Diego, Gerardo

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Santander en 1896.

Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto y posteriormente en las de Salamanca y Madrid, donde se doctoró. Fue catedrático de Lengua y Literatura en el Instituto de Soria, y sucesivamente enseñó la misma asignatura en los Institutos de Gijón, Santander y Madrid. Participó con Juan Larrea y Vicente Huidobro en el movimiento creacionista.

Obtuvo el Premio Cervantes de Literatura y fue miembro de la Real Academia de la Lengua hasta su muerte en 1987.

Su obra se inició en 1920 con «El romancero de la Novia», y continuó con numerosas publicaciones entre las que se destacan, «Manual de Espumas» 1924, «Poemas Adrede» 1932, «Ángeles de Compostela» 1940, «Amor solo» 1958, «Nocturnos de Chopin» 1962, «La Fundación del Querer» 1970 y «Carmen Jubilar» 1973.

Adentro, más adentro…

Adentro, más adentro,

hasta encontrar en mí todas las cosas.

Afuera, más afuera,

hasta llegar a ti en todas las cosas.

secreto panteísmo.

Mi oración es así.

Tú estás en todo

y todo en mí.

Ahogo

Déjame hacer un árbol con tus trenzas.

Mañana me hallarán ahorcado

en el nudo celeste de tus venas.

Se va a casar la novia

del marinerito.

Haré una gran pajarita

con sus cartas cruzadas.

Y luego romperé

la luna de una pedrada.

Neurastenia, dice el doctor.

Gulliver

ha hundido todos sus navíos.

Codicilo: dejo a mi novia

un puñal y una carcajada.

Amor

Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme

un palpitar de acuario submarino,

quisiera – licor tenue al difumino –

hundirme, decantarme, adormecerme.

Y a través de tu espalda, pura, inerme,

que me trasluce el ritmo de andantino

de tu anhelar, si en ella me reclino,

quisiera trasvasarme y extenderme.

Multiplicar mi nido en tus regazos

innumerables, que al cerrar los brazos

no encontrases mi carne, en ti disuelta.

Y que mi alma, en bulto y tacto vuelta,

te resbalase en torno, transparente

como tu frente, amor, como tu frente.

Autorretrato

Todo lo que llevo dentro

está ahí fuera.

Se ha hecho -fiel a sí mismo-

mi evidencia.

Mis pensamientos son montes,

mares, selvas,

bloques de sal cegadora,

flores lentas.

El sol realiza mis sueños,

me los crea

y el viento pintor, errante,

-luz, tormenta-

pule y barniza mis óleos,

mis poemas,

y el crepúsculo y la luna

los avientan.

Podéis tocar con las manos

mi conciencia.

Gozar podéis con los ojos

-negro y sepia-

los colores y las tintas

de mis penas.

Y eso que os roza el labio,

bruma o seda,

es mi amor -flores o pájaros

que revuelan-

mis amores, criaturas

libres, sueltas.

Todo lo que fuera duerme,

queda o pasa,

todo lo que huele o sabe,

toca o canta,

conmigo dentro se ha hecho

viva entraña,

víscera oscura y distinta,

sueño y alma.

Si pudierais traspasarme

os pasmarais.

Todo está aquí, aquí dormido.

Dibujada

llevo en mi sangre y mi cuerpo

cuerpo y sangre de mi patria.

Luces y luces de cielo,

cosas santas.

Todo lo que está aquí dentro

fuera estaba.

Todo lo que estaba ahí fuera

dentro calca.

El universo infinito

me enmaraña;

auscultadme, soy su cárcel

sin ventanas.

Escuchadme, dentro, fuera,

donde os plazca.

Mis más íntimos secretos

por el aire los pregonan

y los cantan.

Ayer soñaba

Ayer soñaba.

Tú eras un árbol manso

– isla morada, abanico de brisa –

entre la siesta densa.

Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo

Y arqueaba mi lomo de agua limpia,

como un gato mimado,

para rozarte al paso.

