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Burgos, Julia de

Reseña biográfica

Julia Constancia Burgos García, nació en Carolina, Puerto Rico, en 1914.

Se inició en la poesía desde muy temprana edad mientras ejercía como maestra y luego como periodista. En sus primeras publicaciones se refleja la influencia de otros poetas como Alfonsina Storni, Clara Lair y Luis Lloréns Torres. A esta etapa pertenece su obra «Veinte surcos».

Posteriormente vuelca toda su sensibilidad artística en un canto sensual al amor y a la naturaleza, mostrando ciertos rasgos semejantes a Vicente Huidobro y Rafael Alberti. De esta etapa se destacan «Canción de la verdad sencilla» y «El mar y tú».

Está considerada como una de las grandes poetas de su patria.

Vivió sus últimos años auto-desterrada en Cuba y Nueva York, donde falleció en 1953.

AGUA, VIDA Y TIERRA

Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,

y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.

De un lado me estiraban las manos de las aguas,

y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

Cuando mi río subía su caricia silvestre

en aventuras locas con el rocío y la niebla,

con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,

lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.

Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,

me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,

y era mi grito nuevo como un tajo en el monte

que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

A veces la montaña se me vestía de flores

e iniciaba en mi talle curvas de primavera.

Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años

sobre senos y muslos y caderas de piedra!

Se treparon mis ojos al rostro de los árboles

y fueron mariposas sus vivas compañeras:

así es como en los prados voy buscando las flores,

y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,

y juraron ser índices de mis futuras vueltas;

por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,

como puntales puros de orientación se elevan.

Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,

y crecí amando el río e imitando la sierra…

Una mañana el aire me sorprendió en el llano:

ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!

Pálidas ceremonias saludaron mi vida,

y una fila de voces reclamaron la prenda…

Mis labios continuaron el rumor de las fuentes

donde entrañé mis años y abastecí las venas.

De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,

se tiende por el mundo como la dio la tierra!

ALBA DE MI SILENCIO

En ti me he silenciado…

El corazón del mundo

está en tus ojos, que se vuelan

mirándome.

No quiero levantarme de tu frente fecunda

en donde acuesto el sueño de seguirme en tu alma.

Casi me siento niña de amor que llega hasta los pájaros.

Me voy muriendo en mis años de angustia

para quedar en ti

como corola recién en brote al sol…

No hay una sola brisa que no sepa mi sombra

ni camino que no alargue mi canción hasta el cielo.

¡Canción silenciada de plenitud!

En ti me he silenciado…

La hora más sencilla para amarte es ésta

en que voy por la vida dolida del alba.

ALTA MAR Y GAVIOTA

Por tu vida yo soy…

en tus ojos yo vivo la armonía de lo eterno.

La emoción se me riega,

y se ensancha mi sangre por las venas del mundo.

No doy ecos partidos.

Lo inmutable me sigue

resbalando hasta el fondo de mi propia conciencia.

En ti yo amo las últimas huidas virginales

de las manos del alba,

y armando lo infinito

te quiero entre las puertas humanas que te enlazan.

En ti aquieto las ramas abiertas del espacio,

y renuevo en mi arteria tu sangre con mi sangre.

¡Te multiplicas!

¡Creces!

¡Y amenazas quedarte

con mi prado salvaje!

Eres loca carrera donde avanzan mis pasos,

atentos como albas

al sol germinativo que llevas en tu impulso.

Por tu vida yo soy

alta mar y gaviota:

en ella vibro

y crezco…

AMANECIDA

Soy una amanecida del amor…

Raro que no me sigan centenares de pájaros

picoteando canciones sobre mi sombrilla blanca.

(Será que van cercando, en vigilia de nubes,

la claridad inmensa donde avanza mi alma).

Raro que no me carguen pálidas margaritas

por la ruta amorosa que han tomado mis alas.

(Será que están llorando a su hermana más triste,

que en silencio se ha ido a la hora del alba).

Raro que no me vista de novia la más leve

de aquellas brisas suaves que durmieron mi infancia.

(Será que entre los árboles va enseñando a mi amado

los surcos inocentes por donde anduve, casta…)

Raro que no me tire su emoción el rocío,

en gotas donde asome risueña la mañana.

(Será que por el surco de angustia del pasado,

con agua generosa mis decepciones baña).

Soy una amanecida del amor…

En mí cuelgan canciones y racimos de pétalos,

y muchos sueños blancos, y emociones aladas.

Raro que no me entienda el hombre, conturbado

por la mano sencilla que recogió mi alma.

(Será que en él la noche se deshoja más lenta,

o tal vez no comprenda la emoción depurada…)

AMOR

Amor…

única llama que me queda de Dios

en el sendero cierto de lo incierto.

Aquí,

desesperada,

me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

Entrecortando pasa el sendero de luz

que esperancé de sueño.

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,

volando en el espacio!

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,

cuando despierta el cuerpo!

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados…!

¡Multiplican en ecos!

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,

¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma…

Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

Mis espigas no quieren germinar al futuro.

¡Oh el peso del ambiente!

¡Oh el peso del destierro!

¡Amor…!

Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,

me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.

ARMONÍA DE LA PALABRA Y EL INSTINTO

Todo fue maravilla de armonías

en el gesto inicial que se nos daba

entre impulsos celestes y telúricos

desde el fondo de amor de nuestras almas.

Hasta el aire espigóse en levedades

cuando caí rendida en tu mirada;

y una palabra, aún virgen en mi vida,

me golpeó el corazón, y se hizo llama

en el río de emoción que recibía,

y en la flor de ilusión que te entregaba.

Un connubio de nuevas sensaciones

elevaron en luz mi madrugada.

Suaves olas me alzaron la conciencia

hasta la playa azul de tu mañana,

y la carne fue haciéndose silueta

a la vista de mi alma libertada.

