Author Archives: Javierpah

Castellanos, Rosario

Reseña biográfica

Poeta mexicana nacida en el Distrito Federal en 1925.

Su infancia transcurrió en Chiapas y luego estudió Filosofía y Letras obteniendo una maestría en la UNAM.

Practicó con gran éxito todos los géneros literarios, destacándose especialmente en su obra poética que la ha convertido en una de las más altas representantes de México en el último siglo.

Obtuvo importantes reconocimientos entre los que se destacan, Premio Xavier Villaurrutia 1961, Sor Juana Inés de la Cruz y Premio Carlos Trouyet.

Toda su obra está recopilada en el libro «Poesía no eres tú».

Falleció en Tel Aviv en 1974, cuando ocupaba el cargo de embajadora de su país ante el gobierno de Israel.

AGONÍA FUERA DEL MURO

Miro las herramientas,

el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,

sudan, paren , cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,

su noche de ronquido y de zarpazo

y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra

y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo ( ¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra

Que todavía la especie no produce? )

los hombres roban, mienten,

como animal de presa olfatean, devoran

y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan

o cuando burlan una ley o cuando

se envilecen, sonríen,

entornan levemente los párpados, contemplan

el vacío que se abre en sus entrañas

y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,

soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,

gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,

déjame, no es preciso que me mates.

Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren

de algo peor que vergüenza.

Yo muero de mirarte y no entender.

AJEDREZ

Porque éramos amigos y a ratos, nos

amábamos;

quizá para añadir otro interés

a los muchos que ya nos obligaban

decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente

equitativo en piezas, en valores,

en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto

y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados,

meditando encarnizadamente

como dar el zarpazo último que aniquile

de modo inapelable y, para siempre, al otro.

AMOR

Solo la voz, la piel, la superficie

pulida de las cosas.

Basta. No quiere más la oreja, que su cuenco

rebalsaría y la mano ya no alcanza

a tocar mas allá.

Distraída, resbala, acariciando

y lentamente sabe del contorno.

Se retira saciada,

sin advertir el ulular inútil

de la cautividad de las entrañas

ni el ímpetu del cuajo de la sangre

que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo

ya para siempre ciego del sollozo.

El que se va se lleva su memoria,

su modo de ser río, de ser aire,

de ser adiós y nunca.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene

y lo reduce a voz, a piel, a superficie

ofrecida, entregada, mientras dentro de sí

la oculta soledad aguarda y tiembla.

APELACIÓN AL SOLITARIO

Es necesario, a veces, encontrar compañía.

Amigo, no es posible ni nacer ni morir

sino con otro. Es bueno

que la amistad le quite

al trabajo esa cara de castigo

y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrías estar solo a la hora

completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,

hasta el amanecer?

APUNTES PARA UNA DECLARACIÓN DE FE

El mundo gime estéril como un hongo.

Es la hoja caduca y sin viento en otoño,

la uva pisoteada en el lagar del tiempo

pródiga en zumos agrios y letales.

Es esta rueda isócrona fija entre cuatro cirios,

esta nube exprimida y paralítica

y esta sangre blancuzca en un tubo de ensayo.

La soledad trazó su paisaje de escombros.

La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

Sin embargo, recuerdo…

En un día de amor yo bajé hasta la tierra:

vibraba como un pájaro crucificado en vuelo

y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta,

a cuerpo traspasado de sol al mediodía.

Era como un durazno o como una mejilla

y encerraba la dicha

como los labios encierran cada beso.

Ese día de amor yo fui como la tierra:

sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces

y la raíz bebía con mis poros el aire

y un rumor galopaba desde siempre

para encontrar los cauces de mi oreja.

Al través de mi piel corrían las edades:

se hacía la luz, se desgarraba el cielo

y se extasiaba -eterno- frente al mar.

El mundo era la forma perpetua del asombro

renovada en el ir y venir de la ola,

consubstancial al giro de la espuma

y el silencio, una simple condición de las cosas.

Pero alguien (ya no acierto

con la estructura inmensa de su nombre)

dijo entonces: «No es bueno

que la belleza esté desamparada»

y electrizó una célula.

En el principio -dice

esta capa geológica que toco-

era sólo la danza:

cintura de la gracia que congrega

juventudes y música en su torno.

En el principio era el movimiento.

Cada especie quería constatarse, saberse

y ensayaba las notas de su esencia:

la jirafa alargaba la garganta

para abrevar en nubes de limón.

Punzaba el aire en las avispas múltiples

y vertía chorritos de miel en cada herida

para que el equilibrio permaneciera invicto.

El ciervo competía con la brisa

y el hombre daba vueltas alrededor de un árbol

trenzado de manzanas y serpientes.

Nadie lo confesaba, pero todos

estaban orgullosos de ser como juguetes

en las manos de un niño.

Redondeaban su sombra los planetas

y rebotaban locos de alegría

en las altas paredes del espacio

teñidas de antemano en un risueño azul.

No me explico por qué

fue indispensable que alguien inventara el reloj

y desde entonces todo se atrasa o se adelanta,

la vida se fracciona en horas y en minutos

o se quiebra o se para.

La manzana cayó; pero no sobre un Newton

de fácil digestión,

sino sobre el atónito apetito de Adán.

(Se atragantó con ella como era natural.)

¡Qué implacable fue Dios -ojo que atisba

a través de una hoja de parra ineficaz!

¡Cómo bajó el arcángel relumbrando

con una decidida espada de latón!

Tal vez no debería yo hablar de la serpiente

pero desde esa vez es un escalofrío

en la columna vertebral del universo.

Tal vez yo no debiera descubrirlo

pero fue el primer círculo vicioso

mordiéndose la cola.

Porque esto, en realidad, sólo tendría importancia

si ella lo supiera.

Pero lo ignora todo reptando por el suelo,

dormitando en la siesta.

Ah, si se levantara

sin el auxilio de fakires indios

a contemplar su obra.

Aquí estaríamos todos:

la horda devastando la pradera,

dejando siempre a un lado el horizonte,

tratando de tachar la mañana remota,

de arrasar con la sal de nuestras lágrimas

el campo en que se alzaba el Paraíso.

Gritamos ¡adelante! por no mirar atrás.

El camino se queda señalado

-estatua tras estatua- por la mujer de Lot.

Queremos olvidar la leche que sorbimos

en las ubres de Dios.

Dios nos amamantaba en figura de loba

como a Rómulo y Remo, abandonados.

Abandonados siempre.

¿De qué? ¿De quién? ¿De dónde?

No importa. Nada más abandonados.

Cantamos porque sí, porque tenemos miedo,

un miedo atroz, bestial, insobornable

y nos emborrachamos de palabras

o de risa o de angustia.

¡Qué cuidadosamente nos mentimos!

¡Qué cotidianamente planchamos nuestras máscaras

para hormiguear un rato bajo el sol!

No, yo no quiero hablar de nuestras noches

cuando nos retorcemos como papel al fuego.

Los espejos se inundan y rebasan de espanto

mirando estupefactos nuestros rostros.

Entonces queda limpio el esqueleto.

Nuestro cráneo reluce igual que una moneda

y nuestros ojos se hunden interminablemente.

Una caricia galvaniza los cadáveres:

sube y baja los dedos de sonido metálico

contando y recontando las costillas.

Encuentra siempre con que falta una

y vuelve a comenzar y a comenzar.

Engaño en este ciego desnudarse,

terror del ataúd escondido en el lecho,

del sudario extendido

y la marmórea lápida cayendo sobre el pecho.

¡No poder escapar del sueño que hace muecas

obscenas columpiándose en las lámparas!

Es así como nacen nuestros hijos.

Parimos con dolor y con vergüenza,

cortamos el cordón umbilical aprisa

como quien se desprende de un fardo o de un castigo.

Es así como amamos y gozamos

y aún de este festín de gusanos hacemos

novelas pornográficas

o películas sólo para adultos.

Y nos regocijamos de estar en el secreto,

de guiñarnos los ojos a espaldas de la muerte.

La serpiente debía tener manos

para frotarlas, una contra otra,

como un burgués rechoncho y satisfecho.

Tal vez para lavárselas lo mismo que Pilatos

o bien para aplaudir o simplemente

para tener bastón y puro

y sombrero de paja como un dandy.

La serpiente debía tener manos

para decirle: estamos en tus manos.

Porque si un día cansados de este morir a plazos

queremos suicidarnos abriéndonos las venas

como cualquier romano,

nos sorprende saber que no tenemos sangre

ni tinta enrojecida:

que nos circula un aire tan gratis como el agua.

Nos sorprende palpar un corazón en huelga

y unos sesos sin tapa saltarina

y un estómago inmune a los venenos.

El suicidio también pasó de moda

y no conviene dar un paso en falso

cuando mejor podemos deslizarnos.

¡Qué gracia de patines sobre el hielo!

¡Qué tobogán más fino! ¡Qué pista lubricada!

¡Qué maquinaria exacta y aceitada!

Así nos deslizamos pulcramente

en los tés de las cinco -no en punto- de la tarde,

en el cocktail o el pic-nic o en cualquiera

costumbre traducida del inglés.

Padecemos alergia por las rosas,

por los claros de luna, por los valses

y las declaraciones amorosas por carta.

A nadie se le ocurre morir tuberculoso

ni escalar los balcones ni suspirar en vano.

Ya no somos románticos.

Es la generación moderna y problemática

que toma coca-cola y que habla por teléfono

y que escribe poemas en el dorso de un cheque.

Somos la raza estrangulada por la inteligencia,

«La insuperable,

mundialmente famosa trapecista

que ejecuta sin mácula

triple salto mortal en el vacío.»

(La inteligencia es una prostituta

que se vende por un poco de brillo

y que no sabe ya ruborizarse.)

Puede ser que algún día

invitemos a un habitante de Marte

para un fin de semana en nuestra casa.

Visitaría en Europa lo típico:

alguna ruina humeante

o algún pueblo afilando las garras y los dientes.

Alguna catedral mal ventilada,

invadida de moho y oro inútil

y en el fondo un cartel: «Negocio en quiebra» .

Fotografiaría como experto turista

los vientres abultados de los niños enfermos,

las mujeres violadas en la guerra,

los viejos arrastrando en una carretilla

un ropero sin lunas y una cuna maltrecha.

Al Papa bendiciendo un cañón y un soldado,

y las familias reales sordomudas e idiotas,

al hombre que trabaja rebosante de odio

y al que vende el horno de sus abuelos

o a la heredera del millón de dólares.

Y luego le diríamos:

Esto es solo la Europa de pandereta.

Detrás está la verdadera Europa:

la rica en frigoríficos -almacenes de estatuas

donde la luz de un cuadro se congela,

donde el verbo no puede hacerse carne.

Allí la vida yace entre algodones

y mira tristemente tras el cristal opaco

que la protege de corrientes de aire.

En estas vastas galerías de muertos,

de fantasmas reumáticos y polvo,

nos hinchamos de orgullo y de soberbia.

Los rascacielos ya los ha visto de lejos:

los colmenares rubios donde los hombres nacen,

trabajan, se enriquecen y se pudren

sin preguntarse nunca para qué todo esto,

sin indagar jamás cómo se viste el lirio

y sin arrepentirse de su contento estúpido.

Abandonemos ya tanto cansancio.

Dejemos que los muertos entierren a sus muertos

y busquemos la aurora

apasionadamente atentos a su signo.

Porque hay aún un continente verde

que imanta nuestras brújulas.

Un ancho acabamiento de pirámides

en cuyas cumbres bailan doncellas vegetales

con ritmos milenarios y recientes

de quien lleva en los pies la sabia y el misterio.

Un cielo que las flechas desconocen

custodiado de mitos y piedras fulgurantes.

Hay enmarañamientos de raíces

y contorsión de troncos y confusión de ramas.

Hay elásticos pasos de jaguares

proyectados – silencio y terciopelo –

hacia el vuelo inasible de la garra.

Aquí parece que empezara el tiempo

en solo un remolino de animales y nubes,

de gigantescas hojas y relámpagos,

de bilingües entrañas desangradas.

Corren ríos de sangres sobre la tierra ávida

corren vivificando las más altas orquídeas,

las más esclarecidas amapolas.

Se evaporan rugientes en los templos

ante la impenetrable pupila de obsidiana,

brotan como una fuente repentina

al chasquido de un látigo,

crecen en el abrazo enorme y doloroso

del cántaro de barro con el licor latino.

Río de sangre eterno y derramado

que deposita limos fecundos en la tierra.

Su caudal se nos pierde a veces en el mapa

y luego lo encontramos

-ocre y azul- rigiendo nuestro pulso.

Río de sangre, cinturón de fuego.

En las tierras que tiñe, en la selva multípara,

en el litoral bravo de mestiza

mellado de ciclones y tormentas,

en este continente que agoniza

bien podemos plantar una esperanza.

DESAMOR

Me vio como se mira al través de un cristal

o del aire

o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí

ni en ninguna otra parte

ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,

sin identificar, y es arrojado

a la fosa común.

DESTIERRO

Hablábamos la lengua

de los dioses, pero era también nuestro silencio

igual al de las piedras.

Éramos el abrazo de amor en que se unían

el cielo con la tierra.

No, no estábamos solos.

Sabíamos el linaje de cada uno

y los nombres de todos.

Ay, y nos encontrábamos como las muchas ramas

de la ceiba se encuentran en el tronco.

No era como ahora

que parecemos aventadas nubes

o dispersadas hojas.

Estábamos entonces cerca, apretados, juntos.

No era como ahora.

DESTINO

Matamos lo que amamos. Lo demás

no ha estado vivo nunca.

Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere

un olvido, una ausencia, a veces menos.

Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia

de respirar con un pulmón ajeno!

El aire no es bastante

para los dos. Y no basta la tierra

para los cuerpos juntos

y la ración de la esperanza es poca

y el dolor no se puede compartir.

El hombre es animal de soledades,

ciervo con una flecha en el ijar

que huye y se desangra.

¡Ah! pero el odio, su fijeza insomne

de pupilas de vidrio; su actitud

que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece

el reflejo de un tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve

– antes que lo devoren – ( cómplice, fascinado )

igual a su enemigo.

Damos la vida sólo a lo que odiamos.

DOS MEDITACIONES

I

Considera, alma mía, esta textura

Áspera al tacto, a la que llaman vida.

Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos

y en el color, sombrío pero noble,

firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.

Piensa en la tejedora; en su paciencia

para recomenzar

una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

II

Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?

¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?

¿Castrar al potro Dios?

Pero Dios rompe el freno y continua engendrando

magníficas criaturas,

seres salvajes cuyos alaridos

rompen esta campana de cristal.

EL OTRO

¿Por qué decir nombres de dioses, astros

espumas de un océano invisible,

polen de los jardines más remotos?

Si nos duele la vida, si cada día llega

desgarrando la entraña, si cada noche cae

convulsa, asesinada.

Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre

al que no conocemos, pero está

presente a todas horas y es la víctima

y el enemigo y el amor y todo

lo que nos falta para ser enteros.

Nunca digas que es tuya la tiniebla,

no te bebas de un sorbo la alegría.

Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.

Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,

lo que come es tu hambre.

Muere con la mitad más pura de tu muerte.

ELEGÍA

Nunca, como a tu lado, fui de piedra.

Y yo que me soñaba nube, agua,

aire sobre la hoja,

fuego de mil cambiantes llamaradas,

sólo supe yacer,

pesar, que es lo que sabe hacer la piedra

alrededor del cuello del ahogado.

ELEGÍAS BREVES

I

Al pie de un sauce, triste Narciso de las aguas,

o cerca de una roca inexorable

quiero dejar mi cuerpo

como el que deja ropas en la playa.

Ay, mis brazos, guirnaldas desceñidas,

ay, mi cintura quieta entre las danzas.

No soy de los que exprimen

su corazón en un lugar violento.

Soy de los que atestiguan

la belleza y la muerte de la rosa.

II

Si pudiera mirarte, bella tan sólo, rosa,

y detener mis ojos largamente en tus pétalos

como una sed que duerme a la orilla de un río.

Si te mirara sólo, sin amarte,

con este amor convulso y desgarrado

de quien siente tu fuga irrevocable.

Ah, si yo no quisiera disecarte,

amarilla, en las páginas herméticas de un libro

con el afán inútil del que conoce el tiempo.

EN EL FILO DEL GOZO

I

Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo:

que estrelle en ti sus olas funestas sin tocarme

y resbale en espuma deshecha y humillada.

Cuerpo de amor, de plenitud, de fiesta,

palabras que los vientos dispensan como pétalos,

campanas delirantes al crepúsculo .

Todo lo que la tierra echa a volar en pájaros,

todo lo que los lagos atesoran de cielo

más el bosque y la piedra y las colmenas.

Cuajada de cosechas bailo sobre las eras

mientras el tiempo llora por sus guadañas rotas.

Venturosa ciudad amurallada,

ceñida de milagros, descanso en el recinto

de este cuerpo que empieza donde termina el mío.

II

Convulsa entre tus brazos como mar entre rocas,

rompiéndome en el filo del gozo o mansamente

lamiendo las arenas asoleadas.

Bajo tu tacto tiemblo

como un arco en tensión palpitante de flechas

y de agudos silbidos inminentes.

Mi sangre se enardece igual que una jauría

olfateando la presa y el estrago

pero bajo tu voz mi corazón se rinde

en palomas devotas y sumidas.

III

Tu sabor se anticipa entre las uvas

que lentamente ceden a la lengua

comunicando azúcares íntimos y selectos.

Tu presencia es el júbilo.

Cuando partes, arrasas jardines y transformas

la feliz somnolencia de la tórtola

en una fiera expectación de galgos.

Y, amor, cuando regresas

el ánimo turbado te presiente

como los siervos jóvenes la vecindad del agua.

ESTOY AQUÍ SENTADA…

Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras

como con una cesta de fruta verde, intactas.

Los fragmentos

de mil dioses antiguos derribados

se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo

recomponer su estatua.

De las bocas destruidas

quiere subir hasta mi boca un canto,

un olor de resinas quemadas, algún gesto

de misteriosa roca trabajada.

Pero soy el olvido, la traición,

el caracol que no guardó del mar

ni el eco de la más pequeña ola.

Y no miro los templos sumergidos;

sólo miro los árboles que encima de las ruinas

mueven su vasta sombra, muerden con dientes ácidos

el viento cuando pasa.

Y los signos se cierran bajo mis ojos como

la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego.

Pero yo sé: detrás

de mi cuerpo otro cuerpo se agazapa,

y alrededor de mí muchas respiraciones

cruzan furtivamente

como los animales nocturnos en la selva.

Yo sé, en algún lugar,

lo mismo

que en el desierto cactus,

un constelado corazón de espinas

está aguardando un hombre como el cactus la lluvia.

Pero yo no conozco más que ciertas palabras

en el idioma o lápida

bajo el que sepultaron vivo a mi antepasado.

FALSA ELEGÍA

Compartimos sólo un desastre lento

Me veo morir en ti, en otro, en todo

Y todavía bostezo o me distraigo

Como ante el espectáculo aburrido.

Se destejen los días,

Las noches se consumen antes de darnos cuenta;

Así nos acabamos.

Nada es. Nada está.

Entre el alzarse y el caer del párpado.

Pero si alguno va a nacer (su anuncio,

La posibilidad de su inminencia

Y su peso de sílaba en el aire),

Trastorna lo existente,

Puede más que lo real

Y desaloja el cuerpo de los vivos.

LO COTIDIANO

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;

este cabello triste que se cae

cuando te estás peinando ante el espejo.

Esos túneles largos

que se atraviesan con jadeo y asfixia;

las paredes sin ojos,

el hueco que resuena

de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche

se vuelve, de pronto, respirable.

Y cuando un astro rompe sus cadenas

y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,

no por ello la ley suelta sus garfios.

El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla

el sabor de las lágrimas.

Y en el abrazo ciñes

el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

LOS ADIOSES

Quisimos aprender la despedida

y rompimos la alianza

que juntaba al amigo con la amiga.

Y alzamos la distancia

entre las amistades divididas.

Para aprender a irnos, caminamos.

Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,

los verdeantes prados.

miramos su hermosura

pero no nos quedamos.

MEDITACIÓN EN EL UMBRAL

No, no es la solución

tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy

ni apurar el arsénico de Madame Bovary

ni aguardar en los páramos de Ávila la visita

del ángel con venablo

antes de liarse el manto a la cabeza

y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando

las vigas de la celda de castigo

como lo hizo Sor Juana. No es la solución

escribir, mientras llegan las visitas,

en la sala de estar de la familia Austen

ni encerrarse en el ático

de alguna residencia de la Nueva Inglaterra

y soñar, con la Biblia de los Dickinson,

debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo

ni Mesalina ni María Egipciaca

ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

MISTERIOS GOZOSOS

A veces, tan ligera

como un pez en el agua,

me muevo entre las cosas

feliz y alucinada.

Feliz de ser quien soy,

sólo una gran mirada:

ojos de par en par

y manos despojadas.

Seno de Dios, asombro

lejos de las palabras.

Patria mía perdida,

recobrada.

NARCISO 70

Cuando abro los periódicos

(perdón por la inmodestia, pero a veces

un poco de verdad

es más alimenticia y confortante

que un par de huevos a la mexicana)

es para leer mi nombre escrito en ellos.

Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón,

es, a pesar de todo, tan pequeño

como una anguila huidiza y se me pierde

entre las líneas ágata que si hablaban de mí

no recurrían más que al adjetivo neutro

tras el que se ocultaba mi persona, mi libro,

mi última conferencia.

¡Bah! ¡Qué importaba! ¡Estaba ahí! ¡Existía!

Real, patente ante mis propios ojos.

Pero cuando no estaba… Bueno, en fin,

hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal.

Y cuando era una errata…

De “En la tierra de en medio” 1970

NOCTURNO

Me tendí, como el llano, para que aullara el viento.

Y fui una noche entera

ámbito de su furia y su lamento.

¡Ah! ¿quién conoce esclavitud igual

ni más terrible dueño?

En mi aridez, aquí, llevo la marca

de su pie sin regreso.

NOSTALGIA

Ahora estoy de regreso.

Llevé lo que la ola, para romperse, lleva

-sal, espuma y estruendo-,

y toqué con mis manos una criatura viva;

el silencio.

Heme aquí suspirando

como el que ama y se acuerda y está lejos.

PARÁBOLA DE LA INCONSTANTE

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:

Si yo soy lo que soy

y dejo que en mi cuerpo, que en mis años

suceda ese proceso

que la semilla le permite al árbol

y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra

a asirme a una pared como el enamorado

se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida

en solidez de roble,

la rumorosa soledad, la sombra

hospitalaria y daba al caminante

-a su cuchillo agudo de memoria-

el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo

y otras el arrebato,

la gracia o el furor, siempre los dos contrarios

prontos a aniquilarse

y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora

me iba de algún mesón desmantelado

en el que no encontré ni una mala bujía

y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos

para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía

no sé qué cara le daré a la muerte.

PRESENCIA

Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido

mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.

Esto que uní alrededor de un ansia,

de un dolor, de un recuerdo,

desertará buscando el agua, la hoja,

la espora original y aun lo inerte y la piedra.

Este nudo que fui ( de cóleras,

traiciones, esperanzas,

vislumbres repentinos, abandonos,

hambres, gritos de miedo y desamparo

y alegría fulgiendo en las tinieblas

y palabras y amor y amor y amores)

lo cortarán los años.

Nadie verá la destrucción. Ninguno

recogerá la página inconclusa.

Entre el puñado de actos

dispersos, aventados al azar, no habrá uno

al que pongan aparte como a perla preciosa.

Y sin embargo, hermano, amante, hijo,

amigo, antepasado,

no hay soledad, no hay muerte

aunque yo olvide y aunque yo me acabe.

Hombre, donde tú estás, donde tú vives

permaneceremos todos.

REVELACIÓN

Lo supe de repente:

hay otro.

Y desde entonces duermo solo a medias

y ya casi no como.

No es posible vivir

con ese rostro

que es el mío verdadero

y que aún no conozco.

SER RÍO SIN PECES

Ser de río sin peces, esto he sido.

Y revestida voy de espuma y hielo.

Ahogado y roto llevo todo el cielo

y el árbol se me entrega malherido.

A dos orillas del dolor uncido

va mi caudal a un mar de desconsuelo.

La garza de su estero es alto vuelo

y adiós y breve sol desvanecido.

Para morir sin canto, ciego, avanza

mordido de vacío y de añoranza.

Ay, pero a veces hondo y sosegado

se detiene bajo una sombra pura.

Se detiene y recibe la hermosura

con un leve temblor maravillado.

SONETO DEL EMIGRADO

Cataluña hilandera y labradora,

viñedo y olivar, almendra pura,

Patria: rememorada arquitectura,

ciudad junto a la mar historiadora.

Ola de la pasión descubridora,

ola de la sirena y la aventura

-Mediterráneo- hirió tu singlatura

la nave del destierro con su proa.

Emigrado, la ceiba de los mayas

te dio su sombra grande y generosa

cuando buscaste arrimo ante sus playas.

Y al llegar a la Mesa del Consejo

nos diste el sabor noble de tu prosa

de sal latina y óleo y vino añejo.

TELENOVELA

El sitio que dejó vacante Homero,

el centro que ocupaba Scherezada

(o antes de la invención del lenguaje, el lugar

en que se congregaba la gente de la tribu

para escuchar al fuego)

ahora está ocupado por la Gran Caja Idiota.

Los hermanos olvidan sus rencillas

y fraternizan en el mismo sofá; señora y sierva

declaran abolidas diferencias de clase

y ahora son algo más que iguales: cómplices.

La muchacha abandona

el balcón que le sirve de vitrina

para exhibir disponibilidades

y hasta el padre renuncia a la partida

de dominó y pospone

los otros vergonzantes merodeos nocturnos.

Porque aquí, en la pantalla, una enfermera

se enfrenta con la esposa frívola del doctor

y le dicta una cátedra

en que habla de moral profesional

y las interferencias de la vida privada.

Porque una viuda cosa hasta perder la vista

para costear el baile de su hija quinceañera

que se avergüenza de ella y de su sacrificio

y la hace figurar como una criada.

Porque una novia espera al que se fue;

porque una intrigante urde mentiras:

porque se falsifica un testamento;

porque una soltera da un mal paso

y no acierta a ocultar las consecuencias.

Pero también porque la debutante

ahuyenta a todos con su mal aliento.

Porque la lavandera entona una aleluya

en loor del poderoso detergente.

Porque el amor está garantizado

por un desodorante

y una marca especial de cigarrillos

y hay que brindar por él con alguna bebida

que nos hace felices y distintos.

Y hay que comprar, comprar, comprar, comprar.

Porque compra es sinónimo de orgasmo,

porque comprar es igual que beatitud,

porque el que compra se hace semejante a dioses.

No hay en ello herejía.

Porque en la concepción y en la creación del hombre

se usó como elemento la carencia.

Se hizo de él un ser menesteroso,

una criatura a la que le hace falta

lo grande y lo pequeño.

Y el secreto teológico, el murmullo

murmurado al oído del poeta,

la discusión del aula del filósofo

es ahora potestad del publicista.

Como dijimos antes no hay nada malo en ello.

Se está siguiendo un orden natural

y recurriendo a su canal idóneo.

Cuando el programa acaba

la reunión se disuelve.

Cada uno va a su cuarto

mascullando un -apenas- “buenas noches”.

Y duerme. Y tiene hermosos sueños prefabricados.

TRAYECTORIA DEL POLVO

VII

He aquí que la muerte tarda como el olvido.

Nos va invadiendo, lenta, poro a poro.

Es inútil correr, precipitarse,

huir hasta inventar nuevos caminos

y también es inútil estar quieto

sin palpitar siquiera para que nos oiga.

Cada minuto es la saeta en vano

disparada hacia ella,

eficaz al volver contra nosotros.

Inútil aturdirse y convocar a la fiesta

pues cuando regresamos, inevitablemente,

alta la noche, al entreabrir la puerta

la encontramos inmóvil esperándonos.

Y no podemos escapar viviendo

porque la Vida es una de sus máscaras.

Y nada nos protege de su furia

ni la humildad sumisa hacia su látigo

ni la entrega violenta

al círculo cerrado de sus brazos.

Castellanos, Dora

Reseña biográfica

Poeta colombiana nacida en Bogotá en 1924.

Desde muy joven se inició en la poesía publicando su primer libro cuando apenas tenía quince años. Ha trabajado activamente en el campo periodístico y es autora de varios cuentos didácticos para niños de la segunda infancia y de la preadolescencia.

Ha pertenecido en varias ocasiones al cuerpo diplomático, obtuvo el premio Simón Bolívar y se constituyó en la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Colombiana de la Lengua.

De sus obras se destacan: «Verdad de amor», «Luz sedienta», «Hiroshima amor mío», «Zodíaco del Hombre», «La Bolivariada» y «Con luz de tus estrellas».

ADOLESCENTE AMOR

¡Amado! Este es aquel amor que conocimos

antaño en nuestra vida; éramos casi niños,

hace ya mucho tiempo,

cuando tu boca me enseñó la risa

y tus labios el beso.

Este es el mismo amor; viene de lejos,

desde la adolescencia;

cuando en la tuya conoció mi mano

el dulce entrelazarse de los dedos

y abrió la noche entre su cielo oscuro

la blanca floración de los luceros.

Este es el mismo amor,

cuando jóvenes éramos

y yo aprendí en la noche de tus ojos

la vigilia y el sueño.

Recuerdo aquel amor, el de turbada

soledad y silencio;

el que marcó en la luz de los cocuyos

el camino del pueblo.

El que nos embriagó con su perfume

en los frutos del huerto,

el que nos enseño toda blandura

sobre el musgo pequeño.

¿Lo recuerdas amor?

