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Cataño, José Carlos

Reseña biográfica

Poeta, novelista y ensayista español nacido en La Laguna, Islas Canarias, en 1954.

Comenzó estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y más tarde

se licenció en Filología Románica por la Universidad de Barcelona. Vivió por corto tiempo en Marruecos, Israel y Martinica, regresando posteriormente a Barcelona donde reside actualmente.

Es colaborador habitual en diversas publicaciones internacionales, tales como, Atlántica Internacional de las Artes, Àrtics, Clarín, Gaceta del FCE, Ínsula y Letras Libres,

Ha llevado a cabo una intensa labor en aras de la difusión de la cultura canaria, presentando escritores y artistas a través de instituciones culturales de la Generalitat de Catalunya y de la Fundación La Caixa.

En 1974 obtuvo el Premio de Edición Benito Pérez Armas de Novela con “El exterminio de la luz”. Es autor, entre otras obras, de “Jules Rock” en 1973, “Disparos en el paraíso” en 1982, “Muerte sin ahí” en 1986, “El cónsul del mar del Norte” en 1990, “A las islas vacías” en 1997, “En tregua” en 2001, “El amor lejano” -Poesía reunida, 1975-2005- en 2006 y “Desdende” en 2007.

AMORES ILUSTRES

Yo también podría decir algo acerca de eso. Guardaos

vuestras estrellas polares, vuestras interminables

noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras

hembras calientes como una mañana por Nyangabulé.

Tanto me da.

Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos

cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los

ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al

desfallecimiento.

Su rostro no era hermoso y era persona de pocas

palabras. Tenía desde noviembre no sé qué semilla en

agua, y ayer, como quien dice, se convirtió en un

tallo finísimo, imparable, en la alegría de la casa.

Tanto me río de lo que sobrevive al verano, que ya sé

lo que es suficiente.

De “El cónsul del mar del Norte”, 1990

CONCÉDENOS, OH SEÑOR

CONCÉDENOS, oh señor, la medida de nuestro infierno

O, si no, una lucidez para vivir tranquilos.

No esta desazón de la barca sin mar

Ni puerto que la ampare?

Que el amor también ha muerto.

Haz de nosotros

Tu pasto de sabiduría. Sángranos hasta amasar

La alegría de la sangre con lo que del dolor nos

queda.

Configura nuestro cuerpo único

A la medida de nuestra muerte única.

De “Disparos en el paraíso”, 1982

EL AMOR LEJANO

INMÓVILES os abandoné

De cara a la desafiante luz de entonces.

Si vuelvo

Sin voz miráis

En el fondo cada vez más lejano

De aquello que envié en mi busca?

Que conmigo partió a la deriva.

Si vuelvo

La vista atrás

Una enamorada constelación me aleja

De las palabras.

De “Disparos en el paraíso”, 1982

ELEGÍA MARINA

Imperceptible, un sol

Declina por las ramas de la costa

Hasta las ondas de poniente

Que agitan los insectos.

Aquí reposa el cuerpo en la húmeda

Tierra de la memoria.

Un grito hubiera roto la distancia.

El único retorno

Murmura en lo más alto de la densa arboleda

De eucaliptos bajo el cielo cubierto. La sombra

Del volcán vertida al mar es el último mar

Que se cierra a los ojos en medio de un gran sueño.

El mar que penetraba por el borde más alto

Del sol, será el último mar

Para dorar tu frente. Como

Si el mar que terminara

de un golpe

Cumpliera tu figura

De “Disparos en el paraíso” 1982

EN NOVIEMBRE

Al fondo de esta tarde de tormenta

Nada huye del sabor a duelo

En las nubes que pasan.

La confianza de que vendrá

Otro amanecer, la cabaña

Entre los sombríos redobles

Del viento,

Como invitando a danza

O fin de asedio.

No puedo darte nada más

Que este ahora de todo en abandono,

Como si cumpliera una respuesta o un deseo

Que ya no importa.

Montón de labios, presencia de cosas

De repente, vislumbres que se apagan,

Desolada siembra en los bordes de la crecida

Avalancha que trastoca y confunde,

Y todo lo inunda, y también termina.

De libro inédito

EN ZANZÍBAR NO HAY TRABAJO

Carece de importancia cómo dicen que me llamo.

Carece de importancia la reputación que me sostiene.

El primer cuerpo con que tropiece será el primero y el

más hermoso, si no quiero morir bajo un montón de

lealtades.

El auténtico perdedor debe de ser un ganador nato,

pues sólo así se entiende la insistencia, la

meticulosidad que pone en la derrota.

Nada, nada es en vano. Todos cumplen con su deber,

todos tienen razón. Soy lo que me he dejado hacer y

valgo lo que la longitud de un sable.

Después de todo, la vida es un puente hacia la verdad,

cuyo peso se enamora del abismo.

De “El cónsul del mar del Norte”, 1990

FUERA DE JUVENTUD

FUERA de juventud

Nace la vida verdadera.

Infancia sólo es tierra,

Ya sólo tierra lo que beso.

Si yo abro la memoria

El aire allí su tumba encuentra.

De “Disparos en el paraíso”, 1982

LIGERO COMO EL CANTO

LIGERO como el canto que no acaba

Se ondula tu recuerdo en el verbero.

Regresa y es el mismo.

Despierto y no es un sueño,

A tu vuelta inocente encadenado.

La voz no sabe lo que canta.

Tallas mi vida y no lo advierto.

Hablo,

Y siempre ignoro de quién hablo.

De “Muerte sin ahí”, 1986

NOS OBLIGARON A OLVIDAR

Nos obligaron a olvidar

Dónde estábamos

Tan sólo dónde estábamos.

¿Es mi patria la lengua?

¿Habita

En la ciudad que ya no existe?

En la memoria,

Silencio de un cielo sin despedidas.

Al pie de otro volcán,

¿Hay patria que cantar?

Trazamos

El color de la sombra

De los cuerpos ausentes y nombramos

Lo que la aviva

Con los restos de los borrados

En la lengua de sus verdugos.

De “En tregua”, 2001

NUBES EN LA NOCHE

Nubes vanas en la noche,

Así pasan las palabras

Por la aurora irreversible de las cosas.

Todo pensar se declina

En el grito oscuro de lo pleno.

Y yo entre las vorágines te buscaba

Como si así pudiera con tu rescate

Cumplir un luminoso pasado.

De “A las islas vacías”, 1997

POR SALVARTE DEL HORIZONTE

Por salvarte del horizonte

Enterré mi cuerpo una tarde de mar en furia,

Incluso sin vestigio

De isla fatal,

que a ti y a mí

Debió a lo lejos de iluminarnos.

Ausencia y temblor enhebré,

Ceguera e ignorancia en cruz,

Por hacer entera en mis ojos

Tu primera mirada.

De “En tregua”, 2001

PROEMIO AL ABRAZO

SI fuésemos algo

Seríamos dos abismos,

Nada más que dos abismos?

En el tuyo arrojaría

La sombra vertiginosa de mi ser.

De “Disparos en el paraíso”, 1982

SENSACIÓN DE LA DISTANCIA

VIENDO el revuelto manojo de las palmas

Acuciadas por las sombras multiformes

Siento en el combate la blancura de tu imagen,

Los suaves y agitados muslos cuando

Con la fuerza de mi aliento los palpaba.

De “Disparos en el paraíso”, 1982

SIEMPRE SERÁS PARA UN AMOR LEJANO Y ESCONDIDO

A lo mejor uno se enamora para la despedida, para

cuando llega la estación seca y los hombres se besan a

la luz de Venus.

A lo mejor, para que aquella frase (tu cuerpo húmedo

contra el cual aprieto el mío recobra los días que se

fueron) subraye que estás solo.

Pero cuando surja de nuevo ?la veranda llena de

alegría, los cuerpos abrazados girando en la

penumbra?, volverás a decir:

Luz del instante, tus ojos. En ellos me veo por

primera vez.

No vengas con más mentiras, malasangre.

De “El cónsul del mar del Norte”, 1990

Tu casa ahora

Tu casa ahora es la celeste,

El cielo desplomado bajo el agua,

Casa del padre que apenas ha sido,

Sólo un puñado de reflejos

Traídos y llevados por el aire,

Todo el cielo amansado,

Por encima y por debajo del cielo,

Tu imagen en las olas que se vierten,

Todo el mar en silencio,

Las olas deshojadas, sin volumen,

Todo el mar sin sabor,

Entero, ignorándose.

Enséñame la luz,

Enséñame el valor de la luz, tú, que no sabes.

De “En tregua” 2002

Castro, Rosalía de

Rosalía de Castro (España, 1837 – 1885)

ÁNGEL

Todo duerme… del aire, el soplo blando

callado va, con temeroso vuelo

el aroma esparciendo de las rosas;

brilla la luna, y sueñan con el cielo

los niños que reposan, contemplando

flores, luz y pintadas mariposas.

¡Niños!, al soplo de mi tibio aliento,

dormid en paz, que os cubren con sus alas

los blancos y amorosos serafines,

y adornándoos a un tiempo con sus galas

hacen que en ondas os regale el viento

blando aroma de lirios y jazmines.

Y, en tanto, el astro de la noche, lento,

pálido, melancólico y suave,

del aire azul recorre los espacios,

globo de plata o misteriosa nave,

vaga a través del ancho firmamento,

por cima de cabañas y palacios.

Su tibia luz refléjase en la tierra

como del alba la primer sonrisa

que va a alegrar las aguas de la fuente;

y al rizarse los mares con la brisa,

cuanto su seno de hermosura encierra

muéstrase allí, brillante y transparente.

Las plantas y los céfiros susurran

con blando son, y acentos misteriosos

lanza, al pasar, el murmurante río,

y a través de los árboles frondosos

las estrellas inmóviles fulguran

chispas de luz en su ámbito sombrío.

Todo es reposo, y soledad, y sueño…

sueño aparente y soledad mentida,

en el mundo del hombre… ¡hermoso mundo

cuando, mintiendo, a amarle nos convida!

Y es que en que fuese amado puso empeño,

quien llena cielo y tierra, y mar profundo.

Mas… ¿qué pálida sombra cruza el prado…

errante, sola, fugitiva y leve?

Como si fuese en pos de un bien perdido,

apenas al pasar las hojas mueve.

Y vaga al pie del monte y del collado

cual tortolilla en torno de su nido.

Virgen parece por la undosa falda

y por la blonda y larga cabellera,

que el viento de la noche manso agita;

bello es su rostro y dulce la manera

con que pisa la alfombra de esmeralda,

mientras su seno con ardor palpita.

¡Pobre mujer!… ¿Qué culpa, qué pecado

como aguijón la ha herido en su inocencia,

que el calor de su lecho así abandona?

Yo sondaré el dolor de tu conciencia,

que no en vano a la tierra he descendido,

en nombre del Señor que la perdona.

BUSCA Y ANHELA EL SOSIEGO…

Busca y anhela el sosiego…

mas… ¿quién le sosegará?

Con lo que sueña despierto,

dormido vuelve a soñar.

Que hoy como ayer, y mañana

cual hoy, en su eterno afán,

de hallar el bien que ambiciona

-cuando sólo encuentra el mal-,

siempre a soñar condenado,

nunca puede sosegar.

DEL ANTIGUO CAMINO A LO LARGO…

Del antiguo camino a lo largo,

ya un pinar, ya una fuente aparece,

que brotando en la peña musgosa

con estrépito al valle desciende.

Y brillando del sol a los rayos

entre un mar de verdura se pierden,

dividiéndose en limpios arroyos

que dan vida a las flores silvestres

y en el Sar se confunden, el río

que cual niño que plácido duerme,

reflejando el azul de los cielos,

lento corre en la fronda a esconderse.

No lejos, en soto profundo de robles,

en donde el silencio sus alas extiende,

y da abrigo a los genios propicios,

a nuestras viviendas y asilos campestres,

siempre allí, cuando evoco mis sombras,

o las llamo, respóndenme y vienen.

DEL RUMOR CADENCIOSO DE LA ONDA…

Del rumor cadencioso de la onda

y el viento que muge;

del incierto reflejo que alumbra

la selva o la nube;

del piar de alguna ave de paso;

del agreste ignorado perfume

que el céfiro roba

al valle o a la cumbre,

mundos hay donde encuentran asilo

las almas que al peso

del mundo sucumben.

DICEN QUE NO HABLAN LAS PLANTAS, NI LAS FUENTES, NI LOS PÁJAROS…

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,

ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,

lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso

de mí murmuran y exclaman:

Ahí va la loca soñando

con la eterna primavera de la vida y de los campos,

y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,

y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,

mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,

con la eterna primavera de mi vida que se apaga

y la perenne frescura de los campos y las almas,

aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,

sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

EN LOS ECOS DEL ÓRGANO, O EN EL RUMOR DEL VIENTO…

En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,

en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,

te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,

sin encontrarte nunca.

Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido

otra vez de la vida en la batalla ruda,

ya que sigue buscándote y te adivina en todo,

sin encontrarte nunca.

Pero sabe que existes y no eres vano sueño,

hermosura sin nombre, pero perfecta y única.

Por eso vive triste, porque te busca siempre,

sin encontrarte nunca.

ERA APACIBLE EL DÍA…

Era apacible el día

y templado el ambiente

y llovía, llovía,

callada y mansamente;

y mientras silenciosa

lloraba yo y gemía,

mi niño, tierna rosa,

durmiendo se moría.

Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!

Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto

antes que empiece a corromperse…, ¡tierra!

Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,

bien pronto en los terrones removidos

verde y pujante crecerá la hierba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,

torvo el mirar, nublado el pensamiento?

¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!

Jamás el que descansa en el sepulcro

ha de tornar a amaros ni a ofenderos.

¡Jamás! ¿Es verdad que todo

para siempre acabó ya?

No, no puede acabar lo que es eterno,

ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma

te espera aún con amorosa afán,

y vendrás o iré yo, bien de mi vida,

allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas

que no morirá jamás,

y que Dios, por que es justo y porque es bueno,

a desunir ya nunca volverá.

En el cielo, en la tierra, en lo insondable

yo te hallaré y me hallarás.

No, no puede acabar lo que es eterno,

ni puede tener fin la inmensidad.

Mas… es verdad, ha partido,

para nunca más tornar.

Nada hay eterno para el hombre, huésped

de un día en este mundo terrenal,

en donde nace, vive y al fin muere,

cual todo nace, vive y muere acá.

Una luciérnaga entre el musgo brilla

y un astro en las alturas centellea,

abismo arriba, y en el fondo abismo;

¿qué es al fin lo que acaba y lo que queda?

En vano el pensamiento

indaga y busca lo insondable, ¡oh, ciencia!

Siempre al llegar al término ignoramos

qué es al fin lo que acaba y lo que queda.

Arrodillada ante la tosca imagen,

mi espíritu, abismado en lo infinito,

impía acaso, interrogando al cielo

y al infierno a la vez, tiemblo y vacilo.

¿Qué somos? ¿Qué es la muerte? La campana

con sus ecos responde a mis gemidos

desde la altura, y sin esfuerzo el llano

baña ardiente mi rostro enflaquecido.

¡Qué horrible sufrimiento! ¡Tú tan sólo

lo puedes ver y comprender, Dios mío!

¿Es verdad que lo ves? Señor, entonces,

piadoso y compasivo

vuelve a mis ojos la celeste venda

de la fe bienhechora que he perdido,

y no consientas, no, que cruce errante,

huérfano y sin arrimo

acá abajo los yermos de la vida,

más allá las llanadas del vacío.

Sigue tocando a muerto, y siempre mudo

e impasible el divino

rostro del Redentor, deja que envuelto

en sombras quede el humillado espíritu.

Silencio siempre; únicamente el órgano

con sus acentos místicos

resuena allá de la desierta nave

bajo el arco sombrío.

Todo acabó quizás, menos mi pena,

puñal de doble filo;

todo menos la duda que nos lanza

de un abismo de horror en otro abismo.

Desierto el mundo, despoblado el cielo,

enferma el alma y en el polvo hundido

el sacro altar en donde

se exhalaron fervientes mis suspiros,

en mil pedazos roto

mi Dios, cayó al abismo,

y al buscarle anhelante, sólo encuentro

la soledad inmensa del vacío.

De improviso los ángeles

desde sus altos nichos

de mármol me miraron tristemente

y una voz dulce resonó en mi oido:

«Pobre alma, espera y llora

a los pies del Altísimo:

mas no olvides que al cielo

nunca ha llegado el insolente grito

de un corazón que de la vil materia

y del barro de Adán formó sus ídolos.»

ESTACIONES

Adivínase el dulce y perfumado

calor primaveral;

los gérmenes se agitan en la tierra

con inquietud en su amoroso afán,

y cruzan por los aires, silenciosos,

átomos que se besan al pasar.

Hierve la sangre juvenil; se exalta

lleno de aliento el corazón, y audaz

el loco pensamiento sueña y cree

que el hombre es, cual los dioses, inmortal.

No importa que los sueños sean mentira,

ya que al cabo es verdad

que es venturoso el que soñando muere,

infeliz el que vive sin soñar.

¡Pero qué aprisa en este mundo triste

todas las cosas van!

¡Que las domina el vértigo creyérase!…

la que ayer fue capullo, es rosa ya,

y pronto agostará rosas y plantas

el calor estival.

Candente está la atmósfera;

explora el zorro la desierta vía:

insalubre se torna

del limpio arroyo el agua cristalina,

el pino aguarda inmóvil

los besos inconstantes de la brisa.

Imponente silencio

agobia la campiña;

sólo el zumbido del insecto se oye

en las extensas y húmedas umbrías;

monótono y constante

como el sordo estertor de la agonía.

Bien pudiera llamarse, en el estío,

la hora del mediodía,

noche en que al hombre de luchar cansado

más que nunca le irritan,

de la materia la imponente fuerza

y del alma las ansias infinitas.

Volved, ¡oh, noches de invierno frío,

nuestras viejas amantes de otros días!

Tornad con vuestros hielos y crudezas

a refrescar la sangre enardecida

por el estío insoportable y triste…

¡Triste!… ¡Lleno de pámpanos y espigas!

Frío y calor, otoño o primavera,

¿dónde…, dónde se encuentra la alegría?

Hermosas son las estaciones todas

para el mortal que en sí guarda la dicha;

mas para el alma desolada y huérfana,

no hay estación risueña ni propicia.

HORA TRAS HORA…

Hora tras hora, día tras día,

entre el cielo y la tierra que quedan

eternos vigías,

como torrente que se despeña,

pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume

después de marchita;

de las ondas que besan la playa

y que una tras otra besándola expiran.

Recoged los rumores, las quejas,

y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,

negros tormentos, dulces mentiras,

¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,

en dónde, alma mía?

LA CANCIÓN QUE OYÓ EN SUEÑOS EL VIEJO (fragmento)

VI

De pronto el corazón, con ansia extrema

mezclada a un tiempo de placer y espanto,

latió, mientras su labio murmuraba:

«¡No, los muertos no vuelven de sus antros!

Él era y no era él; mas su recuerdo,

dormido en lo profundo

del alma, despertóse con violencia

rencoroso y adusto.

-No soy yo, ¡pero soy! -murmuró el viento–,

y vuelvo, amada mía,

desde la eternidad para dejarte

ver otra vez mi incrédula sonrisa.

«¡Aún has de ser feliz! -te dije un tiempo,

cuando me hallaba al borde de la tumba-.

Aún has de amar-; y tú, con fiero enojo,

me respondiste: «¡Nunca!-

«¡Ah! ¿Del mudable corazón has visto

los recónditos pliegues?-,

volví a decirte. y tú, llorando a mares,

repetiste: «¡Tú SOlo, y para siempre!..

Después, era una noche como aquéllas;

y un rayo de la luna, el mismo acaso

que a ti ya mí nos alumbró importuno,

os alumbraba a entrambos.

Cantaba un grillo en el vecino muro,

y todo era silencio en la campiña,

¿no te acuerdas, mujer? Yo vine entonces,

sombra, remordimiento o pesadilla.

Mas tú, engañada recordando al muerto,

pero también del vivo enamorada,

te olvidaste del cielo y de la tierra

y condenaste el alma.

Una vez, una sola,

aterrada volviste de ti misma,

¡como para sentir mejor la muerte,

de la sima al caer, vuelve la víctima!

Y aun entonces, ¡extraño cuanto horrible

reflejo del pasado!,

el abrazo convulso de tu amante

te recordó, mujer, nuestros abrazos.

«¡Aún has de ser feliz!-, te dije un tiempo,

y me engañé. No puede

serlo quien lleva la traición por guía,

y a su sombra mortífera se duerme.

«¡Aún has de amar!-, te repetí, y amaste,

y protector asilo

diste, desventurada, a una serpiente

en aquel corazón que fuera mío.

Emponzoñada estás; odios y penas

te acosan y persiguen,

y yo casi con lástima contemplo

tu pecado y tu mancha irredemibles.

¡Mas, vengativo, al cabo yo te amaba

ardientemente y te amo todavía!…

Vuelvo para dejarte

ver otra vez mi incrédula sonrisa.

LÁGRIMA TRISTE EN MI DOLOR VERTIDA…

A la memoria del poeta gallego Aurelio Aguirre

Lágrima triste en mi dolor vertida,

perla del corazón que entre tormentas

fue en largas horas de pesar nacida,

en fúnebre memoria convertida

la flor será que a tu corona enlace;

las horas de la vida turbulentas

ajan las flores y el laurel marchitan;

pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,

llanto de duelo que el dolor fecunda,

si el triste hueco de una tumba anega

y sus húmedos hálitos inunda,

ni el sol de fuego que en Oriente nace

seco su manantial a dejar llega

ni en sutiles vapores le deshace,

¡y es manantial fecundo el llanto mío

para verter sobre un sepulcro amado

de mil recuerdos caudaloso río!

LAS CAMPANAS

Yo las amo, yo las oigo,

cual oigo el rumor del viento,

el murmurar de la fuente

o el balido de cordero.

Como los pájaros, ellas,

tan pronto asoma en los cielos

el primer rayo del alba,

le saludan con sus ecos.

Y en sus notas, que van prolongándose

por los llanos y los cerros,

hay algo de candoroso,

de apacible y de halagüeño.

Si por siempre enmudecieran,

¡qué tristeza en el aire y el cielo!

¡Qué silencio en la iglesia!

¡Qué extrañeza entre los muertos!

LOS UNOS ALTÍSIMOS…

Los unos altísimos,

los otros menores,

con su eterno verdor y frescura,

que inspira a las almas

agrestes canciones,

mientras gime al chocar con las aguas

la brisa marina de aromas salobres,

van en ondas subiendo hacia el cielo

los pinos del monte.

De la altura la bruma desciende

y envuelve las copas

perfumadas, sonoras y altivas

de aquellos gigantes

que el Castro coronan;

brilla en tanto a sus pies el arroyo

que alumbra risueña

la luz de la aurora,

y los cuervos sacuden sus alas,

lanzando graznidos

y huyendo la sombra.

El viajero, rendido y cansado,

que ve del camino la línea escabrosa

que aún le resta que andar, anhelara,

deteniéndose al pie de la loma,

de repente quedar convertido

en pájaro o fuente,

en árbol o en roca.

MEDITACIÓN EN EL UMBRAL

No, no es la solución

tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy

ni apurar el arsénico de Madame Bovary

ni aguardar en los páramos de Ávila la visita

del ángel con venablo

antes de liarse el manto a la cabeza

y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando

las vigas de la celda de castigo

como lo hizo Sor Juana. No es la solución

escribir, mientras llegan las visitas,

en la sala de estar de la familia Austen

ni encerrarse en el ático

de alguna residencia de la Nueva Inglaterra

y soñar, con la Biblia de los Dickinson,

debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo

ni Mesalina ni María Egipciaca

ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

NEGRA SOMBRA

Cuando pienso que te fuiste,

negra sombra que me asombras,

a los pies de mis cabezales,

tornas haciéndome mofa.

