Grande, Felix

Reseña biográfica

Poeta, escritor, ensayista y crítico español nacido en Mérida, Badajoz, en 1937.

Autor de múltiples facetas, es un genuino representante de la generación de poetas de la década del sesenta.

Es letrista, guitarrista y un estudioso apasionado del flamenco, al que dedicó su última obra «Paco de Lucía y Camarón de la Isla».

Ha obtenido, entre otros, los premios de poesía Adonais en 1963, Alcavarán en 1963, Guipúzcoa en 1965, Eugenio d’Ors en 1965, Gabriel Miró en 1966, Casa de las Américas en 1967, Nacional de Literatura en 1978, Barcarola en 1989 y Premio Nacional de Letras 2004.

De su obra deben destacarse las siguientes ediciones: «Taranto», «Las piedras», «Música amenazada», «Blanco Spirituals», «Las rubaiyátas de Horacio Martín» y «Biografía».

Amada

Amada, sólo un tema me queda hoy en la vida:

tú eres mi tema, tú eres mi asunto solitario;

en mi espalda te llevo igual que un dromedario

en el desierto lleva su gran agua escondida;

igual que el dromedario cruza los arenales

una vez y otra vez sin salir del desierto,

con su estéril nostalgia de valle, hasta que es muerto

sobre los arenales, sobre los arenales;

igual que el dromedario yo soporto las cargas

con mi paso cansino de soledad, las llevo

sobre mí por arenas persistentes y largas;

y, como el dromedario, avaricioso, traje

mi cántaro de agua, y te bebo y te bebo

sin otro dios que tú mientras dura el viaje.

Ayer en fondo

Son canas infantiles.

Recuerdos de la infancia.

Por ese tiempo aquel

tu figurilla blanca.

(Te imagino allí, breve,

al corro, con palabras

medias. Puras.

-El tiempo.

El tiempo, el tiempo, hermana.)

Eras. Fuiste. Has sido.

Nostalgia de nostalgia.

¡Y estas fotografías

que todo me lo aclaran!

Mirándolas estamos.

Te pregunto. Me hablas.

Mi pregunta es un eco;

tu respuesta una cana:

parece que respondes

como si preguntaras.

Eras. Fuiste. Has sido.

Me duele un poco tanta

inocencia. Me duele

más que la mía tu infancia.

Ayer en fondo. Sueña.

Parece una cantata.

¡Música de una niña

mirándome, lejana!

Y, en marco, ¡los paisajes

aquellos que te guardan!

Estamos juntos viendo

arqueologías cuadradas,

testamentos pequeños,

lejanías, cantatas.

Cartoncitos.

Nos lloran.

Los ancianos del alma.

Ayer en fondo. Nunca,

nunca será mañana.

Los paisajes aquellos,

¡tu figurilla blanca!

Carta

Mi amada

estará pensando en mí:

¡la una de la madrugada!

¿El amor empieza así,

cada uno solo en su lecho,

sin dormir,

y deseando recibir

otro balazo en el pecho?

El camino

clandestino

con rumor de sabia nueva

y tierra sin pisar, ¿ lleva

a buen fin, a buen destino?

¿O es otra vez el ciclón

que empieza con un suspiro

y que acabará de un tiro

partiéndome el corazón?

No lo sé.

Me temo quo lo sabré

cuando estén llenos de azufre

los silos de la memoria:

¿Sólo comprende el que sufre?

¿Sólo el dolor tiene historia?

¿O quizás, y todavía,

será posible inventar

la historia de la alegría?

¡Preguntar y preguntar,

desvelado,

con azufre en el pasado

y fracturas y despojos

en donde ponga los ojos!

Sin embargo, ¡ah, sin embargo,

don Antonio!,

por entre un saber amargo

aguardo como un demonio

que una mujer, desvelada

por un secreto y un hombre,

ponga mi nombre en su almohada

y al fin se duerma dichosa

con una mano olvidada

orilla a su oscura rosa.

¿No escarmienta la ilusión?

¡La una de la madrugada

y el tictac del corazón

avanzado, sin dormir

y afanoso,

por el tiempo misterioso

que aún falta para morir!

Casida de la alta madrugada

Cuando te acuerdes de mi cuerpo

y no puedas dormir

y te levantes medio desnuda

y camines a tientas por tus habitaciones

borracha de estupor y de rabia

en algún lugar de la Tierra

yo andaré insomne por algún pasillo

careciendo de ti toda la noche

oyéndote ulular muy lejos y escribiendo

estos versos degenerados.