Desde tus brazos contemplé la noche

hasta aclarar el cielo;

la luna se apagó, brilló la aurora,

y recuerdo con qué deslumbramiento

vieron nuestras pupilas sombradas

brotar el sol sobre los campos nuevos.

Hace ya mucho tiempo,

supimos la ternura de la hierba

bajo los pies traviesos,

aprendimos la música del agua

de su sonido fresco.

Escuchamos el mar, vimos el viento,

gozamos del arrullo, del aroma,

y del amor de todo el universo,

cuando puros, amantes exaltados

nos enseñó la vida su misterio.

El agua, el sol, la brisa, la montaña;

el libro del Señor estaba abierto

y nuestros ojos ávidos e insomnes

escrutaban el cielo.

Todo lo que es hermoso,

lo aprendimos entonces.

¿Cuándo fue? ¿Cuándo, amado?

En el amor sin tiempo…

Ahora todo nos parece tan lejos…

Vendrán los duros años de la vejez,

amor, seremos viejos.

toda nuestra verdad, será añoranza,

desteñido recuerdo:

el joven resplandor de las miradas,

el encendido fuego de los besos.

¡Oh nuestro amor de antaño!

quizá desde las venas apagadas

de la vejez sin término,

sintamos otra vez, entre suspiros,

el indecible gozo de querernos.

Que viva el corazón para sentirlo,

que guarde la memoria su recuerdo.

¡Vibrar de plenitud, vibrar de nuevo!

Llevemos su existencia hasta la muerte

que amarnos fue tan hondo y verdadero.

ALGÚN DÍA

Un día llegarás;

el amor no espera.

Y me dirás:

Amada, ya llegó la primavera.

Un día me amarás.

Estarás de mi pecho tan cercano,

que no sabré si el fuego que me abrasa

es de tu corazón o del verano.

Un día me tendrás.

Escucharemos mudos

latir nuestras arterias

y sollozar los árboles desnudos.

Un día. Cualquier día.

Breve y eterno,

el amor es el mismo en primavera,

en verano, en otoño y en invierno.

AMOR, COMO LOS RÍOS

Oculta fuerza de agua soterrada,

nos sorprendió el amor tan de repente,

que al mirarse a los ojos hondamente

se desbordó el amor en la mirada.

Y brotó aquella fuente enamorada,

con fuerza tan vital y jubilosa,

que fue en verdad y amor la más gozosa

en que jamás me viera arrebatada.

Fue aquel amor, pasión tan verdadera,

-¿era tierna o sensual, dulce o ardiente?-

¡ya nunca más sabremos cómo era!

Que tus labios juraron en los míos:

vivirá nuestro amor eternamente,

y nuestro amor pasó como los ríos.

ANCLADO EN MIS SENTIDOS…

Anclado en la mitad de mis sentidos,

corazón, eres barco solitario;

cuéntame el inefable itinerario

de los amores y los tiempos idos.

Velámen roto y mástiles vencidos;

flotando en el refugio del estuario,

tú quisieras un ímpetu corsario

para encontrar océanos perdidos.

Surto en mitad del alma, has escuchado

el oleaje fiel de los latidos

y no sabes aún si te han amado,

tú que conoces todos los olvidos.

¡Corazón, triste barco abandonado

y anclado en la mitad de mis sentidos!

COMO UN ALA FUGAZ

Hay algo en ti que nunca permanece

y fluye de tu alma como un río;

algo que te ilumina y te ensombrece,

algo resplandeciente, algo sombrío,

como un ala fugaz que te ennoblece

el placer, el dolor, el albedrío.

Algunas veces goza, otras padece

lo que hay en ti que nunca será mío.

Aquello que en el éxtasis nos llega,

lo que el dolor en lágrimas entrega,

lo que el amor entrega en poderío.

Lo que está más allá de todo goce:

que siempre en el amor me desconoce

aquello en ti que nunca será mío.

CON HILOS DE ATARRAYA

Entre la fina red

que siempre estoy tejiendo

con todos los sentidos

prisionera me encuentro.

En la urdimbre sutil

de verdad y misterio,

de amor, olvido, pena,

ansiedad y recuerdo,

yo misma como un pez

me confundo y me enredo;

yo misma día a día

los hilos voy tejiendo;

cuando sé lo que amo

ya no sé si lo quiero.

En las confusas noches

en que pienso y más pienso

las barras de mi cárcel

como un escualo muerdo.

CONTRADICTORIO AMOR

A Nancy Pulecio Muñoz

Quemadura glacial de fuego y nieve,

contradictorio amor, tierno y violento,

cerebro ardido, loco pensamiento;

ansioso corazón que no se atreve.

Su voz nos extermina y nos conmueve;

su vivo manantial muere sediento.

Amor, amor, amor, este que siento

como la vida misma eterno y breve.

Algo dentro del ser padece y canta

breve canción, larguísimo gemido

que hasta el infierno mismo nos levanta.

No sabe del amor quien no ha podido,

con un grito clavado en la garganta,

gozar el paraíso prometido.

DESLUMBRAMIENTO

Era lirio en el aire y fragancia en el viento;

ondas sobre las aguas y temblor en el río;

cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,

grabé su amado nombre para llamarlo mío.

Nunca supe la hora ni el exacto momento

en que amé su mirada. Sólo sé que tardío

su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento

de una fruta en invierno, de una flor en estío.

Por menos presentido, todo fue tan hermoso

como ver cuando caen nieves en primavera,

lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.

Después de haberlo amado que mi alma responda

si sabe por qué existen sobre la tierra entera

el perfume en el aire y el temblor en la onda.

EL MEJOR DÍA

Alma mía que trémula y ansiosa

te asombras ante tanta maravilla:

el sol en la luciérnaga que brilla,

todo el bosque fragante en una rosa.

Un día el agua eterna y silenciosa

has de surcar en vacilante quilla;

el fuego que encendió tu lamparilla

apagará la noche misteriosa.

Hay algo en existir que te aniquila.

La vida es un anillo que se cierra,

la muerte un ojo insomne que vigila.

Puede el último ser el mejor día:

verás al alejarte de la tierra

la luz eterna de la poesía.

ELEGÍA DEL AMOR GOZOSO

Amor, gozo por ti, por ti padezco;

por ti la sombra que ilumina el mundo

y esta sed de fulgor en que anochezco;

por ti mis bellas horas tenebrosas

en que deshoja sin pudor el alma

su túnica de espinas y de rosas;

tus manos con el tacto de la vida,

mi espíritu cubierto de zozobras,

tu cuerpo con la veste desceñida;

mi panal de amarguras y de mieles,

el campo de la frente coronado

con una rama negra de laureles.

Por ti mis cuatro cirios encendidos,

la muerte viva en ataúd gozoso,

los edenes hallados y perdidos;

el jardín interior de mis aromas,

mis ciervos vulnerados, tus jaurías,

tu gavilán voraz de mis palomas;

tus fieras azuzadas, tus mastines,

mi queja entre la noche como un grito,

tu voz de funeral y de festines;

mi pradera agostada de rosales,

tus viñas en agraz para el olvido,

la cosecha en sazón de mis eriales;

tu faro entre las sombras, desafiante,

tu mar embravecido contra el mundo,

tu playa inaccesible y delirante.

Amor y siempre amor. amor altivo,

humillado, exaltado, desolado;

amor por lo que muero y lo que vivo.

Por ti todos los males y mis bienes:

tu lirio inmemorial y la manzana

y este cielo infernal entre mis sienes.

Por ti lo que desdeño y lo que ruego,

el fuego de la vida turbadora,

la muerte entre mi túnica de fuego.

Por ti, maldito amor, amor bendito,

la claridad de mi desesperanza,

mi esperanza clamando al infinito.

Por ti, siempre por ti. Por lo que espero;

lo que no espero ya, por esperado.

Por ti, sólo por ti, mientras me muero.

ERGUIDA FLOR

De ti se nutren todas mis raíces:

me nutro de tu voz, de tu mirada

y de ti, porque vivo enamorada

de lo que piensas y de lo que dices.

La carne triste y los cabellos grises

iremos al final. La llamarada

de nuestra gran verdad, será olvidada

cuando yo muera o cuando tú agonices.

El tallo, la raíz, la flor, el fruto,

fueron savia de amor que en un minuto

para nosotros maduró la vida.

Sin sombra, sin frescura, al sol y al viento,

porque en tu propia savia me sustento,

soy una flor al infortunio erguida.

ETERNA HUELLA

Quedarás como huella sobre mi brazo,

como marca sobre mi corazón.

Cantar de los cantares

No pasarás en vano por mi vida,

ni encontrarnos fue obra del acaso;

que por tu abrazo quedará en mi brazo

la fuerte huella que el amor no olvida.

La llama que de ti quedó encendida

arde sin consumirse en mi regazo.

Amor que más juntaste con el lazo

terrible de la sangre y de la herida.

En mí no fuiste gozo pasajero

sino la esencia de la tierra pura

floreciendo en el árbol verdadero.

Y para siempre brillará tu estrella,

porque de amor dejaste en hermosura

sobre mi corazón eterna huella.

HACIA MI SOMBRA

Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.

Tu claridad de mi dolor se aleja

y sobre el alma trémula me deja

un tenue resplandor de luz y olvido.

Soy un ciego que busca el bien perdido;

ya su amor en mi amor no se refleja.

De la noche sin término se queja

el que la luz de Dios ha conocido.

Perdí tu amor, en plenitud y lumbre.

No sabes que tu fe resplandeciente

iluminó mi abismo hasta la cumbre.

Quizá vuelva a encontrar tu estrella clara

porque otra llevará sobre la frente

la luz que alguna vez me iluminara.

HAY ALGO EN TI

Hay algo en ti que nunca he conquistado;

vana sombra que no me pertenece,

algo que me conturba y me estremece:

flor de amor que jamás he deshojado.

Es algo indefinible, atormentado;

noche que no se acaba ni amanece;

cual sórdido cilicio permanece

entre la carne viva, soterrado.

Algo entre la locura y el espanto.

Grito que va a llegar y nunca llega,

cercano al resplandor, próximo al llanto.

¡Oh trágico dolor de herida ciega!

Amor por quien suspiro y me levanto,

hay algo en ti que nunca se me entrega.

LA ROCA VIVA

Gracias, Amor, por esta dulce herida

y la blandura de mi sufrimiento.

Por la risa y el gozo y el lamento,

en tanta plenitud desconocida.

Bendito siempre, Amor, porque te siento

crecer en la ternura compartida

y por las aguas de tu mar sediento

que arrasa las orillas de mi vida.

Hoy sé que los rigores de tu fuego

consumió en llamaradas mi sosiego

y mi paz se hizo llanto y quemadura.

Ahora voy como barco a la deriva.

En los escollos de tu roca viva

rompió mi corazón su arboladura.

LINAJE PURO

Te amo cuando acaricio la madera:

la caoba que sangra, el roble duro.

Tu perteneces el linaje puro

que fragua anillos cada primavera.

Y floreces también como si fuera

tu cuerpo un árbol de nogal maduro;

palisandro de aromas, cedro oscuro,

estoy en ti como una enredadera.

Ombú que entre mis ojos amaneces;

sándalo que te creces de armonía,

ébano verde, olivo que te creces

de amor para mis brazos solitarios,

cuando siembras mi tierra yo diría

que respiro los bosques milenarios.

NÁUFRAGO

Náufrago va sobre el ardiente río

el corazón de todos los amantes;

cautivo entre sus aguas fulgurantes

pasa tu corazón; no pasa el mío.

Pródigo entre mis brazos el estío

acendró miel de pomas delirantes.

Oigo vago rumor de aguas distantes;

lejano de mis brazos pasa el río.

Puente sobre su cauce verdadero,

tendido está mi corazón entero.

¡Oh dolor del amor, agua profunda,

agua viva de amor que no se entrega!

Pero el rencor, porque hasta mí no llega,

en agua oscura y sórdida me inunda.

NEFERTITI

¿De qué terrena claridad dorada,

de qué barros del cielo, de qué arcillas

surgió la morbidez de tus mejillas,

la ciega plenitud de tu mirada?

¿De cuál sarcófago, de cuál morada,

de qué profundidades amarillas,

de qué lejano mundo sin orillas,

la luz de tu cabeza coronada?

¿Qué aurora boreal sobre tu frente,

sobre la placidez del rostro vivo

dejó su rosicler eternamente?

En la penumbra fértil de mi mesa,

cuando entre el hueco de la noche escribo,

llenas mi soledad con tu belleza.

SIEMPRE AMOR

A Inés y Adel López Gómez

No sólo por gozarte te he buscado:

también te quiero para padecerte,

porque el solo placer de poseerte

no da la plenitud de haber amado.

El vivo resplandor de lo gozado

menos amor es siempre que aquel fuerte

dolor de corazón que nos advierte

la dicha cruel de estar enamorado.

Te sufro con dolor, con alegría,

con deleite, con odio, con dulzura,

y la felicidad es agonía.

Si algún día nací, fue para verte;

por saber tu pasión y tu hermosura,

para gozarte, Amor, y padecerte.

SIN NADIE LA MIRADA

Lo que cambia es el rostro,

la hondura de unos ojos,

la luz de una mirada;

la penumbra indiscreta

de confidencias íntimas,

la ternura, los besos,

los cuerpos y las almas.

El amor es el mismo;

busca formas distintas:

a veces una frente

de curvas sosegadas,

otras la boca roja,

quizá una boca pálida;

unos brazos ardientes

de tibias manos largas;

el instante amoroso,

la amorosa distancia.

Cambian tan solo el rostro,

los luceros, el alba;

el palor de la luna

detrás de una ventana;

la lluvia que solloza

con sus gotas que cantan;

el fulgor que nos junta

la luz que nos separa,

las llamas que calientan

los muros de la casa,

las cortinas de sombra,

el temblor de una lámpara.

El amor es el mismo,

no declina, no cambia;

existe en nuestro pecho

desde lejana infancia;

nos saca de la cuna,

nos hiere con su espada,

nos da siempre el veneno

que vivifica y mata;

zumo que nos agobia,

licor que nos exalta;

el ardor que consume,

la ceniza que apaga.

El amor es el mismo,

sólo busca una cara.

siempre es lo mismo

lo que esperas;

siempre es lo mismo

lo que amas.

Tú estás en ti y eres el mismo,

es lo de fuera lo que cambia.

Tu amor existe

y busca siempre

un pretexto para sus ansias.

Primero un nombre: Luz, Elvira,

Diego, Alejandro,

Helena, Clara;

después del nombre algo infinito

que en nuestros brazos se quedara

y un rostro, un rostro,

cualquier rostro

que no nos deje ningún día

llevar sin nadie la mirada.

TODAVÍA

Sobre las ruinas de tu amor caído

levantaré de nuevo mis quimeras,

y serás en mi vida un destruido

monumento, donde un ídolo eras.

Donde tirano fuiste, las primeras

yerbas silvestres gritarán olvido,

y, recordando nuestras primaveras,

gemirás como un dios arrepentido.

Otros dioses vendrán, y nuevas rosas

brotarán de las ruinas silenciosas.

Asoma por levante un nuevo día

y he temblado mis penas escribiendo,

porque adentro, muy hondo, estoy sintiendo

que esta noche te quiero todavía…

TODO ES DIÁFANO Y BELLO

Mecen los blandos sauces la verde cabellera;

todo es diáfano y bello cuando estoy a tu lado;

una sutil fragancia de nardo macerado

difunde sus efluvios sobre la tierra entera.

¡Amado! El tiempo es claro, llega la primavera;

regresa en los capullos del jardín olvidado;

y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado

abren las margaritas su múltiple gorguera.

Con tu voz de agua viva, la frescura me traes.

Mi alma es tierra seca, tierra estéril y mustia

y tú sobre mi alma como la lluvia caes.

Me llenas de dulzura con tu voz de colmena

y tus hondas palabras rielan sobre mi angustia

como luz de luceros en el agua serena.

VERDAD DEL ALMA

Asciende a ti la luz del pensamiento.

Brota por ti la flor de mi alegría

y por tu amor enciende cada día

mi corazón su lámpara en el viento.

Que si pierdo tu imagen, al momento

la recobra en tu alma el alma mía

y tu rostro se vuelve melodía

de claridad en el entendimiento.

Amor incorruptible que no daña,

ni con halago de placer se viste.

En su diafanidad jamás engaña.

Por ti, sólo por ti, que por ti existe

-cristal que no se quiebra ni se empaña-

esta verdad del alma que me diste.

Casariego, Pedro

Reseña biográfica

Poeta y pintor español nacido en Madrid en 1955.

Licenciado en por la Universidad Complutense de Madrid, inició su carrera como poeta en 1974, alternando la escritura con la pintura, representada en lienzos independientes y en las series de “Las manos”, “Los monstruos” Las mesas” y “Los muebles”.

Su obra poética, compuesta por textos enlazados en su mayoría por argumentos análogos, se inició en 1977 con “La canción de Van Horne”, seguida luego por “El hidroavión de K” y “La risa de Dios” en 1978, “Maquillaje. Letanía de pómulos y pánicos” en 1979, “La voz de Mallick” en 1981, y “DRA”, en 1986. La recopilación de sus dibujos, acompañados algunos por textos irónicos, tiernos y humorísticos, se encuentran en “La vida puede ser una lata” 1988, y “Cuadernos Amarillo, Rojo, Verde y Azul”.

Su antología en prosa está contenida en “Verdades a medias”, publicada en 1999.

Falleció en el año 1993 tras arrojarse a las vías del tren en Aravaca.

Amiga del camino

c. 1984

Amiga del camino

endiablada lealtad de amapolas

y yo granizo

encima de esa procesión de sangres

granizo una siembra elemental de piedras vivas

que todo lo aniquila.

Anuncio por palabras

para mi madre

octubre de 1983

Necesito chica que sepa planchar

mis labios con los suyos y tende

r su ropa eternamente junto a la

mía y quitar las manchas de mi c

orazón con su mirada yo pondré

la mesa y la caricia en su ramo

de lunas y trataré de andar muy

despacio

cuando

ella

no

tenga

prisa

Barnízate

c. 1980

barnízate

te quiero

genio del can-can

docena de flores.

Eres toda la tierra

docena de flores

música ciega,

eres todos los templos

todos los tigres

todos los días,

eres el número de teléfono de Dios.

Tus ojos azules azor de los ojos

tus manos cerradas y el campo abierto y amarillo,

sólo te echo de menos

cuando estás conmigo

cuando estás conmigo

cuando buscas agua en el desierto de mi boca

sólo te echo de menos

cuando estás conmigo,

entonces trago más humo

tengo más miedo

veo más luces.

Van Gogh quiere pintarte los labios antes de morir.

Eres un bosque de un solo árbol,

cuando me miras

estoy quieto y soy quietud

pero cuando no me miras

bailo tan salvajemente

clavo tantas navajas

pienso tan poco en ti

te echo de menos cuando estás conmigo

no existo cuando no estás,

te vas y me convierto en baile

te vas y me convierto en ala.

Si quemas mi tristeza con tu risa

te enamorarás de mí

y dejaré de subir

tantos montes de amargura.

Te escribo para decirte

que eres un almendro de fuego

te escribo para decirte

que no quiero decirte nada

que sólo quiero abrazarte

buscar el calor de tu vida.

Biografía

1985

si

alguna

vez

muero

quiero azaleas encima de mí

quiero una ausencia de cruces

azaleas encima de mí

si

alguna

vez

vivo

quiero azaleas para mis brazos

quiero agua para las flores

estrellas encima de mí

¡Ella es!

16 de enero de 1987

¡Detrás de un cristal hay tres!

¡Es la tercera!

¿Ella es?

¡Roja como un diccionario

y mucho más suave que el papel!

¡Ojos en cuclillas y grises!

¡Ella es!

¡Muchos días tiene el 16 de enero

en el sueño de Manuela!

Y el hielo…

ahora juegan al ajedrez

el hielo y su noche

¡Trabajadora su cuna,

perezosos los pasos de Manuela!

Dinos qué exclama tu silencio,

dinos cómo será tu voz.

El universo hambriento…

¿cuándo le darás una cucharada de tu risa?

¡Que espere el universo!

¡Paciencia, luna! jManuela duerme!

Esta soledad

para Juan (regalo)

c. 1980

esta soledad es hija de una altura equivocada

yo tengo el vicio del cielo

soy el único propietario

del aire huesudo y de los pájaros fáciles

los huesos azules del cielo

forman un espacio largo y delgado

y se quiebran en tormenta

y bajan en agua

para acabar en lápida sin nombre

el rojo de mis manos es un misterio

porque brota de ríos blancos que se inclinan como lápidas

a través de la tela metálica

cabizbaja la mala hierba roba el principio del otoño

en otoño los ladrones de cielo

llevan silencio en el pico y tumba en las alas

me agarro a la tela metálica

y no tengo dinero

las mujeres redondas siempre tienen dinero

pero cuando miran hacia lo alto para celebrar una cama nueva

alguien impide el cielo con una navaja de aire

me agarro a la tela metálica

y no tengo mujer redonda

yo tengo el vicio del cielo porque tengo miedo

Porque soy cobarde

mujer entera no puedo darte nada plancha mi tormenta

LA CENA ES A LAS 6.

YO SOY EL CAMARERO.

Falsearé la leyenda

1976

Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera

y el compacto césped que recubre los jardines;

todos pensarán que venció la fuerza del desierto

y yo seré durante años el Dueño de la vida,

dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado

y tiñendo al atardecer lo que brotó del rocío;

mi pincel será la cascada cuyo estruendo nunca percibo

y mi pintura las aguas que en ella se enroscan furiosas,

y los que por los aires naveguen

verán surgir la nieve del pecho abierto del Verano,

variarán de canción los motores aceitosos

y enarcarán las cejas los pilotos sin mirada.

Danzaré entre las hojas chamuscadas por el frío

y los demás conmigo,

pero ellos caerán extenuados

y sus músculos heridos servirán para tensar mi nuevo arco

y clavar en sus corazones suplicantes mensajes de amor

que sin duda secará el aliento de la lluvia;

y arrebataré a los niños la dejadez que me apasiona,

se marchitará colgada de las moreras,

como los plásticos sucios en el invierno espinoso.

Beberé el líquido que corre con el Nilo,

despojaré de su piel al fornido rinoceronte,

falsearé la leyenda y ésta me pertenecerá,

poseeré los campos de maíz y los quejidos sin motivo,

dividiré el tesoro del pirata para llevármelo entero,

y, llegado el momento,

cuando las ilusiones ahoguen el desengaño,

nada quedará sin ser devuelto

y mi alma os alegrará con una sonrisa.

Knock-out

1979

ella afirma que pertenece a la Iglesia Evangélica.

yo la creo.

me dice que debo unirme a su Iglesia.

toco su ronca boca y oigo su voz suave.

ahora intenta adivinar mi profesión:

¿eres marinero?

¿estás loco?

¿vendes cítaras?

yo no respondo.

vivo tan lejos de sus preguntas,

dentro de un corazón alquilado.

todas las mujeres son vuelos,

¿es ella un vuelo chárter

en un avión que se avería?

silbo mientras pienso la respuesta.

aquí no hay ventanas,

pero sé que llueve,

una lluvia triste como gallo sin cresta.

siempre agua,

jamás maná.

me dice que silbo descaradamente mal.

estamos en la cama casi desnudos

(yo aún llevo mi camiseta o mi coraza.

y una medalla tapa un círculo

de su piel).

algo hay entre mis dientes.

no sé qué es,

quizá un último billete.

quizá una declaración de amor disfrazada de billete de mil.

ella está evangelizándome,

me dice que debo unirme a su Iglesia.

busco calma en su extraña fe.

ella tiene tantas almas como un noble ruso,

no dejaré que me salve hoy.

mis garras acarician,

cuando me vaya de aquí

recobraré la felicidad de mis garras desgarrando la vida.

ella me mira,

yo numero sus lunares como antes numeré sus penas.

le digo que soy militar retirado con jugosa pensión,

finquita y Jaguar,

y ella me dice:

cierra la boca,

cielo,

yo soy una ciudad de chicas.

quiero amarla, quiero quererla.

pienso en otra mujer,

me destruía sentada en un bidé.

ya no pienso,

ya no.

cojo un cigarrillo,

y mi mechero abre su ojo de llama.

ella ve cómo fumo nuestra pobre pipa de la paz.

a las diez y cinco nos damos cuenta de que el Juego sobrevive.

jugamos.

la empujo

y cae sobre la cama blanca como ermita.

knock-out.

La vida dudada

c. 1983

La vida dudada

la vida es tan corta

que un solo minuto

podría ocultarla.

Gimen de infinito

las catedrales

suben sus sombras

todo lo tapan

todas las vidas

también la espalda

del ángel sabio

también la nuca

del escarabajo alto.

Todo lo enlutan

las vidas dudadas.

Y la boca

de la catedral tatuada

grita de vidrio

y ensombrece el invierno.

Bendita condena

si nos alarga

porque el hombre enfermo

ama la roca

que lo endurece

ama el silencio

que lo supera

también los dientes

y su ternura.

Campanas llaman

al campanario

y muy lejos

remolino de carne

todo precio es poco

para lo que no acorta la vida.

Alas débiles la vida

se tambalea y nubla

la vida dudada

un solo minuto.

La vida

tiembla en el campo de la esfinge

una llama de alegría

contra un incendio vivo.

La vida parte

hacia cielos enterrados

cuidado con la vida

con la mujer que planta

cipreses

y tormentas huérfanas.

La vida hiere

la vida lanza

piedras de pájaro sin nido

contra las catedrales altas

y saltan los cristales

se convierten en ceniza

que nos abriga.

Para vivir lanzamos

estas piedras peligrosas

y sencillas

para vivir curamos

los tatuajes y los campos.

Vivir

bendito castigo

si nos lleva

hacia el amor

en almohadas

de roca y sangre.

Nada remedia

la ingratitud del olmo

la vida hiere

nada riega

los abedules secos.

Corazones sin traje

para vivir

y el desierto resuena

con nuestras pisadas.

Mil pies tiene el camino

y nosotros quietos

se yergue el camino

y nosotros quietos

para no morir.

La vida dudada

la misma vida otra vez.

Santa tierra desterrada

1980

Tú sigues siendo

el misterio de las apariciones que nunca aparecen

pero

dentro de mí

alguien

cambió

y no volverá a cambiar

jamás

ya no hay llanuras en mis montañas

ya no hay llanuras y yo

yo olvido un sótano de recuerdos dos sótanos llenos

y persigo sombreros alegres para dejar de olvidar

aunque ya se sabe

los sombreros huyen

y la alegría

y los gatos que no nos felicitan.

Olvido.

Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:

he sido tantos alborotos

que ya soy viejo

he visto a tantos morir mi muerte

que ya soy joven

he servido a tantos príncipes

he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado

no he faltado a la cita y ahora

ya no hay fuego en mi fuego

o todas mis mentiras son mentirosas

y sólo el cansancio me da vida

y sólo tocas mi cansancio

y ahora

hoy nada me duele y tú no me dueles

las tiendas de ultramarinos y los cines de verano

y los guerreros indefensos

desaparecieron

ni siquiera los fabrican

fíjate qué triste

herrumbrosas y ajenas

nuestra soledad es siempre de los otros

herrumbrosas y ajenas y tan herrumbre

las soledades que en mi acontecen

sin ruidos y sin silencios

hoy nadie me duele y tú no me dueles

mujer

tan callada y pobre

como una grieta

santa tierra desterrada

yo que para escandalizarte he robado escándalos

sólo Judas pudo amarte como yo te amo

sólo Judas y sobre ti veo

al cielo que ganó el concurso de cielos

y al cielo loco que ganó el concurso de nubes

y hasta al único caballo que cabalga

santa tierra desterrada

tierra santa

mi tierra prometida

dama de la mayor distancia

te he deseado siempre

desde el primer reloj

pero

dentro de mí

alguien

cambió

así que pronto llorarán mis risas

y se arrastrarán mis vuelos

pronto

oiré un viento raptando hojas

y las noches sabrán ser días

entonces

inmediatamente

Ayúdame

soy un cristo que no tiene cruz

soy un cristo de crucigrama

ayúdame

tú la espina más remota

tú sueño que se desmaya

tú pequeña niebla de piel

tú que no mereces ser el cepillo de dientes de María Magdalena

tú puedes ayudarme

tú puedes ayudarme complicándome la vida

complícame la vida

complícamela

tú que árida siempre te alejas

dame abrazo y herida

dame abrazo y herida para tener abrazo

tu que no existes

sólo tú puedes

Sastre si lo sois

1981

Sastres, si lo sois,

vestid de belleza mi rabia.

Aquí celda sonora guardada por el humo

un lugar más para hacer mis solitarios

aquí donde cien dientes se disputan cada beso

aquí me lo contaron

aquí donde nos venden

el amarillo de la bombilla que tiene vocación de tiniebla

la luz que todo lo anochece

una sola ceguera para tantos ojos

un solo fuego para tanta sed

ella

la que se abrió viendo pasear

mis pantalones azules

camino del bar y del ayuno

ella anda de la mano

ella anda de la mano y de la vena

de un heroinómano

herida de lavabo

campo de golf de 18 millones de agujeros

voz seca que no conoce

la bondad del silencio que sólo destruye a su dueño

él es el hogar de la avispa

y quiere compartir su hogar

¡que los hombres fuertes oigan lo que no dice!

¡que lo oigan también hierros

mantas

y abedules!

Pongo alma de hombre fuerte

y escucho

desde el suelo y desde el aire.

No oigo nada, pero sé que no calla.

Jardín cobarde.

No sabe secarse solo

y ello es la mayor traición.

Te advierto que la luna

para Pablo con la única condición

de que no lo pierda sin querer

agosto de 1983

Te advierto que la luna…

Una manzana perdida

tan vieja como el egipcio

y sin pirámides…

Te advierto que la luna

te mira siempre…

Si la manzana

pudiera caminar como nosotros…

Te advierto que la luna

te mira siempre

con el hambre que da la distancia.

