Acquaroni, Rosana

Reseña biográfica

Poeta española nacida en Madrid en 1964.
Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, trabaja como profesora de español para extranjeros en la Universidad Complutense de Madrid desde 1992. Es autora de materiales didácticos para la enseñanza de ELE, ha impartido cursos de formación de ELE en Inglaterra, Estados Unidos y Túnez, y es profesora del Máster de formación de profesores de ELE de la Universidad Complutense de Madrid.
Entre los reconocimientos obtenidos, se destacan: el  Accésit del Premio Adonais de Poesía 1987 con el libro Del Mar bajo los puentes,  la Ayuda para la Creación Literaria del Ministerio de Cultura para su libro El Jardín Navegable y el Premio de Poesía Cáceres Patrimonio Mundial 1995 con el libro Cartografía sin mundo.
Su último libro, Lámparas de arena fue publicado por la Comunidad de Madrid y la Fundación Gerardo Diego.
Sus poemas han sido traducidos al francés, al alemán y al árabe y aparecen recogidos en varias antologías.

COMO EN LOS CUENTOS DE DUENDES ZAPATEROS…

Como en los cuentos de duendes zapateros
ella
lo hace por mí.
Ella,
la que desclava mis palabras,
hace el trabajo sucio
para luego
comerse mis perdices.

De “Lámparas de arena” 2000

COMO UNA BALSA ARDIENDO…

Como una balsa ardiendo
en el centro del agua,
una bañera terca rebosa lentamente
en mitad de la noche.
La tibieza del agua desatada,
liba la flor de las mareas
acarrea cigüeñas
y tortura con zarzas y gacelas
ríos de oscuridad.

Así el agua ha llagado la humedad de mi vientre
y deposita almendros sobre mis pies descalzos.
Ya sólo espero el relato del agua,
la lenta
supuración
del llanto.

De “Lámparas de arena” 2000

CUANDO TODO SE MECE…

Es horrible ser dos inútilmente.
Antonio Gamoneda

Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche
y se oyen las pisadas
de los últimos porteadores de sueños que se alejan,
cuando la luz ya es término arterial
que la memoria traza desde dentro
y oímos germinar sin acritud
el talar de la sangre
bajo el peso de un labio,
ella se enciende sola.

Mi lámpara rebelde
arde como áspera piel de las sirenas,
disemina palabras
que son naipes sin luz
sobre la hierba.

Las bautiza
las hunde en las diademas
de la noche.

Es horrible ser dos inútilmente
y por eso la dejo
gozar de mi tristeza,
nadar contracorriente
en la crecida
de otra voz que no alumbra la ceguera
y se enciende
tal vez
más allá de nosotros.

De “Lámparas de arena” 2000

EL MAR CONTIENE AL MUNDO

No nos deja olvidar
pues cada ola
es un recordatorio
bramando
nuestra muerte
hacia la orilla.

De “Cartografía sin mundo” 1995

EL NIÑO AMAESTRADO

Miraba sus piececitos tapiados
como tallados litorales.
Huir de la tiranía de sus pasos
le haría bien.
Palabras
Descalzándose
Sin tiempo.

De “Del mar bajo los puentes” 1988

EN EL FONDO EL OLVIDO

En el fondo el olvido es un gran simulacro repleto de fantasmas
Mario Benedetti

Como un cuadro que ha sido
descolgado a destiempo
y deja una marca gris en la pared vacía,
mi cuerpo se desprende
más allá del olvido,
ocupa su lugar.

Lejos del paraíso,
donde ya no es posible
enmascarar el sueño desencajado
del desaparecido,
ni blanquear la mano atormentada del delito,
ni difamar los labios en mitad de la piedra.

Como el escalador
que apoya todo el cuerpo
en los resquicios del vacío,
paso sin ser notada
abriendo las compuertas
borrando los caminos,
con la boca nodriza y los ojos ausentes.

Rehén de la memoria,
rememoro el olvido,
ese gran simulacro repleto de fantasmas
que arrastran
su silencio
hacia el abismo.