Como un grito integral, suave y profundo

estalló de mis labios la palabra;

Nunca tuvo mi boca mas sonrisas,

ni hubo nunca más vuelo en mi garganta!

En mi suave palabra, enternecida,

me hice toda en tu vida y en tu alma;

y fui grito impensado atravesando

las paredes del tiempo que me ataba;

y fui brote espontáneo del instante;

y fui estrella en tus brazos derramada.

Me di toda, y fundiéndome por siempre

en la armonía sensual que tu me dabas;

y la rosa emotiva que se abría

en el tallo verbal de mi palabra,

uno a uno fue dándote sus pétalos,

mientras nuestros instintos se besaban.

AZUL DE TIERRA EN TI

Parece mar, el cielo

donde me he recostado a soñarte…

Si vieras mi mirada,

como un ave, cazando horizontes y estrellas.

El universo es mío desde que tú te hiciste

techo de mariposas para mi corazón.

Es tan azul el aire cuando mueves tus alas,

que el vuelo nace eterno en repetida ola sin cansancio.

No sé si en ola o nube abrirme la ternura

para rodarme al sueño donde duermes.

Es tan callado el viento,

que he podido lograrte entre los ecos.

Soy toda claridad para estrecharte…

Te he visto con los ojos vivos

como los ojos abiertos de los bosques,

figurándome en risas y quebradas nadando hasta el océano.

Te he recogido en huellas de canciones marinas

donde una vez dejaste corazones de agua enamorados.

Te he sacado del tiempo…

¡Cómo te he levantado en un lirio de luz

que floreció mi mano al recordarte !

¿Por qué me corre el mar ?

Tú eres vivo universo contestándome…

CANCIÓN AMARGA

Nada turba mi ser, pero estoy triste.

Algo lento de sombra me golpea,

aunque casi detrás de esta agonía,

he tenido en mi mano las estrellas.

Debe ser la caricia de lo inútil,

la tristeza sin fin de ser poeta,

de cantar y cantar, sin que se rompa

la tragedia sin par de la existencia.

Ser y no querer ser… esa es la divisa,

la batalla que agota toda espera,

encontrarse, ya el alma moribunda,

que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!

Fuera de tu canción soy ala seca.

La muerte y yo dormimos juntamente…

Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.

CANCIÓN DE LA VERDAD SENCILLA

No es él el que me lleva…

Es mi vida que en su vida palpita.

Es la llamada tibia de mi alma

que se ha ido a cantar entre sus rimas.

Es la inquietud de viaje de mi espíritu

que ha encontrado en su rumbo eterna vía.

El y yo somos uno.

Uno mismo y por siempre entre las cimas;

manantial abrazando lluvia y tierra;

fundidos en un soplo ola y brisa;

blanca mano enlazando piedra y oro;

hora cósmica uniendo noche y día.

El y yo somos uno.

Uno mismo y por siempre en las heridas.

Uno mismo y por siempre en la conciencia.

Uno mismo y por siempre en la alegría.

Yo saldré de su pecho a ciertas horas,

cuando él duerma el dolor en sus pupilas,

en cada eco bebiéndome lo eterno,

y en cada alba cargando una sonrisa.

Y seré claridad para sus manos

cuando se vuelquen a trepar los días,

en la lucha sagrada del instinto

por salvarse de ráfagas suicidas.

Si extraviado de senda, por los locos

enjaulados del mundo, fuese un día,

una luz disparada por mi espíritu

le anunciará el retorno hasta mi vida.

No es él el que me lleva…

Es su vida que corre por la mía.

Se recogió la vida para verme pasar.

Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne

y fui resbalándome poco a poco al alma.

Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.

Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante

que se abría en mi interior,

y me llegué hasta mí, íntima.

Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo

y me hice paisaje lejos de mi visión.

Me conocí mensaje lejos de la palabra.

Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.

Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra

desde el hombre.

* * * *

Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.

¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.

Las cosas circundantes reconquistan color y forma.

Los hombres se mueven ajenos a sí mismos

para agarrar ese minuto índice

que los conduce por varias direcciones estáticas.

Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.

Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.

Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.

La forma que se aleja y que fue mía un instante

me ha dejado íntima.

Y me veo claridad ahuyentando la sombra

vaciada en la tierra desde el hombre.

CANCIÓN DE MI PENA DORMIDA

Con los ojos cerrados

amplia de voces íntimas

me detengo en el siglo de mi pena dormida.

La contemplo en su sueño…

Duerme su noche triste

despegada del suelo donde arranca mi vida.

Ya no turba la mansa carrera de mi alma

ni me sube hasta el rostro el dolor de pupilas.

Encerrada en su forma,

ya no proyecta el filo sensible de sus dedos

tumbándome alegrías,

en la armonía perfecta de mi canción erguida.

Ya no me parte el tiempo…

Duerme su noche triste

desde que tú te anclaste en la luz de mis rimas.

Recuerdo que las horas se rodaban en blanco

sobre mi pena viva,

cuando corría tu sombra por entre extrañas sombras,

adueñado de risas.

Mi emoción esperaba….

Pero tuve momentos de locura suicida.

Un agitado viento de esperanza

parece que me anuncia tu regreso.

Entre el fuego de luna que me invade

alejando crepúsculos te siento.

Estás aquí. Conmigo.

Por mi sueño.

¡A dormir se van ahora mis lágrimas

por donde tú cruzaste entre mi verso!

CANCIÓN DESNUDA

Despierta de caricias,

aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.

Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.

¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo…

!De mí se huyeron horas de voluntad robusta,

y humilde de razones, mi sensación dejaron.

Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.

¡Yo fui la Vida, amado !

La vida que pasaba por el canto del ave

y la arteria del árbol.

Otras notas más suaves pude haber descorrido,

pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:

me agarré a la hora loca,

y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

Me solté a la pureza de un amor sin ropajes

que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,

y hube de verme toda en un grito de lágrimas,

¡en recuerdo de pájaros!