La manzana

la manzana es peligrosa porque no camina.

Muere muy quieta y huérfana

muere de su propio peligro

de su propia piel

de su propia cárcel.

Los bigotes de los gatos acarician la manzana y la abandonan.

Te advierto que la luna…

Y la manzana

¡todavía aspira al abrazo de una boca!

¡parece un hombre que fue un hombre distinguido

y que todavía aspira a que alguien

puje por su corazón de fruta antigua!

Te advierto que la luna…

y apuesto a que los hombres distinguidos

en nada se distinguen de los otros…

en sus manos una llave es una llave

en sus relojes un minuto es un minuto

en sus manos un tigre es imposible.

Te advierto que la luna…

Te quiero porque tu corazón es barato

1980

Te quiero.

Te quiero

porque tu corazón es barato.

Yo soy un actor secundario

que se siente muy débil

porque no come lo suficiente.

Estoy ahí sentado,

sentado en una silla amarilla;

el suelo es amarillo,

está hecho de hojas muertas.

He olvidado mi papel.

Algún pájaro ha escrito en mi silla

el nombre de un actor importante.

El público está formado por miles de pájaros muy cultos

y espera ver algo grande.

Yo he olvidado mi papel

y mi piel de actor está llena de hongos;

estar plagado de hongos

y no comprar un tubo de pomada en la farmacia

hace que me sienta como un salvaje.

Pienso en la película

«Sangre sabia» de John Huston.

Pensar es muy trabajoso,

pensar es muy trabajoso.

Se me ocurre una frase bonita:

«La primera letra de tu nombre

es la letra de una canción,

y tus ojos son la música de esa canción;

tú estás muy guapa cantando la canción,

ni siquiera necesitas mis aplausos.»

Quisiera que mi sangre fuera sabia.

Mi sangre, todos los veranos,

busca heridas para salir a tomar

el sol.

Entonces, cuando las encuentra,

se seca,

como se secan las hojas de los

árboles y de los libros.

Tengo 25 años.

Si te revelo

este secreto de calendario

es para que comprendas

que estoy doblando una curva

y que tú puedes estar después de la curva

haciendo auto-stop.

Soy un hombre puro y huraño,

pero no soy amigo de Dios.

Reconozco, sin embargo,

que me gustaría hacerme una foto con Él,

aunque sólo fuera para salir en el periódico

y dejarte boquiabierta a ti.

Mírame:

debería estar fundando un hogar

y quiero ser atracador de bancos.

Tápame con una manta

y rompe el termómetro:

tengo fiebre

y tengo frío.

Soy puro y soy huraño,

pero no soy amigo de Dios:

Sus barbas me parecen demasiado

blancas, como si hubieran robado

a la nieve toda su belleza sin

dejar nada a cambio;

Dios es un jugador de ventaja,

un jugador muy importante,

un jugador

imprevisible.

Dios castiga y perdona porque sí:

puede que me ame

más que a los que Le aman.

Alguien ha grabado en mi espalda una boca azul.

Una risa que se derrumba cae desde la boca azul.

Pagaré una fortuna a quien borre el tatuaje.

Hoy prefiero una boca roja de mujer prohibida.

Estoy lleno de tatuajes:

mis recuerdos son tatuajes,

hasta mi pasado es un tatuaje,

cada mano en la mía es un tatuaje.

Me aparto cuando alguien se

acerca a mí.

A veces quiero que se acerquen los

A veces quiero que mi madriguera esté

vacía

porque mi corazón está vacío:

yo la vacio personalmente todas las mañanas.

Yo ya no tengo esperanza,

yo ya soy desesperación.

Veo cómo llegan los borrachos;

me asusto y me oculto

entre las botellas vacías, entre

los bares y sus luces perdidas para siempre.

Que olviden, que olviden:

yo no olvido;

que perdonen, que perdonen:

yo no puedo perdonar

la muerte agria de mis días.

Tengo miedo:

todos los bomberos llevan chistera

en este planeta de locura.

Aquí nadie puede escribir la palabra «flor»

sin querer cortarla.

Estoy sentado

y soy un actor mediocre.

El público es un cielo

que llama a las nubes

para dejar de ser azul.

Miro. Aquella papelera vacía

corrompida por su tristeza

quiere hablar con alguien.

Centenares de papeles rotos

hablan con el suelo amarillo.

Soy huraño. No soy puro.

No soy puro.

Odio.

Estoy harto de pasear entre ladridos,

de paseos entre ladridos

y semen en el pijama.

Confieso que soy

soledad sola.

Ella era una prostituta negra vestida con el peor de los gustos, era

grande como un hotel.

Reía con fuerza.

Yo no la había alquilado para que riera.

Ella estaba llena de salud.

Yo no estuve a su altura.

Me fui

humillado

con las manos en los bolsillos

fumando y jurando un poco

(quería parecer un héroe moderno):

cada esquina de la calle me dolía.

Las estrellas iluminan pero no ven;

su tragedia es dar luz y ser ciegas;

yo no sé si ilumino;

creo que a mi lado

todo se oscurece.

Espero que la noche que yo hago

sea una noche clara,

con una pareja de hogueras

y con un leopardo.

Estoy milagrosamente.

Estoy milagrosamente.

Estoy entre mis llagas.

Mi sangre no es sabia;

yo busco un manantial de sangre sabia:

ríos de sangre sabia

para regar mi cuerpo.

No creo en los ovnis:

he gastado mi fe

viviendo como una serpiente.

Mi pantalón es azul;

soy extraño y

siento desprecio;

me desprecio a mí mismo

cuando hablo tanto de mí,

porque yo desprecio a los que se desnudan.

Lucharé contra todos los que digan

lo que yo digo.

Mujeres gratis, mujeres que se pagan con un beso.

Existen. Las he perseguido;

son estrellas fugaces

son faroles

son tímpanos

¡valen su peso en oro!

son lápices

son tigres

son las mujeres de los tigres

son sombras de agua

¿qué son?

porque yo soy sangre

Te resucito

c. 1979

Te resucito

qué imposible resucitarte

tan imposible como deshojar un invierno de árboles

dejémoslo en te resucito

entreabierta y temblorosa

lechuza neorromántica

marioneta viva

con tu boquita de fresas con nata

con tu boquita de seis tenedores

estrangulando verdades

armada de súplicas

te resucito cuajado de almohadas

diluviando pesadillas

sin un mal sueño que llevarme a los ojos

con una semana de noches.

Te miro

me miras y no me arrepiento

no sé arrepentirme de haberte creado

no me arrepiento de haber diseñado

tus abrazos colectivos

estos abrazos de suburbano

que se cuelgan de los míos

o que se citan con los míos

o que se apiadan de los míos

andrajosos

esos abracitos andrajosos

que doy y que recibo.

Tus arrugas de taquillera

toda una taquilla de arrugas

¿cómo voy a arrepentirme de ti?

sería arrepentirme de tu Kremlin de espejos

de la espalda de tu peluca si te persigo

de tu teléfono que siempre comunica

de tu salvajismo de muñeca rajada

o de cuanto sé yo y no lo digo.

Sí claro que sí

porque te he creado

con un tacón de lujuria

con un collar de caricias

con una fiesta de rimel

porque te he creado

hasta tus azares

y tus aspirinas

y el momento de tomarlas

desgastado de resacas

poseído ya por ti

con la violencia del primer terremoto

o anunciando la del último mejor aún

mejor aún pero tan terrible y tan sin fechas

como la biografía del cielo

ahora que lo pienso

quizá te haya elaborado

jugando a los dardos

o saltando a lo marsupilami

sin darme cuenta

sin una fiesta de colchas

sin una guerra de nervios

sin una sola

semilla.

Ahora que lo pienso bien pensado

acabas de nacer

amada mía

brujita de guiñol

virgen loca

acabas de nacer y ya tienes

bueno ya me tienes a mí si te parece poco.

Sí pero a veces

te siento vieja como un yelmo o una diosa

sí pero a veces demasiadas veces

te intuyo ahuyentando arrugas en tu cubil mágico

qué maravilla entonces

buscar tus arrugas y encontrar las mías

suelo combatir en tu piel

juro por lo más sagrado

que tu piel es de astracán

y de película

suelo combatir en tu piel

las más antiguas prehistorias

las prehistorias más antiguas

dime cómo pude engendrarte

en un tiempo tan diverso

desde otro siglo más triste

pero quién da más y qué más da

hoy sólo me importan tus besos

curandera

lobaferoz

princesa de cuento

sólo me importan tus besos

o más exactamente la manera de atraparlos al vuelo

con mi cazamariposas de labios

y de gemir

y de aventura

y de mecedora y sus vaivenes

tus besos-prólogo

mi catecismo de besos

tus besos analfabetos

tus besos analfabetos

saben más que una escuela politécnica

unánimes

casi casi diminutos

pidiendo una lupa de calor y de silencio

si pudiera reducir su tamaño

actualmente diminuto

para que cupieran en mi provisión de memoria

para tu frente

para estrenar tu frente un besito de sabio distraído

qué dulce sorpresa tienes fiebre

prohibido salir a pasear al Parque del Oeste

preveo una cena de alacranes y de sábanas

aparta esas sábanas de válium que tanto odio

apártalas

sábanas místicas

quiero deshilachar

quiero deshilachar tu gripe

quiero desenredar vacíos en tu mielamarga

y no consigo sino alejarme de tus besos

hazme un sitito a tu lado entre pijama y revistas

entre uranio y huraño

entre desierto y destierro

aparta estas sábanas de válium que tanto odio.

Si no te portas bien

me vestiré peligrosamente

de cruel o de mormón

y recorreré tu traje de novia a tijeretazos desbocados

así que pórtate bien por tu bien

y no voy a repetírtelo

necesito un Corán de besos

nada de anacoretas

nada de pólizas

nada de sellos para enviarme

a mi jaula

ausente

a mi jaula

omnipresente y futura

a mi jauja eterna

a la jauría de las jaulas

al paraíso de las jaulas de mimbre

a la llave del paraíso de las jaulas de mimbre

al gong del lujo.

Te oigo reír

mientras afilo mis tijeras

ríes tapando tu cama que es la cama

ríes tapando tu cama que es la cama de la reina de la gripe

te oigo reír un vértigo de júbilos

hay un gallo en tu risa lo más rojo del gallo

tu risa cincosentidos

me carteo con tu risa

tu risa vegetariana

vegetariana y carnívora

tus mordisquitos de risa furibunda y cavernícola

me gustan como vecinos y me encantan como huéspedes

los cien pies del ciempiés de tu risa

me enamoro de tu risa

de tu risa estrábica

porque ya me contarás la bizquera de tu risa

y el papanoel de tu risa

y los puntapiés de tu risa

y su atroz desamparo de viudita

¿cómo voy a seguir afilando tijeras

cómo voy a pensar en trajes de novia

cómo voy a ser mormón oyendo tu risa

oyendo

tu risa

múltiple?

la desesperada arquitectura de tu risa

sólo a ella tiernamente dedico

ternura sin decimales

la desesperada arquitectura de tu risa

tomo café con los arquitectos de tu risa

ellos me regalan la escalera de caracol de tu risa

tu escalera de caracol

tu escalera de caracol caracolea entre mis brazos

sonrientes y conmovidos los geniales arquitectos de tu risa

se despiden de mí olvidando en mi hombro

un pergamino de lágrimas

sus vespas

y

un

reloj de chinchetas

tu escalera de caracol ya no caracolea

y subiendo en vespa tu escalera de caracol

circuncidando estrellas y navegando

llego a un valle donde

reaparecen intactos los arquitectos de tu risa

cortejando a doce o trece missmundos

dos de ellas universitarias

o al menos

manchadas

de tinta

efectivamente acurrucados en los ombliguitos de las missmundos

aproximadamente alegres los viciosos arquitectos de tu risa

polizones en un barco de ombliguitos

pues ninguno ha pagado a las missmundos

ni me saludan los malditos arquitectos de tu risa

y uno de ellos

un mormón con un húsar dentro o con un veneno

o sin un ciclista o con uno solo

o con el único juguete taciturno

uno de ellos

un viejo mormón lleno de esperma de ballena

me arrebata mi reloj

mi fulgurante reloj de chinchetas

y pincha las tres ruedas de mi vespa

las tres ruedas de mi vespa cobran vida y beben anís

se tambalean

arañan el aire a jaguaradas

dicen que son la espina del cactus

y atraen a las missmundos

una

a

una

así el viril magnetismo de las tres ruedas de mi vespa

une en un solo amor a las missmundos

pero

de repente

las inverosímiles tres ruedas fingen agarrar

un delirium tremens de murciélagos y animalitos

porque ya se han cansado de las missmundos

y para mayor teatro las tres ruedas

intentan devorar tu escalera de caracol

sin protegerse antes cuidadosamente

sus debilísimos dientes de ajenjo

y claro naturalmente

mueren

por su parte las missmundos

muy afectadas por las tres muertes de las tres ruedas

rápidas las missmundos rezan sus oraciones

y luego e:xigen un tocadiscos

y

se

alborotan

su invulnerable alboroto

vuela sin pararrayos

se trata de un reto al tímpano

las missmundos son treguas

en la amargura de los arquitectos de tu risa

pero las muy tontas lo ignoran

y bailan y columpian sus diáfanas nalguitas

absolutamente gratis

frenéticamente bailando la totalidad de las missmundos

si exceptuamos a la más bella de las missmundos

o al menos la más risa de las missmundos

o

la

menos

válium

o

la

más

griposa

Torre Windsor

1980

rasca

cielos

y si los ciudadanos volaran

como vuelan vientos y vuelan soles

y si los ciudadanos volaran

me refiero

a los viajantes de comercio

y a los dedos de oficinista

y si los ciudadanos volaran

para reflejar en los rasca

cielos

su piel y sus anillos

la pobreza de su reír de una sola risa

sus esqueletos en venta

sus viajes en helicóptero

las piernas de Mellors

tú tensándote

porque la vida no

hace declaraciones

cuando está en el ascensor

del rasca

cielos

pero hoy

hoy

el

rasca

cielos

es

mil

sílabas

de luz

no

una

palabra

Tu mezquita y tu río

para mi madre

escrito el día

30 de marzo de 1979

Una prostituta

ella es la única mujer por mí invadida

o

acaso

tampoco

ella

porque por más que me recuento

no hallo vestigio

de perfume o de célula o de compra o de club

o de aquel taxi

aunque allí estábamos todos,

madre,

los bienaventurados y los aventureros

allí estábamos todos

en la edad del vagabundeo y sin piernas

sin piernas como el pobre Mori Ahio

como él mordidos por un tren hambriento

pescadores de Galilea ha llegado la hora de la repesca.

Le dije que me llamaba Azul

y gracias al cielo no era tan blanca como la peluquería Noëlle

así que busqué en ella a las hijas del Atlas

ambos sin el virus del amor

aquel día la noche había bajado veloz por su tobogán de luces

y sus estrellas eran nubes.

Madre,

eres la mujer más lista del mundo después de Madame Curie

o empatada con Madame Curie

si exageramos un poco

y yo por ti exagero un poco

y hasta mucho más que un poco

de azúcar

en mi ruso

señor camarero árabe

poblando de parálisis mi alma

mi museo de aromas

tan mísero de aromas

mi monotonía de caja de música

orgulloso de soledades

y de maldad

pero sobre todo de bondad

soy todo lo bondadoso que puede ser un buitre

que no es mucho

y todo lo viejo que sabe ser un viejo

que ya va siendo más

mi alma de reposición y filmoteca

tan fanática

a su lado los locos se convierten en loqueros.

Minutos con ella

entonces pronunciar las palabras mágicas

palabras como

baobab

arrayán

y otra vez baobab

pero no las pronuncié

sobre su carne para perros

carne para perros Lassie

soy el perro que en la luna escarba una hoguera de signos

y

sólo

la

muerte

me hace

la vida

imposible.

Madre,

madre yo solo qué hielo soy

yo que desconozco el argot del amor

para ti quemo las penas que me frecuentan

ven aquí donde te midan mis penas

mezquinas como aritméticas

madre,

tu imperdible

el imperdible de tu tiempo

tu tiempo imperdible

siempre

he aquí tu permanecer

sobre nuestra permanencia

he aquí

tu mezquita

y tu río

Tuit

para mi madre

1982

tuit

tuit

ella

no sé

si salvará

a

la higuera

pero

que ella es

la salvación de la higuera

pilotando un tejado blanco

segando dragones amarillos

con dos medialunas

disfrazadas de tijeras

tuit

t

u

i

t

su música

de 50 notas

es

la enviada

del silbido

de

los

pájaros

Volver a mirarte ha sido

1 de junio de 1985

Juana volver a mirarte ha sido.

Una enfermedad desconocida lame la tierra.

En el sembrado muchos volcanes que nunca se inflamaron.

Un milagro cuando los colores se convierten en hijos.

Sombras nítidas si es posible en los campanarios.

Cantos claros acallados por el rayo del instinto.

Brotan piedras amarillas de la sangre extraviada.

Algo estremece la edad definitiva de aquel tiempo en los cristales.

Un alivio de flores se subleva como una tormenta.

Quizá ojos y acueductos fundidos por la memoria.

En valles de savia la frialdad terrible de la fatiga.

Una vejez torpemente nueva irrumpe en los canales del espacio.

Los días del suicidio son días de un azul derramado.

Antes una plaga de horas tristes ha labrado el alma.

La pregunta de una llama y en el fuego una llamada.

Es vuelo de pájaros tibios lo que repite el aire.

Destierros sagrados que curan sin descanso.

Cirujanos y pena más altos que el trigo y los muros.

Lentamente protegen tejados de escarcha.

Amenazan las promesas sinceras de la nada.

Sobrevive lo contiguo y luchan los balcones a lo lejos.

Juana volver a mirarte ha sido.

Casal, Julián del

Reseña biográfica

Poeta cubano nacido en La Habana en 1863.

A pesar de que su infancia transcurrió en un ambiente triste debido a la temprana muerte de su madre y a los pobres recursos económicos, el poeta mostró desde niño su gran vocación por la literatura, recibiendo una marcada influencia de los clásicos franceses, especialmente de Baudelaire, quien fue su ídolo literario.

A los veinticinco años, después de un corto viaje por Europa, regresó a Cuba donde se dedicó al periodismo, la crítica literaria y teatral, la poesía y la traducción de grandes poetas.

Está considerado como un baluarte del modernismo hispanoamericano y una de las grandes voces de la poesía y la prosa cubana.

«Hojas al viento» en 1890, «Nieve» en 1892, «Mi Museo ideal» en 1892 y «Bustos y rimas» en 1893, reunen la totalidad de su obra.

Murió en 1893.

De “Hojas al viento”

1. LA CANCIÓN DE LA MORFINA

Amantes de la quimera,

yo calmaré vuestro mal:

soy la dicha artificial,

que es la dicha verdadera.

Isis que rasga su velo

polvoreado de diamantes,

ante los ojos amantes

donde fulgura el anhelo;

encantadora sirena

que atrae, con su canción,

hacia la oculta región

en que fallece la pena;

bálsamo que cicatriza

los labios de abierta llaga;

astro que nunca se apaga

bajo su helada ceniza;

roja columna de fuego

que guía al mortal perdido,

hasta el país prometido

del que no retorna luego.

Guardo, para fascinar

al que siento en derredor,

deleites como el amor,

secretos como la mar.

Tengo las áureas escalas

de las celestes regiones;

doy al cuerpo sensaciones;

presto al espíritu alas.

Percibe el cuerpo dormido

por mi mágico sopor,

sonidos en el color,

colores en el sonido.

Puedo hacer en un instante

con mi poder sobrehumano,

de cada gota un océano,

de cada guija un diamante.

Ante la mirada fría

del que codicia un tesoro,

vierte cascadas de oro,

en golfos de pedrería.

Ante los bardos sensuales

de loca imaginación,

abro la regia mansión,

de los goces orientales,

donde odaliscas hermosas

de róseos cuerpos livianos,

cíñenle, con blancas manos,

frescas coronas de rosas,

y alzan un himno sonoro

entre el humo perfumado

que exhala el ámbar quemado

en pebeteros de oro.

Quien me ha probado una vez

nunca me abandonará.

¿Qué otra embriaguez hallará

superior a mi embriaguez?

Tanto mi poder abarca,

que conmigo han olvidado,

su miseria el desdichado,

y su opulencia el monarca.

Yo venzo a la realidad,

ilumino el negro arcano

y hago del dolor humano

dulce voluptuosidad.

Yo soy el único bien

que nunca engendró el hastío.

¡Nada iguala el poder mío!

¡Dentro de mí hay un Edén!

Y ofrezco al mortal deseo

del ser que hirió ruda suerte,

con la calma de la Muerte,

la dulzura del Leteo.

* * *

2. MIS AMORES

Soneto Pompadour

Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,

las vidrieras de múltiples colores,

los tapices pintados de oro y flores

y las brillantes lunas venecianas.

Amo también las bellas castellanas,

la canción de los viejos trovadores,

los árabes corceles voladores,

las flébiles baladas alemanas;

el rico piano de marfil sonoro,

el sonido del cuerno en la espesura,

del pebetero la fragante esencia,

y el lecho de marfil, sándalo y oro,

en que deja la virgen hermosura

la ensangrentada flor de su inocencia.

* * *

3. POST UMBRA

Cuando yo duerma, solo y olvidado,

dentro de oscura fosa,

por haber en tu lecho malgastado

mi vida vigorosa;

cuando en mi corazón, que tuyo ha sido,

se muevan los gusanos

lo mismo que en un tiempo se han movido

los afectos humanos;

cuando sienta filtrarse por mis huesos

gotas de lluvia helada,

y no me puedan reanimar tus besos

ni tu ardiente mirada;

una noche, cansada de estar sola

en tu alcoba elegante,

saldrás, con tu belleza de española,

a buscar otro amante.

Al verte mis amigos licenciosos

tan bella todavía,

te aclamarán, con himnos estruendosos,

la diosa de la orgía.

Quizá alguno, ¡oh, bella pecadora!,

mirando tus encantos,

te repita, con voz arrulladora,

mis armoniosos cantos;

aquellos en que yo celebré un día

tus amores livianos,

tu dulce voz, tu femenil falsía,

tus ojos africanos.

Otro tal vez, dolido de mi suerte

y con mortal pavura,

recuerde que causaste tú mi muerte,

mi muerte prematura.

Recordará mi vida siempre inquieta,

mis ansias eternales,

mis sueños imposibles de poeta,

mis pasiones brutales.

Y, en nuevo amor tu corazón ardiendo,

caerás en otros brazos,

mientras se esté mi cuerpo deshaciendo

en hediondos pedazos.

Pero yo, resignado a tu falsía,

soportaré el martirio.

¿Quién pretende que dure más de un día

el aroma de un lirio?

* * *

4. RUEGO

Déjame reposar en tu regazo

el corazón, donde se encuentra impreso

el cálido perfume de tu beso

y la presión de tu primer abrazo.

Caí del mal en el potente lazo,

pero a tu lado en libertad regreso,

como retorna un día el cisne preso

al blando nido del natal ribazo.

Quiero en ti recobrar perdida calma

y rendirme en tus labios carmesíes,

o al extasiarme en tus pupilas bellas,

sentir en las tinieblas de mi alma

como vago perfume de alelíes,

como cercana irradiación de estrellas.

De “Nieve”:

1. FLOR DE CIENO

Yo soy como una choza solitaria

que el viento huracanado desmorona

y en cuyas piedras húmedas entona

hosco búho su endecha funeraria.

Por fuera sólo es urna cineraria

sin inscripción, ni fecha, ni corona;

mas dentro, donde el cieno se amontona,

abre sus hojas fresca pasionaria.

Huyen los hombres al oír el canto

del búho que en la atmósfera se pierde,

y, sin que sepan reprimir su espanto,

no ven que, como planta siempre verde,

entre el negro raudal de mi amargura

guarda mi corazón su esencia pura.

* * *

2. FLORES

Mi corazón fue un vaso de alabastro

donde creció, fragante y solitaria,

bajo el fulgor purísimo de un astro

una azucena blanca: la plegaria.

Marchita ya esa flor de suave aroma,

cual virgen consumida por la anemia,

hoy en mi corazón su tallo asoma

una adelfa purpúrea: la blasfemia.

* * *

3. LA AGONÍA DE PETRONIO

Tendido en la bañera de alabastro

donde serpea el purpurino rastro

de la sangre que corre de sus venas,

yace Petronio, el bardo decadente,

mostrando coronada la ancha frente

de rosas, terebintos y azucenas.

Mientras los magistrados le interrogan,

sus jóvenes discípulos dialogan

o recitan sus dáctilos de oro,

y al ver que aquéllos en tropel se alejan

ante el maestro ensangrentado dejan

caer las gotas de su amargo lloro.

Envueltas en sus peplos vaporosos

y tendidos los cuerpos voluptuosos

en la muelle extensión de los triclinios,

alrededor, sombrías y livianas,

agrúpanse las bellas cortesanas

que habitan del imperio en los dominios.

Desde el baño fragante en que aún respira,

el bardo pensativo las admira,

fija en la más hermosa la mirada

y le demanda, con arrullo tierno,

la postrimera copa de falerno

por sus marmóreas manos escanciada.

Apurando el licor hasta las heces,

enciende las mortales palideces

que oscurecían su viril semblante,

y volviendo los ojos inflamados

a sus fieles discípulos amados

háblales triste en el postrer instante,

hasta que heló su voz mortal gemido,

amarilleó su rostro consumido,

frío sudor humedeció su frente,

amoratáronse sus labios rojos,

densa nube empañó sus claros ojos,

el pensamiento abandonó su mente.

Y como se doblega el mustio nardo,

dobló su cuello el moribundo bardo,

libre por siempre de mortales penas

aspirando en su lánguida postura

del agua perfumada la frescura

y el olor de la sangre de sus venas.

* * *

4. LAS HORAS

¡Qué tristes son las horas! Cual rebaño

de ovejas que caminan por el cielo

entre el fragor horrísono del trueno,

y bajo un cielo de color de estaño.

Cruzan sombrías en tropel huraño,

de la insondable Eternidad al seno,

sin que me traigan ningún bien terreno,

ni siquiera el temor de un mal extraño.

Yo las siento pasar sin dejar huellas,

cual pasan por el cielo las estrellas,

y aunque siempre la última acobarda,

de no verla llegar ya desconfío,

y más me tarda cuanto más la ansío

y más la ansío cuanto más me tarda.

* * *

5. NOSTALGIAS

1

Suspiro por las regiones

donde vuelan los alciones

sobre el mar,

y el soplo helado del viento

parece en su movimiento

sollozar;

donde la nieve que baja

del firmamento, amortaja

el verdor

de los campos olorosos

y de ríos caudalosos

el rumor;

donde ostenta siempre el cielo,

a través del aéreo velo,

color gris;

es más hermosa la luna

y cada estrella más que una

flor de lis.

2

Otras veces sólo ansío

bogar en firme navío

a existir

en algún país remoto,

sin pensar en el ignoto

porvenir.

Ver otro cielo, otro monte,

otra playa, otro horizonte,

otro mar,

otros pueblos, otras gentes

de maneras diferentes

de pensar.

¡Ah! si yo un día pudiera

con qué júbilo partiera

para Argel,

donde tiene la hermosura

el color y la frescura

de un clavel.

Después fuera en caravana

por la llanura africana

bajo el sol

que, con sus vivos destellos,

pone un tinte a los camellos

tornasol.

Y cuando el día expirara

mi árabe tienda plantara

en mitad

de la llanura ardorosa

inundada de radiosa

claridad.

Cambiando de rumbo luego,

dejara el país del fuego

para ir

hasta el imperio florido

en que el opio da el olvido

del vivir.

Vegetara allí contento

de alto bambú corpulento

junto al pie,

o aspirando en rica estancia

la embriagadora fragancia

que da el té.

De la luna al claro brillo

iría al Río Amarillo

a esperar

la hora en que, el botón rojo,

comienza la flor de loto

a brillar.

O mi vista deslumbrara

tanta maravilla rara

que el buril

de artista, ignorado y pobre,

graba en sándalo o en cobre

o en marfíl.

Cuando tornara el hastío

en el espíritu mío

a reinar,

cruzando el inmenso piélago

fuera a taitiano archipiélago

a encallar.

A aquél en que vieja historia

asegura a mi memoria

que se ve

el lago en que un hada peina

los cabellos de la reina

Pomaré.

Así errabundo viviera

sintiendo todo quimera

rauda huir,

y hasta olvidando la hora

incierta y aterradora

de morir.

3

Mas no parto. Si partiera

al instante yo quisiera

regresar.

¡Ay! ¿Cuándo querrá el destino

que yo pueda en mi camino

reposar?

* * *

6. PAISAJE ESPIRITUAL

Perdió mi corazón el entusiasmo

al penetrar en la mundana liza,

cual la chispa al caer en la ceniza

pierde el ardor en fugitivo espasmo.

Sumergido en estúpido marasmo

mi pensamiento atónito agoniza

o, al revivir, mis fuerzas paraliza

mostrándome en la acción un vil sarcasmo.

Y aunque no endulcen mi infernal tormento

ni la Pasión, ni el Arte, ni la Ciencia,

soporto los ultrajes de la suerte,

porque en mi alma desolada siento,

el hastío glacial de la existencia

y el horror infinito de la muerte.

* * *

7. UNA MONJA

Muerden su pelo negro, sedoso y rizo,

los dientes nacarados de alta peineta

y surge de sus dedos la castañeta

cual mariposa negra de entre el granizo.

Pañolón de Manila, fondo pajizo,

que a su talle ondulante firme sujeta,

echa reflejos de ámbar, rosa y violeta

moldeando de sus carnes todo hechizo.