Como el ilusionista
que dibuja pañuelos en la seda del aire,
me guardo inútilmente una paloma
quebrada en las trincheras de la noche.

De “Discordia de los dóciles” (inédito)

EN ESA NOCHE PABLO…

En esa noche Pablo
besó aquel cuerpo muerto muchas veces,
acarició sus muslos,
los labios deshojados,
la ternura del sexo impracticable.

El vientre entumecido,
la gangrena incipiente apenas florecida,
el algodón del llanto,
la breve remembranza
de algún lunar dormido para siempre.

Sarcomadekaposi
precipita los cuencos enfermizos.

Tramos decrepitud,
rescoldos del amor,
limaduras de frío.
Lámpara que entenebrece,
hurgando para siempre
en el desván de las heridas.

Las sienes astilladas
los párpados hinchados que enloquecen
después de la ceguera.

La sutura violácea que entraña el corazón a la deriva
-pequeñas incisiones-

La oscura luxación acaecida
al final del dolor.

De “Cartografía sin mundo” 1995

HAY VENTANAS QUE PUEDEN HABITARSE…

Hay ventanas que pueden habitarse
como se habita una ciudad, durante años.
Hay escenas que encienden una vida
y vidas
que encienden una muerte mientras duran.

Tan sólo fue un instante.
Después
aquella imagen fue quedándose atrás
y tuve la certeza
de que ella misma había consentido en su muerte.

El sacrificio es siempre una forma de venganza.
En la noche anterior
él le había prometido llevarla a ver el mar.

La ventanilla de un tren
puede llegar a contener el mundo en un instante.

Después de golpearla
ella cayó de rodillas ante él,
mientras él la miraba
y su mano homicida se abría sin querer
y la piedra sangraba,
se dejaba caer,
se despeñaba talud abajo.

Me pregunto cómo se conocieron.
En dónde enamoraron.
Si ella sabía coser.
Si habría criaturas esperándola.

No pude decir nada.
Asistir al fragmento de la vida de otros.
Sentir la medianía de un cuerpo malogrado.
Ver cómo me alejaba
y mi ojos sin tiempo
querían estirarse, detenerse,
comprender.

El tren seguía su curso.

(Un hombre solo que planea una muerte en campo abierto.
Alguien que casualmente miraba en ese instante por la ventanilla de un tren
y lo contempla. Eso es todo.)

De “Lámparas de arena” 2000

HE LLEGADO AL INICIO…

He llegado al inicio,
como quien se extravía
bajo la rotación laberíntica
de un bosque sin raíces.

Y doy vueltas
Y vueltas
sobre mi propia herida
tras la única gasa
que macera el silencio y su drenaje,
la dársena del tiempo.

He llegado al inicio
y mi nombre no era
más allá de un abismo sin aliento
y mi cuerpo sin nombre
se llenaba de lámparas
y niñas,
perdía pie
sin reservar la hierba.

Y mi arena se oía
crepitar hasta el fondo
sobre el granizo muerto.

He llegado al inicio
sin saber hacia dónde desvivirme,
sin creer en la muerte de las olas,
habitando la ausencia de mí misma

Y no encuentro
el reloj
que repare mi arena.

De “Lámparas de arena” 2000

LA MISMA INCERTIDUMBRE…

La misma incertidumbre
con la que un día preciso
que ya fuiste acordando sin saberlo,
comienza a desprenderse
la leve gasa que ocultara
la trama de tu herida,
una herida reciente que late sin hablar
y está tan dentro
que tu vida depende de mantenerla viva.

Con la misma soltura
con la que cada órgano se acomoda para el parto
y se abre un trecho de luz
en mitad de tu cuerpo,
una tarde descubres
que no puedes contar tus cicatrices
pues sus bordes te unen a fragmentos de otros,
a vidas paralelas,
a bálsamos de humo.
Y es entonces
que esa herida se cumple
y es más cierta que el mundo,
nos regresa al origen,
sus lámparas de arena,
la palabra en el vientre,
cuando todos vivíamos
recíprocos y juntos
cuidando las heridas.