Cuando medita en su desgana suntuosa…

Cuando medita en su desgana suntuosa,

en su corteza sideral de cansancio,

en su sueldo de hastío y de temor;

cuando medita en esa cerradura

enmohecida de miseria y de espanto,

cuando se enciende en él esa rara bombilla

con que alumbra la casa de la vida

y ve en ella un cubil bárbaramente amenazado

y ojeroso de historia imperfecta,

de desamor y de coágulos,

de aborto de generaciones y de ecuménica ruina;

entonces,

apasionadamente quiere no recordar,

perpetrar actos orientados hacia el desnacimiento,

fugarse desde el miedo hacia el olvido,

apuñalar su olvido hasta que sangre olvido;

y entonces

se enrosca a un cuerpo de mujer

y convierte en un gesto turbulento y suicida

lo que mantiene al mundo

y busca en la matriz no un siempre venturoso

sino un jamás enérgico,

no un hijo sino una caverna de descanso,

no un porvenir ilusionado

sino el umbrío rincón para la fiera herida;

y entonces,

mientras su hembra se le aleja

de saciedad o humillación,

él piensa que esa brasa sensual

resulte ser acaso lo anciano de la idea,

y comprende en silencio que se inunda en la carne

igual que el torturado se refugia en su ay tumultuoso.

Dame un ungüento de carne, loba

La prisa despareja con que miro tu piel

la premura apretada con que altero tu cuerpo

y este desasosiego en que empapo mi lengua

para hablarle a tu carne y lamer a tu voz

son como ávidas gotas de estaño compasivo

que busca aminorar las grietas de la muerte

La planta de la edad nos chupa nuestros días

abriéndose como una flor negra, abominable

y en este esplendor de hoy se oculta la simiente

de una desposesión calcinada y perversa

como la del desierto. En el calcio del tacto

hay una lenta caries que nos invade desde

el fin aterrador del tiempo y de la vida

Presuroso y perdido unto en mí tu persona

y soy un bulto de hombre y de loco y de perro

que corre por tu cuerpo y a la vez por un túnel

despavoridamente lamiendo en las tinieblas

Del árbol de los tiempos nos hemos desprendido…

Del árbol de los tiempos nos hemos desprendido

bajo todo un sistema de galaxias de años;

y ahora estamos mirándonos y nos vemos extraños

igual que dos océanos que se hubieran unido;

hemos viajado tanto, es tan hondo el misterio

de coincidir, y amarse, desde vías tan remotas;

aún estamos buscándonos en el tiempo: dos motas

de polvo de ciprés tanteando un cementerio;

nos estamos mirando como dos aves pobres,

lastimados de vuelo, lastimados de espacio,

lastimados del tiempo que nos ha estado viendo;

nos estamos mirando lo mismo que dos sobres

cerrados el uno frente al otro que, despacio,

se van abriendo, se van abriendo, se van abriendo.

Donde fuiste feliz alguna vez…

Donde fuiste feliz alguna vez

no debieras volver jamás: el tiempo

habrá hecho sus destrozos, levantando

su muro fronterizo

contra el que la ilusión chocará estupefacta.

El tiempo habrá labrado,

paciente, tu fracaso

mientras faltabas, mientras ibas

ingenuamente por el mundo

conservando como recuerdo

lo que era destrucción subterránea, ruina.

Si la felicidad te la dio una mujer

ahora habrá envejecido u olvidado

y sólo sentirás asombro

-el anticipo de las maldiciones.

Si una taberna fue, habrá cambiado

de dueño o de clientes

y tu rincón se habrá ocupado

con intrusos fantasmagóricos

que con su ajeneidad, te empujan a la calle, al vacío.

Si fue un barrio, hallarás

entre los cambios del urbano progreso

tu cadáver diseminado.

No debieras volver jamás a nada, a nadie,

pues toda historia interrumpida

tan sólo sobrevive

para vengarse en la ilusión, clavarle

su cuchillo desesperado,

morir asesinando.

Mas sabes que la dicha es como un criminal

que seduce a su victima

que la reclama con atroz dulzura

mientras esconde la mano homicida.

Sabes que volverás, que te hallas condenado

a regresar, humilde, donde fuiste feliz.

Sabes que volverás

porque la dicha consistió en marcarte

con la nostalgia, convertirte

la vida en cicatriz;

y si has de ser leal, girarás errabundo

alrededor del desastre entrañable

como girase un perro ante la tumba

de su dueño… su dueño… su dueño…

El infierno

El bien irreparable que me hizo tu belleza

y la felicidad que se llevó tu piel

son como dos avispas que tengo en la cabeza

poniendo azufre donde conservaba tu miel.

¡Cambió tanto la cena! Botijas de tristeza

en vez de vasos de alba tiene hoy este mantel

y aquel fervor, espero esta noche a que cueza

para servirme un plato de lo que queda: yel.

Rara la mesa está: La miro con asombro,

como y bebo extrañeza y horror y absurdo y pena.