Cual tímidas palomas por el follaje,

asoman sus chapines bajo su traje

hecho de blondas negras y verde raso,

y al choque de las copas de manzanilla

riman con los tacones la seguidilla,

perfumes enervantes dejando el paso.

* * *

8. VESPERTINO

1

Agoniza la luz. Sobre los verdes

montes alzados entre brumas grises,

parpadea el lucero de la tarde

cual la pupila de doliente virgen

en la hora final. El firmamento

que se despoja de brillantes tintes

aseméjase a un ópalo grandioso

engastado en los negros arrecifes

de la playa desierta. Hasta la arena

se va poniendo negra. La onda gime

por la muerte del sol y se adormece

lanzando al viento sus clamores tristes.

2

En un jardín, las áureas mariposas

embriagadas están por los sutiles

aromas de los cálices abiertos

que el sol espolvoreaba de rubíes,

esmeraldas, topacios, amatistas

y zafiros. Encajes invisibles

extienden en silencio las arañas

por las ramas nudosas de las vides

cuajadas de racimos. Aletean

los flamencos rosados que se irguen

después de picotear las fresas rojas

nacidas entre pálidos jazmines.

Graznan los pavos reales.

Y en un banco

de mármoles bruñidos, que recibe

la sombra de los árboles coposos,

un joven soñador está muy triste,

viendo que el aura arroja en un estanque

jaspeado de metálicos matices,

los pétalos fragantes de los lirios

y las plumas sedosas de los cisnes.

De “Mi museo ideal”:

1. ELENA

Luz fosfórica entreabre claras brechas

en la celeste inmensidad, y alumbra

del foso en la fatídica penumbra

cuerpos hendidos por doradas flechas.

Cual humo frío de homicidas mechas

en la atmósfera densa se vislumbra

vapor disuelto que la brisa encumbra

a las torres de Ilión, escombros hechas.

Envuelta en veste de opalina gasa,

recamada de oro, desde el monte

de ruinas hacinadas en el llano,

indiferente a lo que en torno pasa,

mira Elena hacia el lívido horizonte,

irguiendo un lirio en la rosada mano.

* * *

2. GALATEA

En el seno radioso de su gruta,

alfombrada de anémonas marinas,

verdes algas y ramas coralinas,

Galatea, del sueño el bien disfruta.

Desde la orilla de dorada ruta

donde baten las ondas cristalinas,

salpicando de espumas diamantinas

el pico negro de la roca bruta,

Polifemo, extasiado ante el desnudo

cuerpo gentil de la dormida diosa,

olvida su fiereza, el vigor pierde,

y mientras permanece, absorto y mudo,

mirando aquella piel color de rosa,

incendia la lujuria su ojo verde.

* * *

3. LA APARICIÓN

Nube fragante y cálida tamiza

el fulgor del palacio de granito,

ónix, pórfido y nácar. Infinito

deleite invade a Herodes. La rojiza

espada fulgurante inmoviliza

hierático el verdugo, y hondo grito

arroja Salomé frente al maldito

espectro que sus miembros paraliza.

Despójase del traje de brocado

y, quedando vestida en un momento,

de oro y perlas, zafiros y rubíes,

huye del Precursor decapitado

que esparce en el marmóreo pavimento

lluvia de sangre en gotas carmesíes.

* * *

4. PAISAJE DE VERANO

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza

donde retumba el tabletear del trueno

y, como cisnes entre inmundo cieno,

nubes blancas en cielo de ceniza.

El mar sus ondas glaucas paraliza,

y el relámpago, encima de su seno,

del horizonte en el confín sereno

traza su rauda exhalación rojiza.

El árbol soñoliento cabecea,

honda calma se cierne largo instante,

hienden el aire rápidas gaviotas,

el rayo en el espacio centellea,

y sobre el dorso de la tierra humeante

baja la lluvia en crepitantes gotas.

* * *

5. PAX ANIMAE

No me habléis más de dichas terrenales

que no ansío gustar. Está ya muerto

mi corazón, y en su recinto abierto

sólo entrarán los cuervos sepulcrales.

Del pasado no llevo las señales

y a veces de que existo no estoy cierto,

porque es la vida para mí un desierto

poblado de figuras espectrales.

No veo más que un astro oscurecido

por brumas de crepúsculo lluvioso,

y, entre el silencio de sopor profundo,

tan sólo llega a percibir mi oído

algo extraño y confuso y misterioso

que me arrastra muy lejos de este mundo.

* * *

6. PROMETEO

Bajo el dosel de gigantesca roca

yace el Titán, cual Cristo en el Calvario,

marmóreo, indiferente y solitario,

sin que brote el gemido de su boca.

Su pie desnudo en el peñasco toca

donde agoniza un buitre sanguinario

que ni atrae su ojo visionario

ni compasión en su ánimo provoca.

Escuchando el hervor de las espumas

que se deshacen en las altas peñas,

ve de su redención luces extrañas,

junto a otro buitre de nevadas plumas,

negras pupilas y uñas marfileñas

que ha extinguido la sed en sus entrañas.

* * *

7. SALOMÉ

En el palacio hebreo, donde el suave

humo fragante por el sol deshecho,

sube a perderse en el calado techo

o se dilata en la anchurosa nave,

está el Tetrarca de mirada grave,

barba canosa y extenuado pecho,

sobre el trono, hierático y derecho,

como adormido por canciones de ave.

Delante de él, con veste de brocado

estrellada de ardiente pedrería,

al dulce son del bandolín sonoro,

Salomé baila y, en la diestra alzado,

muestra siempre, radiante de alegría,

un loto blanco de pistilos de oro.

* * *

8. TRISTISSIMA NOX

Noche de soledad. Rumor confuso

hace el viento surgir de la arboleda,

donde su red de transparente seda

grisácea araña entre las hojas puso.

Del horizonte hasta el confín difuso

la onda marina sollozando rueda

y, con su forma insólita, remeda

tritón cansado ante el cerebro iluso.

Mientras del sueño bajo el firme amparo

todo yace dormido en la penumbra,

sólo mi pensamiento vela en calma,

como la llama de escondido faro

que con sus rayos fúlgidos alumbra

el vacío profundo de mi alma.

De “Bustos y Rimas”:

1. A LA BELLEZA

¡Oh, divina belleza! Visión casta

de incógnito santuario,

ya muero de buscarte por el mundo

sin haberte encontrado.

Nunca te han visto mis inquietos ojos,

pero en el alma guardo

intuición poderosa de la esencia

que anima tus encantos.

Ignoro en qué lenguaje tú me hablas,

pero, en idioma vago,

percibo tus palabras misteriosas

y te envío mis cantos.

Tal vez sobre la tierra no te encuentre,

pero febril te aguardo,

como el enfermo, en la nocturna sombra,

del sol el primer rayo.

Yo sé que eres más blanca que los cisnes,

más pura que los astros,

fría como las vírgenes y amarga

cual corrosivos ácidos.

Ven a calmar las ansias infinitas

que, como mar airado,

impulsan el esquife de mi alma

hacia país extraño.

Yo sólo ansío, al pie de tus altares,

brindarte en holocausto

la sangre que circula por mis venas

y mis ensueños castos.

En las horas dolientes de la vida

tu protección demando,

como el niño que marcha entre zarzales

tiende al viento los brazos.

Quizás como te sueña mi deseo

estés en mí reinando,

mientras voy persiguiendo por el mundo

las huellas de tu paso.

Yo te busqué en el fondo de las almas

que el mal no ha mancillado

y surgen del estiércol de la vida

cual lirios de un pantano.

En el seno tranquilo de la ciencia

que, cual tumba de mármol,

guarda tras la bruñida superficie

podredumbre y gusanos.

En brazos de la gran Naturaleza,

de los que huí temblando

cual del regazo de la madre infame

huye el hijo azorado.

En la infinita calma que se aspira

en los templos cristianos

como el aroma sacro de incienso

en ardiente incensario.

En las ruinas humeantes de los siglos,

del dolor en los antros

y en el fulgor que irradian las proezas

del heroísmo humano.

Ascendiendo del Arte a las regiones

sólo encontré tus rasgos

de un pintor en los lienzos inmortales

y en las rimas de un bardo.

Mas como nunca en mi áspero sendero

cual te soñé te hallo,

moriré de buscarte por el mundo

sin haberte encontrado.

* * *

2. CREPUSCULAR

Como vientre rajado sangra el ocaso,

manchando con sus chorros de sangre humeante

de la celeste bóveda el azul raso,

de la mar estañada la onda espejeante.

Alzan sus moles húmedas los arrecifes

donde el chirrido agudo de las gaviotas,

mezclado a los crujidos de los esquifes,

agujerea el aire de extrañas notas.

Va la sombra extendiendo sus pabellones,

rodea el horizonte cinta de plata,

y, dejando las brumas hechas jirones,

parece cada faro flor escarlata.

Como ramos que ornaron senos de ondinas

y que surgen nadando de infecto lodo,

vagan sobre las ondas algas marinas

impregnadas de espumas, salitre y yodo.

Ábrense las estrellas como pupilas,

imitan los celajes negruzcas focas

y, extinguiendo las voces de las esquilas,

pasa el viento ladrando sobre las rocas.

* * *

3. EN EL CAMPO

Tengo el impuro amor de las ciudades,

y a este sol que ilumina las edades

prefiero yo del gas las claridades.

A mis sentidos lánguidos arroba,

más que el olor de un bosque de caoba,

el ambiente enfermizo de una alcoba.

Mucho más que las selvas tropicales,

plácenme los sombríos arrabales

que encierran las vetustas capitales.

A la flor que se abre en el sendero,

como si fuese terrenal lucero,

olvido por la flor de invernadero.

Más que la voz del pájaro en la cima

de un árbol todo en flor, a mi alma anima

la música armoniosa de una rima.

Nunca a mi corazón tanto enamora

el rostro virginal de una pastora

como un rostro de regia pecadora.

Al oro de las mies en primavera,

yo siempre en mi capricho prefiriera

el oro de teñida cabellera.

No cambiara sedosas muselinas

por los velos de nítidas neblinas

que la mañana prende en las colinas.

Más que al raudal que baja de la cumbre,

quiero oír a la humana muchedumbre

gimiendo en su perpetua servidumbre.

El rocío que brilla en la montaña

no ha podido decir a mi alma extraña

lo que el llanto al bañar una pestaña.

Y el fulgor de los astros rutilantes

no trueco por los vívidos cambiantes

del ópalo la perla o los diamantes.

* * *

4. LAS ALAMEDAS

Adoro las sombrías alamedas

donde el viento al silbar entre las hojas

oscuras de las verdes arboledas,

imita de un anciano las congojas;

donde todo reviste vago aspecto

y siente el alma que el silencio encanta,

más suave el canto del nocturno insecto,

más leve el ruido de la humana planta;

donde el caer de erguidos surtidores

las sierpes de agua en las marmóreas tazas,

ahogan con su canto los rumores

que aspira el viento en las ruidosas plazas;

donde todo se encuentra alodorido

o halla la savia de la vida acerba,

desde el gorrión que pía en su nido

hasta la brizna lánguida de yerba;

donde, al fulgor de pálidos luceros,

la sombra transparente del follaje

parece dibujar en los senderos

negras mantillas de sedoso encaje;

donde cuelgan las lluvias estivales

de curva rama diamantino arco,

teje la luz deslumbradores chales

y fulgura una estrella en cada charco.

Van allí, con sus tristes corazones,

pálidos seres de sonrisa mustia,

huérfanos para siempre de ilusiones

y desposados con la eterna angustia.

Allí, bajo la luz de las estrellas,

errar se mira al soñador sombrío

que en su faz lleva las candentes huellas

de la fiebre, el insomnio y el hastío.

Allí en un banco, humilde sacerdote

devora sus pesares solitarios,

como el marino que en desierto islote

echaron de la mar vientos contrarios.

Allí el mendigo, con la alforja al hombro,

doblado el cuello y las miradas bajas,

retratado en sus ojos el asombro,

rumia de los festines las migajas.

Allí una hermosa, con cendal de luto,

aprisionado por brillante joya,

de amor aguarda el férvido tributo

como una dama típica de Goya.

Allí del gas a las cobrizas llamas

no se descubren del placer los rastros

y a través del calado de las ramas

más dulce es la mirada de los astros.

* * *

5. NEUROSIS

Noemí, la pálida pecadora

de los cabellos color de aurora

y las pupilas de verde mar,

entre cojines de raso lila,

con el espíritu de Dalila,

deshoja el cáliz de un azahar.

Arde a sus plantas la chimenea

donde la leña chisporrotea

lanzando en tono seco rumor,

y alzada tiene su tapa el piano

en que vagaba su blanca mano

cual mariposa de flor en flor.

Un biombo rojo de seda china

abre sus hojas en una esquina

con grullas de oro volando en cruz,

y en curva mesa de fina laca

ardiente lámpara se destaca

de la que surge rosada luz.

Blanco abanico y azul sombrilla,

con unos guantes de cabritilla

yacen encima del canapé,

mientras en la tapa de porcelana,

hecha con tintes de la mañana,

humea el alma verde del té.

Pero ¿qué piensa la hermosa dama?

¿Es que su príncipe ya no la ama

como en los días de amor feliz,

o que en los cofres del gabinete

ya no conserva ningún billete

de los que obtuvo por un desliz?

¿Es que la rinde cruel anemia?

¿Es que en sus búcaros de Bohemia

rayos de luna quiere encerrar,

o que, con suave mano de seda,

del blanco cisne que ama Leda

ansía las plumas acariciar?

¡Ay! es que en horas de desvarío

para consuelo del regio hastío

que en su alma esparce quietud mortal,

un sueño antiguo le ha aconsejdo

beber en copa de ónix labrado

la roja sangre de un tigre real.

* * *

6. NIHILISMO

Voz inefable que a mi estancia llega

en medio de las sombras de la noche,

por arrastrarme hacia la vida brega

con las dulces cadencias del reproche.

Yo la escucho vibrar en mis oídos,

como al pie de olorosa enredadera

los gorjeos que salen de los nidos

indiferente escucha herida fiera.

¿A qué llamarme al campo del combate

con la promesa de terrenos bienes,

si ya mi corazón por nada late

ni oigo la idea martillar mis sienes?

Reservad los laureles de la fama

para aquellos que fueron mis hermanos:

yo, cual fruto caído de la rama,

aguardo los famélicos gusanos.

Nadie extrañe mis ásperas querellas:

mi vida, atormentada de rigores,

es un cielo que nunca tuvo estrellas,

es un árbol que nunca tuvo flores.

De todo lo que he amado en este mundo

guardo, como perenne recompensa,

dentro del corazón, tedio profundo,

dentro del pensamiento, sombra densa.

Amor, patria, familia, gloria, rango,

sueños de calurosa fantasía,

cual nelumbios abiertos entre el fango

sólo vivisteis en mi alma un día.

Hacia país desconocido abordo

por el embozo del desdén cubierto:

para todo gemido estoy ya sordo,

para toda sonrisa estoy ya muerto.

Siempre el destino mi labor humilla

o en males deja mi ambición trocada:

de no verla llegar ya desconfío,

y más me tarda cuanto más la ansío

y más la ansío cuanto más me tarda.

* * *

7. SOURINOMO

Como rosadas flechas de aljabas de oro

vuelan los bambúes finos flamencos,

poblando de graznidos el bosque mudo,

rompiendo de la atmósfera los níveos velos.

El disco anaranjado del sol poniente

que sube tras la copa de arbusto seco,

finge un nimbo de oro que se desprende

del cráneo amarfilado de un bonzo yerto.

Y las ramas erguidas de los juncales

cabecean al borde de los riachuelos,

como el soplo del aura sobre la playa

los mástiles sin velas de esquifes viejos.

* * *

8. TARDES DE LLUVIA

Bate la lluvia la vidriera

y las rejas de los balcones,

donde tupida enredadera

cuelga sus floridos festones.

Bajo las hojas de los álamos

que estremecen los vientos frescos,

piar se escucha entre sus tálamos

a los gorriones picarescos.

Abrillántase los laureles,

y en la arena de los jardines

sangran corolas de claveles,

nievan pétalos de jazmines.

Al último fulgor del día

que aún el espacio gris clarea,

abre su botón la peonía,

cierra su cáliz la ninfea.

Cual los esquifes en la rada

y reprimiendo sus arranques,

duermen los cisnes en bandada

a la margen de los estanques.

Parpadean las rojas llamas

de los faroles encendidos,

y se difunden por las ramas

acres olores de los nidos.

Lejos convoca la campana,

dando sus toques funerales,

a que levante el alma humana

las oraciones vesperales.

Todo parece que agoniza

y que se envuelve lo creado

en un sudario de ceniza

por la llovizna adiamantado.

Yo creo oír lejanas voces

que, surgiendo de lo infinito,

inícianme en extraños goces

fuera del mundo en que me agito.

Veo pupilas que en las brumas

dirígenme tiernas miradas,

como si de mis ansias sumas

ya se encontrasen apiadadas.

Y, a la muerte de estos crepúsculos,

siento, sumido en mortal calma,

vagos dolores en los múscolos,

hondas tristezas en el alma.

Carvajal, Antonio

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Albolote, Granada en 1943.

Es doctor en Filología Romántica por la Universidad de Granada y titular de Métrica. Dotado de una gran facilidad para la versificación, está considerado como uno de los poetas mayores de la actual poesía española y excelente representante de la Generación del 68. Nunca elude el cultivo de estrofas exquisitas y complejas, manteniendo un fecundo diálogo entre la tradición y la modernidad.

Desde su juventud ha venido escribiendo y publicando una amplia obra poética, que consta ya de una veintena de títulos, iniciada con «Tigres en el jardín» en 1968, «Serenata y navaja» en 1973, «Siesta en el mirador» en 1975, «Después que me miraste» en 1984, «Testimonio de invierno» en 1990 y culminada hasta el momento, con «Alma región luciente» en 1997 y finalmente «Una perdida estrella» en 1999.

Ha obtenido distinciones importantes destacándose principalmente el «Premio Nacional de la Crítica» en 1990.

A TI, SIEMPRE ALEGRÍA

Es el pagaros gloria tan subida

que cuanto más os pago, más os debo.

A ti, siempre alegría

si jazmín amanezcas

o canario en la jaula

de mi ventana seas.

Pero más si tu cuerpo

en mi amor se concreta,

de una herencia celeste

suavísimo albacea.

Mucho más cuando carne

de mi carne te entregas

y ante tus labios pálidas

son todas las anémonas,

si luna, porque clara;

si mar, porque serena;

si vegetal, por ser

prisión para la estrella.

Pues te debo alegría

y esperanza y certeza

y ser quien soy sin ti

no puede ser sin mengua,

tómame por rehenes

de mi amorosa deuda

y canario en la jaula

de tu ventana sea.

Y todavía, entonces,

¿cómo no te debiera

el alpiste y el agua

y la lechuga tierna?

Tenme como un jazmín

silvestre que, a tu vera,

se nutra de suspiros,

mi amor, mientras sesteas.

A VECES EL AMOR TIENE CARICIAS FRÍAS

A veces el amor tiene caricias

frías, como navajas de barbero.

Cierras los ojos. Das tu cuello entero

a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja

irisada de sedas en el raso

del bastidor: raso del lento ocaso

donde un cisne precoz se somorguja.

En general, adopta una manera

belicosa, de horcas y cuchillos,

de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera

con ojos tan serenos y sencillos

como un arroyo fresco en el verano.

ALDABA DE NOVIEMBRE

Una tristeza dulce y anterior

al suspiro y las lágrimas,

anterior al idilio de la tarde

azul y el jacaranda,

invade la memoria con su música,

su brisa, su nostalgia:

Es la tristeza de mirar el cielo

cautivo entre las ramas.

AMOR MÍO TE OFREZCO MI CABEZA EN UN PLATO…

Amor mío te ofrezco mi cabeza en un plato:

desayuna. Te ofrezco mi corazón pequeño,

y una vena fecunda que tu lengua de gato

ha de lamer, ya claras las arrugas del ceño.

Otra copita y basta: Amor mío, qué rato

más feliz tu mordisco, como un nudo de sueño,

Yo escalo las paredes, tú apacientas un hato,

y yo balo en la sombra como cabra sin dueño.

Para ti no es la sombra, para ti es sólo el día,

mi Amor nunca tocado por un dedo de bruma,

mi Amor nunca dejado por la indemne alegría.

Te ofrezco un dedo rosa y unos labios de espuma,

Amor mío; te ofrezco la lengua que tenía

cuando dije tu nombre y era el eco una pluma.

“Tigres en el jardín” 1968

ANUNCIACIÓN DE LA CARNE

Envuelto en seda y nardos, encajes y rubíes,

vino el ángel del cielo a verme una mañana;

yo encadenaba plumas de ensueño en mi ventana

con un candor desnudo de lino y alhelíes.

Su corte de querubes y jilgueros turquíes,

cambiaba por mi leche, mi miel y mi manzana;

el beso y la mejilla eran de nácar grana,

de tibios surtidores y absortos colibríes.

Se deslizó en mis venas como pez por el río

y, al tiempo que en su torre daba el reloj la hora,

mané sangre y luceros mezclados con rocío.

Me cerró las heridas su boca que enamora

y abrazando mi cuerpo transitado en su brío,

me dijo: «Eres hermoso». y se fue con la aurora.

BAJO CONTINUO

Como en la muchedumbre de los besos

tantos pierden relieve -sólo el beso

inicial y el postrero por los labios

recibidos perduran-, estas flores

que el año nuevo entrega: Con el blanco

del almendro en su abrigo contra el norte,

la voz del macasar, no su presencia;

hoy, esta rosa. ¿La aguardabas? Huele

como la adolescencia y sus deseos.

Pero en medio se abrieron las cidonias,

los ciruelos, manzanos y perales,

tantos y tantos, rojos, rosas, blancos,

y apenas los mirabas: Como el gozo

de unos brazos constantes de certeza

te acogieron, te acogen, y recuerdas

sólo el primer calor, sólo la boca

que te ha dicho, al partir esta mañana:

“No vuelvas tarde”.

Pasas por los campos:

Entre las hojas con su verde intenso,

aún canta la blancura de los pétalos.

Es la felicidad que da sus trinos,

sus trémolos, su leve melodía,

sobre un bajo continuo de sosiego,

de paz, de vuelta al labio no sabido

en la forma, en la flor que te formule.

CANTAR DE AMIGO

Di, noche, amiga de los oprimidos,

di, noche, hermana de los solidarios,

¿dónde dejaste al que ayer fue mi amigo,

dónde dejaste al que ayer fue mi hermano?

-Verde le dejo junto al mar tranquilo;

joven le dejo junto al mar callado.

CAPRICHO

Un capricho celeste

dispuso que velado

de lágrimas quedara

el nombre del amor;

la alondra, que lo tuvo

casi en sus iniciales,

lo perdiera en el canto

primero que hizo al sol;

la raya temblorosa

del horizonte, herida,

repitiera la llaga

que el eco le dejó;

la lumbre de otros ojos

amortecida, apenas

para el silencio nido,

para el sollozo flor.

Si oscuro fue el capricho,

y signo fue del cielo,

voluble halló una pluma,

rebelde un corazón:

no sometió la sangre

al llanto sus latidos

y desveló el secreto

con risas en la voz.

COMO CARNE APRETADA A NUESTROS HUESOS…

Como carne apretada a nuestros huesos

nos envuelve el amor más solo y puro,

que, apartados del mundo y su conjuro,

vivimos un festín de fiebre y besos.

Este recinto prieto, donde presos

unánimes nos damos un seguro.

este campo solar y nido oscuro

abona en gracia vida y embelesos.

Contagiados de mundo, sin embargo,

lucha es la vida con caudal de grito,

y a veces un sollozo y un letargo.

Y es que el dolor destroza nuestro mito

y el dulce amor nos sabe tan amargo

como la sed de un páramo infinito.

CORRESPONDENCIA

Fosa común de pájaros y fuentes

eran tus ojos en la tarde ardida.

Había un brillo cruel de luz mordida

en tus labios sin besos y en tus dientes.

Ayer dos corazones coincidentes,

hoy dos bordes sangrantes de una herida,

mañana doble sombra de guarida

de sierpes y de lobos impacientes.

Tú, aquí; él, por ahí: Porque no es buena

la vida, no: No es justa y no es sagrada

para quien muerde el fruto de la ciencia.

Esa ciencia que nace de la pena

de no verse mirada en su mirada,

pedir amor y recibir paciencia.

CUENTAS DE VIDRIO

Así, rodado, crepitado, ungido,

estarcido y flagrado,

como derrama un niño cuenta y cuenta

de vidrio en la sonora

patena de la noche, te he entregado

mi puño y mi tormenta

y he nombrado

como albacea la Aurora.

Agujas y sedales han cosido

mi lengua al paladar, donde tú abrías

ya no sé qué navajas o alegrías,

qué sigilo mortal, qué luz de olvido.

No pido compasión; sangre te pido

y músculos joyantes y agonías,

devoradoras águilas, orgías

y uñas escodadoras del sentido.

Y vivir y cantar y la condena

cumplir de nuestro amor y ver la cima

del monte más temible destrozada

por un súbito embate de carena,

por una mano que la piedra oprima

con el temblor sediento de la espada.

“Serenata y navaja” 1973

DAME, DAME LA NOCHE DEL DESNUDO…

Dame, dame la noche del desnudo

para hundir mi mejilla en ese valle,

para que el corazón no salte, y calle:

hazme entregado, reposado y mudo.

Dame, dame la aurora, rompe el nudo

con que ligué mis rosas a tu talle,

para que el corazón salte y estalle:

hazme violento, bullidor y rudo.

Dame, dame la siesta de tu boca,

dame la tarde de tu piel, tu pelo:

sé lecho, sé volcán, sé desvarío.

Que toda plenitud me sepa a poca,

como a la estrella es poco todo el cielo,

como la mar es poca para el río.

DESHOJAR UN RECUERDO…

Deshojar un recuerdo se convierte

en un trabajo lleno de rocío,

como un campo de lirios y cerezos

donde me vieras sin estar conmigo.

Dócilmente te tiendes a mi lado,

extiendes tu cabello, abres al lino

interiores de concha y amaranto:

el alba fija tus contornos tibios.

Yo repaso el silencio suavemente,

fluyen las horas, y en su claro signo

ponemos un común astro de besos,

y damos los recuerdos al olvido.

Todo lo que anhelé, tú me lo has dado;

todo lo que viví, por ti está vivo;

lo que no fuiste tú, sombra es de un sueño

y no esta flor quemándose en tu brillo.

Tus alas puras lo tocaron todo

Y aún vuelas en mi gesto pensativo.

Oh, no levantes más recuerdos yertos.

Déjame en ti gozosamente hundido.

DESPUÉS QUE ME MIRASTE

Oigo tu voz muy remota:

¿Me llamas por la alameda

al fondo, donde las hojas

o fulgen de brisa o tiemblan?

¿O me llamas desde arriba,

desde mi memoria, desde

tu propio silencio, íntima

delicia de conocerte?

¿Por qué me llamas, si sabes

que me tienes, que nos somos,

que después que me miraste

desde tu voz te respondo?

DESPUÉS QUE ME MIRASTE, 22

Cuéntase de un zagal heroico antiguo

tal singular hazaña: consiguió

dominar preciadísimo caballo

asustadizo de su sombra

guiándolo hacia el sol; obtuvo, así,

loa y acatamiento de los hombres.

Pero mayor hazaña fue la tuya

después que me miraste

pues mi pasión e instinto condujiste

a la luz de la vida y hoy me miro

en el espejo de tus ojos puros

dócil corcel de amor.

DUÉRMETE AHORA, SENTIMIENTO MÍO…

Duérmete ahora, sentimiento mío.

Déjame en esta paz que me regalan

la silenciosa habitación, las suaves

luces, las tenues llamas.

Ya sé que ayer fue dura la congoja

y no sé cómo el corazón mañana

soportará romper con estos lazos,

con estas quietas brasas.

Pero no me perturbes esta noche

en que mi terca sangre se acompasa

al fluir de otras vidas más serenas,

al soplo de otra gracia.

Y tú, indiscreto pensamiento mío

pájaro equivocado de sus alas,

duerme también y deja que la noche

me abrigue, limpia, el alma.

De “Miradas sobre el agua”

EBRIEDAD DE SOL

Vente conmigo a esta caliente fosa,

al hueco en que un árcangel nunca anida:

es foso de leones o manida

de sangre, no de pétalos de rosa.

Aquí los huesos silban, y qué hermosa

es su canción de besos y de herida.

El relámpago apenas tiene vida

en tanta huesa amante y cavernosa.

Ay, ven conmigo. Duérmete a mi lado.

El gusano no puede con el sueño,

vino es la muerte de metal fundido.

Tierra en la tierra ya, nuestro costado

será un arpa que tañe el Sol -su dueño-

para darle al Amor nuestro sonido.

“Serenata y navaja” 1973

EL AMOR BUSCA PLUMAS CLANDESTINAS

Nació bajo la luz de una tarde de estío.

Súbitamente herido,

por calles, por tranvías, por geranios, por trajes,

liquen de labios, desplegó sus alas.

Rodó por archipiélagos de madreselva húmeda,

por vinos aromados y miradas furtivas,

pero temió las cárdenas navajas

que al inocente acechan.

Por la tronera trémula del pino

podían dispararse cerbatanas,

flechas extintas como espejos sucios.

…Súbitamente herido.

El amor busca plumas clandestinas,

rodando por los nombres de los meses,

errando las ambiguas direcciones,

bares de moho, pensativas lunas,

súbitamente herido.

Tenía grandes alas, como fuentes,

como cedros, crepúsculos, alondras;

iba por avenidas y jardines

encorvado de piedras y deseo…

Súbitamente herido.

