Category Archives: Argentina

Molinari, Ricardo E.

Molinari, Ricardo E.

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1898.

Huérfano desde muy pequeño, su educación estuvo al cuidado de sus abuelos quienes le prodigaron una esmerada

educación. Muy joven editó su primer libro «El imaginero», cuyo lenguaje poético hizo que los intelectuales de su país

lo reconocieran como unos de los grandes poetas de la época.

Junto a Borges y Leopoldo Marechal, integró un importante grupo literario reunido alrededor de la revistas Martín Fierro,

Inicial y Cuadernos del plata.

Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1958 y ocupó desde 1968 una silla en la Academia Argentina de Letras.

Entre sus obras se destacan «Panegírico de Nuestra Señora de Luján», «Odas a orillas de un viejo río», «El pez y la manzana», «Mundos de la madrugada» y el «Libro de las soledades del poniente».

Falleció en 1996.

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Molina, Enrique

Molina, Enrique

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1910.

Su espíritu aventurero lo llevó a vivir una vida intensa como tripulante de barcos mercantes en el Caribe y Europa,

experiencia que le sirvió para dotar con un carácter universal su expresión artística tanto en la poesía como en la pintura.

Identificado con las ideas y los fines del movimiento surrealista, fundó en 1952, con Aldo Pellegrini, la revista A partir de cero.

Considerado como uno de los más importantes poetas de Latinoamérica, obtuvo importantes galardones entre los que merece

destacarse el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes 1992.

Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: «Las cosas y el delirio» en 1941, «Pasiones terrestres» en 1946,

«Costumbres errantes o la redondez de la tierra» en 1951, «Amantes antípodas» en 1961, «Fuego libre» en 1962,

«Las bellasfurias» en 1966, «Monzón Napalm» en 1968, «Los últimos soles» en 1980 y «El ala de la gaviota» en 1985.

Falleció en Buenos Aires en 1997

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Marechal, Leopoldo

Marechal, Leopoldo

Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista argentino nacido en Buenos Aires en 1990.

Fue maestro y profesor de enseñanza secundaria y formó parte de la generación que se nucleó alrededor de la revista

Martín Fierro.

Su poesía fue relegada al olvido durante dos décadas, debido a sus enfrentamientos con compañeros de su generación

cuando ocupaba cargos oficiales.

En 1926 viajó por primera vez a Europa, donde trabó amistad con importantes intelectuales y pintores españoles

y franceses. En 1930, nuevamente en París, escribió los capítulos iniciales de «Adán Buenosayres».

A su primer libro de poemas, «Los Aguiluchos» 1922 le siguieron: «Días como flechas» 1926, «Odas para el hombre

y la mujer» 1929, «Laberinto de amor» 1936, «Cinco poemas australes» 1937, «El Centauro» 1940, «Cantos a Sophía»

en 1940, «Canto de San Martín» 1950, «Heptamerón» 1966, «El poema de Robot» 1966 y el «Poema de la Física»

(recuperado póstumamente).

Al fallecer en 1970, estaba escribiendo la novela «El empresario del caos».

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Lugones, Leopoldo

Lugones, Leopoldo

Poeta argentino nacido en la Villa del Río Seco, Córdoba, en 1874 en el seno de un hogar de recia estirpe.

A raíz de un revés de fortuna de su familia, se trasladó muy joven a Buenos Aires donde inició una clamorosa

carrera como intelectual bajo el pseudónimo de “Gil Paz”. Ardorosamente discutido o ensalzado desde entonces,

su actividad la ejerció también en el periodismo, ocupando varios cargos en su país y en el exterior,

que lo llevaron a radicarse en Paris en 1924.

En 1938 con enorme y trágica sorpresa de quienes lo querían y admiraban, se quitó la vida en Buenos Aires

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Juarroz, Roberto

Juarroz, Roberto

Poeta argentino nacido en Coronel Dorrego en 1925 y fallecido en 1995.

Graduado en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad Nacional de Buenos Aires, se especializó

en la Sorbonne, y desde entonces fue ensayista, traductor y crítico literario, colaborando en diversos medios

de su país y del extranjero.

Miembro de número de la Academia Argentina de Letras y catedrático universitario por más de treinta años,

recibió numerosos premios y distinciones, entre los que se destacan, el premio Jean Malrieu de Marsella,

y el premio de la Bienal Internacional de Poesía, en Lieja, Bélgica, en 1992

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Girri, Alberto

Reseña biográfica

Poeta y traductor argentino nacido en Buenos Aires en 1919.

Pertenece a la generación de los años cuarenta, aunque su estilo único y personal, no encaja en algún movimiento especial, razón por la cual, recibió grandes elogios y provocó rechazo de algunos sectores debido a su lenguaje a veces incomprensible y extremadamente intelectual.