Se acabó todo aquel milagro alimenticio

tras un postre espantoso me levanto y te nombro

que es el último trago de dolor de esta cena,

y voy solo a la cama como quien va al suplicio.

El vino a solas, la memoria ardiendo

Sombra, qué tarde llegas y te vas qué temprano.

Te has sentado en mis sillas, perfumando mi pieza.

Llovían mis propios años sobre mi pelo cano.

Discretamente heme revolcado en tristeza.

Sagrada es la inocencia con su olor a verano,

y con su olor a mundo sagrada es la belleza.

Vienen toros de nieve lamiéndome la mano;

y el Tiempo, en la ventana aplasta su cabeza.

Delicada catástrofe; desgracia taciturna.

La escasa fe maltrecha que queda se embadurna

en interrogaciones sin futuro ni afán.

Y me he quedado solo, sin sombra, mortecino,

rebuscando calor en mi aterido vino.

La vida nos engaña, las cosas se nos van.

Elogio de las bestias

¿Sabías que hay bestias mansas y leales

que cuando pierden su pareja

husmean el viento con hocico furioso

atacan braman reflexionan

se niegan a comer y giran y enloquecen?

“Las rubáiyátas de Horacio Martín” 1978

Elogio de lo irreparable

Sé involuntaria. Sé febril. Olvida

sobre la cama hasta tu propio idioma.

No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.

Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.

Atérrate, mete la mano en el abismo.

Remueve tu deseo como una herida fresca.

Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.

En el amor no existe

lo verdadero sin lo irreparable.

Homenaje

Tanta desolación

nevando

sobre la emocionante calavera del hombre,

tanta amenaza

torturando

con sus bíceps laboriosos y oscuros,

tanta mentira

obstaculizando

el caminar bovino de la historia,

tanta guerra

empujando conciencias a su origen selvático

donde no conocieron más que el miedo y el hambre

-dos fracasos entonces, dos fracasos ahora-,

tanto reojo, tanta pesadilla diurna,

tanta infamia ensuciando con vómitos de fuerza

al cráneo liberal del hombre,

tanto anticipo funerario

inyectado en las sienes meditativas

como un residuo liquido de horror,

tanto odio eyaculando lápidas,

tanta diarrea de asesinatos,

tanta infección, tanto desprecio

ensordecen la melodía y agrietan al descanso,

enmudecen al sol sonoro, carcomen la noche solemne,

ciegan las calles, astillan las ciudades,

sofocan las naciones y quieren refutar al mundo;

en cuanto al hombre y la mujer,

los retuercen, los desfiguran, los recubren de caries,

los contaminan de desastre,

los ensucian, los pisan, los ultrajan.

Aplaudida, llorada, amada sea

la ofendida pareja de mi siglo

que con dificultad y obstinación mellizas

se coge de las manos sobreviviendo épicamente,

tratando de soltar el quebrado sentido de la tierra

por debajo del tiempo epilepsíaco, la ruina y el crimen.

Amado sea tan machacado e inmortal desafío.

Íntima

Íntima: ya conoces mi corazón, conoces

la solvencia que tiene mi andrajosa tristeza.

ya sabes la semilla que habita en mi cabeza

plagada de cizañas, de sequías y de hoces;

cálida: ya has bebido mis alcoholes feroces,

ya has fijado a tu dulce sumisa fortaleza

el yugo de mi vida perdida, en donde empieza

un abismo nocturno de pasos y de voces;

mágica: ya has resuelto mi instinto de venganza

en esta tarea lenta de amar, más que esperanza,

desde la que recibo mi reposo profundo;

trágica: ya has caído, besándolo, al contagio,

ya has heredado el hosco clamor de mi naufragio,

ya te arrastra la enorme velocidad del mundo.