Yo no supe guardarme de invencibles corrientes

¡Yo fui la Vida, amado !

La vida que en ti mismo descarriaba su rumbo

para darse a mis brazos.

CANCIÓN HACIA ADENTRO

¡No me recuerdes! ¡Siénteme!

Hay un sólo trino entre tu amor y mi alma.

Mis dos ojos navegan

el mismo azul sin fin donde tú danzas.

Tu arco-iris de sueños en mí tiene

siempre pradera abierta entre montañas.

Una vez se perdieron mis sollozos,

y los hallé, abrigados, en tus lágrimas.

¡No me recuerdes! ¡Siénteme!

Un ruiseñor nos tiene en su garganta.

Los ríos que me traje de mis riscos,

desembocan tan sólo por tus playas.

Hay confusión de vuelos en el aire…

¡El viento que nos lleva en sus sandalias !

¡No me recuerdes! ¡Siénteme!

Mientras menos me pienses, más me amas.

CASI ALBA

Casi alba,

como decir arroyo entre la fuente,

como decir estrella,

como decir paloma en cielo de alas.

Esta noche se ha ido casi aurora,

casi ronda de luna entre montañas,

como una sensación de golondrina

al picar su ilusión en una rama.

Amanecer, sin alas para huirse,

regreso de emoción hasta su alma,

palomitas de amor entre mis manos

que al asalto de amor subieron castas.

Noche rasgada al tiempo repetido,

detenida ciudad de esencias altas,

como una claridad rompes mi espíritu,

circundas mi emoción como una jaula.

Amor callado y lejos…

tímida vocecita de una dalia,

así te quiero, íntimo,

sin saberte las puertas al mañana,

casi sonrisa abierta entre las risas,

entre juego de luces, casi alba…

COLOQUIO SIDERAL

¡Te adoré tanto anoche!

-Me adoraste en ausencia.

-¡Te besé tanto anoche!

-Me besaste en ausencia.

-¡Te miré tanto anoche !

-Me miraste en ausencia.

-¡Te adoré

sin pensarte en la forma.

Te besé

sin sentirme en tu rostro.

Te miré

sin mirada y sin sol.

-¿Y eso es posible, amada?

-Pregúntalo a la nube

que cruzó por mi sueño y se posó en tu alma.

-¿Qué se posó en mi alma?

-Cargada por la brisa, con la última nota

de mi vida en canción…

-Y la brisa ¿qué hizo

al sentirte en sus prados?

-Con los ojos turbados

presenció mi invasión…

-¿Y no quiso besarte?

-Sus labios no alcanzaron

mi corazón en flor.

Hubo de ver mi rostro

en sonrisa de agua,

contigo en la emoción…

-¿Y así llegaste, amada?

-Así miré tu alma,

te besé en la sonrisa,

y adoré tu ilusión…

DADME MI NÚMERO

¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman?

¿Me han olvidado entre las yerbas,

mis camaradas más sencillos,

todos los muertos de la tierra?

¿Por qué no suenan sus campanas?

Ya para el salto estoy dispuesta.

¿Acaso quieren más cadáveres

de sueños muertos de inocencia?

¿Acaso quieren más escombros

de más goteadas primaveras,

más ojos secos en las nubes,

más rostro herido en las tormentas?

¿Quieren el féretro del viento

agazapado entre mis greñas?

¿Quieren el ansia del arroyo,

muerta en mi muerte de poeta?

¿Quieren el sol desmantelado,

ya consumido en mis arterias?

¿Quieren la sombra de mi sombra,

donde no quede ni una estrella?

Casi no puedo con el mundo

que azota entero mi conciencia…

¡Dádme mi número! No quiero

que hasta el amor se me desprenda…

(Unido sueño que me sigue

como a mis pasos va la huella.)

¡Dádme mi número, porque si no,

me moriré después de muerta!

DONDE COMIENZAS TÚ…

Soy ola de abandono,

derribada, tendida,

sobre un inmenso azul de sueños y de alas.

Tú danzas por el agua redonda de mis ojos

con la canción más fresca colgando de tus labios.

¡No la sueltes, que el viento todavía azota fuerte

por mis brazos mojados,

y no quiero perderte ni en la sílaba !

Yo fui un día la gaviota más ave de tu vida.

Mis pasos fueron siempre enigma de los pájaros.

Yo fui un día la más honda de tus edades íntimas.

El universo entero cruzaba por mis manos.

¡Oh día de sueño y ola;

Nuestras dos juventudes hacia el viento estallaron.

Y pasó la mañana,

y pasó la agonía de la tarde muriéndose en el fondo de un lirio

y pasó la alba noche resbalando en los astros,

exhibiéndose en pétalos

y pasó mi letargo…

Recuerdo que al mirarme con la voz derrotada,

las dos manos del cielo me cerraron los párpados.

Fue tan sólo una ráfaga,

una ráfaga húmeda que cortó mi sonrisa

y me izó en los crepúsculos entre caras de espanto.

Tú nadabas mis olas retardadas e inútiles,

y por poco me parto de dolor esperando.

Pero llegaste, fértil,

más intacto y más blanco.

Y me llevaste, épico,

venciéndote en ti mismo los caminos cerrados.

Hoy anda mi caricia

derribada, tendida,

sobre un inmenso azul de sueños con mañana.

Soy ola de abandono,

y tus playas ya saltan certeras, por mis lágrimas.

¡Amante, la ternura desgaja mis sentidos…

Yo misma soy un sueño remando por tus aguas !

EL MAR Y TÚ

La carrera del mar sobre mi puerta

es sensación azul entre mis dedos,

y tu salto impetuoso por mi espíritu

es no menos azul, me nace eterno.

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo nadan a mi encuentro,

y en locura de amarme hasta el naufragio

van rompiendo los puertos y los remos.

¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,

para sólo un instante detenerlos,

y gritarle mi voz a que se batan

en un sencillo duelo de misterio!

Que uno en el otro encuentren su voz propia,

que entrelacen sus sueños en el viento,

que se ciñan estrellas en los ojos

para que den, unidos, sus destellos.

Que sea un duelo de música en el aire

las magnolias abiertas de sus besos,

que las olas se vistan de pasiones

y la pasión se vista de veleros.

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo estiren en un sueño

que se lleve mi barco de gaviotas

y me deje en el agua de dos cielos.

ÍNTIMA

1

Se recogió la vida para verme pasar.

Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne

y fui resbalándome poco a poco al alma.

Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.

Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante

que se abría en mi interior,

y me llegué hasta mí, íntima.

Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo

y me hice paisaje lejos de mi visión.

Me conocí mensaje lejos de la palabra.

Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.

Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra desde el

hombre.

2

Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.

¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.

Las cosas circundantes reconquistan color y forma.

Los hombres se mueven ajenos a sí mismos

para agarrar ese minuto índice

que los conduce por varias direcciones estáticas.

Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.

Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.

Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.

La forma que se aleja y que fue mía un instante

me ha dejado íntima.

Y me veo claridad ahuyentando la sombra

vaciada en la tierra desde el hombre.

NADA

Como la vida es nada en tu filosofía,

brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

Brindemos por la nada de tus sensuales labios

que son ceros sensuales en tus azules besos;

como todo azul, quimérica mentira

de los blandos océanos y de los blancos cielos.

Brindemos por la nada del material reclamo

que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;

como todo lo carne, relámpago, chispazo,

en la verdad mentira sin fin del Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,

que corre su mentira en un potro sin freno;

como todo lo nada, buen nada, ni siquiera

se asoma de repente en un breve destello.

Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;

por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;

por todos, por los menos; por tantos y tan nada;

por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

Si del no ser venimos y hacia el no ser marchamos,

nada entre nada y nada, cero entre cero y cero,

y si entre nada y nada no puede existir nada,

brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.

NOCHE DE AMOR EN TRES CANTOS

I – OCASO

¡Cómo suena en mi alma la idea

de una noche completa en tus brazos

diluyéndome toda en caricias

mientras tú te me das extasiado!

¡Qué infinito el temblor de miradas

que vendrá en la emoción del abrazo,

y qué tierno el coloquio de besos

que tendré estremecida en tus labios!

¡Cómo sueño las horas azules

que me esperan tendida a tu lado,

sin más luz que la luz de tus ojos,

sin más lecho que aquel de tu brazo!

¡Cómo siento mi amor floreciendo

en la mística voz de tu canto:

notas tristes y alegres y hondas

que unirán tu emoción a tu rapto!

¡Oh la noche regada de estrellas

que enviará desde todos sus astros

la más pura armonía de reflejos

como ofrenda nupcial a mi tálamo!

II – MEDIA NOCHE

Se ha callado la idea turbadora

y me siento en el sí de tu abrazo,

convertida en un sordo murmullo

que se interna en mi alma cantando.

Es la noche una cinta de estrellas

que una a una a mi lecho han rodado;

y es mi vida algo así como un soplo

ensartado de impulsos paganos.

Mis pequeñas palomas se salen

de su nido de anhelos extraños

y caminan su forma tangible

hacia el cielo ideal de tus manos.

Un temblor indeciso de trópico

nos penetra la alcoba. ¡Entre tanto,

se han besado tu vida y mi vida…

y las almas se van acercando!

¡Cómo siento que estoy en tu carne

cual espiga a la sombra del astro!

¡Cómo siento que llego a tu alma

y que allá tú me estás esperando!

Se han unido, mi amor, se han unido

nuestras risas más blancas que el blanco,

y ¡oh milagro! en la luz de una lágrima

se han besado tu llanto y mi llanto…

¡Cómo muero las últimas millas

que me ataban al tren del pasado!

¡Qué frescura me mueve a quedarme

en el alba que tú me has brindado!

III – ALBA

¡Oh la noche regada de estrellas

que envió desde todos sus astros

la más pura armonía de reflejos

como ofrenda nupcial a mi tálamo!

¡Cómo suena en mi alma la clara

vibración pasional de mi amado,

que se abrió todo en surcos inmensos

donde anduve mi amor, de su brazo!

La ternura de todos los surcos

se ha quedado enredando en mis pasos,

y los dulces instantes vividos

siguen, tenues, en mi alma soñando…

La emoción que brotó de su vida

-que fue en mí manantial desbordado-,

ha tomado la ruta del alba

y ahora vuela por todos los prados.

Ya la noche se fue; queda el velo

que al recuerdo se enlaza, apretado,

y nos mira en estrellas dormidas

desde el cielo en nosotros rondando…

Ya la noche se fue; y a las nuevas

emociones del alba se ha atado.

Todo sabe a canciones y a frutos,

y hay un niño de amor en mi mano.

Se ha quedado tu vida en mi vida

como el alba se queda en los campos;

y hay mil pájaros vivos en mi alma

de esta noche de amor en tres cantos.

¡OH MAR, NO ESPERES MÁS!

Tengo caído el sueño,

y la voz suspendida de mariposas muertas.

El corazón me sube amontonado y solo

a derrotar auroras en mis párpados.

Perdida va mi risa

por la ciudad del viento más triste y devastada.

Mi sed camina en ríos agotados y turbios,

rota y despedazándose.

Amapolas de luz, mis manos fueron fértiles

tentaciones de incendio.

Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.

¡Oh mar, no esperes más!

Casi voy por la vida como gruta de escombros.

Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.

Inútilmente estiro mi camino sin luces.

Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.

¡Oh mar, no esperes más!

