Larrea, Juan
Poeta y ensayista español nacido en Bilbao en 1895.
Inspirado por la poética de Gerardo Diego se inició desde muy joven en la etapa del creacionismo,
vinculándose luego al movimiento vanguardista a través de su amistad con importantes poetas hispanoamericanos
comoVicente Huidobro y César Vallejo.
Fue bibliotecario de profesión, vivió en Paris por mucho tiempo y a raíz de la Guerra Civil española, se exilió en México,
Estados Unidos y Argentina.
Su obra poética está contenida en “Oscuro dominio” publicado en México en 1935, y en la recopilación de su obra completa
bajo el nombre de “Versión celeste” en 1969.
Falleció en Córdoba, Argentina en 1980
Alba de no entender nada
El horizonte salta a los ojos de su amor
arrastrando consigo la esperanza de sobrevivirse
en este olvido sonrosado de carne y de sí mismo
se está lejos de ser puro
en mi vida te veo
desleída inasible
los brazos se buscan los brazos se alargan
imaginarios
desde una a otra orilla de la llama
Quisieran matarme
pensando volver a verte
no hallarían de ti más que la esperanza de estar desnudo
En el fondo estas mujeres necesarias del frío
estas mujeres sin recuerdos más allá de los abedules
palidecen sin saber por qué
El cielo en cambio está enfermo de pizarras
y sus cabellos caen como pozos de mina
El cielo el cielo ingeniero amigo mío
construirás un velero con el soplo que me anima
puesto que el reloj hace el dragado de nuestros fastidios
y su círculo viene a ser nuestra corona a menudo de espinas
Sobre el horizonte de ciego que la hora mojada tentalea
los pichones se conducen como segundas intenciones
empleando hasta el final la mano de obra del otoño
Auque la tarde haga sus víctimas
si tú no temes el deterioro de los mares
ven con tus párpados hinchados por un aire familiar
ven a expandirte como los autores de cartas anónimas
Sol de las cumbres sol
Un esplendor sin velos en el hueco del aire
¿quién no ama a las gaviotas que desprenden tus buenos modales?
quemando impaciencias en el corazón del mar
deja ondear el ritmo de una veleta altanera
por otra parte nada es más digno de ti que
el pudor de un párpado humedecido
(pero tú te equivocas de
tristeza y de lámpara
soñadora
pequeña casa gris
tristeza de la lámpara
de las abnegaciones en el fondo marítimas
por una extraña coincidencia
camisa gris apenas
con toda el alba esencial de una botadura de barco
me deslizo camisa
hacia el infinito
me deslizo
camisa
con placer)
Entre lirios de falsa alarma
la insistencia de una avispa deja adivinar tu cuerpo
el ardor ahoga una presa demasiado mía para ser fingida
nodriza de dos filos sobre su lecho de convidado
el ardor deshace el nudo de la marisma viviente
donde el amor te esparce y se retira
El ancla de tu palidez se sumerge
hasta la detención de las formas es aquí
donde la lluvia se pinta de azul el corazón
y furtiva una corriente de aire
desmiente ese gesto que significa ignoro
el bello blanco que ofrezco
El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda
y descompone tu cabeza en siete ruiseñores mórbidos
lo hay ya necesidad de apagar nuestras heridas
espacio por sí mismo se olvida para plegarse a tus alas
Traducción de Gerardo Diego
El corazón viene a encallarse en su forma habitual
La transparencia viaja a lo largo de sus brazos
la transparencia prolonga una vida sin amargura
es en el lecho de su lago
un pedazo de ella misma de ella misma rodeada
centellear de las sombras alud inimitable
el ámbar desnudo de la vida ya no ofrece resistencia
(Una mirada nos separa
un día hermoso nos enluta
porque edificas tu casa
con todo lo que de mí mismo ignoro)
Traducción de Carlos Barral
El mar en persona
He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor
He aquí el mar sin sueño como un gran miedo de tréboles en flor
y en postura de tierra sumisa al parecer
Ya se van con sus lanas de evidencia su nube y su labor
A la sombra de un olmo nunca hay tiempo que perder
Crédula exquisita la oscuridad sale a mi encuentro
Mi frente abriga la corteza del pan que llevo adentro
cortado a pico sobre un pájaro inseguro
Y así me alejo bajo la acción del piano
que me cose a las plantas precursoras del mar
Un ciervo de otoño baja a lamer la luna de tu mano
Y ahora a mi orilla el mundo se empieza a desnudar
para morirse de árboles al fondo de mis ojos.