Continuidad

Las campanas en flor

no se han hecho para los senos de oficina

ni el tallo esbelto de los lápices

remata en cáliz de condescendencia

La presencia de la muerte

se hace cristal de roca discreta

para no estorbar

el intenso olor a envidia joven

que exhalan los impermeables

Y yo quiero romper a hablar a hablar

en palabras de nobles

agujeros dominó del destino

Yo quiero hacer del eterno futuro

un limpio solo de clarinete

con opción al aplauso

que salga y entre libremente

por mis intersticios de amor y de odio

que se prolongue en el aire y más allá del aire

con intenso reflejo en jaspe de conciencias

Ahora que van a caer oblicuamente

las últimas escamas de los llantos errantes

ahora que puedo descorrer la lluvia

y sorprender el beso tiernísimo

de las hojas y el buen tiempo

ahora que las miradas de hembra y macho

chocan sonoramente y se hacen trizas

mientras aguzan los árboles sus orejas de lobo

dejadme salir en busca de mis guantes

perdidos en un desmayo de cielo

acostumbrado a mudar de pechera

La vida es favorable al viento

y el viento propicio al claro ascendiente

de los frascos de esencia

y a la iluminación transversal de mis dedos

Un álbum de palomas rumoroso a efemérides

me persuade al empleo selecto

de las uñas bruñidas

Transparencia o reflejo

el amor diafaniza y viaja sin billete

de alma a alma o de cuerpo a cuerpo

según todas las reglas que la mecánica canta

Ciertamente las campanas maduras

no saben que se cierran como los senos

de oficina

cuando cae el relente

ni el tallo erguido de los lápices

comprende que ha llegado

el momento de coronarse de gloria

Pero yo sí lo sé

y porque lo sé lo canto ardientemente

Los dioses los dioses miradlos han vuelto

sin una sola cicatriz en la frente.

El sueño

Apoya en mí la cabeza,

si tienes sueño.

apoya en mí la cabeza,

aquí, en mi pecho.

Descansa, duérmete, sueña,

no tengas miedo del mundo,

que yo te velo.

Levanta hacia mí tus ojos,

tus ojos lentos,

y ciérralos poco a poco

conmigo dentro;

ciérralos, aunque no quieras,

muertos de sueño.

Ya estás dormida. Ya sube,

baja tu pecho,

y el mío al compás del tuyo

mide el silencio,

almohada de tu cabeza,

celeste peso.

Mi pecho de varón duro,

tabla de esfuerzo,

por ti se vuelve de plumas,

cojín de sueños.

Navega en dulce oleaje,

ritmo sereno,

ritmo de olas perezosas

el de tus pechos.

De cuando en cuando una grande,

espuma al viento,

suspiro que se te escapa

volando al cielo,

y otra vez navegas lenta

mares de sueño,

y soy yo quien te conduce

yo que te velo,

que para que te abandones

te abrí mi pecho.

¿Qué sueñas? ¿Sueñas? ¿Qué buscan

– palabras, besos –

tus labios que se te mueven,

dormido rezo?

Si sueñas que estás conmigo,

no es sólo sueño;

lo que te acuna y te mece

soy yo, es mi pecho.

Despacio, brisas, despacio,

que tiene sueño.

Mundo sonoro que rondas,

hazte silencio,

que está durmiendo mi niña,

que está durmiendo

al compás que de los suyos

copia mi pecho.

Que cuando se me despierte

buscando el cielo

encuentre arriba mis ojos

limpios y abiertos.

Ella

¿No la conocéis? Entonces

imaginadla, soñadla.

¿Quién será capaz de hacer

el retrato de la amada?

Yo sólo podría hablaros

vagamente de su lánguida

figura, de su aureola

triste, profunda y romántica.