La edad de los misiles

1

Baja desde el futuro un tufo a crimen ecuménico

el mono horrible de la muerte espesa

remontando la selva calcinada que muestra el vaticinio

amanece jugando sobre los hombros del presente infectado

el mono horrible con su mueca colorada epiléptica

tira de las orejas a américa a asia a europa

retuerce la nariz al rostro occidental

mete los dedos en los ojos de oriente

y atormenta a la hoja del calendario que esta noche

con la unción del terror arrancamos entre silencio

desciende avanza esa bufatarada de infortunio

es como un tren de pudre que recula hacia ahora

con el furgón de cola cubierto de gusanos

y la locomotora vociferando ardiendo

diluvia una nación de llamaradas gigantescas

sofoca el hondo amago de los hongos horrendos

nos refuta la visión entrevista de un dolor general desde donde

como avispas locas emanarán las quejas metálicas

imágenes de pueblos derritiéndose como azúcar morena

un fragor de infinito final de lumbre extraordinaria

un resuello vastísimo como un átono coro

que interpretara augusto a las incalculables agonías

entre la urdimbre de lianas de los congresos de la paz

entre la fronda pantanosa de la bolsa del armamento

ágil y alucinante peludo apocalíptico baja desde el futuro

avanza el mono horrible de la muerte avanza oliendo

a multitudes agrietadas a naciones recubiertas de astillas

el mono llega haciendo cabriolas se detiene y restriega

en la epidermis del presente su bárbara pelambre

y se masturba cínico colgado del horror que anticipa

péndulo sonriente y espantoso miradlo

el tiempo se ha caído en un embudo loco

y gira y se revuelve y se transforma en una gelatina

que hiede al tenso crimen que estalla en el futuro

el tiempo desconchado desordenado avanza y retrocede

se contrae y se expande perdidas sus bisagras

como un motín de puertas al abordaje del vacío

el tiempo retorcido sin brújulas ni mandos

clama eructa enloquece y a los pies del presente

descompuesto vomita sus venideras hecatombes.

2

(Tenemos miedo. Tenéis miedo.

Nosotros, para quienes ni existe

la calderilla del poder, subimos

por la espina dorsal del miedo.

Vosotros, a quienes el poder os ha servido

matinalmente junto al desayuno,

descendéis por la espina dorsal del miedo.

Tenemos miedo. Tenéis miedo.

Pero mientras que nuestro espanto

segrega miradas circulares, busca

grietas de humanidad a lo largo de la amenaza,

vuestro pánico graso solamente rezuma

venalidad y odio. Nuestro miedo

es igual que un antílope en el bosque incendiado;

el vuestro, un gato oscuro, arrebujado de arañazos.

Nuestras manos hinchadas de terror

buscan únicamente manos;

las vuestras buscan mapas,

y tórridos decretos y fusiles.

Tenemos miedo. Tenéis miedo. El nuestro

es apesadumbrado y deambulante;

el vuestro, acorazado y tumefacto. Todavía,

pulpos de hipocresía, salamandras bursátiles,

todavía hay clases entre los espantados. Todavía

hay diferencias de matiz que advierten

la víctima en un miedo y en el otro la hiena.)

3

se acabará oír mirar nacer

el venero del mundo se quedará obstruido

el manantial que baja entre las grietas de las peñas

luego sin ojos sin oídos sin labios ni hocicos que los usen

viudo y errante sonará por las faldas de la montaña

como un balido dilatado y solo

-nunca la soledad habrá tenido tantísimas campanas-

torcidos vegetales con la fibra reseca cerrarán sus testuces en la tarde vacía

y el cogollo de polvo de los caminos miserables

irá borrando lentamente las antiguas pisadas:

hablo de la desolación

el mar los cinco océanos lamiendo

con su lengua bovina los arrecifes calcinados

y en los puertos pesqueros las barcas con su nombre de hembra

amable y torpemente escrito debajo de las quilla

una vez podrida la maroma otearán por la costa

bamboleándose humildes en el ir y venir de las mareas

algún velero inerme errará como un cáncer

sobre la superficie del agua solitaria:

hablo de la desolación

donde una raza hubiera sobrevendrá una estepa

interceptada vagamente por montones irregulares

de materias innominadas y de escombros enfermos

en los campos concisos y como rastro de la locura

brillarán entre el abandono las camisas de las serpientes

cadáveres de cuerpos y de grajos pernoctarán de día y de noche

junto a cadáveres de reses en atroz camaradería:

hablo de desolación

4

miradlo ahí está todo mirad bien el diario

que alguno de vosotros depositó en la mesa

con la unción del terror

mirad el gorgoteo de todos esos titulares

que algún linotipista compuso lentamente

con la unción del terror

recorred esas crónicas meticulosas que alguien

mirando por encima del hombro tecleó sobre la máquina despacio

con la unción del terror

sumad todo el silencio del periodista en sus informes

sumad la lentitud del cajista en su sótano

sumadle al viejo vendedor del kiosco su temblor boreal

sumad la expectativa inerme del amigo que puso

ese periódico en la mesa ¡y abocicaos en ese impreso

como vacas sedientas y saciaos! y miraos después

los unos a los otros chorreando babillas de terror

desde las comisuras que han bebido y leído

y rumiad luego extenuados

en esta habitación donde el diario preside

¡y vociferad de una vez con las mandíbulas de bronce

ante esas grietas que se abren como unas fauces de prehistoria!