Es autor de más de treinta volúmenes de prosa y poesía entre los que se destacan: Coronación de la espera en 1947, Poemas elegidos en 1965, Los valores diarios en 1970, Poesía de la observación en 1973, El motivo es el poema en 1976, Páginas de Alberto Girri en 1983 y Juegos alégoricos en 1993.

Tradujo a numerosos poetas ingleses y estadounidenses, tales como T. S. Eliot, Wallace Stevens, Robert Frost , John Donne y William Carlos Williams.

Falleció en 1991.

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Girondo, Oliverio

Reseña biográfica

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1891, en el seno de una familia adinerada que le procuró una esmerada educación en importantes centros educativos europeos.

Estudió Derecho, y muy pronto, a raíz de sus contactos con los poetas exponentes de la vanguardia europea, publicó en 1922 su primer libro de poemas, «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», seguidos luego por «Calcomanías» en 1925, «Espantapájaros» en 1932, «Persuasión de los días» en 1942, «Campo nuestro» en 1946 y «En la masmédula» en 1954, obra que constituye en su trabajo más audaz en el campo de la poesía.

Al iniciarse la década de los años cincuenta, guiado por su interés en las artes plásticas, incursionó en la pintura con una marcada tendencia surrealista, gracias a su profundo conocimiento de la pintura francesa.

En 1961 sufrió un grave accidente que le disminuyó sus condiciones físicas. En 1965 viajó por última vez a Europa y a su regreso a Buenos Aires, falleció en 1967. Continue reading

Gelman, Juan

Reseña biográfica

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1930.

Hijo de inmigrantes rusos, se inició en la poesía desde muy pequeño, orientado por su hermano Boris quien fue un lector compulsivo. Abandonó su carrera de Química para dedicarse por completo al destino de las letras.

Salió de Argentina en 1976 durante la dictadura militar y vivió en el exilio en México, donde decidió fijar la residencia en forma definitiva.

De su obra poética se destacan las siguientes publicaciones:

«Violín y otras cuestiones» en 1956, «En el juego en que andamos» en 1959, «Gotán» en 1962, «Los poemas de Sidney West» en 1969, «Fábulas» en 1970, «Salarios del impío» en 1993, «Sombra de vuelta y de ida» en 1997, «Incompletamente» en 1997 y «Salarios del impío y otros poemas» en 1998.

En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía en Argentina, el premio Juan Rulfo en el año 2000, en 2004 el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, en 2005 los premios Iberoamericano Pablo Neruda y Reina Sofía de Poesía, y en el año 2007 el Premio Cervantes. Continue reading

Fernández, Baldomero

Reseña biográfica

Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1886 y fallecido en esa misma ciudad en 1950.

Hijo de comerciantes españoles, pasó parte de su infancia en Santander, a orillas del Cantábrico. De regreso a la Argentina, obtuvo su título de Doctor en Medicina, ejerciendo su profesión en Chascomús.

A los veintinueve años publicó su primer libro de poesía, al que siguieron luego cinco o seis publicaciones más. En sus poemas se mezcla el más intenso erotismo y la más alta espiritualidad, producto de su inspiración en dos mujeres cuya identidad ha permanecido en el misterio. Continue reading

Carriego, Evaristo

Reseña biográfica

Poeta argentino nacido en Paraná, Entre Ríos en 1883.

Se educó en Buenos Aires, y desde joven participó en tertulias literarias y movimientos de tipo intelectual. Escribió en diversas publicaciones de la época, como «La Protesta», «Ideas», «Caras y caretas» y otras. Su obra literaria se extendió al teatro y al cuento dejando dejando varias publicaciones junto a su único libro de versos editado en vida, «Misas herejes», en 1908.

Después de su muerte, ocurrida en 1912, se publicó el conjunto de su producción poética con el título de «Poemas póstumos» y «La canción del barrio».

AQUELLA VEZ QUE VINO TU RECUERDO

La mesa estaba alegre como nunca.

Bebíamos el té: mamá reía

recordando, entre otros,

no sé qué antiguo chisme de familia;

una de nuestras primas comentaba

-recordando con gracia los modales,

de un testigo irritado- el incidente

que presenció en la calle;

los niños se empeñaban, chacoteando,

en continuar el juego interrumpido,

y los demás hablábamos de todas

las cosas de que se habla con cariño.

Estábamos así, contentos, cuando

alguno te nombró, y el doloroso

silencio que de pronto ahogó las risas,

con pesadez de plomo,

persistió largo rato. Lo recuerdo

como si fuera ahora: nos quedamos

mudos, fríos. Pasaban los minutos,

pasaban y seguíamos callados.

Nadie decía nada, pero todos

pensábamos lo mismo. Como siempre

que la conmueve una emoción penosa,

mamá disimulaba ingenuamente

queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

¡Bien que la conocemos!… Las muchachas

fingían ocuparse del vestido

que una de ellas llevaba:

los niños, asombrados de un silencio

tan extraño, salían de la pieza.

Y los demás seguíamos callados

sin mirarnos siquiera.