De “Lámparas de arena” 2000

MÁQUINA TEMERARIA

Máquina temeraria.
Yo soy la que comienza a no existir.
Mientras ella
se preña
se atraganta
con mis escritos de la tarde.
Desordena
quiebra
despedaza
se adueña
sabe
que yo la escucho desde dentro.

De “Lámparas de arena” 2000

ME HE QUEDADO PENSANDO…

Me he quedado pensando
que de pronto una despedida
puede ser un comienzo.
Y he abierto mis manos
y he pensado besarte cuando ya estés dormido
inaugurar el campanario de los besos
dibujar un pañuelo
en la seda del aire
apalabrar la senda
de tus ojos cerrados
quebrantar ese sueño
que ahora habitas
en mitad de la noche
y decirte a los labios
adiós amor
hoy quiero despedirme
zozobrar para siempre en esta isla
reparar el amor.

De “Cartografía sin mundo” 1995

NIÑO SIN SOMBRA

Para Andrés Romero, cuando sea mayor

Niño sin sombra, Andrés,
desmigada sonrisa,
cuerpo de junco tierno todavía.

Que la vida te lleve por caminos agrestes
no por sendas baldías.
Que un pájaro de arena
aleje la ceniza,
el vaivén de columpios monocordes.

Niño sin sombra, Andrés,
¿dónde duerme la noche?
una niña Marina te acunará en los parques,
mientras otra Lucía te posará en silencio
sus párpados de cobre.

Inédito 15-03-2005

SABRÍAMOS RECORDAR CADA TROZO DEL MUNDO…

Sabríamos recordar cada trozo de mundo,
cada tropiezo vivido
si al abrir la mirada
recobráramos de nuevo
la luz de cada instante,
pues toda inmolación deja su propio surco,
su propia oscuridad,
y cada imagen
tiene su propia lámpara.

Lámpara de la niñez,
-allí comienza todo-
esa luz que se ve con los ojos cerrados
las claras azoteas,
desierto de palomas,
el tamiz lanceolado de las hojas de cobre transparente,
un otoño agitando su ramaje,
abriéndose paso sobre la mansedad de las aceras.

Allí comienza todo,
aquello que era nuestro a pesar del dolor,
pues desde entonces,
sólo he buscado el ser de aquella luz,
y la siento crecer dentro de mí
como le crecen párpados de trapo al corazón tras el olvido.

De “Lámparas de arena” 2000
TIEMPO DE OPACIDAD…

Tiempo de opacidad,
de desencuentro.

Hay mujeres que lloran
tras los escaparates de los supermercados,
golpeando las lunas de las lamentaciones,
en las monumentales góndolas
de los productos lácteos,
de las niños sin nombre
de las huevos de alondra lacerados,
maraña de retales.

Los acomodadores desatrancan la lluvia
en los vestíbulos desiertos de los cines
donde rompen los pájaros y las olas de nadie.

Olvido sin memoria,
olvido fructifica,
olvido da su fruto.
Lo dicen los anuncios
las ofertas
y las liquidaciones,
los oídos que tocan
los ojos que olfatean
los labios que te miran
mientras muerdes
un pedazo de invierno en el fondo de un beso.

De “Lámparas de arena” 2000
TODA LA NOCHE HE NAVEGADO BAJO LA LLUVIA DESCONOCIDA

Toda la noche he navegado bajo la lluvia desconocida,
barricada en el templo del absurdo
alguien tiembla en el pozo desde antiguo
donde crece la hierba y se amontona la noche.

En el firme del aire
tan en silencio vuela
el pájaro tambor de la madera
con su lámpara alada en la senda del bosque.

La claridad se aprende
como la herida aprende a no doler.
Alguien
dice tragar los harapos de la madrugada
el fósforo encendido
la cerilla mojada
que duerme en la claridad de la tormenta.

Alguien
dice vaciar la niebla y su nervadura
tragar harapos ciegos
tan en silencio
El terror.