5

como un ecuador criminal cuelga el filo de un hacha

que de un cercén promete liquidar a la historia

la historia lo que ha sido algo más que un macizo concepto

la historia lo que ha sido la urdimbre emocionante

de una conducta universal y un fragor de futuro

arrebatado adobe a adobe y sílaba tras sílaba

humanismo coraje la emoción misteriosa de la vida

todo el largo cordón umbilical mediante el cual los siglos

se insuflaban el uno al otro alimento para nacer

la permanencia modificada que venía desde épocas remotas

las vaginas abriéndose como sangrientos túneles

al paso de las asunciones toda esa celular aritmética

toda esa turba de pasión y de esfuerzo fue la historia

todo el bárbaro ceño del amor

la multitudinaria voluntad de camaradería

los musculosos sueños de aquellos que empleaban su existencia

en combatir las causas del miedo y del desastre

aquellos luminosos desprendidos segregando futuro

aquella obcecación purísima que era un imán aquello

aquello fue también la historia

la historia era también la nervatura de las esperanzas

ese relevo inmemorial de los hombres de ciencia

combatiendo obstinados a los males mortíferos

a la busca de un cósmico resuello de alivio y de fortuna

sí mientras giraban los planetas majestuosos

y crecían las galaxias y se dilataba la mañana del mundo

ellos con batas blancas manos limpias y pequeñas necesidades

miraban a los cancerosos retorcerse en sus vidas únicas

y corrían hacia sus rincones sus materias sus cálculos

con la idea del servicio humano como un clavo en su corazón

la suma de esos grandes calenturientos era también la historia

la historia fue esa marcha ese avance de fiebre

ese alpinismo llameante por la mañana de las edades

ese proyecto general de pasos ese búcaro gigantesco

donde el agua del tiempo alimentaba las flores de los actos

esa mirada taladrante a la persecución del porvenir

¿el porvenir? hoy cuelga un hacha incomprensible

sobre la yugular de la historia el hacha chirriando pendulando

convierte al porvenir en un minuto en un segundo en nada

convierte a la conciencia en una llama en un harapo en un escalofrío

¿el porvenir? ¿la historia? ¿la grandeza? ¿la multitud? ¿el hacha?

¡fuimos muchos amamos creímos quisimos lo mejor para todos!

6

(dan ganas de matarse y de llorar al otro borde del suicidio

ganas de ser un muerto que llora todavía

ganas de estar en una caja rodeado de aquellos que te aman

y continuar llorando amarillo hediondo

llorando por las quietas mejillas apagadas

dan ganas de llorar desde el subsuelo de la muerte

y contagiar de lágrimas y muerte a quienes contemplan tu cadáver

hasta que todos muertos en la alcoba callada

no haya más que un llorar de muertos congregados

un fluir de muchas lágrimas desde pestañas frías un fluir en el silencio y en la quietud y en la sombra

un fluir que repitiera dulcemente: asesinos).

La majestad del compromiso

Sólo son verdaderas

las palabras irreparables

El amor es precipitado

Por cada palabra de astucia

de paciencia o temor

de incertidumbre o de cautela

que manche nuestra boca

un amante en su tumba

se volverá de espaldas coronado de asco

Ten respeto al descanso de los muertos

Comprométete o calla Ven o vete…

Las piedras

Hermana, eras lo mismo que un árbol muy pequeño,

un árbol al que el viento depositó en la arena;

llegó una ola de agua, llegó una ola de pena

y me quedé mirando tu mirada y tu sueño;

o bien, yo estaba solo, solo como otras veces

frente al mar, y llegaste ante mí, silenciosa;

te sonreí despacio por darte alguna cosa:

yo ya no podía darte los panes y los peces;

a veces veo que lloras, que tu pasado suena,

a veces yo quisiera llorarte mi pasado,

mirándonos al fondo quisiéramos llorar;

mirándonos al fondo del tiempo, de la pena,

se pasará el futuro, y cuando haya pasado,

hermana mía, iremos, mirándonos, al mar.

Lo fugitivo

Mi recién conocida Loba

no nos pidamos groseras garantías.

Que dure un día un año un mes

es lateral en el amor

que se acabe es su precio

que duela luego es su victoria

Seamos servidores del amor

y jamás sus contables

cierto que viene para irse

como nosotros

como nosotros…

Madrigal

Palabra, dulce y triste persona pequeñita,

dulce y triste querida vieja, yo te acaricio,

anciano como tú, con la lengua marchita,

y con vejez y amor aclamo nuestro vicio.

Palabra, me acompañas, me das la mano, eres

maroma en la cintura cada vez que me hundo;

cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,

que intentas construirme un mundo en este mundo.

Hormiguita, me sirvo de ti para vivir;

sin ti, mi vida yo no sé lo que sería,

algo como un sonido que no se puede oír

o una caja de fósforos requemada y vacía.

Eres una cerilla para mí, como ésa

que enciendo por la noche y con la luz que vierte

alcanzo a ir a la cama viendo un poco, como ésa;

sin ti, sería tan duro llegar hasta la muerte.

Pero te tengo, y cruzo contigo el dormitorio

desde la puerta niña hasta la cama anciana;

y, así, tiene algo de pálpito mi puro velatorio

y mi noche algo tiene de tarde y de mañana.