Cuando imagino que te has ido,

en el mismo sol te me muestras,

y eres la estrella que brilla,

y eres el viento que zumba.

Si cantan, eres tú que cantas,

si lloran, eres tú que lloras,

y eres el murmullo del río

y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,

para mí y en m misma moras,

ni me abandonarás nunca,

sombra que siempre me asombras.

ORILLAS DEL SAR

I

A través del follaje perenne

que oír deja rumores extraños,

y entre un mar de ondulante verdura,

amorosa mansión de los pájaros,

desde mis ventanas veo

el templo que quise tanto.

El templo que tanto quise…

pues no sé decir ya si le quiero,

que en el rudo vaivén que sin tregua

se agitan mis pensamientos,

dudo si el rencor adusto

vive unido al amor en mi pecho.

II

Otra vez, tras la lucha que rinde

y la incertidumbre amarga

del viajero que errante no sabe

dónde dormirá mañana,

en sus lares primitivos

halla un breve descanso mi alma.

Algo tiene este blando reposo

de sombrío y de halagüeño,

cual lo tiene en la noche callada

de un ser amado el recuerdo,

que de negras traiciones y dichas

inmensas, nos habla a un tiempo.

Ya no lloro…, y no obstante, agobiado

y afligido mi espíritu, apenas

de su cárcel estrecha y sombría

osa dejar las tinieblas

para bañarse en las ondas

de luz que el espacio llenan.

Cual si en suelo extranjero me hallase,

tímida y hosca, contemplo

desde lejos los bosques y alturas

y los floridos senderos

donde en cada rincón me aguardaba

la esperanza sonriendo.

III

Oigo el toque sonoro que entonces

a mi lecho a llamarme venía

con sus ecos, que el alba anunciaban,

mientras, cual dulce caricia,

un rayo de sol dorado

alumbraba mi estancia tranquila.

Puro el aire, la luz sonrosada,

¡qué despertar tan dichoso!

Yo veía entre nubes de incienso

visiones con alas de oro

que llevaban la venda celeste

de la fe sobre sus ojos…

Ese sol es el mismo, mas ellas

no acuden a mi conjuro;

y a través del espacio y las nubes,

y del agua en los limbos confusos,

y del aire en la azul transparencia,

¡ay!, ya en vano las llamo y las busco.

Blanca y desierta la vía

entre los frondosos setos

y los bosques y arroyos que bordan

sus orillas, con grato misterio

atraerme parece y brindarme

a que siga su línea sin término.

Bajemos, pues, que el camino

antiguo nos saldrá al paso,

aunque triste, escabroso y desierto,

y cual nosotros cambiado,

lleno aún de las blancas fantasmas

que en otro tiempo adoramos.

IV

Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,

caigo en la senda amiga, donde una fuente brota

siempre serena y pura;

y con mirada incierta, busco por la llanura

no sé qué sombra vana o qué esperanza muerta,

no sé qué flor tardía de virginal frescura

que no crece en la vía arenosa y desierta.

De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda,

gallardamente arranca al pie de la vereda

la Torre y sus contornos cubiertos de follaje,

prestando a la mirada descanso en su ramaje

cuando de la ancha vega, por vivo sol bañada

que las pupilas ciega,

atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.

Como un eco perdido, como un amigo acento

que suena cariñoso,

el familiar chirrido del carro perezoso

corre en las alas del viento y llega hasta mi oído

cual en aquellos días hermosos y brillantes

en que las ansias mías eran quejas amantes,

eran dorados sueños y santas alegrías.

Ruge la Presa lejos…, y, de las aves nido,

Fondóns cerca descansa;

la cándida abubilla bebe en el agua mansa

donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa

beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa

las aguas del olvido, que es de la muerte hermano:

donde de los vencejos que vuelan en la altura

la sombra se refleja;

y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla

por entre la verdura de la frondosa orilla.

V

¡Cuán hermosa es tu vega! ¡Oh, Padrón! ¡Oh, Iria Flavia!

Mas el calor, la vida juvenil y la savia

que extraje de tu seno,

como el sediento niño el dulce jugo extrae

del pecho blanco y lleno,

de mi existencia oscura en el torrente amargo

pasaron, cual barridas por la inconstancia ciega,

una visión de armiño, una ilusión querida,

un suspiro de amor.

De tus suaves rumores la acorde consonancia,

ya para el alma yerta, tornóse bronca y dura

a impulsos del dolor;

secáronse tus flores de virginal fragancia;

perdió su azul tu cielo, el campo su frescura,

el alba su candor.

La nieve de los años, de la tristeza el hielo

constante, al alma niegan toda ilusión amada,

todo dulce consuelo.

Sólo los desengaños preñados de temores,

y de la duda el frío,

avivan los dolores que siente el pecho mío,

y ahondando mi herida,

me destierran del cielo, donde las fuentes brotan

eternas de la vida.

VI

¡Oh, tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella!

Viendo cuán triste brilla nuestra fatal estrella,

del Sar cabe la orilla,

al acabarme, siento la sed devoradora

y jamás apagada que ahoga el sentimiento,

y el hambre de justicia, que abate y anonada

cuando nuestros clamores los arrebata el viento

de tempestad airada.

Ya en vano el tibio rayo de la naciente aurora

tras del Miranda altivo,

valles y cumbres dora con su resplandor vivo;

en vano llega mayo de sol y aromas lleno,

con su frente de niño de rosas coronada,

y con su luz serena:

en mi pecho ve juntos el odio y el cariño,

mezcla de gloria y pena,

mi sien por la corona del mártir agobiada

y para siempre frío y agotado mi seno.

VII

Ya que de la esperanza, para la vida mía,

triste y descolorido ha llegado el ocaso,

a mi morada oscura, desmantelada y fría

tornemos paso a paso,

porque con su alegría no aumente mi amargura

la blanca luz del día.

Contenta el negro nido busca el ave agorera,

bien reposa la fiera en el antro escondido,

en su sepulcro el muerto, el triste en el olvido,

y mi alma en su desierto.

POBRE ALMA SOLA…

¡Pobre alma sola!, no te entristezcas,

deja que pasen, deja que lleguen

la primavera y el triste otoño,

ora el estío y ora las nieves;

que no tan sólo para ti corren

horas y meses;

todo contigo, seres y mundos

de prisa marchan, todo envejece;

que hoy, mañana, antes y ahora,

lo mismo siempre,

hombres y frutos, plantas y flores,

vienen y vanse, nacen y mueren.

Cuando te apene lo que atrás dejas,

recuerda siempre

que es más dichoso quien de la vida

mayor espacio corrido tiene.

RECUERDA EL TRINAR DEL AVE…

Recuerda el trinar del ave

y el chasquido de los besos;

los rumores de la selva,

cuando en ella gime el viento,

y del mar las tempestades,

y la bronca voz del trueno;

todo halla un eco en las cuerdas

del arpa que pulsa el genio.

Pero aquel sordo latido

del corazón que está enfermo

de muerte, y que de amor muere

y que resuena en el pecho

como en bordón que se rompe

dentro de un sepulcro hueco,

es tan triste y melancólico,

tan horrible y tan supremo,

que jamás el genio pudo

repetirlo con sus ecos.

SOLEDAD

Un manso río, una vereda estrecha,

un campo solitario y un pinar,

y el viejo puente rústico y sencillo

completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo

basta a veces un solo pensamiento.

Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras

el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;

eres tú, corazón, triste o dichoso,

ya del dolor y del placer el árbitro,

quien seca el mar y hace habitable el polo.

TE AMO… ¿POR QUÉ ME ODIAS?…

Te amo… ¿Por qué me odias?

-Te odio… ¿Por qué me amas?

Secreto es éste el más triste

y misterioso del alma.

Mas ello es verdad… ¡Verdad

dura y atormentadora!

-Me odias porque te amo;

te amo porque me odias.

TÚ PARA MÍ, YO PARA TI, BIEN MÍO…

I

Tú para mí, yo para ti, bien mío

-murmurábais los dos-

«Es el amor la esencia de la vida,

no hay vida sin amor» .

¡Qué tiempo aquel de alegres armonías!…

¡Qué albos rayos de sol!…

¡Qué tibias noches de susurros llenas,

qué horas de bendición!

¡qué aroma, qué perfumes, qué belleza

en cuanto Dios crió,

y cómo entre sonrisas murmurábais:

«¡No hay vida sin amor!»

II

Después, cual lampo fugitivo y leve,

como soplo veloz,

pasó el amor…, la esencia de la vida…;

mas… aún vivís los dos.

«Tú de otro, y de otra yo» , dijísteis luego.

¡Oh mundo engañador!

Ya no hubo noches de serena calma,

brilló enturbiado el sol!…

¿Y aún, vieja encina, resististe? ¿Aún late,

mujer, tu corazón?

No es tiempo ya de delirar, no torna

lo que por siempre huyó.

No sueñes, ¡ay!, pues que llegó el invierno

frío y desolador.

Huella la nieve, valerosa, y cante

enérgica tu voz.

¡Amor, llam inmortal, rey de la tierra,

ya para siempre, adiós!

UNA SOMBRA TRISTÍSIMA, INDEFINIBLE Y VAGA…

Una sombra tristísima, indefinible y vaga

Como lo incierto, siempre ante mis ojos va

Tras de otra vaga sombra que sin cesar la huye,

Corriendo sin cesar.

Ignoro su destino…; mas no sé por qué temo

Al ver su ansia mortal,

Que ni han de parar nunca, ni encontrarse jamás.

YA DUERMEN EN SU TUMBA LAS PASIONES…

Ya duermen en su tumba las pasiones

el sueño de la nada;

¿es, pues, locura del doliente espíritu,

o gusano que llevo en mis entrañas?

Yo sólo sé que es un placer que duele,

que es un dolor que atormentado halaga,

llama que de la vida se alimenta,

mas sin la cual la vida se apagara.

YA NO MANA LA FUENTE…

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;

ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.

Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,

ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.

Sólo el cauce arenoso de la seca corriente

le recuerda al sediento el horror de la muerte.

¡Mas no importa! A lo lejos otro arroyo murmura

donde humildes violetas el espacio perfuman.

Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,

tiende en torno del agua su fresquísima sombra.

El sediento viajero que el camino atraviesa,

humedece los labios en la linfa serena

del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,

y dichoso se olvida de la fuente ya seca.

YO NO SÉ LO QUE BUSCO ETERNAMENTE…

Yo no sé lo que busco eternamente

en la tierra, en el aire y en el cielo;

yo no sé lo que busco; pero es algo

que perdí no sé cuando y que no encuentro,

aun cuando sueñe que invisible habita

en todo cuanto toco y cuanto veo.

Felicidad, no he de volver a hallarte

en la tierra, en el aire, ni en el cielo,

y aun cuando sé que existes

y no eres vano sueño!

Castro, Luisa

Reseña biográfica

Poeta y novelista española nacida en Foz, Lugo, en 1966.

Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado también estudios de cine en Columbia y New York University.

Inició su carrera literaria a los diecisiete años con la publicación del libro Odisea definitiva. Libro póstumo, en 1984. Posteriormente obtuvo «Primer Premio Hiperión de Poesía» en 1987

con su libro Los versos del eunuco y el «Premio Rey Juan Carlos de Poesía» con Los hábitos del artillero publicado en 1989. Parte de su obra poética está contenida en los poemarios Ballenas en 1992, De mí haré una estatua viviente en 1997 y Señales con una sola bandera en 2004.

A su recorrido poético se suman sus grandes éxitos con las novelas El somier, finalista del «Premio Herralde» 1990, La fiebre amarilla 1994, El secreto de lejía, «Premio Azorín» 2001, Viajes con mi padre 2003 y La segunda mujer, «Premio Biblioteca Breve de Seix Barral»

AGONÍA

Tú no vienes.

Te sientas a mi lado

y te gusta hacer preguntas

y esperas

que yo extraiga un pez brillante

del fondo del lago.

Pescadora no soy.

Nadie me ha visto enturbiando la orilla del río

con unas botas de agua.

Lo que estremece al buscador de oro,

ese brillo convulso,

para mí es dolor.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

ANTES DE SER ÁRBOL FUI CAZADOR

Antes de ser árbol fui cazador,

cacé ciervos,

cacé orugas,

cacé negros caballos de río,

cacé pájaros distintos en el ala de la noche,

cacé nobles dentaduras de conejo,

cacé un asno antiguo en el ojo de la higuera,

cacé vacas gordas con el cuerno habitado de pistilos.

cacé larvas para ti de pequeñita muerte,

cacé libélulas con el cuello dibujado

y rostros de sirena en el culo del invierno

cacé.

Antes de ser puente fui incendiaria

y en cada cabello abrí una brecha

como un barco.

Sabía el fuego,

conocía las artes. Parte de mis dedos

se ardieron y así vistes: piel bajo

la piel, en el útero

cenizas

y así nazco.

Ahora soy domador. Vivo en el circo

y luego lo peor

cuando la fatiga y la tarde

y una plantación de eunucos que regar

en el corazón imberbe de la tierra.

De “Los versos del Eunuco” 1986

AUNQUE SE RÍAN DE LOS VERSOS QUE TE ESCRIBO…

Aunque se rían de los versos que te escribo

y que dejo escondidos en las mantas del catre,

pedaleo.

Y Vegadeo es de lejos un fósforo encendido,

llevo alas en las ruedas,

voy en llanta,

pero conozco el paisaje y tengo alma

porque hago amistades

con recuas de perros de varios pueblos

y diversa índole.

Me ladran porque te amo.

Se arrojan a mis zapatos como fanecas salvajes.

De “Ballenas” 1988

BUCEA

No llenes el foso de cocodrilos,

no lo hagas, bésame,

yo luego no podré tirarme de cabeza

y todo terminará como siempre

sin haber empezado.

Llévate mi vida, deja en paz mi pelo,

lleva todo lo que tengo, nunca encontrarás

el nudo oculto de mi cabeza, no me des

la lata más, no me dejes un regalo

ni quieras beberte mi copa, llévate

mi vida

y no me mires más.

Sólo bucea,

clava el arpón en tu presa,

afina y discierne

porque ya no eres joven.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

BUENAS NOCHES

Yo sólo espero

que llegue la noche para poder dormir.

Darán las once -no es la hora

todavía

de que se acuesten los niños-.

Un poco más y podré cerrar los ojos

hasta mañana.

El día me despertará

con la misma disculpa de siempre.

Le perdonaré, sí.

**

Yo sólo deseo

que pase el tiempo y por fin llegue la muerte.

Que pase sobre mi cabeza y mi cuerpo

corriendo

hasta que pueda decir

basta, ya me has bautizado,

nada nuevo sucederá

si dejas caer sobre mí

el agua y tus bendiciones.

Sólo deseo eso.

Que pase el tiempo deprisa,

que llegue la vejez

y ya nada importe,

sólo lo que a solas en mi corazón sobreviva,

sólo lo que me acompañe hasta allí

y también allí

todo eso me abandone.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

CAE IMPENITENTE UNA LLUVIA DE PALOS UNA VIRGEN SE LAMENTA

De noche cuando el eunuco

duerme

soñando con mi tercera muerte y mi corazón

divide el oro de la sangre

un pequeño temblor me habita por la boca.

Pulsar útiles arpas

entonces,

templar cálido hierro, cerrar

sobre algún sexo las manos aún gritando

sólo puedo morir, sólo puedo morir,

quizás signifique

estar cerca

de mi soledad con un nudo.

Quizás signifique verter fotografías en una zona

a menudo extranjera

golpeando una arena cimentada.

Pero cuando duerme o se empeña en la venta de

mis bienes,

en mi rostro sobre el palo, sólo queda

morir, sólo

queda morir, lo doloroso

es la mañana con himno y camareras,

lo doloroso

es mi cuerpo con andamiaje de ola como edificio

de

aire.

A las cinco se llena de mujeres como

un parque.

A las seis un viento que oscurece

lo recorre como un

sable.

De “Los versos del Eunuco” 1986

CASI MEDIODÍA

I

Pero te dejo ir, te marchas, y yo ya no recuerdo

si debo sufrir, si es mi hora, mi llanto,

mi Penélope,

mi asiento duro y fácil

de tejedora a la sombra de una espera inconmovible:

te dejo ir y la mañana

cae espesa y ruidosa,

se postra en mis pasillos,

invade las cocinas y yo ya no te amo

porque no, no es del todo cierto un dolor tan constatable.

Te dejo ir y avanzas confusamente entre los parques,

estropeándolo todo con las huellas de

tus botas

grandes de soldado rubio.

Te vas a la guerra y decir miedo,

verte desaparecer diciendo hambre,

verte caminar con la muerte sonriéndote en la espalda,

prostituta de quince minutos estrechos

en la primera esquina, junto

a la tienda de puñales.

II

Y no, no es del todo cierto un dolor tan apreciable

porque hay una cosa entre los frigoríficos

que se llama resurrección

y cada hora decapitada, cada segundo

mutilado, cada vinculación ahí afuera

supone que los perros van a desaparecer algún día

con su fidelidad que traiciona rebaños,

con su estúpida conducta de amor incondicional y severo.

No es del todo cierto eso de que yo sufra,

pregúntale a una esfinge sin brazos

y con la nariz incompleta

si me ha visto pasar con lágrimas y duelo.

Quieren responderte con la misma frase lapidaria,

hija de siglos,

¡ah!, qué terrible llanto las cariátides, qué terrible llanto,

pero yo

no pertenezco a la historia

y no tengo amistades de piedra.

Yo, dulcemente, he llegado a la desmesura del amor,

a la cintura estrechísima de la soledad, dulcemente,

etcétera,

y mi alma alargada por el uso, estirada

y ensanchada

por los viajes fugitivos de tu cuerpo

acumula el aire y flota,

mi alma floja, preguntándose

qué es esa cosa de que te miren

todas las ciudades, de que te acojan todas las

Venecias.

De “Odisea definitiva” 1984

DEJÉ DE TRANSMITIR SUS SEÑALES E INTERPRETÉ LAS MÍAS

Cuando las gaviotas se lo coman todo

y en los esqueletos de los barcos proliferen

los insectos,

seguirás preguntándote qué hice contigo

después de recordarte.

Porque después del recuerdo vienen otras cosas

que no conociste,

que tampoco conocí porque desaparecían

al ritmo ligero de lo no deseado.

Pequeñas rozaduras que envejecían el instinto

de retenerte

y que no hacían daño, como ahora las gaviotas.

Todavía no, pero las veo gordas

sobre sus patas tiesas de aferrarse a los ahogados

y comerles los ojos

sin movimiento.

Porque no opone resistencia la carroña

engordarán tranquilas.

Pero todavía no,

aunque las vea.

De “Los hábitos del artillero” 1990

EL INVENTARIO DE LA MUERTE

Al alquimista una fuga lenta de soldados

solicito, un solo golpe para mí

con amigas almas que se incendian para nadie

y la fiera sorda del cuerpo

a veces ya patria o ya derrota que conozco

sin derribos.

Puedes empezar a decir

¿y la intemperie?

Puedes empezar a tocarte las manos.

Que no vendrá una guerra de treinta años a llevarte,

no vendrá mi voz con presagios y terrazas

a perderte.

Es la alegría de mis uñas sucias,

el olor de la piel y los zapatos de estratega

que no abandonaré, que no

abandonaré

en las llamas aunque ardas

para nadie

con un verso de urgencia y largo olvido en la garganta.

Al alquimista

dadle

el fuego, para mí el cuerpo extranjero

que no conoce mi país de penas

donde los cónsules del cieno se aburren libremente

con muchachos dulces que no saben

besar.

De “Los versos del Eunuco” 1986

EL SUEÑO DE LA MUERTE

I

Despiértame de este sueño de la muerte,

príncipe de mis días,

acércate,

encuéntrame tendida en este sueño de la muerte.

Tan bella como pueda serlo

aquella que ha cruzado huyendo un bosque

y se ha rendido,

así soy yo de bella.

Muerta y llorada por pequeños amigos.

II

Despiértame de este sueño de la muerte.

Atiende toda señal del camino

y presta oídos al rumor de los árboles.

Ellos te guiarán.

Ábrete paso, príncipe de mis días,

encuéntrame aquí bella y dormida

y bésame.

Tanto

como puedas besar a aquella

que ha cruzado huyendo un bosque

perseguida y sin culpa

hasta perderse.

Así de bella soy.

III

Tu caballo,

escúchalo,

sabe hacia dónde va,

no lo reprendas.

Sus pequeñas y sensibles orejas

te guiarán.

Hasta este claro en el bosque.

Hasta mí,

que sabía que vendrías a caballo.

IV

Escondida

del filo mortal del malvado

hasta aquí he llegado.

Refugiada

de los venenos que acechan,

nadie

puede arrancarme el corazón.

Así de muerta estoy.

V

Pero la casa es pequeña

y las herramientas,

diminutas en mis manos.

La bondad de mis amigos,

un hermoso ataúd de cristal

y un entierro hermoso.

Y esa roja manzana

de piel resplandeciente

y maligna semilla,

no más dura y más bella que este fruto de mi muerte.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

ESTOY HACIENDO PRUEBAS DE VELOCIDAD

Retrocede.

No soy yo, que conozco la cinta del tiempo

y navego

a sabiendas

de que en el mar las horas tienen otro arbitrio

y otra medida

las fuerzas.

Es el mundo,

que retrocede.

De “Los hábitos del artillero” 1990

INOCENCIA

Se acabó la inocencia.

Era una bebida empalagosa y breve,

una comida exótica,

ahora ya lo sé.

La probé.

De esas cosas que se toman un día

y siempre las recuerdas,

de esa gente que te encuentras

y no vuelves a ver.

Nunca sabrás lo que pasaría

en el banco de la inocencia.

Con los pies colgando

allí sólo vive la gente que no recuerdas,

lo que nunca ha pasado.

Te sentaste un momento

a escuchar desde lejos la orquesta.

Era duro y solitario

el banco de la inocencia.

Demasiada prisa en volver

como para no olvidarte algo.

Ahora ya lo sabes,

la inocencia es esa gente

que se quedó tu chaqueta.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

LA AMIGA MUERTA

Averigua,

dulce corazón de hermana imperdonable,

cómo llegó hasta casa la discordia

y cómo nos estalló en las manos

un juguete que nunca deseamos, recuerda.

Nos estalló en las manos.

A ti te llevó la cara

y a mí la mano izquierda.

Ahora sólo puedo escribir

pensando en mi amiga muerta.

Ahora, dulce corazón de hermana imperdonable,

sólo puedo escribir.

**

Averigua,

dulce hermana que nada perdonas

ni a tus huestes eliges,

dónde prendió el mal

y qué he hecho y qué has hecho,

quién de todas las furias

(enmascarada, soberbia),

desbarató la obra que el tiempo había erguido

y se comió el papel donde quedaba escrito

para el hombre venidero,

aquel que te llamaba al fondo de la carretera

con los brazos abiertos y el color de los ojos

aún por determinar,

la forma en que habrías de reconocerlo:

Llegará de día con los rayos del sol,

no enturbiará su mirada

el frío del amanecer

ni los oscuros reclamos del bosque.

Pero cuando sea la hora tú ya no estarás. Estaré yo.

y en ese momento del baile

la muerte

cambiará de pareja.

***

Abre los ojos, es ella otra vez.

No tengas miedo, es

una cara amiga

y te hablará con las mismas palabras de siempre.

No deben sorprenderte

sus frases de agradecimiento por oírla ya muerta

ni sus gestos de disculpa por yacer en el suelo.

Sabes que no se irá

aunque tú te vayas

y tus ojos no quieran ver.

Sabes que no se irá,

seguirá aquí,

por una eternidad seguirá aquí.