«CAPERUCITA ROJA» QUE SE NOS FUE

¡Ah, si volvieras!… ¡Cómo te extrañan mis hermanos!

La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa

muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa

que todo lo sabías hacer con esas manos…!

El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama

recordándote siempre lo que le prometieras,

para que le des algo… Y a veces -¡si lo oyeras!-

para que como entonces le prepares la cama.

¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,

en la casita nuestra todo el mundo anda triste!

y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora

con el supersticioso temor de verte lejos…

Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?

COMO AQUELLA OTRA

Sí, vecina: te puedes dar la mano,

esa mano que un día fuera hermosa,

con aquella otra eterna silenciosa

«que se cansara de aguardar en vano».

Tú también, como ella, acaso fuiste

la bondadosa amante, la primera,

de un estudiante pobre, aquel que era

un poco chacotón y un poco triste.

O no faltó el muchacho periodista

que allá en tus buenos tiempos de modista

en ocios melancólicos te amó

y que una fría noche ya lejana,

te dijo, como siempre: «Hasta mañana…»

pero que no volvió.

COMO UN DESLUMBRAMIENTO DE RUBIAS PRIMAVERAS…

Como un deslumbramiento de rubias primaveras

irradian y perfuman las dichas prisioneras

de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!

Heroína y señora de rondeles galanos:

Para que siempre puedas orquestar tus mañanas

calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas

te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos

te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el placer anida,

en las exaltaciones gloriosas de la vida

que surgen en el cálido floreal de tus horas,

como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

CONVERSANDO

El libro sin abrir y el vaso lleno.

-Con esto, para mí, nada hay ausente-.

Podemos conversar tranquilamente:

la excelencia del vino me hace bueno.

Hermano, ya lo ves, ni una exigencia

me reprocha la vida…, así me agrada;

de lo demás no quiero saber nada…

Practico una virtud: la indiferencia.

Me disgusta tener preocupaciones

que hayan de conmoverme. En mis rincones

vivo la vida a la manera eximia

del que es feliz, porque en verdad te digo:

la esposa del señor de la vendimia

se ha fugado conmigo…

CUANDO LLEGA EL VIEJO

Todos están callados ahora. El desaliento

que repentinamente siguiera al comentario

de esa duda, persiste como un presentimiento.

El hermano recorre las noticias del diario

que está sobre la mesa. La abuela se ha dormido

los demás aguardan con el oído alerta

a los ruidos de afuera, y apenas se oye un ruido

las miradas ansiosas se clavan en la puerta.

El silencio se vuelve cada vez más molesto:

una frase que empieza se traduce en un gesto

de impaciencia. ¡La espina de esa preocupación…

Y cuando llega el viejo, que salió hace un instante,

en todas las miradas fijas en su semblante

hay una temerosa larga interrogación.

DESPUÉS DEL OLVIDO

Porque hoy has venido, lo mismo que antes,

con tus adorables gracias exquisitas,

alguien ha llenado de rosas mi cuarto

como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?… Recuerdo de noches lejanas,

aun guardo, entre otras, aquella novela

con la que soñabas imitar, a ratos,

no sé si a Lucía no sé si a Graziela.

Y aquel abanico, que sentir parece

la inquieta, la tibia presión de tu mano;

aquel abanico ¿te acuerdas? trasunto

de aquel apacible, distante verano…

Y aquellas memorias que escribiste un día!

-un libro risueño de celos y quejas-.

¡Rincón asoleado! Rincón pensativo

de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!…

Pero no hay los versos: ¡Qué quieres!… ¡Te fuiste!

-¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!-

La nieve incesante del bárbaro hastío

¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

…¿Para qué añoranzas? Son filtros amargos

como las ausencias sus hoscos asedios…

Prefiero las rosas, prefiero tu risa

que pone un rayito de sol en mis tedios.

Y porque al fin vuelves, después del olvido,

en hora de angustias, en hora oportuna,

alegre como antes, es hoy mi cabeza

una pobre loca borracha de luna!

DETRÁS DEL MOSTRADOR

Ayer la vi, al pasar, en la taberna,

detrás del mostrador, como una estatua…

Vaso de carne juvenil que atrae

a los borrachos con su hermosa cara.

Azucena regada con ajenjo,

surgida en el ambiente de la crápula,

florece como muchas en el vicio

perfumado ese búcaro de miasmas.

¡Canción de esclavitud! Belleza triste,

belleza de hospital ya disecada

quién sabe por qué mano que la empuja

casi siempre hasta el sitio de la infamia…

Y pasa sin dolor así inconsciente

su vida material de carne esclava:

¡copa de invitaciones y de olvido

sobre el hastiado bebedor volcada!