De “Cartografía sin mundo” 1995
TÚ NO ESTARÁS…

Tú no estarás. Ya no.
En la última tarde tu mirada tenía
un dolor a jardines descuidados,
una luz huidiza y astillada,
un caminar de hombre con mirada de trapo,
y un corazón tartamudo.

Llevabas un temblor de naufragio y una venda en los ojos.
El temblor también es una forma de mirar.
Y tú temblabas mientras tu luz caía.
Crepitar es caer. Pero hacia dentro.

Estaba requiriendo una llamada.
Estabas demorándote
en aquellos días primeros del verano,
contra un presentimiento de invernadero triste,
de sangre requisada.

Perdido en las aduanas del corazón.
Supe que te morías por tus ojos.
Esos ojos que eran
con dolor a madera,
con sabor a manzanas,
párpados de cobre
como cofres de lluvia
que se abrían con lástima.

Ahora todo es ausencia.
Los pájaros que encuentro,
el crujir de la tierra sobre la mansa lluvia,
el llanto de los niños detrás de las palabras.

A veces el pensamiento se ensombrece de pronto
y declina el mundo aún más deprisa
y nos sobreviene una noche destemplada, una herida negra.

Sé que me buscaste.
En esa larga noche de imperdibles sin rumbo,
en el instante mismo en que tu cuerpo
se astilló para siempre
y tu llama empezaba a ser fractura,
témpano,
camisa desplomándose.

El verano se acaba.
y los recuerdos ruedan
sobre los empedrados negros
como regueros de sombra.

Y es cierto que tal vez puedas vivir años y años
sin regresar de una sonrisa

Y tú estás regresando
con el verdor de los arces en la lluvia
sobre la claraboya más blanca de la luz.

Y tu frente ha tomado
la difícil transparencia del brezo o la retama.

Y veo descarriarse de pronto
aquel ovillo de lana triste
que fue toda mi infancia,
aquella habitación de costurera
aquel balcón solaz
que de muy niña

se asomaba al clamor hirviente de las calles,
y ahora lo veo todo
irse desmadejándose encima de tu cuerpo,
detrás
detrás
detrás
y todavía

mi pequeño puñal de niña sin palabras,

DEPRISA,
MÁS,
CAER
Y SIN EMBARGO,
un cuerpo que se rompe,
EL CABO FINAL DE LA MADEJA,
aquel reloj de arena creciendo
desmesuradamente

mientras cae
cada pequeña muerte en granazón,
y todas se reúnen,
y la arena se agranda
hasta cubrir toda la habitación
con un murmullo seco de sombras alejándose.

En este sueño, padre,
puedo verte jugando con mis manos.
Cuando las manos eran cálidas y obradoras.

Lápices de ternura,
que nos llevaban siempre a emborronar los sueños.

De “El jardín navegable” 1990
Y ES AHORA Y NO NUNCA…

Y es ahora y no nunca
precisamente siempre,
cuando el náufrago desciende sin memoria
preguntando preguntándose
refrescando el olvido
de esa herida reciente
que no sangra ni alumbra.
Manantiales de humo.
Pactemos la mentira amenazante
que mana del recuerdo.
La verdad será siempre
una eterna mentira.

Aprendamos a ser más allá de nosotros.

De “Lámparas de arena” 2000

YO SOY LA QUE OS ESCRIBE…

Yo soy la que os escribe.
Mi luz es un antílope que pace
entre las ruinas del misterio.
El espino que sangra,
el surco desde dentro
que nunca cicatriza.
El manantial sonoro
que se expande en el sueño.

Yo soy la que os escribe.
La lámpara que arde.
La boca movediza que os senda con su luz,
que os conduce a la sombra,
que os aguarda y os hunde
en la profundidad de la caverna.
La luz que os encamina en su ceguera,
la lámpara que os salva.
La claridad que os funda,
la pared que os desnuda,
os alimenta,
os finge y os codicia
y sin embargo,
miente.
La lámpara de arena.

De “Lámparas de arena” 2000