Eres tú la que ocupas su lugar.

Eres tú la que llenas su tiempo.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

LA CAÍDA

Las montañas cristalizan en mil años

y el mar gana un centímetro a la tierra

cada dos milenios,

horada el viento la roca

en cuatro siglos

y la lluvia,

también la lluvia se toma su tiempo para caer.

Se paciente, con mi corazón

que suspira por una obra duradera.

Como el viento,

como la lluvia,

también mi corazón

se toma su tiempo para caer.

LOS REYES DEL ANOCHECER I

De comida del diablo me alimento.

Los reyes del anochecer

se abrigan

un paso atrás del puesto encomendado.

Voy hasta la esquina del moro

y allí pongo mi sonrisa, mi dinero.

Por siempre hombres armados

que saben decir no

y hombres desarmados que carecen de rutina

mezclados me perturban, me apasionan

con sus mesas de playa abiertas

en la noche,

con sus tres o cuatro cosas en venta.

El mismo perfume desde hace dos años,

mi amor hecho de pesas,

una forzosa condición para llegar hasta el final

y mucha gente que sepa

lo infelices que somos

viéndonos como uno más,

eso quisiera, sí.

Y que todo quede atrás, cuando salgo de este bar,

Con el último hueso de aceituna.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

MÁS QUE EN EL ARMADOR …

Más que en el armador.

Más que en el armador con cara de satisfecho.

Víctima

de tus caprichos.

De “Ballenas” 1988

MÁS QUE EN LAS POTERAS…

Más que en las poteras.

Más que el calamar del color del coñac

que no conoces,

más que en el coñac donde mojo la potera

persiguiendo el calamar,

más que en la potera que me arrojas, que me espera

por las noches,

cuando bebo.

De “Ballenas” 1988

MÁS QUE EN LOS ANZUELOS…

Más que en los anzuelos.

Aún más que en mi dedo gordo

con un anzuelo

en vez de robalizas.

Aún más que en el anzuelo que tengo en el corazón

en vez de robalizas.

Más aún que en la cabeza de robaliza que tengo

en vez de anzuelos.

Más, más que en los anillos que hago para ti

con anzuelos de robalizas.

De “Ballenas” 1988

MEDIODÍA

I

Un almuerzo de averías y lutos instantáneos

detrás de las ventanas.

La soledad es una mentira para acercarte

a los besos con premeditación.

Sólo esta sensación de pan lejano,

de hambre que no es, de transeúntes mojados en un día caliente,

sólo la certidumbre

de masticar el aire, de ver que todos

se han muerto de repente

en este mediodía abierto a los abismos.

Está bien,

todos comprenden que la vida es una cosa de siesta

postergada. Todos

se han marchado a amarse a los vertederos de la ciudad;

como si la vida fuera una cosa de siesta postergada

han cogido sus pertenencias y no han dicho me voy:

el éxodo de los baúles, los libros, las indigencias

y acaso un hombre conocido entre la muchedumbre,

un hombre con el cabello sucio y

en la boca

cierto resabio de siesta postergada.

II

Yo, mientras, cuento con paciencia las arenas que me habitan

y no estoy sola entre tanto caos

y esta fauna irreverente que me crece desde adentro

y me pregunto dónde podrás estar

cuando el naufragio llegue

y

que si vas a volver separando las aguas,

frenando

la lluvia de este día, comiéndote

los charcos tiempo

de mi casa,

instalando sin dolor

tu maldición

de aguacero.

Es pronto para decir que se han precipitado

las aguas.

Y el ángulo recto insostenible del amor,

del amor que comercia con los pasos lentos

de un elefante creciéndote en la boca.

Que si vas a venir con Abraham, con Josué,

habitando la fortuna de los dioses y

sus iras

o

subido sobre la arquitectura apretada de un poema

Con los hijos desheredados de la infancia.

(Querían verte con una sonrisa plana y

ensortijarte

el cabello en los cines de pueblo

y yo,

acercarte un poco más al lugar donde la palabra

es una mujer abierta de piernas, animal

gestante,

infinitamente divisible, una estructura

de miedo

laberíntica e infranqueable).

Es bastante pronto para afirmar

que se han precipitado

las aguas.

En todo caso vendrás, vendrás, amor,

porque el futuro cese.

III

Y debo preguntarme dónde estarás ahora,

entre qué destrucciones, entre qué cadáveres,

recordando qué malditas aventuras de niños,

sólo de niños, pero

temprano

es una palabra no muy bella,

y yo ya no puedo con viejas historias

de novios

que se besan en los puertos y hacen el amor

en los portales,

no puedo ya con las leyendas heroicas de

mi pueblo, no

tengo apenas un miedo que

devaste las canciones

y no sé si es prematuro decir

que casi te amo

cuando la palabra triste deja de pesar sobre

las conciencias.

Imposibilidad

del

amor

turco

sólo hay un pan inútil y trabajoso

y niños que se suicidan gentilmente

debajo de

la escalera, sangre

que desborda

el cuarto de las escobas, y

un muerto fragilísimo cayéndosenos

justamente

cuando una órbita se abre y olvida sus sucesiones,

cuando algo ha

perdido el

ritmo y

desconoce de pronto

sus herencias de engranaje.

IV

Bueno, mi amor, y luego todos los hijos

que no llegaron a tiempo para la celebración

del vino

y el espanto

de las ventanas tapiadas.

V

El sol inventa excusas y entonces tú

tendrías que llegar,

irrumpir en los pasillos,

echar abajo las puertas,

preguntar por algún nombre y besar con amor

todos los maltratados brazos.

Tendrías que despojarte del cuchillo,

de las artes

de la lucha y del polvo del combate

y amar como los hombres grandes

alzados en las estatuas,

amar brutal e impunemente

con altura de grito

que cierra todas las guerras.

Ya ves, en cambio yo admito tristemente

esta ubre soleada

que entra por las terrazas

mientras

espero en silencio

a que se cumplan la mayoría de las profecías

que anunciaban

tu llegada intempestiva

de fiera desconcertada y atroz

en medio de las alcobas.

Yo, la de los pechos más tristes,

la vestal de piedra y espuma

(Penélope no lo habría dicho entonces)

te esperaré, sí, con un poema siempre inmediato

en los ojos

y un cinturón de castidad a rayas,

detrás,

detrás,

aferrada al más hermoso mocharabiyeh.

De “Odisea definitiva” 1984

MORDIENDO POR LAS CALLES A LOS HOMBRES QUE SE AMAN

Algunas palabras para perder la vía,

algunas palabras, que no falten palabras,

quiero saber

el lugar

que

ocupa

mi

odio, quiero saber dónde se puede encontrar

una tienda del mejor

de los vinos

del vaso de la palabra.

Atentos al dolor, sí, sí,

atentos al dolor como en los huesos poderosos de mis

piernas,

atentos al regreso de los hombros

o la tierra hacia las ascuas.

Quiero saber cómo se cae a las llamas,

cómo se cae a la hoguera alta

y doble del

dolor mejor de todo dolor. Yo soy

un ángel falto de recursos, no me mires, voy

hecho lentamente

con el corazón pobre de pobreza de ángel,

con la indigencia en el centro

atento

como un noble mensajero del error

al dolor

de los mamíferos.

Cómo se me vierte el fuego en la raíz

de la lengua y la carne

empieza a oler a campana que no cesa. Es terrible,

es terrible

no conocer el mundo de las aves inferiores,

sus migraciones, vuelos,

averías, de las cornejas tan útiles, de las

golondrinas ignorantes y ciegas,

de las gaviotas tristes como

otoños.

Mirad, mirad, es tan terrible esto,

yo creo adivinar la sangre de

los míos, es larga, aguda, cruel, se necesitan

trajes

para verlo. Como mi sangre

que va

mordiendo viñas, que va

mordiendo

cuerpos, que va con dientes y con sangre

mordiendo por las calles a los hombres que se aman

saliendo de los cines.

Yo vivo en una ciudad pétrea y

a veces

somos pasos.

Se pueden ver arrastrando a nadie,

se pueden ver

lustrosas cabelleras,

tres o cuatro pasos solos,

duros,

precisamente amargos golpeando

la tarde y las cenizas

brillantes

como lluvia.

Y las mujeres que cuento en mi cabeza, que recuento,

que olvido,

sus vestidos azules que tendré que colgar, sus

dolorosas manos, vírgenes verdaderas.

Las mujeres que mi madre me abrió para que no empezase

todos los versos con su nombre. Para que no empezase

todos los versos con su vidrio de nombre.

Todas las mujeres que

recuerdo

buscando un duro cuenco donde albergar el vientre.

Todas las mujeres que mi madre me abrió.

Pero perdón, el mundo.

Pero perdón, la noche de los gendarmes

que me araña el pezón

Y me pide consuelo.

Todo eso, perdón, yo soy

un ángel.

Mi odio es infinito.

Mi odio espera el odio con olor a mantel

y derramado vinagre, ese odio

que se mea en el tacón de las bibliotecarias

hasta que nacen lirios

y la tierra empantana los taxis vigilando

una escuela.

Sí que conozco esa lluvia de dolor,

sí que conozco esa muñeca herida por el odio.

Y a veces las alas comienzan

a pesarme

y sobrevuelo el polvo

porque más allá de la muerte, más allá de la muerte

mi odio seguirá repoblando los bosques.

Puedo pensar que no, y entonces

hay un árbol.

Como un número blanco, como una ola de algas

tu cuerpo

largo y libre, algo lejano y mío, mío

hasta el desastre.

Un árbol con su techo delante de mi alma.

Será merced a mi alma que se va

con el primer ingrato de septiembre

o la milicia

que no espera

por una vez, por una sola vez,

para meterme en tu lengua ávida y rota

y perdonar al circo tanto asunto de valor,

tanto temblor,

tanta ruina con leones despeinados.

Mi amor, si digo esto mis ojos

crecen y

sonrío

pero, mi amor, si digo esto tu boca se parece a una tribu

roja que golpea cristales

y es el olor de las amigas que amé

tanto

detrás de un cementerio.

Mi amor, mi amor, y como este cuerpo que toco

alguna vez

una alegría sin centro me despierta en la noche

que no termina aún, que no acaba

y todo se ve azul

hasta morir

y yo habría de tener hierro en las manos

y quedarme. Tener

los pies, los días, las orejas,

los pechos y las alas

con hierro

y quedarme.

Esta es una canción desaparecida

para cantar con los brazos extendidos y los ojos

cerrados

y las rodillas

en el fango tormentoso de la culpa

mientras cae una lluvia de arcos y volutas milenarias.

Es más dulce mi cuerpo;

aquí está con medallas y

caderas, con el verbo del tabaco y la hojarasca.

Es más dulce

así

con huellas diminutas de dientes de ave viva

en mi sexo como una ropa

antigua que devora

la sal, en los pechos enanos como pruebas, retenidos

y aún distantes, enemigos para siempre,

y en la cintura que ardió

con muertos, barricadas, botellas,

armaduras

y un almanaque inútil con la fecha del ocho

y los niños del valle, los perros y las cañas.

Ven, amor, a degollar conejos encima de mis

nalgas.

cuánto tiempo he de esperar, cuánto tiempo

he de esperar.

Además

el silencio de la tierra que

no dice

palabras, que no dice

estertor,

que no dice

colegio ni cita mayo alguno.

Cuánto tiempo he de esperar.

De “Los versos del Eunuco” 1986

PECES DE SANGRE FRÍA…

Peces de sangre fría,

fríos peces de agonía intolerable

y deseos escasos.

Ambición sólo de respirar deslizándose

Con familias enteras que el océano asila

sin preguntar de qué cálido hábitat

vengo.

Siguiendo su rastro con convencionales artes

materiales informes,

mallas nuevas

querría manejar

sin que me impresionase su baile ciego en torno a la almadraba,

su turbia postración,

su fuga turbia.

De “Los hábitos del artillero” 1990

RECUENTO

Hoy tengo

veinticinco años.

Mi juventud se va

con mis mejores deseos.

La quiero, la veo marchar

sin una rozadura,

sin reproches espero a que esté lejos

para llorar su falta.

Nunca sabrá nada de mí.

Cambiaré de amistades, de lugares,

frecuentaré otros sitios

donde todo sea nuevo

y ella no pueda decirme te quiero nunca más

y yo nunca más pueda dejar de obedecerla.

Me esperan hombres que saben decir no,

mujeres que saben programar sus vacaciones

y soy feliz,

el futuro se descubre ante mí

lleno de hombres que saben decir no,

mujeres que saben decir no

me esperan en sus increíbles fiestas

con sus mejores deseos.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

REFLEXIONES HIPNAGÓGICAS

I

Imposibilidad del amor turco,

del amor que se arrecia en una estampa de niña desnutrida,

en un candente gesto de impotencia acribillada,

en la necedad y en lo vacío de unas muertes gratuitas

con su odio de vejeces aceleradas bajo la tristeza más simple

que se nos iba perdiendo -otro abandono más para nuestras vidas

sin lirismo.

Porque es lo inaudito

amarse en las basuras de una noche de viento

confundiéndonos del delirio infantil

y perverso de los gatos, contagiando

nuestros cabellos de la perfección y

la morosidad de la piel de las patatas,

embelleciéndonos los trajes con el contacto de la sangre

púber

que derrocha este desorden nocturno de finales de guerra

y destrozos humanos.

Punto. El viento.

II

Para encontrar pronto la Henoc robustecida de tu estrofa

donde también tenga cabida el amor en toda su vastedad

de azules.

Temprano es una palabra no muy bella que exige mujeres

repentinas y constelaciones espontáneas.

Quizá no sea preciso hablar de una truncada estrella

en las alcobas cuando algún crimen corrobora

la lentitud y la paciencia de unas medias desmayadas sobre

el suelo.

Y luego el acento agudo de tu risa tónica

clavándoseme en unas sangres que destila mi tristeza

atareada con las cosas más urgentes

desbaratándome un verso con su imprudencia de pájaro

cosiéndome los labios a pares suicidas

mutilándolos para lo más dulce,

negándoles tus arañas.

III

Sobre ti, sobre todo. Sobre lo que es locura

sobre todo en las mañanas necesarias del deseo,

en los tilos de un amor que se recupera de la desmesura

con un desayuno tardío

y el final de una historia mal mecanografiada de niños de ayer

que aún no sé, no sabes, si se han muerto, si van a

comprar la libertad de su poema

o si tienen que vivir

para una madre enferma de naufragios;

la historia siempre interrumpida por la inminencia

del dolor o del placer oscuro de los cuerpos,

la historia siempre interrumpida,

la historia siempre, siempre. Al final

siempre aquella cosa del término y el cierre,

la clausura,

el final.

IV

Pero ahora vamos cayéndonos en este desagravio de las fuerzas

y una ordenación de paralelas fijas

entreteje nuestros tiempos

señalados, abocados a la causa de las calles más anónimas

y mares y atmósferas tumultuosas y suburbios de palabras,

arrabales de gestos imprecisos, atajos peligrosos de llegar

antes de las diez para atrapar las primeras uvas

que desgaja el día.

Es la guerra, ya.

Atiende, esta es la hora

propicia

para decir cosas como levántate, te amo, es tarde,

mi amor, qué tomas, sólo queda café y leche,

y cómo

nos queremos, decir no quieres más, estás cansado,

mi amor, mi amor, atiende,

son ya las diez

(cómo te maldigo),

la guerra ahí afuera,

y tú, etcétera, márchate.

V

Habremos de volver, en todo caso, a la espesura,

a la concatenación de los días,

purgándonos el alma con dos soles de amianto,

haciéndonos las uñas con una suavidad de oficio

sin quebrantar las reglas de la moral que presiden los retratos

blanquinegros de las casas.

Volveremos siempre,

aunque sea cierto que nunca se retorna,

aunque Nietzsche tenga o no la razón,

y nosotros

(indefensas criaturas de la fonética más ardua)

no sepamos escribirles el nombre a los filósofos, no sepamos

consumir

el goteo milenario y lentísimo de las estalagmitas,

aunque afuera, en el río callejero de los claxons

nos aturda un viento claro de poniente,

una confusión

de abreviaturas y escaparates.

VI

Pero ¿es necesario que te ausentes para el hambre?

No, dime que no como se dicen las canciones, t

dí no como una canción apenas retenida,

duda no para que la canción sea más lírica y

romance.

No vamos a volver al filo estrecho de los meses,

no vamos a ser la estatua de sal,

la mujer de Lot,

la destrucción de un renunciar,

de un abdicar,

de una puerta maltratada.

Y el abandono delante de las ventanas encendidas,

el abandono de un hombre-sombra borrado de la historia,

un hombre que apenas es objeto oscuro, macizo,

recortado, opaco, impenetrable

tras la luz que desbarata y obstruye

los sentidos,

la luz mortificante de ver cosas,

la luz que destruye y minimiza

el horror

de ser un ave bajo tierra.

VII

Es mejor, mi amor, el cuarto oscuro de los juegos

malogrados de la infancia.

dejemos los mediodías abiertos para los últimos

pobladores de la noche,

apenas Se te ve ya entre tanto rayo creador

y tanta renuncia de larvas.

Renunciar es esto.

Un temblor de temores bajando las escaleras,

cayendo hacia los portales barridos

y solitarios,

un agolpamiento de polvo, de tierra fértil y de

frutos dibujados en el movimiento súbito

de tu paso meteórico y fugaz

como Una ausencia de niños pálidos.

Tanto hueco.

Ausentarse es esto.

Así,

es mejor, mi amor, el cuarto oscuro de los juegos

aunque tu recorrido dure lo que duran las abejas.

VIII

Cómo he de decirte que vengo de beber de tus sequías,

cómo voy a contarte mi febril búsqueda de rastros

en tu cuerpo abandonado.

Otra cosa es la lluvia y los morteros patriarcales,

las herencias seculares de comerse una manzana,

las costumbres y atavismos de monedas insectívoras,

tu rostro adaptado a la geografía universal del hombre ameba.

Pero llego y se te borran los ojos,

las crines

de semental confuso se te vuelan

y ya no quedan en la superficie de tu cuerpo

estigmas de raza, edad, sexo o condena a muerte

y sólo eres ya una cosa rosa mate de pesada traslación

e ingente abrazo.

Eres únicamente una carne ciega y útil,

una carne abierta que maneja mis palabras,

carne viva, animal puro, sin timbre humano,

aproximándose al ser-latido, al primer peldaño de tu

génesis

violácea,

recordando el primer árbol, la primera gota,

el primer silencio.

Y entonces es cuando te amo, ciertamente.

No hay un amor suicida para cada minuto de cada catástrofe,

otra cosa es el olor que dejas en los pasillos

cuando es necesario que te vayas a la guerra,

mi amor,

a la guerra callejera del inmueble y la agonía.

Ah, el amor de nunca

retenido en los estantes suntuosos de la tradición amable,

pisado de polvo, arañado, entristecido,

apenas soleado, a una esquina de la muerte,

alguna vez te diré que no me angustia

este amor tártaro,

que solamente preciso de tu cálida carne siberiana.

De “Odisea definitiva” 1984

TODO ME DA VUELTAS…

Todo me da vueltas.

Irlanda está lejos, como tú,

equidistantes de mi corazón

que no os ama.

En la nevera del barco, entre julias,

olvidado en el palo mayor,

mi corazón se cuenta entre los animales más lentos del bosque.

No es su turno

y está todo tan difícil

como en los vestidos de las mujeres de Belfast.

Botón por botón

me hacen aún más desgraciado

y no debo rasgarlos como si esto fuera mi pasión

y aquello mi cerebro.

De lejos,

ni Irlanda ni tú:

mi estómago no os ama. Amanece con nudos

y eso es todo.

Es rápido, pero cobarde.

De “Ballenas” 1988

VISIÓN DE CIBELES

Yo era una bella mujer que pasaba sin mirar

y llegué hasta aquí y debí detenerme,

dormirme,

soñar con hojas y aves.

Otras vidas fugaces como hojas o aves

giran sin detenerse.

No envidio sus viajes.

Quieta,

me quedo aquí de piedra.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que soy de piedra?

¿Cuántas hojas y aves han caído y volado?

Cuantas vuelven

o llegan

como tú,

que me ves como nadie me ve,

que no buscas en mis ojos respuestas

ni haces preguntas,

que pasas y miras sin querer

lo que los otros no ven,

lo que sólo aquí se ve,

los ojos blancos y abiertos de las estatuas

que han llegado caminando de tan lejos

y se paran

y escuchan al vagabundo

mientras los hombres se cruzan

y se hacen preguntas

en estas calles donde un día debí detenerme,

dormirme,

soñar con hojas y aves.

**

Como tú me ves nadie me ve.

Con corazón de piedra

apacigüé a la madre,

liberé a aquel muchacho de la boca del tiempo

con corazón de piedra.

Frío y duro es mi corazón

y nada hallarás en él

del mundo conocido.

Mi trabajo es sencillo:

burlo al padre devorador de sus hijos

con un niño de piedra

y en mi sombra cobijo fugitivas muchachas

y apaciguo a las madres.

Te sonrío, es mi empleo.

Pero no te miro de frente

ni me vuelvo a mirar cuando pasas

ni pregunto quién eres a las aves vecinas

ni reclamo en tus ojos

vanas complacencias.

De “De mí haré una estatua ecuestre” 1997

Castro, Juana de

Reseña biográfica

Poeta española nacida en Villanueva de Córdoba en 1945.

Es profesora especialista en Educación Infantil y miembro correspondiente de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes.

Colabora en diversos medios literarios como articulista y crítica literaria, además de co-traductora de poesía italiana.

Ha obtenido importantes premios en el campo de la poesía y la narrativa entre los que se destacan: Premio Juan Alcaide en 1985 por «Paranoia en otoño», Premio Juan Ramón Jiménez por «Arte de cetrería» en 1989, XI Premio Carmen Conde por «No temerás» en 1994 y el Premio San Juan de la Cruz por «El extranjero» en el año 2000.

Recibió además el premio Carmen de Burgos por sus artículos periodísticos y los premios de Periodismo del Instituto de la Mujer en Madrid 1984 y Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer en 1998 por su trayectoria.

El resto de su obra está contenida en «Cóncava mujer», «Del dolor y las alas», «Narcisia», «Alta traición», «Alada mía» y «Del color de los ríos».

ALICIA DESPOSADA

Era blanca la boda: un milagro

de espuma, de azahar y de nubes.

Cenicienta esperaba.

Las muchachas regaban cada día

los frágiles cristales de su himen.

Blancanieves dormía.

Al galope

un azul redentor doraba la espesura

y la Bella Durmiente erguía su mirada.

Las vestales danzaban. Y las viejas mujeres,

en las noches de invierno,

derramaban sus cuentos de guirnaldas,

de besos y de príncipes.

Era largo el cabello, eran frías las faldas

por las calles de hombres.

Las fotos de las bodas

irradiaban panales de violines

y era dulce ser cóncava

para el brazo tajante y musculoso.

La boda les cantaba por el cuerpo

como un mar de conjuros.

Y a la boda se fueron una tarde

con su mística plena. Y cambiaron

la hora de su brújula

por el final feliz de los cuentos de hadas.

De Cóncava mujer, Córdoba 1978

AQUARIA

Llovía largamente por todos los rincones.

Gotas dulces llovían por su espalda,

miel de venas azules el cabello,

arco ciego del mar.

Nalga rosa perdida,

húmeda luz, la clara

porosidad de nieve de sus pómulos.

Arroyos, mar, cascadas inundando

los brazos y las cuevas,

golondrina en el borde su mirada.

Líquida llueve, líquida

se sumerge en las algas

y una rosa de yodo, como una ventana

le florece en la sangre.

APOCALIPSIS

Ella no es Pomona. Ni, como las Danaides,

una daga dorada oculta entre los senos.