EL CAMINO DE NUESTRA CASA…

Nos eres familiar como una cosa

que fuera nuestra, solamente nuestra;

familiar en las calles, en los árboles

que bordean ]a acera,

en la alegría bulliciosa y loca

de los muchachos, en las caras

de los viejos amigos,

en las historias íntimas que andan

de boca en boca por el barrio

y en la monotonía dolorida

del quejoso organillo

que tanto gusta oír nuestra vecina,

la de los ojos tristes…

Te queremos

con un cariño antiguo y silencioso,

¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras

con qué cariño te queremos!

¡Todo

lo que nos haces recordar!

Tus piedras

parece que guardasen en secreto

el rumor de los pasos familiares

que se apagaron hace tiempo… Aquellos

que ya no escucharemos a la hora

habitual del regreso.

Caminito

de nuestra casa, eres

como un rostro querido

que hubiéramos besado muchas veces:

¡tanto te conocemos!

Todas las tardes, por la misma calle,

miramos con mirar sereno,

la misma escena alegre o melancólica,

la misma gente… Y siempre la muchacha

modesta y pensativa que hemos visto

envejecer sin novio… resignada!

De cuando en cuando, caras nuevas,

desconocidas, serias o sonrientes,

que nos miran pasar desde la puerta.

Y aquellas otras que desaparecen

poco a poco, en silencio,

las que se van del barrio o de la vida

sin despedirse.

¡Oh, los vecinos

que no nos darán más los buenos días!

Pensar que alguna vez nosotros

también por nuestro lado nos iremos,

quién sabe dónde, silenciosamente

como se fueron ellos…

EL CLAVEL

Fue al surgir de una duda insinuativa

hirió tu severa aristocracia,

como un símbolo rojo de mi audacia,

un clavel que tu mano no cultiva.

Quizás hubo una frase sugestiva,

o viera una intención tu perspicacia,

pues tu serenidad llena de gracia

fingió una rebelión despreciativa…

Y, así, en tu vanidad, por la impaciente

condena de un orgullo intransigente,

mi rojo heraldo de amatorios credos

Mereció, por su símbolo atrevido,

como un apóstol o como un bandido

la guillotina de tus nobles dedos.

EN EL PATIO

Me gusta verte así, bajo la parra,

resguardada del sol del mediodía,

risueñamente audaz, gentil, bizarra,

como una evocación de Andalucía.

Con olor a salud en tu belleza,

que envuelves en exóticos vestidos,

roja de clavelones la cabeza

y leyendo novelas de bandidos.

-¡Un carmen andaluz, donde florecen,

en los viejos rincones solitarios,

los rosales que ocultan y ensombrecen

la jaula y el calor de tus canarios!-

¡Cuántas veces no creo al acercarme,

todo como en un patio de Sevilla,

que tus más frescas flores vas a darme,

y a ofrecerme después miel con vainilla!

O me doy a pensar que he saboreado,

mientras se oye una alegre castañuela,

un rico arroz con leche, polvoreado

de una cálida gloria de canela.

¡Cómo me gusta verte así, graciosa,

llena de inquietos, caprichosos mimos,

rodeada de macetas, y, golosa,

desgranando pletóricos racimos!

Y mojarse tus manos delincuentes,

al reventar las uvas arrancadas,

como en sangre de vidas inocentes

a tu voracidad sacrificadas!…

Y ver vagar, cruelmente seductora,

en esos labios finos y burlones,

tu sonrisa de Esfinge, turbadora

de mis calladas interrogaciones.

Y desear para mí, las exquisitas

torturas de tus dedos sonrosados,

que oprimen las doradas cabecitas

de los dulces racimos degollados!

EN SILENCIO

Que este verso, que has pedido,

vaya hacia ti, como enviado

de algún recuerdo volcado

en una tierra de olvido…

para insinuarte al oído

su agonía más secreta,

cuando en tus noches, inquieta

por las memorias, tal vez,

leas, siquiera una vez,

las estrofas del poeta.

¿Yo?… Vivo con la pasión

de aquel ensueño remoto,

que he guardado como un voto,

ya viejo, del corazón.

¡Y sé, en mi amarga obsesión,

que mi cabeza cansada,

de la prisión de ese ensueño

caerá, recién, libertada

¡cuando duerma el postrer sueño

sobre la postrer almohada!

ENVÍOS

A Doña Sylla Silva De Mas y Pi

En su álbum

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,

te resultasen ásperos sus rendidos saludos,

y quieres blandos ritmos de credos idealistas,

aguarda delicados poemas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,

coronando de antorchas tan olímpicas sienes,

devotos de la blanca lis de tu aristocracia,

con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

o espera, seductora, decadentes orfebres

que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:

Yo trabajo el acero de temples soberanos:

los sonantes cristales se rompen en mis manos.

Palmera brasileña, que al caminante herido

ofrendarás tus dátiles de Pasión y de Olvido,

en el Desierto Único: tú eres la apoteosis

que nimbando de incendios sus fecundas neurosis,

cruzas por los vaivenes de sus hondos desvelos

como si fueras Luna de sus noches de duelos.