Gracias sean para ti, gracias sean, mi hormiga,

ahora que a la mitad de la alcoba va el río.

Después, el mar; tú y yo ahogando la fatiga,

alcanzando abrazados la fama del vacío.

Mira: tengo en las manos un jarro de ternura…

Mira: tengo en las manos un jarro de ternura,

ya no sé si es alegre o es triste estar contigo;

siento la lengua como a una chepa y no te digo

nada que signifique lo que nuestra aventura;

y estar juntos parece la creación entera,

cuánta creación debajo de nuestras cuatro sienes;

a ti y al tiempo tengo, a mí y al tiempo tienes:

somos ricos y pobres, como lengua sincera;

como lengua sincera destruimos, levantamos,

vivimos densamente y nos enamoramos

densamente, en silencio, sufriendo de emoción;

estar juntos parece morir juntos, parece

un jarro de ternura, muy frágil, que estremece

de noción de principio y de fin a la creación.

Mudo que rompe a hablar

He querido expresarme

Toda mi vida he querido expresarme.

No tengo otro destino, otro afán, otra ley.

Fui actos sucesivos

y el olvido que destilaban

los corroía a ellos ya mí.

Sobre los actos fui palabras

y ellas buscaban una lumbre

que no me calentaba a mí.

Palabras y actos juntos

nada son sin placer del cuerpo.

Ahora regreso de esa vida umbría

buscando siempre calor de mujer.

Palabras y actos sólo allí me expresan.

Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.

Todo cuanto pretenda enmudecerlo

maldito sea.

Noria de noches

Otros sufren de hambre o padecen prisión

o viven con vergüenza o con humillación

o rumian una culpa o aguardan un perdón

Yo llevo este secreto que va en mi corazón

Otros están enfermos y se sienten morir

o elaboran de noche la manera de huir

o fatigan las calles sin saber dónde ir

Yo guardo mi secreto y no puedo dormir

Otros en la miseria callan con estupor

o en la tortura aprietan los dientes y el honor

o solitarios llenan las calles de dolor

Yo me entro en el silencio con la palabra amor.

Para envejecer juntos nos cogemos las manos…

Para envejecer juntos nos cogemos las manos,

yo miro tu sonrisa, tú miras mi tristeza;

irán saliendo arrugas en mi alma y tu cabeza

y canas sobre nuestros espíritus humanos;

idéntica vigilia caerá en nuestras historias:

ver al tiempo ir cerrando una a una las ventanas,

me sonreirás lo mismo que todas las mañanas

y será como un ramo de flores mortuorias;

tú eres ese recuerdo que he de tener un día,

yo soy esa nostalgia que poblará tu frente

cuando ya sea un anciano, amada, anciana mía;

pienso en ese futuro tranquilo y arrugado

como en dos viejos libros qua ya no lee la gente,

con tanto como habrán, en silencio, aguardado.

Por los barrios del mundo viene sonando un lento saxofón

Mientras que William Faulkner

halla los agrios del lenguaje,

hoza en Yoknapatawpha

levantándola hirviéndola

cuida la construcción feroz

de una nueva novela y cuida

su innegable talento epilepsíaco;

mientras que William Faulkner

irrumpe en el conflicto negro

con un relincho ambiguo, ahíto

de tradición, desprecio al Norte,

discurso estéril e insensato orgullo,

los negros, muchos negros,

algunos negros, inflamados de

la horrible historia del Mississippi,

con la memoria chorreando

por el sudor del algodón

y varios siglos de negros abuelos

retumbando a sus pies bajo el tiempo y la tierra,

cantan, vense impelidos

a seguir componiendo

música entre paréntesis:

negro spirituals.

Mucho de lo que vimos

es vida entre paréntesis.

Blancos segando arroz en Tarragona

con el agua a los muslos,

las sanguijuelas de los arrozales

alimentándose de ellos.

Periódicos occidentales

informando de blancos muertos

en el frente, o de hambre,

o bajo un viejo caserón derruido.

Blancos en paro. Blancos en exilio.

Blancos dando betún

sobre sus cartucheras.

Blancos bebiendo el vino

de la derrota disfrazada.

Blancos buscando

la propia estimación en los burdeles.

Blancos meditativos, ingresando,

amargura sobre amargura,

en el cinismo, esa

sublimación para los faltos de recursos.

Del Sena al Plata,

del Támesis al Rin,

un rumor blanco busca desperdicios

y hurga en la realidad hostil

y en su razón, dispersa e inarmónica

de parietal a parietal.