Ella no es Calíope, aunque sea la voz y la belleza.

Y aunque, como las Náyades, ame fuentes y bosques,

no es Estigia, ni Dafne,

ni es la bella Afrodita

ni el sueño de los héroes.

Pero Ella ha nacido.

Como ananás fragante, se levanta

ungida de romero,

como custodia viva, derramando

cuatro copas dulcísimas:

Abrazo de la tierra,

música del aire,

luz violenta del fuego

y el almíbar del agua.

Ya no habrá nunca noche, porque Ella

se ha manifestado

con sus cuatro trompetas y su gloria.

Y así es la gran nueva, la alegría:

Porque Ella ha nacido

y esta es la señal, aleluya.

Que su gracia

sea con todos vosotros, aleluya.

De Narcisia, Barcelona 1986

DE LA LONJA

No te amaré mañana. He aguardado

tantos días desnuda, con tu nombre

grabado entre las cejas, que olvidé

los inviernos, el azul y las rosas.

Ciertamente, habría de ser negra

la piel negra del perro que amordazó

mis piernas y fue lenta, hacia dentro

vistiendo de parálisis la gallarda

evidencia del hombro. Hoy he visto

que tan sólo milímetros le restan

a los hilos del túnel. Pero existe el remedio:

Mañana, cuando tú te despiertes,

encontrarás el lecho bañado con mi sangre.

Un panal de uñas rotas, y tal vez

una pluma deshojada en la lucha.

No debes sorprenderte. Habré ganado

en el instante último mi guerra.

Con un ala perdida junto al cielo

y la llave morada de los labios, estaré,

torpe y triste, otra vez aprendiendo.

Mas debe ser así, pues que la libertad

hermana es gemela de la muerte.

DE LA CAPTURA NOCTURNA DE HALCONES POR DESLUMBRAMIENTO

La muerte es una alondra descubierta en la noche.

Ahora sé que, transida, con su brazo

fervoroso de arándanos me acecha.

De mi alcoba, tan lejos maduraba,

tan secreta y tan dulce, certera de mi olvido,

que sólo tras el mar, en otra orilla,

su manto desplegaba de ternura.

Fue preciso el camino. Andar

por otras tierras, absorber

otra luz, otra lengua, sigilosa

y terrible su huella por las piedras.

Con mis ojos la he visto.

Estuvimos tan cerca, que el fulgor

de su música, como nieve bajaba,

ciega al mar, por mi cuerpo.

Fue un instante de amor. Sólo el tacto

luminoso y atroz de la distancia.

Mas vivo, desde entonces,

develada, viviendo por morir.

Por bajar, o ascender, y en el infierno

de su efímera mano, venturosa,

sucumbir finalmente

de hermosura o maldad.

De Arte de cetrería, Col. Juan Ramón Jiménez, Huelva 1989

DESTIERRO

Yo no soy de esta tierra.

Era ya extranjera en la distancia

del vientre de mi madre

y todo, de los pies a la alcoba me anunciaba

destierro.

Busqué de las palmeras

mi voz entre sus signos

y perforé de hachones

encendidos la amarga

región del azabache. Yo no sé

qué vuelo de planetas torcería

mi suerte.

Sobre el mudo desvío, sé que voy,

como víbora en celo, persiguiendo

el rastro de mi exilio.

No encontrará mi alma su reposo

hasta que en ti penetre

y me amanezca

y ría.

De No temerás, Torremozas, Madrid 1994

DISYUNTIVA

La tentación se llama amor

o chocolate.

Es mala la adicción.

Sin paliativos.

Si algún médico, demonio o alquimista

supiera de mi mal

cosa sería

de andar toda la vida por curarme.

Pues tan sólo una droga,

con su cárcel

del olvido me salva de la otra.

Y así, una vez más, es el conflicto:

O me come el amor,

o me muero esta noche de bombones.

De Alada mía, Córdoba 1996

EL POTRO BLANCO

Tiene razón ella, y el espejo

que me enseñó esta tarde.

-Mírate, tú no eres un hombre.

Los hombres nunca tienen

esa fiebre en los ojos, ni los muslos

les florecen redondos, ni en los pechos

les crecen dos botones

erguidos como islas detrás de la camisa.

-Mírate.

Y me miro,

y me voy desnudando

de mis tristes aperos.

Y entonces aparece, sin que yo lo convoque,

mi cuerpo como el lirio

de sol y la radiante manzana de la carne,

igual que en el milagro

del primer potro blanco saliendo de su madre.

INANNA

Como la flor madura del magnolio

era alta y feliz. En el principio

sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca,

se amaba en la sombría

saliva de las algas,

en los senos vallados de las trufas,

en los pubis suaves de los mirlos.

Dormía en las avenas

sobre lechos de estambres

y sus labios de abeja

entreabrían las vulvas

doradas de los lotos.

Acariciaba toda

la luz de las adelfas

y en los saurios azules

se bebía la savia

gloriosa de la luna.

Se abarcaba en los muslos

fragantes de los cedros

y pulsaba sus poros con el polen

indemne de las larvas.

¡Gloria y loor a Ella,

a su útero vivo de pistilos,

a su orquídea feraz y a su cintura!

Reverbere su gozo

en uvas y en estrellas,

en palomas y espigas,

porque es hermosa y grande,

oh la magnolia blanca. Sola!

(De Narcisia, Taifa Poesía, Barcelona 1986)

JABÓN DE SOSA

Hervía en la caldera de bronce sobre el fuego.

La sosa devoraba el saín de la vida

y ella sola sabía la entraña del milagro.

Inmensa, se enfriaba la tarta

del color de los ríos,

para luego cortarla

en cuadrados pedazos aromados de limpio.

Hoy que ella se muere como se ha muerto el rito,

una niña recoge del cauce de un arroyo

el fruto de una piedra: arena y tosca y ocre,

cómo sabe su frío a la orfandad del labio.

LA CUNA

Estoy encinta, y vivo. Me preñó

igual que a las ovejas.

Ahora hace la cama

con madera de olivo,

y canta, y por primera vez

me llama por mi nombre.

Porque va a ser un niño

como su abuelo, dice,

“un hombre de verdad

que trabaje conmigo”.

Pero de noche, carga

sobre mí su balumba

y se olvida del hijo.

Será para cantar, me digo, mientras abro

las piernas y me escoro

hacia un lado eludiendo

su peso porque duele.

¿Qué será lo que siente?

LA ERA

Mi padre y yo dormimos

en la era, y la paja

nos es lecho de estrellas. Se sienten

las culebras cruzar toda la noche

los haces de cebada, y ratas como gatos

nos roban en el trigo. Me estremezco

y no grito, porque mi padre ronca

bebiéndose la luna, y en el aire

cantan grillos de arena.

LOTÓFAGOS

A mediodía, por el aire, pasa

el ángel mudo de los inmigrantes. Todo

se alza y es un vaho

de pan recién cocido con aroma

de flores. En los barrios, los tranvías,

las ventanas y el metro, cada inmigrante compra

su flor de cada día y una

ración de pan. Pan moreno, pan alto,

pan blanco, pan rubio, de centeno o del sur.

Cada inmigrante huele

su pan de cada día mientras muerde, una a una

las irisadas migas

de su ración de flor.

PAÑUELOS

En un golpe de aire los papeles

han salido volando, y esparcen por el suelo

su forma de blancura.

Campo seco, sembrado

de rectángulos tersos,

limpias lenguas de sombra.

-Mis pañuelos son otros. De batista y de lino,

descansan sobre el pasto -sus vainicas aladas-

y a mis manos reciben

su perfección de agua.

Escritura caída.

Pañuelos

y pañuelos,

vida mía, palabra.

De Del color de los ríos, Esquío, El Ferrol 2000

PENÉLOPE

Kabul

Pajarillo enjaulado, me han quitado los ojos

y tengo una cuadrícula

calcada sobre el mundo.

Ni mi propio sudor me pertenece.

Espera en la antesala, me dicen, y entrelazo

mis manos mientras cubro de envidia

las cabras que en el monte ramonean.

Ciega de historia y lino

me pierdo entre las sombras

y a tientas voy contando

la luz del mediodía.

Noche mía del fardo

que sin luces me arroja

la esperanza del tiempo

engastado en la letra. Noche mía, mi luz

cuadriculada en negro, cómo pesa

mi manto y su bordado, cuánto tarda

la paz negra del cielo, cuánto tarda.

De El extranjero, Rialp, Madrid 2000

PROFECÍA

Algún día vendrás, sabes que miento,

que no puedo ya más tender la seda

lunar de la esperanza. Algún día

vendrás como una horca, el fiero

corazón guardando la armadura

y los labios en flor como limones

sangrados para el beso.

Peregrino lo sé, sé que algún día

recabarás aquí tu singladura

y yo te aguardaré, aguardaré

tu oído del vacío, sé que miento,

que no oiré nunca más

tu caracola niña. Puede ser

que vengas algún día

de otoño o una noche

de fuego en las ventanas, algún día

puede ser, pero sabes

que miento, yo no sé

si algún día.

SENTIR EL PESO CÁLIDO…

Sentir el peso cálido.

Girar

previsora la vista, y saber

que no hay nadie.

Agacharse. Enrollar

el vestido, dejar en las rodillas

la mínima blancura

de la tela, su felpa

y el fruncido que abraza

la cintura y las ingles.

Mojar

con el chorro dorado,

tibio y dulce la tierra

tan reseca de agosto, el desamparo

sutil de las hormigas en la hollada

palidez de los henos.

Mezclar

su fragancia espumosa con el verde

vapor denso de mayo, sus alados

murmullos, la espantada

carrera de los grillos.

Y en invierno, elevar

un aliento de nube

caldeada, aspirando el helor

de hoja fría del aire.

Orinar

era un rito pequeño

de dulzura

en el campo.

(De Fisterra, Libertarias, Madrid 1992)

Castillejo, Cristobal de

Cristobal de Castillejo (España, 1495 – 1550)

CANCIÓN

Aquí no hay

sino ver y desear;

aquí no veo

sino morir con deseo.

Madre, un caballero

que está en este corro

a cada vuelta

hacíame del ojo.

Yo, como era bonica,

teníaselo en poco.

Madre, un escudero

que estaba en esta baila

a cada vuelta

asíame de la manga.

Yo, como soy bonica,

teníaselo en nada.

CANCIÓN II

Aquel caballero, madre,

como a mí le quiero yo,

y remedio no le dó.

Él me quiere más que a sí,

yo le mato de crüel;

mas en serlo contra él

también lo soy contra mí.

De verle penar así

muy penada vivo yo,

y remedio no le dó.

DAME, AMOR, BESOS SIN CUENTO

Dame, Amor, besos sin cuento,

asida de mis cabellos,

y mil y ciento tras ellos

y tras ellos mil y ciento,

y después

de muchos millares, tres;

y porque nadie lo sienta,

desbaratemos la cuenta

y contemos al revés.

ESTANDO CONMIGO A SOLAS…

Estando comigo a solas,

Me viene un antojo loco

De burlar con causa un poco

De las trovas españolas

Al presente;

De aquellas principalmente

Muy altas, encarescidas,

Excellentes y polidas,

Que mucho estima la gente;

Y de aquellos estremados

Que por estilo perfeto

Sacan del pecho secreto

Hondos amores penados.

Son del cuento

Garci-Sánchez y otros ciento

Muy gentiles caballeros,

Que por caos cancioneros

Echan sospiros al viento.

No se me achaque o levante

Que me meto a decir mal

De aquel subido metal

De su decir elegante;

Antes siento

Pena de ver sin cimiento

Un tan gentil edificio,

Y unas obras tan sin vicio

Sobre ningún fundamento.

Los requiebros y primores

¿Quién los niega, de Boscán,

Y aquel estilo galán

Con que cuenta sus amores?

Mas trovada

Una copla muy penada,

El mesmo confesará

Que no sabe dónde va

Ni se funda sobre nada.

Aunque no por un tenor,

Todos van por un camino;

También sabe Guardamino

Quexar su mal y dolor

Sin paciencia;

No hay dél otra diferencia.

Al que se cuelga de un hilo,

Que no ser tal el estilo

Sobre la mesma sentencia.

Y de aquí debe venir

Que contando sus pasiones,

Las más más comparaciones

Van a parar en morir;

Van de suerte

Que nunca salen de muerte

O de perderse la vida;

Quitaldes esta guarida,

No habrá copla que se acierte.

Por donde los trovadores

Son de burlas y reír

Que no se dan a escrebir

Sino penas y dolores.

¡Cosa vana,

Que la lengua castellana,

Tan cumplida y singular,

Se haya toda de emplear

En materia tan liviana!

Coplas dulces, placenteras,

No pecan en liviandad,

Pero pierde autoridad

Quien las escribe de veras,

Y entremete

El seso por alcahuete

En los misterios de amor;

Cuanto más si el trovador

Pasa ya del caballete.

Y algunos hay, yo lo sé,

Que hacen obras fundadas

De coplas enamoradas,

Sin tener causa por qué.

Y esto está

En costumbre tanto ya,

Que muchos escriben penas

Por remedar las ajenas,

Sin saber quién se las da.

Pero digo que arda en ellas

De los pies a la cabeça,

Decidme, ¿a quién endereça

Sus coplas y sus querellas?

Si las vende

A la dama que le prende,

¿Qué mayor desaventura

Que hablar por escritura

Con quien sé que no la entiende?

Cuanto más que ni leer

Las más saben ni escrebir.

Y en el dar o rescibir

Aún hay algo que hacer.

Mal mascada

Vais, copla desventurada,

Y la que más os estima

Devana su seda encima,

Y quedáis vos allí aislada.

Ved qué donoso presente,

Que la que más fe aventura

Por gozar d’esta locura,

Ni la gusta ni la siente;

Y el provecho,

Es que por vuestro derecho,

Alguna dama loquilla,

Dirá por gran maravilla:

«¡Ay, qué coplas que me han hecho!»

Pues si donde era razón

Tan pequeño fruto hacen,

Con los demás, aunque aplacen,

Deshonesta cosa son,

Y muy vano

Exercicio, y aun profano,

Publicar yo mis flaquezas,

Liviandades y baxezas,

Y escrebirlas de mi mano.

Sobra de bien y pan tierno

Hace que los amadores

Comparen el mal de amores

A las penas del Infierno.

Tú, Cupido,

Estás muy favorescido

Pensando que aquello es,

Mas donde hay dolor francés

El tuyo queda en olvido.

FINAL

Coplas y locuras mías,

Vuestro tiempo se ha llegado

Para aliviar el enfado

Destos trabajosos días.

Todas pasaréis por buenas,

Siendo aquel que os da favor,

Por natura mi señor,

Y por suerte mi Mecenas.

MUSAS ITALIANAS Y LATINAS

Musas italianas y latinas,

gentes en estas partes tan extraña,

¿cómo habéis venido a nuestra España

tan nuevas y hermosas clavellinas?

O ¿quién os ha traído a ser vecinas

del Tajo, de sus montes y campaña?

O ¿quién es el que os guía y acompaña

de tierras tan ajenas peregrinas?-

-Don Diego de Mendoça y Garcilaso

nos truxeron, Boscán y Luis de Raro

por orden y favor del dios Apolo.

Los dos llevó la muerte paso a paso,

Solimán el uno y por amparo

nos queda don Diego, y basta solo.

¿QUIÉN NO LLORA LO PASADO?

¿Quién no llora lo pasado

viendo cual va lo presente?,

¿Quién es aquel que no siente

lo que ventura ha quitado?

Yo me vi ser bien amado,

mi deseo en alta cima;

contemplar en lo pasado

La memoria me lastima.

Y pues todo me es ausente

no sé cual remedio escoja;

bien y mal todo me enoja,

¡cuitado de quien lo siente!

Tiempo fue y horas ufanas

las que mi vida gozaron,

donde tristes se sembraron

los simientes de mis canas.

Y pues si tiene por bueno,

bien puedo decir así.

SONETO II

Garcilaso y Boscán siendo llegados

al lugar donde están los trovadores

que en esta nuestra lengua y sus primores

fueron en este siglo señalados,

los unos a los otros alterados

se miran, demudadas las colores,

temiéndose que fuesen corredores

o espías o enemigos desmandados;

y juzgando primero por el traje,

pareciéronles ser, como debía,

gentiles españoles caballeros;

y oyéndoles hablar nuevo lenguaje,

mezclado de extranjera poesía,

con ojos los miraban de extranjeros.

SONETO IV

Si las penas que dais son verdaderas,

como lo sabe bien el alma mía,

¿por qué no me acaban? y sería

sin ellas el morir muy más de veras;

y si por dicha son tan lisonjeras,

y quieren retoçar con mi alegría,

decid, ¿por qué me matan cada día

de muerte de dolor de mil maneras?

Mostradme este secreto ya, señora,

sepa yo por vos, pues por vos muero,

si lo que padezco es muerte o vida;

porque, siendo vos la matadora,

mayor gloria de pena ya no quiero

que poder alegar tal homicida.

VILLANCICO

No pueden dormir mis ojos,

no pueden dormir.

Pero, ¿cómo dormirán

cercados en derredor

de soldados de dolor,

que siempre en armas están?

Los combates que les dan,

no los pudieron sufrir,

no pueden dormir.

Alguna vez, de cansados

del angustia y del tormento,

se duermen que no lo siento,

que los hallo transportados;

pero los sueños pesados

no les quieren consentir

que puedan dormir.

Mas ya que duermen un poco,

están tan desvanecidos,

que ellos quedan aturdidos,

yo poco menos de loco;

y si los muevo y provoco

con cerrar y con abrir,

no pueden dormir.

VISITA DE AMOR

Unas coplas muy cansadas,

con muchos pies arrastrando,

a lo toscado imitadas,

entró un amador cantando,

enojosas y pesadas.

Cada pie con dos corcovas,

y de peso doce arrobas,

trovadas al tiempo viejo.

Dios perdone a Castillejo,

que bien habló de esas trovas.

dijo Amor: ¿Dónde se aprende

ese metro tan prolijo,

que a las orejas ofende?

Algarabía de allende:

el sujeto frío y duro,

y el estilo, tan oscuro

que la dama en quien se emplea

duda, por sabia que sea,

si es requiebro o es conjuro».

«Ved si la invención os basta,

pues Garcilaso y Boscán,

las plumas puestas por asta

cada uno es un Roldán,

y, con todo, no le basta;

yo no alcanzo cuál engaño

te hizo para tu daño,

con locura y desvarío,

meter en mi señorío

moneda de reino extraño.»

«Con dueñas y con doncellas

(dijo Venus), ¿qué pretende

quien las dices sus querellas

en lenguaje que no entiende

él, ni yo, ni vos, ni ellas?

Sentencio al que tal hiciere

que la dama por quien muere

lo tenga por cascabel,

y que haga burla dél

y de cuanto le escribiere».

Castilla, Rey Juan II de

Rey Juan II de Castilla (España, 1405 – 1454)

AMOR QUE PENDE Y QUEBRANTA…

Amor que pende y quebranta,

fuerza que fuerzas derriba

muy entera,

y al mismo temor espanta

y a lo más libre cativa

sin que quiera,

a ti, muy desconoscida,

tan cruelmente cativa

pues que sabe

que la mi persona vida

que en tal dolor siempre vive

no s’acabe.

CANCIÓN

Amor, yo nunca pensé,

aunque poderoso eras,

que podrías tener maneras

para trastornar la fe,

hasta ahora que lo sé.

Pensaba que conocido

te debía yo tener,

mas no pudiera creer

que era tan mal sabido,

ni tampoco yo pensé,

aunque poderoso eras,

que podrías tener maneras

para trastornar la fe,

hasta ahora que lo sé….

Casariego, Pedro

Reseña biográfica

Poeta y pintor español nacido en Madrid en 1955.

Licenciado en por la Universidad Complutense de Madrid, inició su carrera como poeta en 1974, alternando la escritura con la pintura, representada en lienzos independientes y en las series de “Las manos”, “Los monstruos” Las mesas” y “Los muebles”.

Su obra poética, compuesta por textos enlazados en su mayoría por argumentos análogos, se inició en 1977 con “La canción de Van Horne”, seguida luego por “El hidroavión de K” y “La risa de Dios” en 1978, “Maquillaje. Letanía de pómulos y pánicos” en 1979, “La voz de Mallick” en 1981, y “DRA”, en 1986. La recopilación de sus dibujos, acompañados algunos por textos irónicos, tiernos y humorísticos, se encuentran en “La vida puede ser una lata” 1988, y “Cuadernos Amarillo, Rojo, Verde y Azul”.

Su antología en prosa está contenida en “Verdades a medias”, publicada en 1999.

Falleció en el año 1993 tras arrojarse a las vías del tren en Aravaca.

Amiga del camino

c. 1984

Amiga del camino

endiablada lealtad de amapolas

y yo granizo

encima de esa procesión de sangres

granizo una siembra elemental de piedras vivas

que todo lo aniquila.

Anuncio por palabras

para mi madre

octubre de 1983

Necesito chica que sepa planchar

mis labios con los suyos y tende

r su ropa eternamente junto a la

mía y quitar las manchas de mi c

orazón con su mirada yo pondré

la mesa y la caricia en su ramo

de lunas y trataré de andar muy

despacio

cuando

ella

no

tenga

prisa

Barnízate

c. 1980

barnízate

te quiero

genio del can-can

docena de flores.

Eres toda la tierra

docena de flores

música ciega,

eres todos los templos

todos los tigres

todos los días,

eres el número de teléfono de Dios.

Tus ojos azules azor de los ojos

tus manos cerradas y el campo abierto y amarillo,

sólo te echo de menos

cuando estás conmigo

cuando estás conmigo

cuando buscas agua en el desierto de mi boca

sólo te echo de menos

cuando estás conmigo,

entonces trago más humo

tengo más miedo

veo más luces.

Van Gogh quiere pintarte los labios antes de morir.

Eres un bosque de un solo árbol,

cuando me miras

estoy quieto y soy quietud

pero cuando no me miras

bailo tan salvajemente

clavo tantas navajas

pienso tan poco en ti

te echo de menos cuando estás conmigo

no existo cuando no estás,

te vas y me convierto en baile

te vas y me convierto en ala.

Si quemas mi tristeza con tu risa

te enamorarás de mí

y dejaré de subir

tantos montes de amargura.

Te escribo para decirte

que eres un almendro de fuego

te escribo para decirte

que no quiero decirte nada

que sólo quiero abrazarte

buscar el calor de tu vida.

Biografía

1985

si

alguna

vez

muero

quiero azaleas encima de mí

quiero una ausencia de cruces

azaleas encima de mí

si

alguna

vez

vivo

quiero azaleas para mis brazos

quiero agua para las flores

estrellas encima de mí

¡Ella es!

16 de enero de 1987

¡Detrás de un cristal hay tres!

¡Es la tercera!

¿Ella es?

¡Roja como un diccionario

y mucho más suave que el papel!

¡Ojos en cuclillas y grises!

¡Ella es!

¡Muchos días tiene el 16 de enero

en el sueño de Manuela!

Y el hielo…

ahora juegan al ajedrez

el hielo y su noche

¡Trabajadora su cuna,

perezosos los pasos de Manuela!

Dinos qué exclama tu silencio,

dinos cómo será tu voz.

El universo hambriento…

¿cuándo le darás una cucharada de tu risa?

¡Que espere el universo!

¡Paciencia, luna! jManuela duerme!

