Victoria, Laura

Victoria, Laura

Seudónimo de Gertrudis Peñuela, poeta colombiana nacida en Soatá, Boyacá, en 1904.

Tiene su poesía un vigoroso tono erótico y sentimental, matizado de una exquisita sensualidad.

Su nombre gozó de una enorme celebridad a mediados del siglo, y mereció elogios de los intelectuales

hispanoamericanos, quienes no se cansaron de proclamarla como una de las poetas destacadas de su época,

al lado de Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sensores.

Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y ejerció el periodismo y la diplomacia en Roma

y Ciudad de México.

Falleció en mayo de 2004 en Ciudad de México donde se encontraba radicada desde 1939.

Entre sus libros publicados sobresalen «Llamas azules» , «Cráter sellado» y «Cuando florece el llanto».

Amor no es…

Ya ni versos escribo, sólo queda
este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.

Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.

Algo que ayer fue lirio de mi fuente,
frescura de mi noche, y suavemente
luminar en mi senda florecida.

Algo que en mi agonía aún retengo,
porque es la única verdad que tengo
y no puedo arrancarla de mi vida.

Anhelo

Esta noche de raso me he enfermado de luna
y el perfume del huerto se me fue al corazón,
son por eso mis ojos dos diamantes azules
dilatados por una brujería de amor.

Ese beso que a tiempo me pediste temblando
esta noche en mis labios es granada en sazón.
Dime, loco bohemio… ¿no presientes acaso
el panal que te ofrecen mis caricias en flor?

Nadie pasa… El camino serpentea en la sombra
mancillando la calma con su inquieto blancor…
En mi boca los besos son angustia infinita
y  mi cuerpo es un nido palpitante de sol.

Ya lo ves, cuando ansioso me pediste ese beso,
se nevaron mis labios con tu claro fervor,
y esta noche, que hubieras agotado tus ansias,
por creerme de hielo sepultaste mi voz.

Bohemia

Jugadora de sueños
llegué un atardecer hasta tu mesa;
llevaba en los cabellos ya marchita
la solitaria rosa
que me dejó un tahúr la última fiesta,
y en los labios el rictus fastidioso
de una noche ceniza de placeres,
ungida bajo el opio de la luna
con una media-luna en las ojeras.

Llegué a jugar por tu sonrisa clara
mi último granate,
y a cambiar por tus manos cariñosas
mi última promesa;
por eso fui morena de crepúsculo
copiando en las pupilas abismadas
ese fuego de otoño que en tu cuerpo
arde con tonos suaves de violeta.

Jugadora de sueños, de imposibles…
En tus besos perdí hasta el cascabel
de mi alegría,
y sólo traje un tósigo de olvidos
en la boca in saciada,
y un perfume de pinos macerados
revuelto en la musgosa cabellera.

¡Oh, la tristeza de los ojos idos
que agiganta la ausencia,
y la infinita angustia de los besos
que en las noches sin sueño
crece como el negror de las pavesas!
¡Oh, las manos amadas
que llorando besamos
en las noches inmensas,
y la boca incitante
que tibió de caricias
nuestro cuerpo de seda,
y el cabello cansado
donde locas bebimos
un perfume de anémonas!

¡Oh, la blanca nostalgia,
de paisajes remotos,
donde acaso encontremos
bajo soles de gloria
un licor de inconsciencia!
¡Oh, la fresca alegría
que embriagadas perdimos,
por tender solitarias
hacia cielos remotos,
nuestras alas viajeras!

Jugadora de sueños, jugadora inexperta,
entre tus labios dejé mi clara soledad,
y hoy llevo un vivac de añoranzas
en mi débil bagaje,
y de espaldas al plácido horizonte
devano los estériles minutos
en el ancho telar de las esperas.

Tal vez mañana volvamos a encontrarnos
en el vértigo azul de la ruleta.
Tú, con la copa del festín vacía,
yo, con la risa del placer ya muerta.

Brindis

Voy a partir de nuevo.
Mi camino sin alba y sin ocaso,
en esta noche es turbio interrogante
sobre el vaivén azul del pensamiento,
y en la pálida copa del champaña
mis labios como pétalos de ópalo
inician con su angustia
la vieja caravana del silencio.

Mañana será el mar, la lejanía,
la blanca inmensidad de los recuerdos,
la arena tibia de la playa ardiente,
el cielo claro, el barco solo
en la pleamar de plata,
y a lo lejos como una desbandada,
la luna del olvido en los pañuelos.