Déjame amar tus brazos con la misma agonía

con que un día nací. Dame tu pecho azul,

y seremos por siempre el corazón del llanto…

PARA HALLARTE ESTA NOCHE…

Para hallarte esta noche las pupilas distantes,

he dominado cielos, altamares, y prados.

He deshecho el sollozo de los ecos perdidos…

tengo el hondo infinito jugando entre mis manos.

Siénteme la sonrisa. Es el último sueño

de una espiga del alba que se unió a mi reclamo…

Yo quiero que adelantes en espíritu y alas

mi canción enredada de trinos y de pájaros.

Te esperaré la vida. Levántame el ensueño.

Mírame toda en ascuas. Recuéstate en mis labios.

¡Tan simple, que en mitades iguales de armonía,

se rompieran a un tiempo tus lazos y mis lazos!

Vuélvete la caricia. No quiero que limites

tus ojos en mi cuerpo. Mi senda es el espacio.

Recorrerme es huirse de todos los senderos…

Soy el desequilibrio danzante de los astros.

POEMA DE LA ÍNTIMA AGONÍA

Este corazón mío, tan abierto y tan simple,

es ya casi una fuente debajo de mi llanto.

Es un dolor sentado más allá de la muerte.

Un dolor esperando… esperando… esperando…

Todas las horas pasan con la muerte en los hombros.

Yo sola sigo quieta con mi sombra en los brazos.

No me cesa en los ojos de golpear el crepúsculo,

ni me tumba la vida como un árbol cansado.

Este corazón mío, que ni él mismo se oye,

que ni él mismo se siente de tan mudo y tan largo.

¡Cuántas veces lo he visto por las sendas inútiles

recogiendo espejismos, como un lago estrellado!

Es un dolor sentado más allá de la muerte,

dolor hecho de espigas y sueños desbandados.

Creyéndome gaviota, verme partido el vuelo,

dándome a las estrellas, encontrarme en los charcos.

¡Yo que siempre creí desnudarme la angustia

con sólo echar mi alma a girar con los astros!

¡Oh mi dolor, sentado más allá de la muerte!

¡Este corazón mío, tan abierto y tan largo!

POEMA PERDIDO EN POCOS VERSOS

¡Y si dijeran que soy como devastado crepúsculo

donde ya las tristezas se durmieron!

Sencillo espejo donde recojo el mundo.

Donde enternezco soledades con mi mano feliz.

Han llegado mis puertos idos tras de los barcos

como queriendo huir de su nostalgia.

Han vuelto a mi destello las lunas apagadas

que dejé con mi nombre vociferando duelos

hasta que fueran mías todas las sombras mudas.

Han vuelto mis pupilas amarradas al sol de su amor alba.

¡Oh amor entretenido en astros y palomas,

cómo el rocío feliz cruzas mi alma!

¡Feliz! ¡Feliz! ¡Feliz!

Agigantada en cósmicas gravitaciones ágiles,

sin reflexión ni nada…

SE HA MUERTO LA TINIEBLA EN MIS PUPILAS…

Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas,

desde que hallé tu corazón

en la ventana de mi rostro enfermo.

¡Oh pájaro de amor,

que trinas hondo, como un clarín total y solitario,

en la voz de mi pecho!

No hay abandono…

ni habrá miedo jamás en mi sonrisa.

¡Oh pájaro de amor,

que vas nadando cielo en mi tristeza…!

Más allá de tus ojos

mis crepúsculos sueñan con bañarse en tus luces…

¿Es azul el misterio?

Asomada en mí misma contemplando mi rescate,

que me vuelve a la vida en tu destello..

SI FUERA TODO MAR…

¡Si fuera todo mar,

para nunca salirme de tu senda!

¡Si Dios me hiciera viento,

para siempre encontrarme por tus velas!

¡Si el universo acelerara el paso,

para romper los ecos de esta ausencia!

Cuando regreses, rodará en mi rostro

la enternecida claridad que sueñas.

Para mirarte, amado,

en mis ojos hay público de estrellas.

Cuando me tomes, trémulo,

habrá lirios naciendo por mi tierra,

y algún niño dormido de caricia

en cada nido azul que te detenga.

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,

se tenderán al viento de la entrega,

y yo, fuente de olas, te haré cósmico…

¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

Recogeremos albas infinitas,

las que duermen al astro en la palmera,

las que prenden el trino en las alondras

y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos

este poema exaltado de la espera,

y detendremos de emoción al mundo

al regalo nupcial de auroras nuestras.

SILENCIO DE ANGUSTIA

Tengo el desesperante silencio de la angustia

y el trino verde herido…

¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro?

¿Por qué todas las músicas no se rompen

a un tiempo a recibir mi nombre?

-¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña

y que sabe el sollozo

que me enamora el alma!

TE LLEVARÁN

Para ese día de sombra que llegará, amor mío,

no risco volcado dentro de un manantial,

ese día de espanto y pañuelos al viento

catemos desde ahora, que la vida se va.

Cantemos, sí, cantemos, que al cantarle al silencio,

a la sorda derrota y a la impar soledad,

venceremos la muerte, venceremos la nada,

y a la cumbre del tiempo nuestras almas irán.

Cantemos, si, cantemos, que hay un solo minuto

uno sólo aguardando nuestro mundo cruzar:

ese minuto trágico que hace tiempo nos ronda

su oferta de lágrimas y mañanas sin paz.

¡Te llevarán! Los ecos del viento me lo dicen,

los labios del mar lloran que sí. ¡Te llevarán!

Partirás, y mis ojos que tanto te nutrieron,

bajarán quedamente a nutrir a la mar.

Podrás amarme en sueños, pero mi voz, mi risa,

ojos con riachuelos, de ti se ocultarán.

Puede estrecharte el eco que ha estrechado mi nombre

desde mis labios, ¡nunca mis labios besarás!