Esta soledad

para Juan (regalo)

c. 1980

esta soledad es hija de una altura equivocada

yo tengo el vicio del cielo

soy el único propietario

del aire huesudo y de los pájaros fáciles

los huesos azules del cielo

forman un espacio largo y delgado

y se quiebran en tormenta

y bajan en agua

para acabar en lápida sin nombre

el rojo de mis manos es un misterio

porque brota de ríos blancos que se inclinan como lápidas

a través de la tela metálica

cabizbaja la mala hierba roba el principio del otoño

en otoño los ladrones de cielo

llevan silencio en el pico y tumba en las alas

me agarro a la tela metálica

y no tengo dinero

las mujeres redondas siempre tienen dinero

pero cuando miran hacia lo alto para celebrar una cama nueva

alguien impide el cielo con una navaja de aire

me agarro a la tela metálica

y no tengo mujer redonda

yo tengo el vicio del cielo porque tengo miedo

Porque soy cobarde

mujer entera no puedo darte nada plancha mi tormenta

LA CENA ES A LAS 6.

YO SOY EL CAMARERO.

Falsearé la leyenda

1976

Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera

y el compacto césped que recubre los jardines;

todos pensarán que venció la fuerza del desierto

y yo seré durante años el Dueño de la vida,

dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado

y tiñendo al atardecer lo que brotó del rocío;

mi pincel será la cascada cuyo estruendo nunca percibo

y mi pintura las aguas que en ella se enroscan furiosas,

y los que por los aires naveguen

verán surgir la nieve del pecho abierto del Verano,

variarán de canción los motores aceitosos

y enarcarán las cejas los pilotos sin mirada.

Danzaré entre las hojas chamuscadas por el frío

y los demás conmigo,

pero ellos caerán extenuados

y sus músculos heridos servirán para tensar mi nuevo arco

y clavar en sus corazones suplicantes mensajes de amor

que sin duda secará el aliento de la lluvia;

y arrebataré a los niños la dejadez que me apasiona,

se marchitará colgada de las moreras,

como los plásticos sucios en el invierno espinoso.

Beberé el líquido que corre con el Nilo,

despojaré de su piel al fornido rinoceronte,

falsearé la leyenda y ésta me pertenecerá,

poseeré los campos de maíz y los quejidos sin motivo,

dividiré el tesoro del pirata para llevármelo entero,

y, llegado el momento,

cuando las ilusiones ahoguen el desengaño,

nada quedará sin ser devuelto

y mi alma os alegrará con una sonrisa.

Knock-out

1979

ella afirma que pertenece a la Iglesia Evangélica.

yo la creo.

me dice que debo unirme a su Iglesia.

toco su ronca boca y oigo su voz suave.

ahora intenta adivinar mi profesión:

¿eres marinero?

¿estás loco?

¿vendes cítaras?

yo no respondo.

vivo tan lejos de sus preguntas,

dentro de un corazón alquilado.

todas las mujeres son vuelos,

¿es ella un vuelo chárter

en un avión que se avería?

silbo mientras pienso la respuesta.

aquí no hay ventanas,

pero sé que llueve,

una lluvia triste como gallo sin cresta.

siempre agua,

jamás maná.

me dice que silbo descaradamente mal.

estamos en la cama casi desnudos

(yo aún llevo mi camiseta o mi coraza.

y una medalla tapa un círculo

de su piel).

algo hay entre mis dientes.

no sé qué es,

quizá un último billete.

quizá una declaración de amor disfrazada de billete de mil.

ella está evangelizándome,

me dice que debo unirme a su Iglesia.

busco calma en su extraña fe.

ella tiene tantas almas como un noble ruso,

no dejaré que me salve hoy.

mis garras acarician,

cuando me vaya de aquí

recobraré la felicidad de mis garras desgarrando la vida.

ella me mira,

yo numero sus lunares como antes numeré sus penas.

le digo que soy militar retirado con jugosa pensión,

finquita y Jaguar,

y ella me dice:

cierra la boca,

cielo,

yo soy una ciudad de chicas.

quiero amarla, quiero quererla.

pienso en otra mujer,

me destruía sentada en un bidé.

ya no pienso,

ya no.

cojo un cigarrillo,

y mi mechero abre su ojo de llama.

ella ve cómo fumo nuestra pobre pipa de la paz.

a las diez y cinco nos damos cuenta de que el Juego sobrevive.

jugamos.

la empujo

y cae sobre la cama blanca como ermita.

knock-out.

La vida dudada

c. 1983

La vida dudada

la vida es tan corta

que un solo minuto

podría ocultarla.

Gimen de infinito

las catedrales

suben sus sombras

todo lo tapan

todas las vidas

también la espalda

del ángel sabio

también la nuca

del escarabajo alto.

Todo lo enlutan

las vidas dudadas.

Y la boca

de la catedral tatuada

grita de vidrio

y ensombrece el invierno.

Bendita condena

si nos alarga

porque el hombre enfermo

ama la roca

que lo endurece

ama el silencio

que lo supera

también los dientes

y su ternura.

Campanas llaman

al campanario

y muy lejos

remolino de carne

todo precio es poco

para lo que no acorta la vida.

Alas débiles la vida

se tambalea y nubla

la vida dudada

un solo minuto.

La vida

tiembla en el campo de la esfinge

una llama de alegría

contra un incendio vivo.

La vida parte

hacia cielos enterrados

cuidado con la vida

con la mujer que planta

cipreses

y tormentas huérfanas.

La vida hiere

la vida lanza

piedras de pájaro sin nido

contra las catedrales altas

y saltan los cristales

se convierten en ceniza

que nos abriga.

Para vivir lanzamos

estas piedras peligrosas

y sencillas

para vivir curamos

los tatuajes y los campos.

Vivir

bendito castigo

si nos lleva

hacia el amor

en almohadas

de roca y sangre.

Nada remedia

la ingratitud del olmo

la vida hiere

nada riega

los abedules secos.

Corazones sin traje

para vivir

y el desierto resuena

con nuestras pisadas.

Mil pies tiene el camino

y nosotros quietos

se yergue el camino

y nosotros quietos

para no morir.

La vida dudada

la misma vida otra vez.

Santa tierra desterrada

1980

Tú sigues siendo

el misterio de las apariciones que nunca aparecen

pero

dentro de mí

alguien

cambió

y no volverá a cambiar

jamás

ya no hay llanuras en mis montañas

ya no hay llanuras y yo

yo olvido un sótano de recuerdos dos sótanos llenos

y persigo sombreros alegres para dejar de olvidar

aunque ya se sabe

los sombreros huyen

y la alegría

y los gatos que no nos felicitan.

Olvido.

Olvido porque ya soy viejo o ya soy joven:

he sido tantos alborotos

que ya soy viejo

he visto a tantos morir mi muerte

que ya soy joven

he servido a tantos príncipes

he ambicionado piedra he falsificado labios y he jadeado

no he faltado a la cita y ahora

ya no hay fuego en mi fuego

o todas mis mentiras son mentirosas

y sólo el cansancio me da vida

y sólo tocas mi cansancio

y ahora

hoy nada me duele y tú no me dueles

las tiendas de ultramarinos y los cines de verano

y los guerreros indefensos

desaparecieron

ni siquiera los fabrican

fíjate qué triste

herrumbrosas y ajenas

nuestra soledad es siempre de los otros

herrumbrosas y ajenas y tan herrumbre

las soledades que en mi acontecen

sin ruidos y sin silencios

hoy nadie me duele y tú no me dueles

mujer

tan callada y pobre

como una grieta

santa tierra desterrada

yo que para escandalizarte he robado escándalos

sólo Judas pudo amarte como yo te amo

sólo Judas y sobre ti veo

al cielo que ganó el concurso de cielos

y al cielo loco que ganó el concurso de nubes

y hasta al único caballo que cabalga

santa tierra desterrada

tierra santa

mi tierra prometida

dama de la mayor distancia

te he deseado siempre

desde el primer reloj

pero

dentro de mí

alguien

cambió

así que pronto llorarán mis risas

y se arrastrarán mis vuelos

pronto

oiré un viento raptando hojas

y las noches sabrán ser días

entonces

inmediatamente

Ayúdame

soy un cristo que no tiene cruz

soy un cristo de crucigrama

ayúdame

tú la espina más remota

tú sueño que se desmaya

tú pequeña niebla de piel

tú que no mereces ser el cepillo de dientes de María Magdalena

tú puedes ayudarme

tú puedes ayudarme complicándome la vida

complícame la vida

complícamela

tú que árida siempre te alejas

dame abrazo y herida

dame abrazo y herida para tener abrazo

tu que no existes

sólo tú puedes

Sastre si lo sois

1981

Sastres, si lo sois,

vestid de belleza mi rabia.

Aquí celda sonora guardada por el humo

un lugar más para hacer mis solitarios

aquí donde cien dientes se disputan cada beso

aquí me lo contaron

aquí donde nos venden

el amarillo de la bombilla que tiene vocación de tiniebla

la luz que todo lo anochece

una sola ceguera para tantos ojos

un solo fuego para tanta sed

ella

la que se abrió viendo pasear

mis pantalones azules

camino del bar y del ayuno

ella anda de la mano

ella anda de la mano y de la vena

de un heroinómano

herida de lavabo

campo de golf de 18 millones de agujeros

voz seca que no conoce

la bondad del silencio que sólo destruye a su dueño

él es el hogar de la avispa

y quiere compartir su hogar

¡que los hombres fuertes oigan lo que no dice!

¡que lo oigan también hierros

mantas

y abedules!

Pongo alma de hombre fuerte

y escucho

desde el suelo y desde el aire.

No oigo nada, pero sé que no calla.

Jardín cobarde.

No sabe secarse solo

y ello es la mayor traición.

Te advierto que la luna

para Pablo con la única condición

de que no lo pierda sin querer

agosto de 1983

Te advierto que la luna…

Una manzana perdida

tan vieja como el egipcio

y sin pirámides…

Te advierto que la luna

te mira siempre…

Si la manzana

pudiera caminar como nosotros…

Te advierto que la luna

te mira siempre

con el hambre que da la distancia.

La manzana

la manzana es peligrosa porque no camina.

Muere muy quieta y huérfana

muere de su propio peligro

de su propia piel

de su propia cárcel.

Los bigotes de los gatos acarician la manzana y la abandonan.

Te advierto que la luna…

Y la manzana

¡todavía aspira al abrazo de una boca!

¡parece un hombre que fue un hombre distinguido

y que todavía aspira a que alguien

puje por su corazón de fruta antigua!

Te advierto que la luna…

y apuesto a que los hombres distinguidos

en nada se distinguen de los otros…

en sus manos una llave es una llave

en sus relojes un minuto es un minuto

en sus manos un tigre es imposible.

Te advierto que la luna…

Te quiero porque tu corazón es barato

1980

Te quiero.

Te quiero

porque tu corazón es barato.

Yo soy un actor secundario

que se siente muy débil

porque no come lo suficiente.

Estoy ahí sentado,

sentado en una silla amarilla;

el suelo es amarillo,

está hecho de hojas muertas.

He olvidado mi papel.

Algún pájaro ha escrito en mi silla

el nombre de un actor importante.

El público está formado por miles de pájaros muy cultos

y espera ver algo grande.

Yo he olvidado mi papel

y mi piel de actor está llena de hongos;

estar plagado de hongos

y no comprar un tubo de pomada en la farmacia

hace que me sienta como un salvaje.

Pienso en la película

«Sangre sabia» de John Huston.

Pensar es muy trabajoso,

pensar es muy trabajoso.

Se me ocurre una frase bonita:

«La primera letra de tu nombre

es la letra de una canción,

y tus ojos son la música de esa canción;

tú estás muy guapa cantando la canción,

ni siquiera necesitas mis aplausos.»

Quisiera que mi sangre fuera sabia.

Mi sangre, todos los veranos,

busca heridas para salir a tomar

el sol.

Entonces, cuando las encuentra,

se seca,

como se secan las hojas de los

árboles y de los libros.

Tengo 25 años.

Si te revelo

este secreto de calendario

es para que comprendas

que estoy doblando una curva

y que tú puedes estar después de la curva

haciendo auto-stop.

Soy un hombre puro y huraño,

pero no soy amigo de Dios.

Reconozco, sin embargo,

que me gustaría hacerme una foto con Él,

aunque sólo fuera para salir en el periódico

y dejarte boquiabierta a ti.

Mírame:

debería estar fundando un hogar

y quiero ser atracador de bancos.

Tápame con una manta

y rompe el termómetro:

tengo fiebre

y tengo frío.

Soy puro y soy huraño,

pero no soy amigo de Dios:

Sus barbas me parecen demasiado

blancas, como si hubieran robado

a la nieve toda su belleza sin

dejar nada a cambio;

Dios es un jugador de ventaja,

un jugador muy importante,

un jugador

imprevisible.

Dios castiga y perdona porque sí:

puede que me ame

más que a los que Le aman.

Alguien ha grabado en mi espalda una boca azul.

Una risa que se derrumba cae desde la boca azul.

Pagaré una fortuna a quien borre el tatuaje.

Hoy prefiero una boca roja de mujer prohibida.

Estoy lleno de tatuajes:

mis recuerdos son tatuajes,

hasta mi pasado es un tatuaje,

cada mano en la mía es un tatuaje.

Me aparto cuando alguien se

acerca a mí.

A veces quiero que se acerquen los

A veces quiero que mi madriguera esté

vacía

porque mi corazón está vacío:

yo la vacio personalmente todas las mañanas.

Yo ya no tengo esperanza,

yo ya soy desesperación.

Veo cómo llegan los borrachos;

me asusto y me oculto

entre las botellas vacías, entre

los bares y sus luces perdidas para siempre.

Que olviden, que olviden:

yo no olvido;

que perdonen, que perdonen:

yo no puedo perdonar

la muerte agria de mis días.

Tengo miedo:

todos los bomberos llevan chistera

en este planeta de locura.

Aquí nadie puede escribir la palabra «flor»

sin querer cortarla.

Estoy sentado

y soy un actor mediocre.

El público es un cielo

que llama a las nubes

para dejar de ser azul.

Miro. Aquella papelera vacía

corrompida por su tristeza

quiere hablar con alguien.

Centenares de papeles rotos

hablan con el suelo amarillo.

Soy huraño. No soy puro.

No soy puro.

Odio.

Estoy harto de pasear entre ladridos,

de paseos entre ladridos

y semen en el pijama.

Confieso que soy

soledad sola.

Ella era una prostituta negra vestida con el peor de los gustos, era

grande como un hotel.

Reía con fuerza.

Yo no la había alquilado para que riera.

Ella estaba llena de salud.

Yo no estuve a su altura.

Me fui

humillado

con las manos en los bolsillos

fumando y jurando un poco

(quería parecer un héroe moderno):

cada esquina de la calle me dolía.

Las estrellas iluminan pero no ven;

su tragedia es dar luz y ser ciegas;

yo no sé si ilumino;

creo que a mi lado

todo se oscurece.

Espero que la noche que yo hago

sea una noche clara,

con una pareja de hogueras

y con un leopardo.

Estoy milagrosamente.

Estoy milagrosamente.

Estoy entre mis llagas.

Mi sangre no es sabia;

yo busco un manantial de sangre sabia:

ríos de sangre sabia

para regar mi cuerpo.

No creo en los ovnis:

he gastado mi fe

viviendo como una serpiente.

Mi pantalón es azul;

soy extraño y

siento desprecio;

me desprecio a mí mismo

cuando hablo tanto de mí,

porque yo desprecio a los que se desnudan.

Lucharé contra todos los que digan

lo que yo digo.

Mujeres gratis, mujeres que se pagan con un beso.

Existen. Las he perseguido;

son estrellas fugaces

son faroles

son tímpanos

¡valen su peso en oro!

son lápices

son tigres

son las mujeres de los tigres

son sombras de agua

¿qué son?

porque yo soy sangre

Te resucito

c. 1979

Te resucito

qué imposible resucitarte

tan imposible como deshojar un invierno de árboles

dejémoslo en te resucito

entreabierta y temblorosa

lechuza neorromántica

marioneta viva

con tu boquita de fresas con nata

con tu boquita de seis tenedores

estrangulando verdades

armada de súplicas

te resucito cuajado de almohadas

diluviando pesadillas

sin un mal sueño que llevarme a los ojos

con una semana de noches.

Te miro

me miras y no me arrepiento

no sé arrepentirme de haberte creado

no me arrepiento de haber diseñado

tus abrazos colectivos

estos abrazos de suburbano

que se cuelgan de los míos

o que se citan con los míos

o que se apiadan de los míos

andrajosos

esos abracitos andrajosos

que doy y que recibo.

Tus arrugas de taquillera

toda una taquilla de arrugas

¿cómo voy a arrepentirme de ti?

sería arrepentirme de tu Kremlin de espejos

de la espalda de tu peluca si te persigo

de tu teléfono que siempre comunica

de tu salvajismo de muñeca rajada

o de cuanto sé yo y no lo digo.

Sí claro que sí

porque te he creado

con un tacón de lujuria

con un collar de caricias

con una fiesta de rimel

porque te he creado

hasta tus azares

y tus aspirinas

y el momento de tomarlas

desgastado de resacas

poseído ya por ti

con la violencia del primer terremoto

o anunciando la del último mejor aún

mejor aún pero tan terrible y tan sin fechas

como la biografía del cielo

ahora que lo pienso

quizá te haya elaborado

jugando a los dardos

o saltando a lo marsupilami

sin darme cuenta

sin una fiesta de colchas

sin una guerra de nervios

sin una sola

semilla.

Ahora que lo pienso bien pensado

acabas de nacer

amada mía

brujita de guiñol

virgen loca

acabas de nacer y ya tienes

bueno ya me tienes a mí si te parece poco.

Sí pero a veces

te siento vieja como un yelmo o una diosa

sí pero a veces demasiadas veces

te intuyo ahuyentando arrugas en tu cubil mágico

qué maravilla entonces

buscar tus arrugas y encontrar las mías

suelo combatir en tu piel

juro por lo más sagrado

que tu piel es de astracán

y de película

suelo combatir en tu piel

las más antiguas prehistorias

las prehistorias más antiguas

dime cómo pude engendrarte

en un tiempo tan diverso

desde otro siglo más triste

pero quién da más y qué más da

hoy sólo me importan tus besos

curandera

lobaferoz

princesa de cuento

sólo me importan tus besos

o más exactamente la manera de atraparlos al vuelo

con mi cazamariposas de labios

y de gemir

y de aventura

y de mecedora y sus vaivenes

tus besos-prólogo

mi catecismo de besos

tus besos analfabetos

tus besos analfabetos

saben más que una escuela politécnica

unánimes

casi casi diminutos

pidiendo una lupa de calor y de silencio

si pudiera reducir su tamaño

actualmente diminuto

para que cupieran en mi provisión de memoria

para tu frente

para estrenar tu frente un besito de sabio distraído

qué dulce sorpresa tienes fiebre

prohibido salir a pasear al Parque del Oeste

preveo una cena de alacranes y de sábanas

aparta esas sábanas de válium que tanto odio

apártalas

sábanas místicas

quiero deshilachar

quiero deshilachar tu gripe

quiero desenredar vacíos en tu mielamarga

y no consigo sino alejarme de tus besos

hazme un sitito a tu lado entre pijama y revistas

entre uranio y huraño

entre desierto y destierro

aparta estas sábanas de válium que tanto odio.

Si no te portas bien

me vestiré peligrosamente

de cruel o de mormón

y recorreré tu traje de novia a tijeretazos desbocados

así que pórtate bien por tu bien

y no voy a repetírtelo

necesito un Corán de besos

nada de anacoretas

nada de pólizas

nada de sellos para enviarme

a mi jaula

ausente

a mi jaula

omnipresente y futura

a mi jauja eterna

a la jauría de las jaulas

al paraíso de las jaulas de mimbre

a la llave del paraíso de las jaulas de mimbre

al gong del lujo.

Te oigo reír

mientras afilo mis tijeras

ríes tapando tu cama que es la cama

ríes tapando tu cama que es la cama de la reina de la gripe

te oigo reír un vértigo de júbilos

hay un gallo en tu risa lo más rojo del gallo

tu risa cincosentidos

me carteo con tu risa

tu risa vegetariana

vegetariana y carnívora

tus mordisquitos de risa furibunda y cavernícola

me gustan como vecinos y me encantan como huéspedes

los cien pies del ciempiés de tu risa

me enamoro de tu risa

de tu risa estrábica

porque ya me contarás la bizquera de tu risa

y el papanoel de tu risa

y los puntapiés de tu risa

y su atroz desamparo de viudita

¿cómo voy a seguir afilando tijeras

cómo voy a pensar en trajes de novia

cómo voy a ser mormón oyendo tu risa

oyendo

tu risa

múltiple?

la desesperada arquitectura de tu risa

sólo a ella tiernamente dedico

ternura sin decimales

la desesperada arquitectura de tu risa

tomo café con los arquitectos de tu risa

ellos me regalan la escalera de caracol de tu risa

tu escalera de caracol

tu escalera de caracol caracolea entre mis brazos

sonrientes y conmovidos los geniales arquitectos de tu risa

se despiden de mí olvidando en mi hombro

un pergamino de lágrimas

sus vespas

y

un

reloj de chinchetas

tu escalera de caracol ya no caracolea

y subiendo en vespa tu escalera de caracol

circuncidando estrellas y navegando

llego a un valle donde

reaparecen intactos los arquitectos de tu risa

cortejando a doce o trece missmundos

dos de ellas universitarias

o al menos

manchadas

de tinta

efectivamente acurrucados en los ombliguitos de las missmundos

aproximadamente alegres los viciosos arquitectos de tu risa

polizones en un barco de ombliguitos

pues ninguno ha pagado a las missmundos

ni me saludan los malditos arquitectos de tu risa

y uno de ellos

un mormón con un húsar dentro o con un veneno

o sin un ciclista o con uno solo

o con el único juguete taciturno

uno de ellos

un viejo mormón lleno de esperma de ballena

me arrebata mi reloj

mi fulgurante reloj de chinchetas

y pincha las tres ruedas de mi vespa

las tres ruedas de mi vespa cobran vida y beben anís

se tambalean

arañan el aire a jaguaradas

dicen que son la espina del cactus

y atraen a las missmundos

una

a

una

así el viril magnetismo de las tres ruedas de mi vespa

une en un solo amor a las missmundos

pero

de repente

las inverosímiles tres ruedas fingen agarrar

un delirium tremens de murciélagos y animalitos

porque ya se han cansado de las missmundos

y para mayor teatro las tres ruedas

intentan devorar tu escalera de caracol

sin protegerse antes cuidadosamente

sus debilísimos dientes de ajenjo

y claro naturalmente

mueren

por su parte las missmundos

muy afectadas por las tres muertes de las tres ruedas

rápidas las missmundos rezan sus oraciones

y luego e:xigen un tocadiscos

y

se

alborotan

su invulnerable alboroto

vuela sin pararrayos

se trata de un reto al tímpano

las missmundos son treguas

en la amargura de los arquitectos de tu risa

pero las muy tontas lo ignoran

y bailan y columpian sus diáfanas nalguitas

absolutamente gratis

frenéticamente bailando la totalidad de las missmundos

si exceptuamos a la más bella de las missmundos

o al menos la más risa de las missmundos

o

la

menos

válium

o

la

más

griposa

Torre Windsor

1980

rasca

cielos

y si los ciudadanos volaran

como vuelan vientos y vuelan soles

y si los ciudadanos volaran

me refiero

a los viajantes de comercio

y a los dedos de oficinista

y si los ciudadanos volaran

para reflejar en los rasca

cielos

su piel y sus anillos

la pobreza de su reír de una sola risa

sus esqueletos en venta

sus viajes en helicóptero

las piernas de Mellors

tú tensándote

porque la vida no

hace declaraciones

cuando está en el ascensor

del rasca

cielos

pero hoy

hoy

el

rasca

cielos

es

mil

sílabas

de luz

no

una

palabra

Tu mezquita y tu río

para mi madre

escrito el día

30 de marzo de 1979

Una prostituta

ella es la única mujer por mí invadida

o

acaso

tampoco

ella

porque por más que me recuento

no hallo vestigio

de perfume o de célula o de compra o de club

o de aquel taxi

aunque allí estábamos todos,

madre,

los bienaventurados y los aventureros

allí estábamos todos

en la edad del vagabundeo y sin piernas

sin piernas como el pobre Mori Ahio

como él mordidos por un tren hambriento

pescadores de Galilea ha llegado la hora de la repesca.