Os diría que sus trenzas

rizadas sobre la espalda

son tan negras que iluminan

en la noche. Que cuando anda,

no parece que se apoya,

flota, navega, resbala…

Os hablaría de un gesto

muy suyo…, de sus palabras,

a la vez desdén y mimo,

a un tiempo reproche y lágrimas,

distantes como en un éxtasis,

como en un beso cercanas…

Pero no: cerrad los ojos,

imaginadla, soñadla,

reflejada en el cambiante

espejo de vuestra alma.

Fábula de equis y zeta

Amor

Góngora 1927

Era el mes que aplicaba sus teorías

cada vez que un amor nacía en torno

cediendo dócil peso y calorías

cuándo por caridad ya para adorno

en beneficio de esos amadores

que hurtan siempre relámpagos y flores

Ella llevaba por vestido combo

un proyecto de arcángel en relieve

Del hombro al pie su línea exacta un rombo

que a armonizar con el clavel se atreve

A su paso en dos lunas o en dos frutos

se abrían los espacios absolutos

Amor amor obesidad hermana

soplo de fuelle hasta abombar las horas

y encontrarse al salir una mañana

que Dios es Dios sin colaboradoras

y que es azul la mano del grumete

-amor amor amor- de seis a siete

Así con la mirada en lo improviso

barajando en la mano alas remotas

iba el galán ladrándole el aviso

de plumas blancas casi gaviotas

por las calles que huelen a pintura

siempre buscando a ella en cuadratura

Y vedla aquí equipando en jabón tierno

globos que nunca han visto las espumas

vedla extrayendo de su propio invierno

la nieve en tiras la pasión en sumas

y en margaritas que pacerá el chivo

su porvenir listado en subjuntivo

Desde el plano sincero del diedro

que se queja al girar su arista viva

contempla el amador nivel de cedro

la amada que en su hipótesis estriba

y acariciando el lomo del instante

disuelve sus dos manos en menguante

«A ti la bella entre las iniciales

la más genuina en tinta verde impresa

a ti imposible y lenta cuando sales

tangente cuando el céfiro regresa

a ti envío mi amada caravana

larga como el amor por la mañana

Si tus piernas que vencen los compases

silencioso el resorte de sus grados

si más difícil que los cuatro ases

telegrama en tu estela de venados

mis geometrías y mi sed desdeñas

no olvides canjear mis contraseñas

Luna en el horno tibio de aburridas

bien inflada de un gas que silba apenas

contempla mis rodillas doloridas

así no estallen tus mejillas llenas

contempla y dime si hay otro infortunio

comparable al desdén y al plenilunio

Y tú inicial del más esbelto cuello

que a tu tacto haces sólida la espera

no me abandones no Yo haré un camello

del viento que en tus pechos desaltera

y para perseguir tu fuga en chasis

yo te daré un desierto y un oasis

Yo extraeré para ti la presuntuosa

raíz de la columna vespertina

Yo en fiel teorema de volumen rosa

te expondré el caso de la mandolina

Yo peces te traeré -entre crisantemos-

tan diminutos que los dos lloremos

Para ti el fruto de dos suaves nalgas

que al abrirse dan paso a una moneda

Para ti el arrebato de las algas

y el alelí de sálvese el que pueda

y los gusanos de pasar el rato

príncipes del azar en campeonato

Príncipes del azar Así el tecleo

en ritmo y luz de mecanografía

hace olvidar tu nombre y mi deseo

tu nombre que una estrella ama y enfría

Príncipes del azar gusanos leves

para pasar el rato entre las nieves

Pero tú voladora no te obstines

Para cantar de ti dame tu huella

La cruzaré de cuerdas de violines

y he de esperar que el sol se ponga en ella

Yo inscribiré en tu rombo mi programa

conocido del mar desde que ama»

Y resumiendo el amador su dicho

recogió los suspiros redondeles

y abandonando al humo del capricho

se dejó resbalar por dos rieles

Una sesión de circo se iniciaba

en la constelación decimoctava.

Gesto

A la brisa, a la abeja, a la hermosa

el rosal puede dedicar la rosa.

Al poeta, al grumete, a la doncella

la noche puede dedicar la estrella.