Y cuando se alce el ruido marino, entre las noches

apagadas y crueles de tu pena inmortal,

mi fiel camino de olas llevará hasta tu sueño

la ternura que mi alma te ha salvado del mar.

Amado, mis verdugos ya me han medido el paso,

el color de mis huellas conocen, y mi ajuar:

el pudor duerme nupcias eternas con la forma;

hacia el alma es muy largo el camino que andar.

¡Te llevarán! Para esa eternidad de llanto

cantemos desde ahora que la vida se va.

Para ese día de espanto y pañuelos al viento

la canción de la muerte nos llegara del mar.

TE QUIERO

Te quiero…

y me mueves el tiempo de mi vida sin horas.

Te quiero

en los arroyos pálidos que viajan en la noche,

y no termina nunca de conducir estrellas a la mar.

Te quiero

en aquella mañana desprendida del vuelo de los siglos

que huyó su nave blanca hasta el agua sin ondas

donde nadaban tristes, tu voz y mi canción.

Te quiero

en el dolor sin llanto que tanta noche ha recogido el sueño

en le cielo invertido en mis pupilas para mirarte cósmica,

en la voz socavada de mi ruido de siglos derrumbándose.

Te quiero

(grito de noche blanca…)

en el insomnio reflexivo

de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.

Te quiero…

Mi amor se escapa leve de expresiones y rutas,

y va rompiendo sombras y alcanzando tu imagen

desde el punto inocente donde soy yerba y trino.

TE SEGUIRÉ CALLADA

Te seguiré por siempre, callada y fugitiva,

por entre oscuras calles molidas de nostalgia,

o sobre las estrellas sonreídas de ritmos

donde mecen su historia tus más hondas miradas.

Mis pasos desatados de rumbos y fronteras

no encuentran las orillas que a tu vida se enlazan.

Busca lo ilimitado mi amor, y mis canciones

de espalda a los estático, irrumpen en tu alma.

Apacible de anhelos, cuando el mundo te lleve,

me doblaré el instinto y amaré tus pisadas;

y serán hojas simples las que iré deshilando

entre quietos recuerdos, con tu forma lejana.

Atenta a lo infinito que en mi vida ya asoma,

con la emoción en alto y la ambición sellada,

te seguiré por siempre, callada y fugitiva,

por entre oscuras calles, o sobre estrellas blancas.

TRANSMUTACIÓN

Estoy sencilla como la claridad…

Nada me dice tanto como tu nombre

repetido de montaña a montaña

por un eco sin tiempo que comienza en mi amor

y rueda hasta el infinito…

¡Tú…!

Casi paloma erguida

sobre un mundo de alas

que has creado en mi espíritu.

Tú lo dominas todo para mi claridad.

Y soy simple destello en albas fijas

amándote…

Ningún viento agitado seduce mi reposo

de ternuras naciendo y apretándose

entre tu mano

y mi sollozo.

Una afluencia de ríos por nacer, y golondrinas mudas,

se estrecha contra mí

allí donde tu alma me dice al corazón

la palabra más leve.

Mis pies van despegados de rastros amarillos

y escalan techos infatigados de mariposas

donde el sol, sin saberlo, se ha visto una mañana,

deslumbrante…

Para amarte

me he desgarrado el mundo de los hombros,

y he quedado desierta en mar y estrella,

sencilla

como la claridad.

Aquí no hay geografía para manos ni espíritu.

Estoy sobre el silencio y en el silencio mismo

de una transmutación

donde nada es orilla…

VÍCTIMA DE LUZ

Aquí estoy,

desenfrenada estrella, desatada,

buscando entre los hombres mi víctima de luz.

A ti he llegado.

Hay algo de universo en tu mirada,

algo de mar sin playa desembocando cauces infinitos,

algo de amanecida nostalgia entretenida en imitar palomas…

Mirarte es verme entera de luz

rodando en un azul sin barcos y sin puertos.

Es inútil la sombra en tus pupilas…

Algún soplo inocente debe haberse dormido en tus entrañas.

Eres, entre las frondas, mi víctima de luz.

Eso se llama amor, desde mis labios.

Tienes que olvidar sendas,

y disponerte a manejar el viento.

¡A mis brazos, iniciado de luz,

víctima mía!

Pareces una espiga debajo de mi alma,

y yo, pleamar tendida bajo tu corazón.

VOCES PARA UNA NOTA SIN PAZ

Para Julia de Burgos por Julia de Burgos

Será presente en ti tu manantial.

Estarás en las ramas del universo entero.

Déjame que te cante como cuando eras mía

en la llovizna fresca del primer aguacero.

Tu mano en semi-luna, en semi-sol y en todo

se refugiaba núbil, sobre la mano mía.

Porque yo te cuidaba, hermanita silvestre

y sabes que lloraba en tus claras mejillas.

Será presente en ti tu manantial sin sombras.

Estarás en las ramas del universo entero.

Pero ¿dónde dejaste tu paz? « En cada herida»

me contestan tus ojos anegados por dentro.

Déjame que te cante como cuando eras mía,

hermanita silvestre, como cuando trepamos

el astro que salía a dormir soledades

entre nuestras pupilas destiladas de amor.

Déjame que te cante como cuando eras mía,

y era paz el silencio de mi profunda ola,

y era paz la distancia de tu nombre y mi nombre

y era paz el sollozo de la muerte que espera.

Será presente en ti tu manantial sin sombras…

Estarás en las ramas del universo mío

y todas las estrellas se bajarán cantando

la canción del espacio refugiada en un río.

YO FUI LA MÁS CALLADA

Yo fui la más callada

de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,

ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;

mi ruta era la música salvaje de los pájaros

que soltaba a los aires mi bondad en revuelo…

No me cargaron buques pesados de opulencia,

ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;

encima de los buques mi rostro aparecía

silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales

que prometía tu mano colmada de destellos:

sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil

el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.

Te parecías al mar, resonante y discreto.

Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.

Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído

con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:

tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes

en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

Un día, por las playas amarillas de histeria,

muchas caras ocultas de ambición te siguieron;

por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos

se colaron las voces sin cruzar tu misterio…

Yo fui la más callada.

La voz casi sin eco.

La conciencia tendida en sílaba de angustia,

desparramada y tierna, por todos los silencios.

Yo fui la más callada.

La que saltó la tierra sin más arma que un verso.

¡Y aquí me veis, estrellas,

desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!

Bonnin, Ana Inés

Poeta puertorriqueña nacida en Ponce en 1902, hija de padre español y madre puertorriqueña
de ascendencia escocesa.
Desde muy pequeña fue llevada a Mallorca y posteriormente a Barcelona, donde cultivó intensamente la música y la pintura, pudiendo decirse que llegó a la poesía escalando esos peldaños para constituirse en una feliz cantadora del milagro de la vida y del amor. Cultivó también el teatro y el ensayo, habiendo sido destacada varias veces por el Instituto de Artes Teatrales de Puerto Rico.
Entre sus obras merecen destacarse: «Fuga» en 1948, «Poema de las tres voces» en 1949, «Luz de blanco» en 1952, «La calle», inédito y «Compañeros de ruta».
Obtuvo los premios «Juan Alcover» en 1963 y el «Ciudad de Palma» editado por el Ayuntamiento de Mallorca.
HOMBRES DESCALZOS

Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!

Hombres descalzos;
por su planta desnuda, justos, buenos.
Hombres que al ir andando en carne viva.
sintieran el dolor de cada hombre
latir en cada piedra que rozaran;
sintieran cada gota de rocío
temblar a cada sed, a cada lágrima,
morir a cada muerte, y gota a gota,
encadenando así nuevos rocíos.

Hombres descalzos;
por su planta desnuda,
sobre la tierra lentos y seguros,
como una enredadera sorprendente,
como si Dios sus águilas postrase,
y fueran en el mundo las palomas.

NO ME DEJES, AMOR, EN LA AÑORANZA

No me dejes, amor, en la añoranza.
Dame, por fin, seguro y alto vuelo.
Desarráigame, fíjame. Recelo
que aquí no lograré paz ni bonanza.

Mi sed inextinguible se abalanza
y busca un ancho río, paralelo
de un mísero y exhausto riachuelo.
¡Amor! Sacia mi sed; dame pujanza

para volcarte en molde sin orillas.
¿Por qué, por qué te ciñes y encastillas
cuando posees fuerza de coloso?

Quisiera derramar esta ternura,
que rebasa mi pecho, en la mesura
de un pecho inmensamente generoso.

¡OH BUEN AMOR!

¡Oh, ternura divina siempre en llamas!
¡Oh buen amor, paciente, generoso!
Llegas a mí, brindándome reposo;
no me impones tu afán, porque me amas.

¡Oh ternura divina! De tus ramas
presiento el florecer maravilloso.
Tú quieres que yo sea fruto hermoso,
cosecha de tu huerto. Me reclamas.

Escucho conmovida la voz tuya.
Me llega triste; no le doy consuelo;
rechazo su dolor y su agonía.

Perdóname, Señor. Cuando destruya
las ansias que me clavan en el suelo,
entonces iré a Ti sin rebeldía.

¡SI YO NO PIDO TANTO!

¡Si yo no pido tanto!
Amor es lo que pido.
Briznas de amor para esta sed del mundo,
tan grande y tan sumisa.
Un diminuto amor, pero constante,
que dé su mano al que su mano tienda,
que limpie las miradas y los ojos
llene de dulcedumbre.
Algo de amor en esos corazones
que no aman a los niños,
que son capaces de cegar a un pájaro,
de aplastar las hormigas.
Algo de amor; apenas un murmullo
de amor en cada pecho de criatura
hacia todos los seres,
hacia todas las cosas.

¡Si yo no pido tanto!
Briznas de amor para esta sed del mundo.

TE BUSCO Y NO TE ENCUENTRO

Te busco y no te encuentro. ¿Dónde moras?
¿Lates sin realidad? ¿Eres un mito,
una ilusión, un ansia de infinito?
Y si amaneces, ¿dónde tus auroras?

¿En qué tiempo sin tiempo van tus horas
desgranándose plenas? ¿Nunca el grito
humano dolor quiebra el bendito
silencio que te envuelve? ¿Nos ignoras?

Partículas de ti fueron llegando;
mi mar inquieto se convierte en río;
hay trinos en el aire, canta el viento.

Canta la vida toda. Por fin siento
que estés, pero, dime, dime: ¿cuándo
puedo saberte para siempre mío?

TÚ SABES

(…) Aunque me sepas, ¡mírame!
¿Y si yo no pudiera?
¿Si al buscarme,
me desmoronara. los desconociera,
¡tus ojos, ellos, sobre mí, como una brizna de calor!
y dejáramos de ser?
Ellos, sobre el mundo.
No nos importará repasar el camino,
andarlo y andarlo.
No me importará.
Ni la noche. Ni el mar que nunca duerme.
Ni ese dolor difuso de las cosas.
Ni un casi aliento imperceptible de espacios vacíos.
Ni ese tu «poco más» al que temo y abrazo
con todas mis fuerzas,
como si fuera un zumo mío que yo quisiera exprimir
para fugar en él
toda esta carne dolorosamente viva,
todo este corazón, miembro a miembro, ganado.
Porque era meta deseada y única!
Pero mi corazón está aquí, sin ellos, ¡mío!,
dándome soledad,
retorciéndose a cada muerte, a cada engaño,
queriendo engendrarse hijos que no se le mueran,
y odiándome porque se los destruyo si los nace.
se los destruyo después de haberlos amado
hasta preferir que mueran.
El sentirlos vivir es esta angustia, Señor,
esta extrañeza de mí, de los otros, del mundo,
es lo que balbuceo enajenada:
lenguaje del primer hombre que ya quiso desprenderse.