Oh los deseos que en el tiempo anidan,

que incuban sus estrellas, sus acíbares,

y sobre el campo hostil dejan cristales,

nácar de empuñadura de navaja,

caparazones de marfil, diademas

de sangre sexual. Buscaba plumas

clandestinas, covachas, paraísos

terrenales, ocultos, donde el hombre

no acosa como hiena, como hombre,

como sonrisa cómplice, ni escándalo.

¡Qué escándalo de plumas! Centinelas

de la certera soledad prendían

hachones en la noche

por barrancos, colinas,

por cactos polvorientos, por yacijas

donde el amor inventa su mínima aventura,

súbitamente herido.

El amor se resiste a los acosos,

súbitamente herido,

tiene oídos nocturnos, grandes ojos.

súbitamente herido,

las alas cubren con temor su torso,

súbitamente herido,

y es feliz con sus plumas de abandono,

súbitamente herido.

Acacias, gritos, campanadas, sombras,

buzones, fechas, compasión, sollozos:

para que su rumor no desvele a los bosques,

pasa el amor con la noche en los hombros.

EL DESEO ES UN AGUA

I

Siempre vive, pervive, sobrevive y asciende,

como un astro y sus luces, el deseo a los cielos,

sin confundirse nunca con el cuerpo logrado,

sin renunciar jamás al clamor de la sangre,

a las yemas feroces donde mana

una mano las nieves sin estrépito,

boca que sigue el trazo de las aves

más allá de la noche y su sospecha.

Abierta noche insomne cuyos dientes

tiñen la sangre de un rumor perplejo,

tacto de mineral, cristal y lágrima

que el mar bebiera y en la luz se cumple

abrasadoramente, ardidamente

por donde el tiempo yergue sus promesas.

Siempre en silencio perseguido y dúctil,

resbalando por montes de corales tranquilos,

superviviente frágil que sobrenada el canto

último en que los barcos naufragaron sin día,

recubierto de arenas marchitas y de pétalos

para perder los labios donde la luna insiste,

resiste. Donde el hierro, carmín rozado, frente

de otro pesar sin nubes se desliza convulso

como serpiente muda que las sombras escruta

abrasadoramente,

nunca saciada, nunca

consumada en el tacto,

musgos frescos, saladas

márgenes, sonorosas

pulpas hendidas, siempre

perseguidora inmune

al sudor del estío,

al frescor de unos ojos

palpitantes de lábiles

corpúsculos de aurora,

nunca dormida, nunca

cubierta por las alas mullidas

del olvido.

II

La sangre, hierro convexo, pegajosa brasa

sin renuncias, mana y no cubre, fluye

y reclama vasos, céspedes hondos, cuellos

por donde el aire resuena

con cansancios de oboe

henchido con el cuerpo que le negó la aurora,

buscando el lecho estéril y la sombra baldía,

fingiendo la planicie,

la suave piel sin fechas,

forma de fruto y pecho

desnudo de latidos,

y el pedernal lo gime.

¡Oh cosechas vencidas, oh simientes

siempre más generosas que los ojos,

más ofrecidas a las chispas súbitas

que la lengua convulsa de mentiras,

volved, volved al suelo, y la amapola

cante en las primaveras de otros sueños,

otro rumor de latidos acordes,

un desvanecimiento de los labios ardidos,

mordidos, mientras gime

la serpiente en la pulpa

borrascosa, sumida

en su propio deseo,

abrasadoramente,

nunca saciada, nunca

consumada en el tacto,

perseguidora inmune

al sudor del estío,

mientras la sangre consta,

mientras vuelve, revuélvese, se disuelve y desciende

como liquen sin luces el sopor a los cuerpos,

manteniéndolos siempre sobre el duro equilibrio

de una luz prometida que nunca, nunca alcanzan,

y una sombra perenne que los ata y los ciega!

III

No es el azul ni distante-ni irónico,

ni en las puertas perplejas que entreabren

una posible llama donde el jazmín crepite

cuelgan los ramos tristes,

las pupilas, la fría

mueca por la que pierden su sollozo

quienes nunca lograron confundirse en la noche,

quienes nunca lograron que la niebla

tiñera los jardines del deseo

con otra luz que su rencor no hubiere,

mientras en las orillas, por la nube

primera, como frutos destronados

por la estrella rival y melancólica,

surten los barcos de enramadas velas,

la proa hacia los reinos de la llama,

inocente e inmune

al cierzo muerto, al austro

perseguidor de yeguas y leones,

de corzos con la lengua estremecida

por las hierbas recientes de rocío

junto a la nieve y el azul que ríen.

Porque se supo siempre

que nos habita el hálito

de un alma nunca nuestra,

víctimas de los límites

que las sombras imponen

al cuerpo y al deseo.

Porque siempre nos queda

una duda en racimos

de sed, una serpiente

de lava que si aflora

castigamos con dura

resolución de niebla,

siempre fingidos, nunca

con resplandor de carne

abrasadoramente

entregada a los vientos

que la muevan, fecunden

de pájaros y abejas,

la miel, el vuelo, el canto

por el azul extenso,

y nos llama la sombra,

no la llama, no el río

con su rumor frondoso,

su luz y su clemencia,

y el vano giro y la inventada roca

que rueda y vuelve a su lugar nativo

no los miramos como ser podrían,

concreciones de piel, sed y silencio

que como pulpa blanda entre los rígidos

y amenazantes dedos de la noche

promete siempre abrasadoramente

la nueva floración, la sangre virgen

negada por los ángeles

hipócritas que cubren

su torso con las capas

del rencor y la envidia,

nunca para dar paz, nunca para que el gozo

de la piel amanezca sobre aquellas mejillas

donde una vez pusimos la mirada y los labios,

tan ardorosamente, tan gozosos, tan ebrios

de un primer resplandor, de un desplegado

astro en sus luces sobre el mar dormido.

IV

¿De qué pútridas huellas

se yergue este perplejo

sinsabor de unos muros

para la luz cansancio,

para la sed derrota,

calumnia del rocío?

Desplegaba la tarde sus desdenes

en el ocre frenético, en el cisma

de un sol de labios húmedos,

de un hondo respirar que el sueño oprime,

y el invicto deseo

golpeaba los vidrios

de aquella luna, cima

de la desolación,

hierro concreto y linde

donde el pájaro abate

todo el candor de sus plumas hendidas,

el despliegue inconstante de la rica, la grácil

persecución de un pecho

donde anidan espejos,

simulacros de un vino

que hace vivir las algas,

las espumas rocosas

donde el beso se extingue

casi con claridad de esperanza o de culmen.

Pero el muro no basta

para torcer el curso

de las alas, los labios, las yemas, los cansancios

que fustiga la sangre y recorre el silencio

como una desplegada resplandeciente copa.

Beber y hundir los ojos, con las sienes

golpeadas por núbiles enloquecidos potros,

puentes hacia el extremo poniente sin rencores,

allí donde nos consta,

donde canta el deseo.

V

El deseo es un agua

retenida en los ojos,

resbalada en los labios

que en la sombra sugieren

lentas lunas amargas,

fulguración y súplica y suplicio,

dura omisión de resplandor silvestre,

terrestre, con escamas como días,

como fechas impuestas a los súbitos

relámpagos insomnes, a la carne

que sabe cierto el límite y el trémulo

deshacerse en la luz que así la nutre,

incorporarse a un borde sin semillas.

El deseo es un agua que persigue

álamos blancos, valles y riberas,

un horizonte despejado y quieto,

alma región luciente donde fluye

una canción con labios que la dicen,

nutritiva plegaria, cuerpo solo

en que arder y vivir fueran la dicha,

el gozo, el vuelo, el silbo, el aire, el sol.

HACIA LAS CUMBRES IBA

Primer acorde. Alhambra

Hacia las cumbres iba,

hacia las verdes cumbres, su deseo.

Allí aprendió que la melancolía,

cuerpo lento del tiempo,

cuerpo del agua frágil detenida

en los vasos secretos,

a conformar empieza la memoria.

Lleno de suaves algas y de pétalos

sumergidos, de platas indecisas

y de leves luceros,

allí esperó que la frescura nítida

y los blandos oreos

condujesen su sed, su amor, su dicha

sin nombre hasta los cielos,

las visiones perfectas, la precisa

iniciación del vuelo

y supo allí que la belleza efímera

es de toda verdad fuente y espejo.

IDILIO

Dicen todos: Ellos son,

ellos cantan, ellos miran

la aurora de las acequias,

el ruiseñor que origina

tristezas de amor, extrañas

y suaves melancolías.

¡Cuánta flor han deshojado,

cuánta mirada cautiva,

cuánto encaje de hilo limpio,

cuánto beso sobre el día

que como un pozo de brasas

se enciende y los aniquila!

…no son ellos; ya no son

más que tórtola en la encina,

más que el agua del venero,

más que la flor de alegría,

más que una vara de nardos

llameante a maravilla,

el torso bello y desnudo,

la boca que les destila

ámbares, rosas, jazmines

y una palabra no dicha,

palabra sola que son,

amor, amor… Y la brisa

los lleva, blancos y puros,

los lleva a las altas cimas,

los lleva a las luces ebrias,

hacia las estrellas fijas…

LA MÚSICA EN VIANA

A Guillermo González

Evocar la palabra con que formé mis labios,

las palabras, la música de un surtidor tendido:

Pérfidos, jaspes, mármoles, columnas derribadas,

capiteles y sueños, jazmines y celindos.

¿Y el azahar? ¿Y el aire que duele como un agua

equivocada y tensa por las veras del río?

y el pez de la memoria deslizándose, yéndose

por palabras perdidas, con su rumor de niño.

La más humilde de todas,

la más silente,

no es el grosero alelí,

no es la violeta campestre,

sino el geranio, tan duro,

sino el geranio que mueve

sus ofrecidas umbelas

entre el viento y las paredes.

Tanto color en la flor,

y las hojas cómo huelen.

Amenos valles, ríos

de salud, sonrosados

cielos de tarde -el ángel

protector, más hermoso

que la salud, sonríe-.

La súbita ceguera

se puebla de recuerdos.

Es un dolor: Dejadme

con la música a solas,

que me vuelva la tierra

del sol: que me despierte

con la miel en los labios

y la salud del alma.

¡Oh flor de España!, ¿qué

no es flor en ti, si piedra,

si estuco, si rocío,

si muralla, si hiedra?

toda interior, tú, patio

de la vida serena.

(Fantasía) No es canción ni lamento ni murmullo:

trino que el corazón hiciera suyo.

Trino sin voz, pero con alma y vuelo,

las densas manos de un amor sin duelo.

Las densas manos que desgranan ecos

de espesos sueños y de pechos secos.

Guadalquivir abajo la agonía

de un sol todo memoria y melodía.

Guadalquivir arriba suena un árbol

gota de llanto que resbala en mármol.

No es blanco ni verde

ni amarillo ni anaranjado; vence

en blancura al jazmín,

en tiempo a la magnolia,

en fuego al querubín.

Azahar, azahara,

azahares sin fin.

Esta música, el ansia de más vida,

¿qué viola del cielo la ha vibrado?

¿Qué pensamiento entre la carne herida

abrió su triste pétalo morado?

Qué corcel de rumor sin voz ni brida

para su pétreo paso desbocado

galopa por un cielo equivocado,

neutra la estrella turbia o escondida?

Esta música llena de añoranza

que no alcanza a colmar una esperanza,

que tiene nombres pero está vacía

de presente, de amor, ¿qué melodía

íntima la sostiene, qué sosiego

quiere alcanzar, entre el dolor y el fuego?

El rumor de los pozos,

negro en lo blanco,

el rumor de los pozos,

fresco en los labios,

el rumor de los pozos,

Córdoba madre,

el rumor de los pozos,

negro en el aire.

Guillermo, estas palabras se alimentan

de un recuerdo de música y jardines.

Tú pusiste la música, que estaban

los jardines soñándote, esperándote.

Gracias por tanta luz, por la belleza

que tu pasión, que tu conocimiento,

elevan como triunfo -doble arcángel:

Albéniz, Falla-, en Córdoba, en mi vida.

LA SOMNOLENCIA

A determinada edad

pero imprecisa fecha,

he descubierto en mí

-como, un día, al mirarnos en el espejo, percibimos

una peca, muy diminuta, muy subrepticia

pero constante- una extraña

compasión. No se trata de un ángel

vestido de penumbras, de una palabra apasionada

y ruborosa, de un acuciante clarinete

que se abre paso entre la cuerda como un gato entre petunias:

no es una congoja

ni la esponjosa sensación del pecho cuando encontramos a

un amigo;

pero algo más cotidiano, quizá más displicente,

un comunicativo interés por los hombres, que no es curiosidad,

tal vez no es simpatía, no, desde luego, adhesión,

sí una sorpresa, al comprobar que un grupo

de hombres es tan sedante como alameda rumorosa,

tan excitante como los truenos, tan sencillo como el río.

Entro en los bares y ya no es sed lo que allí me conduce,

ni un dejarme arrastrar, ni una imaginación novelesca

lo que me distrae.

Ya no espectador, sino una somnolienta prolongación

de los murmullos,

uno más entre todos, porque no diferente.

Viejas palabras gastadas,

atropellados lugares comunes,

cordialidad, cifra de céfiros,

adquieren irisaciones atractivas, y la pana

de las chaquetas es tan acariciadora como el musgo,

fértiles las corbatas como las rosas, novísima

una dentadura intacta, como el amanecer.

Y como arrullado y como sumergido

en imprecisa blandura tibia,

y como somnoliento, bebo y charlo

con éste o con aquél, sin elección, sin otro

compromiso

que el pasar este rato que llenará mi vida

con no sé qué soñada página de mi historia

social; no con intimidad, pero con cierta

familiaridad risueña que me indica

que se vivir y tengo compañeros.

De “Siesta en el mirador”

MADRIGAL DE OTRO ESTÍO

Dudé si compararte

con la nube o la luna:

Agua fugaz para mi sed, caricia

de luz distante en sombra íntima y única.

Ramas cansadas, últimos delirios

esperaron en vano que la antigua

costumbre de los astros me alumbrara;

dádivas de la nunca

previsible constancia de los meses

mi sien tocaran con sus manos húmedas.

Toda mi piel gozó tu piel un día,

toda mi noche se encendió en tu púdica

palabra sin futuro.

Sé que un agua

de juncias densa y clara se me oculta

y me llama y no sé si de mi sed

se burla o, para ser, mis labios busca.

Compararte pudiera a los oasis

-no a la nube inconstante, no a la luna

mudable-, pero sólo oigo mis pasos,

no de tus palmas la envolvente música.

MEJOR QUE UNA PUNTA FINA…

Mejor que una punta fina

para herirte sin remedio,

la filigrana perdida

en laberintos de sueño.

Y mejor, los gavilanes

que se posan en tu mano

como suspiro de alfanjes

entre la flor y los ramos.

O, mejor, la paz del día

que no necesita espada

sino una flecha encendida

de sol entre lentas ramas.

NARCISOS

A Elena Martín Vivaldi

Bocas de vidrio, esbozos de penumbras.

Adelantados o doblados

o pertinaces en su insomne palidez

de vientos como llamas, los narcisos

entregan su aroma, luna de invierno.

Florecer y morir, qué triste júbilo.

Su dispersa agrupación conmueve

el corazón del hombre, pues conoce

que la armonía existe, mas tenerla

sometida no puede a su dominio.

Todo es renuncia: de tanto aroma

nada se percibe, como en la muchedumbre

de los besos tantos pierden relieve,

sólo el beso inicial y el postrero

perduran.

Hanse abierto en los días

cálidos de febrero, largamente esperados,

interludio suavísimo

entre la agria orquestación del otoño

y el ascenso difuso y orgiástico del polen.

Y se propagan y se ofrecen y su obsequio

es cuasi monacal, como si una vidriera

de ponientes áureos derramara

no sé qué olvido glorioso en el tocado

de la novicia, ella, tan nueva, entrada

en la sabiduría de la entrega.

En las columnas del incienso,

en el cavado resonar del órgano

suspenso, en el ilustre bisbiseo

latino de letanías, hay la misma floración

angustiosa de los narcisos,

algo intacto que pasa, y no relámpago;

algo que es luz y, al tiempo, materia deleznable;

algo que llena el pecho de veneno y promesas.

Algo como una nube que transita en silencio.

De “Siesta en el mirador”

NEVANDO ESTÁ EN LA TIERRA DE MARÍA

A Manolo Gil

Nevando está en la sierra de María,

en Vélez ha cesado la llovizna.

He tomado café. Recuerdo versos

que escribí en los momentos de otra dicha.

Hablaban de un otoño a borbotones

destellantes, que iba y que venía,

con su copa de aromas desbordados

súbitamente rota en sacudidas.

Y preguntaba entonces: ¿un tormento

el amor, o suavísima alegría?

Lo preguntaba entonces y no tengo

una respuesta en que acoger mi vida.

Lo que sí puedo recoger ahora

es que al tomar café sin compañía

me ha quedado en la boca un mal regusto

de viejos versos y precoz ceniza.

NOCHE ENTRE DOS LABIOS

La noche, entre dos labios distendida,

víctima iridiscente de la aurora,

con lluvia canta o gime o duda o llora

sobre la huella que dejó la herida.

Difícilmente abril lanza encendida

la corola dudosa de una hora;

clama en la lluvia el viento, el agua implora

cauce a su curso y lágrima vencida.

Pero dos manos limpias, delincuentes

porque recogen sólo la bellaza,

dejan los labios quietos y sombríos.

¡Oh caricias soñadas e infrecuentes,

con la misma pasión e igual tristeza

que llevan a la mar llanto y rocíos!

NOVIEMBRE

A mi padre

Me acodé en el balcón:

las estrellas giraban,

musicales y suaves, como los crisantemos

de las huertas perdidas.

Toda la noche tiene manos inmaculadas

que pasar por las sienes que el cansancio golpea,

húmedos labios trémulos para tantas mejillas,

corazones acordes al par de sus silencios.

Me acordaba de ti,

del que no fueras nunca,

casi flor, casi germen, casi voz, casi todo

lo que nombra un deseo.

Aquél que hundió en la tierra su planta generosa,

los olivos que ceden su fruto a las escarchas;

el que alzaba su mano como si fuera un grito

poderoso y maduro sobre el marchito júbilo.

Me acordaba de ti,

como en noches pasadas,

tanto amor que se logra pero no se consuma

por no sé qué misterio,

y el corazón, tan lleno de flor y flor perenne,

de estrella y lunas fijas, de campo y campo abierto,

abría sus balcones hacia un paisaje oscuro

de paciencia y de adiós, de clemencia y de olvido.

O NO SUSPIRES POR SU NOMBRE…

Ven, Amor, si eres Dios, y vuela.

Luis de Góngora

O no suspires por su nombre

o no reclames su presencia;

que si llega a escucharte, te abrasa;

que si llega a abrazarte, te quema.

No es un dios el Amor, pero vibra;

no es abeja el Amor, pero vuela:

vibra, músico, en todos los cuerpos;

tiembla, cándido, en todas las nieblas.

Y si pone en los labios rocío,

una gota de sangre se lleva.

Que le gustan los labios si rojos

y por blanca la blanca azucena,

y vuela.

OTRA VIDA, OTRO MAR

álzate a mí, a mi boca, galvánico Amor mío,

terriblemente impuro bajo un sol de justicia,

revolcado en la muerte, como el furioso río

empapado de rayos, de tierra de inmundicia.

Retuércete en mis ingles, provoca un desafío

entre amargo orgullo y la casta caricia,

y desata los vientos, y el témpano más frío

para asolar el único vergel de la delicia.

Y asfíxiame en el fango, y hazme sombra de nada,

como un volcán de envidia, como una injusta mano,

como un diente roído que en la fruta se encona.

Y después de estar sucios y con la carne helada,

¡vamos al agua quieta donde fulge el verano,

vamos al mar sereno que nunca nos traiciona!

De “Extravagante jerarquía” 1981

PALABRAS EN LA PIEDRA

Sunt lacrimal rerum

La morbidez de un seno

adelantado hacia la mano, toca

esta cueva de mosto, este veneno

placentero y feroz, une tu boca

a su agresiva punta, sorbe, acaba,

nos pide. Así la piedra

busca un calor de labios o de lava

y, para completar nuestro delirio,

o nos enlaza en víboras de hiedra

u obscena eleva entre su puño un lirio.

La proa sepulcral

desarrolla un cartel: Son de las cosas

lágrimas. Tú, venera

estos restos que fueron manantial

de hazaña tanta. Si al tocar, piadosas,

tus manos estas losas, no sintiera

tu corazón pavor, que tu mirada

nunca vea la luz. Fui desdichado

porque nací. Feliz, pues he vivido.

Bellos, mas sin sonido,

proclaman los clarines la esperada

resurrección del cuerpo. Ha reclamado

en piedra la palabra luz futura.

Procaz el muslo cuanto quieto extiende

su frígida cascada;

sátiro, no de un bosque, ya no apura

vino marmóreo insípido; no enciende

ni la horrible amenaza

compasión. Sólo vibra la coraza

de un tal cadáver que fue hombre y quiere

andar entre los hombres, en la plaza,

y habla y nos oye y nos acecha.

Y muere.

PARAÍSO FINAL

Luchando, cuerpo a cuerpo, nos queremos de veras

y es fuego de mi carne la flor de tu mejilla.

El beso en su volumen iguala a la semilla

que brota verdemente con dos hojas primeras.

En la concha del ámbar manan las primaveras

un arroyo sereno de miel y manzanilla.

Tiene la tierra plumas de mirlo y abubilla;

pían en nuestro abrazo canarios y jilgueras.

El nácar se disuelve en manantial de leche,

en torrente de vino, de aceite y de resina:

No hay nada como el lirio que tanto nos estreche.

Hay en cueva de nata paladar de paloma

y en jardines cerrados para el sol que declina

paraísos abiertos del tacto y del aroma.

De “Tigres en el jardín”

PASIÓN

Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,

te beso limpiamente los mínimos cabellos

que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,

en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra

de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos

a las heridas tibias, con besos, besos….Ellos

que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.

Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo

tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,

te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.

Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.

El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,

y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

POCAS COSAS

Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida

que esta maravillosa libertad de quererte.

Ser libre en este amor más allá de la herida

que la aurora me abrió, que no cierra la muerte.

Porque mi amor no tiene ni horas ni medida,

sino una larga espera para reconocerte

sino una larga noche para volver a verte,

sino un dulce cansancio por la senda escondida.

No tengo sino labios para decir tu nombre;

no tengo sino venas para que tu latido

pueda medir el tiempo sin soledad un día.

Y así voy aceptando mi destino, el de un hombre

que sabe sonreírle al rayo que lo ha herido

y que en la tierra espera que vuelva su alegría.

POEMA FINAL

A Mari Paz Muros y Juan Carlos Lazúen

“Dejó un cuadro, un puñal y un soneto.”

Manuel Machado

Si mañana no vivo, si mañana

queda inmóvil la luz en mi ventana

sin mi apresuramiento y mi figura,

sabed que algún soneto os he dejado

y que, cruzando del olvido el vado,

salvé de tantos cuadros la hermosura.

El puñal me lo llevo entre los dientes

porque morder las frases más mordientes

es caridad, si no cautela humana.

¿Qué os dejo? Mi palabra agradecida

y nada más. Si acaso, una manzana

que en vuestras bocas suene a fresco fruto.

Iré a otra luz. La luz no guarda luto

por quien la amó en el arte y en la vida.

POEMAS DE VALPARAÍSO, XV

Vine por un camino de rosas y trigales,

mi corazón saltaba como un corzo en la aurora,

mis labios te decían desde lejos los nombres

de las más cotidianas y más sencillas cosas.

Los ecos y las huellas bajo el sol florecían,

los jilgueros cantaban por no dejarme a solas,

cuando al volver un codo del camino a mi lado

se emparejó la muerte muda silente y hosca.

Bajo la luz tranquila se me nubló la frente,

se doblaron de tristes las nuevas amapolas:

«Espérame a la vuelta». y seguí mi camino

por trigos espigados y olivares y rosas.

Ascendí a tu morada y allí gocé tu cuerpo,

y allí bebí la muerte y sólo vi la aurora,

tus ojos en el fondo de un mar de nácar puro,

y tus besos tallados como cristal de roca.

Te apreté entre mis brazos, te confundí en mi sangre,

me hundí en tu pecho tibio y entre veras y bromas,

pasó la luz del día, pasó la noche densa

con olor de jazmines y canciones de ronda.

Los álamos, más altos que nuestra blanca torre,

se meneaban de pájaros como un libro de horas.

Pero aún era pronto para dejar los besos

y ese sopor tranquilo de la penumbra ociosa.

Bebimos vino añejo escanciado en las manos,

ebrias de tanto amor y claras como copas;

en el huerto encontramos las primeras cerezas.

Pasó de nuevo el día, pasó otra vez la sombra.

Salimos por el campo confundidos en uno,

tocaba con tus manos, hablabas por mi boca,

éramos un incendio de amor en la mañana,

a nuestro paso ardían los celajes, las frondas.

Al doblar un recodo nos detuvo la muerte,

me llamó por mi nombre y me dijo: «Ya es hora».

Mas no logró arrancarme de tu abrazo. A lo lejos

los álamos cantaban con el sol en las hojas.

POR LA ESCALERA ARRIBA…

Por la escalera arriba

mi tedio te seguía,

un tedio de magnolia

que el aliento marchita.

Por la escalera abajo,

cubierta de glicinias,

la tarde era más tarde

porque yo te seguía.

Te volviste a mirarme,

pero no me veías.

Ya sé que no me amabas,

lenta luz de mi vida.

SI FUERAS UN CRISANTEMO…

Si fueras un crisantemo

-flor del amor en Japón-

trasplantado entre mis brazos,

te habría quemado mi amor.

Si fueras una azucena

-flor del amor en San Juan-

trasplantada entre mis brazos,

qué lento y dulce espirar.

Pero has sido flor de cuerpo

y alma entregada en la flor

y me has llevado a tus brazos

y me has quemado de amor.

SIERPE PROFANA

Quien tanto te adoró, muerde tu pecho

y desata torrentes carmesíes;

tiene en las sienes pulsos colibríes

y undoso el pelo como el crespo helecho.

Dardo de luz acomodé en tu lecho,

duras palpitaciones y rubíes.

¡Y qué fundirse nardos y alhelíes

culmen mi cuerpo de tu cuerpo y techo!

Labios que te invocaron, como a diosa,

bajo tu vientre ya volcán obsceno,

sobre tu piel serpientes de zafiro,

azules de pasión -no de veneno-

sorben, caliginosos, tu ebria rosa

e, hidrópicos de anhélito, el suspiro.

SIESTA EN EL MIRADOR

Sólo para tus labios mi sangre está madura,

con obsesión de estío preparada a tus besos,

siempre fiel a mis brazos y llena de hermosura,

exangües cada noche, y cada aurora ilesos.

Si crepitan los bosques de caza y aventura

y los pájaros altos burlan de vernos presos,

no dejes que tus ojos dibujen la amargura

de los que no han llevado el amor en los huesos.

Quédate entre mis brazos, que sólo a mí me tienes,

que los demás te odian, que el corazón te acecha

en los latidos cálidos del vientre y de las sienes.

Mira que no hay jardines más allá de este muro,

que es todo un largo olvido. y si mi amor te estrecha

verás un cielo abierto detrás del llanto oscuro.

“Tigres en el jardín” 1968

TIGRES EN EL JARDÍN

Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora,

como un trigal de cielo derramado en la vega,

y hemos sorbido el agua que tu contacto dora

y ese aroma de rosas que nos cerca y anega.

En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora

libertad nuestra sangre, mientras la nube llega,

se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora,

y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega.

Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes,

tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso

este amor sin futuro y esta luz de los dientes.

Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso,

y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes

de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.

Carriego, Evaristo

Reseña biográfica

Poeta argentino nacido en Paraná, Entre Ríos en 1883.

Se educó en Buenos Aires, y desde joven participó en tertulias literarias y movimientos de tipo intelectual. Escribió en diversas publicaciones de la época, como «La Protesta», «Ideas», «Caras y caretas» y otras. Su obra literaria se extendió al teatro y al cuento dejando dejando varias publicaciones junto a su único libro de versos editado en vida, «Misas herejes», en 1908.

Después de su muerte, ocurrida en 1912, se publicó el conjunto de su producción poética con el título de «Poemas póstumos» y «La canción del barrio».

AQUELLA VEZ QUE VINO TU RECUERDO

La mesa estaba alegre como nunca.

Bebíamos el té: mamá reía

recordando, entre otros,

no sé qué antiguo chisme de familia;

una de nuestras primas comentaba

-recordando con gracia los modales,

de un testigo irritado- el incidente

que presenció en la calle;

los niños se empeñaban, chacoteando,

en continuar el juego interrumpido,

y los demás hablábamos de todas

las cosas de que se habla con cariño.

Estábamos así, contentos, cuando

alguno te nombró, y el doloroso

silencio que de pronto ahogó las risas,

con pesadez de plomo,

persistió largo rato. Lo recuerdo

como si fuera ahora: nos quedamos

mudos, fríos. Pasaban los minutos,

pasaban y seguíamos callados.

Nadie decía nada, pero todos

pensábamos lo mismo. Como siempre

que la conmueve una emoción penosa,

mamá disimulaba ingenuamente

queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

¡Bien que la conocemos!… Las muchachas

fingían ocuparse del vestido

que una de ellas llevaba:

los niños, asombrados de un silencio

tan extraño, salían de la pieza.

Y los demás seguíamos callados

sin mirarnos siquiera.

«CAPERUCITA ROJA» QUE SE NOS FUE

¡Ah, si volvieras!… ¡Cómo te extrañan mis hermanos!

La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa

muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa

que todo lo sabías hacer con esas manos…!

El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama

recordándote siempre lo que le prometieras,

para que le des algo… Y a veces -¡si lo oyeras!-

para que como entonces le prepares la cama.

¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,

en la casita nuestra todo el mundo anda triste!

y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora

con el supersticioso temor de verte lejos…

Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?

COMO AQUELLA OTRA

Sí, vecina: te puedes dar la mano,

esa mano que un día fuera hermosa,

con aquella otra eterna silenciosa

«que se cansara de aguardar en vano».

Tú también, como ella, acaso fuiste

la bondadosa amante, la primera,

de un estudiante pobre, aquel que era

un poco chacotón y un poco triste.

O no faltó el muchacho periodista

que allá en tus buenos tiempos de modista

en ocios melancólicos te amó

y que una fría noche ya lejana,

te dijo, como siempre: «Hasta mañana…»

pero que no volvió.

COMO UN DESLUMBRAMIENTO DE RUBIAS PRIMAVERAS…

Como un deslumbramiento de rubias primaveras

irradian y perfuman las dichas prisioneras

de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!

Heroína y señora de rondeles galanos:

Para que siempre puedas orquestar tus mañanas

calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas

te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos

te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el placer anida,

en las exaltaciones gloriosas de la vida

que surgen en el cálido floreal de tus horas,

como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

CONVERSANDO

El libro sin abrir y el vaso lleno.

-Con esto, para mí, nada hay ausente-.

Podemos conversar tranquilamente:

la excelencia del vino me hace bueno.

Hermano, ya lo ves, ni una exigencia

me reprocha la vida…, así me agrada;

de lo demás no quiero saber nada…

Practico una virtud: la indiferencia.

Me disgusta tener preocupaciones

que hayan de conmoverme. En mis rincones

vivo la vida a la manera eximia

del que es feliz, porque en verdad te digo:

la esposa del señor de la vendimia

se ha fugado conmigo…

CUANDO LLEGA EL VIEJO

Todos están callados ahora. El desaliento

que repentinamente siguiera al comentario

de esa duda, persiste como un presentimiento.

El hermano recorre las noticias del diario

que está sobre la mesa. La abuela se ha dormido

los demás aguardan con el oído alerta

a los ruidos de afuera, y apenas se oye un ruido

las miradas ansiosas se clavan en la puerta.

El silencio se vuelve cada vez más molesto:

una frase que empieza se traduce en un gesto

de impaciencia. ¡La espina de esa preocupación…

Y cuando llega el viejo, que salió hace un instante,

en todas las miradas fijas en su semblante

hay una temerosa larga interrogación.

DESPUÉS DEL OLVIDO

Porque hoy has venido, lo mismo que antes,

con tus adorables gracias exquisitas,

alguien ha llenado de rosas mi cuarto

como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?… Recuerdo de noches lejanas,

aun guardo, entre otras, aquella novela

con la que soñabas imitar, a ratos,

no sé si a Lucía no sé si a Graziela.

Y aquel abanico, que sentir parece

la inquieta, la tibia presión de tu mano;

aquel abanico ¿te acuerdas? trasunto

de aquel apacible, distante verano…

Y aquellas memorias que escribiste un día!

-un libro risueño de celos y quejas-.

¡Rincón asoleado! Rincón pensativo

de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!…

Pero no hay los versos: ¡Qué quieres!… ¡Te fuiste!

-¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!-

La nieve incesante del bárbaro hastío

¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

…¿Para qué añoranzas? Son filtros amargos

como las ausencias sus hoscos asedios…

Prefiero las rosas, prefiero tu risa

que pone un rayito de sol en mis tedios.

Y porque al fin vuelves, después del olvido,

en hora de angustias, en hora oportuna,

alegre como antes, es hoy mi cabeza

una pobre loca borracha de luna!

DETRÁS DEL MOSTRADOR

Ayer la vi, al pasar, en la taberna,

detrás del mostrador, como una estatua…

Vaso de carne juvenil que atrae

a los borrachos con su hermosa cara.

Azucena regada con ajenjo,

surgida en el ambiente de la crápula,

florece como muchas en el vicio

perfumado ese búcaro de miasmas.

¡Canción de esclavitud! Belleza triste,

belleza de hospital ya disecada

quién sabe por qué mano que la empuja

casi siempre hasta el sitio de la infamia…

Y pasa sin dolor así inconsciente

su vida material de carne esclava:

¡copa de invitaciones y de olvido

sobre el hastiado bebedor volcada!

EL CAMINO DE NUESTRA CASA…

Nos eres familiar como una cosa

que fuera nuestra, solamente nuestra;

familiar en las calles, en los árboles

que bordean ]a acera,

en la alegría bulliciosa y loca

de los muchachos, en las caras

de los viejos amigos,

en las historias íntimas que andan

de boca en boca por el barrio

y en la monotonía dolorida

del quejoso organillo

que tanto gusta oír nuestra vecina,

la de los ojos tristes…

Te queremos

con un cariño antiguo y silencioso,

¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras

con qué cariño te queremos!

¡Todo

lo que nos haces recordar!

Tus piedras

parece que guardasen en secreto

el rumor de los pasos familiares

que se apagaron hace tiempo… Aquellos

que ya no escucharemos a la hora

habitual del regreso.

Caminito

de nuestra casa, eres

como un rostro querido

que hubiéramos besado muchas veces:

¡tanto te conocemos!

Todas las tardes, por la misma calle,

miramos con mirar sereno,

la misma escena alegre o melancólica,

la misma gente… Y siempre la muchacha

modesta y pensativa que hemos visto

envejecer sin novio… resignada!

De cuando en cuando, caras nuevas,

desconocidas, serias o sonrientes,

que nos miran pasar desde la puerta.

Y aquellas otras que desaparecen

poco a poco, en silencio,

las que se van del barrio o de la vida

sin despedirse.

¡Oh, los vecinos

que no nos darán más los buenos días!

Pensar que alguna vez nosotros

también por nuestro lado nos iremos,

quién sabe dónde, silenciosamente

como se fueron ellos…

EL CLAVEL

Fue al surgir de una duda insinuativa

hirió tu severa aristocracia,

como un símbolo rojo de mi audacia,

un clavel que tu mano no cultiva.

Quizás hubo una frase sugestiva,

o viera una intención tu perspicacia,

pues tu serenidad llena de gracia

fingió una rebelión despreciativa…

Y, así, en tu vanidad, por la impaciente

condena de un orgullo intransigente,

mi rojo heraldo de amatorios credos

Mereció, por su símbolo atrevido,

como un apóstol o como un bandido

la guillotina de tus nobles dedos.

EN EL PATIO

Me gusta verte así, bajo la parra,

resguardada del sol del mediodía,

risueñamente audaz, gentil, bizarra,

como una evocación de Andalucía.

Con olor a salud en tu belleza,

que envuelves en exóticos vestidos,

roja de clavelones la cabeza

y leyendo novelas de bandidos.

-¡Un carmen andaluz, donde florecen,

en los viejos rincones solitarios,

los rosales que ocultan y ensombrecen

la jaula y el calor de tus canarios!-

¡Cuántas veces no creo al acercarme,

todo como en un patio de Sevilla,

que tus más frescas flores vas a darme,

y a ofrecerme después miel con vainilla!

O me doy a pensar que he saboreado,

mientras se oye una alegre castañuela,

un rico arroz con leche, polvoreado

de una cálida gloria de canela.

¡Cómo me gusta verte así, graciosa,

llena de inquietos, caprichosos mimos,

rodeada de macetas, y, golosa,

desgranando pletóricos racimos!

Y mojarse tus manos delincuentes,

al reventar las uvas arrancadas,

como en sangre de vidas inocentes

a tu voracidad sacrificadas!…

Y ver vagar, cruelmente seductora,

en esos labios finos y burlones,

tu sonrisa de Esfinge, turbadora

de mis calladas interrogaciones.

Y desear para mí, las exquisitas

torturas de tus dedos sonrosados,

que oprimen las doradas cabecitas

de los dulces racimos degollados!

EN SILENCIO

Que este verso, que has pedido,

vaya hacia ti, como enviado

de algún recuerdo volcado

en una tierra de olvido…

para insinuarte al oído

su agonía más secreta,

cuando en tus noches, inquieta

por las memorias, tal vez,

leas, siquiera una vez,

las estrofas del poeta.

¿Yo?… Vivo con la pasión

de aquel ensueño remoto,

que he guardado como un voto,

ya viejo, del corazón.

¡Y sé, en mi amarga obsesión,

que mi cabeza cansada,

de la prisión de ese ensueño

caerá, recién, libertada

¡cuando duerma el postrer sueño

sobre la postrer almohada!

ENVÍOS

A Doña Sylla Silva De Mas y Pi

En su álbum

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,

te resultasen ásperos sus rendidos saludos,

y quieres blandos ritmos de credos idealistas,

aguarda delicados poemas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,

coronando de antorchas tan olímpicas sienes,

devotos de la blanca lis de tu aristocracia,

con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

o espera, seductora, decadentes orfebres

que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:

Yo trabajo el acero de temples soberanos:

los sonantes cristales se rompen en mis manos.

Palmera brasileña, que al caminante herido

ofrendarás tus dátiles de Pasión y de Olvido,

en el Desierto Único: tú eres la apoteosis

que nimbando de incendios sus fecundas neurosis,

cruzas por los vaivenes de sus hondos desvelos

como si fueras Luna de sus noches de duelos.

Yo traigo a tu floresta la Alondra moribunda

que, en el violín del Bosque, preludió la errabundo

sinfonía terrena de aquel Ardor eterno

que ahuyenta suavemente las aves del Invierno,

y en las horas tranquilas descubre su cabeza

como un símbolo vago de Amor y de Belleza.

Y pasas, y no sola, presintiendo dorados

orientes, los propicios a los enamorados,

como una novia enferma que evoca espirituales

promesas en las largas noches sentimentales,

o esperas al amado, sonriente, como algunas

heroínas que aguardan al amor de las lunas

hojeando florilegios alegres de la Galia,

con manos de Giocondas poéticas de Italia.

¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios

en los ratos fugaces de indecibles imperios

cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías

de las claudicaciones saben las agonías!

Quiero brindarte versos porque te finjo buena,

con no sé qué bondades y porque eres morena

como la inspiradora de mis lejanos votos

perspectivas azules de paisajes remotos.

Generosa que amparas de los fríos crueles,

como un fruto viviente de tus sanos vergeles,

las rosas inviolables que tus labios oprimen.

(¡Oh, las instigadoras del ensueño y del crimen!)

Paloma fugitiva de la Ciudad vedada,

donde el dolor muriera bajo la enamorada

caricia del Consuelo: ¡Ciudad donde las risas

suenan como campanas de las futuras Misas!

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,

como en fugas radiantes escucharás canciones

de músicas heráldicas, de las músicas locas

que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles

que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.

Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,

las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,

cuando al disipar todos tus más graves mutismos

mis estrofas de hierro torturen tu garganta,

has de pensar, acaso ¡Si es un hierro que canta!

Como un deslumbramiento de rubias primaveras

irradian y perfuman las dichas prisioneras

de todos tus encantos. ¡Oh, poemas paganos!

Heroína y señora de rondeles galanos:

para que siempre puedas orquestar tus mañanas

calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas

te ofrecen en mis trovas. ¡Que en todos los momentos

te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el Placer anida,

en las exaltaciones gloriosas de la Vida

que surgen en el cálido Floreal de tus horas

como un carmen de auroras, eternamente auroras!

FILTRO ROJO

Porque hasta mí llegaste silenciosa,

la ardiente exaltación de mi elocuencia

derrotó la glacial indiferencia

que mostrabas, altiva y desdeñosa.

Volviste a ser la de antes. Misteriosa,

como un rojo clavel tu confidencia

reventó en una amable delincuencia

con no sé qué pasión pecaminosa.

Claudicó gentilmente tu arrogancia,

y al beber el locuaz vino de Francia,

¡oh, las uvas doradas y fecundas!

Una aurora tiñó tu faz de armiño,

¡y hubo en la jaula azul de tu corpiño

un temblor de palomas moribundas!

HAS VUELTO

Has vuelto, organillo. En la acera

hay risas. Has vuelto llorón y cansado

como antes.

El ciego te espera

las más de las noches sentado

a la puerta. Calla y escucha. Borrosas

memorias de cosas lejanas

evoca en silencio, de cosas

de cuando sus ojos tenían mañanas,

de cuando era joven… la novia… ¡quién sabe

Alegrías, penas,

vividas en horas distantes. ¡Qué suave

se le pone el rostro cada vez que suenas

algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro!

Has vuelto, organillo. La gente

modesta te mira

pasar, melancólicamente.

Pianito que cruzas la calle cansado

moliendo el eterno

familiar motivo que el año pasado

gemía a la luna de invierno:

con tu voz gangosa dirás en la esquina

la canción ingenua, la de siempre, acaso

esa preferida de nuestra vecina

la costurerita que dio aquel mal paso.

Y luego de un valse te irás como una

tristeza que cruza la calle desierta,

y habrá quien se quede mirando la luna

desde alguna puerta.

¡Adiós, alma nuestra! parece

que dicen las gentes en cuanto te alejas.

¡Pianito del dulce motivo que mece

memorias queridas y viejas!

Anoche, después que te fuiste,

cuando todo el barrio volvía al sosiego

-qué triste-

lloraban los ojos del ciego.

INVITACIÓN

Amada, estoy alegre: ya no siento

la angustiosa opresión de la tristeza:

el pájaro fatal del desaliento

graznando se alejó de mi cabeza.

Amada, amada: ya, de nuevo, el canto

vuelve a vibrar en mí, como otras veces;

¡y el canto es hombre, porque puede tanto,

que hasta sabe domar las altiveces!

Ven a oír: abandona la ventana…

Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras

para el dolor, como las de una hermana,

y sólo para mí suelen ser duras!

¡Manos de siempre compasiva y buena,

yo tengo todo un sol para que alumbres

ese olímpico rostro de azucena

hecho de palidez y pesadumbres!

Hoy soy así. Soy un poeta loco

que ve su dicha de tus tedios presa …

¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco

de champaña en la música francesa!

No quiero verte triste. De tu cara

borra ese esguince de pesar cansino…

¡Hoy yo quiero vivir!… ¡Qué cosa rara,

hoy tengo el corazón lleno de vino!

LA DULCE VOZ QUE OÍMOS TODOS LOS DÍAS

¡Tienes una voz tan dulce!…

Yo no sé por qué será,

te oímos y nos dan muchas

ganas de quererte más.

Tienes una voz tan dulce

y una manera de hablar,

que aunque a veces tú también

estés triste de verdad

haces reír a abuelita

cuando ella quiere llorar.

¡Y ninguno sabe en dónde

encuentras tanta bondad

para poder decir unas

cosas que nos gustan más¡…

¡Si vieras cómo nos gusta!

No te habrás de imaginar

lo mucho que sufriremos

si tú nos dejas… Mamá

dice que cuando te cases

nos tendrás que abandonar,

y eso es mentira: ¿no es cierto

que nunca te casarás?

Nunca nos dejarás solos,

porque eres buena, ¿verdad?

¿Alguna vez has pensado

qué haremos si te nos vas?

¿No lo has pensado? Nosotros

no lo queremos pensar.

Si tú te nos vas, ¿entonces

qué voz extraña vendrá

a decirnos esas cosas

que tú ya no nos dirás?

¿Nos hará olvidar tu voz

la voz que vendrá? ¿Lo hará?

¿Hará reír a abuelita

cuando ella quiera llorar?

LA MUERTE DEL CISNE

En un largo alarido de tristeza

los heraldos, sombríos, la anunciaron,

y las faunas errantes se aprontaron

a dejar el amor de la aspereza.

Con el Genio del bosque a la cabeza,

una noche y un día galoparon,

y cual corceles épicos llegaron

en un tropel de bárbara grandeza.

Y ahí están. Ya salvajes emociones,

rugen coros de líricos leones

cuando allá en los remansos de lo Inerte,

como surgiendo de una pesadilla,

¡Grazna un ganso alejado de la orilla

la bondad provechosa de la Muerte!

LA MÚSICA LEJANA QUE NOS LLEGA

Accede, te lo ruego así… Dejemos

-mientras se enfría el té que has preparado-

de leer el capítulo empezado:

amada, cierra el libro y escuchemos…

Y calla, por favor…Guarda tus finas

burlas: ten la vergüenza, no imposible,

de que tu dulce voz halle insensible,

rebelde corazón que aún dominas.

¿Ves? Llega como un breve pensamiento

que pone en fuga el arrepentimiento…

Bebe toda la onda, hermana mía,

no dejes en la copa nada, nada…

Emborráchate, amada:

la música es el vino hecho armonía.

LA QUE HOY PASÓ MUY AGITADA

¡Qué tarde regresas!… ¿Serán las benditas

locuaces amigas que te han detenido?

Vas tan agitada!… ¿Te habrán sorprendido

dejando, hace un rato, las casas de citas?

¡Adiós, morochita!… Ya verás, muchacha,

cuando andes en todas las charlas caseras:

sospecho las risas de tus compañeras

diciendo que pronto mostraste la hilacha…

Y si esto ha ocurrido, que en verdad no es poco,

si diste el mal paso, si no me equivoco

y encontré el secreto de esa agitación…

¿Quién sabrá si llevas en este momento

una duda amarga sobre el pensamiento

y un ensueño muerto sobre el corazón?

LA VUELTA DE «CAPERUCITA»

Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada.

¡Qué cambiado está todo, qué cambiado! ¿No es cierto?

¡Si supieras la vida que llevamos pasada!

Mamá ha caído enferma y el pobre viejo ha muerto…

Los menores te extrañan todavía, y los otros

verán en ti a la hermana perdida que regresa:

puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros,

con el cariño de antes, un lugar en la mesa.

Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre.

Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre

el oculto motivo de tu distanciamiento;

ya demasiado sabes cuánto te hemos querido:

aquel día, ¿recuerdas? tuve un presentimiento…

¡Si no te hubieras ido!

LAS MANOS

A todas las evoco. Pensativas,

cual si tuvieran alma, yo las veo

pasar, como teorías que viniesen

en las estancias líricas de un verso.

Las buenas, las cordiales, generosas

madrecitas de olvidos en los duelos,

las buenas, las cordiales, que ya nunca

las volvimos a ver, ni en el recuerdo.

Las manos enigmáticas, las manos

con vagos exotismos de misterio,

que ocultan, como en libros invisibles,

las fórmulas vedadas del secreto.

Las manos que coronan los designios,

las manos vencedoras del silencio,

en las que sueña, a veces, derrotado,

un tardío laurel de luz el genio.

Las pálidas, con sangre de azucenas,

violadas por los duendes de los besos,

que vi una vez, nerviosas, deslizarse

sobre la gama azul de un florilegio.

Las manos graves de las novias muertas,

rígidas desposadas de los féretros,

leves hostias de ritos amatorios

que ya nunca jamás comulgaremos;

Esas manos inmóviles y extrañas,

que se petrificaron en el pecho

como una interrogante dolorosa

de la inmensa ansiedad del postrer gesto.

Las crüeles que saben el encanto

del fugaz abandono de un momento.

Las exangües, las castas como vírgenes,

severas domadoras del deseo.

Las santas, inefables, las ungidas

con mirras de perdón y de consuelo:

amadas melancólicas y breves

de los poetas y de los enfermos.

Las románticas manos de las tísicas,

que, en la voz moribunda de un arpegio,

como conjuro agónico angustiado,

llamaron a Chopin, desfalleciendo…

Las manos que derraman por la noche

los filtros germinales en el lecho:

las que escriben las cláusulas fecundas

sobre las carnes que violó el invierno.

Las manos sin amor de las amadas,

más frías y más blancas que el pañuelo

que se esfuma en las largas despedidas

como paloma del adiós supremo.

¡Las únicas, las fieles, las anónimas,

las manos que en los ojos de algún muerto

pusieron, al cerrarlos, la postrera

temblorosa caricia de sus dedos!

Las manos de bellezas irreales,

las manos como lirios de recuerdos,

de aquellas que se fueron a la luna,

en la piedad del éxtasis eterno.

Las místicas, fervientes como exvotos,

inmaterializadas en el rezo,

las manos que humanizan las imágenes

de los blondos y tristes nazarenos.

Y las manos que triunfan del olvido,

¡esas, blancas como el remordimiento

de no haberlas besado, ni siquiera

con el beso intangible del ensueño!

¿NO TE VEREMOS MÁS?

…¿Conque estás decidida? ¿No te detiene nada?

¿Ni siquiera el anuncio de este presentimiento?

¡No puedes negar que eres una desamorada:

te vas así, tranquila, sin un remordimiento!

¡Has sido tanto tiempo nuestra hermanita! Mira

si no te desearemos buen viaje y mejor suerte,

…tu decisión de anoche la creíamos mentira:

¡que tan acostumbrados estábamos a verte!

Nos quedaremos solos. ¡Y cómo quedaremos…!

De más fuera decirte cuánto te extrañaremos;

y tú, también, ¿es cierto que nos extrañarás ?

¡Pensar que entre nosotros ya no estarás mañana,

Caperucita roja que fuiste nuestra hermana,

Caperucita roja, ¿no te veremos más?

PALMERA BRASILEÑA

Palmera brasileña, que al caminante herido

ofrendaras tus dátiles de pasión y de olvido,

en el desierto único: tu eres la apoteosis

que, nimbando de incendios sus fecundas neurosis,

cruzas por los vaivenes de su hondos desvelos

como si fueras luna de sus noches de duelos.

Yo traigo a tu floresta la alondra moribunda

que, en el violín del bosque, preludió la errabunda

sinfonía terrena de aquel ardor eterno,

que ahuyenta suavemente las aves del invierno,

y en las horas tranquilas descubre su cabeza

como un símbolo vago de amor y de belleza.

QUIERO BRINDARTE BESOS PORQUE TE FINJO BUENA…

Quiero brindarte versos porque te finjo buena,

con no sé que bondades, y porque eres morena

como la inspiradora de mis lejanos votos…

-perspectivas azules de paisajes remotos- .

Generosa que amparas de los fríos crüeles,

como un fruto viviente de tus sanos vergeles,

las rosas inviolables que tus labios oprimen.

¡Oh las instigadoras del ensueño y del crimen!

Paloma fugitiva de la ciudad vedada,

donde el dolor muriera bajo la enamorada

caricia del consuelo: ciudad donde las risas

suenan como campanas de las futuras misas!

RATOS BUENOS

Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos

reviven en las noches de verano!…

Se queja una guitarra allá a lo lejos

y mi vecina hace reír al piano.

Escucho, fumo y bebo en tanto el fino

teclado da otra vez su sinfonía:

el cigarro, la música y el vino

familiar, generosa trilogía…

…¡Tengo unas ganas de vivir la riente

vida de placidez que me rodea!

Y por eso quizás, inútilmente,

en el cerebro un cisne me aletea…

¡Qué bien se está cuando el ensueño, en una

tranquila plenitud, se ve tan vago!…

¡Oh, quién pudiera diluir la luna

y beberla en la copa, trago a trago!

Todo viene apacible del olvido

en una caridad de cosas bellas,

así como si Dios, arrepentido,

se hubiese puesto a regalar estrellas.

¡Qué agradable quietud! ¡Y qué sereno

el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,

sin un solo recuerdo, malo o bueno,

que, importuno, se acerque a conturbarme!

Y me siento feliz, porque hoy tampoco

ha soñado imposibles mi cabeza;

en el fondo del vaso, poco a poco,

se ha dormido, borracha, la tristeza…

REVELACIÓN

Lujosamente bella y exquisita,

con aire de gitana tentadora,

llegaste, adelantándote a la hora,

rodeada de misterios a la cita.

El salón reservado oyó la cuita

de una cálida noche pecadora,

y al amor de tu carne ofrendadora

reventaron las yemas de Afrodita.

Fue en esa breve noche de locuras,

propicia al floreal de tus ternuras,

que, cual glóbulos de ansias pasionales,

tu sangre delictuosa de bohemia

infiltró en el cansancio de mi anemia

¡el ardor de los fuertes ideales!

SARMIENTO

Una luz familiar; una sencilla

bondadosa verdad en el sendero;

un estoico fervor de misionero

que traía por biblia una cartilla.

Cuando en la hora aciaga, en el oscuro

ámbito de la sangre, su mirada

de inefable visión fue vislumbrada

y levantó su voz, a su conjuro,

en medio de las trágicas derrotas

y entre un sordo rumor de lanzas rotas,

sobre las pampas, sobre el suelo herido,

se hizo cada vez menos profundo

el salvaje ulular, el alarido

de las épicas hordas de Facundo.

SI DE ESTAS CUERDAS MÍAS, DE TONOS MÁS QUE RUDOS…

A Doña Sylla da Silva

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,

te resultan en ásperos sus rendidos saludos,

y quieres blandos ritmos de credos idealistas,

aguarda delicados poetas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,

coronando de antorchas tus olímpicas sienes,

devotos de la blanca lis de tu aristocracia,

con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

o espera, seductora, decadentes orfebres

que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:

trabajo el acero de temples soberanos:

los sonantes cristales se rompen en mis manos.

TE VAS

Ya lo sabemos. No nos digas nada.

Lo sabemos: ahórrate la pena

de contarnos sonriendo lo que sufres

desde que estás enferma.

¡Ah!, te vas sin remedio,

te vas, y, sin embargo, no te quejas:

jamás te hemos oído una palabra

que no fuera serena,

serena como tú, como el cariño

de hermanita mayor que por nosotros

Se olvidó de ser novia…

No te quejas,

no quieres afligirnos, pero lloras

cuando nadie te mira, y tu tristeza

silenciosa no tiene una amargura…

¿Por qué serás tan buena?

TU SECRETO

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste

aquí, sobre el piano que ya jamás tocas,

un poco de tu alma de muchacha enferma:

un libro, vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,

y supe, sonriendo, tu pena más honda,

el dulce secreto que no diré a nadie:

a nadie interesa saber que me nombras.

…Ven, llévate el libro, distraída, llena

de luz y de ensueño. Romántica loca…

¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!…

De todo te olvidas, ¡cabeza de novia!

TUS MANOS

Me obsedan tus manos exangües y finas,

¡tus manos! puñales de heridas ajenas,

cuando en el teclado predicen, en notas,

las inapelables deseadas condenas…

Tus manos, amores de nardos y rosas,

cuya histeria tiene sangre de pasiones,

como aquellas suaves que guardan ocultas

en venas azules sombrías traiciones.

Como las nerviosas manos de mi amada,

que, en largas teorías de gestos cordiales,

devotas del dulce crimen amatorio,

¡degüellan mis mansos corderos pascuales!

UNA SORPRESA

Hoy recibí tu carta. La he leído

con asombro, pues dices que regresas,

y aún de la sorpresa no he salido…

¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!

«Que por fin vas a verme…, que tan larga

fue la separación…» Te lo aconsejo,

no vengas, sufrirías una amarga

desilusión: me encontrarías viejo.

Y como un viejo, ahora, me he llamado

a quietud, y a excepción -¡siempre e! pasado!

de uno que otro recuerdo que en la frente

me pone alguna arruga de tristeza,

no me puedo quejar: tranquilamente

fumo mi pipa y bebo mi cerveza.

Y PASAS Y NO SOLA, PRESINTIENDO DORADOS…

Y pasas, y no sola, presintiendo dorados

orientes, los propicios a los enamorados,

como una novia enferma que evoca espirituales

promesas en las largas noches sentimentales;

o esperas al amado, sonriente, como algunas

heroínas que aguardan al amor de las lunas

hojeando florilegios alegres de la Galia,

con manos de Giocondas poéticas de Italia.

¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios

en los ratos fugaces de indecibles imperios…

cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías

de las claudicaciones saben las agonías!

YA SOBRE LOS HASTÍOS DE TUS MEDITACIONES…

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,

como en fugas radiantes escucharás canciones

de músicas heráldicas, de las músicas locas

que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles

que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.

Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,

las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,

cuando al disipar todos tus más graves mutismos

mis estrofas de hierro torturen tu garganta,

has de pensar, acaso, si es un hierro que canta!

Carrera Andrade, Jorge

Reseña biográfica

Poeta, ensayista y traductor ecuatoriano nacido en Quito en 1903.

Es una de las figuras más descollantes de la poesía ecuatoriana del siglo XX. Su obra, rica en metáforas descriptivas, recibió una fuerte influencia de su estadía en diferentes países donde ejerció la diplomacia. Hizo parte del grupo literario «La Idea» y fue uno de los iniciadores de la renovación lírica en latinoamérica con un importante aporte a la vanguardia.

Entre sus obras se destacan: «El estanque inefable» en 1922, «La guirnalda del silencio» en 1926, «La hora de las ventanas iluminadas» en 1937, «Familia de la noche» en 1953 y «Floresta de los guacamayos» en1964. Además fue autor de numerosos ensayos y traducciones publicados en diversas revistas de habla hispana.

Recibió el Premio Nacional de Cultura en 1977 y falleció un año después.

AMIGO DE LAS NUBES

Forastero perdido en el planeta

entre piedras ilustres, entre máquinas

reparto el sol del trópico en monedas.

Ciudadanos de niebla, hombres del viento

y del disfraz azul, de la alcancía

y del dios de los números:

Yo leo en vuestras máscaras floridas.

Manjar de espinas con sazón de hielo

me brindáis cada día. Nada os pido

cínicos hospederos de este mundo,

guardianes de un incierto paraíso.

Mercaderes de avispas:

Soy hombre de los trópicos azules.

Os espío por cuenta de la luna.

Soy agente secreto de las nubes.

AMOR ES MÁS QUE LA SABIDURÍA

Amor es más que la sabiduría:

es la resurrección, vida segunda.

El ser que ama revive

o vive doblemente.

El amor es resumen de la tierra,

es luz, es música, sueño

y fruta material

que gustamos con todos los sentidos.

¡Oh mujer que penetras en mis venas

como el cielo en los ríos!