Si eres tú misma el rosal y las rosas,

la noche de mi verso y sus estrellas,

¿a quién dedicaré este breve cielo,

este arbusto, esta fuente, este desvelo?

Glosa

Déjame vivir verdades:

la verdad de tus miradas,

la de tus apasionadas

promesas de eternidades,

y entre tus sinceridades,

la doble verdad querida

con que llaman a la vida

tus dos palmas amorosas

cuando estrechan, perezosas,

mi mano desfallecida.

Insinuación

Oh, ven, ven, ¿a qué esperas?

Los árboles te llaman

agitando sus miembros infinitos.

La tierra abre sedienta

la boca, y modifica

la incómoda postura de sus muslos.

Sus párpados entoldan los tejados.

Alborotan los niños de la escuela.

Se hace más tersa y suave

la mejilla frutal de las mujeres.

Y acarician mi frente anubarrada,

barriéndola de duros pensamientos

los plumeros de seda de la brisa.

Oh, ven pronto

a adormecer -silencio- nuestros sueños,

contándoles tu historia sin sentido,

tan casta y voluptuosa,

toda de besos mudos

y calladas sorpresas.

Insomnio

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.

Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,

y tú, inocente, duermes bajo el cielo.

Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves

te me encierran, recluyen, roban. Hielo,

cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo

que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura

– cauce fiel de abandono, línea pura -,

tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,

yo, insomne, loco, en los acantilados,

las naves por el mar, tú por tu sueño.

La despedida

Aquel día -estoy seguro-

me amaste con toda el alma.

Yo no sé por qué sería.

Tal vez porque me marchaba…

-Me vas a olvidar -dijiste- .

Ay, tu ausencia será larga,

y ojos que no ven… Presente

Has de estar siempre en mi alma.

Ya lo verás cuando vuelva.

Te escribiré muchas cartas.

Adiós, adiós… -Me entregaste

tu mano suave y rosada,

y, entre mis dedos, tu mano,

fría de emoción, temblaba.

…Sentí el roce de un anillo

como una promesa vaga…

Yo no me atreví a mirarte,

pero sin verte, notaba

que los ojos dulcemente

se te empañaban las lágrimas.

Me lo decía tu mano

en la mía abandonada,

y aquel estremecimiento

y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste

como entonces, muda y pálida.

…Hacía apenas tres días

que eran novias nuestras almas.

Madrigal

A Juan Ramón Jiménez

Estabas en el agua

estabas que yo te vi

Todas las ciudades

lloraban por ti

Las ciudades desnudas

balando como bestias en manada.

A tu paso

las palabras eran gestos

como éstos que ahora te ofrezco

Creían poseerte

porque sabían teclear en tu abanico

Pero

No

no estabas allí

Estabas en el agua

que yo te vi.

Me estás enseñando a amar…

Me estás enseñando a amar.

Yo no sabía.

Amar es no pedir, es dar,

noche tras día.

La Noche ama al Día, el claro

ama a la Oscura.

Qué amor tan perfecto y tan raro.

Tú mi ventura.

El Día a la Noche alza, besa

sólo un instante.

la Noche al Día -alba, promesa-

beso de amante.

Me estás enseñando a amar.

Yo no sabía.

Amar es no pedir, es dar.

Mi alma, vacía.

Mujer de ausencia

Mujer de ausencia,

escultura de música en el tiempo.

Cuando modelo el busto

faltan los pies y el rostro se deshizo.

Ni el retrato me fija con su química

el momento justo.

Es un silencio muerto

en la infinita melodía.

Mujer de ausencia, estatua

de sal que se disuelve, y la tortura

de forma sin materia.

No está el aire propicio para estampar mejillas…

No está el aire propicio para estampar mejillas.

Se borraron la flechas que indicaban la ruta

más copiosa de pájaros para los que agonizan.

Se arrastran por los suelos nubes sin corazón

y a la garganta trepa la impostura del mundo.