Yo misma no sé nada.
No sé qué busco, ni por qué me alejo.
Sólo sé que hay más calma en el oleaje,
más ternura en la brisa
y más fuego en el alma
ligera y veleidosa de los puertos.

Una tarde charolada de brea
me besó un marinero;
tenía dieciocho años,
el cuerpo ágil de color de ámbar,
los músculos de bronce,
la boca extraña como flor de sangre.
Y las pupilas límpidas
eran bajo el palmar de las pestañas
dos horizontes sobre el mar abierto.

Desde entonces hay noche en mis estíos,
y su sonrisa niña
puebla mis soledades
de ninfas y de efebos;
desde entonces sus ojos me persiguen
y al mirar otros ojos
sus pestañas insomnes
suspenden mi deseo.
Porque en todas las bocas que he besado
sólo busco la leche de su aliento,
sólo busco la seda de sus labios
y el sopor deleitoso de sus besos.

¡Por ese niño de cabellos claros,
esta copa de olvido alegre bebo!

Cegada luz

Te busco aún imagen ya perdida,
cegada luz, desorbitado viento,
esperanza tan sólo sostenida
por la ternura de mi pensamiento.

Algo tuyo quedose entre mi vida
como afilada flor de sufrimiento;
sangra mi llanto por tu propia herida
y sube tu canción por mi lamento.

Esa es la causa de mi mal cercano,
la certidumbre del inmenso hastío
que dobla las espigas de tu mano.

Porque tú eres la espuma de ese río
que nace en tus llanuras de verano
y muere en mis crepúsculos de frío.

Cuando regreses no hallarás siquiera…

Cuando regreses no hallarás siquiera
las huellas del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y las verbenas rojas se secaron.

Esos versos liliales que me oías
cogiéndome las manos,
cambiáronse por otros calcinantes
que visten mi alma de ropaje cárdeno.

Y esas dulces promesas que en tus brazos
hacíasme temblando,
son una cuerda rota en mis oídos
y ni un eco doliente me dejaron.

Naufragaron también en mis pupilas
tus ojos de gitano,
y en mi boca se helaron en silencio
las huellas calcinantes de tus labios.

Cuando regreses no hallarás siquiera
vestigios del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y en mi boca tus besos se borraron.


Deseo

Sobre la tibia arena de la playa
tu amante cita con placer espero;
el sol retuesta mis desnudos hombros
y entre mi falda juguetea el viento.

Ya con salobres aguas cristalinas
el mar de añil acarició mi cuerpo;
llevo en los labios un coral partido
y una concha prendida en los cabellos.

Las esmeraldas de mis ojos tristes
aguardan tus pupilas de bohemio,
y mis manos germinan las caricias
que brotan al contacto de tus dedos.

Ven, ya se abren cual rojos amarantos
los capullos en flor de mis deseos,
y entre mis labios trémulos se enciende
la loca llamarada de mis besos.

Dualidad

Yo misma no lo sé, pero vencida,
rendí a su orgullo mi virtud pagana,
y fui por un momento cortesana,
en el sarcasmo de mi propia vida.

Con beso ausente refresqué su herida,
absorta en él me le fingí lejana,
su voluntad despedacé liviana
y su pasión hallome arrepentida.

Fue un instante no más. Placer no hubo.
Pero su boca entre mi boca tuvo
amor y angustia, languidez y olvido.

Sobre el cansancio me tendí cobarde
y fui para su anhelo aquella tarde
tan grande y cruel como jamás lo he sido.

El beso

Cállate, nada digas.
No quiero que disipes
este blando misterio…
Deja que en el hondor
de los minutos,
se asfixien las palabras
y arda sólo el deseo.

Bésame así, despacio.
Qué profundos tus ojos,
dos silencios
tocados con un velo de caricia
tiñendo la blancura de mi carne
con el oro rosado del incendio.
¡Qué flexible tu boca!
Tiene a veces
palpitación de ruego,
o es tan cálida y suave,
como una fruta bajo el sol madura
o como el pálido rubor de un seno.

Bésame así…..despacio.
Que tu lengua como una llama viva
alimente mis sueños,
y después en mi lánguido abandono,
sea una brisa limpia
brillando en los jazmines de mi lecho.