Yo traigo a tu floresta la Alondra moribunda

que, en el violín del Bosque, preludió la errabundo

sinfonía terrena de aquel Ardor eterno

que ahuyenta suavemente las aves del Invierno,

y en las horas tranquilas descubre su cabeza

como un símbolo vago de Amor y de Belleza.

Y pasas, y no sola, presintiendo dorados

orientes, los propicios a los enamorados,

como una novia enferma que evoca espirituales

promesas en las largas noches sentimentales,

o esperas al amado, sonriente, como algunas

heroínas que aguardan al amor de las lunas

hojeando florilegios alegres de la Galia,

con manos de Giocondas poéticas de Italia.

¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios

en los ratos fugaces de indecibles imperios

cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías

de las claudicaciones saben las agonías!

Quiero brindarte versos porque te finjo buena,

con no sé qué bondades y porque eres morena

como la inspiradora de mis lejanos votos

perspectivas azules de paisajes remotos.

Generosa que amparas de los fríos crueles,

como un fruto viviente de tus sanos vergeles,

las rosas inviolables que tus labios oprimen.

(¡Oh, las instigadoras del ensueño y del crimen!)

Paloma fugitiva de la Ciudad vedada,

donde el dolor muriera bajo la enamorada

caricia del Consuelo: ¡Ciudad donde las risas

suenan como campanas de las futuras Misas!

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,

como en fugas radiantes escucharás canciones

de músicas heráldicas, de las músicas locas

que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles

que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.

Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,

las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,

cuando al disipar todos tus más graves mutismos

mis estrofas de hierro torturen tu garganta,

has de pensar, acaso ¡Si es un hierro que canta!

Como un deslumbramiento de rubias primaveras

irradian y perfuman las dichas prisioneras

de todos tus encantos. ¡Oh, poemas paganos!

Heroína y señora de rondeles galanos:

para que siempre puedas orquestar tus mañanas

calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas

te ofrecen en mis trovas. ¡Que en todos los momentos

te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el Placer anida,

en las exaltaciones gloriosas de la Vida

que surgen en el cálido Floreal de tus horas

como un carmen de auroras, eternamente auroras!

FILTRO ROJO

Porque hasta mí llegaste silenciosa,

la ardiente exaltación de mi elocuencia

derrotó la glacial indiferencia

que mostrabas, altiva y desdeñosa.

Volviste a ser la de antes. Misteriosa,

como un rojo clavel tu confidencia

reventó en una amable delincuencia

con no sé qué pasión pecaminosa.

Claudicó gentilmente tu arrogancia,

y al beber el locuaz vino de Francia,

¡oh, las uvas doradas y fecundas!

Una aurora tiñó tu faz de armiño,

¡y hubo en la jaula azul de tu corpiño

un temblor de palomas moribundas!

HAS VUELTO

Has vuelto, organillo. En la acera

hay risas. Has vuelto llorón y cansado

como antes.

El ciego te espera

las más de las noches sentado

a la puerta. Calla y escucha. Borrosas

memorias de cosas lejanas

evoca en silencio, de cosas

de cuando sus ojos tenían mañanas,

de cuando era joven… la novia… ¡quién sabe

Alegrías, penas,

vividas en horas distantes. ¡Qué suave

se le pone el rostro cada vez que suenas

algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro!

Has vuelto, organillo. La gente

modesta te mira

pasar, melancólicamente.

Pianito que cruzas la calle cansado

moliendo el eterno

familiar motivo que el año pasado

gemía a la luna de invierno:

con tu voz gangosa dirás en la esquina

la canción ingenua, la de siempre, acaso

esa preferida de nuestra vecina

la costurerita que dio aquel mal paso.

Y luego de un valse te irás como una

tristeza que cruza la calle desierta,

y habrá quien se quede mirando la luna

desde alguna puerta.

¡Adiós, alma nuestra! parece

que dicen las gentes en cuanto te alejas.

¡Pianito del dulce motivo que mece

memorias queridas y viejas!

Anoche, después que te fuiste,

cuando todo el barrio volvía al sosiego

-qué triste-

lloraban los ojos del ciego.

INVITACIÓN

Amada, estoy alegre: ya no siento

la angustiosa opresión de la tristeza:

el pájaro fatal del desaliento

graznando se alejó de mi cabeza.

Amada, amada: ya, de nuevo, el canto

vuelve a vibrar en mí, como otras veces;

¡y el canto es hombre, porque puede tanto,

que hasta sabe domar las altiveces!

Ven a oír: abandona la ventana…

Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras

para el dolor, como las de una hermana,

y sólo para mí suelen ser duras!

¡Manos de siempre compasiva y buena,

yo tengo todo un sol para que alumbres

ese olímpico rostro de azucena

hecho de palidez y pesadumbres!

Hoy soy así. Soy un poeta loco

que ve su dicha de tus tedios presa …

¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco

de champaña en la música francesa!