No está el aire propicio para cantar tus labios,

tu nuca en desacuerdo con las leyes de física

ni tu pecho de interna geografía afectuosa.

Las tijeras gorjean mejor que las calandrias

y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo

y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan,

abiertos en la página donde muere una reina.

Qué dulce despertar el del amor que existe

y qué existencia clara la del ojo que duerme,

velado por las alas remotas de los párpados.

Pétalos de difuntas miradas, llueven, llueven

y llueven, llueven, llueven. Me sepultan los pies,

las rodillas, el vientre, la cintura, los hombros.

Van a enterrarme vivo; van a enterrarme vivo;

No está el aire propicio para soñar contigo.

Nocturno XI

Sentadas sobre un pozo alabastrino

una mujer desnuda -amor profano-

y una blanca doncella -amor divino-.

¿No recordáis el cuadro de Tiziano?

También en el nocturno chopiniano

se oye primero el cántico argentino

que nos dice las rosas del camino,

que al goce invita del amor profano.

El ave del amor borda su trino

escondida en el bíblico manzano,

y un cupidillo frívolo y pagano

apunta al cielo el chorro cristalino.

Es todo risas. Se respira un vano

perfume anacreóntico; y el vino

tiñe acaso el paisaje veneciano

como en una vendimia de Bassano

o en una bacanal del Aretino.

Un acorde litúrgico; imagino

que lo trenza algún órgano cristiano.

Es la aureola del amor divino

la que ilumina el corazón humano.

Renunciamiento, paz, quietud, lejano

son de plegarias místicas. El lino

de un cuento nazareno y peregrino

devana el dulce corazón del piano.

Y se piensa en el claustro; el vespertino

toque de Ángelus, trémulo y lontano,

un conventual jardín benedictino,

azucenas, cipreses, una mano

blanca en las sombras lentas adivino…

Pasa el encanto del amor divino.

Vuelve el triunfo del amor pagano.

Ya conoces los dos, mi buen hermano.

Pero tú no decides tu camino.

Es tan bello el amor a lo profano…

Es tan bello el amor a lo divino…

Nocturno XII

A Santiago de la Escalera

La noche resbala

con mansa dulzura.

Como una azucena

de nevada túnica,

inocente y lírica,

florece la luna.

las estrellas cantan

su cantiga muda

y sueña el paisaje

dormido en la bruma.

¡Qué suave sosiego!

¡Qué paz tan profunda!

Cual blandas cadencias

de canción de cuna,

únicos rumores

que el silencio surcan,

se estremece el bosque,

la brisa susurra

y abajo en el río

rezan las espumas.

Sólo dos zagales

– él fuerte, ella rubia –

velan en el valle

Por gozar la albura

de la noche clara,

de la noche rústica.

– Juan, ¿estoy soñando?

¡Oh, qué dulce música!

– Parecen campanas;

no las sentí nunca.

– Quién las toca, di?

-No sé; pero escucha.

María, te quiero.

– Si serán las brujas?

– María, si vieras…

_ O serán los ángeles

allá en las alturas…

– María, te adoro…

– ¿Campanas, o guzlas?

– Me atiendes, María?

– Qué paz, qué dulzura…

¿oyes las campanas?

– ¿María, me escuchas?

– Campanas celestes

¿sonáis en la luna?

Tañido divino…

¡Oh, Juan, esa música!…

– María, ¿me quieres?

-…No puedo ser tuya.

Nocturno XIV

A Enrique Menéndez

Ha cruzado divina y desnuda.

Es la Forma, es la Forma, es la Forma.

El artista, sujeto en la Norma,

la llama en su ayuda.

Cuando pasa sonríe y promete

y saluda cordial y exquisita,

más que breve es su breve visita,

su azar de cohete.

Es celeste como hecha de astros,

perfumada de incógnita esencia.

Es la Amada de la adolescencia,

toda de alabastros.

No se sabe si es sueño o es niebla.

No se sabe si túnica o nube.

Deja un rastro de luz cuando sube,

y el aire despuebla.