Le dije que me llamaba Azul

y gracias al cielo no era tan blanca como la peluquería Noëlle

así que busqué en ella a las hijas del Atlas

ambos sin el virus del amor

aquel día la noche había bajado veloz por su tobogán de luces

y sus estrellas eran nubes.

Madre,

eres la mujer más lista del mundo después de Madame Curie

o empatada con Madame Curie

si exageramos un poco

y yo por ti exagero un poco

y hasta mucho más que un poco

de azúcar

en mi ruso

señor camarero árabe

poblando de parálisis mi alma

mi museo de aromas

tan mísero de aromas

mi monotonía de caja de música

orgulloso de soledades

y de maldad

pero sobre todo de bondad

soy todo lo bondadoso que puede ser un buitre

que no es mucho

y todo lo viejo que sabe ser un viejo

que ya va siendo más

mi alma de reposición y filmoteca

tan fanática

a su lado los locos se convierten en loqueros.

Minutos con ella

entonces pronunciar las palabras mágicas

palabras como

baobab

arrayán

y otra vez baobab

pero no las pronuncié

sobre su carne para perros

carne para perros Lassie

soy el perro que en la luna escarba una hoguera de signos

y

sólo

la

muerte

me hace

la vida

imposible.

Madre,

madre yo solo qué hielo soy

yo que desconozco el argot del amor

para ti quemo las penas que me frecuentan

ven aquí donde te midan mis penas

mezquinas como aritméticas

madre,

tu imperdible

el imperdible de tu tiempo

tu tiempo imperdible

siempre

he aquí tu permanecer

sobre nuestra permanencia

he aquí

tu mezquita

y tu río

Tuit

para mi madre

1982

tuit

tuit

ella

no sé

si salvará

a

la higuera

pero

que ella es

la salvación de la higuera

pilotando un tejado blanco

segando dragones amarillos

con dos medialunas

disfrazadas de tijeras

tuit

t

u

i

t

su música

de 50 notas

es

la enviada

del silbido

de

los

pájaros

Volver a mirarte ha sido

1 de junio de 1985

Juana volver a mirarte ha sido.

Una enfermedad desconocida lame la tierra.

En el sembrado muchos volcanes que nunca se inflamaron.

Un milagro cuando los colores se convierten en hijos.

Sombras nítidas si es posible en los campanarios.

Cantos claros acallados por el rayo del instinto.

Brotan piedras amarillas de la sangre extraviada.

Algo estremece la edad definitiva de aquel tiempo en los cristales.

Un alivio de flores se subleva como una tormenta.

Quizá ojos y acueductos fundidos por la memoria.

En valles de savia la frialdad terrible de la fatiga.

Una vejez torpemente nueva irrumpe en los canales del espacio.

Los días del suicidio son días de un azul derramado.

Antes una plaga de horas tristes ha labrado el alma.

La pregunta de una llama y en el fuego una llamada.

Es vuelo de pájaros tibios lo que repite el aire.

Destierros sagrados que curan sin descanso.

Cirujanos y pena más altos que el trigo y los muros.

Lentamente protegen tejados de escarcha.

Amenazan las promesas sinceras de la nada.

Sobrevive lo contiguo y luchan los balcones a lo lejos.

Juana volver a mirarte ha sido.

Carvajal, Antonio

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Albolote, Granada en 1943.

Es doctor en Filología Romántica por la Universidad de Granada y titular de Métrica. Dotado de una gran facilidad para la versificación, está considerado como uno de los poetas mayores de la actual poesía española y excelente representante de la Generación del 68. Nunca elude el cultivo de estrofas exquisitas y complejas, manteniendo un fecundo diálogo entre la tradición y la modernidad.

Desde su juventud ha venido escribiendo y publicando una amplia obra poética, que consta ya de una veintena de títulos, iniciada con «Tigres en el jardín» en 1968, «Serenata y navaja» en 1973, «Siesta en el mirador» en 1975, «Después que me miraste» en 1984, «Testimonio de invierno» en 1990 y culminada hasta el momento, con «Alma región luciente» en 1997 y finalmente «Una perdida estrella» en 1999.

Ha obtenido distinciones importantes destacándose principalmente el «Premio Nacional de la Crítica» en 1990.

A TI, SIEMPRE ALEGRÍA

Es el pagaros gloria tan subida

que cuanto más os pago, más os debo.

A ti, siempre alegría

si jazmín amanezcas

o canario en la jaula

de mi ventana seas.

Pero más si tu cuerpo

en mi amor se concreta,

de una herencia celeste

suavísimo albacea.

Mucho más cuando carne

de mi carne te entregas

y ante tus labios pálidas

son todas las anémonas,

si luna, porque clara;

si mar, porque serena;

si vegetal, por ser

prisión para la estrella.

Pues te debo alegría

y esperanza y certeza

y ser quien soy sin ti

no puede ser sin mengua,

tómame por rehenes

de mi amorosa deuda

y canario en la jaula

de tu ventana sea.

Y todavía, entonces,

¿cómo no te debiera

el alpiste y el agua

y la lechuga tierna?

Tenme como un jazmín

silvestre que, a tu vera,

se nutra de suspiros,

mi amor, mientras sesteas.

A VECES EL AMOR TIENE CARICIAS FRÍAS

A veces el amor tiene caricias

frías, como navajas de barbero.

Cierras los ojos. Das tu cuello entero

a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja

irisada de sedas en el raso

del bastidor: raso del lento ocaso

donde un cisne precoz se somorguja.

En general, adopta una manera

belicosa, de horcas y cuchillos,

de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera

con ojos tan serenos y sencillos

como un arroyo fresco en el verano.

ALDABA DE NOVIEMBRE

Una tristeza dulce y anterior

al suspiro y las lágrimas,

anterior al idilio de la tarde

azul y el jacaranda,

invade la memoria con su música,

su brisa, su nostalgia:

Es la tristeza de mirar el cielo

cautivo entre las ramas.

AMOR MÍO TE OFREZCO MI CABEZA EN UN PLATO…

Amor mío te ofrezco mi cabeza en un plato:

desayuna. Te ofrezco mi corazón pequeño,

y una vena fecunda que tu lengua de gato

ha de lamer, ya claras las arrugas del ceño.

Otra copita y basta: Amor mío, qué rato

más feliz tu mordisco, como un nudo de sueño,

Yo escalo las paredes, tú apacientas un hato,

y yo balo en la sombra como cabra sin dueño.

Para ti no es la sombra, para ti es sólo el día,

mi Amor nunca tocado por un dedo de bruma,

mi Amor nunca dejado por la indemne alegría.

Te ofrezco un dedo rosa y unos labios de espuma,

Amor mío; te ofrezco la lengua que tenía

cuando dije tu nombre y era el eco una pluma.

“Tigres en el jardín” 1968

ANUNCIACIÓN DE LA CARNE

Envuelto en seda y nardos, encajes y rubíes,

vino el ángel del cielo a verme una mañana;

yo encadenaba plumas de ensueño en mi ventana

con un candor desnudo de lino y alhelíes.

Su corte de querubes y jilgueros turquíes,

cambiaba por mi leche, mi miel y mi manzana;

el beso y la mejilla eran de nácar grana,

de tibios surtidores y absortos colibríes.

Se deslizó en mis venas como pez por el río

y, al tiempo que en su torre daba el reloj la hora,

mané sangre y luceros mezclados con rocío.

Me cerró las heridas su boca que enamora

y abrazando mi cuerpo transitado en su brío,

me dijo: «Eres hermoso». y se fue con la aurora.

BAJO CONTINUO

Como en la muchedumbre de los besos

tantos pierden relieve -sólo el beso

inicial y el postrero por los labios

recibidos perduran-, estas flores

que el año nuevo entrega: Con el blanco

del almendro en su abrigo contra el norte,

la voz del macasar, no su presencia;

hoy, esta rosa. ¿La aguardabas? Huele

como la adolescencia y sus deseos.

Pero en medio se abrieron las cidonias,

los ciruelos, manzanos y perales,

tantos y tantos, rojos, rosas, blancos,

y apenas los mirabas: Como el gozo

de unos brazos constantes de certeza

te acogieron, te acogen, y recuerdas

sólo el primer calor, sólo la boca

que te ha dicho, al partir esta mañana:

“No vuelvas tarde”.

Pasas por los campos:

Entre las hojas con su verde intenso,

aún canta la blancura de los pétalos.

Es la felicidad que da sus trinos,

sus trémolos, su leve melodía,

sobre un bajo continuo de sosiego,

de paz, de vuelta al labio no sabido

en la forma, en la flor que te formule.

CANTAR DE AMIGO

Di, noche, amiga de los oprimidos,

di, noche, hermana de los solidarios,

¿dónde dejaste al que ayer fue mi amigo,

dónde dejaste al que ayer fue mi hermano?

-Verde le dejo junto al mar tranquilo;

joven le dejo junto al mar callado.

CAPRICHO

Un capricho celeste

dispuso que velado

de lágrimas quedara

el nombre del amor;

la alondra, que lo tuvo

casi en sus iniciales,

lo perdiera en el canto

primero que hizo al sol;

la raya temblorosa

del horizonte, herida,

repitiera la llaga

que el eco le dejó;

la lumbre de otros ojos

amortecida, apenas

para el silencio nido,

para el sollozo flor.

Si oscuro fue el capricho,

y signo fue del cielo,

voluble halló una pluma,

rebelde un corazón:

no sometió la sangre

al llanto sus latidos

y desveló el secreto

con risas en la voz.

COMO CARNE APRETADA A NUESTROS HUESOS…

Como carne apretada a nuestros huesos

nos envuelve el amor más solo y puro,

que, apartados del mundo y su conjuro,

vivimos un festín de fiebre y besos.

Este recinto prieto, donde presos

unánimes nos damos un seguro.

este campo solar y nido oscuro

abona en gracia vida y embelesos.

Contagiados de mundo, sin embargo,

lucha es la vida con caudal de grito,

y a veces un sollozo y un letargo.

Y es que el dolor destroza nuestro mito

y el dulce amor nos sabe tan amargo

como la sed de un páramo infinito.

CORRESPONDENCIA

Fosa común de pájaros y fuentes

eran tus ojos en la tarde ardida.

Había un brillo cruel de luz mordida

en tus labios sin besos y en tus dientes.

Ayer dos corazones coincidentes,

hoy dos bordes sangrantes de una herida,

mañana doble sombra de guarida

de sierpes y de lobos impacientes.

Tú, aquí; él, por ahí: Porque no es buena

la vida, no: No es justa y no es sagrada

para quien muerde el fruto de la ciencia.

Esa ciencia que nace de la pena

de no verse mirada en su mirada,

pedir amor y recibir paciencia.

CUENTAS DE VIDRIO

Así, rodado, crepitado, ungido,

estarcido y flagrado,

como derrama un niño cuenta y cuenta

de vidrio en la sonora

patena de la noche, te he entregado

mi puño y mi tormenta

y he nombrado

como albacea la Aurora.

Agujas y sedales han cosido

mi lengua al paladar, donde tú abrías

ya no sé qué navajas o alegrías,

qué sigilo mortal, qué luz de olvido.

No pido compasión; sangre te pido

y músculos joyantes y agonías,

devoradoras águilas, orgías

y uñas escodadoras del sentido.

Y vivir y cantar y la condena

cumplir de nuestro amor y ver la cima

del monte más temible destrozada

por un súbito embate de carena,

por una mano que la piedra oprima

con el temblor sediento de la espada.

“Serenata y navaja” 1973

DAME, DAME LA NOCHE DEL DESNUDO…

Dame, dame la noche del desnudo

para hundir mi mejilla en ese valle,

para que el corazón no salte, y calle:

hazme entregado, reposado y mudo.

Dame, dame la aurora, rompe el nudo

con que ligué mis rosas a tu talle,

para que el corazón salte y estalle:

hazme violento, bullidor y rudo.

Dame, dame la siesta de tu boca,

dame la tarde de tu piel, tu pelo:

sé lecho, sé volcán, sé desvarío.

Que toda plenitud me sepa a poca,

como a la estrella es poco todo el cielo,

como la mar es poca para el río.

DESHOJAR UN RECUERDO…

Deshojar un recuerdo se convierte

en un trabajo lleno de rocío,

como un campo de lirios y cerezos

donde me vieras sin estar conmigo.

Dócilmente te tiendes a mi lado,

extiendes tu cabello, abres al lino

interiores de concha y amaranto:

el alba fija tus contornos tibios.

Yo repaso el silencio suavemente,

fluyen las horas, y en su claro signo

ponemos un común astro de besos,

y damos los recuerdos al olvido.

Todo lo que anhelé, tú me lo has dado;

todo lo que viví, por ti está vivo;

lo que no fuiste tú, sombra es de un sueño

y no esta flor quemándose en tu brillo.

Tus alas puras lo tocaron todo

Y aún vuelas en mi gesto pensativo.

Oh, no levantes más recuerdos yertos.

Déjame en ti gozosamente hundido.

DESPUÉS QUE ME MIRASTE

Oigo tu voz muy remota:

¿Me llamas por la alameda

al fondo, donde las hojas

o fulgen de brisa o tiemblan?

¿O me llamas desde arriba,

desde mi memoria, desde

tu propio silencio, íntima

delicia de conocerte?

¿Por qué me llamas, si sabes

que me tienes, que nos somos,

que después que me miraste

desde tu voz te respondo?

DESPUÉS QUE ME MIRASTE, 22

Cuéntase de un zagal heroico antiguo

tal singular hazaña: consiguió

dominar preciadísimo caballo

asustadizo de su sombra

guiándolo hacia el sol; obtuvo, así,

loa y acatamiento de los hombres.

Pero mayor hazaña fue la tuya

después que me miraste

pues mi pasión e instinto condujiste

a la luz de la vida y hoy me miro

en el espejo de tus ojos puros

dócil corcel de amor.

DUÉRMETE AHORA, SENTIMIENTO MÍO…

Duérmete ahora, sentimiento mío.

Déjame en esta paz que me regalan

la silenciosa habitación, las suaves

luces, las tenues llamas.

Ya sé que ayer fue dura la congoja

y no sé cómo el corazón mañana

soportará romper con estos lazos,

con estas quietas brasas.

Pero no me perturbes esta noche

en que mi terca sangre se acompasa

al fluir de otras vidas más serenas,

al soplo de otra gracia.

Y tú, indiscreto pensamiento mío

pájaro equivocado de sus alas,

duerme también y deja que la noche

me abrigue, limpia, el alma.

De “Miradas sobre el agua”

EBRIEDAD DE SOL

Vente conmigo a esta caliente fosa,

al hueco en que un árcangel nunca anida:

es foso de leones o manida

de sangre, no de pétalos de rosa.

Aquí los huesos silban, y qué hermosa

es su canción de besos y de herida.

El relámpago apenas tiene vida

en tanta huesa amante y cavernosa.

Ay, ven conmigo. Duérmete a mi lado.

El gusano no puede con el sueño,

vino es la muerte de metal fundido.

Tierra en la tierra ya, nuestro costado

será un arpa que tañe el Sol -su dueño-

para darle al Amor nuestro sonido.

“Serenata y navaja” 1973

EL AMOR BUSCA PLUMAS CLANDESTINAS

Nació bajo la luz de una tarde de estío.

Súbitamente herido,

por calles, por tranvías, por geranios, por trajes,

liquen de labios, desplegó sus alas.

Rodó por archipiélagos de madreselva húmeda,

por vinos aromados y miradas furtivas,

pero temió las cárdenas navajas

que al inocente acechan.

Por la tronera trémula del pino

podían dispararse cerbatanas,

flechas extintas como espejos sucios.

…Súbitamente herido.

El amor busca plumas clandestinas,

rodando por los nombres de los meses,

errando las ambiguas direcciones,

bares de moho, pensativas lunas,

súbitamente herido.

Tenía grandes alas, como fuentes,

como cedros, crepúsculos, alondras;

iba por avenidas y jardines

encorvado de piedras y deseo…

Súbitamente herido.

Oh los deseos que en el tiempo anidan,

que incuban sus estrellas, sus acíbares,

y sobre el campo hostil dejan cristales,

nácar de empuñadura de navaja,

caparazones de marfil, diademas

de sangre sexual. Buscaba plumas

clandestinas, covachas, paraísos

terrenales, ocultos, donde el hombre

no acosa como hiena, como hombre,

como sonrisa cómplice, ni escándalo.

¡Qué escándalo de plumas! Centinelas

de la certera soledad prendían

hachones en la noche

por barrancos, colinas,

por cactos polvorientos, por yacijas

donde el amor inventa su mínima aventura,

súbitamente herido.

El amor se resiste a los acosos,

súbitamente herido,

tiene oídos nocturnos, grandes ojos.

súbitamente herido,

las alas cubren con temor su torso,

súbitamente herido,

y es feliz con sus plumas de abandono,

súbitamente herido.

Acacias, gritos, campanadas, sombras,

buzones, fechas, compasión, sollozos:

para que su rumor no desvele a los bosques,

pasa el amor con la noche en los hombros.

EL DESEO ES UN AGUA

I

Siempre vive, pervive, sobrevive y asciende,

como un astro y sus luces, el deseo a los cielos,

sin confundirse nunca con el cuerpo logrado,

sin renunciar jamás al clamor de la sangre,

a las yemas feroces donde mana

una mano las nieves sin estrépito,

boca que sigue el trazo de las aves

más allá de la noche y su sospecha.

Abierta noche insomne cuyos dientes

tiñen la sangre de un rumor perplejo,

tacto de mineral, cristal y lágrima

que el mar bebiera y en la luz se cumple

abrasadoramente, ardidamente

por donde el tiempo yergue sus promesas.

Siempre en silencio perseguido y dúctil,

resbalando por montes de corales tranquilos,

superviviente frágil que sobrenada el canto

último en que los barcos naufragaron sin día,

recubierto de arenas marchitas y de pétalos

para perder los labios donde la luna insiste,

resiste. Donde el hierro, carmín rozado, frente

de otro pesar sin nubes se desliza convulso

como serpiente muda que las sombras escruta

abrasadoramente,

nunca saciada, nunca

consumada en el tacto,

musgos frescos, saladas

márgenes, sonorosas

pulpas hendidas, siempre

perseguidora inmune

al sudor del estío,

al frescor de unos ojos

palpitantes de lábiles

corpúsculos de aurora,

nunca dormida, nunca

cubierta por las alas mullidas

del olvido.

II

La sangre, hierro convexo, pegajosa brasa

sin renuncias, mana y no cubre, fluye

y reclama vasos, céspedes hondos, cuellos

por donde el aire resuena

con cansancios de oboe

henchido con el cuerpo que le negó la aurora,

buscando el lecho estéril y la sombra baldía,

fingiendo la planicie,

la suave piel sin fechas,

forma de fruto y pecho

desnudo de latidos,

y el pedernal lo gime.

¡Oh cosechas vencidas, oh simientes

siempre más generosas que los ojos,

más ofrecidas a las chispas súbitas

que la lengua convulsa de mentiras,

volved, volved al suelo, y la amapola

cante en las primaveras de otros sueños,

otro rumor de latidos acordes,

un desvanecimiento de los labios ardidos,

mordidos, mientras gime

la serpiente en la pulpa

borrascosa, sumida

en su propio deseo,

abrasadoramente,

nunca saciada, nunca

consumada en el tacto,

perseguidora inmune

al sudor del estío,

mientras la sangre consta,

mientras vuelve, revuélvese, se disuelve y desciende

como liquen sin luces el sopor a los cuerpos,

manteniéndolos siempre sobre el duro equilibrio

de una luz prometida que nunca, nunca alcanzan,

y una sombra perenne que los ata y los ciega!

III

No es el azul ni distante-ni irónico,

ni en las puertas perplejas que entreabren

una posible llama donde el jazmín crepite

cuelgan los ramos tristes,

las pupilas, la fría

mueca por la que pierden su sollozo

quienes nunca lograron confundirse en la noche,

quienes nunca lograron que la niebla

tiñera los jardines del deseo

con otra luz que su rencor no hubiere,

mientras en las orillas, por la nube

primera, como frutos destronados

por la estrella rival y melancólica,

surten los barcos de enramadas velas,

la proa hacia los reinos de la llama,

inocente e inmune

al cierzo muerto, al austro

perseguidor de yeguas y leones,

de corzos con la lengua estremecida

por las hierbas recientes de rocío

junto a la nieve y el azul que ríen.

Porque se supo siempre

que nos habita el hálito

de un alma nunca nuestra,

víctimas de los límites

que las sombras imponen

al cuerpo y al deseo.

Porque siempre nos queda

una duda en racimos

de sed, una serpiente

de lava que si aflora

castigamos con dura

resolución de niebla,

siempre fingidos, nunca

con resplandor de carne

abrasadoramente

entregada a los vientos

que la muevan, fecunden

de pájaros y abejas,

la miel, el vuelo, el canto

por el azul extenso,

y nos llama la sombra,

no la llama, no el río

con su rumor frondoso,

su luz y su clemencia,

y el vano giro y la inventada roca

que rueda y vuelve a su lugar nativo

no los miramos como ser podrían,

concreciones de piel, sed y silencio

que como pulpa blanda entre los rígidos

y amenazantes dedos de la noche

promete siempre abrasadoramente

la nueva floración, la sangre virgen

negada por los ángeles

hipócritas que cubren

su torso con las capas

del rencor y la envidia,

nunca para dar paz, nunca para que el gozo

de la piel amanezca sobre aquellas mejillas

donde una vez pusimos la mirada y los labios,

tan ardorosamente, tan gozosos, tan ebrios

de un primer resplandor, de un desplegado

astro en sus luces sobre el mar dormido.

IV

¿De qué pútridas huellas

se yergue este perplejo

sinsabor de unos muros

para la luz cansancio,

para la sed derrota,

calumnia del rocío?

Desplegaba la tarde sus desdenes

en el ocre frenético, en el cisma

de un sol de labios húmedos,

de un hondo respirar que el sueño oprime,

y el invicto deseo

golpeaba los vidrios

de aquella luna, cima

de la desolación,

hierro concreto y linde

donde el pájaro abate

todo el candor de sus plumas hendidas,

el despliegue inconstante de la rica, la grácil

persecución de un pecho

donde anidan espejos,

simulacros de un vino

que hace vivir las algas,

las espumas rocosas

donde el beso se extingue

casi con claridad de esperanza o de culmen.

Pero el muro no basta

para torcer el curso

de las alas, los labios, las yemas, los cansancios

que fustiga la sangre y recorre el silencio

como una desplegada resplandeciente copa.

Beber y hundir los ojos, con las sienes

golpeadas por núbiles enloquecidos potros,

puentes hacia el extremo poniente sin rencores,

allí donde nos consta,

donde canta el deseo.

V

El deseo es un agua

retenida en los ojos,

resbalada en los labios

que en la sombra sugieren

lentas lunas amargas,

fulguración y súplica y suplicio,

dura omisión de resplandor silvestre,

terrestre, con escamas como días,

como fechas impuestas a los súbitos

relámpagos insomnes, a la carne

que sabe cierto el límite y el trémulo

deshacerse en la luz que así la nutre,

incorporarse a un borde sin semillas.

El deseo es un agua que persigue

álamos blancos, valles y riberas,

un horizonte despejado y quieto,

alma región luciente donde fluye

una canción con labios que la dicen,

nutritiva plegaria, cuerpo solo

en que arder y vivir fueran la dicha,

el gozo, el vuelo, el silbo, el aire, el sol.