¿Y dices que es un tósigo en mis noches
de soledad ansiosa tu recuerdo?
Pero no, que el veneno me lo diste
entre los opios tibios de tu aliento.

Así…despacio.
Que mi cuerpo todo
para tus labios sea
tibio estremecimiento,
y que tu vida
baje hasta mi vida
bajo la muda encarnación
de un beso.

En secreto

Ven, acércate más, bebe en mi boca
esto que llamas nieve;
verás que con tu aliento se desata,
verás que entre tus labios se enrojecen
los pétalos del ámbar….

Ven, acércate más.
Muerde mi carne
con tus manos morenas;
verás qué dulcemente se desmaya
el cactus de mi cuerpo,
y surge tenue de la nieve dura
la misteriosa suavidad del nácar.

No sentirás mi carne llamearse
con tersas rosas cárdenas,
pero sabrás que es tibia como un nido
de plumas sonrosadas…

Ven, acércate más,
bebe el aliento
que se aleja de mí como una ráfaga;
en vez de fuego sentirás el fresco
despliegue de mis alas….

Deja que entre tu pelo se deshojen
mis manos delicadas;
sabré quererte con quietud de arrullo,
sabré dormirte con calor de lágrimas.

Nadie en la vida te dará más seda
que la que yo destrenzaré en tu almohada;
tendrá el olor del musgo humedecido
y una sutil irradiación castaña.

Ven, acércate más.
Para tu cuerpo
seré una azul ondulación de llama,
y si tu ardor entre mi nieve prende,
y si mi nieve entre tu fuego cuaja,
verás mi cuerpo convertirse en cuna
para que el hijo de tus sueños nazca.

Entrega

Envuélveme…..No temas.
Ante tu fuego vivo
mi carne se deslumbra,
y surge castamente
entre el temblor rosado
de mi liviano traje
para poder ser tuya.

¿No aspiras en el aire
una fragancia débil
que enerva y que conturba?
¿No sientes que tu aliento
se prende como un velo
de sombra en mi cintura?…
Ya ves que hasta mis ojos
en esta noche tienen
fulguración oscura,
y en tus rodillas firmes
mis manos se desgranan
como rosas maduras.
Y al enredar tus dedos
en mis cabellos claros
siento extraña frescura,
mientras caen tus besos
en mi boca sedienta
con la humedad fragante
que se raja una fruta.
Aspírame despacio….
Iniciaré mi entrega
sobre tu carne oscura,
y me alzaré del fuego
santificada y bella
como se alza del mármol
una estatua desnuda.


Íntima

Fue tan tibia la felpa de las sombras,
que sin querer callamos,
y nos bebimos como vino añejo
la frase que tembló sobre los labios.
A pesar de no amarnos, en silencio
se troncharon las manos,
sin saber si acunábamos un sueño
o era el sopor de algún amor lejano.
Y también, sin saber por qué  misterio,
nuestras bocas ajenas se juntaron,
y en las pupilas húmedas de ausencia
la tarde lila se quedó temblando.

Después, en la maraña del reproche,
nos perdimos hablando,
y en la roca del alma se hizo sangre
la fruta mentirosa de los labios…

Tal vez el viento de otras soledades
nos sorprenda llorando,
y entonces nacerá como eco roto
la frase que callamos…

La agonía del crepúsculo

Acaricia en silencio
la angustia de mis manos
y vamos al prodigio del crepúsculo…
Arde el sol
como la espuma de la miel madura,
y el río ya no grita, se derrama
bebiendo en su avidez hojas marchitas,
que brillan como láminas de cobre,
sobre la fresca convulsión del agua.

Bésame castamente las pupilas
doradas de paisaje…
No ves que ahora es más plena la vida,
no ves que el cielo tiene amarillez de fruta,
y que los pastos henchidos de verdura
se coloran de bronce,
y sobre el terciopelo de las hojas
arden como un incendio las granadas?

Cógeme entre tus brazos, me sofoca
este olor excitante de espinos florecidos,
me acobarda esta brisa cargada de frescura,
que a veces peina mis cabellos claros
o juega como un niño entre mi falda.
Mira cómo se adormece el paisaje,
y en el temblor azul de los espacios
languidece la llama.
Mientras mis manos buscan tus rodillas,
mi espíritu se aparta.

Es la hora del fuego.
Olor de plenitudes,
fosforecer del agua.
Sofocación de alientos ignorados,
dedos suaves de brisa,
fugaz dulzor de cárdenas granadas.