Es la imagen del ángel más leve

que Jacob vio en las blancas escalas.

Al trasluz transparenta sus alas

sutiles de nieve.

Sólo muestra su carne de estrella

en la magia de luna en el río.

Es espíritu, es aire, es vacío

sin molde y sin huella.

En la virgen cuartilla se posa.

Sobre el piano despliega su ala.

y si vamos a asirla, resbala

esquiva, medrosa.

La queremos cazar prisionera

y el intento en seguida comprende,

y batiendo las alas, asciende

feliz, a su esfera.

¡Quién pudiera seguirla en su vuelo

Y arrobado en dichoso desmayo,

patinar por el hilo de un rayo

de luna hasta el cielo!

Otoño

Mujer densa de horas

y amarilla de frutos

como el sol del ayer

El reloj de los vientos te vio florecer

cuando en su jaula antigua

se arrancaba las plumas el terco atardecer

El reloj de los vientos

despertador de pájaros pascuales

que ha dado la vuelta al mundo

y hace juegos de agua en los advientos

De tus ojos la arena fluye en un río estéril

Y tantas mariposas distraídas

han fallecido en tu mirada

que las estrellas ya no alumbran nada

Mujer cultivadora

de semillas y auroras

Mujer en donde nacen las abejas

que fabrican las horas

Mujer puntual como la luna llena

Abre tu cabellera

origen de los vientos

que vacía y sin muebles

mi colmena te espera.

Por qué cuando te hablo…

¿Por qué cuando te hablo

cierro los ojos?

Yo pienso en aquel día

y en que tú me los cierres

– esperanza infinita -,

a ver si mis palabras

– costumbre larga mía –

pueden más que la muerte.

Posesión

Fue una tarde de enero. Mi entereza

de cántabro se defendía, encastillaba.

Mis amigos pensaban persuadirme,

no conocían aún la irrebatible

casta de mi carácter. Insistían,

razonaban volvían, apremiaban.

Yo, numantino.

Y por dentro un supliciado.

No poder ser, Dios mío, como ellos.

Los comprendía. Y ellos a mí, no.

Y para hacerles ver que era verdad

la mía, hube de volverme niño

y dejar que asomaran a mis ojos

unas lágrimas de hombre.

Entonces comprendieron. Y callaron.

Yo salí a la calle, al paseo, aprisa, aprisa,

al campo, a la sagrada libertad.

Empezaba a llover, gotas menudas,

hijas de las nieves.

Qué caricia de besos en mi frente.

Qué hora feliz, yo absuelto,

perdonado.

Aquel domingo decisivo

tomé posesión, no de un cargo,

de mi vida modesta, transparente.

Quisiera ser convexo…

Quisiera ser convexo

para tu mano cóncava.

Y como un tronco hueco

para acogerte en mi regazo

y darte sombra y sueño.

Suave y horizontal e interminable

para la huella alterna y presurosa

de tu pie izquierdo

y de tu pie derecho.

Ser de todas las formas

como agua siempre a gusto en cualquier vaso

siempre abrazándote por dentro.

Y también como vaso

para abrazar por fuera al mismo tiempo.

Como el agua hecha vaso

tu confín – dentro y fuera – siempre exacto.

Rosa mística

Era ella.

Y nadie lo sabía.

Pero cuando pasaba

los árboles se arrodillaban.

Anidaba en sus ojos

el Ave María

y en su cabellera

se trenzaban las letanías,

Era ella.

Era ella.

Me desmayé en sus manos

como una hoja muerta

sus manos ojivales

que daban de comer a las estrellas.

Por el aire volaban

romanzas sin sonido.

Y en su almohada de pasos

me quedé dormido.

Mujer de ausencia

escultura de música en el tiempo.

Cuando modelo el busto

faltan los pies y el rostro se deshizo.

Ni el retrato me fija con su química

el momento justo.

Es un silencio muerto

en la infinita melodía.

Mujer de ausencia, estatua

de sal que se disuelve, y la tortura

de forma sin materia.

