cárcel de palabras
no me importa,
mis zapatos
están llenos de ti,
me perteneces cada vez que camino
por tu memoria suicida
de amante condenado
al desamor perpetuo.
Vuelve a soñar
que soy yo la que te mira
en el espejo del baño,
y tu abrazo me hace ser
idéntica a ti.
No le temas al tiempo
que dejaste pasar
cada vez que mis labios
evocaban tu rastro
de pequeño secreto
guardado en un reloj
con forma de juguete.
Vuelve a soñar
que nos cruzamos
en un desierto lleno
de lagartijas y aguacates,
y las mañanitas se transforman
en nuestro último baile.
Vuelve a soñarme ahora
que ya eres viejo
y me atrevo a buscarte
sin pedirte permiso
porque fuiste mi cuerpo
ya mi también me duelen tus cadenas.
De “Compañera de celda” 2006
Sobre el dolor de estar
y no ser querido
pongo el mantel y espero la cena.
Cada habitación tiene un sonido
a modo de selva
o de tormenta.
Pero es en el baño
donde los espejos no disimulan,
escupen.
Cada rincón tiene su nido
y allí las arañas
preparan sus telas;
pero es en el patio
donde me dedico a despiojar niños
y aplasto las liendres con las uñas
como si fuese una gran cacería
de dedos largos
y pelo sucio.
Sobre el dolor se quejan mis manos
y yo me olvido, no existo;
ni siquiera a golpes abro la boca.
De “Preparativos para un viaje” 1995
Para Martín López- Vega
Seremos niños
cuando la muerte roce el quinto cielo.
Querremos abrazarnos
a la risa que deja la inocencia
en los tejados.
Maullidos de gato
que planean
tomar el territorio de las sombras.
Y nosotros debatiéndonos
entre un intento por volar
y un anhelo enfermizo
por querer escapar
de nuestro propio cuerpo.
Seremos niños
olvidando el olor que dejan los adultos,
el rastro de sus miedos
atado a las desgracias de las vidas ajenas.
La vejez será el eco
de los acantilados,
murmullo de cisternas
bebiéndose el silencio de la noche.
Seremos niños buenos
en ataúdes blancos
y trenzaremos sueños
humedeciendo el mimbre
en las aguas termales
de los cuentos de hadas.
De “Compañera de celda” 2006
Caerás con tus pisadas.
Madurará tu obra
con ese nuevo gesto
de un paso equivocado
y el rostro por el suelo.
A veces los tropiezos
esconden otro rumbo
en donde los errores
no saben a fracaso.
A veces, aunque duela,
tenemos que caernos
y, desde lo más hondo,
tocar el infinito
en la lombriz sin ojos
que viene a saludarnos.
De “Los días gemelos” 1997
I
Abandonas tu sombra en el camino
y te empuja la niebla a regar el otoño
con lluvia de cenizas.
Quizá te reconozca la añoranza de otros
que esperan que tus pasos delaten y murmuren
el nombre de la nube
que arrancó los cimientos de tu casa.
No sabrás si tus hijos
te llamaron a gritos con la boca quemada.
Si quedaron pupitres
con niños olvidados
o la tierra abrazó todas las almas.
II
EL último secreto que guarda la memoria
me ha dejado muda.
En esta tormenta que huele a pasado
se parten las ramas de todos los árboles
y un largo paseo me invita a ser alguien
que no reconozco.
Le han traído al tiempo la voz de otro idioma
y lleva las uñas pintadas de negro
como los fantasmas que no se acostumbran
a ser epitafio.
No quiero oír mañana que mi vida
espera un destino detrás de los sueños,
que no puedo ahogarme en este presente
que nubla la tarde
y entierra en su lienzo
a todas las sombras.
De “Preparativos para un viaje” 1995
¿Si yo soy tu sueño
por qué me siento sola
cuando me sueñas?
Llego arrastrándome
a tu boca cuando duermes
y no sé cómo empezar
a contarte una historia
que se parezca a ti
para que nunca sepas
que yo vivo contigo.
Los sueños somos
como las sombras,
pertenecemos a un solo cuerpo
pero queremos ser
otra persona.
De “Compañera de celda” 2006
Piedra
fría,
rincón silencioso
junto al regazo de los muertos.
Papel
para escribir
unas breves líneas,
la despedida apresurada
del viajero.
Tijera
para cortarle la lengua al mar
cuando suspira.
Tijera
para cortar los sueños
de los ahogados.
Papel
para escribir sus nombres.
Estrecho de piedra,
barquito de papel
arrecifes de tijera.
Un poema triste
para los que se quedaron sin aire
en las orillas.
Lágrimas de piedra
pateras de papel
y la boca del mar
con dientes de tijera.
De “Compañera de celda” 2006
Quedarme en casa,
sumergida en los pliegues de las horas,
y no esperar a nadie.
Que los ojos escuchen
y se olviden del mundo.
Que me arrope el silencio
y respire en mi nuca
su suave indiferencia.
Que vivir sea esto,
sin palabras de aguja
ni rodillas de llanto,
con el tiempo desnudo al borde de la cama
y mi boca dormida en su tímido beso.
De “Los días gemelos” 1997