Mañana no…Aquí bajo el crepúsculo,
ebria de plenitudes,
fresca como la carne de las frutas,
flexible como el vértigo del agua,
con los ojos azules de quimeras
y los brazos ligeros como alas.

Seré un himno de luz en el paisaje,
y en el vaso moreno de tu cuerpo
me plegaré con tenuidad de encaje,
para quemar con castidad de llama.

Madurez

En el ánfora oscura de las horas,
mi cuerpo se hace lámpara,
y la sed interior que me devora
no sabe si ofrendar la carne en rosas
o fatigar la madurez en lágrimas.

Amo tu plenitud. Tu cuerpo tibio
como fruta de soles sazonada.
Amo tu boca, floración de otoño,
que mece en mi jardín de primavera
su veleidosa tentación de llama.

Nada importa la estrella de tu sino
que en mi abismo se aparta.
Quiero tu vida aunque mi vida rompa,
quiero tu amor, aun cuando sea el germen
que prenda los olvidos del mañana.

No se amarillan con tu claro ocaso
mis paisajes de grana;
el solo roce de tu ser me enciende
y si mi cuerpo se te ofrece en nido,
mi móvil corazón se te holocausta.

Cógeme entre tus brazos con locura,
o bébeme como agua,
no pienses en el lirio de la tarde,
prolóngate en mi vida, y que los besos
hagan temblar la noche perfumada.

Nocturno 1

Escucha, tengo miedo…
afuera llueve
y el caer de las gotas me parece
con su rítmico acento,
un rosario amarillo que hilvanara
telarañas oscuras en mis dedos.

La ventana se entreabre bruscamente
al impulso del viento,
y una ráfaga fría
que huele a tierra húmeda
se esconde entre mi lecho,
y me arroja los pétalos marchitos,
y me besa con rabia los cabellos…

A pesar de tu amor
hoy tengo miedo…
hace tanto que el frío de tu ausencia
me tiene en las penumbras del recuerdo,
con las pupilas húmedas de noches
y los labios sellados con tus besos.

Y mientras oigo el gotear del agua
en las pálidas sábanas me tiendo,
como una floración de primavera
en las nevadas hojas del invierno.

El frío de las brumas me seduce,
y mi alma es un sol en el silencio,
y a fuerza de buscar en los ocasos
tus misteriosos ojos de bohemio,
siento el placer de sepultar en nieve
la llama azul que iluminó mi cuerpo.

La lluvia rompe sus cristales finos
en la noche de oscuro terciopelo.
Mis ojos buscan tus pupilas hondas,
mis manos la caricia de tus dedos,
y al tenderme en las sábanas heladas
y destrenzar cansada mis cabellos,
siento el vacío de abrazar las sombras,
de perseguir la brillantez de un sueño,
y ser tan solo en tu bohemia errante
la asordinada música de un verso.

La lluvia cae en menuditas gotas,
y aquí en mi alma se retuerce el tedio.


Ofrenda

En el mutismo de la noche cómplice
rasgue tu aliento el traje del deseo,
y surja leve como flor madura
la milagrosa felpa de mi cuerpo…
Rompa la luz sus desteñidos oros
en las ánforas tibias de mis senos,
viertan tus ojos su caudal de sombra
en el musgo otoñal de mi cabello.

Guarde tu alma en pomo de alabastro
la suave languidez de mi silencio,
guste tu boca en pliegue de sonrisa
la granada entreabierta de mi beso…
Sea tu voz el cascabel sonoro
que despierte mi espíritu del sueño,
sea tu amor el astro misterioso
que derrita las nieves de mi cuerpo.

Y en la caricia de la seda cómplice
curve mi talle el peso de tus dedos,
mientras se hunde como flor de abismo
la sombra en la oquedad de los espejos.

Otro rumbo

Amé constante a los que no me amaron
y les di la verdad cuando mintieron.
Mientras unos temblando me besaron
rogó mi beso a los que no quisieron.

Siempre busqué los que jamás me hallaron.
Mi voz llamó los que jamás me oyeron.
Y los que resignados me esperaron
nunca en mi copa de placer bebieron.

Hoy una voz abscóndita reclama
mi voluptuoso corazón de llama,
que limpio ardió como la brasa al viento.

Allá me voy. Torciendo mi camino
avanzo al horizonte de platino,
desnuda hasta del propio pensamiento.