Siempre abiertos tus ojos…

Siempre abiertos tus ojos

(muchas veces se dijo) como un faro.

Pero la luz que exhalan

no derrama su chorro en los naufragios.

Enjuto, aunque desnudo,

voy derivando orillas de tu radio.

Soy yo el que giro

como un satélite imantado.

Y dime. Esta luz mía – tuya – que devuelvo,

¿a qué te sabe muerta en tu regazo?

¿Puede aumentar tu lumbre

este selenio resplandor lejano?

Sueños

Anoche soñé contigo.

Ya no me acuerdo qué era.

Pero tú aún eras mía,

eras mi novia. ¡Qué bella

mentira! Las blancas alas

del sueño nos traen, nos llevan

por un mundo de imposibles,

por un cielo de quimeras.

Anoche tal vez te vi

salir lenta de la iglesia,

en las manos el rosario,

cabizbaja y recoleta.

O acaso junto al arroyo,

allá en la paz de la aldea,

urdíamos nuestros sueños

divinos de primavera.

Quizás tú fueras aún niña

-¡oh remota y dulce época!-

y cantaras en el coro,

al aire sueltas las trenzas.

Y yo sería un rapaz

de los que van a la escuela,

de los que hablan a las niñas,

de los que juegan con ellas.

El sueño es algo tan lánguido

tan sin forma, tan de nieblas…

¡Quién pudiera soñar siempre!

Dormir siempre ¡quién pudiera!

¡Quién pudiera ser tu novio

(alma, vístete de fiesta)

en un sueño eterno y dulce,

blanco como las estrellas!…

Sucesiva

Déjame acariciarte lentamente,

déjame lentamente comprobarte,

ver que eres de verdad, un continuarte

de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente

y mansamente, apenas sin rizarte,

rompen sus diez espumas al besarte

de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,

manantial tú de ti, agua furtiva,

música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,

aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,

y tu unidad después, luz de mis sueños.

Te diré el secreto de la vida

El secreto de la vida es intercalar

entre palmera y palmera un hijo pródigo

y a la derecha del viento y a la izquierda del loco

conseguir que se filtre una corona real

Levántate cada día a hora distinta

y entre hora y hora

compóntelas para incrustar un ángel

Nada hay como un suspiro intercalado

y entre suspiro y suspiro

la melodía ininterrumpida

Déjame que te cante

la grieta azul y el intervalo.

Tentación

No. De noche no. De noche

no, porque me miran ellas.

Sería un mudo reproche

el rubor de las estrellas.

Tan inocentes, tan puras,

con sus ojos ignorantes,

latiendo como diamantes

allá arriba en las alturas.

-Entonces, mira. Mañana

bajo el sol viejo y ardiente.

La luz ciega, muerde, aplana.

El alma duerme… y consiente.

-¿De día? No. Las estrellas

en el cielo están también.

¿No lo sabías? Sí. Ellas,

aunque invisibles, nos ven.

Tú me miras, amor, al fin me miras…

Tú me miras, amor, al fin me miras

de frente, tú me miras y te entregas

y de tus ojos líricos trasiegas

tu inocencia a los míos. No retiras

tu onda y onda dulcísima, mentiras

que yo soñaba y son verdad, no juegas.

Me miras ya sin ver, mirando a ciegas

tu propio amor que en mi mirar respiras.

No ves mis ojos, no mi amor de fuente,

miras para no ver, miras cantando

cantas mirando, oh música del cielo.

Oh mi ciega del alma, incandescente,

mi melodía en que mi ser revelo.

Tú me miras, amor, me estás mirando.

Una a una desmonté las piezas de tu alma…

Una a una desmonté las piezas de tu alma.

Vi cómo era por dentro:

sus suaves coyunturas,

la resistencia esbelta de sus trazos.

Te aprendí palmo a palmo.

Pero perdí el secreto

de componerte.

Sé de tu alma menos que tú misma,

y el juguete difícil

es ya insoluble enigma.