No quiero verte triste. De tu cara

borra ese esguince de pesar cansino…

¡Hoy yo quiero vivir!… ¡Qué cosa rara,

hoy tengo el corazón lleno de vino!

LA DULCE VOZ QUE OÍMOS TODOS LOS DÍAS

¡Tienes una voz tan dulce!…

Yo no sé por qué será,

te oímos y nos dan muchas

ganas de quererte más.

Tienes una voz tan dulce

y una manera de hablar,

que aunque a veces tú también

estés triste de verdad

haces reír a abuelita

cuando ella quiere llorar.

¡Y ninguno sabe en dónde

encuentras tanta bondad

para poder decir unas

cosas que nos gustan más¡…

¡Si vieras cómo nos gusta!

No te habrás de imaginar

lo mucho que sufriremos

si tú nos dejas… Mamá

dice que cuando te cases

nos tendrás que abandonar,

y eso es mentira: ¿no es cierto

que nunca te casarás?

Nunca nos dejarás solos,

porque eres buena, ¿verdad?

¿Alguna vez has pensado

qué haremos si te nos vas?

¿No lo has pensado? Nosotros

no lo queremos pensar.

Si tú te nos vas, ¿entonces

qué voz extraña vendrá

a decirnos esas cosas

que tú ya no nos dirás?

¿Nos hará olvidar tu voz

la voz que vendrá? ¿Lo hará?

¿Hará reír a abuelita

cuando ella quiera llorar?

LA MUERTE DEL CISNE

En un largo alarido de tristeza

los heraldos, sombríos, la anunciaron,

y las faunas errantes se aprontaron

a dejar el amor de la aspereza.

Con el Genio del bosque a la cabeza,

una noche y un día galoparon,

y cual corceles épicos llegaron

en un tropel de bárbara grandeza.

Y ahí están. Ya salvajes emociones,

rugen coros de líricos leones

cuando allá en los remansos de lo Inerte,

como surgiendo de una pesadilla,

¡Grazna un ganso alejado de la orilla

la bondad provechosa de la Muerte!

LA MÚSICA LEJANA QUE NOS LLEGA

Accede, te lo ruego así… Dejemos

-mientras se enfría el té que has preparado-

de leer el capítulo empezado:

amada, cierra el libro y escuchemos…

Y calla, por favor…Guarda tus finas

burlas: ten la vergüenza, no imposible,

de que tu dulce voz halle insensible,

rebelde corazón que aún dominas.

¿Ves? Llega como un breve pensamiento

que pone en fuga el arrepentimiento…

Bebe toda la onda, hermana mía,

no dejes en la copa nada, nada…

Emborráchate, amada:

la música es el vino hecho armonía.

LA QUE HOY PASÓ MUY AGITADA

¡Qué tarde regresas!… ¿Serán las benditas

locuaces amigas que te han detenido?

Vas tan agitada!… ¿Te habrán sorprendido

dejando, hace un rato, las casas de citas?

¡Adiós, morochita!… Ya verás, muchacha,

cuando andes en todas las charlas caseras:

sospecho las risas de tus compañeras

diciendo que pronto mostraste la hilacha…

Y si esto ha ocurrido, que en verdad no es poco,

si diste el mal paso, si no me equivoco

y encontré el secreto de esa agitación…

¿Quién sabrá si llevas en este momento

una duda amarga sobre el pensamiento

y un ensueño muerto sobre el corazón?

LA VUELTA DE «CAPERUCITA»

Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada.

¡Qué cambiado está todo, qué cambiado! ¿No es cierto?

¡Si supieras la vida que llevamos pasada!

Mamá ha caído enferma y el pobre viejo ha muerto…

Los menores te extrañan todavía, y los otros

verán en ti a la hermana perdida que regresa:

puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros,

con el cariño de antes, un lugar en la mesa.

Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre.

Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre

el oculto motivo de tu distanciamiento;

ya demasiado sabes cuánto te hemos querido:

aquel día, ¿recuerdas? tuve un presentimiento…

¡Si no te hubieras ido!

LAS MANOS

A todas las evoco. Pensativas,

cual si tuvieran alma, yo las veo

pasar, como teorías que viniesen

en las estancias líricas de un verso.

Las buenas, las cordiales, generosas

madrecitas de olvidos en los duelos,

las buenas, las cordiales, que ya nunca

las volvimos a ver, ni en el recuerdo.

Las manos enigmáticas, las manos

con vagos exotismos de misterio,

que ocultan, como en libros invisibles,

las fórmulas vedadas del secreto.

Las manos que coronan los designios,

las manos vencedoras del silencio,

en las que sueña, a veces, derrotado,

un tardío laurel de luz el genio.

Las pálidas, con sangre de azucenas,

violadas por los duendes de los besos,

que vi una vez, nerviosas, deslizarse

sobre la gama azul de un florilegio.