Siglos también de abuelos blancos

entre jornadas de trabajo tensas,

fruta difícil, carne retorcida,

el barro insomne de las botas

de los soldados, el capote

de campaña, la emisora que menciona

el Mississippi blanco,

el blanco linchamiento con bala,

la actividad enfebrecida

del ginecólogo oficiando

sobre el mantel que el tirón de la guerra

arrojará en el suelo

quebrando su momentáneo contenido;

los tugurios en donde

blancos desconcertados

se pliegan y se venden, borrachos

de vino y blancura injuriada,

siglos también de abuelos blancos

con sus ingenuos hospitales,

su herencia pavorosa, sus bolsillos

llenos de migas o sus sienes

llameantes de lucidez o de torsión,

hacen pensar en una música

con paréntesis, con incisos,

con bárbaros interrogantes,

con desconcierto, con corcheas de ojos,

mordentes de sarcasmo,

calderones de confusión,

accelerados de vasto gruñido:

blanco spirituals

(Tú lo sabes, James Baldwin:

no es sólo tu color.

Esa es la lenta trampa

que quisieran hacer reinar.

Tú lo sabes, James Baldwin:

te necesitan negro para odiarte,

para sobrevivir bajo su miedo

mediante el odio. Pero,

tú lo sabes, James Baldwin:

también te necesitan

desclasado, desocupado, disponible

para usarte los brazos

a bajo precio. *Extiendes

tu mirada en los barrios de Europa,

oteas los indios sudamericanos,

te achicharras sobre la India,

te sumes en las periferias

de las ciudades industriales

y ves hermanos de otras razas

discriminados, repudiados

en la otra piel del hombre: el sueldo,

en la otra piel del hombre: la cultura,

en la otra piel del hombre:

la libertad.

Tienes hermanos de otras razas,

todo sudor es familiar,

toda miseria lleva

escupitajos en la piel.)

De Charlie Parker a Edith Piaf

un diluvio de negro spirituals

y de blanco spirituals llueve

sobre la civilización;

llueve piaf; llueve parker, llueven

Manolo Caracol, Louis Armstrong empapa

Discépolo, John Coltrane, Billie Holliday.

Es un agua que se introduce

por las fisuras de los Parlamentos,

por las rendijas de los programas,

por los agujeros de la ONU,

empapada la estrategia, moja

a la inmortalidad y la encoge,

hincha las oscuras maderas

de los ataúdes y congela

todo el grandioso fuego de vivir.

Llueve toda la tarde, llueve

toda la noche: y tras la ventana

en que repiquetea la lluvia

ese diluvio es observado

por un blanco o un negro

mientras que suena un saxofón

y llueve.

*( Entre 1915 y 1918 emigraron hacia las industrias del norte de los Estados

Unidos medio millón de negros del Sur de los Estados Unidos. Para evitar la

desbandada que tanto había jurado desear, el K.K.K. de los Estados Unidos

desencadenó una campaña de terror. Tan pintoresca fraternidad dio como

resultado setenta y siete negros linchados y catorce quemados en público

once de ellos, vivos. (Ver Los viajeros de la libertad, pág.10. Edit. Fontanella

Barcelona, 1963.)

Rondó

Mirando tu cuerpo desnudo

recuerdo el origen del mundo

Creo en la materia que se busca

Ven misteriosa boreal

Creo en la tiniebla que se encarna

Ven misteriosa boreal

Creo en la energía que se organiza

Ven misteriosa boreal

Creo en la majestad de lo enigmático

Ven misteriosa boreal

Creo en el antiguo canto de los cuerpos

Ven misteriosa boreal

Creo en la mañana de los mortales

Tentando tu cuerpo desnudo

recuerdo el origen del mundo

Se desangraba el universo

Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo

Tu ausencia es una cosa dura como metal

Tu ausencia es un enorme barranco al que me asomo

sin tacto sordo ciego igual que un mineral

Tu ausencia es un olor que abrasa mi nariz

Un ruido monstruoso que se cuelga en mi oreja

Un animal sin límites que es todo cicatriz

y que lame mi vida y me la deja vieja

Tu ausencia, esa cosita que no tiene ni abuelo

ni apellido ni forma ni rodilla ni pelo

es sin embargo un bulto majestuoso y profundo

Tu ausencia es una rara prestidigitación

que está vaciando a pausas mi lleno corazón

y que está abarrotando de vaciedad el mundo.

“Las rubáiyátas de Horacio Martín” 1978

Sé involuntaria, sé febril…

Sé involuntaria. Sé febril. Olvida

sobre la cama hasta tu propio nombre.

No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.

Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella, busca, abrasa, gime.

Atérrate, mete la mano en el abismo.

Remueve tu deseo como una herida fresca.

Piensa o musita o grita ¡Venganza!

Sé una perdida, mi amor, una perdida.

En el amor no existe

lo verdadero sin lo irreparable.