HACIA LAS CUMBRES IBA

Primer acorde. Alhambra

Hacia las cumbres iba,

hacia las verdes cumbres, su deseo.

Allí aprendió que la melancolía,

cuerpo lento del tiempo,

cuerpo del agua frágil detenida

en los vasos secretos,

a conformar empieza la memoria.

Lleno de suaves algas y de pétalos

sumergidos, de platas indecisas

y de leves luceros,

allí esperó que la frescura nítida

y los blandos oreos

condujesen su sed, su amor, su dicha

sin nombre hasta los cielos,

las visiones perfectas, la precisa

iniciación del vuelo

y supo allí que la belleza efímera

es de toda verdad fuente y espejo.

IDILIO

Dicen todos: Ellos son,

ellos cantan, ellos miran

la aurora de las acequias,

el ruiseñor que origina

tristezas de amor, extrañas

y suaves melancolías.

¡Cuánta flor han deshojado,

cuánta mirada cautiva,

cuánto encaje de hilo limpio,

cuánto beso sobre el día

que como un pozo de brasas

se enciende y los aniquila!

…no son ellos; ya no son

más que tórtola en la encina,

más que el agua del venero,

más que la flor de alegría,

más que una vara de nardos

llameante a maravilla,

el torso bello y desnudo,

la boca que les destila

ámbares, rosas, jazmines

y una palabra no dicha,

palabra sola que son,

amor, amor… Y la brisa

los lleva, blancos y puros,

los lleva a las altas cimas,

los lleva a las luces ebrias,

hacia las estrellas fijas…

LA MÚSICA EN VIANA

A Guillermo González

Evocar la palabra con que formé mis labios,

las palabras, la música de un surtidor tendido:

Pérfidos, jaspes, mármoles, columnas derribadas,

capiteles y sueños, jazmines y celindos.

¿Y el azahar? ¿Y el aire que duele como un agua

equivocada y tensa por las veras del río?

y el pez de la memoria deslizándose, yéndose

por palabras perdidas, con su rumor de niño.

La más humilde de todas,

la más silente,

no es el grosero alelí,

no es la violeta campestre,

sino el geranio, tan duro,

sino el geranio que mueve

sus ofrecidas umbelas

entre el viento y las paredes.

Tanto color en la flor,

y las hojas cómo huelen.

Amenos valles, ríos

de salud, sonrosados

cielos de tarde -el ángel

protector, más hermoso

que la salud, sonríe-.

La súbita ceguera

se puebla de recuerdos.

Es un dolor: Dejadme

con la música a solas,

que me vuelva la tierra

del sol: que me despierte

con la miel en los labios

y la salud del alma.

¡Oh flor de España!, ¿qué

no es flor en ti, si piedra,

si estuco, si rocío,

si muralla, si hiedra?

toda interior, tú, patio

de la vida serena.

(Fantasía) No es canción ni lamento ni murmullo:

trino que el corazón hiciera suyo.

Trino sin voz, pero con alma y vuelo,

las densas manos de un amor sin duelo.

Las densas manos que desgranan ecos

de espesos sueños y de pechos secos.

Guadalquivir abajo la agonía

de un sol todo memoria y melodía.

Guadalquivir arriba suena un árbol

gota de llanto que resbala en mármol.

No es blanco ni verde

ni amarillo ni anaranjado; vence

en blancura al jazmín,

en tiempo a la magnolia,

en fuego al querubín.

Azahar, azahara,

azahares sin fin.

Esta música, el ansia de más vida,

¿qué viola del cielo la ha vibrado?

¿Qué pensamiento entre la carne herida

abrió su triste pétalo morado?

Qué corcel de rumor sin voz ni brida

para su pétreo paso desbocado

galopa por un cielo equivocado,

neutra la estrella turbia o escondida?

Esta música llena de añoranza

que no alcanza a colmar una esperanza,

que tiene nombres pero está vacía

de presente, de amor, ¿qué melodía

íntima la sostiene, qué sosiego

quiere alcanzar, entre el dolor y el fuego?

El rumor de los pozos,

negro en lo blanco,

el rumor de los pozos,

fresco en los labios,

el rumor de los pozos,

Córdoba madre,

el rumor de los pozos,

negro en el aire.

Guillermo, estas palabras se alimentan

de un recuerdo de música y jardines.

Tú pusiste la música, que estaban

los jardines soñándote, esperándote.

Gracias por tanta luz, por la belleza

que tu pasión, que tu conocimiento,

elevan como triunfo -doble arcángel:

Albéniz, Falla-, en Córdoba, en mi vida.

LA SOMNOLENCIA

A determinada edad

pero imprecisa fecha,

he descubierto en mí

-como, un día, al mirarnos en el espejo, percibimos

una peca, muy diminuta, muy subrepticia

pero constante- una extraña

compasión. No se trata de un ángel

vestido de penumbras, de una palabra apasionada

y ruborosa, de un acuciante clarinete

que se abre paso entre la cuerda como un gato entre petunias:

no es una congoja

ni la esponjosa sensación del pecho cuando encontramos a

un amigo;

pero algo más cotidiano, quizá más displicente,

un comunicativo interés por los hombres, que no es curiosidad,

tal vez no es simpatía, no, desde luego, adhesión,

sí una sorpresa, al comprobar que un grupo

de hombres es tan sedante como alameda rumorosa,

tan excitante como los truenos, tan sencillo como el río.

Entro en los bares y ya no es sed lo que allí me conduce,

ni un dejarme arrastrar, ni una imaginación novelesca

lo que me distrae.

Ya no espectador, sino una somnolienta prolongación

de los murmullos,

uno más entre todos, porque no diferente.

Viejas palabras gastadas,

atropellados lugares comunes,

cordialidad, cifra de céfiros,

adquieren irisaciones atractivas, y la pana

de las chaquetas es tan acariciadora como el musgo,

fértiles las corbatas como las rosas, novísima

una dentadura intacta, como el amanecer.

Y como arrullado y como sumergido

en imprecisa blandura tibia,

y como somnoliento, bebo y charlo

con éste o con aquél, sin elección, sin otro

compromiso

que el pasar este rato que llenará mi vida

con no sé qué soñada página de mi historia

social; no con intimidad, pero con cierta

familiaridad risueña que me indica

que se vivir y tengo compañeros.

De “Siesta en el mirador”

MADRIGAL DE OTRO ESTÍO

Dudé si compararte

con la nube o la luna:

Agua fugaz para mi sed, caricia

de luz distante en sombra íntima y única.

Ramas cansadas, últimos delirios

esperaron en vano que la antigua

costumbre de los astros me alumbrara;

dádivas de la nunca

previsible constancia de los meses

mi sien tocaran con sus manos húmedas.

Toda mi piel gozó tu piel un día,

toda mi noche se encendió en tu púdica

palabra sin futuro.

Sé que un agua

de juncias densa y clara se me oculta

y me llama y no sé si de mi sed

se burla o, para ser, mis labios busca.

Compararte pudiera a los oasis

-no a la nube inconstante, no a la luna

mudable-, pero sólo oigo mis pasos,

no de tus palmas la envolvente música.

MEJOR QUE UNA PUNTA FINA…

Mejor que una punta fina

para herirte sin remedio,

la filigrana perdida

en laberintos de sueño.

Y mejor, los gavilanes

que se posan en tu mano

como suspiro de alfanjes

entre la flor y los ramos.

O, mejor, la paz del día

que no necesita espada

sino una flecha encendida

de sol entre lentas ramas.

NARCISOS

A Elena Martín Vivaldi

Bocas de vidrio, esbozos de penumbras.

Adelantados o doblados

o pertinaces en su insomne palidez

de vientos como llamas, los narcisos

entregan su aroma, luna de invierno.

Florecer y morir, qué triste júbilo.

Su dispersa agrupación conmueve

el corazón del hombre, pues conoce

que la armonía existe, mas tenerla

sometida no puede a su dominio.

Todo es renuncia: de tanto aroma

nada se percibe, como en la muchedumbre

de los besos tantos pierden relieve,

sólo el beso inicial y el postrero

perduran.

Hanse abierto en los días

cálidos de febrero, largamente esperados,

interludio suavísimo

entre la agria orquestación del otoño

y el ascenso difuso y orgiástico del polen.

Y se propagan y se ofrecen y su obsequio

es cuasi monacal, como si una vidriera

de ponientes áureos derramara

no sé qué olvido glorioso en el tocado

de la novicia, ella, tan nueva, entrada

en la sabiduría de la entrega.

En las columnas del incienso,

en el cavado resonar del órgano

suspenso, en el ilustre bisbiseo

latino de letanías, hay la misma floración

angustiosa de los narcisos,

algo intacto que pasa, y no relámpago;

algo que es luz y, al tiempo, materia deleznable;

algo que llena el pecho de veneno y promesas.

Algo como una nube que transita en silencio.

De “Siesta en el mirador”

NEVANDO ESTÁ EN LA TIERRA DE MARÍA

A Manolo Gil

Nevando está en la sierra de María,

en Vélez ha cesado la llovizna.

He tomado café. Recuerdo versos

que escribí en los momentos de otra dicha.

Hablaban de un otoño a borbotones

destellantes, que iba y que venía,

con su copa de aromas desbordados

súbitamente rota en sacudidas.

Y preguntaba entonces: ¿un tormento

el amor, o suavísima alegría?

Lo preguntaba entonces y no tengo

una respuesta en que acoger mi vida.

Lo que sí puedo recoger ahora

es que al tomar café sin compañía

me ha quedado en la boca un mal regusto

de viejos versos y precoz ceniza.

NOCHE ENTRE DOS LABIOS

La noche, entre dos labios distendida,

víctima iridiscente de la aurora,

con lluvia canta o gime o duda o llora

sobre la huella que dejó la herida.

Difícilmente abril lanza encendida

la corola dudosa de una hora;

clama en la lluvia el viento, el agua implora

cauce a su curso y lágrima vencida.

Pero dos manos limpias, delincuentes

porque recogen sólo la bellaza,

dejan los labios quietos y sombríos.

¡Oh caricias soñadas e infrecuentes,

con la misma pasión e igual tristeza

que llevan a la mar llanto y rocíos!

NOVIEMBRE

A mi padre

Me acodé en el balcón:

las estrellas giraban,

musicales y suaves, como los crisantemos

de las huertas perdidas.

Toda la noche tiene manos inmaculadas

que pasar por las sienes que el cansancio golpea,

húmedos labios trémulos para tantas mejillas,

corazones acordes al par de sus silencios.

Me acordaba de ti,

del que no fueras nunca,

casi flor, casi germen, casi voz, casi todo

lo que nombra un deseo.

Aquél que hundió en la tierra su planta generosa,

los olivos que ceden su fruto a las escarchas;

el que alzaba su mano como si fuera un grito

poderoso y maduro sobre el marchito júbilo.

Me acordaba de ti,

como en noches pasadas,

tanto amor que se logra pero no se consuma

por no sé qué misterio,

y el corazón, tan lleno de flor y flor perenne,

de estrella y lunas fijas, de campo y campo abierto,

abría sus balcones hacia un paisaje oscuro

de paciencia y de adiós, de clemencia y de olvido.

O NO SUSPIRES POR SU NOMBRE…

Ven, Amor, si eres Dios, y vuela.

Luis de Góngora

O no suspires por su nombre

o no reclames su presencia;

que si llega a escucharte, te abrasa;

que si llega a abrazarte, te quema.

No es un dios el Amor, pero vibra;

no es abeja el Amor, pero vuela:

vibra, músico, en todos los cuerpos;

tiembla, cándido, en todas las nieblas.

Y si pone en los labios rocío,

una gota de sangre se lleva.

Que le gustan los labios si rojos

y por blanca la blanca azucena,

y vuela.

OTRA VIDA, OTRO MAR

álzate a mí, a mi boca, galvánico Amor mío,

terriblemente impuro bajo un sol de justicia,

revolcado en la muerte, como el furioso río

empapado de rayos, de tierra de inmundicia.

Retuércete en mis ingles, provoca un desafío

entre amargo orgullo y la casta caricia,

y desata los vientos, y el témpano más frío

para asolar el único vergel de la delicia.

Y asfíxiame en el fango, y hazme sombra de nada,

como un volcán de envidia, como una injusta mano,

como un diente roído que en la fruta se encona.

Y después de estar sucios y con la carne helada,

¡vamos al agua quieta donde fulge el verano,

vamos al mar sereno que nunca nos traiciona!

De “Extravagante jerarquía” 1981

PALABRAS EN LA PIEDRA

Sunt lacrimal rerum

La morbidez de un seno

adelantado hacia la mano, toca

esta cueva de mosto, este veneno

placentero y feroz, une tu boca

a su agresiva punta, sorbe, acaba,

nos pide. Así la piedra

busca un calor de labios o de lava

y, para completar nuestro delirio,

o nos enlaza en víboras de hiedra

u obscena eleva entre su puño un lirio.

La proa sepulcral

desarrolla un cartel: Son de las cosas

lágrimas. Tú, venera

estos restos que fueron manantial

de hazaña tanta. Si al tocar, piadosas,

tus manos estas losas, no sintiera

tu corazón pavor, que tu mirada

nunca vea la luz. Fui desdichado

porque nací. Feliz, pues he vivido.

Bellos, mas sin sonido,

proclaman los clarines la esperada

resurrección del cuerpo. Ha reclamado

en piedra la palabra luz futura.

Procaz el muslo cuanto quieto extiende

su frígida cascada;

sátiro, no de un bosque, ya no apura

vino marmóreo insípido; no enciende

ni la horrible amenaza

compasión. Sólo vibra la coraza

de un tal cadáver que fue hombre y quiere

andar entre los hombres, en la plaza,

y habla y nos oye y nos acecha.

Y muere.

PARAÍSO FINAL

Luchando, cuerpo a cuerpo, nos queremos de veras

y es fuego de mi carne la flor de tu mejilla.

El beso en su volumen iguala a la semilla

que brota verdemente con dos hojas primeras.

En la concha del ámbar manan las primaveras

un arroyo sereno de miel y manzanilla.

Tiene la tierra plumas de mirlo y abubilla;

pían en nuestro abrazo canarios y jilgueras.

El nácar se disuelve en manantial de leche,

en torrente de vino, de aceite y de resina:

No hay nada como el lirio que tanto nos estreche.

Hay en cueva de nata paladar de paloma

y en jardines cerrados para el sol que declina

paraísos abiertos del tacto y del aroma.

De “Tigres en el jardín”

PASIÓN

Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,

te beso limpiamente los mínimos cabellos

que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,

en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra

de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos

a las heridas tibias, con besos, besos….Ellos

que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.

Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo

tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,

te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.

Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.

El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,

y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

POCAS COSAS

Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida

que esta maravillosa libertad de quererte.

Ser libre en este amor más allá de la herida

que la aurora me abrió, que no cierra la muerte.

Porque mi amor no tiene ni horas ni medida,

sino una larga espera para reconocerte

sino una larga noche para volver a verte,

sino un dulce cansancio por la senda escondida.

No tengo sino labios para decir tu nombre;

no tengo sino venas para que tu latido

pueda medir el tiempo sin soledad un día.

Y así voy aceptando mi destino, el de un hombre

que sabe sonreírle al rayo que lo ha herido

y que en la tierra espera que vuelva su alegría.

POEMA FINAL

A Mari Paz Muros y Juan Carlos Lazúen

“Dejó un cuadro, un puñal y un soneto.”

Manuel Machado

Si mañana no vivo, si mañana

queda inmóvil la luz en mi ventana

sin mi apresuramiento y mi figura,

sabed que algún soneto os he dejado

y que, cruzando del olvido el vado,

salvé de tantos cuadros la hermosura.

El puñal me lo llevo entre los dientes

porque morder las frases más mordientes

es caridad, si no cautela humana.

¿Qué os dejo? Mi palabra agradecida

y nada más. Si acaso, una manzana

que en vuestras bocas suene a fresco fruto.

Iré a otra luz. La luz no guarda luto

por quien la amó en el arte y en la vida.

POEMAS DE VALPARAÍSO, XV

Vine por un camino de rosas y trigales,

mi corazón saltaba como un corzo en la aurora,

mis labios te decían desde lejos los nombres

de las más cotidianas y más sencillas cosas.

Los ecos y las huellas bajo el sol florecían,

los jilgueros cantaban por no dejarme a solas,

cuando al volver un codo del camino a mi lado

se emparejó la muerte muda silente y hosca.

Bajo la luz tranquila se me nubló la frente,

se doblaron de tristes las nuevas amapolas:

«Espérame a la vuelta». y seguí mi camino

por trigos espigados y olivares y rosas.

Ascendí a tu morada y allí gocé tu cuerpo,

y allí bebí la muerte y sólo vi la aurora,

tus ojos en el fondo de un mar de nácar puro,

y tus besos tallados como cristal de roca.

Te apreté entre mis brazos, te confundí en mi sangre,

me hundí en tu pecho tibio y entre veras y bromas,

pasó la luz del día, pasó la noche densa

con olor de jazmines y canciones de ronda.

Los álamos, más altos que nuestra blanca torre,

se meneaban de pájaros como un libro de horas.

Pero aún era pronto para dejar los besos

y ese sopor tranquilo de la penumbra ociosa.

Bebimos vino añejo escanciado en las manos,

ebrias de tanto amor y claras como copas;

en el huerto encontramos las primeras cerezas.

Pasó de nuevo el día, pasó otra vez la sombra.

Salimos por el campo confundidos en uno,

tocaba con tus manos, hablabas por mi boca,

éramos un incendio de amor en la mañana,

a nuestro paso ardían los celajes, las frondas.

Al doblar un recodo nos detuvo la muerte,

me llamó por mi nombre y me dijo: «Ya es hora».

Mas no logró arrancarme de tu abrazo. A lo lejos

los álamos cantaban con el sol en las hojas.

POR LA ESCALERA ARRIBA…

Por la escalera arriba

mi tedio te seguía,

un tedio de magnolia

que el aliento marchita.

Por la escalera abajo,

cubierta de glicinias,

la tarde era más tarde

porque yo te seguía.

Te volviste a mirarme,

pero no me veías.

Ya sé que no me amabas,

lenta luz de mi vida.

SI FUERAS UN CRISANTEMO…

Si fueras un crisantemo

-flor del amor en Japón-

trasplantado entre mis brazos,

te habría quemado mi amor.

Si fueras una azucena

-flor del amor en San Juan-

trasplantada entre mis brazos,

qué lento y dulce espirar.

Pero has sido flor de cuerpo

y alma entregada en la flor

y me has llevado a tus brazos

y me has quemado de amor.

SIERPE PROFANA

Quien tanto te adoró, muerde tu pecho

y desata torrentes carmesíes;

tiene en las sienes pulsos colibríes

y undoso el pelo como el crespo helecho.

Dardo de luz acomodé en tu lecho,

duras palpitaciones y rubíes.

¡Y qué fundirse nardos y alhelíes

culmen mi cuerpo de tu cuerpo y techo!

Labios que te invocaron, como a diosa,

bajo tu vientre ya volcán obsceno,

sobre tu piel serpientes de zafiro,

azules de pasión -no de veneno-

sorben, caliginosos, tu ebria rosa

e, hidrópicos de anhélito, el suspiro.

SIESTA EN EL MIRADOR

Sólo para tus labios mi sangre está madura,

con obsesión de estío preparada a tus besos,

siempre fiel a mis brazos y llena de hermosura,

exangües cada noche, y cada aurora ilesos.

Si crepitan los bosques de caza y aventura

y los pájaros altos burlan de vernos presos,

no dejes que tus ojos dibujen la amargura

de los que no han llevado el amor en los huesos.

Quédate entre mis brazos, que sólo a mí me tienes,

que los demás te odian, que el corazón te acecha

en los latidos cálidos del vientre y de las sienes.

Mira que no hay jardines más allá de este muro,

que es todo un largo olvido. y si mi amor te estrecha

verás un cielo abierto detrás del llanto oscuro.

“Tigres en el jardín” 1968

TIGRES EN EL JARDÍN

Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora,

como un trigal de cielo derramado en la vega,

y hemos sorbido el agua que tu contacto dora

y ese aroma de rosas que nos cerca y anega.

En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora

libertad nuestra sangre, mientras la nube llega,

se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora,

y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega.

Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes,

tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso

este amor sin futuro y esta luz de los dientes.

Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso,

y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes

de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.

Carner, Josep

Josep Carner (España, Catalunya 1884-1970)

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Barcelona en 1884.

Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras desde los veinte años, empezó a colaborar con importantes publicaciones literarias, brillando por el extraordinario dominio lingüístico y su gran facilidad de expresión. En 1906 publicó “Els fruits saborosos”, libro que lo convirtió en el gran precursor del novecentismo catalán. Su obra poética evolucionó hacia el postsimbolismo, con libros como “Auques i ventalls”, “El cor quiet” y “Nabí”. Tradujo a Dickens, Shakespeare, Mark Twain, La Fontaine y Musset, entre otros.

En 1921 ingresó en la carrera diplomática, representando a España en varios países europeos, centroamericanos, y de medio oriente. Durante la guerra civil permaneció fiel a la República, situación que lo situó en el exilio, inicialmente en México y finalmente en Bélgica donde vivió hasta su muerte.

Falleció en Bruselas en 1970.

Bélgica

Si mi destino fuesen las tierras extranjeras,

me agradaría envejecer en un país

donde la luz se filtrase cual sonrisa amarilla, grisácea,

y prados hubiera con ojos de agua y aceras

ornadas de olmos, arces y perales;

vivir en paz, nunca señalado,

en una nación de buenas gentes unidas,

cual corazón junto a corazón, ciudad junto a ciudad,

y calles y faroles avanzando por el césped.

Cielo y nubes, dóciles o crueles,

cautivos quedarían en canales de trémula agua,

toda ella deseo de reflejar a las estrellas.

Me gustaría hacerme viejo en una ciudad

con soldados no muy de veras,

donde todos se enterneciesen con música y pintura

o con el bello árbol japonés en flor,

donde el niño y el obrero nunca inspiraran tristeza,

donde viéseis unos interiores humanizados

por las pipas, las charlas y la hospitalidad,

con flores ardientes cual magnífica sorpresa,

incluso en los días más fríos.

Y a menudo, junto a un portal de iglesia,

habría pintoresco, un mercado famoso,

con el botín del mar, con los dones de la tierra,

todo abundante para todos.

Una ciudad donde sobraría tiempo

para ver, por amor a la melancolía

o por deseo de novedad tintineante,

casas antiguas con parques donde anidan sombras

y muchas casas nuevas con jardincillo delante.

Ahí se encontrarían sabios de todas suertes,

y cien paraguas eminentes

formarían -ay, abiertos- oficiales hileras

en la inauguración de los monumentos.

Y de pronto, al borde de largas avenidas,

estarían los hayedos, las manchas de los estanques,

para el amor, el gozo, la soledad y el lamento.

De mucho, desierto; de mucho, ayuno,

en medio de los demás viviría, un poco en cada uno.

Mas nadie a nadie

habría de temer, de seguir su vía.

Por azar conocería un viejo jardín

recoleto, de cristalino surtidor,

con peces de oro que dan más alegría.

De mí dirían niños con migas de pan en la mano:

-Es el señor de cada día.

Versión de José Batlló

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Desde lejos

Quién ver pudiera, cuando el estío acaba,

el camino -la sierpe tan blanca y sonriente-

y, junto a confiada cala,

pámpanos muertos bajo un pino vivo.

Quién ver pudiera el baile en la era

y una sierra morada allá a lo lejos;

con pimiento silvestre tropezarme,

o, por el pedregal, con el romero.