Plenitud

Yo soy la plenitud, soy el estío.
Mi piel trigueña por el sol tostada,
tiene una leve amarillez de hastío
y un perfume de fruta sazonada.

Mi amor ondula como turbio río
por un valle de yerba calcinada,
y es mi beso perenne escalofrío
que aviva una celeste llamarada.

Amo el dolor porque el dolor es cumbre,
amo la vida que la vida es lumbre
si se perfila en páginas de fuego.

No me importan la vida ni el sarcasmo,
porque templo la fe de mi entusiasmo,
sobre la fragua del cupido ciego.

Poema

Esta noche llevo un blanco lucero
partido en la sombra de mis dos ojeras,
y mis ojos tristes de un verde marino
parece que sueñan…

¡Oh si tu me vieras! Quizás anhelaras
el cálido aliento de mi boca fresca,
quizás suspiraras por los besos trémulos
de mis labios finos, húmedos y rojos
que esta noche tienen el sabor de una
granada entreabierta.
¡Oh si tu vinieras! Cómo se posaran
tus negras pupilas
entre la cascada de mi cabellera
que lleva tan solo
el pálido adorno de un broche de luces
que la luna borda con su luz enferma,
mientras que mi cuerpo desceñido todo
y envuelto en el manto azul e inconsútil
de la primavera,
tiembla con el beso tibio de esta noche
que tiene un perfume fugaz de violetas.

Qué alegres podríamos juntos
tejer el poema;
yo con el prestigio de mi cuerpo joven,
de mis ojos claros y mi boca fresca;
tú con tus pupilas ardientes que llevan
el dulce misterio de noches de luna,
hasta la salvaje inquietud de las selvas¡
¡Oh si pudiera fundir en idilio
mi loca quimera,
cómo florecieran mis cálidos versos
teniendo por cuna tus pupilas negras.
Oh si pudiera!

Regreso

Vuelvo otra vez a ti
con las pupilas hondas de paisajes.
Vine a buscar quimeras, y regreso
con un sabor de lágrima en los labios
y un temblor de cansancios en el beso.
No pienses que estoy lejos…
Es tan solo la estepa interminable
la que impide mi vuelo;
pero mis alas son tan blancas
como el día
en que tocada de nevados tules
te di en hostias rosadas
la milagrosa comunión del cuerpo.
Ábreme, pues, los brazos;
voy de nuevo
a tus ojos de sombra,
a tus manos leales,
a tu boca de fuego.
Llevo para tus labios fatigados
el opio de mi angustia.
Soy la misma;
sólo que ahora ciño
un collar de crepúsculos
y un anillo de inviernos.
Pero eso nada importa…
Soy juventud, soy vida, soy deseo.
Soy nieve dúctil en tus manos suaves
y llama en el contacto de tu aliento.
Ábreme, pues, los brazos,
aunque lleve un amargo de lágrima en los labios,
y un temblor de cansancios en el beso.

Salvaje

No me mires así que me haces daño…
Qué bellas tus pupilas de inconsciencia
que tienen el hondor de los abismos
y el verde oscuro de las aguas muertas.
Qué fuertes esos músculos maduros
bajo la carne aceitunada y fresca,
que tiene a veces el temblor de un niño
o la tensión salvaje de una fiera.

No me mires así que me haces daño…
Con ese aliento abrasador me enervas,
y frente a ti soy gajo que se dobla
rindiendo sus frescuras a la tierra.
Cómo rompe el crepúsculo sus oros
en el lustroso añil de tu cabeza
mientras tus manos torpes se resisten
al loco impulso que en tu ser golpea.

No me mires así con esos ojos
oscuros de inconsciencia…
Dobla mi talle entre tu brazo fuerte,
embriágate en la flor de mi belleza.

Sobre la felpa tibia de los musgos
seremos yo el silencio: tú la selva!

Serenidad

(Al compañero)

Sentémonos allí bajo la sombra
de los granados frescos…
y mientras rueda entre mi boca el grano
sazonado y rojo,
me dirás qué has hecho
desde aquella mañana desteñida
en que por azulados horizontes
el tren humeante
se perdió a lo lejos…

Sentémonos allí sin más testigo
que la celeste claridad del cielo,
no hagas caso del río,
ni del viento que mece los cañales,
ni del espino que en hilera muda
perfuma el ocre pedregal del cerro.