Mis cabellos se llenan de peces de penumbra
y de esqueletos de navíos forzosos
Sin ir más lejos
tú eres fría como el hacha que derriba el silencio
en la lucha entre el paisaje y su golpe de vista
Mas cuando el cielo exporta sus célebres pianistas
y la lluvia el olor de mi persona
cómo tu hermoso corazón se traiciona
El niño ofrece sus ojos a los tallos del viento
Deshechos como lechos profundos de gestos pero descarnados
dejando caer nuestras paredes a lo largo de nuestro Mcuerpo
en este otoño que no osa llenar la distancia entre tus manos
en este otoño desfigurado por el color de mis desvelos
Paseando las sombrillas de un viento de carne mis cicatrices
han olvidado sus llaves en los furtivos reflejos de las aguas
pero la canastilla que flota allí llena de pestañeos efímeros
me indemniza de tantas y tantas puertas cerradas detrás de ti
Comparte tú mi angustia y mis banderas llovedoras
vela por el canario que persigue su flauta entre mis huesos
que come y bebe las tardes en los huecos de una lengua ausente
exponiéndose a ser sorprendido demasiado lejos de mi sueño
Traducción de Gerardo Diego
El surtidor de alma donde tu esperanza se abate es sólo una hipótesis falsa aunque bonita
Todos los jardines empiezan por sanarte
Te mueves
y la luz se enturbia
crees que evitas las zarzas y entonces es cuando tus cabellos se tornan transparentes
Comprendido por la distancia hermano de tu hermano tierra de tu tierra
el jardín te relame con motivo del jardín de tus poros
Tu frente desmigaja las tardes desde la cúspide de tus alabanzas
Hay ya algunos barquitos en tu saliva
Tus cabellos están fuera de ti misma sufriendo pero perdonando
gracias al lago que se deshace en círculos
alrededor de los ahogados cuya gotera de pasos muertos
ahonda en tu corazón el vacío que nada vendrá a llenar
aún si sientes la necesidad de zurcir
aún si tu nuca se pliega a los menores caprichos del viento
que exploras tu actitud y ahuyenta la ventana allí dormida
y abre tus párpados y tus brazos y se lleva
si tienes necesidad de zurcir
todo tu follaje hacia tus extremidades
Su olor se alía a la obediencia de mi memoria
si en el mundo existen hojas ella no tiene la culpa
En los muros de alas sus olvidos vienen a ser muebles de época
su voz agrupa en la sombra las ráfagas de ojos negros
Sus manos de habitación que comunica con el establo
respiran el orden que reina en el corazón de los rompientes de luz
sus ojos se agrietan en la superficie de un agua de mesa
sobre la mesa una flor sostiene su presencia de espíritu
Ella come las víctimas de un durmiente solitario
Al andar desprende una estatua a cada paso
Pero cuando su piel no es más que una nueva forma de obediencia
la pelusa que mi alma despide hacia su ombligo
sale en tribus de nieve o de huesos sacudidos por la danza
sale de los pequeños túneles de mis piernas visibles
Traducción de Gerardo Diego
Islotes de soledad puños de paraíso cerrado
el azul del cielo alumbra mejor que ningún otro síntoma
las relaciones que existen entre mis ojos y los brotes de mujer
cuando la sombra desella el ave que cifra la esperanza del mundo
Pero tú controversia en el verdor
provisto de brazos para vencer la repugnancia de los soñadores
reloj que dosifica el viento de las aventuras
separada de mi cuerpo por una antigua victoria
coronada de rosas iniciativas
por qué piensas que nunca es demasiado tarde
cuando las playas vacilan entre el cielo y sus menudos quehaceres
Nadie desciende de una lámpara
No mientas más enfermedad
sólo ha quedado un olvido
llévatelo lejos de aquí
las acuarelas de la sangre tamborilean
la tarde de sus brazos la he tomado
llévate todo
sostenida por sus dos tinieblas
sombra y sol te lo juro
allí donde el perdón se derrumba
en traje de novia la ignorancia trapea
donde el sol recibe las confidencias para hacer qué
imposible recuerdo me llama dulzor
escúchame sin niños de agua adormilada
tú me amas corazón de arena noche y día