Las manos graves de las novias muertas,

rígidas desposadas de los féretros,

leves hostias de ritos amatorios

que ya nunca jamás comulgaremos;

Esas manos inmóviles y extrañas,

que se petrificaron en el pecho

como una interrogante dolorosa

de la inmensa ansiedad del postrer gesto.

Las crüeles que saben el encanto

del fugaz abandono de un momento.

Las exangües, las castas como vírgenes,

severas domadoras del deseo.

Las santas, inefables, las ungidas

con mirras de perdón y de consuelo:

amadas melancólicas y breves

de los poetas y de los enfermos.

Las románticas manos de las tísicas,

que, en la voz moribunda de un arpegio,

como conjuro agónico angustiado,

llamaron a Chopin, desfalleciendo…

Las manos que derraman por la noche

los filtros germinales en el lecho:

las que escriben las cláusulas fecundas

sobre las carnes que violó el invierno.

Las manos sin amor de las amadas,

más frías y más blancas que el pañuelo

que se esfuma en las largas despedidas

como paloma del adiós supremo.

¡Las únicas, las fieles, las anónimas,

las manos que en los ojos de algún muerto

pusieron, al cerrarlos, la postrera

temblorosa caricia de sus dedos!

Las manos de bellezas irreales,

las manos como lirios de recuerdos,

de aquellas que se fueron a la luna,

en la piedad del éxtasis eterno.

Las místicas, fervientes como exvotos,

inmaterializadas en el rezo,

las manos que humanizan las imágenes

de los blondos y tristes nazarenos.

Y las manos que triunfan del olvido,

¡esas, blancas como el remordimiento

de no haberlas besado, ni siquiera

con el beso intangible del ensueño!

¿NO TE VEREMOS MÁS?

…¿Conque estás decidida? ¿No te detiene nada?

¿Ni siquiera el anuncio de este presentimiento?

¡No puedes negar que eres una desamorada:

te vas así, tranquila, sin un remordimiento!

¡Has sido tanto tiempo nuestra hermanita! Mira

si no te desearemos buen viaje y mejor suerte,

…tu decisión de anoche la creíamos mentira:

¡que tan acostumbrados estábamos a verte!

Nos quedaremos solos. ¡Y cómo quedaremos…!

De más fuera decirte cuánto te extrañaremos;

y tú, también, ¿es cierto que nos extrañarás ?

¡Pensar que entre nosotros ya no estarás mañana,

Caperucita roja que fuiste nuestra hermana,

Caperucita roja, ¿no te veremos más?

PALMERA BRASILEÑA

Palmera brasileña, que al caminante herido

ofrendaras tus dátiles de pasión y de olvido,

en el desierto único: tu eres la apoteosis

que, nimbando de incendios sus fecundas neurosis,

cruzas por los vaivenes de su hondos desvelos

como si fueras luna de sus noches de duelos.

Yo traigo a tu floresta la alondra moribunda

que, en el violín del bosque, preludió la errabunda

sinfonía terrena de aquel ardor eterno,

que ahuyenta suavemente las aves del invierno,

y en las horas tranquilas descubre su cabeza

como un símbolo vago de amor y de belleza.

QUIERO BRINDARTE BESOS PORQUE TE FINJO BUENA…

Quiero brindarte versos porque te finjo buena,

con no sé que bondades, y porque eres morena

como la inspiradora de mis lejanos votos…

-perspectivas azules de paisajes remotos- .

Generosa que amparas de los fríos crüeles,

como un fruto viviente de tus sanos vergeles,

las rosas inviolables que tus labios oprimen.

¡Oh las instigadoras del ensueño y del crimen!

Paloma fugitiva de la ciudad vedada,

donde el dolor muriera bajo la enamorada

caricia del consuelo: ciudad donde las risas

suenan como campanas de las futuras misas!

RATOS BUENOS

Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos

reviven en las noches de verano!…

Se queja una guitarra allá a lo lejos

y mi vecina hace reír al piano.

Escucho, fumo y bebo en tanto el fino

teclado da otra vez su sinfonía:

el cigarro, la música y el vino

familiar, generosa trilogía…

…¡Tengo unas ganas de vivir la riente

vida de placidez que me rodea!

Y por eso quizás, inútilmente,

en el cerebro un cisne me aletea…

¡Qué bien se está cuando el ensueño, en una

tranquila plenitud, se ve tan vago!…

¡Oh, quién pudiera diluir la luna

y beberla en la copa, trago a trago!

Todo viene apacible del olvido

en una caridad de cosas bellas,

así como si Dios, arrepentido,

se hubiese puesto a regalar estrellas.

¡Qué agradable quietud! ¡Y qué sereno

el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,

sin un solo recuerdo, malo o bueno,

que, importuno, se acerque a conturbarme!

Y me siento feliz, porque hoy tampoco

ha soñado imposibles mi cabeza;

en el fondo del vaso, poco a poco,

se ha dormido, borracha, la tristeza…

REVELACIÓN

Lujosamente bella y exquisita,

con aire de gitana tentadora,

llegaste, adelantándote a la hora,

rodeada de misterios a la cita.