Contéstame, ¿en qué ocasos
hundiste el nido tibio
que con mis manos ahuequé
en tus dedos?

¿En qué copas vaciaste las caricias
que delirante deshojé a tus besos?

¿Por qué licor
cambiaste los peluches
rosados de mis senos,
que entre tus manos semejaban
lirios de ternura
o cámbulos de fuego?

¿Qué hiciste pues
de aquella rosa viva
que fue para tus vértigos
mi cuerpo,
cuando tronchaba, palpitante y muda
te dio su savia en el dolor de un rito
y en la infinita languidez de un beso?

Sentémonos allí bajo la sombra
de los granados frescos…
y que el secreto sollozar del alma
cubra de nieve el llamear del cuerpo!

Solos

Vámonos silenciosos por las hondas
avenidas de palmas,
y dejemos la luna que se tienda
como una enredadera a nuestras plantas.

No derrames la copa de tus labios
entre mis manos blancas,
porque son porcelanas palpitantes
que transparentan el fulgor de mi alma.

Deja que la mudez de nuestras bocas
devore las palabras,
mientras la fría claridad del cielo
tiñe de azul la placidez del agua.

Es inútil que dejes tus pupilas
vagar entre su túnica rosada;
solo hallarás entre mi cuerpo tibio
una glacial coloración de nácar.

Quiéreme así, con la sonrisa triste,
con las pupilas al placer selladas;
y si a tu beso me traiciona el llanto,
bésame más… sin preguntarme nada.

Tu boca

Pulpa de fruta que destila un vino
tinto de sombra en el lagar rosado,
dátil maduro, mora del camino,
granado en flor bajo el azul tostado.

Dientes más blancos que la flor de espino
y más menudos que el arroz cuajado.
Nievan en la sonrisa como el lino,
y son puñales de marfil tallado.

Boca, en sazón, perfecta, deleitosa,
que tiene a veces languidez de rosa
y ansia insaciable de recién nacido.

Ya que fuiste la copa de mi canto,
sella hoy mi beso desteñido en llanto
y ayúdame a partir hacia el olvido.

Ultrahumana

Espera, no te vayas.
Reclínate en la felpa de mis sueños,
y con unción sagrada
escruta en el horario del silencio.
Va a comenzar la danza;
la bailaré de espaldas al destino,
con los ojos azules de imposible
y abierto en hilos el lagar del alma..

Ondularé sobre el calor de todas
las bocas que durmieron su quimera,
en la ternura de mis labios,
y en la ceniza de los besos idos
como una sombra posaré mi planta,
mientras mis brazos ávidos de altura
rozarán tu pasión como dos alas.
Irán cayendo en tu estupor mis velos:
primero el amarillo de mi angustia,
el desteñido de mis horas idas,
el rojo de mis cálidas palabras,
el lila de mis sueños imposibles….

Y ante tus ojos surgiré tan blanca,
como la leche tibia de mis senos.
Habrá un perfume tenue de desnudez.
Luego, de sombras leves
se poblará la penumbrosa estancia;
y tú, el de la boca oscura de placeres,
el de las manos hondas de caricias,
me seguirás con el deseo mudo,
me beberás con la sonrisa casta,
y al fin caerás ante mis pies ligeros
con la sierpe del cuerpo encadenada.

Habrá un chisporretear de pebeteros,
y alargarán las sombras
sus caderas morenas:
yo seguiré mi danza,
sobre tu mismo alelamiento,
sobre tu propia alma,
hasta caer de espaldas a la vida
en la puerta sin fondo del misterio…

Bajo las luces pálidas del día
te encontrarás mirando al infinito,
y oprimiendo con manos angustiosas
una mujer dormida, con el sueño
que abre los ojos turbios de la vida,
sobre la eternidad de las estatuas.

Venganza

Quieres borrar con el sopor del vino
la hiel de olvido que dejé en tu boca,
y eres la polvareda en mi camino
y yo soy en tus vértigos la roca.

Es inútil que sigas mi destino
con el sarcasmo que tu pie provoca.
Yo fui para tu orgullo el torbellino,
y tú la inundación que se desboca.

Por eso para ahogar tus ambiciones,
te azotaré con risa en mis canciones,
y como esclavo te unciré a mis huellas.

Mientras que cien pupilas de mujeres,
te ofrecerán en lúbricos placeres
mi propia imagen deformada en ellas.