Tu cuerpo es un país de leche y miel

que recorro sediento.

Me abrevo en tu semblante de agua fresca,

de arroyo primigenio

en mi jornada ardiente hacia el origen

del manantial perdido.

Minero del amor, cavo sin tregua

hasta hallar el filón del infinito.

BIOGRAFÍA

La ventana nació de un deseo de cielo

y en la muralla negra se posó como un ángel.

Es amiga del hombre

y portera del aire.

Conversa con los charcos de la tierra,

con los espejos niños de las habitaciones

y con los tejados en huelga.

Desde su altura, las ventanas

orientan a las multitudes

con sus arengas diáfanas.

La ventana maestra

difunde sus luces en la noche.

Extrae la raíz cuadrada de un meteoro,

suma columnas de constelaciones.

La ventana es la borda del barco de la tierra;

la ciñe mansamente un oleaje de nubes.

El capitán Espíritu busca la isla de Dios

y los ojos se lavan en tormentas azules.

La ventana reparte entre todos los hombres

una cuarta de luz y un cubo de aire.

Ella es, arada de nubes,

la pequeña propiedad del cielo.

BIOGRAFÍA PARA USO DE LOS PÁJAROS

Nací en el siglo de la defunción de la rosa

cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles.

Quito veía andar la última diligencia

y a su paso corrían en buen orden los árboles,

las cercas y las casas de las nuevas parroquias,

en el umbral del campo

donde las lentas vacas rumiaban el silencio

y el viento espoleaba sus ligeros caballos.

Mi madre, revestida de poniente,

guardó su juventud en una honda guitarra

y sólo algunas tardes la mostraba a sus hijos

envuelta entre la música, la luz y las palabras.

Yo amaba la hidrografía de la lluvia,

las amarillas pulgas del manzano

y los sapos que hacían sonar dos o tres veces

su gordo cascabel de palo.

Sin cesar maniobraba la gran vela del aire.

Era la cordillera un litoral del cielo.

La tempestad venía, y al batir del tambor

cargaban sus mojados regimientos;

mas, luego el sol con sus patrullas de oro

restauraba la paz agraria y transparente.

Yo veía a los hombres abrazar la cebada,

sumergirse en el cielo unos jinetes

y bajar a la costa olorosa de mangos

los vagones cargados de mugidores bueyes.

El valle estaba allá con sus haciendas

donde prendía el alba su reguero de gallos

y al oeste la tierra donde ondeaba la caña

de azúcar su pacífico banderín, y el cacao

guardaba en un estuche su fortuna secreta,

y ceñían, la piña su coraza de olor,

la banana desnuda su túnica de seda.

Todo ha pasado ya, en sucesivo oleaje,

como las vanas cifras de la espuma.

Los años van sin prisa enredando sus líquenes

y el recuerdo es apenas un nenúfar

que asoma entre dos aguas

su rostro de ahogado.

La guitarra es tan sólo ataúd de canciones

y se lamenta herido en la cabeza el gallo.

Han emigrado todos los ángeles terrestres,

hasta el ángel moreno del cacao.

CANCIÓN DE LA MANZANA

Cielo de tarde en miniatura:

amarillo, verde, encarnado,

con lucero de azúcar

y nubecillas de raso,

manzana de seno duro

con nieves lentas para el tacto,

ríos dulces para el gusto,

cielos finos para el olfato.

Signo del conocimiento.

Portadora de un mensaje alto:

La Ley de la gravitación

o la del sexo enamorado.

Un recuerdo del paraíso

es la manzana en nuestras manos.

Cielo minúsculo: en su torno

un ángel de olor está volando.

CONCHA MARINA

Entre la arena, es la concha

lápida recordativa

de una difunta gaviota.

CUADERNO DEL PARACAIDISTA

Sólo encontré dos pájaros y el viento,

las nubes con sus mapas enrollados

y unas flores de humo que se abrían buscándome

durante el vertical viaje celeste.

Porque vengo del cielo

como en las profecías y en los himnos,

emisario de lo alto, con mi uniforme de hojas,

mi provisión de vidas y de muertes.

Del cielo voy bajando como el día.

Humedezco los párpados

de aquellos que me esperan: he seguido

la ruta de la luz y de la lluvia.

Buen arbusto, protéjeme.

Dile, tierra, a tu surco mojado que me acoja

y a ese tronco caído

que me enseñe el calor, la forma inerte.

¡Aquí estoy, campesinos europeos!

Vengo en nombre del pan, de las madres del mundo

de toda la blancura degollada:

la garza, la azucena, el cordero, la nieve.

Fortalecen mi brazo ciudades en escombros,

familias mutiladas, dispersas por la tierra,

niños y campos rubios viviendo, desde hace años,

siglos de noche y sangre.

Campesinos del mundo: he bajado del cielo

como una blanca umbela o medusa del aire.

Traigo ocultos relámpagos o provisión de muertes,

pero traigo también las cosechas futuras.

Traigo la mies tranquila sin soldados,

las ventanas con luz otra vez, persiguiendo

la noche para siempre derrotada.

Yo soy el nuevo ángel de este siglo.

Ciudadano del aire y de las nubes,

poseo sin embargo una sangre terrestre

que conoce el camino que entra a cada morada,

el camino que fluye debajo de los carros,

las aguas que pretenden ser las mismas

que ya pasaron antes,

la tierra de animales y legumbre con lágrimas

donde voy a encender el día con mis manos.

CUERPO DE LA AMANTE

I

PRÓDIGO cuerpo:

dios, animal dorado,

fiera de seda y sueño,

planta y astro.

Fuente encantada

en el desierto.

Arena soy: tu imagen

por cada poro bebo.

Ola redonda y lisa:

En tu cárcel de nardos

devoran las hormigas

mi piel de náufrago.

II

TU boca, fruta abierta

al besar brinda

perlas en un pocillo

de miel y guindas.

Mujer: antología

de frutas y de nidos,

leída y releída

con mis cinco sentidos.

III

NUCA:

escondite en el bosque,

liebre acurrucada

debajo de las flores,

en medio del torrente,

Alabastro lavado

mina

y colmena de mieles.

Nido

de nieves y de plumas.

Pan redondo

de una fiesta de albura.

IV

TU cuerpo eternamente está bañándose

en la cascada de tu cabellera,

agua lustral que baja

acariciando peñas.

La cascada quisiera ser un águila

pero sus finas alas desfallecen:

agonía de seda

sobre el desierto ardiente de tu espalda.

La cascada quisiera ser un árbol,

toda una selva en llamas

con sus lenguas lamiendo

tu armadura de plata

de joven combatiente victoriosa,

única soberana de la tierra.

Tu cuerpo se consume eternamente

entre las llamas de tu cabellera.

V

FRENTE: cántaro de oro,

lámpara en la nevada,

caracola de sueños

por la luna sellada.

Aprendiz de corola,

albergue de corales,

boca: gruta de un dios

de secretos panales.

VI

TU cuerpo es templo de oro,

catedral de amor

en donde entro de hinojos.

Esplendor entrevisto

de la verdad sin velos:

¡Qué profusión de lirios!

¡Cuántas secretas lámparas

bajo tu piel, esferas

pintadas por el alba!

Viviente, único templo:

La deidad y el devoto

suben juntos al cielo.

VII

TU cuerpo es un jardín, masa de flores

y juncos animados.

Dominio del amor: en sus collados

persigo los eternos resplandores.

Agua dorada, espejo ardiente y vivo

con palomas suspensas en su vuelo,

feudo de terciopelo,

paraíso nupcial, cielo cautivo.

Comarca de azucenas, patria pura

que mi mano recorre en un instante.

Mis labios en tu espejo palpitante

apuran manantiales de dulzura.

Isla para mis brazos nadadores,

santuario del suspiro:

Sobre tu territorio, amor, expiro

árbol estrangulado por las flores.

DICTADO POR EL AGUA

I

Aire de soledad, dios transparente

que en secreto edificas tu morada

¿en pilares de vidrio de qué flores?

¿sobre la galería iluminada

de qué río, qué fuente?

Tu santuario es la gruta de colores.

Lengua de resplandores

hablas, dios escondido,

alojo y al oído.

Sólo en la planta, el agua, el polvo asomas

con tu vestido de alas de palomas

despertando el frescor y el movimiento.

En tu caballo azul van los aromas,

Soledad convertida en elemento.

II

Fortuna de cristal, cielo en monedas,

agua, con tu memoria de la altura,

por los bosques y prados

viajas con tus alforjas de frescura

que guardan por igual las arboledas

y las hierbas, las nubes y ganados.

Con tus pasos mojados

y tu piel de inocencia

señalas tu presencia

hecha toda de lágrimas iguales,

agua de soledades celestiales.

Tus peces son tus ángeles menores

que custodian tesoros eternales.

III

Doncel de soledad, oh lirio armado

por azules espadas defendido,

gran señor con tu vara de fragancia,

a los cuentos del aire das oído.

A tu fiesta de nieve convidado

el insecto aturdido de distancia

licor de cielo escancia,

maestro de embriagueces

solitarias a veces.

Mayúscula inicial de la blancura:

De retazos de nube yagua pura

está urdido su cándido atavío

donde esplenden, nacidos de la altura

huevecillos celestes de rocío.

IV

Sueñas, magnolia casta, en ser paloma

o nubecilla enana, suspendida

sobre las hojas, luna fragmentada.

Solitaria inocencia recogida

en un nimbo de aroma.

Santa de la blancura inmaculada.

Soledad congelada

hasta ser alabastro

tumbal, lámpara o astro.

Tu oronda frente que la luz ampara

es del candor del mundo la alquitara

donde esencia secreta extrae el cielo.

En nido de hojas que el verdor prepara

esperas resignada el don del vuelo.

V

Flor de amor, flor de ángel, flor de abeja,

cuerpecillos medrosos, virginales

con pies de sombra, amortajados vivos,

ángeles en pañales.

El rostro de la dalia tras su reja,

los nardos que arden en su albura, altivos,

los jacintos cautivos

en su torre delgada

de aromas fabricada,

girasoles, del oro buscadores:

lenguas de soledad, todas las flores

niegan o asienten según habla el viento

y en la alquimia fugaz de los olores

preparan su fragante acabamiento.

VI

¡De murallas que viste el agua pura

y de cúpula de aves coronado

mundo de alas, prisión de transparencia

donde vivo encerrado!

Quiere entrar la verdura

por la ventana a pasos de paciencia,

y anuncias tu presencia

con tu cesta de frutas, lejanía.

Mas cumplo cada día,

Capitán del color, antiguo amigo

de la tierra, mi límpido castigo.

Soy a la vez cautivo y carcelero

de esta celda de cal que anda conmigo,

de la que, oh muerte, guardas el llavero.

EDICIÓN DE LA TARDE

La tarde lanza su primera edición de golondrinas

anunciando la nueva política del tiempo,

la escasez de las espigas de la luz,

los navíos que salen a flote en el astillero del cielo,

el almacén de sombras del poniente,

los motines y desórdenes del viento,

el cambio de domicilio de los pájaros,

la hora de apertura de los luceros.

La súbita defunción de las cosas

en la marea de la noche ahogadas,

los débiles gritos de auxilio de los astros

desde su prisión de infinito y de distancia,

la marcha incesante de los ejércitos del sueño

contra la insurrección de los fantasmas

y, al filo de las bayonetas de la luz, el orden nuevo

implantado en el mundo por el alba.

EL OBJETO Y SU SOMBRA

Arquitectura fiel del mundo,

realidad, más cabal que el sueño.

La abstracción muere en un segundo:

sólo basta un fruncir del ceño.

Las cosas. O sea la vida.

Todo el universo es presencia.

La sombra al objeto adherida

¿acaso transforma su esencia?

Limpiad el mundo -ésta es la clave-

de fantasmas del pensamiento.

Que el ojo apareje su nave

para un nuevo descubrimiento.

EL PAÍS DEL EXILIO NO TIENE ÁRBOLES…

El país del exilio no tiene árboles.

Es una inmensa soledad de arena.

Sólo extensión vacía donde crece

la zarza ardiente de los sacrificios.

El país del exilio no tiene agua.

Es una sed sin límites,

sin esperanza de cercanas fuentes

o de un sorbo en el cuenco de una piedra.

El país del exilio no tiene aves

que encanten con su música al viajero.

Es desierto poblado por los buitres

que esperan el convite de la muerte.

Alza el viento sus torres deleznables.

Sus fantasmas de arena me persiguen

a través de la patria de la víbora

y de la zarza convertida en fuego.

EL VIAJE INFINITO

Todos los seres viajan

de distinta manera hacia Su Dios:

La raíz baja a pie por peldaños de agua.

Las hojas con suspiros aparejan la nube.

Los pájaros se sirven de sus alas

para alcanzar la zona de las eternas luces.

El lento mineral con invisibles pasos

recorre las etapas de un círculo infinito

que en el polvo comienza y termina en el astro

y al polvo otra vez vuelve

recordando al pasar, más bien soñando

sus vidas sucesivas y sus muertes.

El pez habla a su Dios en la burbuja

que es un trino en el agua,

grito de ángel caído, privado de sus plumas.

El hombre sólo tiene la palabra

para buscar la luz

o viajar al país sin ecos de la nada.

GOLONDRINAS

Que me busquen mañana.

Hoy tengo cita con las golondrinas.

En las plumas mojadas por la primera lluvia

llega el mensaje fresco de los nidos celestes.

La luz anda buscando un escondite.

Las ventanas voltean páginas fulgurantes

que se apagan de pronto en vagas profecías.

Mi conciencia fue ayer un país fértil.

Hoyes campo de rocas.

Me resigno al silencio

pero comprendo el grito de los pájaros

el grito gris de angustia

ante la luz ahogada por la primera lluvia.

INVENTARIO DE MIS ÚNICOS BIENES

La nube donde palpita el vegetal futuro,

los pliegos en blanco que esparce el palomar,

el sol que cubre mi piel con sus hormigas de oro,

la oleografía de una calabaza pintada por los negros.

las fieras de los bosques del viento inexplorados,

las ostras con su lengua pegada al paladar,

el avión que deja caer sus hongos en el cielo,

los insectos como pequeñas guitarras volantes,

la mujer vista de pronto como un paisaje iluminado por un relámpago,

la vida privada de la langosta verde,

la rana, el tambor y el cántaro del estómago,

el pueblecito maniatado con los cordeles flojos de la lluvia,

la patrulla perdida de los pájaros

-esos grumetes blancos que reman en el cielo-,

la polilla costurera que se fabrica un traje,

la ventana -mi propiedad mayor-,

los arbustos que se esponjan como gallinas,

el gozo prismático del aire,

el frío que entra a las habitaciones con su gabán mojado,

la ola de mar que se hincha y enrosca como el capricho de un vidriero,

y ese maíz innumerable de los astros

que los gallos del alba picotean

hasta el último grano.

LOS AMIGOS DEL PASEO

Los sauces son buenos amigos

en el paseo solitario;

tiemblan, recuerdan y son tristes

como almas ante los fracasos.

Pensativos tocan el agua

apenas como sombras verdes,

y el corazón va como un pájaro

hacia su tenuidad doliente.

Tienen rumor de pies de seda

sobre el agua atenta a su sueño.

la sombra de Bion los inclina

y oyen su flauta en el recuerdo.

Dan al mal viento un olor triste

y a la vida un sabor bucólico,

y en su silencio verde ocultan

las viejas sombras del coloquio.

Y así los sauces me convencen

en el solitario paseo

de que hay un placer dulce y fino

en dar el corazón al viento.

MADEMOISELLE SATÁN

Mademoiselle Satán rara orquídea del vicio.

¿Por qué me hiciste , di, de tu cuerpo regalo

la señal de tus dientes llevo como silicio

en mi carne posesa del Enemigo Malo.

¿Por qué probó mi lengua el sabor de tu sexo

y el vino que en la noche destiló tus pezones?

¿Por qué el vello que nace de tu vientre convexo

se erizó para mí con nuevas tentaciones?

¿Por qué se hundió en mis labios tu lengua venenosa

y se hallaron tus ojos con un lúbrico signo?

Y cuando haces vibrar tu desnudez lechosa

pienso en que debes ser la hembra del maligno.

Si se adueñó este ídolo de mi alma hasta la muerte

y no tengo la culpa ¡oh San Antonio casto!

Yo que era niño aún y como el roble fuerte

dejé quemar mi vida sobre tu altar nefasto.

Yo la he visto desnuda ¡Señor!, ¡si, yo la he visto!

Tembló y quedose el alma eternamente muda.

Prefiero a ese recuerdo los tres clavos de Cristo,

la cruz, antes que verla en mis noches desnuda.

Señorita Satán, tú que todo lo puedes,

tus hombros, tu cadera que reclaman incienso,

tus suaves pies, tus brazos, son otras tantas redes,

tendidas hacia el pobre corazón indefenso.

Me diste el dulce gusto de tu boca, el turbante

martirio de tus muslos ceñiste a mi cintura,

y cuando fuimos presa del espasmo extenuante,

tu enorme beso fue como una quemadura.

Eres la hembra única, lo mismo en el reposo

que en el sexual combate, ¡Santa Orquídea del vicio!

Hasta cuando torturas con tu cuerpo oloroso,

no hay placer en el mundo que iguale aquel suplicio.

Satán, mujer que tienes un rubí en cada pecho,

tus verdes ojos lúbricos son siempre una asechanza,

tu desnudez que viene las noches a mi lecho,

para mi ciego olvido, es tu mejor venganza.

MICROGRAMAS

Colibrí:

El colibrí,

aguja tornasol,

pespuntes de luz rosada

dá en el tallo temblón

con la hebra de azúcar

que saca de la flor.

Tortuga:

La tortuga en su estuche amarillo

es el reloj de la tierra

parado desde hace siglos.

Abollado ya se guarda

con piedrecillas del tiempo

en la funda azul del agua.

Nuez:

Sabiduría comprimida

diminuta tortuga vegetal,

cerebro de duende

paralizado por la eternidad.

Moscardón:

Uva con alas.

Con tu mosto de silencio

el corazón se emborracha.

Golondrina:

Ancla de plumas

por los mares del cielo

la tierra busca.

Lagartija:

Amuleto de plata

o diablillo con bocio,

criatura del alba.

Memoria de las ruinas,

fugaz mina animada,

calofrío del campo,

lagartija misántropa.

Guacamayo:

El trópico le remienda

con candelas y otros su manto

hecho de todas las banderas.

Nuez:

Nuez: sabiduría comprimida,

diminuta tortuga vegetal,

cerebro de duende

paralizado por la eternidad.

MUNDO 1980

Millares de personas

iguales

sentadas en sillas

iguales

en cafés y bares

iguales.

Millares de vitrinas

iguales

sobre calles y plazas

iguales

en ciudades y pueblos

iguales.

Sólo la nube finge

una isla

Poblada de figuras

distintas.

NADA NOS PERTENECE

Cada día el mismo árbol rodeado

de su verde familia rumorosa.

Cada día el latir de un tiempo niño

que el péndulo mece en la sombra.

El río da sin prisa su naipe transparente.

El silencio camina a un inminente ruido.

Con sus deditos tiernos

la semilla desgarra sus pañales de lino.

Nadie sabe por qué existen los pájaros

ni tu tonel de vino, luna llena,

ni la amapola que se quema viva,

ni la mujer del arpa, dichosa prisionera.

Y hay que vestirse de agua, de dóciles tejidos,

de cosas invisibles y cordiales

y afeitarse con leves despojos de palomas,

de arcoiris y de ángeles.

Y lavar el escaso oro del día

contando sus pepitas cuando el poniente herido

quema todas sus naves y se acerca la noche

capitaneando sus oscuras tribus.

Entonces hablas, Cielo:

Tu alta ciudad nocturna se ilumina.

Tu muchedumbre con antorchas pasa

y en silencio nos mira.

Todas las formas vanas y terrestres:

El joven que cultiva una estatua en su lecho,

la mujer con sus dos corazones de pájaro,

la muerte clandestina disfrazada de insecto.

Cubres toda la tierra, hombre muerto, caído

como una rota jaula

o cascarón quebrado

o vivienda de cal de una monstruosa araña.

Los muertos son los monjes de la Orden

de los anacoretas subterráneos.

¿La muerte es la pobreza suma

o el reino original reconquistado?

Hombre nutrido de años y cuerpos de mujeres

cuando Dios te espolea te arrodillas

y sólo la memoria de las cosas

pone un calor ya inútil en tus manos vacías.

PUERTO EN LA NOCHE

En los barriles duerme un sueño de ginebra.

Los barriles de noche tienen el vino triste

y añoran el descanso tibio de la bodega.

Huele el aire del muelle como un cesto de ostiones

y es una red oscura puesta a secar la noche.

Los mástiles son cañas para pescar estrellas

y las barcazas sólo son canastas de pesca.

La lámpara de abordo

salta como un gran pez

chorreando sobre el puente su fulgor escamoso.

Pequeñas lucecitas navegan en la noche,

como si un contrabando de muertos

llevaran sobre el agua los siniestros lanchones.

RÉGIMEN DE FRUTAS

La naranja es el día o la mejilla fresca,

sorbo de claridad, copa del clima;

la pera ahonda sus heridas de agua

con memoria de témpano y agujas de delicia

y los melocotones

acumulan su rubio material de alegría.

La manzana sobrina, fragante del corozo,

a morir se resiste en vano entre los dientes.

Sus congeladas lágrimas

muestran las uvas de mirada verde.

Cascabeles de azúcar,

repican sin rumor los mirabeles.

Todo el sol en redomas encerrado,

todo el aire en volúmenes vertido,

toda el agua y la tierra en vegetales moldes,

penetran en mi interno laberinto

y un mundo elemental se disuelve en mi sangre

que acarrea despojos de ciclo como un río.

Y apresura su viaje a bocanadas

por sus ínfimas redes

entre una geografía palpitante

de músculos y nervios, sin nunca detenerse,

cambiando en luz orgánica y en azúcar de gozo

los gestos de las cosas y el esplendor terrestre.

SOLEDAD HABITADA

La soledad marina que convoca a los peces,

la soledad del cielo herida de alas,

se prolongan en ti sobre la tierra,

soledad despoblada, soledad habitada.

Las hojas de árbol solas cada una en su sitio,

saben que les reservas una muerte privada.

No te pueden tragar, a mordiscos de música,

con su boca redonda el pez y la guitarra.

Cargada de desierto y de poniente

andas sobre el planeta, de viento disfrazada,

llenando cuevas, parques, dormitorios

y haciendo suspirar a las estatuas.

A tu trampa nos guías

con tu lengua de pájaro o lengua de campana.

En tu red prisioneros para siempre,

roemos el azul de la infinita malla.

Te hallas en todas partes, soledad,

única patria humana.

Todos sus habitantes llevamos en le pecho

extendido tu gris, inmensurable mapa.

SOLEDAD Y GAVIOTA

Cuaderno albo del mar,

la gaviota o mensaje

se despliega al volar

en dos hojas de viaje.

Su marítima hermana

la soledad, la mira

y, en una espera vana,

en la costa suspira.

Insectos, vegetales,

se enredan en el suelo:

torcidas iniciales

de un subterráneo anhelo.

Aquí, en el centro, vivo

con las aves marinas,

de mí mismo cautivo,

compañero de ruinas,

y mirando y oyendo

sólo la lluvia armada

la soledad batiendo

con su líquida espada.

TIEMPO EN QUE EL CORAZÓN QUIERE SALTAR DESCALZO…

Tiempo en que el corazón quiere saltar descalzo

y en que al árbol le salen senos como a una niña.

Nos asalta el deseo de escribir nuestras cosas

con pluma de golondrina.

Estos charcos apenas son copas de agua clara

que arruga un aletazo o un canuto de hierba

y es el aire de vidrio una marea azul

donde el lento barquito del insecto navega.

Chapotean a gusto las sandalias del agua.

Los mosquitos parece que ciernen el silencio

y los gorriones cogen en el pico la perla

del buen tiempo.

TU AMOR ES COMO LA PIEL DE LAS MANZANAS

Tu amor es como el roce tímido

de la mejilla de un niño,

como la piel de las manzanas

o la cesta de nueces de la pascua,

como los pasos graves

en la alcoba donde ha muerto la madre,

como una casa en el bosque

o más bien como un llanto vigilante en la noche.

VIAJE DE REGRESO

Mi vida fue una geografía

que repasé una y otra vez,

libro de mapas o de sueños.

En América desperté.

¿Soñé acaso pueblos y ríos?

¿No era verdad tanto país?

¿Hay tres escalas en mi viaje:

soñar, despertar y morir?

Me había dormido entre estatuas

y me hallé solo al despertar.

¿Dónde están las sombras amables?

¿Amé y fui amado de verdad?

Una geografía de sueño,

una historia de magia fue.

Sé de memoria islas y rostros

vistos o soñados tal vez.

Sobre el botín del universo

-fruta, mujer, inmensidad-

se echaron todos mis sentidos

como ebrios corsarios del mar.

En un puerto, joven desnuda,

forma cabal, por fin te hallé:

en tu agua grande, estremecida

yo saciaba mi humana sed.

Luego fue la niña de trigo,

fue la doncella vegetal;

mas, siempre, desde cada puerta

me llamaba la Otra eterna!

Desde la nieve a la palmera

la tierra de ciudades vi.

Dios limpiaba allí las ventanas

y nadie quería morir.

Vi la seca tierra del toro

-postrer refugio del azul-

y el país donde erige el pino

su verde obelisco a la luz.

¿Soñé ese rostro sobre el muro,

esa mano sobre mi piel,

ese camino de manzanas

y palomas, soñé, soñé?

¿Las bahías cual rebanadas

de una sandía de cristal

y sus islas como semillas

fueron un sueño y nada más?

¿Ceniza mortal este polvo

que se adhiere aún a mis pies?

¿No fueron puertos sino años

los lugares en donde anclé?

En los más distintos idiomas

sólo aprendí la soledad

y me gradué doctor en sueños.

Vine a América a despertar.

Mas, de nuevo arde en mi garganta

sed de vivir, sed de morir

y humilde doblo la rodilla

sobre esta tierra del maíz.

Tierra de frutas y de tumbas,

propiedad única del sol:

Vengo del mundo -¡oh largo sueño!-

y un mapa se enrolla en mi voz.

VOCACIÓN TERRENA

No he venido a burlarme de este mundo.

Sino a amar con pasión todos los seres.

No he venido a burlarme de los hombres.

Sino a vivir con ellos la aventura terrestre.

No he venido a hablar mal de los insectos

a descubrir las llagas del ocaso

a encarcelar la luz en una jaula.

No he venido a sembrar de sal los campos.

No he venido a decir que la jirafa

quiere imitar al cisne, que los pinos

sirven sólo de adorno entre las rocas.

No he venido a burlarme de los nidos.

He venido a mirar el mundo hasta la entraña

y acariciar las cosas simplemente

único patrimonio de los hombres.

No he venido a burlarme de la muerte.

Carranza, Eduardo

Reseña biográfica

Poeta colombiano nacido en Apiay en 1913 y fallecido en 1985.

Empezó a ser conocido en el campo literario por la publicación de sus poesías en 1934.

Fue periodista, catedrático, diplomático y precursor del movimiento Piedra y Cielo. Promovió varias publicaciones culturales y dirigió con gran éxito la Biblioteca Nacional.

Su poesía muestra cuatro temas fundamentales: Patria, muerte, amor y tierra.

De su obra sobresalen: «Canciones para iniciar una fiesta», «Seis elegías y un himno», «Ella, los días y las nubes», «Azul de ti», «Diciembre azul» y «El olvidado».

A VECES CRUZA MI PECHO DORMIDO…

A veces cruza mi pecho dormido

una alada magnolia gimiendo,

con su aroma lascivo, una campana

tocando a fuego, a besos,

una soga llanera

que enlaza una cintura

una roja invasión de hormigas blancas,

una venada oteando el paraíso

jadeante, alzado el cuello

hacia el éxtasis,

una falda de cámbulos

un barco que da tumbos

por ebrio mar de noche y de cabellos,

un suspiro, un pañuelo que delira

bordado con diez letras

y el laurel de la sangre,

un desbocado vendaval, un cielo

que ruge como un tigre,

el puñal de la estrella fugaz

que sólo dos desde un balcón han visto,

un sorbo delirante de vino besador

una piedra de otro planeta silbando

como la leña verde cuando arde,

un penetrante río que busca locamente

su desenlace o desembocadura

donde nada la Bella Nadadora,

un raudal de manzana y roja miel

el arañazo de la ortiga más dulce

la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,

tejiendo su delirio,

un clarín victorioso levantado hacia el alba

la doble alondra del color del maíz

volando sobre un celeste infierno

y veo, dormido, un precipicio súbito

y volar o morir…

A veces cruza mi pecho dormido

una persona o viento,

un enjambre o relámpago,

un súbito galope:

es el amor que pasa en la grupa de un potro

y se hunde en el tiempo hacia el mar.

AZUL DE TI

Pensar en ti es azul, como ir vagando

por un bosque dorado al mediodía:

nacen jardines en el habla mía

y con mis nubes por tus sueños ando.

Nos une y nos separa un aire blando,

una distancia de melancolía;

yo alzo los brazos de mi poesía,

azul de ti, dolido y esperando.

Es como un horizonte de violines

o un tibio sufrimiento de jazmines

pensar en ti, de azul temperamento.

El mundo se me vuelve cristalino,

y te miro, entre lámparas de trino,

azul domingo de mi pensamiento.

EL INSOMNE

A Alberto Warnier

A alguien oí subir por la escalera.

Eran -altas- las tres de la mañana.

Callaban el rocío y la campana

… Sólo el tenue crujir de la madera.

No eran mis hijos. Mi hija no era.

Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.

( Deliraba de estrellas la ventana. )

Tampoco el paso que mi sangre espera…

Sonó un reloj en la desierta casa.