Más vale que dedique mis cuidados

a estos abedules y mortecinas nieblas.

En mis caminos de otro tiempo hallarse puede

a un ángel triste con torcida espada.

Versión de José Corredor-Matheos

Juego de tennis

Por la hierba del prado caminabas,

y volaba tu brazo adolescente;

y por la red de la raqueta alzada

se filtraba la luz del sol poniente.

La paz dominical, desanimada,

tu rostro angelical y aquel veloz

y serio juego todo lo embrujaban.

Te veía, borrosa, hija de un párroco

reformado. Cogías rosas cerca

del convento; los cuentos, te gustaban,

la cal de las paredes y los niños.

Yo, oficial en Singapur, volvía.

Alto, ruborizado, saludaba…

Pasaban olorosos carros de heno.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

La afanada

Oh, mujer que andas sólo por atajos,

veredas que parecen secretos campesinos;

oh, nunca deseada a plena luz del día;

tu labor, qué afanosa; de luto es tu vestido.

Bordeas, recatada, los surcos campesinos.

El aire es denso. Ningún rumor produce la alborada.

Si la alondra tardase, tu corazón se ahogaría.

Pero no vuelves la vista para contemplar el vuelo.

Pasas, ligera, cuando el camino lo permite.

¿Vas -tu única diversión- hacia la ermita vieja

-tres horas de camino-, a ver a algún sobrino enfermo?

Amada nunca fuiste, ni adolescente o libre.

Si inclinas la cabeza, de alegría o tristeza,

el rostro te ilumina la luz del delantal.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Muerte de la ardilla

Caía la tarde, ya más dorada que azul.

En el horcajo de un espino, por el sendero

que conduce al pinar, una ardilla

se acurrucaba en forma de espiral,

la cola cargada a la espalda;

su cabeza se amodorraba; toda ella pena,

su pata meneaba una ramilla.

Con sólo una triste mecha de pelo,

bruna la piel, surcada, deseaba morir;

nada ve ya, empañado queda

el verde camino de hojas donde triscó;

en su postrer, desfallecido instinto, siente

cerrarse el estío, detenerse la vida,

el miedo que huye para nunca más volver.

Por la hierba me fui de puntillas.

Rondaban las abejas los brezos.

Hacia la ciudad surcada por golondrinas,

un sauco estaba todo lleno de tordos.

Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio,

en mi sombra, a mi lado, vi cómo

me vencía el grave pensamiento.

Versión de José Batlló

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Nabí (fragmento)

Todo era en el mundo comienzo y juventud.

La mar espejaba para un laúd tan sólo.

Un torrente de oro se vertía en la mar.

En una cala, junto a un pino, negra garganta

me había arrojado a la playa.

Olí a sal y a retama.

Brillaba al sol un hombre, en la colina,

e iba a tumbarse debajo de una higuera.

De una choza ascendía un hilillo de humo.

-Aquí -dije- me quedaría,

como la piedra y el árbol. -Pero se oyó la Voz:

-Ve a la resplandeciente Nínive, Jonás, parte en seguida;

juntos, tu llegarás y Yo hablaré.

Me levanté. El ardor de la roca,

la fragancia del pino me ignoraron.

Toda mi relación con ellos se desvanecía,

como si ya me hubiese despedido.

El mar azul perdía su embeleso;

una nube volvióse, dándome la espalda;

sentía al aire impacientarse

y la mota de polvo, -Ve- me decía.

Y en aquel punto fui

como picado por escorpión divino:

me sorprendió, agarrándome con fuerza;

me hizo suyo,

espoleándome la prisa.

En camino afanoso,

bajo la asoleada,

volvía a mi el brote del romero;

y cuando oscurecia, y me despabilaba,

me hacia alzar los ojos amor de las estrellas,

en donde estaba escrito el mandato divino.

De mi tardanza en desquite

una cosa tan sólo me inquietaba:

dormía como en vela, comía como en sueños,

avanzaba sin ver, y sin saber oía.

Mi fuerza, mi esperanza, eran

la palabra que Dios me había dicho.

Y yo la repetía día y noche,

como un enamorado, con deleite,

como el niño que canta por temor a olvidarse.

Ni árbol ni casa alguno detenían mi marcha;

todo con lo que tropezaba era arrojado atrás,

y noche y día caminaba:

y no veía más que oscuridad o ardiente polvo.

Mi viaje -calor, peligro, ayuno-

duró de plenilunio a plenilunio,

y la espuela divina aligeró mis pasos.

En cosa alguna mis ojos sosegaron,

ni mi boca hizo trato:

soldado que orden cumple

no estorba su camino con adioses ni lazos.

Pero a la vuelta de la cuarta luna,

cruel suplicio volvióse mi camino:

y si me detenía un solo instante

tenerme en pie ya no podía.

Enrojecidos por el sol los párpados,

mis pasos eran cada vez más lentos;

polvorientas las cejas y la barba;

pesadas, las espaldas, y ardiente la nariz.

Hasta las cosas próximas parecían lejanas,

y el tino se perdía con el ardor de la cabeza;

mi pie sangraba; torpes, su plegaria intentaban

el confundido juicio, la lengua, seca como un trapo.

Una mañana, la claridad del día

sonó como un zumbido de abejorro en mi cabeza,

y mi mirada, pródiga de luz,

ante el rayo de sol se arrodillaba.

Pensando « Yahvé te espera»

con nuevo aliento quería rehacerme;

mas tropezando en una piedra

di en tierra, y me hundí en el polvo,

y no sabía, aturdido, cómo levantarme.

-¿Huye Nínive de mí?- acerté aún a decir;

y anhelando, vencido, que la noche negase,

oculté el rostro entre las manos.

Detrás de mí, un viejo descabalgó de un asno.

-¡Levántate! Al que cae, si no se pone en pie, alguien lo entierra.

Llevo a la ciudad un cestito de higos

y una cerda. ¿No la conoces? Desventurado,

súbete al asno. ¡Poco tienes de gordo!

Desde aquí se vislumbra el lugar donde el río

ciñe la gran ciudad que corta, hiende y raja,

que límites abate en un mundo cobarde.

Aquí, el osado mata, acomete y humilla;

los himnos de triunfo son obra del eunuco.

Todas las artes bajan la frente ante la guerra,

ya que la espada es joven y caduco el espíritu.

Y en los mercados llenan las alforjas, muy prestos,

con sus preciosas sacas, las gentes sin escrúpulos;

y las mujeres vienen de todas las regiones,

las más perfectas en senos y caderas.

Asur es inmortal, y el mundo es una ruina.

Levanté apenado la cabeza.

Unas casas de campo blanqueaban

por la otra orilla, en la vuelta del río;

y yo, tambaleándome, como animal herido,

dándome todo vueltas,

alcé el brazo con ánimo desesperado

que arrancar pude del fondo de mi corazón;

y derrochando un año de mi vida pude clamar al fin:

-De aquí a cuarenta días, Nínive caerá.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Salmo de la cautividad

Cada mirada nuestra está empañada;

cada palabra, esclava.

Nuestras vidas abate cada día

quien, por odio a la paz, nos unce al yugo.

¡Oh Dios, que con castigos nos adviertes.

Que el son de nuestro llanto dulce te suene.

Tus siervos aman estas piedras suyas,

se compadecen de su triste polvo.

Da a nuestros días savia de esperanza;

cruel es todo poder si tu mirada huye;

que te obedezca siempre quien a ti se confía:

destruido será quien se creía a salvo de tu enojo.

Tú, que aventajando en piedad a los jueces,

salvas con la mirada al condenado,

levanta los despojos de lo que un día fuimos,

danos alguna prenda de tu benignidad.

Dura el tiempo de prueba una jornada;

tu castigo, una noche.

Nunca será perpetuamente removida

la tierra que has creado.

Que se oiga nuestra voz, que hoy nos ahoga,

en cántico inmortal.

Salva, bajo columnas renacientes,

nuestro solar paterno.

Que el oro de tu asoleo

consuele los barrancos y corone la cima

cuando tu aliento nos retires

y en tierra nos conviertas de la que un día vinimos.

Versión de José Corredor-Matheos

“Ocho siglos de poesía catalana”, Editorial Alianza

Carballo, Ricardo

Poeta, novelista y ensayista español nacido en El Ferrol en 1910.

Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad de Santiago de Compostela, obtuvo luego el título de Doctor con Premio extraordinario en la Universidad de Madrid.

Fue catedrático de Lingüística y Literatura en la Universidad de Santiago y miembro numerario de la Real Academia Gallega. Aunque su prolífica obra abarca todos los campos, se destacó pricipalmente como poeta y novelista publicando «A gente da Barreira» primera novela escrita después de la Guerra Civil, y «Scórpio», por la que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica.

Se estrenó como poeta con «Senderos» en 1931, recopilando luego su obra

lírica en cuatro libros: «Pretérito imperfecto» publicado en 1980, «Futuro condicional» en 1982, «Cantigas de amigo y otros poemas» en 1986 y

«Reticencias» en 1989.

Falleció en Santiago en marzo de 1990.

AL LADO DEL POZO DE LA VIDA

Al lado del pozo de la vida escrutas las aguas oscuras:

acechas tendiendo los oídos ansiosos a la piedra que tiras,

dura y pesada pregunta que inquieta la verdad del fondo

húmeda tierra de fango que los pies con que pisas ansían.

Al lado del pozo de la vida buscas en ella la verdad.

Pero la verdad y la vida son una, y están sobre la tierra.

Taladran, sedientos, los ojos sólo aguas y arcillas estériles.

Pasa, entre tanto: la hermosa, como una mujer en silencio.

Podrías besarla sino intentaras oírla;

a su talle han de ceñirse, han de besar sus labios

sin preguntarle su nombre, que, púdica, niega al amante,

o que, tal vez, ella ignora, la casta de la flor venturosa.

De tu pregunta hoz, en el heno se oxide y more

-harta de segar aires- que es lecho de amor para el prudente.

No rinden labios de moza más dulces las mieles del beso

porque murmullen un nombre al ruego del amante importuno.

De “Entre el verde y el azul”

ALTO NOMBRE

Nombre de suave lienzo y blanco lino,

paisaje donde nevó rosas heladas,

primavera cuajada en amor joven.

Cuántas huidas, cuántos escalofríos

entre tú y yo levantaron nuestro puente.

Puente de plata o tela de araña, dulce,

donde al amanecer la niebla se columpia.

Mi vida es un acercarse a la tuya.

Al morder la primera fruta de oro,

el zumo por los labios resbalaba.

Era la pasión como una novia antigua.

Nombre de limpio vidrio y aire tamizado,

en soledad arrodillada encendido,

de campana en campana por los campos vuelas.

Como un animal sagrado vagabas;

alto zumbido de otoños olvidados

bajo tus pies, arcángel de los pies blancos.

Esparciendo luz y oliendo a flor,

Planeas sobre mí, ángel en ruinas.

¿Qué brisa, qué amor, qué pena deshojada,

qué fuente dorada o qué cristal de estrella

sueña tus sueños cuando estoy dormido?

Al latirte el corazón de viento,

florezco bajo tus alas desnudas.

De “Angel de tierra”

BELLEZA MASCADORA DE CHICLET

Belleza mascadora de chiclet,

donde la feminidad alcanza el límite del vigor,

y los músculos campan durísimos,

inaprensibles al pellizco galante.

Próxima a las puertas del sexo,

te mantienes un milímetro distante de la salida,

y tu amenaza de desbordar el área de juego

es más una travesura que subraya

la curvatura de tu trayectoria,

falsamente estirada en súbito zig-zag.

En esta hora de indiscriminación sexual,

tus posibilidades de cotización son precarias,

y tienes que disimular tu feminidad,

para acercarte al varón de cabellos largos e ideas cortas.

Así, tu cuerpo es hermoso,

a pesar de las descuidadas prendas que lo disfrazan.

Así, tu boca es dulce,

a pesar de las toscas palabras que la manchan.

Sabrosa arcilla del paraíso, cubierta

por la seca ortiga del escombro.

Eterna y pura naturaleza, avasallada

por efímera y densa cultura.

Hay que amar la blanda pulpa de tu cielo,

por abajo y arriba

de la dura corteza de tu tierra.

De “Avalón”

ELEGÍA VENECIANA

Me podéis borrar del Libro de Oro,

mis compatricios.

Hace tiempo que no pienso si el Turco sube o baja,

y mis buques están anclados en el muelle.

No me tienta ocultar mi calva

bajo la tiara de dogo.

Un cuerno y un ropaje largo no me preservarían

de los arañazos de tantos senadores.

Que otro celebre sus nupcias con el mar.

La boca de esa esposa es demasiado amarga.

Me prefiero soltero, libre de tal belleza,

que derriba cuando quiere y traiciona a sus hombres.

Tú, Fóscari; tú, Dándolo; tú, Loredano, me mirais

sin duda con el horror con que a un hermano perdido.

Quizá tengo sangre de algún Otelo ignorado,

y mi tono no es originario de Aquilea.

No me retratarán Bellini ni Tiziano;

oscuro moriré, pobre gallo olvidado.

Pero veo al mar royendo las piedras de Venecia,

y encuentro triste el carnaval de la vieja Serenísima.

De “Avalón”

EN LO ALTO DEL BOSQUE ESTÁ MI EREMITORIO

En lo alto del bosque está mi eremitorio.

Llegaste cuando el cielo de otoño auguraba nieve.

Un camino perdido te conducirá a mí.

El invierno nevó fuera mientras dentro

calentaba el gozoso verano.

Quedaste prisionera.

La nieve borró los caminos.

No sabrías regresar.

Te tendré a mi lado mientras el invierno reine.

Sé que te marcharás en la primavera,

cuando el deshielo abra de nuevo las veredas.

Pero tengo la esperanza de que no te veré marchar

Soy ya muy viejo,

y moriré antes de que puedas cruzar el umbral.

Me cerrarás los ojos con tus suaves manos.

Y cuando el sol endurezca la tierra,

te irás sobre tus pies ligeros como las horas.

Pero yo no te veré marchar,

durmiendo para siempre con los ojos cerrados,

soñando que aún estás, que estas siempre

cerca de mí, en lo alto del bosque,

en mi eremitorio, mientras fuera

cae, día tras día, año tras año,

vida tras vida, eternamente, la nieve,

que borró los caminos y te impide partir.

De “Venusberg”

FLAUTISTA (AULETÉS)

En Lokbias tañe una flauta,

en Sanssouci;

así consuela su nostalgia

Ptolomeo;

Friedrich también.

Estrujadora Alejandría,

severa Postdam;

es melancólico ser rey,

leyendo a Cátulo o a Voltaire.

Cercano a la orilla de Libia

o a la llanura central de Europa,

el auletés,

pensando en legionarios o cosacos,

mariposa nostálgica, chupa la miel

de la triste flor de la flauta,

combándose bajo el klaft o el tricornio

la nostálgica cabeza colgada del más allá.

No importa estar borracho

y pellizcar la grupa de los días, o

disponer las compañías de plomo

sobre una mesa rococó.

Dura carga es ser rey,

basileus o könig,

capitán o sobornador

contendiendo con césar o kaiser

mediante fuego de oro o fuego de cañón.

Bañar en el río tibio de la música

el alma cansada de espiar,

es natural;

hila tristeza el rey así,

el auletés,

Lokhias o en Sanssouci,

larva llorosa, para encapsular,

que el dolor en seda es menos ruín.

Por eso siempre al atardecer,

tañe en Lokhias, en Sanssouci,

la misteriosa flauta real.

Bajo la luna pura y cruel,

entre la zozobra del vivir,

hila su lágrima el auletés.

De “Oratorio”

LA BACANTE Y DIONISOS

-En la noche escuché tu voz.

Entre sueños fui llamada por ti.

Sin pereza aparté la ropa de mi lecho.

En seguida puse mi pie en el frío suelo.

Y pisé las aliagas para subir a tu monte.

Apretando los espinos busqué tu cumbre.

En una mano el tirso, en la otra el collar de la fiera.

Levantaba la vid en la derecha, con la izquierda arrastraba el animal.

Bajo las estrellas desparramé mis cabellos.

En las sombras desaté mis ataduras.

A sedientos sorbos, mi sedienta garganta acabó con tu vino.

Borracha de ti mismo, en el gemido de mi boca ardes.

Puse mi corazón, como un racimo, bajo tus pies de vendimiador .

Mi espalda, como una yegua virgen, al estallido de tu relinga.

Me hice gesto en todas las liturgias que te honran.

Me hice palabra en todas las oraciones que suben hacia ti.

Sabes bien que soy tuya: desde tu trono recibiste mi ofrenda.

Mi amor resplandece a tus ojos: se ve su llama desde el más allá.

Sin embargo, me dejas arder en el fuego que me escuece.

A pesar de todo, no alejas el torrente de angustia que me empapa sin descanso.

Desde el fondo de mi amor despreciado clama a ti mi tormento.

Mi ternura de paloma lucha con tu crueldad de buitre desgarrador.

Si tu brazo poderoso me arrastró a la noche de tu misterio;

si con voz de tórtola acurrucada me llamaste al bosque de tu nido

¿por qué golpeas mis senos rendidos con el granizo de tu dureza?

¿hasta cuándo clavarás en mi dulce vientre las saetas de tu furor?

-Ama, calla y aguanta, si de verdad amas.

Envuélvete en tu dolor y en tu noche, si me tienes por placer y por luz.

¿Piensas que se puede amar a un dios sin llegar a ser diosa?

¿Piensas que puede nacer una diosa sin que muera una mujer?

Porque me eres bienvenida, he de macerar tu cuerpo para las nupcias.

Porque has de gozar conmigo, te igualaré a mí.

Te quemaré, te quemaré, para que en chispas subas.

He de herirte, he de herirte, para beber tu sangre.

¿Cómo has de nacer en tu ser de mañana si no agonizas en tu ser de hoy?

¿Cómo nacerías para mí si no murieras para ti?

De las tablas de tu ataúd he de hacer tu cuna.

Amasando tus cenizas esculpiré el cuerpo que ya no perderás.

Cuando me dices crueldad son tus labios de tierra los que me hablan.

Cuando tengas tus labios de cielo me has de decir amor.

De “Oratorio”

MANIQUÍ NEGRA

Un sol nocturno bruñó con su óleo tus largas piernas.

Donde el hueso se junta a la piel, brilla con blancura de acero.

Tu risa de granizo repica en el pandero de la luna,

que exhala la música tejida por la dulzura de tus pies.

Cisne sombrío que resbala por las teclas de un lago dormido.

Hogueras de tinieblas, mujer de humo y sueño, que brotas

con el misterio enrollado a tu regazo, boa de ondulantes anillos;

con el amor ceñido a tus caderas, velo de tibio rugir;

con el paraíso echado sobre tus ropas, estola de florido fuego.

Tu madre aúlla en la selva -nidos de muertos en los árboles-

mientras caen las granadas alrededor de su choza.

Tu hermana grita en el asfalto -las pancartas caídas, los perros-

mientras los gases lacrimógenos hinchan sus párpados.

Tu prima de la manigua¹ agita los pechos locos

mientras canta la rumba de ronca voz.

tu cuñada de la sabana estremece la grupa

picada por el tábano del tam-tam.

Todas son estruendo y relámpago, cohetes de amor y dolor.

Pero tú sólo resbalas en silencio, das vuelta y te mueves

con líquido avanzar,

lujosísimo tulipán para la fiesta del dorado jardín.

¹Terreno de la isla de Cuba cubierto de maleza.

De “Salterio de Fingoi”

MUJER DORMIDA

¿Dormida? ¿Hecha cuajado río o luna?

¿Fuera de ti, pálida voz de la tierra?

¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?

No oso acercar manos que tiemblan

a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.

Bajo las pestañas no sé qué cabalgadas;

qué perfecci6n de bosques y senderos;

qué bueyes con cuernos de laurel adornados

con pardas muchachas en los lomos florecidas.

O nada, o sólo el negro sueño, olvido;

dos profundos pozos sin eco y sin llegada,

tu frente sin huella un mar de nieve,

el corazón como una estrella acostumbrada.

Y el blanco amor que te cubre, nube,

granizo es ya, que te conserva, nítida,

como una paloma posada más allá del arrullo.

Lejos de ti; amarte, verte de lejos;

la cabellera, mortaja de tu sueño.

En soledad, sin hombres y sin dioses.

Grises peñascos; mazorcas huecas; hiedra.

De “Anillos de agua”

OH TÚ, ALEGRE, QUE LOS BRAZOS LEVANTAS DESNUDOS

Oh tú, alegre, que los brazos levantas desnudos,

de espesos racimos de azúcar cargados,

mientras el amanecer sonríe en tu boca;

en cuyo cuerpo de los frutos canta la sangre,

toda canción, campana de tierra, vida.

Por tu garganta de paloma el arrullo sube,

lírico azogue, termómetro de nieve,

temperatura de la dicha, clima exacto.

Joya del hombre, alhaja del universo,

juego de Dios, vino del cielo, alegría.

Alegría. Más ¿alegría? La gracia pesa.

Lágrimas de orballo -¡ay cuantas! -pide la rosa.

La muerte ronda la flor de la mariposa.

Cuánta tristeza en tus blandas pestañas,

ácido lecho el río de tu risa.

Tan indefensa, tan frágil es la belleza.

Un contracanto de oscura melodía

el alma escucha en la cascada centelleante.

Cordero sin tacha que en el prado salta,

el dolor embaza los ojos que te quieren.

Almendro en la noche enraizado.

El luto brota en el lino del noviazgo.

¡Qué triste eres criatura de alegría!

De “Salterio de Fingoi”

PETIT-CRU

En Tintagel suena un cascabel. Petit-cru.

Vino de Avalón, la isla de las hadas. Tristán

para la rubia Iseu lo atrajo. Alegra el corazón

su música hechizada. La amiga es

por el embrujo, lejos del amigo, feliz. ¡Dios:

el desdichado envió a la desdichada la dicha! Renunció

al talismán para que pudiera la reina, separada de él,

vivir dichosa, y la rubia encuentra alegre el vivir.

Hermosos son los mantos forrados de blanco armiño,

gentiles las cabalgadas por el matorral en la corte de Marés,

y los torneos en los que los caballeros muestran amorosas divisas.

Dulce el recuerdo de Tristán como sonrisa del amanecer.

El cascabel del blanco cachorro es más fuerte

que la copa fatal que la imprudente prudencia materna

llenó de amor y de muerte y abrasadora pasión.

Pero ¿cómo la amiga en la ausencia del amigo se siente

con cuerpo ligero, con alas de alondra, con el espíritu

gracioso? La reina piensa. Desvela el secreto.

Hechizo de amor es. El desdichado desea

la dicha de aquella que es su dolor.

Petit-cru. Los labios adornados de dulce

amargura requieren el ser milagroso. Del regazo

le tira el cascabel. No quiero, amigo hermoso

la alegría mientras tú estas triste, señor;

la vida mientras tú mueres. Bebemos el vino

juntos, debemos morir o vivir.

Desde la florida ventana arroja el cascabel al mar.

Arrastrando su larga cola bordada camina

por los pasajes del llanto al sombrío sepulcro del dolor.

De “Poemas colgados de un cabello”

UN CABELLO DE ÁNGEL

Un cabello de ángel

colgando del cielo,

si no es la espada de Damocles,

es soga para el espíritu,

gemido equilibrista,

que, en él agarrado,

puede mecerse sobre la tierra

y creer que es la araña de un hilo

arrancado de su propio cerebro,

cordón umbilical que lo vincula

a su nido que está en el azul.

Pero no sabemos

qué es el norte, qué es el sur,

el cenit y la nada,

la vida y la muerte,

la tierra y el cielo,

cuál es el metro que lleva al paraíso

y qué aeronave nos conduce al infierno.

De “Poemas colgados de un cabello”