Si tú me abandonaras te quedarías sin causa…

Si tú me abandonaras te quedarías sin causa

como una fruta verde que se arrancó al manzano,

de noche soñarías que te mira mi mano

y de día, sin mi mano, serías sólo una pausa;

si yo te abandonara me quedaría sin sueño

como un mar que de pronto se quedó sin orillas,

me extendería buscándolas, con olas amarillas,

enormes, y no obstante yo sería muy pequeño;

porque tu obra soy yo, envejecer conmigo,

ser para mis rincones el único testigo,

ayudarme a vivir y a morir, compañera;

porque mi obra eres tú, arcilla pensativa:

mirarte día y noche, mirarte mientras viva;

en ti está mi mirada más vieja y verdadera.

Todos los siglos de la lluvia

Sentían espanto por la puesta del sol

se alimentaban de animales horrendos

padecían las nevadas, la lava, las tormentas

tenían únicamente cuevas y brujos y tiranos.

Hoy escucho la lluvia que suena en la ventana

susurrando las sílabas siderales de la horda

como interrogaciones resurrectas.

Emocionado, me arrebujo en tu respiración,

paso la lengua por tu piel dormida

y mientras oigo lentamente la llovizna del mundo

saludo con misericordia a aquellos ancestrales hermanos.

Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo…

Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo

Tu ausencia es una cosa dura como metal

Tu ausencia es un enorme barranco al que me asomo

sin tacto sordo ciego igual que un mineral

Tu ausencia es un olor que abrasa mi nariz

Un ruido monstruoso que se cuelga en mi oreja

Un animal sin límites que es todo cicatriz

y que lame mi vida y me la deja vieja

Tu ausencia, esa cosita que no tiene ni abuelo

ni apellido ni forma ni rodilla ni pelo

es sin embargo un bulto majestuoso y profundo

Tu ausencia es una rara prestidigitación

que está vaciando a pausas mi lleno corazón

y que está abarrotando de vaciedad el mundo.

Una postal de nieve

Cuando me tienda en la vejez

como en un mal cerrado sepulcro

maldeciré tu nombre

Sólo porque esta noche

enajenado y absorto en tu cuerpo

he deseado que fueras eterna

y no sabía si pegarte o llorar.

Van cinco días ya que no te veo…

Van cinco días ya que no te veo,

cinco épocas oyendo el sonido del tren.

Cinco rejas de nada envolviendo a una carta.

Cinco antidiluvianos zarpazos de extra.

Me muevo por la casa…

igual que un escorpión borracho

y compruebo que el trabajo es mentira.

Que es vida falsa cuanto no incluye tu presencia.

Que hasta la espera es pan de desconsuelo.

Que hasta estas frases con que describo tu vacío,

son hielos apagados y casas de ceniza.

Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo

tu ausencia es una cosa dura como metal

tu ausencia es un enorme barranco

al que me asomo sin tacto…sordo… y ciego

Tu ausencia es un olor que abrasa mi nariz

un ruido monstruo que se cuelga en mi oreja

un animal sin límites que es todo cicatriz…

Y que lame mi vida…y me la deja vieja tu ausencia…

Esa cosita que no tiene abuelo… ni apellido… ni forma…

ni rodilla… ni pelo…

es sin embargo un bulto majestuoso y profundo

tu ausencia es una rara cosa

que está vaciando a pausas mi lleno corazón

y que está abarrotando de vaciedad el mundo

Cuando te acuerdes de mi cuerpo

y no puedas dormir y te levantes desnuda

(en medio de la noche)

y camines a tientas por tus habitaciones

borracha de estupor y de rabia…

en algún lugar de la tierra

yo andaré insomne por algún pasillo

careciendo de ti toda la noche

oyéndote ulular muy lejos

y escribiendo… escribiendo… estos degenerados versos.

Vivir a cara o cruz

Carezca yo de ti

y al infortunio suceda la desgracia

y a la desgracia el cataclismo

y a todo ello asistiría

con el desinterés de un muerto.

Estés conmigo tú

y por cada brizna de dicha

que pretendan arrebatarnos

avanzarían desde mi corazón

espléndidos ejércitos de odio.

Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino

o mi patria de carne.

Y eres como un pretexto para que yo medite…

Y eres como un pretexto para que yo medite

y yo soy un pretexto de pena que te infieres,

y en medio esa tristeza de hombres y de mujeres

que es casi todo cuanto la vida nos permite;

pero tú y yo sabemos que cuando el mar se irrite,

de toda esta comedia poblada de alfileres

quedará la leyenda pequeña de dos seres

que se amaron, aunque ello jamás nos resucite;

ahora estamos logrando la imperfección, mañana

seremos el perfecto sollozo planetario,

el no ser y el no amar y el no temer, hermana;

vivir es componer una música muerta,

pero llevarle flores, rezarle así, a diario,

quizá equivalga a oírla, como si fuera cierta.