Alguien dijo mi nombre y apellido.

Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa

en esa voz de acento conocido…

… A alguien sentí subir por la escalera…

EL OLVIDADO

A Jorge Gaitán Durán

Ahora tengo sed y mi amante es el agua.

Vengo de lo lejano, de unos ojos oscuros.

Ahora soy del hondo reino de los dormidos;

allí me reconozco, me encuentro con mi alma.

La noche a picotazos roe mi corazón,

y me bebe la sangre el sol de los dormidos;

ando muerto de sed y toco una campana

para llamar el agua delgada que me ama.

Yo soy el olvidado. Quiero un ramo de agua;

quiero una fresca orilla de arena enternecida,

y esperar una flor, de nombre margarita,

para callar con ella apoyada en el pecho.

Nadie podrá quitarme un beso, una mirada.

Ni aún la muerte podrá borrar este perfume.

Voy cubierto de sueños, y esta fosforescencia

que veis es el recuerdo del mar de los dormidos.

ELEGÍA PURA

Aún me dura la melancolía.

Allá por el sinfín cantaba un gallo

agrandando el silencio perla y malva

en que el lucero azul se disolvía.

Olía a cielo, a ella, a poesía.

Sin volver a mirar me fui a caballo.

Maduraban las frutas y sus frutas.

A ella y a jardín secreto, olía.

Me fui, me fui como por un romance

donde fuera el doncel que nunca vuelve…

la casa se quedó con su ventana,

hundida entre la ausencia, al pie del alba.

Flotó su mano y yo me fui a caballo.

Aún me dura la melancolía.

ELEGÍA SUSPIRANTE

El amor enlazaba nuestros pasos, ¿recuerdas?

Hacia mi corazón con indolente gracia

caía tu cabeza, ¿recuerdas?, como cae

sobre el hombro del viento una rama de acacia.

Nos tendía sus brazos desnudos el aroma

de las frutas; tu alma se iba y regresaba

como si por instantes entreabriera los párpados.

Entre los dos estaba como un cuento el silencio.

Balbuceaba el agua lo que los dos callábamos.

la sombra de las hojas pasaba por tu rostro,

como suele el silencio pasar entre la música.

Desleía la tarde su pétalo en tus ojos.

Tu corazón se ha ido, ahora, con la fuente.

El viento habrá borrado los pasos en la arena,

borrado habrá el olvido mi huella por tu frente,

como borra el crepúsculo la luz con que te escribo.

ES MELANCOLÍA

Te llamarás silencio en adelante.

Y el sitio que ocupabas en el aire

se llamará melancolía.

Escribiré en el vino rojo un nombre:

el tu nombre que estuvo junto a mi alma

sonriendo entre violetas.

Ahora miro largamente, absorto,

esta mano que anduvo por tu rostro,

que soñó junto a ti.

Esta mano lejana, de otro mundo

que conoció una rosa y otra rosa,

y el tibio, el lento nácar.

Un día iré a buscarme, iré a buscar

mi fantasma sediento entre los pinos

y la palabra amor.

Te llamarás silencio en adelante.

Lo escribo con la mano que aquel día

iba contigo entre los pinos.

GALOPE SÚBITO

A veces cruza mi pecho dormido

una alada magnolia gimiendo,

con su aroma lascivo, una campana

tocando a fuego, a besos,

una soga llanera

que enlaza una cintura,

una roja invasión de hormigas blancas,

una venada oteando el paraíso

jadeante, alzado el cuello

hacia el éxtasis,

una falda de cámbulos,

un barco que da tumbos

por ebrio mar de noche y de cabellos

un suspiro, un pañuelo que delira

bordado con diez letras

y el laurel de la sangre,

un desbocado vendaval, un cielo

que ruge como un tigre,

el puñal de la estrella fugaz

que sólo dos desde un balcón han visto,

un sorbo delirante de vino besador,

una piedra de otro planeta silbando

como la leña verde cuando arde,

un penetrante río que busca locamente

su desenlace o desembocadura

donde nada la Bella Nadadora,

un raudal de manzana y roja miel,

el arañazo de la ortiga más dulce,

la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,

tejiendo su delirio,

un clarín victorioso levantado hacia el alba,

la doble alondra del color del maíz

volando sobre un celeste infierno

y veo, dormido, un precipicio súbito

y volar o morir…

A veces cruza mi pecho dormido

una persona o viento,

un enjambre o relámpago,

un súbito galope:

es el amor que pasa en la grupa de un potro

y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.

IMAGEN CASI PERDIDA

Eres como la luz alta y delgada.

Como el viento eres clara sin saberlo.

Vacila tu actitud como la tarde

suavemente inclinada sobre el mundo.

Eres hecha de sueños olvidados

y te olvido de pronto, como a un sueño;

mi corazón te busca como el humo

busca la altura y hacia ella muere.

Como una tibia flor te lleva el día

prendida entre sus labios. Eres alta,

azul, delgada, y recta como un silbo.

Te recuerdo de pronto como a un sueño.

MADRIGAL CON UN RÍO, UNA ROSA, UNA HAMACA…

Tú, mi amor, que caminas como un beso,

andando vas por entre mis palabras:

es como si avanzaras separando

las ramas azuladas de un jardín,

las verdes hojas trémulas de donde sale el viento.

Recorres el papel con mi escritura.

Y cuando escribo río

tú lo cruzas nadando

y llegas y te extiendes en la arena

dorada de otras sílabas radiantes

que en la orilla te esperan;

y cuando escribo rosa, la rosa que has besado

da su forma a tus dos manos unidas,

si escribo sed te acercas a mis labios

si cascada, aparece tu cintura,

si nido azul, palpita tu garganta,

y si palmera escribo, descansas a su sombra

y si escalera, ruedas por tu risa

donde tu corazón relampaguea,

y si escribo paloma anida en ti

partida en dos magnolias temblorosas.

Apoya tu cabeza en esta luz,

en este pecho de hombre, en este verso

de plumas desveladas y febriles

y quédate dormida

tronchada y extendida en esta hamaca

mecida por el sueño que sale de mi mano

cuando te escribo, o, lento, te acaricio.

Si alguien quiere tocar la brasa pura

del amor en los años venideros

que toque estas palabras donde brilla

nuestro quemante beso para siempre.

MADRIGAL CON UN TRÉBOL

Corté en tu sangre un trébol de cuatro hojas

y desleí un lucero en tus cabellos.

Por ti dejé mi reino tenebroso.

Por ti me fui a la guerra y con tu cifra,

y una ráfaga azul sobre la frente

entrando en el futuro como el viento

a conquistar la luz y una sortija.

( El día como un leopardo en una red

de flores y relámpagos me vio ).

Por ti me fui a libertar el agua

para hacer en la alcoba un surtidor

y fundar en tu pecho una campana.

Por ti me fui cantando y suspirando

a cortar una rama

del mirto amanecido en la ventana.

Mi corazón te sigue como un león,

como un perro o el cielo, un río. el sol…

como camina, absorta, la esperanza.

MUCHACHA

A Gerardo Diego

1

Dos mariposas de seda,

detenidas en su pelo.

La mañana, como un velo,

atrás flotando se queda.

El sol en su red enreda

esa presencia de vuelo.

Saetas de luz, en rueda,

cautiva la dan al cielo.

En el aire y en los sueños

deja dos nidos pequeños

sostenidos por sus venas.

Tacto del mundo, su traje.

Su voz, aéreo paisaje

vago de nubes-sirenas.

2

Alzado arroyo viajero.

Espacio de uva y rosa.

Gajo de sal anhelosa.

Largo beso prisionero.

Alto lugar de lucero,

la frente maravillosa,

entre mimos de mimosa

y silbos de cocotero.

Manos en sol modeladas.

Tibia presión de miradas,

muchacha, playa sin huellas.

Tierra del desvelo. Rada

de deseos limitada.

Dibujo blanco de estrellas.

SONETO A LA ROSA

En el aire quedó la rosa escrita.

La escribió, a tenue pulso, la mañana.

Y, puesta su mejilla en la ventana

de la luz, a lo azul cumple la cita.

Casi perfecta y sin razón medita

ensimismada en su hermosura vana;

no la toca el olvido, no la afana

con su pena de amor la margarita.

A la luna no más tiende los brazos

de aroma y anda con secretos pasos

de aroma, nada más, hacia su estrella.

Existe, inaccesible a quien la cante,

de todas sus espinas ignorante,

mientras el ruiseñor muere por ella.

SONETO INSISTENTE

La cabeza hermosísima caía

del lado de los sueños; el verano

era un jazmín sin bordes y en su mano

como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía

del lado de los besos; el verano

la tenía en la palma de la mano,

hecha de amor, ¡ Oh, qué melancolía!

A orillas de este amor cruzaba un río;

sobre este amor una palmera era:

agua del tiempo y cielo-poesía.

Y el río se llevó todo lo mío;

la mano y el verano y mi palmera

de poesía. ¡Oh, qué melancolía!

SONETO SEDIENTO

Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo.

El puñal y la herida que lo encierra.

La respuesta que espero cuando llamo.

Mi manzana del cielo y de la tierra.

Mi por -siempre jamás. Mi agua delgada,

gemidora y azul. Mi amor y seña.

La piel sin fin. La rosa enajenada.

El jardín ojeroso que me sueña.

El insomnio estelar. Lo que me queda.

La manzana otra vez. La sed. La seda.

Mi corazón sin uso de razón:

me faltas tanto en esta lejanía,

en la tarde, a la noche, por el día,

como me faltaría el corazón.

TEMA DE FUEGO Y MAR

Sólo el fuego y el mar pueden mirarse

sin fin. Ni aún el cielo con sus nubes.

Sólo tu rostro, sólo el mar y el fuego.

Las llamas, y las olas, y tus ojos.

Serás de fuego y mar, ojos oscuros.

De ola y llama serás, negros cabellos.

Sabrás el desenlace de la hoguera.

Y sabrás el secreto de la espuma.

Coronada de azul como la ola.

Aguda y sideral como la llama.

Sólo tu rostro interminablemente.

Como el fuego y el mar. Como la muerte.

TEMA DE MUJER Y MANZANA

A Nicanor Parra

Una mujer mordía una manzana.

Volaba el tiempo sobre los tejados.

La primavera con sus largas piernas,

huía riendo como una muchacha.

Bajo sus pies nacía el agua pura.

Un sol, secreto sol, la maduraba

con su fuego alumbrándola por dentro.

En sus cabellos comenzaba el aire.

Verde y rosa la tierra era en su mano.

La primavera alzaba su bandera

de irrefutable azul contra la muerte.

Una mujer mordía una manzana.

Subiendo, azul, una vehemente savia

entreabría su mano y circulaban

por su cuerpo los peces y las flores.

Gimiendo desde lejos la buscaba

-bajo el testuz de azahares coronado-

el viento como un toro transparente.

La llama blanca de un jazmín ardía.

Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba

igual que el rostro de la enamorada.

Una mujer mordía una manzana.

Las estrellas de Homero la miraban.

Volaba el tiempo sobre los tejados.

Huía un tropel de bestias azuladas.

Desde el principio, y por siempre jamás,

una mujer mordía una manzana.

Mi corazón sentía oscuramente

que algo brillaba en esos dientes.

Mi corazón que ha sido y será tierra.

TEMA DE SUEÑO Y VIDA

Suéñame, suéñame, entreabiertos labios.

Boca dormida, que sonríes, suéñame.

Sueño abajo, agua bella, miembros puros,

bajo la luna, delgadina, suéñame.

Despierta, suéñame como respiras,

sin saberlo, olvidada, piel morena;

suéñame amor, amor, con el invierno

como una flor morada sobre el hombro.

Oh delgado jardín cuya cintura

delgada yo he ceñido largamente;

oh llama de ojos negros, amor mío;

oh transcurso de agua entre los sueños.

Carner, Josep

Josep Carner (España, Catalunya 1884-1970)

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Barcelona en 1884.

Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras desde los veinte años, empezó a colaborar con importantes publicaciones literarias, brillando por el extraordinario dominio lingüístico y su gran facilidad de expresión. En 1906 publicó “Els fruits saborosos”, libro que lo convirtió en el gran precursor del novecentismo catalán. Su obra poética evolucionó hacia el postsimbolismo, con libros como “Auques i ventalls”, “El cor quiet” y “Nabí”. Tradujo a Dickens, Shakespeare, Mark Twain, La Fontaine y Musset, entre otros.

En 1921 ingresó en la carrera diplomática, representando a España en varios países europeos, centroamericanos, y de medio oriente. Durante la guerra civil permaneció fiel a la República, situación que lo situó en el exilio, inicialmente en México y finalmente en Bélgica donde vivió hasta su muerte.

Falleció en Bruselas en 1970.

Bélgica

Si mi destino fuesen las tierras extranjeras,

me agradaría envejecer en un país

donde la luz se filtrase cual sonrisa amarilla, grisácea,

y prados hubiera con ojos de agua y aceras

ornadas de olmos, arces y perales;

vivir en paz, nunca señalado,

en una nación de buenas gentes unidas,

cual corazón junto a corazón, ciudad junto a ciudad,

y calles y faroles avanzando por el césped.

Cielo y nubes, dóciles o crueles,

cautivos quedarían en canales de trémula agua,

toda ella deseo de reflejar a las estrellas.

Me gustaría hacerme viejo en una ciudad

con soldados no muy de veras,

donde todos se enterneciesen con música y pintura

o con el bello árbol japonés en flor,

donde el niño y el obrero nunca inspiraran tristeza,

donde viéseis unos interiores humanizados

por las pipas, las charlas y la hospitalidad,

con flores ardientes cual magnífica sorpresa,

incluso en los días más fríos.

Y a menudo, junto a un portal de iglesia,

habría pintoresco, un mercado famoso,

con el botín del mar, con los dones de la tierra,

todo abundante para todos.

Una ciudad donde sobraría tiempo

para ver, por amor a la melancolía

o por deseo de novedad tintineante,

casas antiguas con parques donde anidan sombras

y muchas casas nuevas con jardincillo delante.

Ahí se encontrarían sabios de todas suertes,

y cien paraguas eminentes

formarían -ay, abiertos- oficiales hileras

en la inauguración de los monumentos.

Y de pronto, al borde de largas avenidas,

estarían los hayedos, las manchas de los estanques,

para el amor, el gozo, la soledad y el lamento.

De mucho, desierto; de mucho, ayuno,

en medio de los demás viviría, un poco en cada uno.

Mas nadie a nadie

habría de temer, de seguir su vía.

Por azar conocería un viejo jardín

recoleto, de cristalino surtidor,

con peces de oro que dan más alegría.

De mí dirían niños con migas de pan en la mano:

-Es el señor de cada día.

Versión de José Batlló

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Desde lejos

Quién ver pudiera, cuando el estío acaba,

el camino -la sierpe tan blanca y sonriente-

y, junto a confiada cala,

pámpanos muertos bajo un pino vivo.

Quién ver pudiera el baile en la era

y una sierra morada allá a lo lejos;

con pimiento silvestre tropezarme,

o, por el pedregal, con el romero.

Más vale que dedique mis cuidados

a estos abedules y mortecinas nieblas.

En mis caminos de otro tiempo hallarse puede

a un ángel triste con torcida espada.

Versión de José Corredor-Matheos

Juego de tennis

Por la hierba del prado caminabas,

y volaba tu brazo adolescente;

y por la red de la raqueta alzada

se filtraba la luz del sol poniente.

La paz dominical, desanimada,

tu rostro angelical y aquel veloz

y serio juego todo lo embrujaban.

Te veía, borrosa, hija de un párroco

reformado. Cogías rosas cerca

del convento; los cuentos, te gustaban,

la cal de las paredes y los niños.

Yo, oficial en Singapur, volvía.

Alto, ruborizado, saludaba…

Pasaban olorosos carros de heno.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

La afanada

Oh, mujer que andas sólo por atajos,

veredas que parecen secretos campesinos;

oh, nunca deseada a plena luz del día;

tu labor, qué afanosa; de luto es tu vestido.

Bordeas, recatada, los surcos campesinos.

El aire es denso. Ningún rumor produce la alborada.

Si la alondra tardase, tu corazón se ahogaría.

Pero no vuelves la vista para contemplar el vuelo.

Pasas, ligera, cuando el camino lo permite.

¿Vas -tu única diversión- hacia la ermita vieja

-tres horas de camino-, a ver a algún sobrino enfermo?

Amada nunca fuiste, ni adolescente o libre.

Si inclinas la cabeza, de alegría o tristeza,

el rostro te ilumina la luz del delantal.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Muerte de la ardilla

Caía la tarde, ya más dorada que azul.

En el horcajo de un espino, por el sendero

que conduce al pinar, una ardilla

se acurrucaba en forma de espiral,

la cola cargada a la espalda;

su cabeza se amodorraba; toda ella pena,

su pata meneaba una ramilla.

Con sólo una triste mecha de pelo,

bruna la piel, surcada, deseaba morir;

nada ve ya, empañado queda

el verde camino de hojas donde triscó;

en su postrer, desfallecido instinto, siente

cerrarse el estío, detenerse la vida,

el miedo que huye para nunca más volver.

Por la hierba me fui de puntillas.

Rondaban las abejas los brezos.

Hacia la ciudad surcada por golondrinas,

un sauco estaba todo lleno de tordos.

Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio,

en mi sombra, a mi lado, vi cómo

me vencía el grave pensamiento.

Versión de José Batlló

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Nabí (fragmento)

Todo era en el mundo comienzo y juventud.

La mar espejaba para un laúd tan sólo.

Un torrente de oro se vertía en la mar.

En una cala, junto a un pino, negra garganta

me había arrojado a la playa.

Olí a sal y a retama.

Brillaba al sol un hombre, en la colina,

e iba a tumbarse debajo de una higuera.

De una choza ascendía un hilillo de humo.

-Aquí -dije- me quedaría,

como la piedra y el árbol. -Pero se oyó la Voz:

-Ve a la resplandeciente Nínive, Jonás, parte en seguida;

juntos, tu llegarás y Yo hablaré.

Me levanté. El ardor de la roca,

la fragancia del pino me ignoraron.

Toda mi relación con ellos se desvanecía,

como si ya me hubiese despedido.

El mar azul perdía su embeleso;

una nube volvióse, dándome la espalda;

sentía al aire impacientarse

y la mota de polvo, -Ve- me decía.

Y en aquel punto fui

como picado por escorpión divino:

me sorprendió, agarrándome con fuerza;

me hizo suyo,

espoleándome la prisa.

En camino afanoso,

bajo la asoleada,

volvía a mi el brote del romero;

y cuando oscurecia, y me despabilaba,

me hacia alzar los ojos amor de las estrellas,

en donde estaba escrito el mandato divino.

De mi tardanza en desquite

una cosa tan sólo me inquietaba:

dormía como en vela, comía como en sueños,

avanzaba sin ver, y sin saber oía.

Mi fuerza, mi esperanza, eran

la palabra que Dios me había dicho.

Y yo la repetía día y noche,

como un enamorado, con deleite,

como el niño que canta por temor a olvidarse.

Ni árbol ni casa alguno detenían mi marcha;

todo con lo que tropezaba era arrojado atrás,

y noche y día caminaba:

y no veía más que oscuridad o ardiente polvo.

Mi viaje -calor, peligro, ayuno-

duró de plenilunio a plenilunio,

y la espuela divina aligeró mis pasos.

En cosa alguna mis ojos sosegaron,

ni mi boca hizo trato:

soldado que orden cumple

no estorba su camino con adioses ni lazos.

Pero a la vuelta de la cuarta luna,

cruel suplicio volvióse mi camino:

y si me detenía un solo instante

tenerme en pie ya no podía.

Enrojecidos por el sol los párpados,

mis pasos eran cada vez más lentos;

polvorientas las cejas y la barba;

pesadas, las espaldas, y ardiente la nariz.

Hasta las cosas próximas parecían lejanas,

y el tino se perdía con el ardor de la cabeza;

mi pie sangraba; torpes, su plegaria intentaban

el confundido juicio, la lengua, seca como un trapo.

Una mañana, la claridad del día

sonó como un zumbido de abejorro en mi cabeza,

y mi mirada, pródiga de luz,

ante el rayo de sol se arrodillaba.

Pensando « Yahvé te espera»

con nuevo aliento quería rehacerme;

mas tropezando en una piedra

di en tierra, y me hundí en el polvo,

y no sabía, aturdido, cómo levantarme.

-¿Huye Nínive de mí?- acerté aún a decir;

y anhelando, vencido, que la noche negase,

oculté el rostro entre las manos.

Detrás de mí, un viejo descabalgó de un asno.

-¡Levántate! Al que cae, si no se pone en pie, alguien lo entierra.

Llevo a la ciudad un cestito de higos

y una cerda. ¿No la conoces? Desventurado,

súbete al asno. ¡Poco tienes de gordo!

Desde aquí se vislumbra el lugar donde el río

ciñe la gran ciudad que corta, hiende y raja,

que límites abate en un mundo cobarde.

Aquí, el osado mata, acomete y humilla;

los himnos de triunfo son obra del eunuco.

Todas las artes bajan la frente ante la guerra,

ya que la espada es joven y caduco el espíritu.

Y en los mercados llenan las alforjas, muy prestos,

con sus preciosas sacas, las gentes sin escrúpulos;

y las mujeres vienen de todas las regiones,

las más perfectas en senos y caderas.

Asur es inmortal, y el mundo es una ruina.

Levanté apenado la cabeza.

Unas casas de campo blanqueaban

por la otra orilla, en la vuelta del río;

y yo, tambaleándome, como animal herido,

dándome todo vueltas,

alcé el brazo con ánimo desesperado

que arrancar pude del fondo de mi corazón;

y derrochando un año de mi vida pude clamar al fin:

-De aquí a cuarenta días, Nínive caerá.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Salmo de la cautividad

Cada mirada nuestra está empañada;

cada palabra, esclava.

Nuestras vidas abate cada día

quien, por odio a la paz, nos unce al yugo.

¡Oh Dios, que con castigos nos adviertes.

Que el son de nuestro llanto dulce te suene.

Tus siervos aman estas piedras suyas,

se compadecen de su triste polvo.

Da a nuestros días savia de esperanza;

cruel es todo poder si tu mirada huye;

que te obedezca siempre quien a ti se confía:

destruido será quien se creía a salvo de tu enojo.

Tú, que aventajando en piedad a los jueces,

salvas con la mirada al condenado,

levanta los despojos de lo que un día fuimos,

danos alguna prenda de tu benignidad.

Dura el tiempo de prueba una jornada;

tu castigo, una noche.

Nunca será perpetuamente removida

la tierra que has creado.

Que se oiga nuestra voz, que hoy nos ahoga,

en cántico inmortal.

Salva, bajo columnas renacientes,

nuestro solar paterno.

Que el oro de tu asoleo

consuele los barrancos y corone la cima

cuando tu aliento nos retires

y en tierra nos conviertas de la que un día vinimos.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Carducci, Giosuè

Giosuè Carducci (Italia 1935-1907)

Reseña biográfica

Poeta y crítico italiano nacido en Val di Castello en 1835.

Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Pisa y desde 1860 fue profesor de Literatura en Bologna hasta tres años antes de su muerte.

El rechazo a las formas dominantes de la literatura de la época y la adaptación de metros clásicos latinos a la poesía, lo convirtieron en el baluarte del modernismo poético italiano. En sus escritos siempre demostró el inconformismo por las instituciones políticas y religiosas vigentes.

De su obra merecen destacarse: “Juvenilia” 1860, “Levia Gravia” 1871, “Giambi ed epodi” 1879, “Rime nuove” 1871, “Odi barbare” 1889, “Rime e ritmi” 1897, “Intermezzo” 1886, “La canzone di Legnano” 1879, “Ça ira” 1883 y “Primizie e reliquie”, publicada póstumamente en 1928.

Obtuvo el “Premio Nobel de Literatura” en 1906.

Falleció en Bologna en 1907.

El buey

¡Piadoso buey! Al verte mi corazón se llena

de un grato sentimiento de paz y de ternura,

y te amo cuando miras inmóvil la llanura

que debe a tus vigores ser más fecunda y buena.

Bajo el pesado yugo tú no sientes la pena

y así ayudas al hombre que tu paso apresura,

y a su voz y a su hierro contesta la dulzura

doliente con que gira tu mirada serena.

De tu ancha nariz brota como un vaho tu aliento

y tu afable mugido lentamente en el viento

vibrando como un salmo de alegría, se pierde…

Y en su austera dulzura, tus dos verdes pupilas

reflejan cual si fuesen dos lagunas tranquilas,

el divino silencio de la llanura verde.

Versión de Carlos López Narváez

El soneto

Dante le dio del serafín el vuelo

circundado de azules y de oros;

en manantial de rimas y de lloros

diole Petrarca el corazón en duelo.

Del venosino y del mantuano suelo,

la musa tiburtina los decoros

diole al Tasso; yen déspotas desdoros

Alfieri lo clavó como escalpelo.

Fóscolo, el trino de los ruiseñores

y del nativo acanto los primores

le dio bajo los jónicos cipreses.

Último yo -no sexto- vuelo y llanto,

arte, hálitos, iras, en él canto,

y lo elevo a los Manes como preces.

Versión de Carlos López Narváez

La niebla de cuellos rizados…

La niebla de cuellos rizados

se levanta como la lluvia.

El mar aúlla y palidece

bajo el efecto del mistral.

Pero en los caminos de la aldea,

unas cubas en fermentación

el áspero olor de los vinos

regocija el corazón.

Sobre los leños candentes,

el asador gira crepitando,

el cazador silba

y desde el umbral de su puerta, observa

entre las nubes plomizas

el vuelo de unos pájaros oscuros

que migran en el crepúsculo,

como pensamientos desterrados.

La princesa de Lamballe

Por la natal Saboya, enhiesta y fría,

ríos que lloran, gemebundo viento;

de hierros y furores sordo acento:

Madame de Lamballe en la Abadía.

Los cabellos, nó más -oro y argento-

cubren su desnudez sobre la vía;

y el cuerpo, tibio aún, palpa y espía

feroz sicario de mirar sangriento.

Fina la piel, del lirio la blancura

tiene el cuello, y una risa que perdura

agoniza en la dulce boca inerte.

Ojos marinos, bucles que despeina

el viento: Id al Temple y a la Reina

dadle los buenos-días de la muerte.

Versión de Carlos López Narváez

Mediodía alpino

En el círculo de los Alpes

sobre el granítico retorcido y desangrado

entre las nieves candescentes

reina parado

intenso e infinito en su amplio silencio el mediodía.

Pinos y abetos blancos

sin el aliento de los vientos

se elevan al sol que sereno los mira

y un pájaro canta

con frágiles sonidos de lira

el agua que lentamente entre las rocas camina.

Versión de María Dolores Sartorio

Mors

Cuando a nuestros hogares la diosa severa desciende,

se oye de lejos el rumor de sus alas.

La sombra que proyecta cuando gélida, avanza,

difunde en torno lúgubres silencios.

Su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado;

los femeninos pechos tiemblan de anhelo.

Así en los altos bosques, cuando julio condensa huracanes,

ni un soplo corre por las verdosas cumbres;

como inmóviles, yertos, deja el escalofrío a los bosques;

sólo se escucha al río que gime ronco.

Entra ella, y pasa, y toca; sin volverse siquiera, derriba

los arbolitos, de su frescor gozosos;

siega la rubia espiga, y arranca también los agraces;

llévase esposas, llévase las doncellas

galanas y los niños; éstos tienden sus brazos de rosa

hacia el sol, bajo el ala negra, y sonríen.

¡Triste el hogar en donde, frente a rostros de padres dolientes,

pálida diosa, vidas nuevas apagas!

Dentro de sus paredes, risas y voces festivas no se oyen,

ni bisbiseos, como en nidos de mayo.

No se oyen los rumores de los años que crecen alegres,

ni de amor cuitas, ni las danzas de boda.

Allí los que perviven, en la sombra envejecen, atentos

siempre a tus pasos; siempre, ¡oh diosa!, esperándote.

Versión de Amando Lázaro

Odio la poesía al uso…

“Odio la poesía al uso; brinda,

fácil, al vulgo sus costados lacios;

alárgase entre abrazos rutinarios,

lánguida, y duerme.

Viva la estrofa quiero yo, que al ritmo

de pies y palmas en los coros salte;

su ala yo atrapo al vuelo, y ella, indómita,

niégase y lucha”.

Versión de Carlos López Narváez

Panteismo

No os lo diré jamás, claras estrellas;

ni a ti lo diré nunca, sol fulgente.

Su nombre, hermosa flor de cosas bellas,

en mi pecho ha sonado solamente.

Las estrellas no obstante, en sus reflejos,

mi secreto se cuentan, una a una;

por eso, puesto el sol, sonríen lejos

en todos sus coloquios con la luna.

Y una flor a otra flor con voz secreta

lo murmura en los cármenes risueños;

las aves cantan al pasar: «Poeta,

el amor te ha enseñado dulces sueños».

Nunca dije el secreto de mi vida,

mas divino fragor el hombre clama;

y entre efluvios de acacia florecida

el gran todo murmura: «Ella te ama».

Versión de Ismael Enrique Arciniegas

Preludio

Odio la usada poesía: al vulgo

los flancos cede, y sin temblor de anhelo,

y sin vibrar bajo habitual abrazo

tiéndese y duerme.

Dame la estrofa que el aplauso excite,

rítmico el pie con el compás del coro;

le cojo el ala cuando rauda vuela,

vuélvese y lucha.

Tal entre brazos de amador silvano

ninfa se tuerce en el Edón nevoso:

bellos encantos de su pecho entonces

saltan opresos.

Besos y gritos en la ardiente boca

mézclanse; ríe la marmórea frente

al sol, y en ondas los cabellos libres

tiemblan al aire.

Versión de Ismael Enrique Arciniegas