tú me amas
cumbres delicia ya no soy aquél
que el cielo oscurecía fuera
El precio de tu silencio
y la aureola de las losas
el día reducido a tu mano
la mano reducida a su invierno apremiante
la salida deja que mueran sus mirlos
soltando una carne azulada
como los ojos que siguen lentamente
fuera del dominio del oro tus piernas irradiantes
todo lo imprevisto en el relámpago de un cuchillo
todo el horizonte en la espera de un sobresalto
todos los secretos todos los pesares en una estrella
Entre tú y yo el cielo ahogaba a su presa
entre el orden y tú la fuga encamaba a sus peldaños
entre el ala y yo el alba amaba su sangre fría
Entre tú y yo los verdores innatos soltaron
el pecho de vidrio y de trueno
arrastrando carriles de espuma gracia inútil
en los parajes dolorosos para una sola persona
Escombros de llanura por todas partes donde la boca serpea
cuando mi cadáver aún está en su casa
Deja fluir mis huesos entre las hojas
entre las hojas nacidas de haberte conocido
un día de lluvia
cuando los barquichuelos de tus orejas
cortaban las flores ocultas bajo los nombres de mis calles
No a la arena ya su soltura
no a los pies dispuestos a la persecución
no a un techo más cálido que otro
no a la noche perforada detrás de la oreja
no a los guijarros heroicos a las capas de polvo
no a la llamada del oro adulterado de las dudas
no a los adioses a las mentiras a las reconciliaciones
a todo lo que no sea asegurarme
que ni tú ni yo hemos existido nunca
Traducción de Carlos Barral
La caída de vuestros cabellos es el ángel que me eterniza señora
pero cada día nos sirve un ala de horizonte posible
en la vajilla que rompe vuestra risa
sobre el fondo incansable de vuestro carácter
El abanico instalado en vuestro aire de familia
retiene su soplo y vuestro rostro se aquieta
fuera hace entonces frío todas las piedras están huérfanas
todos los puños cerrados todas las cenizas al acecho
cada gota de sol testimonia una voluntad opuesta a honrar vuestras deudas
Parcialmente sentado sobre un filón de alma no me atrevo
a oscilar de miedo a que cielo y tierra rechinen los goznes de nuestra vida privada
si yo os contemplo la noche deposita un sauce en la llanura de los suspiros
si me duermo el viento abre el armario de mi espalda
y deja huir las alas de los verdores
Traducción de Gerardo Diego
Un gran viento se ha levantado entre tu espalda y tú
un gran viento armonioso de sorpresas y pámpanos
en el que voy raptado por un celo sin máscara
hacia ese último extravío que un racimo de olvido asombra
La estatua corporal del éxtasis es sacudida
sin embargo porque el sol al cabo de fatigas
no se acuerda de haber quemado tu sonrisa
sólo la niebla que cae despliega sus alas de helecho
El proceder ilimitado de la otoñada desfallece
en los brazos transparentes de un bello curso de mentiras
y el amor reflejado al filo de los adioses se derrumba
labios abandonados concluidos como dos remos
(La única manera de ser dos es creer en tu dolor
dándole un sentido a la tarde que tiembla y se deshoja
como un ramo de azares escogido aprisa en, el destino
de un ser llamado a producir un tierno despojo mortal )
Este mundo reconstruye el crimen de haberte visto
enteramente desnuda
antorcha
no domesticada
Como ala una concesión a la sombra
un gusto definido por los peligros al sol
una vida corta
una reserva prudente
En la escuela de los vencidos el hollín empavesa sus ventanas
el rosal que te ignora ocupa aquí poco sitio
las contingencias se agolpan a la puerta como mendigos
el error se guía por su volumen
La tormenta flaquea en la espera
La mía
Amiga mía eres tierna hasta el delirio
aquí está la hierba que sube por tus piernas
qué llama ligera
puesto que en cada oreja una anémona
la tierra jamás escucha las palabras que uno quisiera
hagamos nacer mariposas suscitando inquietudes
suscitando caléndulas para huir a no importa dónde
no demasiado pero sin embargo
¿no es así?