El salón reservado oyó la cuita

de una cálida noche pecadora,

y al amor de tu carne ofrendadora

reventaron las yemas de Afrodita.

Fue en esa breve noche de locuras,

propicia al floreal de tus ternuras,

que, cual glóbulos de ansias pasionales,

tu sangre delictuosa de bohemia

infiltró en el cansancio de mi anemia

¡el ardor de los fuertes ideales!

SARMIENTO

Una luz familiar; una sencilla

bondadosa verdad en el sendero;

un estoico fervor de misionero

que traía por biblia una cartilla.

Cuando en la hora aciaga, en el oscuro

ámbito de la sangre, su mirada

de inefable visión fue vislumbrada

y levantó su voz, a su conjuro,

en medio de las trágicas derrotas

y entre un sordo rumor de lanzas rotas,

sobre las pampas, sobre el suelo herido,

se hizo cada vez menos profundo

el salvaje ulular, el alarido

de las épicas hordas de Facundo.

SI DE ESTAS CUERDAS MÍAS, DE TONOS MÁS QUE RUDOS…

A Doña Sylla da Silva

Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos,

te resultan en ásperos sus rendidos saludos,

y quieres blandos ritmos de credos idealistas,

aguarda delicados poetas modernistas

que alabarán en oro tus posibles desdenes,

coronando de antorchas tus olímpicas sienes,

devotos de la blanca lis de tu aristocracia,

con que ilustro los rojos claveles de mi audacia,

o espera, seductora, decadentes orfebres

que graben tus blasones en sus creadoras fiebres:

trabajo el acero de temples soberanos:

los sonantes cristales se rompen en mis manos.

TE VAS

Ya lo sabemos. No nos digas nada.

Lo sabemos: ahórrate la pena

de contarnos sonriendo lo que sufres

desde que estás enferma.

¡Ah!, te vas sin remedio,

te vas, y, sin embargo, no te quejas:

jamás te hemos oído una palabra

que no fuera serena,

serena como tú, como el cariño

de hermanita mayor que por nosotros

Se olvidó de ser novia…

No te quejas,

no quieres afligirnos, pero lloras

cuando nadie te mira, y tu tristeza

silenciosa no tiene una amargura…

¿Por qué serás tan buena?

TU SECRETO

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste

aquí, sobre el piano que ya jamás tocas,

un poco de tu alma de muchacha enferma:

un libro, vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,

y supe, sonriendo, tu pena más honda,

el dulce secreto que no diré a nadie:

a nadie interesa saber que me nombras.

…Ven, llévate el libro, distraída, llena

de luz y de ensueño. Romántica loca…

¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!…

De todo te olvidas, ¡cabeza de novia!

TUS MANOS

Me obsedan tus manos exangües y finas,

¡tus manos! puñales de heridas ajenas,

cuando en el teclado predicen, en notas,

las inapelables deseadas condenas…

Tus manos, amores de nardos y rosas,

cuya histeria tiene sangre de pasiones,

como aquellas suaves que guardan ocultas

en venas azules sombrías traiciones.

Como las nerviosas manos de mi amada,

que, en largas teorías de gestos cordiales,

devotas del dulce crimen amatorio,

¡degüellan mis mansos corderos pascuales!

UNA SORPRESA

Hoy recibí tu carta. La he leído

con asombro, pues dices que regresas,

y aún de la sorpresa no he salido…

¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!

«Que por fin vas a verme…, que tan larga

fue la separación…» Te lo aconsejo,

no vengas, sufrirías una amarga

desilusión: me encontrarías viejo.

Y como un viejo, ahora, me he llamado

a quietud, y a excepción -¡siempre e! pasado!

de uno que otro recuerdo que en la frente

me pone alguna arruga de tristeza,

no me puedo quejar: tranquilamente

fumo mi pipa y bebo mi cerveza.

Y PASAS Y NO SOLA, PRESINTIENDO DORADOS…

Y pasas, y no sola, presintiendo dorados

orientes, los propicios a los enamorados,

como una novia enferma que evoca espirituales

promesas en las largas noches sentimentales;

o esperas al amado, sonriente, como algunas

heroínas que aguardan al amor de las lunas

hojeando florilegios alegres de la Galia,

con manos de Giocondas poéticas de Italia.

¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios

en los ratos fugaces de indecibles imperios…

cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías

de las claudicaciones saben las agonías!

YA SOBRE LOS HASTÍOS DE TUS MEDITACIONES…

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,

como en fugas radiantes escucharás canciones

de músicas heráldicas, de las músicas locas

que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles

que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.

Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,

las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,

cuando al disipar todos tus más graves mutismos

mis estrofas de hierro torturen tu garganta,

has de pensar, acaso, si es un hierro que canta!