Reseña biográfica
Poeta y crítico literario español nacido en Palma del Río, Córdoba, en 1975.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, es profesor de español para extranjeros, colabora como crítico literario en diferentes medios periodísticos y como lector para la editorial Pre-textos.
Su obra poética se inició en 1995 con “El círculo vicioso” finalista del «Premio Federico García Lorca». Posteriormente publicó “Con” en 1999, “El vino de los amantes” ganador ex aequo del Premio Hiperión en 2001 y finalista del premio «Ojo Crítico» en el mismo año. Con su último libro “Nos han dejado solos”, obtuvo el «IX Premio Internacional de Poesía Emilio Prados» en el año 2008.
Ha sido incluido en algunas antologías y parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, portugués e italiano.
Alter Ego
He mordido con éxtasis la noche.
El vino y el hachís me han enseñado
a tocar con la lengua
el cielo
de otras bocas.
Los libros me molestan por su fidelidad,
los amigos me estorban cuando los necesito.
Mis padres no comprenden mi extraña inclinación
a los silencios largos,
al presente inasible.
Ni yo mismo me explico
qué he venido a buscar en mis poemas,
ni si he perdido algo,
ni si quiero encontrarlo.
Amor convoca
En un hotel del norte.
La nieve de diciembre que resbala,
blanca y ascética,
contra el lado más frío del cristal,
horadando el silencio de la alcoba.
Ellos admiran
el vuelo grácil de copitos blandos,
y no piensan: se arropan.
La crema de la tarde
adormece sus músculos, destensa
los nervios del silencio.
Mejor así.
Mejor que no comprendan
la nieve que agoniza en la vereda,
la ociosa gloria que el azar regala.
De “El vino de los amantes” 2001
Buenos días, noche
De bien amar se vuelve
mascullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.
El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.
Con gesto agradecido,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tararear al paso:
no puedo amarte más, no soy tan físico.
De “El vino de los amantes” 2001
Canción de amiga
Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,
se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.
De “El vino de los amantes” 2001
Celebración del amante
Como el mar incesante, así me entrego
a las costas que ciñen tu hermosura,
y en la salubridad de tu cintura
gorgotea la herida de dos egos
que chocan entre sí, dos torpes ciegos
supurando el amor en sus honduras:
de vértigo y piedad es la Sutura,
la coartada anestésica del juego
de estar vivo, de errar ma1ditamente
buscando en las esferas de la mente
un anillo que case con la fe,
un sentido a seguir besándote,
al menos un engaño convincente
que no acabe en nosotros, yo qué sé.
De “El vino de los amantes” 2001
Con
¿No es como una costa esta cama,
sólo una franja de costa, sobre la que yacemos?
R. M. Rilke
Por quedarme aquí, contigo,
bautizado en los charcos de tu lecho,
descansando en tu vientre mis latidos,
renuncio a los regresos.
Se detenga aquí el tiempo,
se repita a sí mismo y asimismo
se contenga el humilde paraíso
nuestro donde me albergo.
Prefiero este camino
cuyos márgenes marcan mis dos cuerpos tendidos.
Lo de afuera: un inmenso
arenal insaciable de carencias y excesos.
Por el tierno reposo de tus pechos
que se me pierda el alma en los abismos.
me aburre el más allá. En ti me quedo,
mi más palpable y dócil espejismo.
De “El vino de los amantes” 2001
Fábula
Pasó el tiempo feliz de enumerar
los besos que dejabas dormidos en mis labios.
Con ellos calculaba
el peso del amor que nos unía.
¡Llegamos a querernos más de mil!
Ahora -cuenta atrás
los he ido esparciendo en otras bocas-
de los tuyos me queda sólo uno: el primero.
¿Te olvidaré, por fin, cuando bese esta rana?
De “El vino de los amantes” 2001
In memoriam
Conmigo tú no tengas
remordimiento, madre.
Claudio Rodríguez
Quise hablarte
antes de que la trampa
pusiera tanta tierra entre nosotros.
¿Con qué labio, a deshora, convencerme
de que tú estás aquí,
dentro de mis palabras,
luna quieta
o blues no interpretado,
olor a pan caliente si amanece?
¿Tú me escuchas? ¿Te llego?
Conmigo tú no tengas remordimiento, madre;
pues nací de tu pulpa,
apiádate del manco que no supo
abrazarte sino de pensamiento.
Y eclipsémonos ya:
préstame para siempre
esa sonrisa triste y arrugada,
tu hermosa incomprensión,
ahora que no te has ido todavía.
De “El vino de los amantes” 2001
Madriguera
Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas
Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:
huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.
Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios
y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.
(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)
Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.
Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
De “El vino de los amantes” 2001
Nos han dejado solos
A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.
Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.
Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.
Qué placenta
esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.
Como el principio.
De “Nos han dejado solos” 2008
Poema
El vasto territorio donde brotan
-salvajes y domésticos-
la rigidez del bíceps y un susurro,
la música y su sombra,
el jazmín y la sangre.
No esplende, no organiza, sólo siente
las voces que me dejan si lo acabo,
si lo vuelvo a empezar,
aquel aliento gris a nicotina.
De “El vino de los amantes” 2001
Silba
Unas hojas de otoño
–mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.
Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…
Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.
Sus razones tendrán
Mientras deshojo el tiempo
-que nunca comprendí-,
lo subrayo, lo arrugo
y precipito,
me detengo con él,
ellos tan sólo pasan,
como el tiempo
me miran entre tristes y ofendidos,
girando hacia los lados la cabeza.