TÚ VENÍAS

Tú venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venias soñando.
Y en tus ojos, despierta, venia la flor en su nieve.
Tantos pájaros eran contigo, que arpegios gozosos
imantaron la seca llanura, ¡y todo fue vuelo!
Fue en el aire canción de azucena tejiendo su encaje.
Fue una danza de luz en espigas fervientes, despacio.
Fue clamor de rocíos abiertos a grávidas lunas
que soñaban tu aurora imposible, tu ansiado rescoldo.
Pude verte, sin ti, junto al eco de aquella «fontana»,
tu «bendita ilusión» abrazándote ya sin huida.
¡Pude verte!
Qué umbral te retrajo de mí? ¡Qué desiertos
sobre el mundo mis ojos, poetas! Y, oí tu mirada.
La escuché, derrotando caminos, abriéndome cauces
donde ardía la gota de agua, minúscula, y firme,
donde todo, la tierra y el cielo, mi nombre y tu mano,
era, ¡y eran! por ser con ternura de rosa y de nieve.
Uno a uno se alzaron los nidos.
¡Uno a uno! ¡Qué amor en tus ojos, poeta, qué amor!
¡Cuántos pájaros eran volándote!

Y venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venías soñando.

VERGÜENZA

(Ante una muerte)

Cae tu muerte en mi corazón, llenándolo de vergüenza.
Le grito a mi corazón: «¡Nunca!»
Pero él levanta una nota y me contesta:
«Siempre», murmuro. «¡Siempre!»
El eco repite sobre el mundo: «¡Siempre, siempre!»
y todos los poetas,
con tu muerte doliéndoles, avergonzándolos,
responden: «¡Siempre!»
Porque, mientras tú morías,
mientras tus manos que morían aún intentaban volar
todos los poetas abrazaban su canción.
¡Y oyeron su vergüenza!
La oyeron viva, con sangre y nervios,
como humana criatura
contra humana criatura.
Y esa vergüenza gritó señalándonos:
«¡Vosotros!»
No, no pudimos huir:
espigas, árboles, flores, se desbordaron,
una pared de alas se amontonó.
Senderos y caminos,
el mar,
enredaderas azules,
el agua de las fuentes,
luchaban, se oponían.
¡Amor! ¡Amor!
«¡Vosotros!»
Fue inútil; no, no pudimos huir:
notas, notas, notas, cubriéndonos, amarrándonos.

Nuestra muerte diaria,
¡qué parecida a la tuya!
¡Perdónanos!
Ya que como tú, mientras morimos,
aún nuestras manos intentan morir.

Y LA PEQUEÑA SOMBRA SE HARÁ MÁS DESCUIDADA

Seré para mí lo que otros fueron.
Y mi mano impiadosa no me mitigará.
Ni mis ojos sabrán verme.
Ni dulzura me daré sin regateármela.
Y me arrancaré toda moneda y toda luz.
Me haré pobre con el designio milenario
de la maldad del mundo.
Apretaré mis manos que lucharán por desasirse.
Cerca, el mar, acechará algo muy querido.
Y soñaré que grito y no gritaré.
Y gritaré más hasta romperme el corazón de angustia,
hasta poder ver mis manos cómo salen de sí mismas.
Muchas manos veré mientras las mías quedan atadas.
Y con tremenda lentitud volveré a quererlo.
A querer mis manos dos y libres,
dispuestas a mi voluntad, obedientes.
Cerca, el mar, por primera vez sin horizonte y sin color,
Su color estará en las manos que me dejan.
Que las que queden conmigo no tendrán color,
como el mar.
Y las convertiré en ávidas e impiadosas,
en capaces de ahogar algo muy querido.
Una pequeña sombra blanca y sumisa
seguirá junto al mar.
El mar me pedirá su color y yo se lo negaré.
Y la pequeña sombra se hará más descuidada.
Volveré a querer mis manos dos y libres.
Y ellas seguirán atadas como las manos de los muertos.
Pero las manos de los muertos se liberan.
Las libera Dios que retrocedió el mar.
Así liberará Él las mías,
que quedarán dos y libres.
Y aquellas que salieron de mí me perdonarán
porque serán perdonadas;
por toda moneda que les robé,
por toda luz que les mentí.

Y sonreirán ante las manos suyas obedientes
que sufrieron atadas hasta que Dios las separó.

Lejos, el mar.
Lejos, el designio milenario
de la maldad del mundo.
Cerca, mis manos, dos y libres,
generosas, azules, obedientes.
Y, otra vez, ¡el horizonte!

Y NUNCA SIN AMOR FUERON LOS NIDOS

Amor llena mis ojos,
que con amor yo quiero mirar todas las cosas.
Yo sé que si las miro con amor resplandecen;
yo sé que si las miro con amor se me entregan.
Jamás donde hubo amor los mundos se agotaron;
jamás donde hubo amor cesaron las palomas.
Y nunca sin amor fueron los nidos,
y si el nido no fuera la vida no sería.
¡Oh, qué gozo, los nidos, por tan desamparados!
¡Qué alegría saberlos, muy cerca de nosotros,
alzándose en el alba!
¡Qué alegría saberlos!
Amor llena mis ojos.
Iré dándote, amor, como a río invencible,
y nunca gota a gota, a manantiales.
Llegarás a lo seco,
llegarás a lo árido;
recorrerás la sed viva y eterna;
florecerán contigo las raíces
y del surco se dará lleno de flores.
Esmaltarás la tierra ¡toda! sin mesura,
y hasta el rincón más mísero y pequeño
tendrá el amanecer que le otorgaron.

Amor llena mis ojos;
que en la inmensa amapola de tu luz me derrame
sobre el reseco nido, y así los nidos sean.